Presentación
Acerca del estado actual del capitalismo
En este trabajo se prolonga el análisis que Chesnais ha venido desarrollando recientemente acerca de la realidad del capitalismo en este fin de siglo. Dicha elaboración ya se había plasmado en su libro La mondialisation du capital (Paris, Editions Syros, 1994), cuyo título alude a uno de los fenómenos claves de la situación económica contemporánea. La mundialización del capital, según lo expresado por Chesnais en aquella obra, deriva en mayor medida del fortalecimiento alcanzado por el capital privado en los últimos treinta años que del progreso tecnológico. En esta nueva fase económica, el robustecimiento del capital industrial y el debilitamiento del movimiento obrero operan, al mismo tiempo, como causa y efecto de las políticas de liberalización, privatización, desregulamiento y desmantelamiento del "Estado de Bienestar", que se vienen implementando desde comienzos de la década de los 80 en todo el mundo (y que la Argentina está experimentando en la última época). Este proceso halla su complemento en el creciente predominio y concentración del capital-dinero y de los mercados financieros, lo que socava la autonomía de las economías nacionales y de los Estados para diseñar políticas propias.
En este escrito, el autor no solo amplía algunos de los problemas esbozados en su obra anterior, sino que también busca explicitar los fundamentos teóricos de su reconstrucción analítica del capitalismo finisecular, apoyándose en un balance crítico de algunos de los estudios de Marx, Lenin y Trotsky. Asimismo, se intenta demostrar aquí que la mundialización del capital provoca necesariamente un acrecentamiento del ataque contra las condiciones de vida de las masas en todo el planeta. Con este artículo, Chesnais ha buscado -tal como lo expresa claramente en unas líneas preliminares al mismo- la apertura de un debate teórico marxista acerca del estado actual del capitalismo; precisamente, si el autor ha escogido la palabra "Notas" para encabezarlo es para reforzar este carácter exploratorio de su estudio, que invita a la discusión y a la crítica colectiva. Es con este mismo sentido que nosotros lo traducimos, conscientes de que la actualización del programa de la revolución socialista no puede ya prescindir de un abordaje tanto audaz como serio, científico y de elaboración colectiva, sobre las características presentes del sistema capitalista mundial. Carré Rouge se sitúa en esta misma orientación estratégica y metodológica. Como advierte Chesnais en su primer número: "En esta etapa, la tarea principal que esta revista se fijó es ayudar a reconstituir las condiciones de un debate político y teórico sobre algunas cuestiones fundamentales a fin de arribar a una 'comprensión común de los acontecimientos'". Ubicada en el campo del marxismo revolucionario, esta publicación comenzó a editarse en Francia muy recientemente, siendo un punto de encuentro para un grupo de intelectuales marxistas, muchos de ellos provenientes del movimiento trotskista.
Hernán Camarero
En 1938, Trotsky escribía: "la catástrofe que se viene llena de angustia a las más profundas masas de la humanidad". Hoy este sentimiento no reposa de la misma manera que en 1938 bajo el miedo de la guerra, pues ésta no toca a todos los pueblos con la misma intensidad. La angustia que está compartida por las más amplias masas, prácticamente por todas partes en el mundo, reposa sobre la constatación hecha por la clase obrera, la juventud y las masas oprimidas de la degradación acelerada de sus condiciones de existencia: retorno y permanencia de la desocupación, precariedad de las condiciones elementales de existencia, destrucción de la protección social, retorno del hambre o, incluso allá donde no hay hambre, enfermedades crecientes, retorno de la decadencia tanto individual como social, soberbia de las clases poseedoras y de una sociedad que expone con desparpajo de nuevo la riqueza de unos ante los ojos de todos a los que les falta. Estas manifestaciones múltiples de una degradación cualitativa de una situación que había parecido durante algunas décadas mejorarse, expresan que un período histórico está definitivamente clausurado, aquél donde, sobre la base de las relaciones políticas entre las clases establecida a partir del fin de la Segunda Guerra imperialista mundial, los dirigentes y cuadros de las organizaciones obreras, partidos y sindicatos, pudieron destilar en la clase obrera la ilusión mortal de que el capitalismo había sido finalmente "domesticado", "civilizado", que él daría siempre "tela para cortar" para algunos y, para otros, que él admitía la "coexistencia pacífica" y que no había, pues, ninguna necesidad urgente de plantear el combate por destruirlo como sistema mundial. La expresión "mundialización del capital" expresa, a falta muy ciertamente de un término mejor, el hecho de que estamos en un contexto nuevo de libertad casi total del capital para desplegarse y valorizarse sin tener que continuar sufriendo las trabas y limitaciones que él había sido forzado de aceptar, particularmente en Europa, después de 1945. Este capitalismo "liberado" de las trabas que lo entorpecían durante 40 a 50 años no es de ninguna manera un capitalismo "renovado". Simplemente reencontró la capacidad de expresar brutalmente los intereses de clase sobre los cuales está fundado. La expresión "agonía del capitalismo" es tan actual ahora como lo era en 1938; pero ella implica, ahora todavía más claramente que entonces, la idea de que la agonía del capital puede convertirse en sinónimo de la agonía de la sociedad humana como tal, si ésta se encontrara en la incapacidad histórica prolongada de superar un sistema que ha dado desde hace mucho tiempo todo lo que podía dar de positivo.
