06/11/2024

Terricidio o Socialismo

La problemática ecológica merece desde hace algunos años un sistemático tratamiento en los ambientes académicos, en múltiples foros e instituciones internacionales y, también, un espacio creciente en los medios de comunicación masivos. Sin embargo, desde el momento mismo en que fue reconocida (vale decir, cuando no fue ya posible ocultarla) la cuestión ecológica pasó a ser colosalmente mistificada. Mientras más se hablaba de los alcances presentes y las proyecciones futuras del desastre ecológico, más se confundieron los términos del problema y se ocultó su verdadera naturaleza.

Se levantó una muralla ideológica para ocultar que este crimen contra la Tierra o, más precisamente, contra la naturaleza humanizada, está orientado por una "racionalidad" muy particular, la racionalidad que es característica del orden del capital y que, en la búsqueda de maximizar la plusvalía, intensifica la explotación sin límites de los recursos naturales y los seres humanos. Y como si lo anterior fuera poco, la nueva administración Bush se declara dispuesta a acelerar la carrera hacia el abismo: en el nombre de Dios, por supuesto.

Frente a todo esto, ¿tenemos algo que decir los socialistas?.

La crisis ambiental y el riesgo ecológico en el mundo

Para tener presente las dimensiones del problema, y sin ninguna pretensión de exaustividad, conviene comenzar por recordar algunos indicadores de la crisis ambiental:

Deforestación de Bosques tropicales y Bosques Templados. Tasas anuales de deforestación de 11,3 millones de hectáreas entre 1981-85, y estimación de una cantidad aún mayor en los últimos años; 50 millones de hectáreas afectadas sólo en Europa por contaminación aérea y lluvia ácida.

 

Cuerpos de agua. Decenas de miles de ríos, lagos continentales y esteros biológicamente muertos a causa de diversos contaminantes, especialmente en los países industrializados.

 

Costas y mares. Contaminación en diferentes grados por descargas de drenaje (la mitad de la población humana vive en las costas), sustancias químicas, pesticidas, plásticos, petróleo y desechos nucleares.

 

Agua a) Uso Agrícola: 60 millones de hectáreas (24%) de la agricultura de riego en el mundo han sido afectados por salinización o contaminación por superexplotación de los mantos acuíferos; b) Uso urbano: escasez actual o potencial de agua en varios puntos del planeta (especialmente en el norte y el sur de África, el Golfo Pérsico, Australia y porciones de la India y Norteamérica).

 

Erosión de suelos. Se estima en unos 24 mil millones de toneladas la cantidad de suelo que se pierde anualmente a causa de la erosión (equivalentes a 2,5 cm. de suelo de 61 millones de hectáreas). Se ha estimado que anualmente se pierden 9 millones de toneladas de granos por la erosión de tierras agrícolas.

 

Desertificación. Alrededor de 6 millones de hectáreas al año se transforman en áreas improductivas de tipo desértico como consecuencia de la erosión eólica e hidráulica, la salinización de los suelos, el sobre pastoreo, la deforestación y la sobreexplotación de las aguas subterráneas.

 

Pérdida de la diversidad biológica. Aunque no existen cálculos confiables sobre la pérdida de especies de seres vivos, se ha estimado que podrían extinguirse hasta un 25% del total de las especies hacia el año 2020, principalmente a causa de la destrucción masiva de hábitats naturales. Contaminación del aire. Las emisiones de contaminantes industriales (principalmente óxidos de azufre y nitrógeno) siguen desde 1950 un curso ascendente.

 

Destrucción de la capa de ozono. La destrucción en la atmósfera de la capa de ozono (un gas que protege el planeta de la radiación solar ultravioleta) por la emisión anual de un millón de toneladas de clorofluocarbonos (un compuesto de amplio uso en la industria) ha sido detectado principalmente en la Antártida. Tal fenómeno provoca cáncer de piel y cataratas en los seres humanos y puede afectar a los cultivos y a las cadenas tróficas de los mares.

