21/11/2024
Por Dinerstein Ana C. , ,
Y mientras por su esófago paseo
voy pensando en que vendrá.
Pero se destruye
cuando llego a su estómago y planteo
con un verso, una verdad
(Silvio Rodríguez, Sueño con Serpientes)
Introducción
La importancia de la participación de los trabajadores desocupados en las luchas contra las políticas neoliberales durante los noventa y el posterior fortalecimiento de sus organizaciones cuestionaron definitivamente la idea de los trabajadores desocupados como una subjetividad residual. Desde el 19 de diciembre 2001 esto parece ser un hecho casi irrefutable. Pero por si quedaba alguna duda, el 26 de junio de 2002 la muerte se irguió ante nosotros una vez más como un recurso poderoso para dar cuenta de la realidad.
Mientras el dólar trepaba a cuatro pesos y el FMI insistía con la falta de cumplimiento del gobierno argentino a sus demandas (!), dos jóvenes desocupados, participantes en el corte de ruta del puente Pueyrredón, en Avellaneda, provincia de Buenos Aires, fueron asesinados brutalmente por la policía bonaerense, mientras otra centena fueron heridos y hospitalizados. Maximiliano Kosteki (23) y Darío Santillán (21) eran ambos activistas de la Coordinadora de Trabajadores Desocupados Aníbal Verón, que congrega once organizaciones independientes del sur de la provincia de Buenos Aires. Fotos y vídeos tomados por periodistas y activistas de derechos humanos junto con imágenes televisivas y declaraciones de testigos mostraron que se trató de asesinatos a sangre fría en los que participaron altas autoridades de la policía. Darío fue baleado en la espalda mientras cuidaba solidariamente de Maximiliano (a quien no conocía) cuando lo encontró herido y sangrando en la estación de trenes de Avellaneda. Los asesinatos y la represión inspiraron marchas masivas de repudio, en las cuales la consigna "esta noche somos todos piqueteros" unificó la resistencia contra la violencia capitalista (desempleo y represión). A cinco meses de la masacre de junio la pobreza, el desempleo y los intentos de superarlos siguen siendo vergonzosamente criminalizados y reprimidos.[1]
Los cadáveres de Maximiliano y Darío, que acapararon las imágenes televisivas en esos días, devolvieron vida a una dimensión de lucha que ha sido invisibilizada por los estudios laborales y las ciencias sociales en general. En dichas disciplinas, el desempleo es generalmente definido como la falta de trabajo y la exclusión de los trabajadores del mercado laboral. Esta exclusión lleva a pensar en la temporaria eliminación de la subsunción del trabajo por el capital que, en el largo plazo, puede conducir a la exclusión social. Desde esta perspectiva, los desempleados no pueden alterar la acumulación capitalista y su lucha es considerada residual respecto de la clase trabajadora, dado que sus demandas son demandas de re-inclusión en el sistema capitalista.
Este trabajo problematiza la definición de desempleo como falta de trabajo para sugerir que éste es, aunque parezca lo contrario, una forma del trabajo capitalista producida no por la falta sino por la intensificación de la subsunción real del trabajo y la sociedad en el capital. Mi argumento es que la característica más importante del capitalismo no es la inserción de los trabajadores en los procesos productivos y su explotación, sino la desmaterialización del trabajo concreto en trabajo abstracto (dinero), es decir, el tiempo de trabajo socialmente necesario que constituye en determinado período histórico la sustancia del valor. Dicha sustancia es generada independientemente de las formas concretas de la explotación, utilización o desempleo del trabajo concreto utilizado. El problema para las ciencias sociales yace en las dificultades para reconocer que, aunque el desempleo aparece como la falta de trabajo y por ende también de subsunción real, oculta, sin embargo, una realidad no empírica[2], en donde se abren y desarrollan espacios para la reinvención de formas humanas y sociales de existencia y resistencia, es decir, espacios de subjetivación y de construcción de relaciones sociales: "Así la identidad misma de Trabajador Desocupado deja de designar una carencia para dar lugar a un proceso de autoafirmación" (MTD, 2002, pág. 142). Los desocupados constituyen una subjetividad problemática, producto de las nuevas formas de la imposición (más que de la falta) del trabajo capitalista y de su expansión cada vez más intensa (globalización). El desafío es poder reconocer estos espacios de subjetivación y construcción de nuevos lazos sociales al interior de la relación del capital. La consecuencia política de este análisis es que reconoce en la lucha piquetera, en particular la de la Coordinadora de Trabajadores Desocupados Aníbal Verón, una nueva forma de existencia y resistencia que forma parte de una crítica más amplia ya no del desempleo, sino del trabajo capitalista y la sociedad que lo reproduce.
Subsunción real
La primera cuestión a la que quisiera referirme para contextualizar el debate acerca de la relación desempleo y subjetividad es la cuestión de la subsunción real en el capitalismo actual. En El capital Marx estableció una diferencia fundamental entre subsunción formal y subsunción real del trabajo por el capital. En tiempos de la subsunción formal, el capital todavía no se había convertido en la fuerza dominante de la sociedad, capaz de determinar la forma de la sociedad como un todo (1990, vol. 1, pág. 1023, énfasis en el original). Por lo tanto, había una subordinación directa del proceso de trabajo por el capital. Pero en tiempos de la subsunción real, nuestro autor señala:
[...] el proceso de producción inmediato toma la forma del poder productivo del capital, que ya no puede reconocerse como el poder productivo del trabajo (pág. 1024): [...] el capital ha devenido la fuerza dominante capaz de determinar la forma de la sociedad como un todo (pág. 1023).
Mientras en el caso de la subsunción formal, los trabajadores estaban sujetos externamente al capital y por ello la subjetividad del trabajo era aún externa al proceso económico, en el caso de la subsunción real, los trabajadores están integrados al proceso de valorización del capital y la subjetividad del trabajo es un aspecto integrado al mundo social (véase Aragües, 1995, págs. 139-148).