A propósito del término "imperialismo"
La "mundialización del capital" no se comprende más que como segmento de una fase más larga en la evolución del modo de producción capitalista. Los rasgos principales de esta fase han sido resumidos, en su configuración del comienzo del siglo, de forma sintética por Lenin en su obra de 1916. "Monopolios, oligarquía, tendencias a la dominación en lugar de tendencias a la libertad, explotación de un número creciente de naciones pequeñas o débiles por un puñado de naciones ricas o poderosas": todos estos rasgos se han exacerbado todavía más de lo que eran hace 80 años. Ellos traducen la manera por la cual se ha perseguido, para utilizar los términos de Trotsky, "la evolución del capitalismo [...] por una extensión sistemática de su base, [...] cada capitalismo nacional se dirige hacia las reservas del 'mercado exterior', es decir de la economía mundial, [...] para luchar contra sus propias contradicciones interiores." Sin embargo, la expresión "mundialización del capital" traduce las dificultades que puede haber al emplear, sin rodeos o discusión, un término al cual Lenin daba el sentido preciso de "capitalismo de transición". ¿Cuál es la naturaleza de estas dificultades? Ellas se refieren esencialmente a las calificaciones: "estadio superior del capitalismo", período de "transición del régimen capitalista a un orden económico y social superior", "capitalismo agonizante", que son centrales en la manera en la cual Lenin redactó varios capítulos. Recordemos cómo Lenin se expresa en el último capitulo de "El imperialismo, estadio superior..." El escribe particularmente: "De todo lo que ha sido dicho sobre la naturaleza económica del imperialismo, se desprende que debemos caracterizarlo como un capitalismo de transición, o con más exactitud, como capitalismo agonizante". Más adelante, añade la frase más conocida, donde después de describir con la ayuda de un autor alemán las operaciones mundiales de aprovisionamiento, producción y comercialización de un gran grupo, escribe: "Es evidente que estamos en presencia de una socialización de la producción, y no ante un simple ‘entrelazamiento’, que las relaciones económicas privadas y de la propiedad privada constituyen una envoltura que ya no corresponde a su contenido, que debe necesariamente descomponerse si se aplaza artificialmente su supresión (si, en el peor de los casos, la curación del absceso oportunista se prolonga demasiado), pero que será inevitablemente suprimida". En la época en que Lenin estima que el imperialismo puede ser definido como "el estadio superior del capitalismo" y donde él utiliza la expresión "capitalismo de transición", la perspectiva estratégica de una transición hacia el socialismo no es, en su inspiración y su método, ni utopista ni "blanquista". Dicha expresión reposa (lo cual es una prolongación del pensamiento estratégico ya expuesto en el Manifiesto del Partido Comunista) sobre la hipótesis totalmente realista, en 1916, de que existía una conjunción en un momento donde el carácter insoportable de los sufrimientos suscitados por el modo de producción capitalista lanza a las masas a la acción (en particular en el momento de la transformación de la guerra imperialista en guerra civil), entre dos procesos: a) Las fuerzas productivas y el proceso de socialización de la producción en el marco del capitalismo habían alcanzado un nivel suficiente para que la puesta en práctica del programa obrero y las bases de la sociedad socialista pudieran tener lugar inmediatamente. Esto resultaba tanto del nivel de desarrollo alcanzado por las fuerzas productivas, strictu sensu, como de la transformación de las relaciones sociales en el sentido amplio de una socialización, así como de una internacionalización de la producción (la "socialización de la producción" y "los cambios en las relaciones sociales de producción" de los que habla Lenin). b) La existencia de una clase obrera muy importante en número, fuertemente