26/12/2024

Mayo de 1968: Las palabras y el poder.

 

Mayo de 1968: Las palabras y el poder                             
(A Carolina)
 
 Los trabajos y los días  
“En Mayo los comportamientos desarticulan los mensajes.”
Jean Paul Arón, Los Modernos
 
Pocos movimientos sociales estuvieron tan directamente vincula­dos a los debates en el campo intelectual de su época como los sucesos de Mayo de 1968 en Francia. Huelga estudiantil, huelga obrera, movilización de sectores de poca tradición combativa se unen en la única crisis revolucionaria seria que se produjo en una metrópoli imperialista desde la posguerra. Cualquier análisis de este movimiento debe tener en cuenta la relación que existía en la década del 60 entre el trabajo de los intelectuales y la crítica radical del orden social.
En esos años las ciencias sociales habían experimentado un gran avance. Nuevas disciplinas hacían objeto de su análisis áreas poco estudiadas de la cultura. Los diálogos   interdisciplinarios derrumbaban las aduanas académicas de la ciencia burguesa. Esquemas de larga vigencia en el pensamiento moderno eran puestos entre paréntesis. El estudio de las sociedades coloniales derribaba mitos etnocéntricos. La evolución de los países del capitalismo central y de los regímenes burocráticos era sometida a una aguda crítica. Nos proponemos analizar parte de los debates que se desarrollaban en vísperas del ´68. Las discusiones giraban en torno a:
 
El conjunto de mensajes que circulaban en la sociedad, los códigos y canales a través de los cuales se transmitían, los sujetos que lo producían, su apropiación por los receptores y su rol en la fundamentación de un discurso y una praxis revolucionaria.
 
Queremos analizar la influencia de estos debates en la constitución de la atmósfera que rodeó al movimiento, la apropiación de elementos de estas polémicas por los actores sociales que participaron en la huelga y la proyección de estas cuestiones en los balances del ´68 que se hicieron en los años siguientes.
   
 
Las estructuras y los sujetos 
“...se corre un poderoso rumor entre las ranas que sostiene que el estructuralismo es algo así como una filosofía y que querría suprimir muchas cosas buenas, particularmente al hombre”
Whal, Federico; ¿Qué es el estructuralismo?
                                  
El conjunto de debates que intentamos analizar formaba parte de la gran polémica sobre la vigencia y validez del estructuralismo como método de análisis de la realidad. Esta corriente impulsada por el antropólogo Levi-Strauss, a partir de la lingüística de Saussure, sostenía que así como la lengua podía estudiarse como un sistema de elementos invariantes que mantenían relaciones entre sí [estructura], también podía estudiarse las estructuras básicas de las sociedades primitivas con el mismo método.[1] Esta metodología fue trasladada al conjunto de las ciencias sociales [crítica literaria, psicoanálisis, historia]. El estructuralismo se interesaba más por las categorías básicas del pensamiento que por sus contenidos y su relación con la totalidad social. Postulaba una oposición irreductible entre estructura e historia. Negaba el rol de un sujeto creador en el origen y evolución de las estructuras y presuponía el carácter inmanente de éstas. En los años 60 se comenzó a criticar a esta corriente como una ideología reaccionaria y antidialéctica, incapaz de servir de instrumento de análisis de las sociedades contemporáneas.
A mediados de esa década el estructuralismo alcanzó su máxima expansión junto con el comienzo de su revisión. En 1965 Michel Foucault publica Las palabras y las cosas. Un intento de escribir una historia de la episteme occidental como una sucesión de estructuras del pensamiento que van creando las posibilidades de su superación sin que en este proceso se produzca la evolución de los elementos internos del sistema, ni la crítica de los contemporáneos a las estructuras intelectuales de su época. En 1966 Lacan publica sus Escritos donde reduce al hombre “a un retorno de nuestro lenguaje” sólo existente en el discurso del otro. Ese mismo año Louis Althusser en Para leer el Capital propone un redescubrimiento del marxismo como ciencia que estudia las “formaciones económico-sociales”, no a partir de su evolución histórica sino como un sistema de relaciones de producción del que los hombres son meros portadores. Estas obras generaron una gran polémica. La lucha contra esta tendencia venía siendo sostenida por un grupo de intelectuales como Sartre, Goldmann, H. Lefebvre, Vilar, Parain, Garaudy, que desde distintos ámbitos impulsaban un diálogo del marxismo con otras disciplinas y corrientes [psicoanálisis, Annales, existencialismo, escuela de Frankfurt, Nietzchie]. La labor de estos hombres se desarrolló en los espacios críticos de la vida académica francesa y fueron un puente entre las novedades del pensamiento crítico y la militancia radical. Fuera de Francia, en otros dos países europeos, se daba una relación semejante entre el campo intelectual y la izquierda anti-sistema. Hablamos de Alemania, donde la revitalización del pensamiento de la escuela de Frankfurt sirvió de punto de referencia al movimiento estudiantil de aquel país. Esta misma relación la encontramos en Italia, de donde saldrán algunas de las críticas más agudas al estructuralismo [Della Volpe, Luporini, etc.]. Otro italiano, Umberto Eco, nos dejó en su libro La Estructura Ausente[1968] la impugnación más sólida del estructuralismo radical en vísperas de la revolución de mayo. Eco analizaba la pretensión de Levi-Strauss de que detrás de las estructuras míticas de una sociedad no debemos buscar su elaboración por un sujeto sino su inclusión en estructuras más amplias y generales. Por este camino se llega a la idea de la existencia de un meta-código, inmanente al hecho social mismo y de valor universal:
 
Sea lo que fuere que los mitos pretenden contar, ellos sólo repiten la misma historia. Y esa historia es la exposición de las leyes del espíritu sobre las que los mitos se basan. No es el hombre quien piensa los mitos, sino que los mitos piensan a los hombres; mejor aún: en el juego de posibles transformaciones recíprocas, los mitos se piensan entre sí.[2]
  
