El trabajo alienado es un concepto Marxista que define lo que muchos trabajadores (que comienzan a darse cuenta de su condición de explotados), sienten.
A pesar de que el concepto de trabajo está hoy muy aceptado, (tanto por los capitalistas como por los trabajadores, o sea, por los explotadores y los explotados), lo que se permite inconscientemente, es ni más ni menos que estar obligadosa trabajar para poder vivir. Ello significa: Aprobar que un ser humano, compre el tiempo y la fuerza de trabajo (ya sea fuerza, saber, inteligencia, etc.) de otro ser humano, haciendo que el primero, obtenga una ganancia extra. Este ser humano empleador, por poseer los medios para producir, o sea, poseer el capital, tiene el poder de comprar la vida de otra persona por un salario que le permitirá, al trabajador, vivir y reproducir su prole. El empleador se aprovecha de la condición del trabajador, (por estar este siempre en inferior condición, por estar despojado de poder elegir auto sustentarse) ofreciendo dinero a cambio de productividad.
La explotación del hombre por el hombre, es el hecho más indignante sobre la tierra, porque ello coloca por encima a quienes deberían estar a la par.
El solo hecho de poseer el capital, bajo este sistema de explotación, los posiciona por sobre el resto de la humanidad. Sin embargo este hecho indignante, pasa desapercibido y a la vez se transforma en un hecho que, para muchos, produce “dignidad”. Y hoy el trabajo “dignifica”.
La explotación, nunca puede dignificar. El trabajo dentro del actual sistema capitalista, es explotación. Más arriba decíamos que estamos obligados a trabajar para poder vivir, y ello es así. Nuestra obligación no es solo vender nuestras manos a quienes quieran comprarlas, dentro de este sistema de producción y trabajo, también estamos obligados a ser baratos, porque de no serlo, no encontraríamos compradores. Nos vendemos sin poder poner precio a nuestro tiempo, a nuestra fuerza, a nuestra vida. Nos vendemos, entonces, para serles útiles a nuestros compradores. Nuestras vidas, no tienen precio pero siempre buscaran la forma de ponerlo. El no tener la posibilidad de elección a sobrevivir, que no sea mediante el trabajo asalariado, nos posiciona en la condición de esclavos. Asalariados, pero esclavos. Para algunos, ello debería hacernos sentir “Dignos”.
Esa dignidad de la que todos hablan sobre el trabajo, no es más que la propaganda que han ejercido tanto los dueños del capital, como los dueños de la representación obrera. Los dueños del capital se han encargado de grabarnos en la cabeza que quienes no quieran trabajar serán vagos y quienes trabajen serán libres.
La representación obrera se ha encargado de defender tanto al trabajo, (para que los trabajadores no mueran de hambre) que se han olvidado de acompañar esa lucha con una conciencia de clase que les permita conocer el porqué de su situación, y hoy el obrero no defiende al trabajador, defiende al trabajo, (hoy vemos distintas luchas obreras, pero aisladas, cuando es despedido un trabajador o un grupo de trabajadores de una fábrica, quienes protestan, son los mismos trabajadores despedidos, o los propios trabajadores de la planta, nunca se protesta en conjunto con otras fábricas, cada cual defiende su puesto de trabajo, no al conjunto de los trabajadores). Defender el trabajo es el pase seguro a una esclavitud consentida. No poner en cuestionamiento su génesis y su futuro, junto al futuro de todo el planeta y los seres humanos, es enterrar las respuestas para una digna realidad. Hoy solo se defiende al trabajador, por medio de la defensa del trabajo, cimentando y reproduciendo el sistema de explotación del hombre por el hombre.
El aumento de los puestos de trabajo, no disminuye la cantidad de pobres, lo que disminuye es la cantidad de ricos, los pobres son siempre pobres, porque quienes tienen que trabajar lo son. A su vez, son cada vez menos los que no tienen que trabajar para vivir, por ende los ricos son cada vez menos, pero más poderosos y los pobres cada vez más, pero con trabajo.