 

Calentamiento global del planeta. Como consecuencia de diversas actividades humanas, se incrementa continuamente la presencia de diversos gases en la atmósfera: bióxido de carbono (25% más); óxido nitroso (19%); metano (100%) y otros gases como los clorofluocarbonos (porcentajes estimados en relación a la época preindustrial). Anualmente, se depositan en la atmósfera 5,66 mil millones de toneladas de carbono por la quema de combustibles fósiles y otros dos mil millones más por la deforestación tropical. Dado que estos gases dejan pasar radiación solar pero impiden que se escape una vez reflejada en forma de calor, la temperatura global del planeta es hoy 5 ó 6 grados mayor que hace un siglo y se estima un incremento de entre 2,5 y 5,5 grados durante los próximos cien años. Lo anterior puede provocar el incremento del nivel del mar por derretimiento de las masas polares, así como cambios climáticos capaces de afectar a todos los seres vivos, incluyendo a los humanos.

Ecología y mistificación.

¿Cómo pudo llegado la humanidad a esta situación? ¿Cómo evitar ahora un desenlace catastrófico? Ya no es un secreto que los muy poderosos intereses que provocan y aprovechan la depredación de los recursos naturales y humanos, recurren a mentiras, operaciones encubiertas y aún a las violencias más descarnadas para ocultar sus actividades y responsabilidades. De tanto en tanto alguna de tales acciones fracasa y el escándalo llega a los medios masivos de comunicación: hay sobre esto libros de ficción, películas y series televisivas. Mas complejo resulta poner en evidencia que, los mismos grupos económicos e instituciones gubernamentales que actúan como acabamos de señalar, operan también de una forma distinta y aparentemente contradictoria: como decididos impulsores de un cierto tipo de ecologismo que, presentándose bajo formas diversas, coincide en enfocar los problemas ambientales como la consecuencia más o menos inevitable de la "civilización", un subproducto del "progreso". Adoptando ese punto de partida, e independientemente de las reformas o paliativos que se propongan, se llega en definitiva a la justificación del costo ecológico de los modelos de crecimiento económico existentes, argumentando que la alternativa sería renunciar a todo progreso. Y contribuyen de hecho a afianzar semejante razonamiento los ecologistas aparentemente "radicales" que pregonan la utopía reaccionaria de un "regreso a la vida natural", impensable sin un traumático y brutal retroceso histórico y social. Existe una cínica combinación de ambas tesituras, cuando se imponen reglamentaciones tendientes a lograr "economías limpias" en los centros imperialistas, en tanto se traslada las producciones contaminantes y los basureros industriales a los países atrasados. ¡Suelen ser los gobiernos y estados con mayores responsabilidades en la degradación ambiental del planeta los que, en cuanto foro o institución internacional ocupan, critican la incapacidad del "Tercer Mundo" para defender el medio ambiente y presionan para colocar las "reservas naturales" de mayor importancia bajo la "protección internacional"... de las potencias imperialistas!

Coincidimos entonces con Renán Vega Cantor cuando escribe:

Es importante recalcar que, en razón de las modas y de los intentos del capitalismo por apropiarse y desvirtuar la ecología, se han generado diversos tipos de ecologismo de derecha. Así, se puede hablar de eco-racismo, que en Estados Unidos de manera criminal deja los desechos tóxicos en las zonas más deprimidas en donde viven los negros y los latinos; de eco-imperialismo, que traslada los residuos radiactivos al Sur del planeta, desarrolla un intercambio desigual de tipo ecológico y se apropia de la biodiversidad tropical; de eco-business impulsados por las grandes empresas que se disfrazan de verde para camuflar su verdadero carácter depredador del medio ambiente y para aumentar las ventas y los negocios de las mercancías ecológicas; de eco-tecnocracia, perteneciente a la nómina de las multinacionales, de ciertas ONG o de los ministerios verdes, la que pese a presentarse a sí misma como la "conciencia ecológica" del mundo, en realidad representa los intereses del capital internacional. […] Todas estas variantes de ecologismo son una típica manifestación de la "ecología de los ricos", o la utopía verde y reaccionaria del capital internacional y de ciertas ONG del Norte que pretenden abanderar la defensa del medio ambiente pero para convertir lo que queda de la naturaleza en una simple mercancía.

