Formamos parte de un grupo de trabajadores de medios de comunicación que no aceptamos el periodismo que impone este sistema y que tratamos de elaborar bases para un gremio de periodistas clasistas, comprometidos con la clase trabajadora.
En este primer contacto definimos el rol de periodistas que pretendemos y lanzamos ocho puntos de discusión sobre cuestiones centrales de nuestro oficio.
Encontrarán dos definiciones sobre el rol del periodista. Una de ellas tomada desde los investigadores de la comunicación y la otra, extraída de otra visión de un profesional, para cotejar con la nuestra e intentar marcar las diferencias.
La idea es que el Congreso se sume a este debate y tenemos la esperanza de que se realice una discusión libre y abierta para no quedarnos con un solo tipo de periodismo: el que han conseguido los propietarios de los medios y que muchas escuelas de periodismo impulsan en sus aulas.
El rol del periodista. Dos conceptos sobre la posición de independencia del periodista.
Como síntesis de algunas de las posiciones sobre periodismo independiente que existen actualmente, hemos resumido dos de ellas para luego facilitar el debate de las mismas (pues les contraponemos el concepto de periodistas no neutrales que defendemos bajo el subtítulo “Rol de los Periodistas Comprometidos”).
Jay Rosen (Profesor adjunto de periodismo de la Universidad de Nueva York, donde es director del Proyecto para la Vida Pública y la prensa; es dirigente del movimiento “periodismo público”. Texto tomado del diálogo con el periodista polaco Adam Michnik publicado por Clarín en su edición del domingo 7 de junio de 1998):
La prensa norteamericana se independizó de los partidos políticos ya en el siglo XIX y, originalmente, “independencia en el periodismo” significaba exactamente eso. Con el tiempo, pasó a significar mucho más que eso. Significa no sólo independencia de un partido, sino independencia en cierto sentido, de toda la sociedad. Leonard Downie Jr., el gran editor de The Washington Post, dice que no cree en una teoría de la “responsabilidad social de la prensa”. Se considera a sí mismo un marginal en la sociedad donde vive y piensa que su condición de marginal constituye justamente su “fuerza” como editor. Por eso la prensa norteamericana cree sentir la necesidad de ser independiente no sólo de los partidos, sino de casi todos y cada uno de los grupos de la sociedad, y en cierto modo, independiente de la democracia misma.
Horacio Verbitsky (Un mundo sin periodistas, pág. 16):
Periodismo es difundir aquello que alguien no quiere que se sepa, el resto es propaganda. Su función es poner a la vista lo que está oculto, dar testimonio y, por lo tanto, molestar. Tiene fuentes, pero no amigos. Lo que los periodistas pueden ejercer, y a través de ellos la sociedad, es el mero derecho al pataleo, lo más equitativa y documentadamente posible. Criticar todo y a todos. Echar sal en la herida y guijarros en el zapato. Ver y decir el lado malo de cada cosa, que del lado bueno se encarga la oficina de prensa, de la neutralidad los suizos, del justo medio los filósofos y de la justicia los jueces. Y si no se encargan ¿qué culpa tiene el periodismo?
Rol de los periodistas comprometidos
Hay un concepto, tan inofensivo como aceptado, que circula de aula en aula por facultades y escuelas de periodismo: El periodista es el encargado de contarle a los miembros de una sociedad lo que está ocurriendo en su entorno, o en el mundo en general.
Sin embargo, los periodistas sabemos que no contamos todo lo que queremos y mucho menos todo lo que pasa. Ni hablar de que no contamos lo que pensamos.
Debemos reconocer que nuestra profesión se encuentra limitada y esto genera hoy una definición más cercana a la realidad : Periodista es quien le cuenta a los miembros de una sociedad lo que su jefe, el director del medio, o el dueño del mismo, cree que a una sociedad le interesa o le ocurre.
Los dueños de los medios y muchos profesores de periodismo hablan de la objetividad. Pretenden que los periodistas seamos imparciales.
Pero esa objetividad que se nos enseña y hasta se nos ordena en las redacciones, no es otra que la neutralidad que sostiene todas y cada una de las injusticias del sistema capitalista: Quieren que hablemos de la existencia del desempleo. Pero no quieren que investiguemos las causas que generan la desocupación. Quieren que registremos las compras de empresas y acciones, pero no que investiguemos de dónde sacan el dinero los millonarios compradores.
No queremos ser objetivos y neutros. Queremos ser subjetivos y comprometidos.
Tomamos desde ya posición en un aspecto: Peleamos por ser periodistas totalmente libres e independientes. Pero no nos embarcamos en aquello de la “independencia de todo el mundo”. Asumimos un compromiso con los sectores explotados, no con los dueños del poder. Nos reconocemos integrantes de una clase, la clase trabajadora, y con ella estamos y ante ella no somos independientes.
