22/12/2024
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23/10/2021
En los debates de Putney, el coronel Thomas Rainsborough jefe de los Levellers (Niveladores), contestando a Oliver Cromwell dice: “Ningún hombre ha nacido esclavo. El campesino es tan libre como el príncipe porque cuando nació no llevaba puesto zuecos en los pies, ni una silla en la espalda; de la misma manera que el hijo del rey no llevaba una corona sobre la cabeza. Somos por nacimiento igual de libres y como tales, tenemos el poder de elegir gobierno por el que queremos ser representados....”
The Levellers, Los debates de Putney (1)
I
Reflexionando sobre el socialismo, Perry Anderson escribió en “Los fines de la Historia” (2) un artículo donde abría cuatro hipótesis sobre el futuro del socialismo. Todas ellas trataban sobre la posibilidad de que, experiencias anteriores a las revoluciones del siglo XX, pudieran proyectarse en el futuro. La de los Jesuitas en Paraguay, la de los Levellers en la revolución inglesa, la de los jacobinos en 1789 o la del liberalismo del siglo XIX. P. Anderson señalaba la gran diferencia entre la fundación del socialismo en el siglo XIX (impregnado por la experiencia jacobina y el socialismo utópico) y la escasa continuidad que hubo entre las revoluciones de 1642 y 1789. Finalmente se preguntaba si los fracasados proyectos del llamado “socialismo real” podrían ser un punto de partida para la renovación de un nuevo socialismo.
Han transcurrido ya dos décadas del nuevo siglo. Las preguntas de P. Anderson siguen en el aire. En los últimos veinte años la revolución bolivariana en Venezuela concitó a sectores de militantes latinoamericanos. Las ilusiones por un nuevo socialismo del siglo XXI fueron muchas. Pero como ya ocurriera en los países del Este y Rusia, la experiencia ha fracasado en medio de una grave crisis económica, corrupción del régimen y limitaciones a los derechos democráticos. Hace unas semanas, el último bastión del socialismo de estado y nacional, Cuba, vivió un estallido de movilizaciones en las calles exigiendo medidas eficaces contra la pandemia y suministros básicos. La revuelta fue reprimida de manera implacable. ¿Es esa la respuesta del socialismo real -y tristemente existente- a las demandas de igualdad y libertad de sus ciudadanos?
En China en los años 70 se inició un camino hacia la restauración capitalista plena. El modelo más seguro elegido por la nomenklatura del Partido Comunista, fue una superestructura política en forma de dictadura, y, unas bases económicas mixtas donde el desarrollo del capital privado se combina con el monopolio del estado a la hora de tomar decisiones de gran calado como por ejemplo; dónde, cuánto y quiénes tienen derecho a invertir. El éxito económico del modelo chino no tiene secretos, está basado en una incorporación de millones de trabajadores del campo a la industria, y una mano de obra superexplotada. Algo que recuerda a las condiciones sociales que sufrió el proletariado en Inglaterra durante la primera revolución industrial. ¿Es eso el socialismo?
Los posibles escenarios propuestos por P. Anderson basados en la continuación de algunas de las experiencias históricas de los últimos quinientos años, probablemente no sucederán. Los cambios a nivel de las tecnologías hacen presagiar un mundo muy diferente. El socialismo obsoleto y desgastado, como el mundo, debería ser transformado.
Es muy difícil que la humanidad en su conjunto pueda escaparse a la emergencia climática y, por lo tanto, creo que ese será (o debería ser) el nuevo impulso del socialismo. Un socialismo íntimamente unido a las luchas para evitar cambios intolerables en el planeta; pero que ofrezca, al mismo tiempo, una perspectiva de igualdad y libertad que hoy no tenemos. Mientras tanto ¿Qué pasará con el capitalismo? Su capacidad de adaptación a lo largo de la historia es indiscutible. El capitalismo se ha mostrado como un sistema adaptable y dinámico.
¿Qué clases o qué sectores de la población mundial pueden estar más interesados en luchar por las ideas del socialismo? Sin descartar ninguna hipótesis, creo que las mujeres a nivel mundial van a ser el sujeto transformador más importante. Ya lo están siendo en los comienzos del siglo XXI. Si la mujer va ganando batallas al patriarcado y al capitalismo, pueden ser la luz que vaya iluminando la lucha por un socialismo renovado.
