01/03/09
El reconocido filósofo marxista István Mészáros, entrevistado por Judith Orr y Patrick Ward en la Socialist Review de enero de 2009
P- La clase dominante siempre se sorprende ante las nuevas crisis económicas y habla de ellas como aberraciones. ¿Por qué cree que son inherentes al capitalismo?
R- Recientemente he oído a Edmund Phelps, que obtuvo en el 2006 el Premio Nobel de Economía. Phelps es una especie de neo-keynesiano. Por supuesto, glorificaba al capitalismo y presentaba los problemas actuales como si no fuesen más que un pequeño ataque de hipo, asegurando que «todo lo que tenemos que hacer es traer de nuevo las ideas keynesianas y la regulación.»
John Maynard Keynes creía que el capitalismo era ideal, pero quería regulación. Phelps se dedicó a salirse por la tangente con la grotesca idea de que el sistema es como un compositor de música. Puede que tenga algunos días en los que no produzca tan bien, pero si miras a toda su vida, ¡es tan maravillosa! Piénsese en Mozart: puede que algún día se levantase con el pie izquierdo. Así que el capitalismo está en problemas: los días malos de Mozart. Si alguien se cree eso, entonces es que debería hacerse examinar por un psiquiatra. Pero en lugar de hacerse examinar, le otorgan un premio.
Si nuestros adversarios presentan este nivel teórico -que han demostrado tener a lo largo de un período de más de 50 años, por lo que no se trata de ningún accidente de un economista premiado- podríamos decir: «alegrémonos, éste el bajísimo nivel de nuestros adversarios.» Pero este tipo de concepción nos llevaría al desastre que experimentamos cada día. Nos hemos hundido en una deuda astronómica. Los pasivos reales en este país deben de contarse por billones.
La verdadera cuestión, empero, es que han estado practicando el despilfarre financiero como resultado de una crisis estructural del sistema productivo. No es ningún accidente que el dinero haya estado fluyendo de una manera tan aventurista hacia el sector financiero. La acumulación de capital no podría funcionar correctamente en el campo de la economía productiva.
De lo que estamos hablando ahora no es otra cosa que de la crisis estructural del sistema. Se extiende por todas partes, e incluso invade nuestra relación con la naturaleza, socavando las condiciones fundamentales para la supervivencia humana. Por ejemplo, de vez en cuando anuncian algunos objetivos para reducir la polución. Incluso tenemos un ministro de energía y del cambio climático, que no es más que un ministerio de puro humo, porque nada se ha hecho salvo anunciar ese objetivo. Pero ni siquiera se acercan nunca al objetivo, y no digamos ya alcanzarlo. Ésta es una parte integrante de la crisis estructural del sistema y sólo soluciones estructurales pueden sacarnos de esta terrible situación.
P- Ha descrito a los Estados Unidos como un país que está llevando a cabo un imperialismo de tarjeta de crédito (credit card imperialism). ¿Qué quiere decir exactamente con ello?
R- Cito al antiguo senador estadounidense George McGovern cuando habló sobre la Guerra de Vietnam. Dijo que los Estados Unidos se habían conducido en la Guerra de Vietnam como si lo hubieran hecho con una tarjeta de crédito. El reciente préstamo de los EE.UU. se está agriando ahora mismo. Este tipo de economía sólo puede funcionar hasta que el resto de mundo pueda soportar la deuda.
Los Estados Unidos están en una posición excepcional, porque ha sido el país dominante desde los acuerdos de Bretton Woods. Pensar que una solución neo-keynesiana y un nuevo Bretton Woods resolverían los problemas actuales es una fantasía neo-keynesiana. El dominio estadounidense que Bretton Woods formalizó inmediatamente después de la Segunda Guerra Mundial era económicamente realista. La economía estadounidense estaba en una posición mucho más poderosa que cualquier otra economía en el mundo. Estableció todas las instituciones económicas internacionales vitales sobre el fundamento del privilegio estadounidense. El privilegio del dólar, el privilegio disfrutado a través del Fondo Monetario Internacional, las organizaciones de comercio, el Banco Mundial, etc., todo estaba bajo el dominio estadounidense, y así permanece hoy todavía.
Todo esto no puede desearse que deje de existir sin más. No puede fantasearse sobre reformar y regular un poco aquí y allá. Imaginar que Barack Obama va a abandonar la posición dominante de la que disfrutan los Estados Unidos de esta manera -respaldado por el dominio militar- es un error.
P- Karl Marx denominó a la clase dominante una «banda de hermanos enfrentados.» ¿Cree que la clase dominante internacional trabajará unida para encontrar una solución?