Y escribiendo en el 2005 resulta imperioso agregar una advertencia suplementaria: la política de los Estados Unidos complica aún más las cosas, porque la alianza de fundamentalistas del mercado y fundamentalistas bíblicos que (con Bush en la Casa Blanca y control del Congreso) conducen la principal potencia mundial, suman a la "racionalidad instrumental" de la tecno-ciencia capitalista la abierta irracionalidad de la derecha cristiana, los "guerreros de Dios". Recientemente, el periodista norteamericano Glenn Scherer advirtió en su artículo "El Camino al Apocalipsis Medioambiental" que, para millones de fundamentalistas cristianos la destrucción medioambiental no es preocupante, porque "Dios proveerá", cuando no la saludan como señal del esperado y próximo Apocalipsis tras el cual los "verdaderos creyentes" se elevarán al cielo:

¿Por qué preocuparse por la Tierra, si las sequías, diluvios, hambre y pestes traídas por el desastre ecológico son las señales del Apocalipsis predicho en la Biblia? ¿Por qué preocuparse por el cambio del clima global cuando usted y los suyos serán rescatados por la elevación a los cielos? ¿Y por qué preocuparse por pasar del consumo de petróleo a energía solar cuando el mismo Dios que hizo el milagro de los peces puede proveer unos billones de barriles de crudo con una palabra?. Porque estas personas creen que hasta que Cristo vuelva, el Señor proporcionará lo necesario. En uno de sus textos, el libro de historia de escuela secundaria La Historia Providencial Americana, se encuentran estas palabras: "Él secular o el socialista tienen una mentalidad de limitados recursos y ve el mundo como un pastel […] que debe ser trozado para que todos podemos conseguir un pedazo", en cambio "el cristiano sabe que el potencial de Dios es ilimitado y que no hay ninguna escasez de recursos en la tierra de Dios [...] mientras muchos seculares ven el mundo superpoblado, el cristiano sabe que Dios ha hecho la tierra suficientemente grande y con los recursos suficientes para acomodar todas las personas."

El fanatismo religioso "por abajo" se corresponde "por arriba" con la peligrosa política del gobierno de los Estados Unidos. El responsable de la Protección del medio ambiente ha declarado que la reelección del Presidente Bush es un aval para la continuidad de su política ambiental: esto se traduce en la intención de rescribir las Actas sobre Aire limpio, sobre Agua Limpia y sobre Protección de las especies amenazadas, así como también el Acta de la Política Medioambiental Nacional que exige al gobierno establecer anticipadamente si determinadas iniciativas pueden ser dañinas para los recursos naturales. Pretenden además rebajar los límites de polución para el ozono, eliminar las inspecciones y normas de polución para los automóviles, vehículos deportivos, utilitarios y grandes camiones. Quieren una nueva ley de auditoria internacional que permita a las corporaciones mantener determinadas informaciones sobre problemas medio-ambientales secretas al público, abandonar las investigaciones de nuevas fuente energéticas no contaminantes, y atenuar los decretos de control a las compañías de carbón. En lugar de castigar la contaminación, la Agencia de protección medioambiental subsidia a sus amigos de la Cámara de la Industria Química para que paguen a familias pobres que continúen usando en sus casas pesticidas que producen daño neurológico en los niños: en lugar de prohibir su uso, el gobierno y la industria planean ofrecer a estas familias dinero, seguros de salud y ropa para que los niños sirvan como cobayos en un estudio sanitario. Cuando se multiplican los alertas de instituciones científicas de primer nivel sobre la elevación del nivel del mar y sus consecuencias, el gobierno norteamericano se basa en datos suministrados por Exxon Mobil para afirmar que el cambio de clima es "un mito y los niveles del mar no son crecientes" y que los científicos que alertan contra una catástrofe "están confundidos". Si esta es la política medio-ambiental de Bush en los Estados Unidos mismos ¡ya podemos imaginar lo que nos espera en el resto del mundo! Lo cual destaca, una vez mas, cuan urgente es buscar una salida en este laberinto. En primer lugar, clarificando las relaciones entre el hombre y la naturaleza.

 

El enfoque marxiano y su fecundidad

Y en este punto sigue siendo útil referirse a Carlos Marx y Federico Engels, no para buscar en viejos textos soluciones a una problemática nueva, sino para refutar la leyenda negra que presenta al marxismo (¡metiéndolo en una misma bolsa con "la tradición neoclásica de la economía"!) como parte de las "escuelas de pensamiento que no han considerado el tema en absoluto." Pues lo cierto es, por el contrario, que algunos puntos de vista de Marx referidos a la cuestión de las relaciones del hombre con la naturaleza conservan vigencia y una riqueza no del todo aprovechada. Ya en 1844, el joven Marx escribía:

… el hombre (como el animal) vive de la naturaleza inorgánica; y tanto más universal que el animal es el hombre cuanto lo es el ámbito de la naturaleza inorgánica, de la que vive el hombre [...]. La universalidad del hombre aparece, en la práctica, precisamente en la universalidad que hace de toda la naturaleza su cuerpo inorgánico, tanto en la medida en que esta 1) es un medio de vida inmediato, como en la medida en que 2) es la materia, el objeto y la herramienta de su actividad vital. La naturaleza es el cuerpo inorgánico del hombre [...]. El hombre vive de la naturaleza; esto significa que la naturaleza es su cuerpo, con el que debe permanecer en un proceso continuo, a fin de no perecer.

En la relación entre el hombre y "su cuerpo inorgánico" media el trabajo que le permite vivir y modificar conscientemente (al menos en parte) el mundo en que vive. Mediante "La creación de un mundo objetivo a través de la práctica, la elaboración de la naturaleza inorgánica" los hombres se afirman como tales y "a través de dicha elaboración, la naturaleza aparece como la obra y la realidad del hombre." Para Marx la humanidad se distingue y separa de los restantes seres vivos, porque es capaz de vivir en este metabolismo característico con la naturaleza. Mantiene con ésta un contacto obligado para existir y obtener sus medios de vida, pero también debe transformarla y subordinarla a sus propósitos. En esta cuestión, Engels expresaba también las opiniones de Marx cuando, muchos años, después escribió que "el animal no hace más que usar su ambiente, y provoca cambios en él, nada más que con su presencia; con sus cambios, el hombre lo hace servir a sus fines, lo domina." Aunque la palabra suena odiosa y muchos la critican, otros como Reiner Grudman consideran, por el contrario, que un aporte fundamental del pensamiento marxiano es la indicación de esta doble relación, según la cual el hombre es capaz de vivir al mismo tiempo en y relativamente contra la naturaleza, junto con la concepción de que esta relación con la naturaleza es dinámica y cambia, se complejiza con la incorporación de una mediación crecientemente sofisticada cual es el desarrollo de herramientas y tecnologías, así como de las sucesivas formas de organización social de la producción. Sin renegar de sus preocupaciones juveniles, el Marx maduro presta suma atención al proceso de "la transformación del proceso simple de trabajo en un proceso científico -que pone a su servicio las fuerzas naturales y, de esta suerte, las obliga a operar al servicio de las necesidades humanas." Que esta concepción no es algo accesorio, sino una perspectiva estratégica, queda muy claro cuando precisa la posibilidad que entreabre el desarrollo de la producción social:

El trabajador […] inserta el proceso natural, al que transforma en industrial, como medio entre sí mismo y la naturaleza inorgánica, a la que domina […] En esta transformación lo que aparece como el pilar fundamental de la producción y de la riqueza no es ni el trabajo inmediato ejecutado por el hombre ni el tiempo que éste trabaja, sino la apropiación de su propia fuerza productiva general, su comprensión de la naturaleza y su dominio de la misma gracias a su existencia como cuerpo social; en una palabra, el desarrollo del individuo social. […] El plustrabajo de la masa ha dejado de ser condición para el desarrollo de la riqueza social, así como el no-trabajo de unos pocos ha cesado de serlo para el desarrollo de los poderes generales del intelecto humano. Con ello se desploma la producción fundada en el valor de cambio, y al proceso de producción material inmediato se le quita la forma de la necesidad apremiante y el antagonismo […] Las fuerzas productivas y las relaciones sociales -unas y otras aspectos diversos del desarrollo del individuo social- se le aparecen al capital únicamente como medios, y no son para él más que medios para producir fundándose en su mezquina base. In fact, empero, constituyen las condiciones materiales para hacer saltar a esa base por los aires.

El reproche de quienes sostienen que hablar de la dominación de la naturaleza es una capitulación a los valores de la "sociedad industrial" parece desmesurado, sino injustificado, porque para Marx y Engels el concepto de dominación cobraba sentido en relación con los intereses y necesidades generales de los hombres (incluyendo las generaciones futuras) y, sobre todo, con el proyecto de una sociedad que permitiera la plena autorrealización humana. Para que esto se vea con más claridad repetiremos in extenso la cita de Engels:

En una palabra, el animal no hace más que usar su ambiente, y provoca cambios en él, nada más que con su presencia; con sus cambios, el hombre lo hace servir a sus fines, lo domina. Esta es la diferencia final, esencial, entre el hombre y otros animales, y, una vez más, es el trabajo el que la produce.