Los coloquios y las vísperas 
“Todos se incitan, se llaman, ponen en circulación el objeto que se compondrá, que circulan así de mano en mano, suspendidos del hilo del deseo, como el anillo en el juego de la sortija”
Barthes, Roland; Au séminaire
 
Es importante analizar el eco que tuvieron estas discusiones en espacios críticos que formaban parte del medio académico francés a fines de la década del 60. En distintas instancias y experiencias, que involucraban a profesores y estudiantes, se continuó el proceso de apropiación de elementos para inscribirlos en el orden de un discurso crítico del sistema. Estos espacios son el Seminario Abierto y el coloquio interdisciplinario. Como un testimonio de los cambios en la vida académica francesa, desde comienzos de la década del 60 algunos de los intelectuales de más prestigio [Barthes, Lacan, Kristeva] eligen como una forma de dar a conocer y desarrollar su obra el Seminario Abierto en el que participaban estudiantes, colegas y público en general. El Seminario es un espacio anti-autoritario donde se interroga a la obra de los maestros, se la desmonta y se la vuelve armar enriquecida.[3]
Queremos analizar una de las producciones intelectuales del trienio 1966-1968, que fue siendo desarrollada en un Seminario y que aportó elementos a las vanguardias de Mayo para su análisis de la circulación de mensajes en la sociedad. Se trata del trabajo de Julia Kristeva para redefinir el objeto de la semiótica abarcando una serie de prácticas extra-lingüísticas. Su objeto era el texto literario tomado desde su producción, reintroduciendo a los sujetos y a la historia en su análisis. Esta autora elaboró la noción de intertextualidad. La idea de que cada texto remite al conjunto de textos de la sociedad que los produce. El texto es ese espacio en donde se cruzan infinitos textos para adquirir un nuevo orden.[4] Como tendremos oportunidad de ver, esta noción tiene mucho que decirnos del movimiento de Mayo como fenómeno comunicacional.
Otro de los espacios de unión entre los popes intelectuales y la militancia del ´68 fue el coloquio interdisciplinario, donde se discutían los elementos que se agregaban a los debates más candentes. Queremos detenernos en dos de estos eventos celebrados en el año que precedió a la huelga. Ellos son: el ciclo de mesas redondas sobre el marxismo de Althusser, organizado por el Centro de Estudios Socialistas entre marzo de 1967 y enero de 1968, y el coloquio sobre la relación entre estructuralismo y ciencias humanas, realizado en la Sorbona el 22 y 23 de febrero de 1968.
En la discusión que se realizó en la Sorbona el 22 de febrero del año en que se cayó el cielo, polemizaron sobre la relación entre las ciencias del lenguaje y las ciencias humanas André Martinet, Antoine Culioli, Francois Bresson y Henri Lefebvre.
Será Francois Bresson quien defenderá la postura del estructuralismo radical. En su ponencia define a la estructura como un sistema de relaciones entre distintos objetos, estática e invariante. Este sistema nació en la lingüística, ya que la lengua sólo puede ser analizada como sistema, pero puede ser trasladada a otros campos del conocimiento ya que las ciencias sólo pueden constituirse a sí mismas abstrayendo su objeto de las formas elementales de su percepción y ergo -también- de su contexto histórico. Según Bresson la búsqueda de la evolución de los elementos de una estructura es una operación completamente injustificada.[5] Irrumpe en la discusión Henry Lefevbre, quien le recuerda a Bresson que la conveniencia que a veces tiene analizar el conocimiento como un sistema de relaciones fijas no significa que éste sea un fenómeno inmanente al hecho científico. Lefevbre hace una defensa del método dialéctico y pone el ejemplo del análisis marxista de las formaciones sociales. En Marx no existe oposición entre continuidad y discontinuidad. La discontinuidad permite analizar los grandes ordenadores sociales [modos de producción, relaciones de producción], su evolución y ruptura en el seno de estructuras precedentes. El momento de la continuidad permite estudiar objetos como la mercancía y su evolución a través de la historia, partiendo de un esquema elemental que arranca desde las primeras formas de intercambio.[6]
Los lingüistas Martinet y Culioli coincidieron en que no se podía trasladar porque sí conceptos y metodologías de la ciencia del lenguaje a las ciencias humanas. Señalaron que existe una oposición básica entre el sistema de la lengua y la historia. La lengua no puede evolucionar a un ritmo más rápido que el que permita a las generaciones que conviven en el tiempo entenderse entre sí. No obstante, insiste Martinet en que no puede sostenerse que el lenguaje es invariante y no conoce evolución. Propone ahondar los estudios de la lengua como sistema de comunicación y de esta manera hacer entrar en escena a los sujetos que hablan y su papel en la evolución del lenguaje.[7]
En la mesa redonda del 23 de febrero, Lucien Goldmann disertó sobre Estructura social y conciencia colectiva de las estructuras. Goldmann parte de la consideración de que el científico social puede encontrar en todas las áreas de la actividad humana [producción, arte, organización social, comunicación] comportamientos o estrategias que pueden ser estudiados como un sistema estructurado que garantiza cierta continuidad en las funciones básicas de cada sociedad. Esta constatación de que la estructura no es una invención de los estudiosos sino un esquema básico de la vida social, lleva a Goldmann a la conclusión de que es imposible analizarlas prescindiendo de los sujetos sociales:
 
Esa estructura significativa supone en cada caso la estructuración de un sujeto colectivo que obra de una manera racional o significativa en el seno de una situación, en medio de cambios de fundamento externo e interno.[8]
 
Existe una profunda relación entre los debates de febrero en la Sorbona y las mesas redondas que desde hacía un año se venían realizando para discutir la obra de Althusser. En ellas, Pierre Vilar y Stanley Pullberg denunciaron el anti-historicismo que hermanaba a Althusser con Lacan, Levi-Strauss y Foucault en la negación del papel de la praxis humana en la evolución de las estructuras sociales y las estructuras del pensamiento científico.[9] La ponencia de Francois Chatelet defendió el punto de vista de Althusser en uno de los aspectos más polémicos de su obra: la oposición radical entre ciencia e ideología. En el debate posterior André Akoun impugnó esta tesis analizando a la ideología y a la ciencia como dos lenguajes que circulan en la sociedad. La ideología constituye la forma básica de la comunicación social. En las sociedades de clase, la ideología es la de la clase dominante. La idea de la ciencia abstraída de la ideología es la utopía de una sociedad pura, sin mitos ni condicionamientos ideológicos. Propone pensar a la ciencia como un lenguaje que se integra en el seno del lenguaje ideológico, pero que se diferencia en que busca poner orden a los saberes y fundamentar cierto tipo de prácticas:
 