R- En el pasado el imperialismo implicaba a varios actores dominantes que afirmaban sus intereses, incluso al precio de dos espantosas guerras mundiales en el siglo XX. Las guerras parciales, no importa lo espantosas que sean, no puede compararse con el realineamiento económico y de poder que podría producirse como consecuencia de una nueva guerra mundial.
Pero imaginar una nueva guerra mundial es imposible. Por supuesto, aún hay algunos lunáticos en el campo militar que no negarían esa posibilidad. Pero significaría la destrucción total de la humanidad.
Tenemos que pensar las implicaciones de todo esto para el sistema capitalista. Fue una ley fundamental del sistema que si una fuerza no puede asegurarse por la dominación económica, entonces recurría a la guerra.
El imperialismo mundial hegemónico ha sido conseguido y ha obrado con demostrado éxito desde la Segunda Guerra Mundial. ¿Pero es éste tipo de sistema permanente? ¿Es concebible que en el futuro no despierten contradicciones en su seno?
Hay también algunas pistas procedentes de China de que este tipo de dominación económica no puede durar indefinidamente. China no va a ser capaz de seguir financiándolo. Las implicaciones y las consecuencias para China son realmente significativas. Deng Xiaoping comentó una vez que el color del gato -si era capitalista o socialista- no importaba mientras éste cazase ratones. ¿Pero qué es lo que ocurre cuando en vez de un simpático cazador de roedoras terminas con la horrorsa plaga de ratas que supone un desempleo masivo? Esto es lo que está apareciendo ahora mismo en China.
Estas cosas son inherentes a las contradicciones y antagonismos del sistema capitalista. En consecuencia, debemos pensar en resolverlas de una manera radicalmente diferente, y la única manera es una transformación genuinamente socialista del sistema.
P- ¿No existe la posibilidad de que alguna parte de la economía mundial se desacople como resultado de esta situación?
R- ¡Imposible! La globalización es una condición necesaria del desarrollo humano. Siempre, desde que la expansión del sistema capitalista fue claramente visible, Marx teorizó sobre este punto. Martin Wolf, del Financial Times, se ha quejado de que hay muy pocos, e insignificantes, estados que causen problemas. Ha argumentado que lo que se necesitaba era una «integración jurisdiccional», en otras palabras, una integración imperialista total: un concepto de fantasía. Ésta es una expresión de las contradicciones insolubles y los antagonismos de la globalización capitalista. La globalización es una necesidad, pero la forma que es viable, factible y sostenible es la globalización socialista sobre la base de los principios socialistas de una igualdad fundamental.
Aunque no es concebible ninguna segregación de la historia mundial, eso no significa que en cada fase, en cada parte del mundo, haya uniformidad. Se están desarrollando muchas cosas en Latinoamérica en comparación con Europa, por no mencionar lo que he comentado antes en China, en el lejano oriente y en Japón, que está sumido en los mayores de los problemas.
Piénsese por un momento en el pasado reciente. ¿Cuántos milagros tuvimos en el período de posguerra? ¿El milagro alemán, el milagro brasileño, el milagro japonés, el milagro de los cinco pequeños triges? Qué divertido resulta ver cómo todos estos milagros se han convertido en las realidades más espantosamente prosaicas. El común denominador de todas estas realidades es un endeudamiento desastroso y el fraude.
El director de un hedge fund está presuntamente implicado en una estafa de 50 mil millones de dólares. General Motors y los demás están pidiendo solamente al gobierno estadounidense 14 mil millones de dólares. ¡Qué modestos! Deberían concederles 100 mil millones. Si un capitalista de un fondo de inversión libre puede organizar un fraude de presuntamente 50 mil millones de dólares, debería ser él quien hiciese viables todas esas inversiones.
Un sistema que trabaja en esta podedumbre moral no tiene ninguna posibilidad de sobrevivir, porque es incontrolable. Incluso muchos están admitiendo que no conocen realmente cómo funciona. La solución no es desesperarse por él, sino controlarlo en interés de la responsabilidad social y la transformación radical de la sociedad.
P- El impulso, inherente en el capitalismo, es el de exprimir a los trabajadores lo máximo posible, y eso es claramente lo que los gobiernos están intentando hacer en el Reino Unido y los EE.UU.
R- La única cosa que pueden hacer es defensar los recortes en los salarios de los trabajadores. La principal razón por la que el Senado rechazó aprobar incluso la inyección de 14 mil millones de dólares a las tres grandes compañías automovilísticas es que no podían obtener un acuerdo en la reducción drástica de los salarios de los trabajadores. Piénsese en el efecto de ello y del tipo de obligaciones que tienen esos trabajadores, por ejemplo, devolver unas cuantiosas hipotecas. Pedirles simplemente que reduzcan su sueldo a la mitad sólo generará otros problemas en la economía: de nuevo otra contradicción.
