23/12/2024
El atentado contra la Vicepresidenta revela la creciente voluntad de matar de la derecha, que primero dispara con discursos de violencia hasta deshumanizar al sujeto de su odio.
Nadie ignora que la percepción directa de los acontecimientos y el principio de realidad no son la misma cosa. Cuando la política deja de tramitar los conflictos que atraviesan una sociedad la descomposición irrumpe. Entonces, los límites entre percepción y realidad se vuelven borrosos. Lo que antes se alucinaba en privado ahora se proclama en público. Y un atentado contra la Vicepresidenta se transforma en sentencia política. Es posible repudiar un «atentado fallido», porque se reclama la repetición exitosa.
Es decir, las cloacas de la sociedad cambian de función. Igual que en El fantasma de la libertad, película de Buñuel, se caga en público y se come en privado. Eyectado por esa cloaca, Fernando André Sabag Montiel gatilló una Bersa Lusber 84. Falló. Pero creer que se trata de un acto solitario contiene a mí ver, una inadecuada evaluación de los acontecimientos. Sabag Montiel no puede reducirse a biografía, a los trasnochados tatuajes que exhibe; es un vector social, revela la creciente voluntad de matar de la derecha nacional, además de su patología personal.
Ni el silencio de Milei, ni las sintéticas declaraciones de Carrió, ni la proclama de Bullrich resultan ingenuas. No se cagan en las «formas», intentan debilitar el consenso mayoritario de repudio. Conviene recordar que primero se dispara con palabras hasta que la víctima pierde su condición humana; y una vez transformada en «basura» se la hace desaparecer. No alcanza con cambiar de discurso, además es preciso cambiar de política. De lo contrario la potencial voluntad de matar, de poner fin al conflicto, puede transformarse en masacre de pobres. Y esa es la amenaza que proclama el atentado contra Cristina Kirchner.
* Doctor en Ciencias Sociales, docente y ensayista. Es autor, entre otros libros, de «Los cuatro peronismos» (Edhasa, 1985) y «Las dictaduras argentinas: historia de una frustración nacional» (Edhasa, 2012).