28/03/2024

Notas sobre literatura. Obra completa, de Theodor Wiesengrund Adorno.

Por , , Vedda Miguel

Theodor Wiesengrund Adorno

Traducción de Alfredo Brotons Muñoz, Madrid, Akal, 2003, 692 páginas

Cabía pensar que la publicación -tardía, por cierto- de la edición en castellano de las Notas sobre literatura tenía que ser celebrada en nuestro medio como una suerte de acontecimiento histórico; ya la vieja traducción de Manuel Sacristán, que comprendía solo la primera de las cuatro partes de las Notas, y que se encuentra hace años agotada, había contribuido (junto con la edición de Prismas y la traducción, increíblemente deficiente, de Teoría estética) a fundar una estimación por el teórico y crítico de la literatura Adorno que, ante todo en los ámbitos académicos argentinos, hasta hoy no se ha debilitado, y que esta edición completa sin duda ayudará a acrecentar.

Si la determinación de publicar estos ensayos -en el marco de una edición de las obras completas del filósofo- es en sí meritoria, no podemos sostener lo mismo del trabajo de traducción. Incluso reconociendo las enormes dificultades que plantea el estilo adorniano, es preciso decir que el trabajo ha resultado en varios sentidos deficiente. Dejemos de lado, como un detalle menor, las numerosísimas erratas que abundan en el libro; las fallas de traducción resultan, en algunos casos, llamativas, sobre todo cuando se trata de pasajes poco intrincados; así, Brotons Muñoz traduce un pasaje del ensayo "Compromiso" referente a Sartre del siguiente modo:

A partir de Santa Juana su dramaturgia supera considerablemente a Sartre en tendencia a la abstracción. Sólo que, más consecuente que este y que los grandes artistas, la elevó a ley formal, la de una poesía didáctica que excluye el concepto tradicional de personaje dramático (pág. 399)

una traducción correcta del pasaje, a nuestro juicio, habría sido esta:

A partir de Santa Juana su obra dramática supera considerablemente a Sartre en tendencia a la abstracción. Solo que, siendo más consecuente y mejor artista que Sartre, elevó dicha abstracción a ley formal, a ley formal de una poesía didáctica que excluye el concepto tradicional de personaje dramático (las cursivas son nuestras).

En el ensayo sobre Eichendorff, el traductor incurre en una fórmula que encontramos poco feliz, en la medida en que sugiere una afinidad entre sustantivo y verbo que no existe en el original: "estas proporciones armónicas proporcionan la forma interna del ciclo" (pág. 89; las cursivas son nuestras); habría sido más sensato poner, por ejemplo: "Estas proporciones [Proportionen] armónicas procuran [vermitteln] la forma interna del ciclo". Levemente similar, aunque menos problemático, es el error que aparece en el pasaje "[...] quien carezca de entrenamiento filosófico entrenado [...]" (pág. 220), en la medida en que el lector puede fácilmente advertir que la palabra "entrenado" es simplemente superflua. Aun menos serias son ciertas imprecisiones, como aquella en que incurre el traductor al poner "emancipación vocacional", cuando lo correcto sería, a nuestro entender, referirse a la "emancipación profesional" [berufliche Emanzipation] de la mujer. Curioso es el hecho de que los nombres de autor aparezcan frecuentemente escritos en forma errónea: así, por ejemplo, en la página 210, donde Hugo von Hofmannsthal aparece, ya como "Hoffmannstahl" ya como "Hoffmansthal"; Frank Wedekind aparece recurrentemente como Franz Wedekind. Algo análogo ocurre con los títulos: así, en la página 242, el lector se entera de que Lukács ha escrito Historia de la consciencia [sic!] de clase. Adorno emplea la expresión Caligaribuch para referirse, abreviando el título, al conocido De Caligari a Hitler: justificadamente, Brotons Muñoz intenta traducir la expresión, pero lo hace de una manera que no encontrará muy satisfactoria todo aquel que conozca mínimamente el contenido del libro de Kracauer: "el libro sobre Caligari" (pág. 381). Otro rasgo característico de la traducción son las abundantes oraciones que presentan -seguramente, por inadvertencia- errores sintácticos; como en la página 182, donde se lee: "[...] el arte es absolutamente incapaz de representar lo moral y difícilmente de la psicología". Un hábito del traductor que encontramos poco encomiable es el de utilizar violentos neologismos -protocolariamente, cosicidad, patriarcalista, rigidificación, determinidad- en lugar de expresiones corrientes en castellano.

Tanto o más sorprendentes son las notas del traductor. En algunos casos, porque la información resulta demasiado escueta: así, además de leer que Paul Tillich es un "filósofo y teólogo alemán" (pág. 480), el lector tal vez necesitaría enterarse de que se trata de aquel profesor bajo cuya dirección compuso Adorno su conocido trabajo de habilitación sobre Kierkegaard. En otras ocasiones, porque los comentarios son decididamente excéntricos; como cuando a propósito de Wieland, uno de los más importantes escritores alemanes anteriores a Goethe, solo se dice que en él "[...] veían los seguidores de Klopstock, Voss y George a un ‘corruptor de las costumbres’ y un imitador de la por ellos odiada literatura francesa" (pág. 484); o como cuando se comenta, a propósito de los escultores Thorwaldsen y Canova, que ambos eran "[...] amantes de las superficies muy pulidas", y que al primero "[...] se le suele reprochar frialdad y a Canova molicie" (pág. 479). Peor parado sale el libro Literatura europea y Edad Media latina, del conocido filólogo alemán Ernst Robert Curtius: una de las obras fundamentales de la romanística que es presentada, por Brotons Muñoz, como "[...] un catálogo clásico de tópicos literarios" (pág. 284).

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