El capital y las contradicciones son inseparables. Tenemos que ir más allá de las manifestaciones superficiales de estas contradicciones e ir a las raíces. Se consigue manipularlas aquí y allí, pero siempre retornan con ánimo de venganza. Las contradicciones no pueden esconderse bajo la alfombra indefinidamente, porque la alfombra está convirtiéndose ahora en una montaña.
P- Usted estudió con Georg Lukács, un marxista que regresa al período de la revolución rusa y aun atrás todavía.
R- Trabajé con Lukács durante siete años antes de que abandonase Hungría en 1956 y continuamos siendo muy buenos amigos hasta que murió, en 1971. Siempre le veíamos los tres pies al gato -por eso quería estudiar con él. Cuando empecé a trabajar con él estaba siendo atacado muy duramente y abiertamente en público. Yo no podía aguantar aquello y le defendí, lo que me llevó a toda suerte de complicaciones. Justo cuando abandonaba Hungría fui designado sucesor suyo en la universidad para enseñar estética. La razón por la que abandoné el país fue precisamente porque estaba convencido de que lo que estaba sucediendo era una variedad de problemas muy importantes que aquel sistema no podría resolver.
He intentado formular y examinar estos problemas en mis libros desde entonces, particularmente en La teoría de alienación de Marx (1) y en Más allá del capital. Lukács acostumbraba a decir, correctamente, que sin estrategia no puede tenerse una táctica. Sin un punto de vista estratégico de estos problemas no pueden obtenerse soluciones para el día a día. Así que intenté analizar estos problemas consistentemente, porque no podían ser simplemente tratados al nivel de un artículo que haga referencia a lo que está ocurriendo ahora, aunque exista una gran tentación de hacer precisamente eso. Tenía que hacerse, en cambio, desde una perspectiva histórica. He estado publicando desde que mi primer ensayo serio fue publicado en un periódico literario en Hungría en 1950 y he estado trabajando duramente tanto como he podido desde entonces. Por modesta que pueda ser, hacemos nuestra contribución al cambio. Eso es lo que he intentado hacer toda mi vida.
P- ¿Cuáles cree que son las posibilidades para el cambio en este momento?
R- Los socialistas son los últimos a la hora de minimizar las dificultades de la solución. Los apologistas del capital, ya sean neo-keynesianos o de otro tipo, pueden producir todo tipo de soluciones simplistas. No creo que podamos considerar la crisis actual simplemente de la misma manera en que lo hicimos en el pasado. La crisis actual es profunda. El gobernador adjunto del Banco de Inglaterra ha admitido que es la mayor crisis económica en la historia de la humanidad. Yo solamente añadiría que no es únicamente la mayor crisis económica de toda la historia de la humanidad, sino la mayor crisis de la historia en todos los sentidos. Las crisis económicas no pueden separarse del resto del sistema.
La fraudulencia y el dominio del capital, así como la explotación de la clase trabajadora, no puede durar para siempre. Los productores no pueden ser mantenidos constantemente y en todo momento bajo control. Marx argumentó que los capitalistas son, sencillamente, las personificaciones del capital. No son agentes libres: están ejecutando los imperativos de este sistema. Así que el problema de la humanidad no es simplemente barrer a un grupo de capitalistas en particular. Poner a un tipo de personificación del capital en el lugar de otro sólo llevará al mismo desastres ante o después de que hayamos terminado con la restauración del capitalismo.
Los problemas a los que se enfrenta la sociedad no proceden simplemente de los últimos años. Antes o después estos pueden ser resueltos o no, como los economistas ganadores del premio Nobel pueden fantasear, en el marco del sistema. La única solución posible es encontrar la reproducción social sobre la base del control de los productores. Ésa ha sido siempre la idea del socialismo.
Hemos alcanzado los límites históricos de la capacidad del capital para controlar la sociedad. Y no me refiero exclusivamente a los bancos y a las empresas constructoras, incluso aunque no pueden controlar ya a éstas, sino al resto. Cuando las cosas van mal nadie es responsable. De vez en cuando los políticos declaran: “acepto toda la responsabilidad”, y ¿qué es lo que ocurre? Son glorificados. La única alternativa viable es la de la clase trabajadora, que es la que produce todo lo necesario para nuestra vida. ¿Por qué no debería controlar lo que produce? Siempre enfatizo en todos los libros que expresarlo no es algo relativamente fácil, pero hemos de encontrar la dimensión positiva en hacerlo.
Socialist Review, enero 2009