Pero el término "subsunción real" no denomina simplemente la subordinación de determinados trabajadores por el capital que los utiliza. Se trata de un proceso complejo de progresiva expansión y subordinación política de toda la sociedad en el capital (véase Negri, 1992, págs. 69-105; Cleaver, 1993, págs. 32-55; Cleaver, 1992, págs. 106-143) que ahora ha devenido o aparece como el sujeto de la sociedad capitalista.
La transición de la subsunción formal a la subsunción real transformó el papel del trabajo humano en el capitalismo. A diferencia de momentos históricos previos en donde "el trabajo constituía un aspecto marginal de la sociedad (esclavo) o suponía un medio secundario de organización social (opuesto por ejemplo a la religión y la política)"[3], la subsunción real nos habla de un salto cualitativo o punto de no retorno en donde el trabajo humano, desmaterializado en la forma de trabajo abstracto se ha convertido ahora en la forma fundamental de organización social. En dicho punto de no retorno, "la lógica de la producción escapó al control humano y [...] industria en gran escala tomó no sólo los poderes humanos y las instituciones a través de las cuales la vida humana es dominada" (Postone, 1996). El trabajo abstracto (o dinero) se convirtió así en la forma de mediación en la producción de sujetos e instituciones sociales. Es importante entonces discutir el significado del dinero como relación social en la producción de subjetividades sociales.
Trabajo abstracto y alienación: ¿recuperar o reinventar?
La segunda cuestión que debemos discutir es la relación existente entre dinero y alienación en el marco de la subsunción real. En una de las más importantes contribuciones a la crítica a la noción de "el fin de la sociedad del trabajo", Ricardo Antunes sugiere que lo que André Gorz y otros autores denominaron crisis de la sociedad del trabajo es, en realidad, una crisis de la sociedad del trabajo abstracto. Su "superación", señala Antunes, "tiene en la clase trabajadora, aunque fragmentada, heterogeneizada y complejizada, su polo central" (1997, pág. 67). Siguiendo a Heller, Antunes establece una diferencia entre dos tipos de trabajo: work y labour. Mientras work "se realiza como expresión del trabajo concreto, que crea valores socialmente útiles", labour "expresa la ejecución cotidiana del trabajo, convirtiéndose en sinónimo de trabajo alienado" (1997, ibíd.).[4] Es decir, para Heller y también para Antunes,
[...] el trabajo entendido en tanto work expresa, entonces, una actividad genérico-social que trasciende la vida cotidiana. Es una dimensión volcada hacia la producción de valores de uso. Es el momento en que prevalece el trabajo concreto. En contrapartida, labour expresaría la realización de la actividad cotidiana, que bajo el capitalismo asume una forma de actividad enajenada, fetichizada. La no consideración de esta doble dimensión presente en el trabajo –nos dice Antunes–, permite que la crisis de la sociedad del trabajo abstracto sea comprendida equivocadamente como la crisis de la sociedad del trabajo concreto (1997, ibíd.).
Para Antunes, el fin del trabajo abstracto sería el fin del trabajo alienado, en tanto el trabajo concreto es inherente a la sociabilidad humana: "la esfera del trabajo concreto es el punto de partida hacia una nueva sociedad" (1997, pág. 71).[5]
Siguiendo esta línea de análisis, Mészáros ha sugerido que para Marx existían dos tipos de mediaciones: una mediación adecuada entre el hombre y sus congéneres en el proceso de trabajo, y una mediación alienada de la actividad humana, que se produce cuando la relación entre personas es reemplazada por la relación entre cosas, y donde existiría un proceso de deshumanización (Mészáros, 1970, pág. 91). Mientras el primer tipo de mediación es una mediación concreta, el segundo tipo es una mediación abstracta o fantástica: dinero. Según Mészáros, el proceso de desalienación implicaba para Marx "la abolición de la mediación alienada", a través de la liberación del trabajo de su sujeción reificada al poder de las cosas, al poder de la "necesidad externa" (1970, ibíd., énfasis mío)[6]: dinero.
El problema que nos presenta la distinción entre work y labour[7] establecida por Heller y aceptada por Antunes, al igual que la lectura de Mészáros sobre el trabajo de Marx en esta cuestión es que no dan cuenta de la característica fundamental de la sociedad capitalista (que Marx desarrollara en los Grundrisse y El capital): que dada la subsunción real de la sociedad en el capital, el trabajo concreto ya no existe como tal, sino que es sólo reconocido como parte de esa sustancia homogénea que denominamos trabajo abstracto, es decir el tiempo de trabajo socialmente necesario en determinado período histórico. En otras palabras, el trabajo asalariado es el fundamento de la sociedad capitalista. La existencia del dinero no es externa a los sujetos sino que expresa el hecho de que el poder de producir concreto de cada uno de nosotros ha sido des-sensualizado, para formar parte del trabajo abstracto (dinero). Es el trabajo abstracto (y no el concreto) el que constituye la sustancia del valor.
Es innegable que las ideas que cita Mészáros pertenecen a los escritos del joven Marx (1992, págs. 279-400). Pero dado el doble carácter de la mercancía, el trabajo "concreto" no puede liberarse a sí mismo de "su sujeción reificada al poder de las cosas, a una necesidad externa" (Mészáros, 1970, pág. 91), como sugieren Mészáros y también Antunes porque el trabajo abstracto no es una necesidad externa sino la forma social específica de existencia del trabajo humano en la sociedad capitalista.
