23/11/2024
Por , , Budgen Sebastian
Pierre Broué jamás logrará gozar de los favores de la moda póstuma que ahora se le otorga a C. L. R. James, ni será ampliamente celebrado en los círculos de intelectuales y formadores de opinión como un Eric Hobsbawm, pero era un historiador formidable y un hombre de una energía y un talento prodigiosos.
La amplitud de su obra como historiador fue abrumadora: comenzando con su primer libro sobre la Guerra Civil Española en 1961 (un tema al que volvió en tres ocasiones: en 1975, 1979 y 1993), se extendió a los Juicios de Moscú, las rebeliones checoeslovaca y polaca, la historia del Partido Bolchevique, la revolución alemana 1917-1923, el Komintern, el asesinato de trotskistas por los estalinistas en la resistencia francesa, el asesinato de Trotsky, la oposición de izquierda rusa, la monumental biografía de Trotsky en 1988, así como importantes libros sobre las vidas del hijo de Trotsky, Leon Sedov y de su lugarteniente Christian Rakovsky. Y no hablemos de su obra como editor de las obras completas de Trotsky en francés y la revista de historia del movimientotrotskista: Cahiers Léon Trotsky, ni de sus innumerables artículos. Aparentemente, ¡hasta se hizo tiempo para escribir sus memorias!
Pero la importancia de las obras de Broué no se debe sólo a su cantidad; en cada una de ellas hay dos rasgos fundamentales: en primer lugar, están basadas en investigaciones de archivos reales, no eran meras síntesis de las obras de otros historiadores; investigaciones facilitadas por el conocimiento de numerosos idiomas. En segundo lugar, se encuentran imbuidas de una verdadera pasión política. Al mismo tiempo que historiador objetivo, se identificaba claramente a nivel personal, a menudo muy íntimamente, con los revolucionarios que analizaba minuciosamente. Esta cualidad enriquecía su estilo literario y su determinación por buscar la verdad.
Pues Broué fue no sólo un gran historiador (posiblemente el mayor que ha visto nuestro movimiento desde la Historia de la Revolución Rusa de Trotsky) y sin lugar a dudas, un maestro inspirador. También fue, desde su incorporación a la Resistencia en plena adolescencia, un marxista y un militante político revolucionario durante toda su vida. En la mayor parte de ella activó en el movimiento trotskista y luego de ser expulsado de su organización en forma indignante y vergonzosa, siguió siendo un marxista independiente y creó su propia revista Le Marxisme aujourd’hui. Por desgracia, probablemente es justo decir que su criterio político estaba lejos de ser infalible. Hasta podríamos decir que era inversamente proporcional a la sagacidad de sus opiniones históricas. ¿Cómo pudo ser que este hombre con tan profundo conocimiento de la historia del movimiento revolucionario hubiera pasado tanto tiempo en una de las organizaciones más dogmáticas y autoritarias del trotskismo francés? Para mí, eso fue y sigue siendo un misterio.
Con mayor razón cuando en sus obras leemos un desprecio tan ácido hacia los mercenarios, epígonos y oportunistas - los Zinovievs, Bela Kuns y Fischer-Maslows - que se ligaban al movimiento. Pues en comparación con la gente que debió enfrentar Broué en su propio ámbito, ¡hasta el gusano más cobarde del Komintern debe haber parecido una figura titánica!
Pero aparte de esto, la lealtad de Broué a la causa revolucionaria fue inflexible. Recuerdo haberlo visto en acción por primera vez, hace unos pocos años, refutando en una conferencia a la basura anticomunista del Libro negro del comunismo.
Tuve la buena fortuna de conocerlo; era una persona cálida y generosa pero sobre todo siguió estando abierto a los jóvenes porque comprendía la necesidad de transmitir las lecciones, buenas y malas, del pasado a las futuras generaciones, para que un día puedan rehacer el mundo.
Extrañaremos a Pierre Broué. La única forma en que podemos cubrir su pérdida es tratando de vivir de acuerdo a sus severas normas.
Enviado especialmente por el autor para su publicación en Herramienta. Traducción a cargo de Francisco T. Sobrino.