El contexto socio-político de América Latina en el advenir del nuevo siglo ha provocado múltiples reacciones. La literatura de ciencias políticas ha denominado el proceso como “giro a la izquierda”, aludiendo a la emergencia de gobiernos populares o progresistas.
[1] Al interior de este espacio político, sedistingue entre orientaciones neodesarrollistas y estrategias más radicales –“buen vivir”, socialismo del siglo XXI
(Katz, 2013). En este marco, el período kirchnerista parece ubicarsedentro del primer modelo. La denominación de la etapa kirchnerista como neodesarrollista se ha generalizado en la literatura
(Basualdo, 2011; Féliz, 2012; Katz, 2013; Rinesi, 2011; Sanmartino, 2010).
Sin embargo, en algunos casos, parece haber una superposición de planos en la discusión, confundiendo las intenciones del gobierno con el proceso real concreto, asumiendo que un proceso social responde exclusivamente a una planificación o un modelo. En todo caso, se entiende que el objetivo es distinguir el modo de desarrollo en la etapa actual de momentos previos. En este respecto, es necesario insistir en que nuevas etapas o incluso ciclos económicos no definen por sí mismos nuevos patrones de acumulación. Como veremos, sin desmerecer algunas diferencias, no parece que exista un cambio estructural.
Lo que resulta especialmente problemático es la alusión al desarrollismo, como teoría y programa de la segunda etapa de sustitución de importaciones. Ante todo, resulta extraño que un programa venga a cumplir una tarea ya realizada. Volver sobre los pasos es asumir que el transcurso de la historia es trivial: ni el contexto externo es igual, ni las necesidades y posibilidades de la gran burguesía. En un plano más concreto, el desarrollismoproponía completar la matriz insumo producto, como siguiente paso lógico a la etapa “fácil” de la industrialización sustitutiva, superando la presencia de diversos cuellos de botella en las cadenas de valor. Esto no parece corresponderse ni con las intenciones ni con los logros de la actual etapa. Los casilleros vacíos de la matriz actual responden a la nueva configuración espacial de la producción, de acuerdo con las estrategias de internacionalización de la gran burguesía (local y extranjera), cuyo interés no es“reponer” la producción doméstica: tal “ineficiente” estructuración de la cadena de valor fue lo que se encargó de “sincerar” Martínez de Hoz.
[2] La actual fase de acumulación, lejos de contrariar la trayectoria de especialización del país, que define su inserción externa, parece consolidarla. Hablar de reindustrialización nos resulta, entonces, algo osado. No ha existido un proceso genuino de creación u afianzamiento de nuevas ramas de la industria, así como tampoco una caída significativa del coeficiente de importaciones. El crecimiento del PBI industrial, aunque importante por varios motivos, no es suficiente para definir una etapa como de industrialización.
Sin desmerecer otras diferencias, nos parece importante marcar aquí algunas continuidades respecto de los años previos, que marcan una fuertedependencia de trayectoria. Entre ellas, vale la pena mencionar al menos tres. En primer lugar, la precariedad y flexibilidad de las relaciones laborales se suman a los valiosos pero limitados logros en materia de salarios y empleo. En segundo lugar, la falta de modificación en la concentración y extranjerización de la estructura productiva, cuyos sectores concentrados se han beneficiado con ganancias extraordinarias. Por último, el sesgo financiero delaetapa, que puede notarse en diversos frentes. Veremos algunosde estos elementos en la siguiente sección. La sección ulterior discute los alcances del cambio estructural en base a algunos indicadores agregados. Por último, ofrecemos algunas reflexiones, tratando de superar el sesgo económico de la evaluación del neodesarrollismo.
