La crisis la causamos nosotros con nuestro hacer cotidiano y la resistencia a la dominación. Crisis de la forma de dominación y emergencia de una nueva subjetividad que consciente o inconscientemente estamos construyendo, ya sea obligados o por voluntad de conciencia.
El proceso de movilización desatado desde los acontecimientos sucedidos el 26 de septiembre, por la masacre de seis asesinados, 21 heridos y 43 desaparecidos, estudiantes de la Normal Rural de Ayotzinapa, Guerrero, por el más reciente acto de barbarie de los capitalistas y su Estado, ha propiciado una ruptura que hizo posible la emergencia de una generalizada movilización que ha causado crisis política al sistema de dominación que opera el Estado mexicano. Este momento se puede convertir en histórico para la construcción de una resistencia anticapitalista que pretende, en la vida cotidiana, la autonomía como proyecto.
Nos dice Omar García, estudiante de Ayotzinapa, de manera contundente, que su lucha no es por cambiar un presidente o un gobierno o un Estado, sino por cambios en las relaciones sociales, cambios profundos en los hábitos, en las relaciones persona a persona, entre grupos de personas.
[1] Es en este sentido que se pueden apreciar los esfuerzos de las comunidades y pueblos en veintiuno de los municipios del estado de Guerrero en los que han destituido, por la vía de los hechos, a los cabildos y han conformado Consejos Populares, con base en el artículo 39 constitucional.
La resonancia que ha provocado en todo el país la movilización de las familias de los desaparecidos y colectividades que los acompañan, significa que los esfuerzos por la autonomía no están aislados. Esta revuelta originada de manera evidente con el ezln y los municipios autónomos con sus Juntas de Buen Gobierno, es una de los principales referentes, como lo hace patente Omar García. Así, la potencialidad latente que existe por todo México en la perspectiva de este cambio radical se ha estado desplegando y ello se ha manifestado desde Chiapas 1994, Oaxaca en 2006, Michoacán en 2013 y ahora Guerrero en 2014.
Cada vez es más claro que estamos ante la guerra que los de arriba hacen a los de abajo, utilizando estrategias de contrainsurgencia para garantizar la dominación, asegurar el despojo y la explotación. En esa circunstancia, cada vez hacemos consciencia de la necesidad de crear formas y espacios de comunidad en resistencia para converger en tareas concretas, en perspectiva de la construcción de la autonomía como proyecto, en todos los ámbitos de la vida cotidiana, que es desde donde se reproducen las relaciones sociales, las cuales se viven a través de formas de hacer política, formas de hacer la educación, la salud, el trabajo, la convivencia, la cultura, etcétera; se tratan de hacer al margen del Estado y el capital, pues el sistema social capitalista no garantiza estas acciones de reproducción de la vida, de modo que sólo con el hábito y el ejercicio de nuevas formas de hacer se irá deshaciendo la vieja forma de relación social dominante y se instituirán otras relaciones sociales.
Pensar y reconocer las maneras en que se está dando este cambio, lleva a imaginar que podemos establecer, de manera amplia, relaciones de apoyo mutuo y acompañamiento para no estar solos. Sin embargo, la posibilidad de no estar solos debe ser, además de una consigna, una forma de vida cotidiana, a construir desde el aquí y el ahora, sabiendo que no
[2]estamos acostumbrados y, por tanto, no hay un hábito de acompañamiento y solidaridad, pero sabiendo que podemos crearlo. Sabiendo que no es fácil y que las formas de hacer que hemos reproducido hasta ahora han sido introyectadas en nuestra psique desde que nacimos, que las hemos incorporado a nuestra subjetividad. Pero hacerlo efectivamente no es fácil, como tampoco lo es seguir viviendo en la situación actual de guerra total contra toda la humanidad; una guerra que los capitalistas nos imponen sólo por su afán de acumular cada vez más y más capital y riqueza, y que en México es particularmente invivible ya esta guerra.
