21/11/2024
Por Achcar Gilbert
La contraofensiva lanzada por Hamás contra Israel el 7 de octubre de 2023, al día siguiente del 50 aniversario de otro ataque árabe por sorpresa contra Israel: la guerra de octubre de 1973, es una hazaña mucho más espectacular que esta última. Mientras que hace cincuenta años los dos Estados árabes, Egipto y Siria, lanzaron una guerra convencional para intentar recuperar los territorios arrebatados por Israel seis años antes en la guerra de junio de 1967, la contraofensiva lanzada por Hamás evoca la audacia del David bíblico en su lucha contra el gigante Goliat. Combinando rudimentarios medios aéreos, marítimos y terrestres –el equivalente a la honda de David–, los combatientes de Hamás han llevado a cabo una ofensiva sorprendente y muy audaz a lo largo de toda la zona fronteriza entre la franja de Gaza y el Estado israelí.
Del mismo modo que la arrogante confianza de Israel en sí mismo frente a sus vecinos árabes se hizo añicos en 1973, la seguridad e impunidad que ha venido dando por sentadas en el trato al pueblo palestino y en la lucha contra las guerrillas palestinas se han visto grave e irreversiblemente mermadas. Desde ese punto de vista, la contraofensiva de Hamás en octubre es para la población y el Estado israelíes un poderoso recordatorio de su vulnerabilidad y del hecho de que no puede haber seguridad sin paz, ni paz sin justicia.
Se piense lo que se piense de la decisión de Hamás de lanzar una operación tan masiva contra el Estado israelí, desencadenando así inevitablemente la masiva represalia asesina del gobierno israelí e incitándolo a intentar eliminar a Hamás y a sus aliados de la Franja de Gaza con un enorme coste para la población civil, lo cierto es que esta contraofensiva ha asestado ya un duro golpe a la insoportable soberbia del gobierno racista de extrema derecha israelí y a su creencia de que Israel podría alcanzar alguna vez una situación normal de coexistencia con su entorno regional mientras persigue al pueblo palestino y le inflige una prolongada Nakba de desposesión territorial, limpieza étnica y apartheid.
No menos insoportable es la precipitación con la que los gobiernos occidentales (y un gobierno ucraniano que debería conocer mejor la legítima lucha contra la ocupación extranjera) han expresado su solidaridad con Israel, muy en contraste con su silencio ante las brutales agresiones de Israel contra la población palestina. En la noche del 7 de octubre, en la Puerta de Brandeburgo de Berlín, se proyectó la bandera israelí en una despreciable muestra de adulación al Estado de Israel, el sello habitual de los alemanes mal orientados que buscan redimirse de los crímenes nazis contra los judíos europeos respaldando los crímenes de Israel contra los palestinos. Esto resulta aún más grave en el momento en que el gobierno de Israel está compuesto por toda la gama de fuerzas de extrema derecha judía, ¡incluidas personas a las que un destacado historiador israelí del Holocausto no dudó en describir acertadamente como neonazis en el diario Haaretz!
No menos despreciables son los intentos de analizar la ofensiva de Hamás como un complot iraní para desbaratar el actual acercamiento fomentado por Estados Unidos entre el reino saudí y el Estado israelí. Incluso si fuera cierto que Teherán desea descarrilar ese acercamiento, en lugar de utilizarlo para mejorar su propia reivindicación de monopolio sobre el antisionismo (una hipótesis muy discutible), esta negación de la paternidad palestina por medio de la teoría de la conspiración es el equivalente exacto de la reacción de todo gobierno opresor a la revuelta popular. Postula que no hay razones suficientes para que el pueblo oprimido se rebele contra su opresión y que cualquier movimiento de este tipo está necesariamente inspirado por la mano invisible de algún gobierno extranjero.
Cualquiera que esté familiarizado con lo que el pueblo palestino ha estado soportando durante décadas y sea consciente de la especie de prisión al aire libre en que se ha convertido la Franja de Gaza desde que fue ocupada en 1967 y evacuada por las tropas israelíes en 2005 –una prisión al aire libre que periódicamente es objeto de un sanguinario "tiro al pavo” israelí– puede comprender fácilmente que la única razón por la que un acto de valentía casi desesperado, como la última operación de Hamás, no se produce con más frecuencia es la enorme desproporción militar entre el David palestino y el Goliat israelí. La última contraofensiva de Gaza recuerda de hecho al Levantamiento del Gueto de Varsovia de 1943.