Si la actividad del trabajo, como bien indica Antunes, "se torna odiosa, un suplicio..." no es porque se trate de una "actividad puramente impuesta y lo único que me obliga a realizarla es una necesidad extrínseca y accidental, no la necesidad interna y necesaria" (Marx, en Antunes, 1997, pág. 111), sino porque el trabajo asalariado es la forma de reconocimiento social del trabajo humano en la sociedad capitalista y, por lo tanto, se trata de una necesidad interna, constitutiva –aunque no ontológica–[8] que constituye subjetividades, como por ejemplo "los trabajadores" en el marco de la subsunción real de la sociedad en el capital. La abolición del dinero (la "mediación alienada) no le devolvería al trabajo concreto su forma desalienada porque el trabajo concreto ya no existe como tal, sino que es un aspecto del doble carácter de la mercancía "trabajo". El trabajo concreto es inseparable de su forma social de existencia: el trabajo abstracto.[9]
Alienación no se reduce a la enajenación del trabajador respecto de la naturaleza, de sus pares y del producto de su trabajo, que Marx ofreciera en sus primeros escritos, sino complementariamente al hecho de que dicha la enajenación del trabajo concreto fluye y se autoexpande como su opuesto, es decir trabajo abstracto (dinero). La consecuencia política de mi análisis es que sugiere que es imposible recuperar la "subjetividad alienada". La defensa del trabajo concreto o de una supuesta subjetividad in abstracto es ahistórica, en tanto ignora los procesos sociales que han transformado irreversiblemente a los seres humanos y su trabajo en algo distinto a través de múltiples y complejos procesos históricos de lucha. No podemos volver a ser lo que nunca fuimos o lo que ya no somos. Lo que nos interesa no es ver cómo nuestra capacidad de producir, hacer y crear es alienada por el dinero, sino cómo la existencia del dinero y sus crisis produce y transforma nuestras formas de ser y resistir en tanto abre espacios de subjetivación y de construcción social que cuestionan al dinero como forma de la humanidad desde el interior del proceso de producción y expansión del mismo.
Desempleo, subjetivación y la ceguera de las ciencias sociales
En general, el circuito de reproducción del capital es representado por la fórmula D-M-D’ (dinero-mercancía-dinero prima). La crisis del capital y su transformación en su forma más abstracta (dinero) es representada por D-D’ (dinero-dinero prima), en donde la ausencia de M nos indica que el capital se ha retirado del circuito productivo temporalmente para reproducirse especulativamente, generando desempleo. D-D’, es decir, capital desocupado igual trabajo desocupado, expresa la imposibilidad del capital de explotar la fuerza de trabajo social (Bonefeld, 1996, págs. 178-209; Marx, 1991, vol. 3). Mientras D-D’ aparece como la auto-expansión del capital (sostenida por la ley y el Estado) es, por otro lado, una forma condensada de expresar que el capital ha logrado temporalmente evitar a determinados sectores del mercado de trabajo, pues la transición de D a D’ depende de la efectiva explotación del trabajo por el capital. En otras palabras, la disociación del dinero de la explotación aparece como la reproducción expansiva del dinero donde la explotación del trabajo (producción) es "aparentemente eliminada" (Bonefeld, 1996, pág. 199). En la fórmula D-M-D’, M representa la producción de mercancías, incluida la mercancía fuerza de trabajo. M es entonces importante no sólo en términos económicos sino fundamentalmente en términos humanos y políticos. Si en D-D’, M ha desaparecido virtualmente, cómo interpretar esta "desaparición virtual" de M constituye una cuestión política crucial.
La noción de "ejército de reserva" es utilizada para explicar esta situación temporaria de M como mercancía fuerza de trabajo donde el capital expulsa a determinados sectores del trabajo del proceso productivo, siendo esta "expulsión" un aspecto intrínseco de los "requerimientos de los cambios producidos en el proceso de valorización" (Marx, 1990, vol. 1, pág. 784). "Ejército de reserva" refleja esta idea de exclusión: los (des)ocupados constituyen para el capital una población sobrante (Marx, 1993) que está, de todas formas, subordinada a la producción del valor como un todo. Los desocupados son clasificados por el capital como trabajo temporalmente superfluo. El trabajo necesario deviene superfluo, simple y sencillamente porque no puede producir plusvalía para el capital (Dinerstein, 1999, págs. 107-121).
Sin embargo, "ejército de reserva" es un concepto inútil para comprender los procesos de subjetivación que genera el desempleo pues no puede (nunca pudo) contestar a una pregunta fundamental: ¿cuáles son las nuevas formas sociales subjetivas que emergen durante el proceso a través del cual D-M-D’ se convierte en D-D’, y cuál su potencial político de resistencia? Se puede argumentar que existen infinidad de trabajos de investigación que nos hablan de las peripecias que sufren los desempleados y sus familias en términos psicológicos, sociales, económicos, financieros, afectivos. Pero dichos trabajos, tomados en general, suelen reafirmar una relación de externalidad entre los sujetos "desempleados" y el capital que no los necesita o la crisis financiera y el desempleo que los expulsa. Esta separación es, en mi opinión, teórica y políticamente incorrecta pues no capta la conexión interna existente entre ambos (subsunción real y trabajo abstracto). Como Marx señalara, al referirse a lo que llamaba economistas vulgares, [su] "forma de ‘ver las cosas’... surge del hecho de que lo que está reflejado en sus cerebros es la forma fenomenal e inmediata de esas relaciones y no sus conexiones internas" (1975, pág. 179). En este sentido, el problema de las ciencias sociales reside en que no logra ver el espacio de subjetivación generado por las crisis del capital en términos políticos pues sus estudios y análisis se basan en una visión incompleta de la sociedad capitalista en donde sólo se tienen en cuenta los aspectos concretos, visibles y empíricos de las relaciones sociales. Esto es particularmente así en el caso del desempleo.