Convertir la crisis en ruptura y creación
Concebir y proyectar un cambio en la forma de las relaciones sociales no significa que de manera espontánea se crearán, que esto sucederá así nada más, sólo decimos que anima y fortalece lo que ya está en embrión, pero que también podemos esperar que emerjan nuevos colectivos y proyectos con perspectiva de autonomía. Con todo, aunque la rabia y el dolor se conviertan en digna rabia y disposición para movilizarse luchando, hará falta construir cotidianamente y tejer con paciencia otra forma de auto-organización, sin dirigentes y dirigidos, sin burocracias ni jerarquía.
¿Qué y cómo hacerlo? Ya estamos haciéndolo, de hecho ya estamos concretando por la vía de los hechos, uno donde la lucha y resistencia no se da aislada, pues nos encontramos y resonamos al converger, cruzarnos o agruparnos en lo que hacemos. Algunas cuestiones en las que ya estamos coincidiendo, entre otras, son las exigencias de acabar con lo que nos hacen los de arriba y los deseos de construcción de otra forma de relaciones sociales. Algunos ejemplos de esto son las siguientes:
-La exigencia común de aparición con vida de los desaparecidos y el esfuerzo por vincular a los más de veinte mil desaparecidos, por mencionar a los oficialmente reconocidos. Además, lograr que se haga evidente y se busque a los que están fuera de las cifras oficiales, sin olvidar entre ellos a los hermanos centroamericanos, que cuenta con más de cien mil personas asesinadas y desaparecidas.
-La entrega a sus familias de los más de 130 mil asesinados reconocidos oficialmente.
-La exigencia de no más desaparecidos y asesinados. Hermanados en la lucha y la resistencia anticapitalista lograr que aparezcan todxs los desparecidos.
-La construcción de educación autónoma, con lo que se podrá fortalecer el aprender a hacer otra forma de relaciones sociales, no dominantes, y construir otra forma de vida digna.
-Construir formas de autogobierno: podemos llegar a ser nosotros mismos, en cada comunidad, en cada barrio, en cada pueblo, quienes nos gobernemos; donde el que mande, mande obedeciendo.
-Construir formas de autocuidado, desde abajo y entre todos-nosotros. Tanto en la cotidianidad como en situaciones extraordinarias de lucha y conflicto.
-Construir nuevas relaciones sociales donde se vaya creando, desde lo que somos y desde donde estamos, cada colectivo y cada persona, una forma de hacer política que nos convierta en los estrategas de nuestra propia resistencia, destino y horizonte autónomo.
De la destitución del Estado a un nuevo imaginario social instituyente
Se puede observar que una característica que se manifiesta adjunta a la destitución de la autoridad que hemos hecho del Estado, es la crisis de la clase política como tal, es decir, la desestructuración como clase política dominante en tanto que, sin dejar de estar en condiciones de ejercer el aparato de Estado, ha perdido mucho de su capacidad para dominar. Sabemos que se acostumbra pensar y reducir la idea de dominio a la forma de hegemonía, entendiendo que con ello se incluye la fuerza violenta y el consenso en el proceso mismo de ejercer el poder político, pero la dominación no se reduce a la forma que subyace el ejercicio del poder.
Cuando los sujetos trastocamos o desestructuramos aquello que nos constituye y no queremos, se opera un proceso incipiente en la perspectiva de deshacer la relación social de dominio; lo cual no significa que deja de existir, sino que se trastoca y desestructura, como afirmamos. En este sentido es que podemos observar y sentir cómo es que emerge la no subordinación y en muchos sentidos la insubordinación que estamos viviendo luego de lo sucedido en Ayotzinapa.
El que esto suceda no es cosa menor. Representa un momento de suma relevancia para instituir condiciones de posibilidad de la modificación de la relación social entre los de arriba y los de abajo, al menos en cuanto el ejercicio del poder y la violencia del Estado. Tampoco decimos que no se puede ir más allá de la relación de dominio fundamental, sólo que es evidente la conciencia de la necesidad de auto-organización, que está emplazada y, a partir de eso, podemos crear organización política en la perspectiva de la no dependencia y la no insubordinación de los de arriba. Más aún, podemos desplegar los embriones de autonomía que ya existen en comunidades y colectivos por todo el país. Todo lo cual, teniendo en cuenta que la capacidad de destrucción violenta del Estado está instalada, y a pesar de la crisis de legitimidad de los altos mandos, aún tienen los mecanismos para obligar al ejército y sus policías de todo tipo a reprimir a la población; la deslegitimidad deriva del desgaste propiciado por someter a los soldados a reprimir a la población, el que se use a mandos menores como chivos expiatorios, como en el caso de la matanza de Tlataya.