Y por consiguiente la idea de un lenguaje que, por ser lenguaje, al mismo tiempo es una práctica, elimina el falso problema de la relación entre la teoría y la práctica.[10]
 
Mientras los intelectuales debaten, los estudiantes radicalizados dicen lo suyo. En marzo de 1968, un grupo de dirigentes, que luego formarían el Movimiento 22 de Marzopublicó un folleto en el que reflexionaban sobre el rol de la sociología en el mundo moderno y denunciaban la falsa neutralidad de las ciencias sociales:
 
Uno encuentra sociólogos en la propaganda, en las mil formas de condicionamiento del consumidor, en el estudio experimental de los medios de comunicación; ahí también sin intentar criticar la función social de esos medios de comunicación.[11]
 
Resumiendo, podemos decir que en vísperas de Mayo de 1968 una serie de tesis que habían gozado de mucha difusión a comienzos de la década venían siendo seriamente cuestionadas en distintos espacios críticos: a] la idea de estructura como fenómeno ahistórico; b] el concepto de lenguaje como sistema independiente de la acción de los sujetos que hablan; c] el carácter inmanente de los códigos y sistemas simbólicos que circulan en la sociedad; d] la ausencia de sujetos colectivos detrás de los códigos sociales; e] la neutralidad de las ciencias sociales; f] la oposición entre ciencia e ideología. A la vez, se afirmaban una serie de elementos desarrollados en los espacios en que intelectuales y militantes se daban la mano. Entre ellos la idea del lenguaje como inseparable de los sujetos que hablan y se comunican a través de él, y la noción del saber
y la transmisión de mensajes como un proceso dialógico, como aquel en que Julia Kristeva veía la clave de la atmósfera intelectual en vísperas de la fiesta revolucionaria de Mayo del 68:
 
El dialogismo, más que el binarismo, sería quizá la base de la estructura intelectual de nuestra época. El predominio de la novela y de las estructuras literarias ambivalentes, las atracciones comunitarias [carnavalescas] de la juventud, [...] por no citar más que algunos elementos señalados del pensamiento moderno, confirman esta hipótesis.[12]
 
Las tomas y las redes 
“No se encarnicen tanto con los edificios, nuestro objetivo son las instituciones”
Paredes de París, Mayo del 68
                        
La imagen básica del movimiento de Mayo es la del pueblo apoderándose de los edificios y subvirtiendo los discursos y las prácticas de las instituciones que allí residían: universidades, fábricas, liceos, canales de televisión, teatros, colegios profesionales, etc. Mientras el poder del Estado burgués se replegaba, las asambleas soberanas y los comités electos se hicieron cargo de la gestión de estos lugares y buscaron establecer una distinta forma de comunicación entre sí y con la sociedad. Proponemos leer el movimiento de Mayo como la constitución de varias redes de comunica­ción horizontal. Mientras se rompía el diálogo vertical entre gobernantes y gobernados, estas redes buscaron establecer diálogos multidireccionales con grados desiguales de convergencia.
 
 
Las palabras y las vanguardias
“La revolución burguesa fue jurídica, la revolución proletaria fue “económica”. La nuestra será social y cultural, para que el hombre pueda devenir él mismo, y no se contente más con una ideología humanizante y paternalista”.
Carta de la Sorbona
  
En la película La Chinoise [1967], Jean Luc-Godard contaba la historia de un grupo de estudiantes maoístas que se refugiaban en un departamento de las afueras de París, durante un verano, para estudiar “marxismo-leninismo” en una mezcla de carnaval y seminario de catacumbas. Se trata de una película polifónica e intertextual, organizada en movimientos como una sinfonía. Los protagonistas contestan reportajes que se les realizan desde detrás de cámaras y cuyas preguntas el espectador no escucha. Van adornando las paredes de su casa con fotos de Sartre, de una reunión del Buró del PCF y con afiches de la revolución cultural china. Reciben clases de un estudiante argelino que les lee fragmentos de un libro de Althusser, organizan un rompecabezas del pensamiento moderno escribiendo en distintos órdenes nombres de pensadores críticos sobre un pizarrón, acusan al estructuralismo de ser una ideología reaccionaria y organizan una representación satírica de la guerra de Vietnam. Este rescate cinematográfico de esquemas con que se buscaba analizar el proceso de producción de los mensajes nos sirve de base para analizar las redes de comunicación y los distintos discursos motorizados por las vanguardias de Mayo.
Distintos grupos radicales actuaron en Mayo dialogando entre sí y con las masas. El universo de la izquierda radical francesa estaba surcado por infinitos diálogos. Diálogos entre trotskistas y anarquistas, forjados en la acción común durante las grandes huelgas de posguerra. Diálogo de estos grupos con corrientes socialdemócratas de izquierda, que recuperan una línea histórica de sindicalismo combativo que había sido bloqueada por el reformismo socialista. Diálogos entre marxistas que redescubren el pensamiento libertario y anarquistas que buscan incorporar el análisis marxista a su corriente.[13]
Tanto el organismo gremial de los estudiantes, la UNEF, como la agrupación que tendrá más peso en la gran huelga, el Movimiento 22 de Marzo, fueron el polo aglutinante de grupos radicales que provenían de distintos horizontes. El discurso de todas estas corrientes encontraba un espacio común en el imaginario antiestatal y autogestionario presente en todas ellas. Este imaginario se nutría de la reapropiación de imágenes provenientes de los movimientos históricos que estas tendencias tomaban como referencia: las secciones parisinas de 1792-94, la Comuna, los soviets de Petrogrado en 1905 y 1917, la revolución Espartaquista, la huelga general francesa de 1936, las comunas libertarias en la revoluc­ión española, la revolución cultural china. Este imaginario unificaba a corrientes de clara inspiración antiestatista [anarquismo,
consejismo, situacionismo] con otras que mantenían en su corpus doctrinario una tensión no resuelta entre centralismo jacobino/autoorganización de las masas [trotskismo, maoísmo, socialistas de izquierda]. Desafiando a la “sociedad de la abundancia” reaparece un lenguaje que muchos creían perdido. Así lo dice un militante entrevistado por el mexicano Carlos Fuentes:
 