concentrada, derivada de la concentración misma de la producción capitalista y, sobre todo, organizada en las condiciones que Trotsky describió algunos años más tarde en un pasaje conocido de Y ahora donde dice: "Durante varias décadas, en el interior de la democracia burguesa, sirviéndose de ella y luchando contra ella, los obreros edificaron sus fortificaciones, sus bases, sus recintos de democracia proletaria: sindicatos, partidos, clubes de educación, organizaciones deportivas, cooperativas, [...] bases de apoyo de la democracia obrera en el interior del Estado burgués [...] de las cuales el proletariado tiene necesidad para la vía revolucionaria." Es la conjunción entre estos dos factores la que abría la "vía directa" de la revolución, "la solución más económica" para garantizar el porvenir de la humanidad. Debemos guardar luto por ella. La conjunción conoció un comienzo de materialización en las condiciones particulares expuestas en las tesis de La revolución permanente. Ella permitió que "la cadena imperialista se rompiera en su eslabón más débil", en Rusia. Pero la subordinación traidora de la socialdemocracia alemana a su burguesía permitió a ésta impedir que dicha cadena se rompiera en su punto más estratégico. Eso condujo al aislamiento de la revolución de octubre y creó las condiciones de las cuales surgió el estalinismo en forma directa. El absceso oportunista no solamente continuó en el tiempo, sino que se convirtió en una agresión contra la revolución y en dominación totalitaria de las masas en base a una forma inédita de inversión de las relaciones de clase surgidas de la primera revolución proletaria. La envoltura no ha cesado de pudrir, y este pudrimiento, luego de haber sido frenado durante dos o tres décadas, se ha acelerado de nuevo. La transición no podrá más hacerse en las condiciones en las que era posible a comienzos de este siglo. Los ámbitos de la democracia proletaria han sido debilitados o destruidos, y deben para reconstruirse. La clase obrera está todavía en tren de digerir todo lo que ha vivido como vacilación, traición o dominación burocrática totalitaria por parte de las direcciones surgidas de sus filas o que se adjudicaban su representación. Por otra parte, los problemas mundiales que el capitalismo dejará como herencia serán infinitamente más serios de los que hubieran sido en el caso de una transición hecha a partir de la revolución europea hace 70 o 75 años. "La humanidad -escribió Marx- no se plantea nunca más que los problemas que puede resolver, pues al mirar más de cerca, se verá siempre que el problema mismo no surge más que allí donde las condiciones materiales para resolverlo existen ya o al menos están en vía de llegar." Ahora bien, lo que la humanidad conoció en el siglo XX es el mantenimiento del capitalismo aun después de haberse planteado la cuestión de la desaparición de éste, como cuestión a resolver de manera inmediata, y después de que "las condiciones materiales de existencia" del socialismo "hayan nacido en su seno". Lenin presintió esta posibilidad, pero él todavía podía añadir en 1916 que ella "será necesariamente eliminada". Trotsky, en 1938, se vio obligado a decir, de modo infinitamente más "pesimista", que "...las premisas objetivas de la revolución proletaria no están sólo maduras sino que han comenzado a pudrirse...". En cuanto a nosotros, es a partir de las ruinas del estalinismo que debemos recomenzar. Pero, para que se reconstituyan las condiciones, necesariamente diferentes de las del pasado, donde la transición aparecerá de nuevo como posibilidad concreta, hay que proseguir también, actualizándola, con la caracterización del capitalismo y su crítica tan completa como sea posible. "Fenómeno en pleno desarrollo", como dijo Lenin, el imperialismo lo es sobre todo por el grado de parasitismo que él ha mostrado capaz de generar. Este es el punto desde el cual hay que emprender hoy la continuación de "la crítica del imperialismo".
