23/11/2024
Por Gángó Gábor ,
Describiendo un arco temporal que va del idealismo alemán a las últimas producciones del “marxismo occidental” –rótulo cuya validez es puesta en cuestión en este mismo volumen–, y ocupándose de escritores y pensadores tan destacados y disímiles como Immanuel Kant, Johann Gottlieb Fichte, Johann Wolfgang Goethe, Karl Kraus, György Lukács y Walter Benjamin, el libro de Gábor Gángó que aquí presentamos detalla una serie de reflexiones originales y agudas, que hacen plena justicia a la tradición del pensamiento centroeuropeo: un pensamiento marcado por la amplitud de criterios y por la apertura a las más diversas corrientes de pensamiento. Acorde con tal apertura es el interés del autor en realzar la importancia de aquellas tendencias antipositivistas y antidogmáticas en la historia del marxismo que, de manera insistente, cuestionaron la burocratización y el sometimiento bajo la disciplina partidaria, y que al hacerlo invocaron el sustancial radicalismo –teórico y práctico– de la filosofía de Marx. A esta línea crítica, heterodoxa y a menudo tachada de herética pertenecen dos pensadores que ocupan un lugar señalado en este volumen: el Lukács de Historia y conciencia de clase y el brillante marxista polaco Stanisław Brozozowski, autor de obras tan relevantes en el desarrollo del materialismo histórico como La cultura y la vida o el Anti-Engels, e iniciador, junto con el filósofo húngaro, de una orientación antipositivista que vertebró, a lo largo del siglo XX, los aportes más relevantes de la teoría marxista. En esta misma línea cabría colocar a Walter Benjamin, cuyas tesis Sobre el concepto de historia, retomando y continuando ideas de Historia y conciencia de clase, despliegan un hondo cuestionamiento de los cimientos en los que cimentaban sus argumentaciones las tendencias positivistas infiltradas en el marxismo: la idea de progreso, la apelación a un materialismo mecanicista, la aplicación simplificadora de las categorías de base y superestructura, la celebración acrítica del avance técnico, la postergación de la lucha de clases en nombre de un análisis economicista que pretende reducir las luchas por el socialismo a un juego con fórmulas matemáticas, o a un experimento encauzado a medir las contradicciones entre el desarrollo de las fuerzas productivas y el de las relaciones de producción.
Pero los ensayos de Gángó no se concentran solo en la dimensión política de los pensadores analizados, sino que ahondan también en la dimensión estética: esto es válido ya para el estudio sobre Kant y Fichte, donde se explora la importancia que, en ambos filósofos, posee el público entendido como comunidad de comunicación, y la creatividad como instrumento para la conservación y reproducción de la cultura; a la vez que se señala que, para los dos pensadores alemanes, el artista importa menos en cuanto creador genial que como representante del ideal de una colectividad, o como agente de transmisión del saber –un saber que tiene que ser comunicable y, por ende, aprovechable para la educación de la sociedad–. El estudio sobre “El origen de la teología y del derecho en Walter Benjamin” no solo brinda una ocasión propicia para examinar la vinculación del filósofo y ensayista berlinés con el importante escritor austríaco Karl Kraus, sino también para indagar la validez y la significación de las consideraciones benjaminianas en torno a las obras de Goethe y Kafka. La centralidad de lo estético se torna aún más manifiesta en el ensayo dedicado a las “Inspiraciones goetheanas en Georg Lukács y Walter Benjamin”, donde Gángó contrapone la interpretación lukácsiana –básicamente ilustrada– de la obra de Goethe, a la lectura de Benjamin, orientada a la exploración de lo mítico: en tanto Lukács privilegia en sus lecturas la importante novela de formación Años de aprendizaje de Wilhelm Meister –interpretada como una “gran polémica con Kant en el campo de la filosofía moral”–, Benjamin encarece la trascendencia de Las afinidades electivas, de las que emerge un Goethe más cercano al Kant de la Metafísica de las costumbres y enfocado a sostener que los conflictos éticos primordiales no son de carácter social, sino mítico.
Un tratamiento aparte merece el ensayo final acerca de la controversia en torno a las prioridades entre Lukács y Brzozowski: más allá de la discusión sobre si el filósofo húngaro o el polaco ha sido el primero en afirmar un marxismo antipositivista y sustentado en la crítica a la Dialéctica de la naturaleza de Engels, es relevante en este ensayo la eficaz tentativa para trazar un cuadro amplio y expresivo del desarrollo teórico e histórico del culturalismo polaco. Autor de un libro que lleva el sugestivo título de El materialismo histórico como filosofía de la cultura, Brzozowski estuvo tan interesado en la dimensión cultural como Lukács, sobre quien ha dicho György Márkus que la cultura es el “único” pensamiento que, como un Leitmotiv, atraviesa su obra. En todo caso, y volviéndonos hacia el libro que presentamos, cabe decir que las categorías de formación y cultura –capitales, como se sabe, en la historia del pensamiento centroeuropeo– están en la base de las reflexiones de Gábor Gángó, en un libro que merece toda nuestra atención, no solo por su solidez y originalidad, sino también por su inusual talento para rebasar límites entre épocas, lenguas, tradiciones y disciplinas.
Miguel Vedda
Profesor titular de Literatura Alemana (Facultad de Filosofía y Letras, UBA) e investigador del Conicet. Integrante del Consejo de Redacción de Herramienta.