Evolución económica
La evaluación de la fase actual en lo que respecta a la economía debe reconocer algunos elementos básicos relevantes. Ante todo, el fuerte crecimiento de la actividad: el PBI argentino se expandió a tasas elevadas tanto a nivel histórico nacional como a nivel contemporáneo internacional. En la misma tónica, la inversión alcanzó tasas muy elevadas para el país, a niveles desconocidos en décadas. Cualquier crítica creíble debe partir de estos reconocimientos. Ahora bien, surge de aquí una pregunta: siendo Argentina una economía capitalista, es decir, guiada por decisiones de inversión en búsqueda de gananciastomadas por propietarios particulares de los medios de producción, ¿qué es lo que hizo que volcaran masivamente recursos a la acumulación?
La respuesta parece encontrarse en que el programa aplicado por Rodríguez Saá y Duhalde, entre fines de 2001 y 2002, permitió una recuperación histórica de las ganancias de la gran burguesía
(Michelena, 2009). El programa, que consistía en devaluación, pesificación de la economía y cesación de pagos de la deuda externa, eran la demanda de una alianza de fracciones de la gran burguesía, el Grupo Productivo, constituido por la UIA, la CAC, CRA y más tardíamente ABAPPRA. Ninguna fracción de la pequeña burguesía ni de los trabajadores participó de su elaboración y aplicación inicial, incidiendo sólo posteriormente en su legitimación política
(Cantamutto, 2012). La magnitud de las ganancias permitió a la gran burguesía volcar recursos a la acumulación, al desendeudamiento y al atesoramiento.
[3]
Gráfico 1. Salarios reales (IV-01=100)
La contracara de este aumento de las ganancias fue la pauperización de las condiciones de vida de los trabajadores. Como se puede ver en el gráfico 1, el salario real promedio se desplomó en 2002, piso a partir del cual mostrará una lenta recuperación, para estabilizarse en los niveles de 2001 (que son a su vez un 30% menores que los de 1974). Sólo los trabajadores formales han logrado superar ese piso, y no por mucho. A partir de 2008, la aplicación del impuesto a las ganancias a los asalariados que superen cierto techo ha complicado ulteriores mejoras incluso en este sector, pues en caso de que los salarios ganen a la inflación, pasan a tributar la diferencia
(IPYPP, 2012). El salario mínimo, tras una fuerte recuperación hasta 2006, ha permanecido estancado en términos reales desde entonces. El desempleo, tras alcanzar su pico histórico en 2002, descendió velozmente hasta fines de 2007 al nivel aproximado de 7,8%, nivel al que ha permanecido -con oscilaciones- desde entonces.
[4]
Es decir, las mejoras estructurales del mercado de trabajo parecen haberse detenido desde 2007. ¿Qué explica esto? No hay una sola razón. El estallido de la crisis mundial en 2008 impactó cerrando los mercados de crédito para el país y disminuyendo la demanda externa (vía Brasil). Pero a esto se suma un elemento interno, definido por la erosión de los elementos que dieron forma a la salida de la Convertibilidad: apreciación del tipo de cambio, recuperación del salario medio y exigencias de pago por deuda luego de su legitimación en el canje, no eran buenas noticias la alianza del gobierno. Así, mientras el PBI en pesos crecía al 10% anual desde la elección de Kirchner hasta el 3° trimestre de 2008 (cuando cae Lehman Brothers), y pasó al 5% a partir de allí. Esto implica mayores disputas redistributivas, sobre las que el gobierno debió mediar.
Pero aún más, entre los sectores productores de bienes la tasa de crecimiento entre ambos períodos disminuyó de 9% a 2%, con la espectacular caída en el sector de construcción, que pasa del 21% al 1%. La industria manufacturera, por su parte, cae del 9% al 4%. Ambas caídas impactan fuertemente en la generación de empleo. La caída entre los sectores productores de servicios es menos marcada, pasando del 10% al 6%, ganando importancia en la generación del valor agregado total. La prédica productivista e industrialista encuentra aquí un dato que la contraviene. Más aún, la intermediación financiera creció a un 19% anual en el primer período, liderando por lejos el crecimiento sectorial en el segundo con un 14%.