Pero no nos jactemos demasiado de nuestras victorias humanas sobre la naturaleza. Pues por cada una de esas victorias, ésta se venga de nosotros. Cada triunfo, es verdad, produce ante todo los resultados que esperamos, pero en segundo y tercer lugar provoca efectos distintos, imprevistos, que muy a menudo anulan el primero. Pueblos que en Mesopotamia, Grecia, Asia Menor y otros lugares destruyeron los bosques para obtener tierras cultivables, no pensaban siquiera que, al eliminar, junto con los bosques, los centros colectores y receptáculos de humedad sentaban las bases para el actual estado de desolación de esos países […] Y así, a cada paso que damos se nos recuerda que en modo alguno gobernarnos la naturaleza como un conquistador a un pueblo extranjero, como alguien que se encuentra fuera de la naturaleza, sino que nosotros, seres de carne, hueso y cerebro, pertenecemos a la naturaleza, y existimos en su seno, y que todo nuestro dominio de ella consiste en el hecho de que poseemos, sobre las demás criaturas, la ventaja de aprender sus leyes y aplicarlas en forma correcta.

Significativamente, Engels concluye advirtiendo: "Pero esta regulación exige algo más que un simple conocimiento. Exige una revolución total en nuestro modo de producción existente hasta ahora, y al mismo tiempo una revolución en todo nuestro orden contemporáneo." La cuestión es que a más de siglo y medio de escritas dichas palabras, esa revolución total resta por hacer, y asistimos entonces al hecho de que, bajo el orden del capital, no crece el dominio sino el descontrol de los hombres sobre la sociedad y sobre las formas que asume el metabolismo o intercambio de la sociedad con la naturaleza.

Esto nos lleva a destacar que otro aporte fundamental de Marx y Engels es el que pone bajo la luz el carácter histórico y contradictorio de las distintas formas sociales, que alcanza su máxima expresión en las contradicciones del capital y trabajo asalariado, de las que nace la rica temática de la explotación, de la alienación y de la posibilidad de una superación revolucionaria de las mismas. Unas pocas citas sirven para indicar los alcances de este enfoque. En los ya mencionados Manuscritos de 1844, antes de que su autor develara el tema de la plusvalía (lo que hará recién en 1857) e incluso sin formular aún la distinción conceptual entre trabajo y fuerza de trabajo, el joven Marx analizó las consecuencias del sometimiento del obrero al capital:

 

es justamente a través de la elaboración del mundo objetivo que el hombre se prueba verdaderamente en cuanto ser genérico. […] A través de dicha elaboración, la naturaleza aparece como la obra y la realidad del hombre. […] Por ende, en la medida en que el trabajo alienado despoja al hombre del objeto de su producción, lo despoja de su vida genérica, su verdadera objetividad genérica, y transforma su preeminencia por sobre el animal en la desventaja de que le es arrebatada su vida inorgánica, la naturaleza.

Y el tema reaparece, muchos años después, en El capital:

Al crecer de un modo incesante el predominio de la población urbana, aglutinada por ella en grandes centros, la producción capitalista acumula, de una parte, la fuerza histórica motriz de la sociedad, mientras que de otra parte perturba el metabolismo entre el hombre y la tierra; es decir, el retorno a la tierra de los elementos de ésta consumidos por el hombre en forma de alimento y de vestido, que constituye la condición natural eterna sobre que descansa la fecundidad permanente del suelo […] Al igual que en la industria urbana, en la moderna agricultura la intensificación de la fuerza productiva y la más rápida movilización del trabajo se consiguen a costa de devastar y agotar la fuerza de trabajo del obrero. Además, todo progreso, realizado en la agricultura capitalista, no es solamente un progreso en el arte de esquilmar al obrero, sino también en el arte de esquilmar la tierra, y cada paso que se da en la intensificación de su fertilidad dentro de un período de tiempo determinado, es a la vez un paso dado en el agotamiento de las fuentes perennes que alimentan dicha fertilidad.