La mundialización del capital: Un grado de internacionalización cualitativamente acrecentado
La "poderosa realidad independiente" no debe ser interpretada solamente en referencia a la esfera del intercambio ("la división internacional del trabajo"). Lo mismo que para la noción de "mercado mundial" de Marx, ella debe ser comprendida como englobando el movimiento del capital en sus tres componentes: capital comercial, capital productivo de valor y de plusvalía y capital-dinero centralizado y concentrado (llamado también capital financiero). Lenin hacía ya la constatación de que "la exportación de capitales, a diferencia de la exportación de mercancías, adquiere una importancia particular", como uno de los cinco rasgos fundamentales que definían la fase del imperialismo. Ese proceso se ha acrecentado sin cesar. El movimiento del capital productivo de valor y de plusvalía se ha internacionalizado y deslocalizado todavía más, lo mismo que la esfera de los mercados financieros donde el capital-dinero concentrado se mueve. En ese sentido, un universitario como H. Bourguinat defiende una manera de abordar el análisis que es infinitamente más "marxista" que la de muchos que se reclaman como tales. Poniendo los jalones del método a seguir para la investigación en economía financiera internacional, él escribe: "No hay que ir solamente de lo particular (los mercados financieros nacionales) a lo general (el mercado mundial) sino tratar también de analizar éste, desde el principio, como una red que tiene sus propias leyes, sus precios directores, sus determinaciones, sus actores [...]" sin descuidar por ello el rol que juega "el 'hecho nacional', que sigue existiendo, en tanto el mercado financiero mundial está jerarquizado y estructurado" (subrayado en el original).
La mundialización del capital como marco de la ofensiva contra las masas
En tanto que segmento particular de una fase más larga en la evolución del modo de producción capitalista, el período actual implica ciertas características tanto de la política (o más precisamente del cambio de las relaciones políticas entre las clases, como también en el interior de las principales clases), así como del movimiento interno de la acumulación capitalista tomada como tal. La noción de "relaciones políticas entre las principales clases" no fue nunca el objeto de los desarrollos teóricos que merece. Ella traduce el hecho de que la existencia de la propiedad privada de los medios de producción y del Estado burgués son compatibles con situaciones muy variadas en cuanto a la modalidad de participación de los partidos obreros en el ejercicio del poder al nivel del Estado, a la libertad de maniobra que dispone la burguesía y a las condiciones en las cuales tiene lugar la distribución del excedente social entre salarios (directos y diferidos) y ganancia. Inmediatamente después de la Segunda Guerra imperialista mundial, en la época donde la crisis revolucionaria del fin de la guerra fue contenida gracias al estalinismo, la burguesía extremadamente debilitada en todo el mundo, salvo en los Estados Unidos, tuvo que hacer concesiones muy importantes en todos los planos. Incluso la burguesía norteamericana, para tratar de superar la crisis y luego ganar la guerra imperialista, había sido forzada a ofrecer a la clase obrera el "New Deal". Estas concesiones tomaron forma en instituciones (la seguridad social, por ejemplo) y en estatutos. En muchos países, luego de haber sido algo disminuidos, estos derechos y posiciones habían sido luego de nuevo momentáneamente consolidados y extendidos como resultado de una lucha de clases que abarcó un conjunto de países entre 1968-69 (Francia, Checoslovaquia, Italia) y 1975 (caída de Saigón y revolución en Portugal). A partir de 1978, la burguesía mundial, conducida por sus componentes norteamericano y británico, emprendió, con