Entrevistas de Graciela Pedraza
Córdoba: Comunicarte, 2015, 216 páginas
Este libro contiene doce entrevistas a militantes sociales que informan sobre otros tantos movimientos –muchos de ellos invisibilizados para los que vivimos en Buenos Aires–, que no forman parte de la “sociedad del espectáculo”. Se presenta en realidad una doble invisibilización. Una debido a que las luchas de estos movimientos no se encuentran ligadas al conflicto clásico entre capital y trabajo, que para algunos es el único conflicto válido. Por otro lado, debido a que son dirigidos por mujeres.
Están representados aquí los movimientos por la recuperación de la tierra de los pueblos originarios (Verónica Huilipan y Pety Piciñán, de la Confederación Mapuche), la lucha por el agua, contra la contaminación que producen las fumigaciones de las plantaciones de soja transgénica (Sofía Gatica, de Madres del barrio Ituzaingó), la lucha contra las mineras que envenenan nuestra cordillera (Marcela Crabbé, de la Asamblea Ciudadana de Chilecito, y Carina Díaz Moreno, de la Asamblea Ciudadana de Fátima), contra la explotación de los trabajadores rurales (Mirta Rosa Quiroga, del Movimiento Campesino de Santiago del Estero, Basilia Samudio, de la Federación Nacional Campesina de Paraguay, y Doralina Silvera, de los Tareferos de Misiones), por la salud, por una educación autónoma que respete la cultura de los pueblos originarios (Cipriana Palomo, de la Federación Pilagá), entre otras.
Son historias de mujeres que luchan y, como sucede generalmente en esta sociedad, que no sólo luchan por las causas que las convocan específicamente, sino también contra la cultura y la política patriarcal. En la mayoría de las organizaciones la participación femenina era prácticamente nula y estas mujeres comenzaron lentamente a trabajar a participar y con mucho esfuerzo se hicieron un lugar, a pesar de los prejuicios, a pesar de la desvalorización constante
Lo significativo de estos diálogos es que muestra que la acción política de estas mujeres no puede separarse de la vida cotidiana, demostrando de esta manera que los humanos no son sujetos políticos o sujetos económicos o sujetos históricos, sino que somos un todo, una complejidad que abarca todas estas dimensiones. Y justamente la fuerza de estas mujeres se centra en que no son diferenciables ninguna de estas dimensiones, sino que todas ellas están vinculadas en el entramado de sus vidas.
Oír las voces de los protagonistas de las luchas sociales siempre es maravilloso, porque las historias oficiales sólo guardan para sí, repiten, sólo los acontecimientos espectaculares, aquellos que pueden llamar la atención de las audiencias, los que aumentan el rating. Pero otras siempre quedan ocultas, muchas veces las más importantes, las que transforman a individuos aislados en un colectivo, en una comunidad, los hechos que rescatan de la historia otras tantas rebeliones, pequeñas, grandes, la mayoría de ellas finalizadas en derrotas, pero que regresan no como conmemoración, no para levantar monumentos ni estatuas, sino recuperando su verdadera potencia disruptiva.
La mayoría de los análisis sobre los movimientos sociales post 2003, señalan que estos se disolvieron –luego de su triunfo o su derrota– o que fueron cooptados o que se reconvirtieron en parte del elenco oficial. Este libro, más allá de la intención de su autora, demuestra con creces que los movimientos sociales gozan de buena salud, que están vivos, que siguen luchando. Principalmente porque el neokeynesianismo no pudo hacer nada para brindar soluciones a los problemas que los originaron, porque son contradicciones propias del capitalismo, sin solución dentro del propio sistema y que incluso por eso muchas veces fueron combaidas.
Aún hoy, compañeras como Sofía Gatica siguen luchando contra la contaminación ambiental. En la actualidad, en la localidad de Malvinas Argentinas de la provincia de Córdoba, donde la Asamblea Malvinas Lucha por la Vida mantiene hace más de dos años un acampe contra la instalación de la multinacional Monsanto, a pesar de haber sido reprimidas por la policía provincial y también atacadas por grupos enviados por la burocracia del sindicato de la construcción (UOCRA).
Los movimientos siguen vivos, la lucha por un mundo mejor continúa…