Desempleo y la experiencia de la abstracción
En las sociedades capitalistas, la expansión del valor se produce independientemente de las formas concretas de la explotación, es decir, independientemente del empleo o desempleo del trabajo concreto utilizado (De Angelis 1995, págs. 107-134). El desempleo nos habla de una experiencia especifica de alienación en donde la lucha por la subordinación, dominación y explotación de los sujetos "desempleados" no se elimina, sino que constituye un espacio de lucha sobre las formas de subjetividad "invisible", dada la intensificación de los aspectos abstractos de las relaciones sociales capitalistas por sobre los concretos, cuando el capital deviene dinero. Los desocupados están excluidos de la esfera de la producción. Pero no están excluidos de la "esfera de la subsunción real": el desempleo no cancela sino que intensifica la subsunción real de los seres humanos en el capital, de una forma peculiar.
Las nociones de exclusión social y desempleo como falta de trabajo no dan cuenta de este espacio de lucha generado al interior del proceso D-D’. Para comprender este espacio de subjetivación "invisible", me parece más pertinente hablar de "experiencia de la abstracción" (Dinerstein, 2000). La experiencia de la abstracción es una experiencia de abismo, de externalidad, de separación entre "yo, una desocupada" y el "dinero que fluye y escapa". Y es también una experiencia de creación y reinvención de nosotros mismos. Esta experiencia no es abstracta en el sentido vulgar del término, sino una abstracción real que compromete nuestras formas de existir y resistir pero que es difícil de visualizar porque los aspectos abstractos del capital (dinero) son ahora predominantes en la constitución de nuestra propia subjetividad. La experiencia de la abstracción es antónimo de "exclusión social". Mientras "exclusión social" ignora la dimensión de lucha sobre las formas de la subjetividad que se desata al interior del espacio abierto por el desempleo, nos empuja a mirar hacia fuera (?), la experiencia de la abstracción explora los procesos de subjetivación y construcción que se desarrollan en el proceso por el cual D se convierte en D’: en la expansión del valor como dinero se nos va la vida, no porque nos excluya sino porque nos somete, y porque es el trabajo capitalista lo que nos hace humanos y sociales.[10] La noción de "experiencia de la abstracción" reconoce la invisibilidad de la subsunción de los llamados "excluidos" y da cuenta de los procesos de reinvención de las formas de existir y resistir generadas en el corazón mismo de la relación del capital y no fuera de éste.
Recuperando la materialidad: D - a ... b ... g ... d ... - D’
La idea de autoexpansión del capital en su forma dinero representada en la ecuación D-D’ no permite ni siquiera imaginar la experiencia de la abstracción durante el proceso en el cual D-M-D’ se transforma en D-D’. Se trata de una fórmula que representa un proceso no humano de "producción" y consumo de mercancías. Y sin embargo, como afirmé anteriormente, la crisis del capital en su forma dinero D-D’ proporciona un escenario para una lucha en un terreno no empírico, que las ciencias sociales confunden con "exclusión social". A menos que reconozcamos este espacio de subjetivación como realidad no empírica, será difícil pensar en los desocupados como una subjetividad significativa.
Para ilustrar estas formas de subjetividad generadas en el proceso de valorización del capital, aceleradas en las crisis del mismo D-D’ puede ser reemplazada por D-a; b; g; d-D’, donde las letras a, b, g y d representan las formas fragmentadas de existencia de la subjetividad social creadas en el proceso de valorización del capital, algunas de ellas generadas a la luz del desempleo. D-a; b; g; d-D’ permite visualizar, en primer lugar, el proceso de valorización del capital como espacio de subjetivación y, en segundo lugar, a la subjetividad del desempleo como una forma social de existencia y resistencia producida al interior del mismo dicho espacio. D - a ... b ... g ... d ... - D’ incluye no sólo a aquellos que son directamente explotados en las fábricas, sino a aquellos que están semi o completamente excluidos de ellas, a aquellos que no participan directamente del proceso de producción pero sí de la vida de la polis y producen otras formas organizacionales, identitarias o relacionales que las de las fábricas, abriendo así otros espacios para construir lazos solidarios y acción política.[11]
La ecuación propuesta nos obliga también a pensar en el potencial crítico de cada una de estas formas de subjetividad dentro del conjunto, sin necesidad de establecer prioridades y jerarquías. Aunque en ambas formulas, D-D’ y D-a; b; g; d-D’ el resultado final es D’, sólo en el segundo caso es donde se ven claramente tres cosas: que D’ depende en última instancia de la subsunción humana al circuito de reproducción del capital; que las subjetividades son creadas al interior de dicho proceso y por ello la resistencia reside en el corazón mismo (y no fuera) de la relación del capital, y que cada una de estas formas de existir y resistir poseen la capacidad de desafiar algunas de las instancias del circuito de valorización (y por ende de dominación política).
D - a; piqueteros, g; d - D’: la reinvención de las formas
La crisis capitalista puso en el tapete la discusión sobre la imposible relación entre vida digna y dinero, abriendo así nuevos espacios para la creación de identidades, organizaciones, formas de resistencia pero también conceptos, ideas, narrativas. En este marco, la lucha piquetera colocó la "cuestión humana" en el corazón de la valorización del capital (Dinerstein, 2001, págs. 11-16). El reconocimiento de la centralidad de esta forma de subjetividad se dio por la fuerza de los hechos más que por convencimiento teórico o político.[12] Y sin embargo, esta forma de resistencia (que aquí denominé arbitrariamente b), no sólo desafía, a través del trabajo comunitario y político, las condiciones de miseria humana generadas por el desempleo, sino también a los endebles conceptos como el de desempleo como falta de trabajo y de exclusión social.