Oponemos un lenguaje nuevo, radical, al lenguaje momificado del poder, del parlamento, de las elecciones y de las formaciones políticas tradicionales.”[14]
 
Interrogado por Fuentes sobre cómo se concilia la descentralización autogestionaria con la complejidad de la industria moderna, le contesta que las formas modernas de comunicación permiten conciliar la planificación con la autogestión:
 
Revolucionariamente, las comunicaciones facilitarían las formas de vida autónomas y descentralizadas, al tiempo que asegurarían una planificación sin sacrificio de la autogestión.[15]
 
La nueva ideología autogestionaria se daba la mano con la reflexión sobre los impactos que las nuevas formas de la comunicación tenían y podían llegar a tener en la vida moderna. La comunicación horizontal fue uno de los mecanismos que utilizaron los estudiantes y profesores para subvertir la vida de las universidades ocupadas. Los seminarios abiertos y los cursos se desarrollaron demostrando que una educación no-autoritaria era posible. La vida de los claustros en esas semanas conoció la explosión de la palabra multiforme. Una de sus expresiones más profundas fue la organización de los estudiantes por nacionalidades [españoles, italianos, mexicanos, argentinos], que realizaban seminarios para analizar la situación de sus países a la luz del movimiento francés. Los estudiantes españoles establecieron un diálogo sumamente fluido con los trabajadores ibéricos que constituían la mano de obra barata de las plantas automotrices francesas. Estudiantes, obreros y exiliados republicanos con banderas rojinegras tomaron el Colegio de España en un acto contra la dictadura franquista.[16] Ha sido mérito de Alain Touraine haber destacado la importancia de la ocupación de los Liceos por los comités de estudiantes y docentes [CAL]. En estos institutos, que al contrario de la universidad no conocían la experiencia deliberativa, la gestión de la comunidad y la subversión de discursos y prácticas apuntó al corazón mismo del autoritarismo pedagógico francés, en momentos en que éste estaba comenzando a ser objeto de reflexión por distintos estudios de sociología educativa.[17]
¿Cuáles fueron los canales que utilizaron las vanguardias para comunicarse con los demás actores sociales del movimiento? Por empezar, a través de los volantes y folletos que cada grupo repartía casi a diario para fijar su posición ante la marcha de la huelga. Un estudio del análisis del discurso, con base en el método lexicográfico, individualizó dos tipos de escritura de las vanguardias de Mayo. Una “escritura de cadena”, en la que se repite el mismo vocabulario y se busca proteger la coherencia del grupo frente al desarro­llo de los hechos. Una “escritura de trama”, en la que se maneja un vocabulario más diversificado y se mantiene una posición más versátil frente a la evolución de la huelga.[18] Lo interesante es que estas dos formas de escritura no se reparten a partir de las fronteras ideológicas. La escritura de cadena se verificaba en el Partido Comunista Francés, que mantuvo una posición entre hostil y oportunista frente a la huelga, y la Federación de Estudiantes Revolucionarios, de inspiración trotskista. La escritura de trama abarca a grupos como la Juventud Comunista Revolucionaria [trotskista], y los Situacionistas. Grupos como el Movimiento 22 de Marzo, la Unión de Juventudes Comunistas marxistas leninistas [maoísmo] y el Partido Socialista Unificado [socialistas de izquierda] participan de ambas.[19] Todas estas agrupaciones convivieron en las redes más radicales de espacios tomados y orientados por comités de base.
Los grupos radicales no lograron establecer un acuerdo con las masas sobre la base de la constitución de un contrapoder. No obstante hubo vasos comunicantes que establecieron diálogos entre las distintas redes que formaban el movimiento. En los meses previos a Mayo, grupos de distintas universidades del país organizaron cortes de rutas con los obreros de algunas fábricas en conflicto.[20] Durante la huelga se realizaron acciones exitosas, como la marcha de los estudiantes a la planta de Peugeot desafiando el boicot del sindicato de industria de esa firma.[21] El diálogo obrero-estudiantil continuó en los años que siguieron al ´68 en distintos comités barriales que se formaron durante la huelga.[22]
El documento tal vez más representativo del lenguaje radical del ´68, la Carta de la Sorbona, es un ejemplo de composición intertextual de los mensajes políticos. En él se impugnan las imágenes que el discurso del poder había construido alrededor de las nociones de “obrero” y “estudiante” [Tesis I, IV, VII, XV y XXVIII], se denuncian los mitos del sistema burgués de saber; la ideología del progreso [Tesis XIX], la autonomía de los tecnócratas respecto a la política [Tesis XXI], oposición entre ciencia e ideología [Tesis XXIII], y se buscaba establecer la filiación del movimiento en el ciclo de las revoluciones modernas [Tesis XII, XVI, XXIV, XXV, XXVI, XXVII, XXIX][23] Las Tesis de la Carta... se construyeron con elementos que circulaban en los ámbitos de discusión previos a la huelga y con diagnósticos hijos de la experiencia de Mayo. Las palabras finales de la Carta... reafirman la necesidad de la construcción dialógica y son de una vigencia muy fuerte:
 
¡Relean este llamado una y otra vez! ¡Sean sus autores! ¡Corríjanlo! ¡Difúndanlo por millones de ejemplares! Y cuando seamos todos sus autores, el viejo mundo se hundirá y dará paso a la unión de los trabajadores de todos los países.[24]
 
Las palabras y los muros
 “¡Arriba la comunicación! ¡Abajo la telecomunicación!”
Paredes de París, Mayo de 1968
 