cierto éxito, una modificación internacional en su beneficio y, por consiguiente, en el marco de prácticamente cada país, las relaciones políticas entre las clases. La burguesía mundial comenzó entonces a desmantelar las instituciones y estatutos que habían materializado el estado anterior de las relaciones. Las políticas de liberalización, desregulamiento y privatización que los Estados capitalistas adoptaron en uno y otro país desde el arribo al poder de los gobiernos de Thatcher en 1979 y de Reagan en 1980, restituyeron al capital una libertad para desplazarse a su antojo y moverse sobre el plano internacional de un país o continente a otro, como no había conocido desde 1914. En Francia, la puesta en práctica de estas políticas comenzó a partir de 1983, con la Unión de la Izquierda, bajo el impulso de gobiernos y ministros socialistas, primero Delors, luego Fabius, Bérégovoy y Rocard. El retorno al gobierno del RPR y de la UDF ha consolidado y ampliado el trabajo emprendido antes que ellos y que el gobierno Juppé ha querido impulsar más lejos. Es en los dominios de la moneda y de las finanzas, por un lado, y del empleo y de las condiciones contractuales del trabajo, por el otro, que las políticas de liberalización y desregulamiento han sido llevadas más lejos y de la manera más homogénea de un país capitalista a otro. Las prioridades dictadas por el capital son las del capital implicado en la extracción de la plusvalía en la producción de mercancía y de servicios, pero sobre todo de modo todavía más fuerte, desde hace quince años, las de un capital extremadamente centralizado que conserva la forma dinero y que pretende fructificar como tal en el interior mismo de la esfera financiera. El poder, sino la existencia misma de este capital-dinero, son defendidos por las instituciones financieras internacionales y los Estados más poderosos del globo, cualquiera sea su costo. Los 55 mil millones de dólares adelantados al comienzo del año por instituciones que ofician de "prestadores en último recurso" para evitar que una bancarrota del Estado mexicano ponga en marcha un proceso en cadena de desvalorización de la confianza en el plan mundial, lo han recordado una vez más. No es seguro que estas instituciones alcancen tal resultado indefinidamente. Pues las operaciones del capital-dinero incluyen un componente cada vez más importante de capital ficticio, cuya dimensión anuncia, tarde o temprano, el desencadenamiento de una gran crisis. La reaparición, en primer plano, del capital rentista fue acompañada con el retorno de la explotación bajo las formas más abiertas. El capitalismo implicado en la producción y el comercio concentrado utilizó la libertad que recobró al desplegarse y moverse a su gusto de un país o continente a otro, para comenzar a reimponer a la clase obrera de los países capitalistas avanzados las condiciones de explotación que no han dejado jamás de ser las de la mayor parte de los países bajo dominación imperialista. Ayudadas por la política seguida por los sindicatos, que consiste, en nombre de los "imperativos de la competitividad", en seguir cada vez más de cerca a cada burguesía, las empresas han podido utilizar su nueva libertad de acción para transformar las tecnologías contemporáneas en armas de guerra contra la clase obrera. El modelo anglo-americano, centrado en la desregulación y la "flexibilidad" de los contratos salariales, ha ganado terreno y ha servido para reconstituir un inmenso ejército industrial de reserva. Cada paso adelante en la introducción de la automatización contemporánea, fundado sobre los microprocesadores, ha sido la ocasión para destruir las formas anteriores de las relaciones contractuales tanto como los medios inventados por los obreros, sobre la base de técnicas de producción estabilizadas, para resistir a la explotación en el lugar de trabajo.
