Las declaraciones del senador Pichetto, jefe del bloque del FPV, generan indignación y repulsa, pero también silencios tan o mas sonoros que los rechazos. Su pensamiento xenófobo, racista, cargado de odio y prejuicios, que tiene eco en un sector de la sociedad civil, esta en sintonia con el creciente desarrollo del neo-facismo europeo y la derecha estadounidense. Su postura no es un exabrupto, no ha sido rebatida por su bancada ni por los dirigentes de su partido y comparte la misma linea argumental que sostienen entre otros Claudio Avruj, secretario de DDHH del PRO, cuya jefatura suena a un verdadero oxímoron.
El pánico a un horizonte electoral con un peronismo fragmentado, que teme perder capacidad negociadora y mas aun, la esperanza de volver a ser gobierno, se impone sobre todo tipo de ética política. La rosca, se enrosca y teje la trenza sin principios, con un pragmatismo maniqueo, que no tiene mas horizonte que el propio beneficio.
La idea de contención sin limite, lleva a la paradoja de especular competir con Macri con mas macrismo, esto es así independientemente que la etiqueta electoral del momento, los encuentre ocasionalmente juntos o enfrentados.
Entre los kirchneristas que sí se han expresado condenatoriamente, exponiendo con detalle el curriculum-prontuario del representante rionegrino, se encuentra Mario Wainfeld, que en el editorial dominguero de Pagina 12, considera que la presencia del senador, electo por dos periodos con el voto K y al frente del bloque FPV, es un merito del “Hombre que supo”, quien fue capaz de cobijar a estos impresentables con el fin de garantizar las mayorías que necesitaba para asegurar el éxito del modelo. En otro texto, publicado el mismo día, Carta Abierta renueva el concepto sempiterno del peronismo: la traición, y se juramenta no volver a sostener personajes de esta laya. Resulta poco serio que intelectuales del calibre de Horacio Gonzalez, hallan tenido que esperar este momento, para darse cuenta de los esperpentos que sostuvieron en posiciones de privilegio durante mas de una década.
En una nota en el mismo diario, Mempo Giardinelli, a quien hay quien reconocer un espíritu critico, por ejemplo con la politicas ambientales del kirchnerismo, se pregunta:¿por que, en el bloque mas numeroso del senado, ninguno de sus 37 miembros, empezando alfabeticamente por Manuel Abal Medina, levanto la voz de condena? Esta situación le resulta inexplicable, y creo que su pregunta-acusación es honesta. Es pues interesante, debatir lo que para el escritor chaqueño es inexplicable. Valido es recordar, que el accionar del ubicuo Pichetto tiene antecedentes recientes, este mismo año, entre otros actos, apoyo al ejecutivo en el pago a los buitres de los holdouts e impulsa la aprobación del presupuesto regresivo presentado por el gobierno de Macri.
El panquequismo saltimbanqui de los dirigentes que yendo de una vereda a otra, cambian sus posiciones sin ningún pudor, es una constante y no solo en el pejotismo kirchnerista; Pino Solanas tuvo su maridaje con Carrió para obtener su senaduría; la UCR expulsó a Cobos y lo reincorporó después del voto no positivo, caminó con Lavagna, Binner y Narváez y le prestó su aparto electoral a Macri a cambio de espacios dentro de la burocracia política parlamentaria, la lista es por tanto, amplisima y variopinta.
Todo vale en el universo de la real-politik, donde el estilo de los políticos gerentes y burócratas profesionales del Estado, se consolida y es naturalizado por los medios.
La representación como forma de gobierno, es solo una caricatura de la democracia burguesa, fue estructurada para garantizar la mediación del Estado entre distintos sectores del capital, para lo cual era preciso entre otras condiciones, cierta estabilidad politica y un espacio institucional de negociación. Pero hoy ha perdido su carácter y contenido, hasta en su forma ficcional, la trampa no es la manipulación de las urnas, el verdadero fraude es todo el andamiaje sobre el que se construyo el aparato institucional, lo explicita el articulo 22 de la Constitución, según el cual “el pueblo no delibera ni gobierna sino a través de sus representantes”. No es solo cuestión de nombres, cruje la estructura institucional de dominación, ejecutivo, parlamento y justicia, resisten a falta de alternativas creíbles, pero sus cimientos están apolillados.
El fenómeno desborda las condiciones coyunturales; es notorio el deterioro universal de las formas de la representación burguesa, de sus falacias constituyentes y la corrosión de sus estructuras y metodologías. La des-ideologización, el vaciamiento de contenidos, la farandulización y la creciente falta de compromiso político de gran parte de la sociedad con lo público y el bien común, abonan un cuadro de escepticismo, de abstencionismo y de pauperizacion de la vida política en general y de la partidaria en particular.
La verticalidad, la desmovilización, la corrupción, la cooptación como método para des-estructurar los movimientos sociales, el clientelismo, el sostenimiento de la burocracia sindical apuntalada por ministerios patronales, son métodos regulares sobre los que se ha construido la gobernabilidad, no de un modelo, sino del sistema, que con las particularidades que impone la voracidad de la actual ceocracia, el PRO sigue sosteniendo.
¿Por que la sorpresa entonces? Pichetto no es disfuncional, no es el primero, ni será el último, en seguir la dirección de la veleta. La mecánica electoral impone un voto, que no lleva mandato, ni argumentos ni obligaciones. Una vez emitido, el acto soberano pierde toda su validez, porque es reapropiado por los elegidos. Son ellos quienes deciden y lo hacen auto-referencialmente, dentro de partidos deshilachados, que hace rato se han convertido en cascaras huecas, carentes de toda forma elemental de funcionamiento democrático, con militancia de empleados. Basta con ver los bloques y bloquecitos unipersonales en que se astillan los partidos con presencia parlamentaria y a sus miembros mayoritariamente dedicados a medrar con sus cargos, asignandose obscenos sueldos gerenciales, para confirmar el actual estado de descomposición de los partidos tradicionales.
La aceptación del blindaje al líder infalible, la disciplina cerril de un verticalismo que inhibe de pensar y actuar con independencia, la falta de debate y autocritica, como lo demuestra el actual cuadro de Brasil, han permitido que triunfe la lógica de la gobernabilidad, donde conviven personajes y alianzas, cuyo compromiso es tan lábil, como las incumplidas promesas de las campañas electorales. La viabilidad de un cambio no radicara en la exoneración de traidores, en el reclamo de renunciamientos improbables, o en la proverbial muñeca hábil para contener al aliado circunstancial. Tal vez haya que pensar en barajar y dar de nuevo, pero primero hay que cambiar el mazo.