Antes de pasar a analizar la acción de las masas en la huelga queremos detenernos en la forma de expresión que ha quedado como símbolo del movimiento. Se ha dicho que en Mayo “las paredes hablan”. Queremos hacer una pequeña reflexión sobre quiénes hablaban a través de las paredes, cómo construían sus textos y qué decían a través de ellos. Los grafitti eran obra de militantes anónimos. Proponemos no incluirlos entre el conjunto de mensajes de las vanguardias como tales. Sugerimos analizar a los grafitti como un tipo de palabra en la que los autores rompían con la escritura de los grupos a los que adscribían y hacían un ejercicio de intertextualidad, mezclando textos que provenían de distintos horizontes y de sus propias vivencias de la huelga. ¿Cuál es el texto que nace de la resultante de las inscripciones de Mayo? Las citas textuales reproducidas en los grafitti convocan a los jacobinos y los rabiosos de la gran revolución, a los pensadores más revulsivos del iluminismo [Sade], a los pensadores y líderes más radicales del marxismo y el anarquismo [Marx, Proudhon, Bakunin, Lenin, Trotski, Rosa Luxemburgo] y a los poetas malditos desde el decadentismo al surrealismo [Rimbaud, Verlaine, Artaud, Breton]. Volcándose a la sátira sobre el presente hacen su propia agenda e impugnan la moral sexual dominante, encaran la crítica de la vida cotidiana y denuncian la ideología jerárquica que inunda la sociedad. Los grafitti de Mayo son un gran texto donde se entrecruza todo el pensamiento crítico moderno y se trazan nuevos niveles de crítica al presente. Un texto con un destinatario múltiple, anónimo y colectivo. Un texto donde explotan la lengua, la historia y hasta los discursos más radicales.[25]
 
 
Las palabras y las masas 
“..., hay todo un saber político de los obreros [conocimiento de su condición, memoria de sus luchas, experiencias de estrategias]”
Foucault, M.; Más allá del bien y del Mal
                 
Los trabajadores, profesionales y simples vecinos que participaron del movimiento también formaron sus redes de comunicación. La red de consejos de las fábricas ocupadas fue la más extensa, la que encerraba el embrión de un contrapoder y la única que tenía una historia atrás. La clase obrera francesa conoció la experiencia de los consejos de fábrica en la gran huelga de 1936, durante la Liberación y en las huelgas salvajes de 1947-48 y 1953 contra la política de pacto social. Hacia 1968, una nueva clase obrera, producto de los cambios en el capitalismo francés, entra en escena. El obrero de la línea de producción junto a los técnicos e ingenieros, piezas claves de la planta automatizada, habían ido elaborando un contrapoder obrero puertas adentro de las distintas secciones de la fábrica. Las nuevas formas de lucha consistían en el pequeño boicot y la reducción de las cadencias que alteraban los ritmos y desbarataban las pautas de programación.[26] Esta es la experiencia que avanzó desde las fábricas a las calles en el ´68. La recuperación de los saberes técnicos, expropiados por los sistemas de trabajo industrial [fordismo], así como la subversión de la racionalidad industrial capitalista por medio de la autogestión, son los ordenadores del discurso que circula en la red de fábricas tomadas. En una fábrica de Brest los ingenieros reorganizaron la producción y fabricaron walkie-talquies para intercomunicar a los huelguistas, el comité de huelga de Nantes controló la salida y la entrada de la ciudad y emitió bonos para pagar a comerciantes y agricultores, en las fábricas de cemento de Mureaux una asamblea depuso al director que fue rechazado en las otras sucursales en huelga, los obreros de la fábrica de pilas de Saint Ouen impidieron con barricadas el acceso a los burócratas de la CGT, los obreros químicos en Vitry buscaron establecer contactos con sus pares de fábricas de otros países europeos, en Rouen y en Sochaux los huelguistas refugiaron a los estudiantes perseguidos por los cuerpos especiales [CRS] y los repelieron cuando éstos intentaron tomar las fábricas.[27] Las plantas no fueron el eje de un poder revolucionario, pero constituyeron una red de comunicación horizontal donde circulaba el discurso de una praxis subversiva del poder del capital sobre la producción.
Aparte de los obreros, otros sectores de poca tradición combativa salieron al ruedo. Los colegios de abogados y arquitectos fueron tomados por la masa de profesionales jóvenes que repudiaban la cultura corporativista de sus asociaciones.[28] Al comenzar la represión, escritores, cineastas y actores tomaron las sedes de sus asociaciones reviviendo una tradición de pronunciamientos políticos de los artistas desde la posguerra [la Liberación, la guerra de Argelia][29] En este mismo orden se produjo la toma de la televisora francesa [ORFT] por los periodistas, en protesta contra la distorsión de la información sobre el movimiento y la persecución a los periodistas que no acataban estas pautas.[30] El más poderoso de los mass-media modernos sufrió la impugnación de su supuesta neutralidad por sus trabajadores. El discurso que reunió a todas las redes del movimiento fue el rechazo a la represión y el avance del poder político sobre los derechos de las personas. Esta fue la bandera que presidió las grandes movilizaciones que se apoderaron de París en el momento alto de la huelga [13 de mayo-30 de mayo]. Un pueblo declarado en estado de asamblea no pudo constituir una voluntad revolucionaria única, pero sentó las bases de un lenguaje que encerraba la esperanza de ser dueños de su propio destino.
 