Al respecto, los síntomas que dejan ver las acciones de la clase política no son tan relevantes como lo que está ocurriendo frente a la merma de la presencia y capacidad de control, dependencia y subordinación sobre los de abajo. Así, el que Cuauhtémoc Cárdenas renuncie al PRD, el que López Obrador haya sido expuesto como parte de los procesos de corrupción en la selección de candidatos a gobernantes, el que los altos funcionarios del gobierno federal se evidencien incapaces de operar el aparato del Estado (procurador, secretario de gobernación, secretario de educación, etc.), así como la exhibición del aparato militar y policíaco envuelto en la corrupción y perversión de su función de policía y seguridad gubernamental; todos síntomas evidentes también de crisis del sistema de gobierno.
La crisis en el funcionamiento del sistema político, la destitución de un régimen tomado por la clase política como instrumento de dominio, la crisis de seguridad que desemboca en constantes actos de represión, asesinatos, desapariciones, de corrupción, entre otros, son parte de los efectos emanados de una profunda descomposición del funcionariato autoritario, que se intensifica desde el año 2000, y que opera lo que el ezln llamó la Cuarta Guerra Mundial o Guerra total del capital contra la humanidad. Esta guerra contra los de abajo emergería luego de que la tercera guerra mundial que significó la guerra fría derrotara al bloque de países nombrados socialistas; guerra total que lleva veinticinco años como forma de hacer política para contener la insubordinación de los pueblos.
Formas de hacer política en apoyo mutuo y reciprocidad
En el momento actual en que se despliega la protesta y la organización de muchas maneras, debemos de ser capaces de reconocer las manifestaciones que van desde la no subordinación hasta la insubordinación, sabiendo que los ritmos y los tiempos de cada colectivo y comunidad son diferentes y que no es necesario obligar a confluir en un solo colectivo y en un tiempo determinado, ni en un solo río o camino, pues tarde o temprano todos llegan a confluir desde varias vertientes.
Tampoco sería conveniente acercarnos a la perspectiva de organizaciones políticas y partidos que promueven la participación en los espacios del sistema electoral, del sistema de gobierno, del sistema de partidos, con el argumento de que hay que evitar que el narco corrompa a los funcionarios del Estado, así sea disfrazados de fórmulas negativas como el sabotear las elecciones, cosa que de por si hacemos más del 50% de los mexicanos desde siempre y que incluso tiene acercamientos al 60% en muchas coyunturas electorales.
El Estado mexicano ya ha tenido que suspender no sólo las celebraciones oficiales públicas, sino también algunos de sus procesos regulares de funcionamiento que tiene como gobierno federal y estatales, no se diga en el orden municipal; más aún, en el ámbito de lo electoral la violencia y la represión con motivo de contiendas electorales ha provocado un colapso que ha impedido el funcionamiento regular de los procesos electorales desde la década de los ochenta.
Es importante tener memoria histórica, recuérdese que en 1988 la mayoría del pueblo mexicano quisimos experimentar la posibilidad de cambiar a través de la vía electoral, entonces nos dispusimos a votar y el resultado fue desastroso, atestiguamos cómo los dirigentes del Frente Democrático Nacional, que fue la forma que se dio la organización social, traicionaron el proceso de insubordinación e insurgencia civil que logró derrotar a Carlos Salinas de Gortari, candidato de los capitalistas neoliberales. No está de más recordar que estos dirigentes no reconocieron lo que se gestó desde abajo, tampoco se percataron de la potencialidad que tenía la insurgencia para echar abajo el fraude electoral y tomar en sus manos la mayoría de los municipios del país. No supieron interpretar lo que se venía gestando, de manera evidente desde 1982, la crisis profunda del sistema de partidos y electoral, muestra de lo cual fue que en 1.444 municipios de 2.424 que había en el país, hubo conflictos electorales con situaciones de represión, encarcelados y asesinados; creándose condiciones y disposición de los pueblos para que en 1988 tomaran en sus manos los gobiernos municipales.