El trabajo no es natural, porque el capitalismo no lo es. El trabajo en el sistema de producción del comercio mundial, no es trabajo, es dominación.
El trabajo, ese que genera que el capitalista obtenga ganancias y permite que el trabajador pueda sobrevivir, hoy es defendido a capa y espada por todos los estados del mundo, por todos sus distintos tipos de gobiernos. Ello es así porque en el nacimiento y crecimiento de los países, se necesitó mucho del trabajo del hombre. Por medio de este, los estados fueron afianzándose sobre la base de la producción capitalista que se nutre del trabajo enajenado, alienado. Mediante ese trabajo alienado, el trabajador empezó a lograr condiciones de vida favorables (vivienda, salud, alimentos, recreación, etc.) que lo posicionó por sobre los que aún no eran asalariados (los excluidos). Fue allí cuando el trabajador creyó que mediante el trabajo asalariado, podía lograr condiciones de vida más “dignas” y confundió trabajo con dignidad.
Existen derechos humanos básicos que deberían lograrse por el solo hecho de haber nacido, pero ellos son negados a quienes no entran en el sistema de explotación mediante la producción capitalista, es allí cuando entran los Estados intentando mitigar la falta de trabajo para todos, dando servicios básicos para los que van saliendo o nunca entraron en el trabajo asalariado. Esos siempre escasos servicios básicos, logran aplacar la furia de los hombres y mujeres que siempre de una u otra manera quedan excluidos del sistema. Esa furia aplacada siempre contenida, les alcanza, a los estados, para seguir invirtiendo más en la generación de trabajo alienado, que por un lado, logra que los hombres y mujeres consigan por si mismos sus derechos básicos, y por el otro permite que se sigan arraigando las raíces de la explotación dentro del pueblo, beneficiando más al capital que a los trabajadores.
Aunque el trabajo, como lo conocemos, abunde, nunca pudo emplear al 100% de la población en actividad, ni siquiera en épocas de esplendor capitalista. Ello es prueba de que no existe el trabajo para todos. Eso debería formarnos algunas preguntas ¿Puede existir el trabajo para todos? ¿Qué pasa con los que no consiguen trabajo? ¿Cómo viven? ¿Sus derechos básicos son satisfechos? ¿Si no existe el trabajo para todos, debemos seguir apostando a este modo de vida? Aun, ¿Si existiese trabajo para todos, seriamos libres?
Las preguntas brotan como la transpiración y muchas veces huelen tan mal como ella. Pero ese olor debe ser el que nos despierte y nos movilice a buscar alternativas, las preguntas olorosas surgen porque necesitamos un baño fresco de respuestas.
Las respuestas, (o la respuesta) está abriendo el grifo. Solo hay que tomar la decisión de mojarnos y que arrastre la mugre que llevamos impregnada en nuestra piel.
Doloroso se hace el sentir, el saber, el cuestionarse la vida, el darse cuenta que las cosas podrían ser de otra manera, que la vida misma podría y debería ser de otra manera.
Es el dolor el que nos avisa que no estamos sintiendo felicidad y que lo que venimos haciendo no nos lleva a ella, es el saber que jamás lo seremos sabiendo que existe un ser humano que muere a causa de nuestra vida, de nuestro modo de vida.
Pero a la vez debemos sabernos útiles y necesarios para el cambio que queremos, debemos sentir dignidad y orgullo de elegir ser explotado y no explotador, de tener esa convicción que nos hace ponernos del lado del sufrido sufriendo y sintiendo lo que es ser trabajador con consciencia de clase, de saberse explotado, esclavizado, de sentirse una herramienta más en este sistema perverso, de no ser libre y sentirlo, de saber callar para guardar más aire para el grito de rebeldía.
El grifo es el dolor, el conocimiento y el compromiso con el otro.
Una vez abierto y nuestra mugre diluida en el agua de la realidad, nuestro cuerpo debe ser herramienta para el cambio. Nuestras manos baratas, pasaran a ser valiosas e innegociables. Donde nuestro cuerpo limpio vaya, nuestra dignidad dirigirá el camino.