La Coordinadora de Trabajadores Desocupados Aníbal Verón constituye una forma especial de resistencia. Los piqueteros de la Verón rechazan la institucionalización del movimiento de desocupados así como la identificación política y se declaran independientes de los partidos políticos, incluidos los de izquierda.[13] Si bien aceptan los planes de empleo que reciben del gobierno, su trabajo social comunitario tiene un sentido político fundamental expresado en los valores de autodeterminación, solidaridad y dignidad. Coherente con estos preceptos, los desocupados de la Coordinadora Verón no tienen "dirigentes" y la organización funciona con mecanismos de democracia directa y organización horizontal (Colectivo Situaciones, 2001)[14]:
Nosotros no creemos en la toma del poder [...] pensamos que la cuestión no pasa por llegar a instalarnos en un lugar de poder impregnado por los valores de un sistema que ya no tiene respuesta para la sociedad [...] nosotros trabajamos para cambiar el sistema y creemos que eso es algo que se comienza a construir desde la base, entre nosotros. Nos importan mucho recuperar lo humano, generar relaciones entre compañeros solidarias y colectivas.[15]
La acción y trabajo colectivo de la Coordinadora Aníbal Verón va más allá de conseguir programas de empleo. Se trata del intento de construir un nuevo poder:
[...] la experiencia del MTD (es nuestra hipótesis) representa un caso particular en un panorama más amplio que incluye un conjunto de luchas e intentos, la mayoría de ellos ocultados y silenciados por los medios y la comunidad académica, que tienen en común planteos, prácticas y métodos organizativos. Y sobre todo por una actitud, si se quiere, "foucaultiana" hacia el poder, que puede resumirse en la frase "el poder no se toma: se construye". [Su modo de intervención cotidiana es] produce un lazo social en un contexto profundamente deteriorado, allí donde el neoliberalismo logró destruir capas solidarias y entramados comunitarios [decreto neoliberal de cancelación del futuro como un mal necesario para lograr la estabilidad (!) para reemplazarlo por la idea de que] el futuro "ya llegó" (MTD, 2002, pág. 141).
Dignidad: la idea adecuada
Dignidad no es un concepto académico o sociológico y por tal motivo es resistido como válido para interpretar la esencia de la resistencia piquetera. La noción de dignidad articula y organiza, como indica Holloway refiriéndose al movimiento zapatista (1998, págs. 159-198), la lucha contra la clasificación, la lucha contra las definiciones identitarias. Dignidad parece atentar contra las definiciones y unificar la lucha contra estas definiciones. La noción de dignidad también desafía la mediocridad del poder, cuya función es subordinar sistemáticamente, hasta el punto de aniquilar si es necesario, como vimos el 26 de junio, lo que es humano a la lógica descorazonada de una abstracción (el capital). Como dicen los piqueteros de la Coordinadora Aníbal Verón:
[...] estoy orgullosa de poder hacerle ver a la sociedad que tenemos dignidad por más que tengamos la cara tapada [...] sentimos dignidad y orgullo más que nada, no sólo se trata de quemar gomas sino de defender nuestras ideas [...] venimos a pelear para recuperar nuestra dignidad.[16]
¿Por qué resulta entonces tan difícil usar el concepto de dignidad como una cuestión humana fundamental cuando estudiamos los procesos sociales, y más aún, los de constitución de subjetividad? Pienso que parte del problema reside en el poder de dicha noción y no en su debilidad. La noción de dignidad cuestiona los preceptos cartesianos fundamentales de separación de mente y cuerpo que gobiernan nuestra vida y guían nuestras acciones, unificándolos en una forma sencilla y contundente en el ámbito subjetivo. Según Descartes, "el hombre está constituido por dos sustancias diferentes" (mente y cuerpo) que están unidas en el individuo. La razón posee, según Descartes, "una capacidad ilimitada de controlar y dirigir las pasiones"[17]. El ser cartesiano es un ser descorporizado y asocial (Backhurst, en Dinerstein, 1997, ibíd.). Para Descartes soy "una cosa que piensa... Una cosa que duda, entiende, afirma, niega, tiene voluntad, y también imagina y percibe" (citado por Tylor, en Dinerstein, 1997, ibíd.).
En contraposición con Descartes, Spinoza consideraba al ser humano como constituido por un modo de extensión, un cuerpo y un modo de pensar, inmanente. Spinoza creía en una sola forma compuesta por estos dos aspectos, dos extensiones de la misma forma. En este sentido, la separación cartesiana entre mente y cuerpo es inadmisible. Esta diferencia tiene consecuencias para comprender la acción social. Mientras para Descartes la razón guía la acción y controla las pasiones, consideradas irracionales, para Spinoza, las pasiones y emociones son parte de la acción racional, siempre y cuando exista una idea adecuada que las sustente. Es decir, una emoción o un afecto se transforman en acción racional cuando tenemos una idea adecuada de ella. Una emoción entendida adecuadamente hace a una persona el agente de su propio aprendizaje. Faltando ese conocimiento, un individuo se convierte en el recipiente pasivo de estímulos internos y externos (Feldman, en Dinerstein, 1997, ibíd.). Libertad significa para Spinoza un proceso de aprendizaje y búsqueda de ideas adecuadas que guíen nuestros deseos y emociones, siendo éste un proceso no individual sino colectivo.
Recuperar la dignidad es recuperar la unidad de lo que es separado. Esta separación no es simplemente la separación entre los hacedores y el hacer, como nos dice Holloway, sino una separación más profunda, interna, la que nos hace padecer hambre y no robar, reprimir nuestros deseos más humanos y racionalizar la injusticia y la miseria humanas. En esta división al interior de la subjetividad social se reproduce el capital como relación social. La dignidad atenta contra esta separación. Recuperar la dignidad significa recuperar la unidad.