II
La primera revolución socialista en el mundo triunfó en un país atrasado. Rusia era un inmenso continente donde se combinaba la industria capitalista en los centros urbanos y una servidumbre feudal en el campo. Los bolcheviques llegaron al poder y afrontaron un país agotado por la guerra y el inicio de una nueva guerra civil contra los ejércitos blancos. Es más que discutible que la idea de Lenin fuera avanzar en Rusia más allá de lo que podría llamarse un capitalismo de estado. Así mismo, el marxismo ruso provenía -como casi todos los componentes de la II Internacional- de una tradición socialista jacobina y profundamente estatalista (a diferencia de las corrientes anarquistas y sindicalistas revolucionarias de fuerte implantación en España, Rusia e Italia).
Los bolcheviques eran revolucionarios firmemente convencidos de que el futuro de su revolución estaba en manos de la revolución europea y que, para sobrevivir, solo les quedaba el impulso -aun mayor- del estado. La dinámica de los acontecimientos fue haciendo que ese jacobinismo estatalista se convirtiera en una nueva máquina de terror “rojo”; no solo contra sus oponentes políticos, sino contra ellos mismos y sectores cada vez más grandes de la población. Ese fue el comienzo del fin del bolchevismo y del gobierno revolucionario. La era de Stalin (contrarrevolución burocrática o Termidor) se inicia a partir de 1928 y tiene su auge en los años treinta con la deskularización y las grandes purgas. La teoría del socialismo en un solo país es su fuente teórica.
Una teoría que han utilizado los epígonos del estalinismo a lo largo del siglo XX. Trotsky (3) la denominó una utopía reaccionaria porque tiene resultados catastróficos y abandona la lucha por la revolución internacional. En el terreno de la economía mundial los países capitalistas avanzados tienen el dominio de los mercados y una mayor productividad en el rendimiento del trabajo. El capitalismo es un sistema mundial basado en una competencia feroz de capitales en donde la subsistencia o la ganancia forman parte de una lucha diaria. Los países rezagados o atrasados no tienen ninguna posibilidad de acceder a un modo de producción o distribución socialista porque están sumidos en un desarrollo de las fuerzas productivas mucho menor. Estas, a su vez, han rebasado las fronteras nacionales.
Esa es la razón por la que ningún país del mundo, y en los días recientes una pequeña isla como Cuba, no puede escapar a la competencia capitalista en razón de precios, productividad del trabajo y tecnología. Si no se empieza por reconocer esta evidencia empírica y científica, lo único que queda es una retórica nacionalista; edulcorada con fraseología revolucionaria y una vida diaria en donde la población sufre las desigualdades sociales y la falta de libertades.
III
El siglo XX no fue el siglo del socialismo como se preveía, sino de las guerras mundiales; el genocidio nazi y las mayores infamias a cargo de sátrapas de los cinco continentes. Una generación de marxistas, anarquistas o socialistas fue exterminada o desapareció de la faz de la tierra. Nada ha vuelto ni creo que volverá a ser igual.
Hubo muchas razones objetivas y subjetivas para que todos los acontecimientos del siglo XX se desarrollaran de esa manera y no de otra. Voy a dar una opinión con las debidas precauciones. Creo que el propio marxismo oficial, salvo contadas excepciones, adquirió un desarrollo doctrinario como si fuera una religión de estado. Eso le separó de sus raíces como ideología que pretendía criticar el modo de producción capitalista levantando la bandera del comunismo. La crítica de Marx al capitalismo no se limitaba a denunciar la explotación y la extracción de una plusvalía al trabajador, sino también el fetichismo de la mercancía y la alienación del ser humano. Esta idea central (rescatada más recientemente por algunos marxistas) podría haber corregido la visión economicista y vulgar de una gran parte de los marxistas del siglo XX; y que en el caso de la URSS derivó en esa monstruosa parodia socialista que fue el stajanovismo.
En segundo lugar, creo que ese carácter semi-religioso otorgó a la clase obrera un lugar como sujeto portador de una nueva sociedad que, en principio, no se ha verificado. Una de las críticas más lúcidas que he leído en este sentido ha sido la del profesor marxista alemán Michael Heinreich (4) que ha dicho: “El hecho de que una parte del proletariado se haya orientado en una dirección revolucionaria siempre ha sido, pues, un fenómeno transitorio”.... “Todos los miembros de la sociedad burguesa están sujetos al fetichismo de las relaciones sociales. Este fetichismo se plasma en formas de pensamiento objetivas, que estructuran la percepción de todos los miembros de la sociedad. Ni los capitalistas ni los trabajadores tienen una posición privilegiada para escapar al fetichismo”.