La economía mundial como unidad diferenciada y jerarquizada
El análisis de la economía mundial exige la reapropiación de las herramientas analíticas propias para aprehender lo que es una totalidad sistémica que comprende relaciones de diferenciación y de jerarquización. Es el concepto mismo de capital el que debe ser pensado como una unidad diferenciada y jerarquizada. El capital productivo (o capital implicado en la industria en el amplio sentido), el capital comercial (o capital implicado en el negocio y la gran distribución concentrada) y el capital-dinero deben ser abordados como "elementos de una totalidad, diferenciaciones en el interior de una unidad" (Marx, Postface a la Contribution a la critique de l'economie politique). De la diferenciación entre las tres formas pueden brotar contradicciones innegables. Pero, a pesar de lo profundas que ellas puedan parecer, están circunscriptas por el hecho de que el capital en todas sus formas reposa sobre la propiedad privada (lo que marca los límites de todo enfrentamiento económico o político entre los representantes de las diferentes fracciones) y hoy por el hecho de que las tres formas, incluso la forma del capital "productivo", están marcadas por un sello rentista extremadamente fuerte. La misma observación se impone para las relaciones entre Estados. El carácter de unidad diferenciada y jerarquizada vale para la economía mundial, entendida como relaciones de rivalidad, de dominación y de dependencia política entre Estados. La mundialización del capital y la pretensión del capital rentista de dominar el movimiento del capital en su totalidad no borra la existencia de los Estados nacionales sobre los cuales la tarea de defensa de la propiedad privada descansa más que nunca. Pero esos procesos acentúan los factores de jerarquización entre países, al mismo tiempo que redibujan la configuración. El abismo que divide los países participantes (aunque más no sea marginalmente) en la dominación económica y política del capital-dinero rentista y los que sufren esta dominación aumentó todavía más. Pero la mundialización y el triunfo actual del rentista fueron también acompañadas por modificaciones en las relaciones de clase entendidas esta vez como relaciones internas a las burguesías imperialistas. Los Estados Unidos acentuaron su peso no solamente por el desmoronamiento de la URSS y de los aparatos estalinistas, cuyas fracciones se comprometieron desde entonces en diversas modalidades, la mayoría de las veces mafiosas, de conversión al capitalismo, sino sobre todo en razón de una posición en el plano del capital financiero que es bien superior a la que ellos guardan en el plano industrial. El hecho de que Estados Unidos sea la fuente principal del parasitismo financiero que gangrena el capitalismo mundial no le impide imponer su hegemonía con todos los medios a su disposición. Los conflictos entre burguesías son, por definición, conflictos que se colocan sobre el terreno de un apego común al régimen de la propiedad privada. Es por eso que su forma, a la vez la más consumada y la más corriente, fue siempre militar. Hoy, como ninguna burguesía puede confrontarlo militarmente y como ninguna va a cuestionarlo en el plano del sistema de propiedad de los medios de producción, Estados Unidos disfruta de una situación sin precedentes históricos. La rivalidad entre modos de organización del capitalismo (capitalismo "renano", "nipón" y "anglo-sajón") no puede ir muy lejos y Estados Unidos, paso a paso, impone a los otros exactamente las reglas del juego que le convienen y que son calcadas de las necesidades del capital rentista del cual ellos son el corazón. Sin embargo, Estados Unidos no escapa al hecho de que "el mercado mundial domina, en nuestra época, todos los mercados nacionales" y que él contiene, más que cualquier otro gran país, la anarquía inherente al modo de producción capitalista, que alcanza su paroxismo en el dominio financiero. El día en que la crisis financiera estalle, su deuda pública será casi seguramente el epicentro.
Mundialización y fetichismo de las relaciones sociales
El recurso -en lo sucesivo casi permanente de los periodistas y políticos- de la "globalización de la economía" para designar la fuente de todos los problemas, les sirve para justificar, en nombre de obligaciones externas inexorables, la necesidad para los asalariados y la juventud de "adaptarse" a las exigencias del capital y aceptar todas las políticas retrógradas y destructivas de relaciones sociales y de existencias humanas puestas en práctica por los gobiernos. Pero, más allá de este uso apologético, el término devino sinónimo de una fuga hacia adelante en relación con los procesos y mecanismos sobre los cuales políticos, empresarios y banqueros reconocen que tienen cada vez menos control. El retorno con fuerza de la noción de "mercado" tiene la misma significación contradictoria. Su uso revela hasta qué punto la economía mundial globalizada abrió la vía a una expansión casi ilimitada del "fetichismo de la mercancía". Hoy a un grado más elevado que nunca, lo que