Los balances y las lecciones
“El discurso es contrarrevolucionario”
Paredes de París, Mayo de 1968
 
En la primera oleada de libros y artículos sobre este movimiento encontramos varios balances que enfocan con particular atención los aspectos comunicacionales de la huelga. Jean Braudillard, en su Crítica de la Economía Política del Signo [1972], tomaba al ´68 como un test del papel de los medios de comunicación en la sociedad. Según Braudillard la transmisión de la huelga por los medios electrónicos era la prueba concluyente del carácter vertical del mensaje televisivo. La huelga hegemonizada por los consejos de planta y los comités de base, al ser retransmitida en la “universalidad abstracta” de los media, se uniformó alrededor de sus reivindicaciones más básicas [aumento de salarios] y anuló la red horizontal establecida por los huelguistas.[31] Roland Barthes, en un artículo publicado pocos meses después de la revuelta, analizó los distintos códigos a través de los cuales se vivió el acontecimiento. Recalcó el peso de la oralidad y de la transmisión instantánea de los hechos [radio] como un rasgo distintivo de los nuevos movimientos sociales. Señaló las limitaciones de la palabra estudiantil y su convergencia con un lenguaje académico que la neutralizó dentro del discurso tecnocrático.[32] Estudió el campo simbólico formado por signos cuyo significado era reconocido por todos los grupos en pugna [barricadas, banderas rojinegras, automóviles, bolsa de comercio].[33] Barthes señaló que el movimiento podía ser leído como una forma de violencia:
 
...un lenguaje de la violencia, es decir de signos [operaciones o pulsiones] repetidos combinados en figuras [acciones o complejos], en una palabra un sistema.[34]
 
Si Mayo fue una derogación de determinados esquemas de interpretación de la realidad, Barthes propone no tratar de descifrarlo como una estructu­ra unitaria sino pensarlo como “...el establecimiento de un juego de estructuras múltiples” y verlo como punto de partida de una nueva forma de leer los mensajes y códigos sociales.
Dos trabajos de los meses siguientes a la revuelta intentaron hacer un balance de los distintos aspectos del movimiento, colocando en primer plano la cuestión de los mensajes producidos por los sujetos que participaron en la huelga. Se trata de La Toma de la Palabra de Michel Certeau y de El Movimiento de mayo o el comunismo utópico de Alain Touraine. Ambos autores ven en Mayo una experiencia que adoleció de limitaciones por su carencia de programa y por no ser producto de un proceso previo. Ambos escriben bajo la impresión de que el movimiento había sido desarticulado con relativa facilidad. Sin embargo Certeau y Touraine intentan definir aquellas huellas que la acción masiva de mayo-junio habían dejado en la escena francesa. Certeau ve a Mayo como la irrupción de nuevos sujetos sociales, que toman la palabra para impugnar en distinto grado aspectos del orden social hasta el momento no cuestionados. La palabra radical fue la palabra estudiantil, vehículo de un nuevo lenguaje simbólico que rechazaba los valores de la sociedad de consumo.[35] Los grupos menos radicales cuestionaron tácitamente las distintas representaciones que implicaban una delegación de poder [políticas, sindicales] a través de las tomas y el ejercicio de la democracia directa por las masas. Como dice Certeau, en Mayo el pueblo se tomó en serio el lenguaje democrático.[36] Esta palabra impugnadora no alcanzó para crear una unidad política e intelectual nueva, porque se limitaba a rechazar el viejo orden sin llegar a definir una identidad propia.[37] En las elecciones que siguieron a la huelga se votó por la vuelta a una normalidad cuya suspensión no había producido una solución alternativa. Tanto las elecciones como el aluvión de libros sobre Mayo, fueron mecanismos para neutralizar el movimiento por medio de la reconstitución de las representaciones políticas y la interpretación de la huelga por el cúmulo de saberes académicos.[38] Certeau hace una reflexión interesante sobre la influencia de los sucesos de mayo-junio en el debate sobre la validez del estructuralismo. Descree que la huelga haya herido mortalmente a esa corriente y sus esquemas. Reconoce que la toma de la palabra por tantos sujetos ponía en tela de juicio el esquema que negaba la evolución y la ruptura en el paso de una estructura intelectual a otra. Pero, mirando el movimiento en su conjunto, ¿acaso no había quedado demostrado que la estructura absorbió el acon­tecimiento?[39]
Estas reflexiones pertenecen al clima de vuelta a la normalidad de los meses siguientes a mayo, pero la producción intelectual de la década siguiente demostró que el punto de infle­xión en el debate de las ciencias sociales fue mucho más profundo. Para Certeau, el principal legado de Mayo es la crítica del sistema de saber de la vieja sociedad, basada en la idea del “conocimiento como un poder sobre los objetos”, crítica que permite pensar el conocimiento como un intercambio entre los distintos sujetos.[40] Para Touraine la gran huelga fue un impresionante ensayo de anti-sociedad. En las semanas que duraron las tomas, los espacios de la producción material e intelectual fueron reapropiados por los sujetos que hacían posible su funcionamiento. Sin embargo, el movimiento no tuvo los mismos objetivos en las masas trabajadoras que en las minorías intelectuales que protagonizaron la experiencia más radical. Los periodistas y técnicos de la ORFT, desnudando los mecanismos de la manipulación de la información; los profesores y estudiantes de las universidades, impugnando el orden académico por medio del seminario anti-autoritario; y los docentes y alumnos de los liceos, haciendo la crítica del autoritarismo pedagógico, son para Touraine los más vigorosos embriones de contrapoder que se desarrollaron en la red de instituciones tomadas. Para Touraine Mayo fue un poco más que la toma de la palabra. El movimiento encontró sus límites en el momento en que no fijó sus objetivos hacia la impugnación del aparato central del Estado.[41] Este movimiento que no se constituyó en un contrapoder, dejó como legado una experiencia antiautoritaria protagonizada por millones de personas. Esta idea la expresó Foucault al iniciar la revisión de su obra bajo el impacto de Mayo, en un debate en 1971:
 
Es capital que decenas de millares de gentes hayan ejercido un poder que no había adoptado la forma de organización jerárquica. Solamente, siendo el poder por definición lo que la clase en el poder abandona menos fácilmente y tiende a recuperar antes que nada, la experiencia no ha podido mantenerse por esta vez más allá de algunas semanas.[42]
 
Los ecos y los senderos
 El poder tenía a las universidades,
los estudiantes las tomaron.
El poder tenía a las fábricas,
los obreros las tomaron.
El poder tenía la ORFT,
los periodistas la tomaron.
El poder tiene el poder,
¡A tomarlo!
Paredes de París, Mayo de 1968
 