Si una de las supuestas bases científicas del “socialismo científico” era el lugar
que ocupaba la clase obrera dentro del proceso de producción capitalista, situándolo en el centro (sujeto) de la revolución socialista; deberíamos empezar por reconocer que esto no fue así a excepción de un período histórico y en determinados sectores de esas clases. Todo lo contrario, las clases trabajadoras a nivel mundial han sido integradas tanto a los procesos de producción, como a sus formas culturales. Solo así se puede explicar décadas de estabilidad capitalista en los países más adelantados. El impacto de esta integración dejaría sin materia prima revolucionaria a los marxistas durante décadas. El proletariado de los países adelantados se fue asimilando hasta creerse que era una nueva clase media. Una “clase” que no se reconocía a si misma en el proceso de producción pero si en el consumo.
En las últimas décadas el capitalismo además de integrar a numerosos sectores de las clases asalariadas a nivel mundial, ha desarrollado, objetivamente, un imparable proceso de desintegración de todas las clases (con la excepción de los ricos más ricos). Aunque la cifra de trabajadoras y trabajadores a nivel mundial es cercana a los 3.500 millones; éstos no guardan apenas parecido con la formación de la clase obrera de los siglos XIX y XX. ¿Hemos entrado -como diría Thompson- en el siglo de la multitud, la revuelta y los motines? (5)
IV
¿Qué es el socialismo? Esta, ha sido una pregunta recurrente a lo largo de la historia. Hay posibles y diferentes enfoques, el mio está mucho más
próximo a lo que expresaron por ejemplo Victor Serge, George Orwell o William Morris. Un socialismo que entroncaría más, por ejemplo, con las corrientes anarquistas-libertarias o sindicalistas revolucionarias de finales del siglo XIX y comienzos del siglo XX que con los marxismos oficiales u otra variantes estructuralistas como Althusser.
Un socialismo que si quiere sobrevivir tendrá que reformularse en la era de la emergencia climática y el ascenso social de la mujer. Un socialismo cuyo motor económico y político no sería la hipertrofia del estado, sino el desarrollo de organizaciones de productores asociados y organizados según las posibilidades tecnológicas y el ámbito espacial sobre el que pudiera construirse.
Hace más de setenta años cuando la revista Monthly Review le pidió a Albert Einstein un artículo sobre lo que él entendía por socialismo; éste, como no podía ser de otra manera, escribió en unas cuantas páginas una obra para la posteridad. Para Einstein, el socialismo, no es tanto una ciencia ni una organización social completamente dibujada y perfecta; sino:
“El socialismo está guiado por fin ético social. La ciencia sin embargo no puede establecer fines e inculcarlos en los seres humanos; la ciencia puede proveer de medios con los que lograr ciertos fines. Pero los fines por sí mismos son concebidos por personas con altos ideales éticos y -si estos fines no son endebles, sino vitales y vigorosos- son adaptados y llevados adelante por muchos seres humanos quienes de forma semi-inconsciente, determinan la evolución lenta de la sociedad.” (6)
Creo que el primer y principal impulso de lucha por el socialismo no es un modelo abstracto (como sería la sociedad en un futuro) que, hoy por hoy, es inimaginable excepto para esos directores de cine especializados en películas distópicas. No, el principal impulso es la lucha misma y en la medida de lo posible, hacer sentir en cada una de esas acciones de mujeres y hombres en lucha, la importancia de unos valores universales como la libertad y la igualdad o la fraternidad. Unos valores que no pueden esperar al socialismo (porque además no tenemos certeza alguna); sino que deben vivirse y lucharse desde ya mismo. En Cuba la lucha por el socialismo no es apoyar el régimen sino a la gente que se moviliza. En Afganistán la lucha por el socialismo lo representan las mujeres de todo el mundo contra el abyecto dominio del Talibán. No se trata solo de una confrontación política, se trata de una confrontación moral entre la igualdad y la desigualdad, el burka y la libertad.