La lucha por la dignidad de los piqueteros no es producto de la exclusión y la ausencia de dominación sino todo lo contrario: se trata de una lucha en y contra una forma particular de explotación (desempleo) y por ende de la intensificación de la subsunción real de los sujetos en el capital. La lucha por la dignidad contiene una crítica fundamental a la sociedad capitalista. Por un lado, recuperar la dignidad significa recuperar la materialidad de un espacio virtualmente invisibilizado de experiencias, vivencias y relaciones sociales. Por otro lado, recuperar la materialidad de esos espacios significa recuperar la dignidad pues dignidad es voz, reconocimiento explicito, diálogo, expresiones de afecto y amor, interacción social, implica un ser con los otros, en los otros o, en palabras de Spinoza, potentia contra potestas. La lucha por la dignidad de los piqueteros de la Coordinadora Aníbal Verón nacida en el espacio de subjetivación creado por el desempleo, desafía la separación cartesiana de cuerpo y mente para proponer un nuevo equilibrio entre ambos a través de la recuperación de la dignidad humana frente al caótico y abstracto mundo del capital. Dignidad aparece entonces como la idea adecuada para acompañar el deseo de ser y vivir de otra manera, considerados irracionales desde la perspectiva cartesiana del poder.
Las contradicciones de la forma piquetera (beta)
Justamente porque la subjetividad piquetera se constituye en el seno del desempleo como forma del trabajo capitalista, no está exenta sino embebida de sus contracciones. En esta sección final, me voy a referir a tres de ellas, cuyo desarrollo abre espacios de crítica, subversión y emancipación: ciudadanía, autonomía y territorialidad en el contexto de mundialización de la lucha.
Ciudadanía
La discusión desatada en junio de 2002 en la Argentina alrededor de la generación de violencia por parte de los piqueteros durante el corte de ruta del puente Pueyrredón dejó en claro el problema que existe para captar los procesos de conformación de subjetividades en lucha en este momento en la Argentina, y en particular la esencia de la subjetividad piquetera. Por ejemplo, Feinmann, periodista de Página/12, escribía en esos días tristes que la cuestión no era volver a la violencia y que "si los piqueteros usan capuchas, palos y molotovs consiguen tres cosas, negativas todas: a) justifican la ratio represiva, le dan el "marco" que necesita; b) dejan de ser un movimiento de protesta y semejan un movimiento de choque, un movimiento político militar; c) espantan a los vecinos que deberían incorporárseles" (29/06/02). Mis reflexiones sobre estas afirmaciones son: a) el marco para la represión está dado por la desesperación de los poderosos en no poder lograr seguir sometiendo a los argentinos a la masacre física y espiritual generada por la locura capitalista; b) los piqueteros no constituyen simplemente un movimiento de sino que fundamentalmente ponen en movimiento las contradicciones existentes en la sociedad capitalista y que se han vuelto intolerables para las capas medias que sobrevivieron la masacre neoliberal. La noción de "ciudadanía" sirve como pantalla a la crítica al Estado y a su noción complementaria, es decir, la sociedad civil; c) con su presencia y reclamos, los piqueteros aportan a la lucha por convertir a la "sociedad civil" en sujeto. El 19-20 de diciembre de 2001 puso un límite a la violencia esencial del capital y sus formas institucionales, increíblemente resumido en ¡que se vayan todos! Más que producir la emergencia de nuevas "organizaciones de la sociedad civil" vis-a-vis un Estado corrupto y una economía en bancarrota, el 19-20 puso en movimiento una crítica a la noción de sociedad civil misma:
[...] mientras el concepto de sociedad civil produce identificación con el Estado a través de la noción de separación e independencia, el concepto negativo está destinado a la crítica del Estado, a superar la abstracción política y la violencia de la homogeneización implícita en la categoría general de ciudadano. Implica una lucha por transformar la sociedad civil en un sujeto, es decir, una lucha por superar el desgarramiento constitutivo de la dominación capitalista que se expresa en las múltiples escisiones (sujeto/objeto, sociedad civil/sociedad política, etcétera), que a su vez es lo que define la forma Estado (Tischler, 2001, pág. 178).
La lucha piquetera contiene una crítica inmanente e implícita al Estado capitalista y a su noción de ciudadanía. En este sentido, la violencia policial contra los piqueteros no se desata porque ellos usen palos y capuchas sino por la capacidad de los piqueteros en reinventarse en lugar de lo que se suponía, es decir, aceptar su desaparición virtual como "desocupados" o "excluidos". Es este acto de dignidad lo que enoja a los poderosos, y no las capuchas y los palos. La dicotomía piqueteros combatientes - piqueteros ciudadanos (Tischler, ibíd.) no va lo suficientemente lejos como para acompañar la crítica a la "ciudadanía" que existe en el seno de la lucha piquetera.
Autonomía
Existe el riesgo de pensar en la posibilidad de que los piqueteros se constituyan en una fuerza autónoma. Este artículo intenta contribuir a este debate señalando que las condiciones materiales de producción de subjetividad deben ser concebidas en el marco de lo que llamamos subsunción real de la sociedad en el capital.
La idea de subsunción real puede sonar asfixiante: ¿si existe subsunción real de la sociedad en el capital, podrá existir entonces una salida emancipadora? Esta pregunta es por cierto práctica. Es necesario aclarar que subsunción real no implica "lógica del capital" sino constantes procesos de lucha que atraviesan el proceso de valorización del capital: el valor es una relación de lucha (Bonefeld, 1995, págs. 182-212; De Angelis, 1995). Parte de nuestra desdicha se debe a la "neurosis social" producida por el doble carácter de la mercancía en donde existe una contradicción fundamental entre mi supervivencia y reproducción (M-D-M’) y la producción de plusvalor (D-M-D’). La contradicción se halla en "la existencia simultánea de M-D-M’ y D-M-D’"[18]. En otras palabras, la contradicción se encuentra en que la posibilidad de la reproducción social concreta a través del trabajo asalariado (M-D-M’) se encuentra siempre amenazada por la auto-expansión abstracta del capital (D-M-D’). En el caso argentino, las altas tasas de desempleo no impidieron la acumulación del capital. Y viceversa: la expansión del capital se halla también amenazada por la resistencia concreta de los sujetos a dicha expansión y su lucha por reproducirse y superar las condiciones miserables de la vida humana en el capitalismo. En el caso argentino, las luchas sociales han puesto un límite a la expansión ilimitada del valor.
