23/12/2024
Por Dragunsky Silvio
Desindustrializacion y concentración de riqueza
El mundo laboral se ha transformado. Hay un proceso de desindustrialización generalizado, las industrias nacionales no pueden competir con fábricas inmensas y con la última tecnología
Desde la caída del muro de Berlín y de la Cortina de Hierro, el mundo ha cambiado. El mercado de bienes y capitales se ha vuelto mundial de verdad, abarca al mundo entero, China se ha transformado en la fábrica de productos universal. La sobreabundancia de dinero ha desarrollado un mercado financiero incalculable.
El mundo laboral se ha transformado. Hay un proceso de desindustrialización generalizado, las industrias nacionales no pueden competir con fábricas inmensas y con la última tecnología. Por otro lado, los trabajos que antes fueron permanentes, con personal muy especializado, ahora son temporales, precarios, se contrata gente cuando hay pedidos y luego se los despide.
En tanto, los países subdesarrollados se vieron beneficiados por el boom del precio de las materias primas, producto del crecimiento explosivo de China desde el 2003 hasta el 2013. Luego de esa bonanza, sobrevino el estancamiento y el endurecimiento de las condiciones de vida para la mayoría de la población.
Como consecuencia de estos fenómenos, hemos entrado en la nueva dinámica económica mundial: La aguda redistribución del excedente económico, la concentración de la riqueza. Los países más ricos se han hecho muchísimo más ricos y en cada país se repitió el proceso. Las grandes fortunas crecieron desmesuradamente mientras que la pobreza y la miseria volvían a cifras que solo teníamos referencias de la historia.
Marginación social y económica
Al mismo tiempo, hay un crecimiento demográfico y un incremento de la expectativa de vida lo que se traduce en un incremento de la mano de obra dispuesta (y necesitada) de acceder a un puesto de trabajo, que es cada vez más escaso. Vemos que hay una disminución de la demanda y un incremento de oferta de trabajo que hace que cada vez haya más personas desplazadas de la economía formal y cuyo único recurso para sobrevivir, junto con sus familias, es recurrir a las actividades informales o ilegales.
Vemos como en las ciudades se llenan de actividades diversas de sobrevivencia, guardianías de calles, lavadores de automóviles, recicladores de desechos industriales o domésticos, de cargadores de bultos en los mercados, comerciantes ambulantes con un capital mínimo y mil actividades más que tienen como rasgos comunes inversión mínima o nula, productividad muy baja e ingresos que cubren muy escasamente las necesidades básicas.
Informalidad e ilegalidad
En otra escala, por lo menos en Perú, se ha desarrollado, sin límites, el transporte urbano e interprovincial informal, sin la menor norma de seguridad; la educación primaria, secundaria y universitaria que no cumplen los requisitos mínimos de calidad aceptable, la producción y el comercio en gran escala en negro y muchas otras actividades económicas fuera del régimen económico formal.
Pero eso no es suficiente. En los últimos años han crecido de manera exponencial otras actividades. Las ilegales. Cultivo, procesamiento, transporte y/o comercialización de drogas, minería ilegal, especialmente de oro, tala en zonas protegidas, pesca en zonas o períodos prohibidos, contrabando, que ya dejaron de ser hechos delincuenciales, ahora son verdaderas ramas de producción que sostienen la vida de centenares de miles de familias, sobre todo en áreas rurales, que no tienen acceso a otras maneras de ganarse la vida.
Una de las consecuencias, es que por su importancia económica y de contención social, el Estado no puede reprimirlas seriamente. Hace algún que otro operativo puntual, para poder publicar alguna fotografía, pero nunca detiene a ningún cabecilla ni accede a la cadena de blanqueo de dinero.
Para tener una idea de la magnitud que pueden alcanzar las actividades ilegales, en Perú, si bien por su naturaleza es imposible registrar estas operaciones, los especialistas calculan que llegan a aproximadamente al 5% del PBI. Si a esto se le suma la defraudación en el manejo del presupuesto del estado, que según la Contraloría General de la República es del orden del 13% del mismo presupuesto, equivalente a unos 3% del PBI adicional, podemos asumir que no menos del 8% del PBI proviene de actividades económicas delictivas. Me permito suponer, que, por informaciones periodísticas, en países vecinos, poco más o menos, este desarrollo tiene similitudes significativas.
Están fuera de las instituciones republicanas
Ahora bien, para que puedan trabajar tantas personas y mover semejantes fortunas de origen oscuro, es absolutamente indispensable contar con la complicidad activa o por lo menos el silencio permisivo, de autoridades políticas, policiales, judiciales y del ministerio público. Dinero para incentivarlas, es lo que sobra.