V
K. Marx representa un componente necesario en la comprensión y en la lucha por el socialismo internacional. Pero no el único. Mientras el marxismo resaltó o puso el énfasis en los factores económicos, otras corrientes como los anarquistas dieron enfoques más cercanos también al desarrollo del individuo. Un enfoque compartido por algunos humanistas como Oscar Wilde en los últimos años de su vida. (7)
Aparentemente podría tratarse de una contradicción entre la igualdad y la libertad. Si bien es cierto que no fue esa la intención del movimiento marxista, tampoco podemos ignorar que fue desde sus filas desde donde se desarrollaron las corrientes con mayor influencia jacobina y estatalista. Y que los graves enfrentamientos entre comunistas y anarquistas no fueron simplemente verbales como lo demuestran las terribles experiencias de Kronstadt y Mayo del 37.
Por eso no es de extrañar que entre las corrientes más críticas del marxismo se encuentren el socialismo libertario y el humanismo socialista. En los momentos mas brutales del estalinismo se alzaron numerosas voces críticas. Me parece importante que se resalten dos de esas voces que fueron críticas incluso con los críticos (como fue el caso de Victor Serge con Trotsky) y de Orwell con el totalitarismo estalinista.
“La definición de socialismo debería tender a poner el acento más que sobre la organización económica, sobre la organización política y jurídica, es decir sobre los derechos de las personas (problema de la libertad).” (Serge). (8).
Por otra parte, otro socialista como Orwell, puso el foco en la lucha contra la burocratización. En un folleto titulado ¿Qué es el socialismo? Dice:
“¿Puede haber socialismo sin libertad, sin igualdad, sin internacionalismo? ¿Seguimos aspirando a la fraternidad humana universal o debemos conformarnos con un nuevo tipo de sociedad de castas en la que renunciemos a nuestros derechos individuales a cambio de la seguridad económica?”. (9)
VI
No veo la lucha por el socialismo como una utopía para la posteridad. Creo que debe ser parte de nuestro accionar diario. El concepto de utopía, tal como lo entiendo, nos lleva al idealismo o la espiritualidad (al reino de los cielos como en la Edad Media). Las comunidades primitivas cristianas, los seguidores de Thomas Münzer o las sectas milenaristas (amaurianos, flagelantes, cátaros , valdenses...); no luchaban por un reino en la tierra sino en el cielo. La mística de la religión debería ser ajena a los valores del socialismo. Nosotros no creemos en la redención ni la salvación del alma, sino en la vida y la felicidad de los seres humanos aquí en la tierra.
En los siglos XVII y XVIII los Levellers y sans culottes atacaron mucho más a una sociedad de privilegios que a la esencia de la propiedad privada de los medios de producción. Tal es así porque el capitalismo aún no se había desarrollado lo suficiente; y también, en el caso de girondinos o jacobinos, porque ellos mismos eran ciudadanos libres que comenzaban a ser parte de un nuevo régimen social basado en el desarrollo capitalista. La utopía relativa de éstos, como diría A. Camus (10) estaba en la tierra y muy por debajo de los campesinos que siguieron a Münzer.
Sin embargo en el siglo XX la lucha por el socialismo siguió otras pautas muy distintas (lo que no quiere decir que sea la única posible). La revolución es inevitable ante la concentración ilimitada de los medios políticos y económicos en manos de unas élites. Las dificultades para que esta sociedad capitalista pueda ser transformada positivamente por la acción humana es el mayor desafío en la historia de la civilización. Sin embargo merece la pena intentarlo. La naturaleza humana no es la culpable de nuestros males ni del capitalismo; sino la organización social de la que nos hemos dotado. Conseguir cada día un mundo más humano y ecológico, más feminista e igualitario, más libre y solidario, no es una utopía irrealizable, sino la fuerza impulsora de nuestros actos.
Bibliografía
1.- Los debates de Putney. Capitán Swing
2.- Perry Anderson. Lo fines de la historia. Anagrama.
3.- Trotsky. La revolución traicionada. Fontamara.
4.- Michael Heinreich. Crítica a la economía política. Guillermo Escolar.
5.- E.P. Thompson. Costumbres en común. Editorial Crítica.
6.- Albert Einstein. ¿Por qué el socialismo? Monthly Review.
7.- Oscar Wilde. El alma del hombre bajo el socialismo. Obras Completas. Aguilar.
8.- Victor Serge. Necesidad de renovación del socialismo. Base.
9.- G. Orwell. ¿Qué es el socialismo? Ensayos. Debolsillo.
10.- A. Camus. Crónicas. Debolsillo.