No hay en la actualidad en la Argentina un solo periodista que pueda colgarse el cartel de independiente. Los casos de Jorge Lanata y su exclusión de la pantalla por orden de América 2, la sugerencia -en 1991- del gobierno de Menem para que Liliana López Foresi aflojara sus comentarios en Canal 13 fueron solamente muestras de que aún los más conocidos, con sueños de independientes, perdían la pulseada con los “Dueños de la Libertad de Prensa”.
Si no son los propietarios de los medios de comunicación, o los gobiernos, la posta del poder de censurar y limitar nuestra información y nuestras opiniones lo toma la asfixia económica que enseguida desata el mismo sistema.
Esa asfixia la sufrieron quienes probaron la vía cooperativa de realizar periodismo, como fue el caso de la revista El Porteño, o la falta de resistencia a la tentación de vender un medio que estaba en manos de periodistas que se hicieron de abajo (La Maga). Queda así demostrado que aún aquellos trabajadores o ex trabajadores que pretendan ser propietarios de un medio de comunicación (Revistas XXI y Tres Puntos), tendrán que sufrir una de las más duras leyes del capitalismo: Si no ganás plata, hay que cerrar o vender. Además, muchos de los que probaron el tentador camino de ser dueños de un medio, terminaron convirtiéndose en verdugos de decenas de trabajadores y pactaron silencio a cambio de publicidad: el caso de las decenas de despidos en Página 12 en 1996, el cierre del diario La Voz, el reciente caso del Diario Perfil.
Asumiendo en consecuencia que nacemos al periodismo con la limitación de ser dependientes de los dependientes, no nos resignamos.
Intentamos abrir un espacio para construir un periodismo que por ahora ejerza la profesión bajo algunos principios que permitan sobrevivir con dignidad mientras damos, en otros terrenos, la batalla para cambiar la sociedad.
Creemos en que es posible otro periodismo. Que fundamentalmente no se deje manejar por quienes pretenden que seamos imparciales, que estemos en el medio de todo, que debemos ser neutros.
Casi todos los medios de comunicación de hoy se usan para, por medio del periodismo, inculcar al pueblo la forma de vida que pretenden los dueños del capital: ellos le dicen a la gente, usted compre, usted aguante, usted no proteste, usted no luche, usted crea en la justicia, crea en los legisladores, tenga paciencia y el tiempo solucionará sus problemas. Un ejemplo nos ilustrará mejor: la cobertura de un desalojo de terrenos ocupados. Entre el derecho de propiedad y el derecho de tener una vivienda, se intenta que los periodistas tomen posición a favor del derecho de propiedad y por lo tanto, si hay orden judicial, si hay “desalojo legal”, hay que decir que está bien. Pocas veces podremos ver una nota a favor de los ocupantes, en contra del juez y del dueño de los terrenos.
Muchos de los periodistas desaparecidos y varios de quienes trabajaron junto a ellos, empezaron a elaborar pautas de un periodismo distinto. La dictadura y los patrones pudieron más.
Intentaremos elaborar nuevas posiciones, partiendo de este rol de compromiso y por eso lanzamos una columna vertebral de ocho puntos para elaborar otro modelo de periodistas.
I. Libertad de expresion para los periodistas y todos los trabajadores. No defendemos la consigna simplificadora de “Libertad de prensa”. Peleamos en cambio por la consigna “Libertad de expresión a los trabajadores de prensa y a todos los trabajadores”. Que los periodistas, y cualquier trabajador u organismo popular que quiera expresarse en un medio lo haga sin censura ni previa, ni posterior.
II. Derecho absoluto del pueblo al acceso a la informacion para que se sepa todo de quienes manejan el poder. Por la divulgación de las noticias y las investigaciones que señalen la verdad de lo que ocurre en el corazón del poder político, económico y social de la Argentina, en todos los campos. Así como se conoce tanto de la vida íntima de los personajes populares, se debe poner a luz cada uno de los negocios que le permite a políticos y empresarios acumular poder y riqueza. No hay “dos caras de la verdad” como pregonaba un noticiero de Canal 9, ni hay varias versiones de la verdad. La verdad es una sola, y a la sociedad hay que contársela metiendo el dedo en la llaga de los poderosos hasta sentir que griten su lamento.
III. Derecho a la defensa de conciencia. La posibilidad real para que el periodista pueda oponerse a escribir, hablar o trabajar para informaciones u opiniones que no se comparten. Nuestro país tiene un ejemplo de que ello es posible: La lucha dada en Clarín en 1987, desde la base de los trabajadores, para que no se publicara la solicitada a favor del asesino Jorge Rafael Videla.