En este sentido, la posibilidad de emancipación en las contradicciones que se despliegan al interior de cada una de estas formas subjetivas. Es decir, que la posibilidad de emancipación no es externa sino que se halla en la permanente reinvención de dichas formas de existencia y resistencia (reinvención de las formas de lo concreto) vis-à-vis el capital como relación social de lucha.
Los planes de empleo, por ejemplo, simbolizan esta contradicción fundamental: por un lado indican dependencia del Estado y, por el otro, abren la posibilidad de generar relaciones más autónomas. Un claro ejemplo de esto es la diferencia de estrategia con respecto de los programas de empleos que existen entre otras organizaciones de piqueteros y la Coordinadora Aníbal Verón. Los sectores organizados en la Federación Tierra y Vivienda (FTV) y la Corriente Combativa Clasista (CCC) trabajan por la institucionalización del movimiento de trabajadores desocupados y su incorporación a la lucha de la clase trabajadora. Como miembros de la mesa de la Confederación de Trabajadores Argentina (CTA), los líderes de la FTV y CCC conciben la lucha de los desocupados como una lucha por la "inclusión", la creación de empleo y el aumento de los programas de empleo. Su estrategia responde a una estrategia redistribucionista de la CTA como un todo.[19] En cambio, el MTD resiste la violencia de categorías clasificatorias a través de las que la vida humana es constantemente postergada en el capitalismo (los trabajadores, los excluidos, los desempleados, los pobres) y trabajan con las contradicciones que su práctica cotidiana les presenta.
Territorialidad
Existe también el riesgo de concebir la lucha piquetera como una lucha "local" independiente del mundo "global". Seguimos a Hardt y Negri en que muchas veces "la globalización o desterritorialización utilizada por la maquinaria imperialista no se opone a la localización o reterritorialización sino más bien pone en juego circuitos móviles de diferenciación e identificación" (2000, pág. 45, traducción mía) Como es sabido, la "globalización" tiene dos caras que se combinan para producir simultáneamente fluidez y estancamiento, libre circulación e impedimento, riqueza concentrada y pobreza absoluta, interconexión y aislamiento.
Los piqueteros de la Coordinadora Aníbal Verón definen su lucha como una lucha territorial (MTD, 2002) de recuperación solidaria de su entorno local. Y sin embargo, esta lucha "local" comparte muchos preceptos y prácticas de lo que se ha dado en llamar nuevo internacionalismo (De Angelis, 2000, págs. 9-35)[20] iniciado con la "revolución de la dignidad" (Holloway, 1998) del levantamiento zapatista. En este nuevo internacionalismo, como indica De Angelis (2000) "prevalecen elementos positivos tales como la dignidad, la esperanza y la vida, y entonces la lucha contra el capital deviene residual". Mientras la vieja práctica revolucionaria comienza con la condición de explotación, pobreza y miseria y nos indica que la respuesta es la revolución, concebida como la realización de los deseos de las masas en términos de los planes del partido, la nueva práctica revolucionaria que se inicia con los zapatistas toma como punto de partida la misma pobreza, explotación y miseria pero concibe a los seres humanos como gente digna capaz de autogobernarse y preguntarse a sí misma qué necesitamos para poder satisfacer nuestras necesidades (De Angelis, 2000, pág. 31 énfasis del autor, traducción mía).
En este sentido, la subjetividad piquetera debe ser vista como una forma glocal* de existencia y resistencia en donde las especificidades y contornos territoriales forman parte a la vez de una nueva forma de concebir la vida humana y social donde determinados valores esenciales se hallan presentes en la práctica misma, sin necesidad de que la "organización adhiera" a dichos preceptos internacionales. La constitución de este nivel "internacional" está ya presente en la "localidad" de las formas territoriales, locales.
Conclusión
La idea del desempleo como la falta de trabajo y por ende de subsunción real no da cuenta del potencial político de los desocupados pues los ubica en una posición residual respecto de la clase trabajadora. El desempleo es una forma intensa de subsunción real donde la importancia del desempleado en la expansión del valor se ha vuelto invisible e inmaterial. Reforzar la idea de desempleo como "falta de" es entender al trabajo como actividad productiva a medias, es decir, sólo a través de sus aspectos concretos, como productor de mercancías. La noción de trabajo como "falta de" se basa en la subsunción formal, que ha sido históricamente superada. El desempleo concebido como forma del trabajo muestra la intensificación de la subsunción real del trabajo por el capital, de la sociedad bajo la forma del capital. Con estas reflexiones intento dar cuenta de una realidad no empírica o experiencia de la abstracción de los desocupados por efecto de la intensificación de los aspectos abstractos del capital por sobre los concretos, que abre espacios de subjetivación y construcción de nuevos lazos sociales.
Asimismo, pretendo dejar abierto un tema importante para el debate con el MTD: la miseria, el abandono, la desprotección contra la que pelean cotidianamente las organizaciones de desocupados no se debe a la falta de un trabajo sino a la pobreza absoluta de la clase trabajadora hecha carne en la figura de los desempleados con mayor intensidad. Esta pobreza absoluta se verifica en la existencia y expansión del valor como expresión fundamental de la existencia negada del trabajo humano.
Mientras dignidad y solidaridad parecen ser ideas adecuadas para guiar la acción y confrontar así al poder del capital, no existe todavía una crítica explícita al trabajo capitalista en el discurso piquetero. Este artículo intenta contribuir al debate sobre la necesidad de luchar no sólo contra el desempleo sino contra el trabajo capitalista. En otras palabras, "la lucha no es unificar las formas concretas y abstractas de la conciencia alienada [es decir, trabajadores y desocupados] sino abolir el trabajo como la categoría central que media la constitución social" (De Angelis, 2000, pág. 31).