No cabe duda de que este nuevo capítulo acabará con un coste terrible para la población palestina, en particular para la gazatí y Hamás; mucho mayor que el coste soportado por los israelíes, como ha ocurrido indefectiblemente a lo largo de cada enfrentamientos entre Israel y Palestina. Y aunque no es difícil entender la lógica del ”¡basta ya!" que subyace a la contraofensiva de Hamás, es mucho más dudoso que ayude a hacer avanzar la causa palestina más allá del golpe a la autoconfianza de Israel mencionado anteriormente. Esto se habría conseguido a un coste enormemente desproporcionado para las y los palestinos.
La mera idea de que una operación así, por espectacular que sea, puede lograr la victoria sólo puede provenir del pensamiento ilusorio de tipo religioso característico de un movimiento fundamentalista como Hamás. El vídeo difundido por su servicio de información en el que se ve a los dirigentes del movimiento rezando para dar gracias a Dios en la mañana del 7 de octubre es una buena ilustración de ello. Por desgracia, ninguna ilusión puede alterar el hecho de la enorme superioridad militar de Israel: el resultado de la ofensiva actual de Israel contra Gaza va a ser, sin duda, devastador.
Los atentados del 11-S en Nueva York y Washington asestaron un golpe espectacular a la arrogancia de Estados Unidos. Pero, a la larga, aumentaron tremendamente la popularidad de George W. Bush y le permitieron lanzar la ocupación de Irak que tanto ambicionaba 18 meses después. Del mismo modo, la contraofensiva de Hamás de octubre ya ha conseguido reunificar una sociedad y un sistema político israelí que antes estaba profundamente dividido, y permitirá a Benjamin Netanyahu poner en práctica sus planes más descabellados de infligir un terror masivo a la población palestina para precipitar su desplazamiento forzoso.
Por otra parte, si los dirigentes de Hamás hubieran apostado por que Hezbolá del Líbano -e Irán detrás de ella- se uniera a la guerra a un nivel que realmente pusiera a Israel en peligro, esta apuesta sería muy arriesgada. Porque no sólo no es nada seguro que Hezbolá asumiera el alto riesgo de entrar masivamente en una nueva guerra con Israel, sino que tal situación, si se produjera, llevaría inevitablemente a Israel a recurrir sin restricciones a su enorme poder destructivo (que incluye armas nucleares), provocando así una catástrofe de magnitud histórica.
Frente a un opresor muy superior en medios militares, la única forma verdaderamente eficaz de lucha para el pueblo palestino es elegir el terreno en el que pueda sortear esa superioridad. El punto álgido de la eficacia de la lucha palestina se alcanzó en el año 1988, durante la Primera Intifada, en la que las y los palestinos evitaron deliberadamente el uso de medios violentos. Esto provocó una profunda crisis moral en la sociedad y el sistema político de Israel, incluso en sus fuerzas armadas, y fue un factor clave que llevó a los dirigentes israelíes Rabin-Peres a negociar los Acuerdos de Oslo de 1993 con Yasir Arafat, por muy imperfectos que fueran estos acuerdos, debido a que el dirigente palestino se dejó llevar por ilusiones.
La lucha palestina debe basarse principalmente en la acción política de masas contra la opresión, la ocupación y la expansión colonial de los colonos israelíes. La nueva resistencia armada clandestina organizada por jóvenes palestinos en Yenín o Nablús puede ser un eficaz coadyuvante del movimiento popular de masas, siempre que se prevea como prioridad de este último y se conciba de forma que lo incentive. El apoyo regional con el que debe contar el pueblo palestino no es el de gobiernos tiránicos como el de Irán, sino el de los pueblos que luchan contra estos regímenes opresores. Aquí reside la verdadera perspectiva potencial para la liberación palestina, que debe combinarse con la emancipación de la propia sociedad israelí de la lógica del sionismo que ha producido inexorablemente la deriva cada vez mayor de su sistema político hacia la extrema derecha.
7/10/2023
Publicado originalmente en vientosur