La participación de la industria en el PBI permanece estable en torno al 16%, es decir, no hay señales de un impulso indutrializador. Las empresas más grandes concentran una parte mayor de la producción, y los sectores más rentables y dinámicos están en manos extranjeras (Azpiazu, Schorr y Manzanelli, 2012). El perfil primario de las exportaciones no se ha modificado: las escasas ventas nítidamente industriales son realizadas a Brasil, marcando la dependencia de ese mercado en el rubro, que evita una primarización aún mayor (Puyana y Costantino, 2012). La balanza comercial industrial muestra déficit en casi todos los rubros, compensada por el superávit de los sectores primarios, beneficiada por la bonanza de precios internacionales. Este superávit se ha visto erosionado lentamente, dificultando la compensación en la balanza de pagos de las remisiones de utilidades al exterior, los pagos de deuda y la fuga de capitales (Cantamutto y Costantino, 2012).
Es decir, si bien la etapa muestra una primera recuperación importante en diversos indicadores económicos y sociales, no muestra seguir sostenidamente un camino industrializante, creador de empleo, productivista, tal como el neodesarrollismo indicaría. Veamos si es posible sostener que se haya producido un cambio estructural.
No-cambio estructural
Para analizar si hubo o no cambio estructural en Argentina se utilizarán algunos de los indicadores propuestos por
CEPAL (2012). Como allí se afirma, no existe un indicador de eficiencia dinámica que no presente ningún sesgo; todos, de una u otra manera, tienden a sub o sobre estimar los cambios producidos en la estructura productiva y comercial.
[5] Por ello, proponemos evaluar varios de estos indicadores de forma conjunta, de manera que si todos apuntan en la misma dirección pueda decirse algo respecto del cambio estructural.
El cambio estructural de un patrón de acumulación basado en la explotación de sus ventajas comparativas (es decir, ventajas estáticas que dependen de la dotación de recursos de un país) puede medirse en términos del aumento relativo de la “eficiencia dinámica” del mismo. La eficiencia dinámica puede ser de dos tipos: “eficiencia schumpeteriana” (sectores con más altas tasas de crecimiento de la productividad, el conocimiento y las capacidades) y “eficiencia keynesiana” (patrón de especialización en sectores beneficiados por tasas más altas de crecimiento de la demanda, interna y externa).
Los indicadores de eficiencia schumpeteriana que utilizaremos son: (i) el gasto en investigación y desarrollo (como porcentaje del PBI); (ii) el número de patentes registradas en el país; y (iii) la productividad relativa de cada país en relación a la productividad de Estados Unidos. Los de eficiencia keynesiana serán: (i) el índice de adaptabilidad y (ii) su tasa de crecimiento. Este índice se define como la relación entre la participación de los sectores dinámicos y no dinámicos en las exportaciones totales del país (el porcentaje de los primeros con respecto al porcentaje de los segundos en las exportaciones totales). Un sector será dinámico si su demanda a nivel mundial (la tasa de crecimiento de las exportaciones) crece más que el promedio. Si el valor del índice es menor a 1 significa que el país exporta proporcionalmente menos productos de sectores dinámicos que no dinámicos y si es mayor que 1 significa que, proporcionalmente, el país exporta más productos dinámicos que no dinámicos.
Para identificar cuáles fueron los sectores dinámicos en cada periodo de tiempo se calculó la tasa de crecimiento de las exportaciones mundiales totales de mercancías antes y después de 2001, y se la comparó con la tasa de crecimiento de las exportaciones mundiales de cada producto. El resultado fue que para el periodo 1990-2001 las exportaciones dinámicas fueron: hierro y acero; químicos, maquinaria y equipo de transporte; equipos de oficina y telecomunicaciones; autopartes; e indumentaria. Para el periodo 2002-2011, las exportaciones dinámicas fueron: combustibles; hierro y acero; y productos farmacéuticos. Por último, se calculó para cada año qué peso tenían estos sectores dinámicos en las exportaciones totales.