El día después de la gran contestación, ¿podía seguir afirmándose que los hombres eran meros portadores de las relaciones de producción?, ¿podía seguir insistiéndose en la imposibilidad de ejercer la crítica superadora de las estructuras intelectuales de cada época?, ¿se podía seguir sustentando la neutralidad del aparato educativo, del establishment académico y de la labor científica o la oposición irreductible entre ciencia e ideología? Mientras un torrente de libros y artículos buscaba escribir la historia de los acontecimientos de Mayo, otro tipo de reflexión, menos instantánea, más difusa, comenzaba a arrojar luz respecto de la huelga y su proyección sobre los debates en el campo intelectual. Este proceso retomó la labor que se venía desarrollando en vísperas de la revuelta, enriqueciéndola con los datos de la realidad que la acción de las masas había aportado. Es el momento de la reflexión sobre las relaciones entre el poder y el saber, sobre los mecanismos de control sobre las personas por medio de un conjunto de disciplinas, sobre las formas de autorrepresión del deseo en las sociedades modernas, sobre la sexualidad como el punto de fuga de una serie de discursos [jurídicos, médicos, psiquiátricos] que hacen a la arquitectura del poder en el mundo contemporáneo, y sobre la violencia transmitida a través de los distintos saberes y prácticas institucionales. De las ruinas del estructuralismo nació un nuevo escena­rio intelectual, cuyo punto de partida fue claramente sintetizado en un artículo sobre la obra de Foucault:
 
Mayo representó un desafío fundamental a la visión de lo social como constituido por sistemas de comunicación o intercambio simbólico, sobre los que el estructuralismo de los primeros 60 se había fundado. También puso en claro que las estructuras simbólicas, lejos de desarrollarse de acuerdo a una lógica inmanente, estaban determinadas por y servían para ocultar relaciones de poder.[43]
 
Desde otro ángulo de la reflexión, desde donde se buscaba apropiar elementos del trabajo de los intelectuales para fundamentar una teoría y una praxis revolucionaria, tal vez el balance final sobre Mayo no esté saldado. Proponemos pensar este problema a partir de la siguiente idea: el papel del lenguaje y la comunicación como elemento revolucionario y su relación con el problema del poder.
Mayo, como movimiento impugnador de las relaciones entre dirigentes y dirigidos, de la racionalidad económica del capitalismo y del establishment académico y científico, tuvo dificultades para arribar a una síntesis única, y esta misma dificultad se presenta a la hora de su apropiación por las fuerzas que pugnan por elaborar una crítica del sistema en las postrimerías del siglo. La resultante de las distintas palabras impugnadoras del ´68 es que cuestionaban no sólo el sistema capitalista y sus distintas fundamentaciones ideológicas sino que también sacaban a la luz los déficit y puntos oscuros de los modelos políticos que se presentaban como alternativos [izquierda tradicional, regímenes burocráticos, modelos de partidos centralizados, etc.]. Las palabras que cuestionaban el sistema, cuestionaban también muchas de las formas de construcción política que se postulaban como su negación. Así lo planteó Jaques Ranciere al desarrollar su crítica al marxismo de Althusser a comienzos de la década del 70:
 
En Francia en Mayo de 1968, las cosas se aclararon brutalmente. Mientras la lucha de clases explotaba de manera declarada sobre la escena universitaria, el status de lo Teórico fue puesto en cuestión, no por el consabido palabrerío sobre la praxis y lo concreto, sino por la realidad de una revuelta ideológica de masas. Ningún discurso “marxista” pudo ya sostenerse apelando a la afirmación de su propio rigor. La lucha de clases, que tomaba por blanco el sistema burgués de saber, nos planteó el problema de la significación política, del carácter revolucionario o contrarrevolucionario del mismo.[44]
 
Mientras los dioses agonizaban, la palabra estallaba en el seno de cada espacio o grupo y elegía sus propios interlocutores sin necesidad de pasar por aduanas políticas o académicas. Esas palabras desencadenadas, que impugnaban las mismas cosas pero que no marchaban en la misma dirección, representaban un desafío intelectual y político. Esa misma necesidad de reorientar las ciencias sociales a un objeto de estudio [la sociedad] que se volvía cada vez más imposible de reducirse a una contradicción única, se proyectaba en el plano político en la necesidad de fundamentar un discurso y una praxis revolucionaria capaz de integrar las distintas formas de resistencia a la opresión que se verifican en el tejido social. Mayo terminó de instalar en la agenda de la izquierda radicalizada de las metrópolis imperialistas fenómenos como la opresión de género, los problemas del medio ambiente, las minorías, la crítica a las instituciones carcelarias, psiquiátricas, etc. Hoy, como en los días de Mayo, los grupos que pugnan por distintas causas particulares establecen sus propios diálogos más o menos exitosos con la sociedad. El desafío representa la posibilidad de construir las herramientas teóricas y políticas que permitan a la militancia revolucionaria establecer una relación multidireccional y dialógica con las distintas redes y espacios desde donde se impugnan las relaciones de poder que se verifican en la sociedad. Ese redescubrimiento del lenguaje, como comunicación y como herramienta política en los días de Mayo, se proyecta sobre los debates en los que se busca redefinir el sujeto político y social de la revolución, así como sobre la forma de construir experiencias autogestionarias y de democracia directa, embriones de nuevas relaciones sociales. No se trata de decir “adiós al proletariado” o “chau a las vanguardias”, sino de repensar el sujeto social y político a partir de la diversidad de identidades y experiencias que coexisten en el seno de las clases subalternas. No se trata de construir pequeñas Icarias aisladas del mundo, sino de impugnar al sistema en todas partes y hacer que la palabra de los oprimidos hable por sí misma.                 
Al filo del fin del siglo, es ingenuo seguir pensando que en aquella primavera parisina la imaginación tomó el poder. Pero sí podemos decir que fue un pequeño segmento azaroso y fecundo de la larguísima marcha hacia la aurora de una nueva sociedad. Un momento y un lugar en el que las masas se encaramaron a los altos miradores de la historia y llegaron a atisbar lo que había del otro lado del horizonte. Cuando las palabras y las cosas fueron casi lo mismo.    
 