algunos anuncian o denuncian bajo el nombre de "economía virtual" se relaciona con el análisis hecho por Marx de mecanismos al término de los cuales "el carácter social de la actividad y del producto, así como la participación del individuo en la producción, son extraños y reificados frente al individuo. Las relaciones que ellos mantienen son, de hecho, una subordinación a relaciones que existen independientemente de ellos y surgen del choque entre los individuos indiferentes los unos de los otros. El intercambio universal de actividades y de productos, que devino la condición de vida y la relación mutua de todos los individuos particulares, se presenta a ellos como una cosa extraña e independiente" (Marx, Elementos fundamentales para la crítica de la economía política I). El carácter fetiche de las relaciones capitalistas se multiplica con el resurgimiento, en una escala sin precedentes históricos, de las operaciones del capital, que conserva la forma dinero y se valoriza por punciones sobre los ingresos formados en la producción de valor y de plusvalía, pero sin salir de la esfera financiera. No está bien citar demasiado, pero aún es más absurdo parafrasear análisis que fueron el producto de un solo autor, o casi -incluso- de aquellos que analizaron el capitalismo bajo el ángulo de la crítica de la economía política y para combatir a la burguesía. En el capítulo XXIV del libro III de El Capital, Marx extiende la teoría del fetichismo al capital portador de interés o capital de préstamo, "la forma más alienada de la relación capitalista". (OJO: REVISAR CITA) En tanto que el interés es apenas una parte de la ganancia, es decir, de la plusvalía que el capitalista activo arranca al obrero, el interés se presenta ahora como el fruto propiamente dicho del capital, como la cosa primera; la ganancia, en cambio, que entonces adopta la forma de ganancia empresaria, aparece como un simple accesorio y aditivo que se agrega durante el proceso de reproducción. En este caso la forma fetichista del capital y la representación del fetiche capitalista llegan a su culminación. D-D' representa la forma vacía de contenido del capital, la inversión y la materialización de las relaciones de producción elevadas a la máxima potencia: la forma productora de interés, la forma simple del capital, en la cual éste es la condición previa de su propio proceso de reproducción. Es la capacidad del dinero o de la mercancía de hacer fructificar su propio valor, con independencia de la reproducción: "es la mistificación capitalista en su forma más brutal." "Es entonces en el capital productor de interés que se destaca con claridad ese fetiche mecánico: valor que se valoriza por sí mismo, dinero que engendra dinero. En esa forma, ya no ostenta las marcas de su origen". En el momento en que Marx escribía estas líneas, las operaciones del capital-dinero eran todavía de un monto muy débil. Ellas estaban sobre todo subordinadas al movimiento del capital industrial y no pretendían regir la actividad social completamente como hoy.
La curva de la producción capitalista al corazón del sistema mundial
La modificación de las relaciones políticas entre las clases en favor de la burguesía no anuncia un nuevo auge del capitalismo. La hipertrofia de la esfera financiera que se ha formado a partir de los años 70 no se comprende fuera de las contradicciones y de los impasses acumulados por la economía capitalista mundial al fin de la fase precedente. La figura 1, trazada por la Brookings Institution de Washington y reproducida en un trabajo de W. Cline cuyo título es revelador de las inquietudes de una parte de los funcionarios americanos: Los riesgos del estancamiento en los años 90, muestra bien cuál ha sido la curva de la producción capitalista desde hace 30 años, desde que el impulso dado por la reconstrucción de los estragos de la Segunda Guerra Mundial se han reabsorbido; la curva se inclina hacia la base, y es mucho antes de la severa recesión de 1974-75. En el curso de la década de los 90, la curva se ha estabilizado alrededor del 2% prolongando y confirmando la tendencia más larga. Ciertos institutos de investigación tienen la hipótesis de que ella va a caer todavía más. Es esta curva la que aclara, junto con los rasgos de la fracción dominante que vimos, la reflexión sobre el porvenir que el capitalismo puede ofrecer a la humanidad, ahora que el hundimiento del estalinismo lo ha dejado solo en carrera. En este fin del siglo XX, el análisis de la situación de la economía y de la sociedad mundiales debe ser abordado simultáneamente bajo dos ángulos. Por un lado, ella está marcada por la ofensiva generalizada del capital y de los Estados capitalistas contra la clase obrera, la juventud y las masas oprimidas. Por el otro, se constata la multiplicación de las manifestaciones no solamente del impasse de la economía capitalista en general, sino también de contradicciones propias al funcionamiento actual de la economía capitalista mundial y que son síntomas de una crisis económica mayor. El epicentro de estas contradicciones es el sector