Por último, incluiremos el índice de especialización tecnológica que refleja tanto eficiencia schumpeteriana como keynesiana. Es un indicador construido por CEPAL que muestra cómo cambia la participación de mercado de un país en las actividades de mayor contenido tecnológico respecto a su participación en actividades de menos contenido tecnológico. Si el indicador tiene un valor menor a 1 significa que la participación de las exportaciones del país en los mercados de productos con alto contenido tecnológico es menor a su participación en los mercados de bajo contenido tecnológico.
Sobre la base de las definiciones anteriores realizamos pruebas t de diferencia de medias entre los promedios de los indicadores en el período 1990-2001y los del período 2002-2011, variando la cantidad de años en algunos indicadores según la disponibilidad de datos. El objetivo de estas pruebas es evaluar si la diferencia en el valor de los indicadores entre los períodos es estadísticamente significativa, y en qué sentido lo es.Como puede verse en la tabla 1, no hay evidencia suficiente para afirmar que las diferencias de medias entre los periodos para todos los indicadores sean significativas. Esto significa que no podemos afirmar, con estos datos, que haya existido un cambio estructural en Argentina.
[6]
Tabla 1. Indicadores de cambio estructural y pruebas de hipótesis
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Indicador
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Promedio 1990-2001
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Promedio 2002-2011
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t*
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p-valor
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Eficiencia schumpeteria
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Investigación y desarrollo (% PBI)
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0,43
|
0,46
|
0,06
|
0,95
|
Nº de patentes
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23,75
|
22,57
|
-0,27
|
0,79
|
PtvL(Arg)/PtvL(EUA)
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0,29
|
0,26
|
-0,06
|
0,95
|
Eficiencia keynesiana
|
Índice de Adaptabilidad
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0,38
|
0,21
|
-0,37
|
0,72
|
Tasa de variación de IA
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0,08
|
-0,09
|
-0,31
|
0,76
|
Ambas eficiencias
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Índice de especialización tecnológica
|
0,20
|
0,18
|
-0,03
|
0,97
|
Las políticas económicas, pues, han sido insuficientes para modificar la estructura productiva y la inserción externa del país. La especialización en recursos naturales no ha hecho más que profundizar, en este sentido, la fuerte dependencia con devastadoras consecuencias en términos de la estructura del poder económico, el mercado laboral y la distribución del ingreso.
Entonces, ¿qué fue lo que cambió?
El surgimiento de gobiernos populares en la región no sólo no ha revertido la dependencia estructural del modelo de desarrollo orientado a la extracción de recursos naturales, sino que de hecho la ha profundizado, dando lugar a procesos que hoy se catalogan como “nuevo extractivismo” (Gudynas, 2009), “consenso de las commodities” (Svampa, 2013), “postneoliberalismo” (Sanmartino, 2010). Lo que señalan los autores es que este modelo de desarrollo primario exportador es la base del financiamiento de muchas de las políticas sociales llevadas a cabo en estos países. Así, lejos de poner en cuestión la inserción de los países latinoamericanos en el mundo como proveedores de materias primas, los gobiernos progresistas de Sudamérica han profundizado estas relaciones con la justificación de que el extractivismo es una condición necesaria para el desarrollo y, vía crecimiento y vía recursos fiscales, la disminución de la pobreza en Latinoamérica.
En el caso particular de Argentina, varios autores coinciden en que se trata de una profundización del modelo extractivista y primario exportador iniciado desde fines de la década del setenta, pero con algunas características distintivas.
[7] Féliz (2012) señala que la diferencia de esta etapa con la anteriores el acuerdo entre los sectores rentistas (sojeros y mineros) con los no rentistas (industriales, comerciales y financieros) respecto de un modelo que privilegie las ventajas comparativas profundizando la inserción extractivista de la economía y desarrollando ramas industriales vinculadas a este complejo exportador.
Sanmartino(2010) señala como elemento distintivo el papel más activo del Estado en la participación y redistribución (hacia subsidios industriales y políticas sociales) de las rentas de los sectores extractivos. Este papel activo del Estado se debería justamente a las necesidades de intervención para arbitrar entre fracciones de la gran burguesía, y entre ésta y los sectores populares
(Basualdo, 2011; Sanmartino, 2010).
