04/12/2024
Por , Schachter Silvio
El miércoles por la noche, nos llega el mensaje de Juli desde Rio: “Papa mataron a mi amiga Marielle”. No podíamos creer la noticia, estupor, dolor, rabia, indignación, ante el golpe helado, la cobarde ráfaga homicida que le arrebato la vida a los 38 años.
Ellas se conocían desde hace 13 años, su hija Luyara tenía entonces solo seis años, desde entonces las unió la militancia social y política, fue amistad a primera vista, juntas recorrieron favelas, el morro y el asfalto. Compartiendo luchas y proyectos. Dando clases para los jóvenes pobres o haciendo campaña para la candidatura del abogado de los derechos humanos Marcelo Freixo, a quien acompaño durante años.
Marielle, se crio en la Mare, en la zona norte carioca, la misma a la que le cantaron los Paralamas en su tema Alagados, allí aprendió del dolor y la solidaridad de los de abajo. Incansable, lúcida, corajuda, apasionada, irradiaba un entusiasmo contagioso. Marielle era mucho más que una legisladora ejemplar, sus enemigos no podían permitir que una mujer negra, madre soltera y favelada expusiera sus crímenes, sus abusos, no toleraron que una negra amenazara su historia de atropellos e impunidad. Como en Honduras, en otro contexto, no toleraron que una mujer indígena Lenca, Berta Cáceres defendiera los derechos de su pueblo ante la voracidad de oligarcas y las corporaciones internacionales.
Marielle fue elegida vereadora (concejal) por el PSOL, fue sorpresivamente de las cinco más votadas, su figura fue creciendo como una de las más populares y valoradas entre los pobres de Rio de Janeiro, una voz femenina que en la legislatura, como antes desde el llano, denunciaba la política de extermino de la juventud negra, condenaba el racismo, la homofobia, la intolerancia, una voz socialista y libertaria en una ciudad tomada por la barbarie de los aparatos represivos del Estado, la violencia policial y los grupos narco, en un país con un sistema político corrupto y en descomposición. Por eso la mataron, para borrarla y dar una señal mafiosa que busca sembrar el miedo y el terror que paraliza.
Tomó su mandato para transformarlo en un generoso acto colectivo, que ofrecía una nueva forma de hacer política, donde se reflejó un universo militante que contenía una amplia diversidad de voces y temas. Allí está entre muchas compañeras, la sobrina de Amarildo, el obrero de la Rocinha asesinado por la policía en 2013, cuyo emblemático caso tuvo a Marielle como activa parte de la campaña por su aparición con vida y castigo a sus victimarios.
En los días precedentes ella venia denunciando las violaciones practicadas por la Policía Militar en Acari, puso en su muro de FCB “Tenemos que gritar para que todos sepan lo que está sucediendo en Acari en este momento. El 41° Batallón de la policía militar de Río de Janeiro está aterrorizando a los residentes de Acari. En esa semana dos jóvenes fueron asesinados. Hoy la policía ha estado en las calles amenazando a los residentes. Sucede desde siempre pero con la intervención militar se ha puesto aún peor”.
El “estado de excepción” se ha convertido en política regular de Estado. En Rio de Janeiro, de 2003 hasta fin de 2016, fueron 12.623 muertes provocadas por acciones policiales, menos del 5 % son investigadas y casi todas permanecen impunes. En ese año, hubo aproximadamente tres casos de muerte e por intervención policial por día. Esta dramática situación tenía a Marielle en el centro de su actividad.
Ayer Cinelandia, donde se encuentra la sede de la legislatura, fue cubierta por decenas de miles que reclamaron justicia, la escena se repitió en numerosas ciudades de Brasil y su figura se ha transformado en una referencia mundial. Para quienes gozaron de su amistad, para quienes como yo, la conocimos en breves pero intensos momentos, ver su nombre en los carteles, ver llorar a una multitud en las calles de su ciudad y en los rincones más profundos de las favelas, escuchar el grito de bronca querida Marielle Franco: ! Presente ¡ es compromiso.
16/03/18