Actualidad y urgencia del socialismo

Ante los efectos destructivos del crecimiento económico con los actuales moldes, y sobre todo ante la letal combinación de eco-business, tecno-ciencia e irracionalismo bíblico que desde los Estados Unidos se impone al mundo, no resultan adecuadas ni la resignación, ni la añoranza de una supuesta "edad dorada" en la lejana prehistoria del hombre. Por difícil que resulte, se trata más bien de insistir en la necesidad de fortalecer la lucha por el ingreso de la humanidad en su verdadera historia, la que podrá comenzar cuando hombres y mujeres, aboliendo la explotación y opresión, abran paso hacia el dominio consciente de su vida social y de la naturaleza. Por eso hemos reivindicado la fecundidad del aporte marxiano.

Pero es imperioso dar un paso más: reconocer que sin duda estamos ante una problemática compleja: los problemas ecológicos son muchos y diversos, y definirlos es una parte importante del esfuerzo tendiente a proponer soluciones correctas y efectivas. Según la sistematización propuesta por algunos especialistas, nos enfrentamos con: Polución o contaminación del aire, el agua y los suelos; Agotamiento de fuentes de agua; Proliferación de tóxicos químicos; Multiplicación de catástrofes ambientales; Erosión de suelos; Desertificación de vastas regiones del planeta; Acidificación; Utilización de nuevos productos químicos de efectos no previstos; Desarrollos biotecnológicos de efectos también impredecibles. Una clasificación ligeramente diferente señala: Todas las formas de polución; El agotamiento de recursos naturales, renovables o no; Extinción de ecosistemas y especies biológicas; Extensión de las superficies desertificadas; Explosión demográfica e impacto ambiental de las grandes concentraciones urbanas. En todo caso, surge que se trata de problemas que, sin dejar de estar relacionados, son distintos y aparecen combinándose entre sí de diversas y cambiantes formas, y afectando profundamente tanto las condiciones de la vida rural, como la de quienes se hacinan en las grandes ciudades, ya sea en las naciones más miserables del Sur, como en las más ricas sociedades del Norte.

Advertir la complejidad, previene contra simplificaciones arbitrarias que derivan en la búsqueda de soluciones enfocando una sola causa, y contribuye a desarrollar un enfoque realista y concreto de los peligros ecológicos atendiendo a sus diversas razones: 1) consecuencias no previstas de determinadas acciones u opciones económicas y productivas; 2) repercusiones dañinas de ciertas tecnologías, y el amplio espectro de los accidentes o catástrofes industriales; 3) efectos colaterales o subproductos del crecimiento económico; 4) razones o fenómenos ajenos o independientes de la acción humana; y por sobre todo, 5) un proceso económico caracterizado por la asimetría entre los costos físicos de reposición de los recursos naturales y sus derivados y la valorización monetaria de que son objeto, así como los mecanismos que presiden la generación y distribución del poder de compra sobre el mundo, condicionando los procesos de valorización que son fuente de deterioro ambiental, de desigualdad social y de desequilibrios económico-territoriales.

 

Todo lo anterior para destacar que enfrentamos desarrollos cuantitativos y cualitativos nuevos a los que debemos procurar respuestas originales. Esto es así, en primer lugar, porque los desequilibrios, desastres y riesgo ecológico han adquirido una magnitud tan imprevista y amenazadora como la velocidad con que se agravan, y porque el mismo capitalismo contemporáneo presenta los problemas de manera distinta. El filósofo italiano Giuseppe Prestipino señala:

 

El viejo criterio que consideraba al desarrollo de las fuerzas productivas como presunto primer motor del cambio social -y, por lo tanto, como algo tarde o temprano incompatible con una sociedad capitalista- pierde potencia explicativa. Hoy las fuerzas productivas se desarrollan de modo impetuoso bajo el impulso de la ciencia-técnica y semejante desarrollo -entendido sobre todo como innovación tecnológica continuamente orientada al incesante crecimiento cuanti-cualitativo de productos- está en sintonía con las relaciones sociales capitalistas (y asociado a los mecanismos "espontáneos" del "libre" mercado) […] Marx se equivocó cuando creyó que una sociedad socialista podría surgir de un (liberado) protagonismo objetivo de las nuevas fuerzas productivas y de su oferta de bienes en creciente abundancia. No previó que una relativa sobre-abundancia del consumo pudiese ser cómplice de la misma economía de mercado, ni que, en ésta, incluso la "escasez moderada" pudiera causar incurables desastres ambientales, además de sociales.