En este proceso de profundización del modelo de desarrollo confluirán dos fuerzas importantes. Una primera fuerza es la “economía política del modelo primario exportador”
(Cantamutto, 2012; Costantino, 2012), donde los sectores primarios (tanto el agro concentrado como la minería) no son los sectores “ganadores” (en el sentido de que no son los que
definen las políticas) de esta nueva etapa (como sí lo son las fracciones del Grupo Productivo), pero tampoco son los sectores desplazados (como sí lo son las empresas privatizadas, la banca extranjera y una parte de la gran burguesía agraria). Es decir, a pesar de no ser los “ganadores”, pues una parte de la burguesía agraria está dentro de losdesplazados del modelo, los sectores primarios siguen imponiendo un modelo de desarrollo favorable a ellos. Esto es así porque: (i) el sector primario en Argentina es el que sigue permitiendo la acumulación en el sector industrial (a través de los subsidios financiados por las exportaciones primarias);
[8] (ii) el sector primario mantiene poder estructural, que es histórico y característico del desarrollo económico argentino; y (iii) existe un contexto internacional de precios altos de las materias primas que fomenta la acumulación en el sector primario. Esto explica las continuidades del modelo de desarrollo con la etapa anterior (antes de la devaluación) y se refleja en que los precios internos que los sectores primarios reciben aumentan después de la devaluación
(Costantino, 2012).
La segunda fuerza que influye en la profundización de modelo primario exportador en Argentina es la llegada de un gobierno popular. Varios autores señalan que este modelo de desarrollo primario exportador es la base del financiamiento de los subsidios a la actividad económica (para compensar a los sectores del capital desfavorecidos por la reestructuración de los precios relativos) y de las políticas sociales (necesarias para contener las demandas popularesen un contexto de recuperación estructural limitada de sus condiciones de vida). El Estado, como árbitro en el contexto de elevada conflictividad social, requiere de recursos para poder intervenir.
Estas dos fuerzas (la influencia de los sectores dominantes y las necesidades derivadas del rol del Estado), que fueron separadas para fines analíticos pero que están profundamente relacionadas, confluyeron en la profundización del modelo primario exportador característico de la etapa actual en Argentina. Esta profundización requirió de la atracción de inversiones extranjeras en proyectos primario-exportadores (monocultivos de soja, grandes proyectos mineros, etc.) debido a la elevada necesidad de recursos que estos proyectos requieren, y a la capacidad técnica y tecnológica que muchos actores nacionales no poseen. El neodesarrollismo, en este sentido, convalida varias de las tendencias estructurales más perversas del neoliberalismo (extranjerización, concentración de la producción, primarización, relego estructural de los trabajadores), aunque modificando su modalidad política, al requerir mayores intervenciones del Estado.
Bibliografía
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Basualdo, Eduardo,Sistema político y modelo de acumulación: tres ensayos sobre la Argentina actual, Atuel: Buenos Aires, 2011.
Cantamutto, Francisco,Economía política de la política económica: Coaliciones de gobierno y Patrón de acumulación en Argentina, 1998-2008. FLACSO: México, 2012.
-,"¿Giro a la izquierda? Nuevos gobiernos en América Latina". En RELACSOn° 2 (2013), 21 pág.
Cantamutto, Franciscoy Costantino, Agostina. "¿Superación de la restricción externa?". EnMarcha(15 de octubre de 2012), Buenos Aires.
CEPAL,Cambio estructural para la igualdad. Una visión integrada del desarrollo, Santiago de Chile, 2012.
Costantino, Agostina,La pampa sigue ancha y ajena. La persistencia del poder terrateniente en la región pampeana argentina en la etapa de la sojización. FLACSO: México, 2012.
-,"¿Gatopardismo sojero? Los efectos de la bonanza sojera sobre e cambio estructural en Argentina y Brasil". EnNueva Sociedad244 (2013), pág. 84–96.