Por otro lado, tienen la necesidad de incorporar grandes masas de dinero a la economía. La banca es parte muy importante de este proceso. Sea por ignorancia o por complicidad, es eslabón fundamental de la cadena del lavado de activos.
Hay, como es sabido, múltiples formas de blanquear capitales. Algunas muy conocidas, como hoteles y construcción, solo para mencionar las más usadas, sin embargo, tenemos que entender que en muchas actividades se podría encontrar dinero de origen muy difícil de explicar.
Estas actividades han generado, entre otras consecuencias, la creación de un nuevo modo de acumulación de capitales y de un grupo social que se beneficia de él.
Hay que tener muy en claro, que además de estar fuera de todas las instituciones legales, esta gente, necesita de todas maneras, ser activamente desinstitucionalizadores. Es decir, mueven todas sus influencias y recursos para reducir o eliminar todas las actividades normativas o de control que estén a su alcance.
Pero no solo eso. Tienen una base social amplia y recursos tan grandes que el paso para intentar llegar a tener resortes de poder es muy corto.
La consecuencia es que muchos partidos políticos y funcionarios públicos están penetrados por lobistas y dinero de las actividades ilegales, que influyen directamente en relajar todos los controles y facilitar tanto las actividades delictivas como la inserción del dinero negro en la economía formal.
La democracia dejó de representar a mucha gente
El sistema de gobierno republicano, con la famosa separación de poderes y los antiguos partidos políticos conocidos desde hace décadas, han venido funcionando, con algunos que otros altibajos. Esta organización estaba adecuada y reflejaba con cierta aproximación a la sociedad de cada país. El problema es que ahora las sociedades han cambiado. La cantidad de trabajadores formales no solo ha dejado de crecer sino que se han reducido tanto la cantidad como el poder adquisitivo de los salarios; han aumentado notablemente los trabajadores informales, muchos de ellos con ingresos apenas de supervivencia y también aquellos en situación de pobreza extrema (término elegante que resulta menos duro que en la miseria), las actividades ilegales son parte importante de la vida económica del país y por último no hay voluntad alguna de utilizar los excedentes económicos como manera de contener los conflictos sociales.
Para un número creciente de población ni los partidos políticos tradicionales ni el Estado los representa, ni, sobre todo, nadie les ofrece ninguna solución creíble a sus problemas cotidianos. Nadie se ocupa que tengan seguridad, agua, electricidad, recojo de residuos, educación aceptable para sus hijos, salud accesible en los hospitales públicos. Por el contrario, lo único que ven es corrupción, funcionarios públicos ostensiblemente enriquecidos y, sobre todo, no solo que nadie se preocupe por ellos, sino, nadie les ofrece un futuro mejor en el que se pueda creer.
Ese profundo desencanto con la política conocida, es aprovechado como oportunidad para una serie de outsider, que solo con frases estentóreas intentan canalizar la búsqueda de salida de millones de personas.
En algunos casos, han surgido algunos que dentro de sus límites han permitido cierta estabilidad y gobernabilidad, casos Bolsonaro o Boric. En Perú, las cosas han sido más complicadas y ya tenemos 6 presidentes en menos de 8 años, hasta que, por fin, los informales e ilegales han llegado al poder.
¿Los ilegales pueden llegar a tomar el poder?
Si esta línea de pensamiento fuera correcta, es previsible que esta tendencia de concentración de la riqueza por un lado y el consiguiente aumento de la pobreza, informalidad e ilegalidad por el otro continúe y se acentúe.
Eso significaría un aumento de la cantidad de personas excluidas del sistema económico o solo prendidas angustiosamente a sus bordes.
La democracia, todos lo entendemos, es el gobierno de las mayorías sobre las minorías. Pero, a diferencia de antes que gran parte de la población era parte, de alguna manera, de la estructura económica vigente; ahora, están fuera y en contra de dichas estructuras.
Para las personas comunes, los gobiernos son evaluados por su capacidad de resolverles sus problemas de vida cotidianos. A mi juicio, esa es la explicación del apoyo masivo de los salvadoreños a un personaje como Bukele. De muy mala manera, incumpliendo las normas básicas de DD. HH, mejoró las condiciones de vida de la población que dejó de ser azotada por la violencia de las pandillas.
Tenemos que estar preparados porque en la medida que vivimos en democracia, si los desplazados, informales e ilegales, son cada vez más, se supone que tienen derecho a gobernar, o por lo menos, tener participación importante en la política y el gobierno.
En consecuencia, las nuevas condiciones económicas imperantes y los cambios en la estructura social de cada país, abren toda una etapa de búsqueda de nuevas salidas políticas, de nuevos gobiernos y mientras tanto se puede avizorar un periodo que podemos prever, de gran inestabilidad.