Trabajo es una categoría capitalista (Cleaver, en Dinerstein y Neary, 2002). Dignidad y trabajo capitalista no son compatibles. Es el trabajo capitalista en su doble dimensión (concreto-abstracto), el que debe ser abolido. Por lo tanto, se requiere una crítica total ya no del trabajo precario, del desempleo, del subempleo sino del trabajo capitalista, desnaturalizándolo, abriendo así la posibilidad de discutir abiertamente la experiencia de la abstracción que es contradictoria y abre espacios no para la autonomía sino para la subversión. La defensa del trabajo capitalista es correcta sólo coyunturalmente pero impone un limite teórico-político a la lucha por cambiar el mundo. En ese debate, todo está por inventarse. Los piqueteros están inventando una nueva forma de existencia practica y resistencia que hereda y, a la vez, desafía. En su interior se desenvuelven elementos binarios de contradicciones local-global, concreto-abstracto, institucional-autónomo, que la forma piquetera toma, pone en movimiento y transforma: "caminamos, no corremos porque vamos lejos" (MTD, 2002, pág. 144).
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Una versión inicial de este trabajo fue publicada en A. Dinerstein y M. Neary, 2002, págs. 203-223.
[1] Véase Crónicas de Libertad, Grupo Alavío, vídeo documental, diciembre de 2002.
[2] Véase la noción de "realidad no empírica" en G. Taylor "Labour and Subjectivity: Rethinking the Limits of Working Class Consciousness" en Dinerstein y Neary, 2002, págs. 89-107.
[3] Cleaver, "Work in still the Central Issue!", en Dinerstein y Neary, 2002, pág. 143
[4] Para una crítica a la distinción entre work y labour en los trabajos de Marx, véase Cleaver en Dinerstein y Neary, 2002, págs. 89-107.
[5] Esta distinción entre work y labour fue también utilizada por Hannah Arendt desde otra perspectiva para justificar la separación entre las esferas políticas (work) y económicas (labour) y sugerir que los seres humanos no nos constituimos a nosotros mismos a través del trabajo, como Marx planteara claramente en obras como La ideología alemana, sino a través de la comunicación y el lenguaje. Véase también Aronowitz y Difazio, 1996, pág. 334.
[6] Cabe señalar que si bien la noción de alienación central en los primeros escritos de Marx no es directamente trabajada en El capital y Grundrisse, ello no indica que en sus escritos "económicos" éste haya abandonado la noción de alienación sino que su significado debe ser decodificado.
[7] Dos términos generalmente utilizados indistintamente en inglés.
[8] En esta cuestión me corrijo a mí misma (ver Dinerstein, 2000, págs. 92 y 98). En ese trabajo previo hay también una cita al trabajo de Antunes (1997, pág. 100) que acepta la idea de la crisis de la sociedad del trabajo abstracto y que ha sido revisada en el presente trabajo.
[9] Este idea cuestiona per se el potencial liberador del trueque, en tanto eliminaría la mediación del dinero y, por ende, sería capaz de reinventar las formas de la subjetividad social.
[10] La experiencia de la abstracción se agudiza en momentos de crisis financiera cuando el capital antes productivo se liquidifica y parece "escapar" a los confines del control humano. En el caso argentino esto se ve agravado por la fuga de capitales que físicamente abandonan los contornos nacionales, abriendo así un aparente abismo entre la valorización del capital y las formas de existencia social.
[11] El ejemplo más contundente de este proceso fue el 19-20 de diciembre de 2001 cuando la crisis terminal de una forma de valorización del capital y su expresión financiera (D-D’) (junto a la crisis del Estado y la ley) convergieron en una crisis de subjetividad. Este barajar y dar de nuevo abrió múltiples espacios de crítica y creación de nuevas formas subjetivas y organizacionales (asambleas barriales, club de deudores, ahorristas, truequistas, trabajadores en fábricas ocupadas, organizaciones de trabajadores desocupados, organizaciones de derechos humanos, nuevas organizaciones sociales, artísticas, etc.).Véase Dinerstein, 2002.
[12] Me refiero a los cortes de ruta provinciales en los noventa, la nacionalización de la lucha de los desempleados, la emergencia y expansión de sus organizaciones, su desarrollo durante la crisis del 2001 y en el presente.
[13] Cf. Viales, Laura, "Los proyectos políticos piqueteros", en Página/12, Buenos Aires, 23.6.02, pág. 16 y 17.
[14] Véase también El rostro de la Dignidad. Memoria del MTD Solano, Argentina Arde, cine independiente, documental, septiembre de 2002.
[15] Véase Andrés Fernández, "MTD Solano", citado en Viales, "Los proyectos políticos piqueteros", Página/12, Buenos Aires, 23.6.02, pág. 17.
[16] Véase El rostro de la Dignidad, Memorias del MTD Solano, Grupo Alavío, vídeo documental, 2002.
[17] Feldman, "Marxism and Subjectivity: Searching for the Marvellous. Prelude to a notion of Action", en Dinerstein, 1997, pág. 88.
[18] Véase G. Taylor, "Labour and Subjectivity: Rethinking the Limits of Working Class Consciousness", citado en Dinerstein y Neary, 2002, pág. 99.
[19] Mabel Bellucci y Dinerstein "Seamos todos Kosteki y Santillán", en http://listas.ecuanex.net.ec/listas/listinfo/alai-amlatina, 30.06.02
[20] Ver también Dinerstein, 2002, "Beyond Insurrection, Argentina and the new internationalism", The Commoner, nº 5, www.thecommoner.org.
* La autora introduce este término a modo de neologismo para representar la fusión de los términos global y local [NdE].