Es por ello que ahora, los de arriba se disponen a limitar la autonomía que el artículo 115 constitucional concede a los municipios. De modo que ya están previniendo que la acumulación de comunidades y pueblos en lucha que habitan en la geografía territorial de lo que se conoce como delegaciones municipales, llegue a ser colapsada y se articulen las autonomías y declaren a municipios enteros como autónomos de verdad.
Hay muchas maneras de manifestar la confluencia de la rabia y no debemos constreñir y forzar el proceso de organización desde abajo, de modo que se obstruya el ritmo de cada colectivo y comunidad. Qué mejor que estar atentos y solidarizarnos con cada cual según su necesidad y no a partir de llamamientos en abstracto, donde la articulación a veces resulta que es una articulación en torno de un grupo de coordinadores que fácilmente adquiere carácter de dirigentes. Qué mejor que entender que confluir en la lucha es estar atentos a la necesidad de apoyo mutuo, como ha sido con los normalistas de Ayotzinapa.
Es pertinente estar atentos para manifestarnos con los que están en nuestro entorno inmediato. Hacer la lucha en nuestros propios espacios, donde habitamos cotidianamente. Sabemos que hay muchas formas de movilización y protesta que será necesario concretar para inhibir y desarticular la represión. De hecho podríamos dejar de manifestarnos solamente en la puerta del Estado, como de por sí ya se ha hecho, que es quien nos aplica la guerra. Caminar en silencio y sobre todo sin una política del espectáculo es imprescindible como forma de hacer política para inhibir la reproducción de relaciones de dirigentes y ejecutantes.
Que cada colectivo y organización social sea el estratega de su propia resistencia y que desde esa perspectiva y forma de hacer política, que cada construcción de espacios de comunidad en resistencia vaya confluyendo con otros, bajo la necesidad de apoyo mutuo y de forma horizontal. Tenemos muchos espacios sociales y cotidianos que apropiarnos, no solo la calle, ni de la misma forma. La solidaridad incluso debe ser entendida de modo que no se instrumentalice ni sea a partir de sentimientos de culpa y búsqueda de prestigio revolucionario, sino como apoyo mutuo y reciprocidad. Sólo bajo estas premisas podemos pensar en un proceso de confluencia verdadera.
La construcción de autonomías y el fortalecimiento de las que ya existen, es la forma de hacer política para instituir el por-venir, para dar forma a un mundo diferente al capitalista; se trata de hacer del espacio que habitamos una construcción social a partir del ejercicio de la autonomía y la dignidad. Una vinculación de las resistencias se constituye desde la construcción de lo colectivo en cada localidad y desde la cotidianidad de la lucha de quienes la realizan.
Pero también sabemos que es constituyente de esta dialéctica de rebeldía la propia contradicción y antagonismo del sujeto que lucha, individual y colectivamente, pues se sigue siendo producto de la cultura capitalista, aunque empezamos a negar la negación de que hemos sido objeto durante cientos de años de explotación, despojo, sexismo y racismo.
Con todo, ser parte de una sociedad y una cultura que tiene a la dominación como cualidad principal de las relaciones sociales, y que nos condiciona hasta inconscientemente, orillándonos al olvido por represión, favoreciendo la personalidad autoritaria en sus dos representaciones, como sujeto dominante y como subordinado, nos exige cuestionarnos y ver cómo generar una situación de autocrítica en la que se viabilice la capacidad de hacer conciencia de ello, cuestión indispensable para las formas embrionarias de hacer política de nuevo tipo, que es donde está la posibilidad de que el Ya Basta se transforme de la resistencia a la formas de autonomía, a la autoemancipación de las personas y el autogobierno de los colectivos sociales, que prescindan de relaciones de subordinación y dependencia.