A pesar de vivir dentro del sistema capitalista, se pueden pensar y hacer cosas por fuera de la lógica del trabajo y el dinero. La apuesta es saber dirigir toda la bronca, todas las dudas, toda la furia, en la creación de algo que aporte, aunque parezca poco, al cambio.
Si toda la furia y bronca no pueden cristalizarse en nada, seguramente ellas se terminen diluyendo y se transformen en resignación y ella es menos dolorosa, pero más destructiva para el colectivo, para el total de la humanidad.
Si no probamos enconar, nuestra ira en algo, jamás sabremos si el otro mundo que queremos, es posible. Intentemos fracasando, fracasemos intentando.
Ese es el desafío de todos los que nos indignamos y sufrimos.
La respuesta al ¿Qué hacer? debe ser individual de cada uno que se lo cuestione y colectiva en el conjunto de quienes participen en su respuesta. No hay fórmulas, ni caminos, solo hay una meta y apuntando hacia ella, el ¿Qué hacer? solo se hará.
Al no haber formulas ni caminos, ni modelos, las cosas se hacen más difíciles pero más dignas y alegres. La alegría y la dignidad son cosas que no deben faltar en los proyectos, pues ellos son como pilares, que irán construyendo junto a las acciones, nuestra felicidad.
El sistema nos ofrecerá muchos moldes, muchos modelos, un montón de caminos alternativos que parecieran ir hacia otro lado, hacia otro tipo de construcción.
Estar atentos y ser muy críticos, sobre todo con todo, es fundamental. La opción para ir en otra dirección, es independizarse de los distintos tipos de organismos: políticos, religiosos, estatales, etc.
Marcar una diferenciación y no hacer o ser funcionales a ellos seguramente, los haga andar lentos, pero seguros, sobre otro camino.
Es preferible andar lento en un camino sin camino, pero con una meta, que caminar por caminar para llegar a donde habíamos partido. Andar lento, para llegar lejos, como dicen los Zapatistas.
El ¿Qué hacer? de a poco se transformará en un ¿Qué hacemos? y ese pluralismo multiplicará el hacer, y ese hacer hará, como dijimos antes, mucho aunque parezca poco.
Puede haber situaciones que desgasten las ganas de hacer, puede haber cosas que hagan parecer que no se está caminando, que nada se está logrando y es normal. Ese sentimiento viene arraigado en nosotros, de tanto absorber del sistema capitalista, el beneficio inmediato, el placer liquido (como dice Bauman). Desterrar ese sentimiento, esa necesidad de conseguir algo rápido, es necesario para no caer en la frustración y en el cansancio.
Se debe saber que el no lograr algo inmediato, es lograr algo mediato en el sistema capitalista, pues de seguir intentando algo por fuera del sistema, es un daño para él en el mediano plazo. Largar todo es un triunfo inmediato para el sistema.
Llevar como bandera nuestra convicción, esa es nuestra arma, un arma que el sistema capitalista no tiene, pues ella es manipulada por el poder económico. Nosotros no.
Una vez abierto el grifo, la mugre no vuelve más. Mientras dure el sistema capitalista, podremos seguir siendo explotados, pero después de limpiada nuestra suciedad, tenemos que vestirnos con ideas y hacer, empezar a hacer por fuera y ver que no se está solo y que existen muchos con la misma rabia creadora, con la digna rabia. El solo hecho de ver que existen otros haciendo por fuera, es suficiente para creer, para seguir haciendo, para apostar por nuestro futuro, el de nuestros hijos, el de nuestra tierra.
El viaje que se encare, el camino que se tome no debe querer abarcar a otros que caminan, porque como dice Semillas de Futuro: “Cárgate la mochila, llénala de ideas y no te sumes a nosotros. No queremos abarcarte, queremos que abarques, que sean muchos y que viajen, que pies tras pies, apisonen las piedras y un nuevo camino se arme. ¿Para qué querer unirte a nosotros, si el destino es el mismo?”.
Artículo enviado especialmente para su publicación en Herramienta.