[1] Badcock, C.R.; Levi-Strauss. El Estructuralismo y la teoría sociológica; México, FCE, 1979.
 
[2] Eco, Umberto; La Estructura Ausente; Bs. As., Lumen, 1972;  pág. 408, 1a. edición 1968, subrayado en el original.
 
[3] Sarlo, Beatriz; El Mundo de Roland Barthes; Bs. As, Ceal, 1991; págs. 29-31.
 
[4] Kristeva, Julia; Semiótica I/II; Caracas, Fundamentos, 1981; primera edición 1969; Tomo I; El texto cerrado; pág. 147.
 
[5] Labrousse, E.; Zazzo y otros; Las Estructuras y los hombres; Barcelona, Ariel, 1969; Las ciencias del lenguaje y las ciencias humanas; págs. 29-39.
 
[6] Labrousse, E.; Zazzo y otros; op. cit.; págs. 21-23.
 
[7] Ibídem; págs. 53-58.
 
[8] Ibídem; Estructura social y consciencia colectiva de las estructuras; pág. 108.
 
[9] Vilar, Pierre; El Método Histórico; pág. 57; y Pullberg, Stanley; Nota para una lectura antropológica de Marx; págs. 143-147, en Dialéctica marxista y pensamiento estructural; Bs. As, La Salamandra, 1973.
 
[10] Chatelet, Francois; Ciencia e ideología [discusión] en Dialéctica...; pág. 263.
 
[11] Cohn-Bendit, Daniel; Deteuil, Jean Pierre; Gerard Bertrand y Granautier; Sociólogos para qué, en Poder Estudiantil; Caracas; Tiempo Nuevo, 1970; pág. 460.
 
[12] Kristeva, Julia; op. cit.; Tomo I; La Palabra, el diálogo y la novela; pág. 225.
 
[13] Joyeux, Maurice; El anarquismo y la rebelión de la juventud; Bs. As., Editorial Freeland, 1972; primera edición 1970; págs. 97-150.
 
[14] 14. Fuentes, Carlos; La Francia Revolucionaria: Imágenes e ideas, en La Revolución Estudiantil; San José de Costa Rica, Educa, 1971; pág. 37.
 
[15] Ibídem; pág. 36.
 
[16] Vidal Valla, José M.; Mayo' 68. La imaginación al poder; Barcelona, Bruguera, 1978.; Comunicado del comité de ocupación del colegio de España, pág. 227.
 
[17] Touraine, Alain; El movimiento de mayo o el comunismo utópico; Bs. As., Signos, 1970; primera edición, 1969; Contra el autoritarismo: los CAL; págs. 185-191. Sobre la sociología de la educación en Francia: Bordieu, Pierre y Passeron, Jean-Claude; Los Estudiantes y la cultura; Barcelona, Nueva Labor, 1967 y Bordieu, Pierre y Passeron, Jean-Claude; La Reproducción; Barcelona, Laia, 1981; primera edición, 1970.
 
[18] Maingueneau, D; Introducción a los métodos de análisis del discurso; El enfoque Lexicológico; pág. 44.
 
[19] Ibídem.
 
[20] Touraine Alain; op. cit.; Estudiantes y trabajadores; págs. 44-53.
 
[21] Vidal Valla, José M.; op. cit.; págs. 71-72.
 
[22] Fuentes Carlos; op. cit; págs. 36-37.
 
[23] La Revolución...; La carta de la Sorbona; págs. 203-212.
 
[24] Ibídem; pág. 212.
 
[25] Colecciones de grafitti de mayo de 1968 en La Revolución Estudiantil; págs. 14-15.; Cohn-Bendit, D; Sartre, Jean Paul y Marcuse, Herbert; La imaginación al poder; Barcelona, Argonauta, 1988; primera edición, 1969; págs. 77-91.
 
[26] Howard, Dick; Nueva situación, nueva estrategia: Serge Mallet y André Gorz, en Sartre, Lefevre, Althusser y Mallet; Bs. As., 1975, pág. 136.
 
[27] Mandel, Ernest; Lecciones de mayo 1968 en Paris. Mayo 1968. La prerrevolución francesa; Bs. As., Editorial Tiempo Contemporáneo, 1970, págs. 159-162; reeditado en El Mayo Francés de 1968, Bs. As., Editorial Antídoto, 1998.
 
[28] Touraine, Alain; op. cit.; Contra el autoritarismo: los CAL; pág. 188.
 
[29] Fuentes, Carlos; op. cit; págs. 22-26.
 
[30] Touraine, Alain; op. cit.; La información; págs. 192-197.
 
[31] Braudillard, Jean; Crítica de la economía política del signo; México, Siglo XXI, 1995; primera edición, 1972; págs. 211-212.      
 
[32] Barthes, Roland; La escritura del acontecimiento, en París...; pág. 213.
 
[33] Ibídem; págs. 214-215.
 
[34] Ibídem; pág. 216.
 
[35] Certeau, Michel; La Toma de la palabra y otros escritos; México, Universidad Iberoamericana, 1995; págs. 39-41.
 
[36] Certeau Michel; op. cit.; págs. 54-57.
 
[37] Ibídem; págs. 59-61.
 
[38] Ibídem; págs. 39-41.
 
[39] Ibídem; pág. 72.
 
[40] Ibídem; pág. 76.
 
[41] Touraine, Alain; op. cit.; págs. 197-203.
 
[42] Foucault, Michel; Mas allá del bien y del mal, en Microfísica del Poder; Madrid, La Piqueta, 1990; pág. 43.
 
[43] Dews, Peter; Poder y Subjetividad en Foucault, en Hora, Roy y Tarcus, Horacio [comps.]; Disparen sobre Foucault; Bs. As., Cielo por Asalto, 1995; pág. 147.
 
[44] Ranciere, Jacques; La lección del Althusser; Bs. As., Galerna, 1974; primera edición 1973; pág. 205, subrayado en el original.

 

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