IV. Derecho de autor para los periodistas. Respeto incondicional del Derecho de Autor para todos los trabajadores de prensa. El periodista, reportero gráfico, dibujante, traductor etc., tiene en su haber la facultad de decidir cómo sale su material, puede negarse a que se le hagan correcciones y puede impedir que se use su producción en productos con los que él no está de acuerdo o a la utilización de sus materiales repetidas veces sin el pago de una retribución.
V. La otra historia del periodismo argentino. Desmitificar a las mal llamadas “Figuras del Periodismo Argentino”, que no han sido más que herramientas de los poderosos y de los gobiernos de turno, incluidas las dictaduras, y que fueron fogoneros de una prensa del silencio y de la delación: Félix Laiño, Bernardo Neustadt, Mariano Grondona, Jacobo Timerman, José María Muñoz, Julio Ramos, Jorge Fontevecchia, Julio Lagos, Samuel Gelblung, Magdalena Ruiz Guiñazú , han sido y son, entre otros, la cara del periodismo del poder aunque algunos de ellos posen hoy de periodistas cuestionadores.
VI. Periodismo y sociedad: no a la violacion de la intimidad de quienes como nosotros son trabajadores. Dar la batalla en contra del concepto de que el periodista tiene derecho a publicar o decir lo que quiera sobre quien quiera. Defendemos al periodista que viola la intimidad de funcionarios y patrones para denunciar sus enriquecimientos y sus explotaciones (avalamos para ello el uso de cualquier medio, incluida la cámara oculta). No toleramos la intromisión en la vida privada de quienes son, como nosotros, trabajadores: artistas, deportistas, etc.
VII. Defensa de los derechos del trabajador. Empleados para un medio, no para un multimedio. Respeto absoluto del estatuto. Conseguir al menos, el respeto de todas las condiciones de trabajo que marcan las leyes, tiene que ser parte de nuestro rol. Si pretendemos criticar incumplimientos de otros, pero toleramos esos incumplimientos hacia nosotros, fallamos en un aspecto. Queremos obtener y defender el concepto de “Trabajar para un solo medio” contra la imposición de los empresarios periodísticos y algunos periodistas que debido a la concentración de empresas de comunicación (grupos o monopolios con varios medios en su poder) obligan a que una misma nota, una misma opinión se publique y difunda en todos los medios que pertenecen al grupo, por el mismo precio y generando la quita de puestos de trabajo y la uniformidad de color de la opinión.
VIII. A la “etica” de los dueños de los medios, contraponer la etica de quienes trabajan. Evitar la caída en los conceptos falsos de ética que pretenden difundir los dueños de los medios: si a un periodista le invitan un café o le regalan un viaje, la ética no es no aceptarlo sino saber que con ello no compran su silencio. Todos los periodistas, como trabajadores que son, reciben gratificaciones y obsequios de todo tipo. A los patrones, hay que sacarles todo tipo de ventajas, a la verdad no sacarle nada. La única ética que reconocemos en esta profesión es la de no traicionar a la clase trabajadora convirtiéndose en delator, mentiroso o cómplice del ejercicio del poder de los que más tienen. En ese marco seremos nosotros los periodistas los que elaboraremos nuestro propio manual de ética y no nuestros empleadores.
Este tipo de periodismo es por el que estamos dispuestos a batallar hasta tanto se consiga la auténtica libertad de expresión, que no será tal mientras los medios de comunicación no estén en manos y bajo el control democrático de la clase trabajadora.
No consideramos que los periodistas somos los historiadores de nuestra época, ni los responsables de generar cambios en el poder, ni el nexo entre el pueblo y quienes lo gobiernan. Aunque algunos pretendan hacernos creer que sí. Somos parte de una clase, la clase trabajadora. Arrastramos sus mismos sufrimientos y sus mismos errores.
Pero no abrazamos esta profesión para dejar simplemente constancia de lo que ocurre en la sociedad: no somos periodistas inocentes que permiten ser manejados por una prensa al servicio de los intereses de la clase dominante, los patrones. Nos esforzaremos en cada nota, cada entrevista, cada comentario, por defender los intereses de la clase dominada, la de los trabajadores.
No queremos hablar de los trabajadores, queremos hablar como trabajadores.
Tal vez tengamos libertad de prensa cuando las decisiones estén en nuestras manos y ellas sean libres para escribir.
Entre un periodismo de elite, fomentado por los imperios de la comunicación en la Argentina (Grupos Clarín, Atlántida, Perfil, CEI, TyC) y un periodismo ligado al pueblo trabajador, optamos sin dudarlo por este último.