Por otra parte, las ilusiones en que aunque fuera a costa de injusticias el crecimiento capitalista generaba riquezas que, mal o bien, terminaban "por derrame" llegando incluso a los desposeídos resultan cada vez mas difíciles de compatibilizar con el curso real del capitalismo con predominio financiero de nuestros días:

Lo cierto es que no observamos hoy una "caída tendencial de la tasa de ganancia" a consecuencia del aumento del "capital constante". Observamos más bien que, junto con una alta inversión de "intelecto general" se frena el ritmo de innovaciones de la new economy y puede incluso insinuarse una caída tendencial de la acumulación. A las altas ganancias en algunos sectores de punta corresponde hoy una tendencialmente reducida acumulación en general, incluso porque algunos costos del déficit energético, o de las medidas para poner remedio parcial, por ejemplo, a la contaminación, los aluviones y los desequilibrios climáticos cada vez más frecuentes, ya comienzan a pesar sobre el gasto publico y, en menor medida, sobre las mismas empresas privadas. Si el crecimiento es aparente o directamente pierde incluso la apariencia convirtiéndose manifiestamente en una progresiva caída de la riqueza global-real, la tan conocida justificación de las crecientes desigualdades sociales y regionales en base a la previsión de un crecimiento comprensivo de los bienes a repartir (aunque sea injustamente) entre todos los individuos, pierde credibilidad, en tanto que las razones del socialismo -en cuanto razones tendencialmente igualitarias- deberían avanzarse nuevamente contra los ideólogos más triviales del neoliberalismo y refutando también a los teóricos más serios del liberalismo (por ejemplo, J. Rawls).

Otro aspecto de la cuestión es que, al buscar una salida a la catástrofe inminente o, mejor dicho, ya en marcha, es preciso asumir la evidencia incontestable de que las economías no-capitalistas del mal llamado "socialismo real" también provocaron catástrofes ecológicas. Por tanto la, asimilación crítica de la experiencia historia marcada por el burocratismo estalinista y posestalinista es necesaria, para contribuir al diseño de un modelo de transición socialista cuyas grandes líneas sean radicalmente distintas, tanto en sus formas políticas como en los mismos procesos productivos y contenido socioeconómico. Lejos de esconder o minimizar la cuestión, debemos ser los socialistas quienes más implacablemente recordemos que, en aquellas experiencias, los desastres ecológicos alcanzaron un nivel escalofriante precisamente porque, aún siendo economías no-capitalistas, reprodujeron muchos de lo peores vicios del sistema mundial que supuestamente venían a reemplazar. Esos regímenes no podían asegurar la dominación del hombre sobre la naturaleza, porque en ellos no se logró la liberación de los trabajadores, sino se los sujetó con nuevos grilletes, manteniendo la enajenación del trabajo, aplastándolos bajo el peso de una brutal dictadura burocrática y adaptándose al marco general del sistema mundial de estados presidido por el orden del capital. Para desafiar dicho orden, es preciso retomar e impulsar una crítica marxista del progreso que al mismo tiempo se enfrente con las reaccionarias posturas del posmodernismo y las ideologías irracionales, como señala argumentadamente Renán Vega Cantor. Aunque el tema merece un tratamiento más detenido y específico, podemos mencionar algunos de los elementos de la misma:

Crítica de la conversión de las fuerzas productivas en fuerzas destructivas. Critica de la ciencia y la tecnología por ser fuerzas productivas / destructivas al servicio del capital. Crítica de la mercantilización de todo lo existente, incluyendo el cuerpo humano, el material genético y la naturaleza. Crítica del mercado y del economicismo. Crítica de carácter anticapitalista al progreso.

Todo ello conducente a:

La reinterpretación histórica del capitalismo a partir de la resistencia de distintas fuerzas al progreso destructivo. Una reinterpretación de las relaciones entre sociedad y naturaleza. La revolución como un momento de ruptura que evite la catástrofe a que nos conduce el progreso tecnológico del capitalismo. La diferenciación entre progreso humano y moral y progreso económico y/o tecnológico.