Féliz, Mariano,"Neoextractivismo, neodesarrollismo y proceso de acumulación de capital. ¿Superando el ciclo stop-and-go? Argentina, 2003-2012". EnVII Jornadas de Sociología de la UNLP “Argentina en el escenario latinoamericano actual: debates desde las ciencias sociales”, FAHCE UNLP: La Plata, 2012.
Gudynas, Eduardo,"Extracciones, extractivismos y extrahecciones. Un marco conceptual sobre la apropiación de recursos naturales". Observatorio del desarrollo18 (2013), pág. 1–18.
IPYPP, "Mínimo no Imponible, análisis comparativo de Salarios, MNI, Precios y PBI: Lozano. Los dos Gobiernos". EnArgenpress(4 de julio de 2012), Buenos Aires.
Katz, Claudio, "Anatomía del kirchnerismo". EnRebelion.org(17 de enero de 2013), Buenos Aires.
López, Emiliano y Cantamutto, Francisco, "Situación económica y política de la clase trabajadora en la etapa de la post Convertibilidad". En V Jornadas de Economía Critica, Córdoba, 2012.
Manzanelli, Pablo,"Peculiaridades en el comportamiento de la formación de capital en las grandes empresas durante la posconvertibilidad". En Apuntes para el cambio1 (2011), pág. 23–37.
Michelena, Gabriel,"La evolución de la tasa de ganancia en la Argentina (1960-2007): caída y recuperación". EnRealidad Económica248 (2009), pág. 83–106.
Pérez Artica, Rodrigo"Un enfoque micro del ciclo posconvertibilidad". En Realidad Económica246 (2009), pág. 105–126.
Puyana, Alicia y Costantino, Agostina, "Sojización y enfermedad holandesa en Argentina: ¿la maldición verde?". EnSeminario Internacional “¿Cómo sembrar el desarrollo en América Latina?”,Revista Problemas del Desarrollo: México, 2012.
Rinesi, Eduardo,"Notas para una caracterización del kirchnerismo". En Debates y Combates1 (2011), pág. 141–172.
Sanmartino, Jorge,"Crisis, acumulación y forma de estado en la Argentina post-neoliberal". En Cuestiones de Sociología-Revista de Estudios Sociales5 (2010), pág. 235–253.
[1] Hemos discutido esta literaturaen
Cantamutto (2013).
[2]Uno de los objetivos de política clave del desarrollismo fue el sector energético. En la actualidad, este sector acusa algunos de los mayores desfasajes: desinversión, falta de regulación y corrupción caracterizaron su manejo, resultandoen un creciente déficit externo sectorial. La compra de participación accionaria del Estado en YPF (que
no es una estatización ni una expropiación) responde en parte a esta necesidad irresuelta.
[3]Esta tendencia a atesorar recursos aplicándolos financieramente parece signar la lógica de los capitalistas contemporáneos
(Manzanelli, 2011; Pérez Artica, 2009).
[4] Sobre las tendencias del mercado laboral y la conflictividad subyacente, ver López y Cantamutto (2012).
[5]Al respecto, ver
Costantino (2013).
[6] Comprobamos los mismos resultados considerando una periodización diferente, ligada al boom de precios internacionales
(Costantino, 2013).
[7] No sólo para el caso de la minería y del petróleo, sino también para el caso de los monocultivos de exportación (como la soja), los autores coinciden en que es posible hablar de “extractivismo”, en el sentido de que esta actividad cumple con las características de: (i) ser extraída en elevados volúmenes, no sólo términos de las toneladas producidas sino de los nutrientes de lenta o nula reposición que se extraen de la tierra para la producción; (ii) ser producida con una elevada intensidad, en términos de los efectos ambientales que produce (debido al uso de herbicidas altamente contaminantes como el glifosato); (iii) estar destinada casi exclusivamente a la exportación; y (iv) tener un mínimo procesamiento, es decir está incluida entre la categoría 0 hasta la 4 de la clasificación CUCI
(Gudynas, 2013).
[8] Estos subsidios son tanto directos (a través de la promoción industrial) como indirectos (a través de la baja en las tarifas de los servicios públicos).