En síntesis, es preciso ir mucho más allá de lo que escribieran, en otros tiempos y condiciones, los mas prominentes socialistas, comenzando por Marx y Engels, sin olvidar que, también para esta renovación, cabe inspirarse en sus ideas fundacionales que conservan luminosidad. Por ejemplo, si se quiere una verdadera revolución, una genuina transición socialista hacia una humanidad emancipada, cabe recordar que "todas las anteriores revoluciones dejaron intacto el modo de actividad y sólo trataban de lograr otra distribución de esta actividad, una nueva distribución del trabajo entre otras personas" en tanto que los socialistas nos dirigimos "contra el modo anterior de actividad" y comprendemos que para lograrlo

es necesaria una transformación en masa de los hombres mismos, que sólo podrá conseguirse mediante un movimiento práctico, mediante una revolución; y que, por consiguiente, la revolución no sólo es necesaria porque la clase dominante no puede ser derrocada de otro modo, sino también porque únicamente por medio de una revolución logrará la clase que derriba salir del cieno en que está hundida y volverse capaz de fundar la sociedad sobre nuevas bases.

En nuestros días, mucho más que en cualquier otro momento, la lucha teórica y práctica contra el capitalismo debe ser planteada y llevada adelante en términos radicales. Contra lo que muchos piensan, el mismo fracaso del mal llamado "socialismo real" debería servir para subrayar la necesidad de llevar la revolución hasta el fin. La experiencia signada por el estalinismo (en la ex URSS y luego en el resto del "campo socialista") enseña que hablar de socialismo en tanto se construye un opresivo Estado burocrático que mantiene e imprime nuevas formas a la explotación del trabajo asalariado constituye un aborto histórico, opuesto a los objetivos emancipadores que están en la base misma del movimiento obrero y socialista. Contra esa caricatura, ya León Trotsky caracterizó en su momento a la transición socialista en estos términos: "A lo largo de un periodo de duración indefinida y de una lucha interna constante, van transformándose todas las relaciones sociales. La sociedad sufre un proceso de metamorfosis", motorizado por la lucha política, vale decir por el "choque de los distintos grupos de la sociedad en transformación" de modo tal que "las revoluciones de la economía, de la técnica, de la ciencia, de la familia, de las costumbres, se desenvuelven en una compleja acción recíproca que no permite a la sociedad alcanzar el equilibrio. En esto consiste el carácter permanente de la revolución socialista como tal." Precisamente, cuando decimos que debemos impulsar una revolución total, no estamos sugiriendo que todo puede cambiar en un instante, sino que es necesario que desde sus primeros pasos la revolución penetre decididamente en el terreno de las relaciones y condiciones concretas de producción y en el manejo de lo tecnológico, que tienen también dimensión social y política. Esto es imprescindible para combatir, desde el vamos, todo lo que tenga efectos negativos sobre el medio ambiente y los intereses humanos, y para desarrollar de manera creativa la democracia y autonomía obrera, posibilitando así un creciente control colectivo sobre las transformaciones en la sociedad y la naturaleza.

El arduo trabajo de contrarrestar las arraigadas y continuamente renovadas ilusiones procapitalistas y productivistas tendrá mayor efectividad si logramos arrancar, también de raíz, la nefasta concepción del poder revolucionario como algo externo a los trabajadores, como un rígido control estatal "socialista" erigido para lograr que los productores se empeñen en superar al capitalismo produciendo más de lo mismo y en condiciones de trabajo similares. Con palabras y con hechos, debemos mostrar que el camino del socialismo no consiste en producir más mercancías e inundar el mercado con cualquier tipo de productos industriales, sino revolucionar la producción y el intercambio de bienes y servicios socialmente necesarios, poner las fuerzas productivas a producir de otra manera y otras cosas, en otras palabras: cambiar la vida de los hombres y salvar la naturaleza humanizada!

"No queremos que el socialismo sea en América calco y copia. Debe ser creación heroica", dijo el siglo pasado José Carlos Mariátegui. Con este espíritu, debemos hoy asumir la cuestión ecológica como cuestión de vida o muerte, a la que no se puede evadir ni postergar para atender en un futuro indeterminado. Como todo gran desafío, representa una oportunidad: la de recuperar para el socialismo un liderazgo estratégico, político y también ético, poniendo en evidencia que el potencial emancipador del trabajo, como alternativa estructural al "orden del capital", puede y debe dar el necesario marco estratégico en que confluyan todos los que quieran poner fin al capitalismo imperialista y al Terricidio, bregando por la amenazada supervivencia de la humanidad.

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