Jujuy. La represión y asesinatos de julio de 2011 y la negra noche del 27 de Julio de 1976
En el año 2008 la Empresa Ledesma cumplió 100 años. Familiares de desaparecidos organizaron una radio abierta en el centro de la Ciudad de Buenos Aires para exigir justicia y denunciar que los juicios contra los represores, y oh! casualidad, contra el Ingenio Ledesma que facilitó 43 camionetas de la empresa aquella noche, seguían paralizados. Todavía no se ha logrado juzgar a nadie de los que aquella negra noche del 27 de Julio de 1976 arrancaron de sus hogares en los pueblos de Libertador General San Martín y Calilegua, a cerca de cuatrocientos compañeros, entre ellos una amplia mayoría de obreros, estudiantes y profesionales comprometidos en las luchas del período y contra el rol explotador de los dueños del Ingenio. De esta “limpieza” quedaron numerosos detenidos en las cárceles del país durante largos años, treinta y cuatro fueron desaparecidos, y el resto quedaron en una supuesta libertad acorralada por el miedo. La noche en que todo se apagó y fue destrozada la vida de centenares de familias y pueblos, dejó, sin embargo, una única luz encendida: la del Ingenio. Seguramente para dejar bien en claro quién tiene el poder y la fuerza.
Los mensajes que se leyeron en la radio abierta de los 100 años del Ledesma (en el 2008) estaban centrados en aquella noche. Pero la historia de secuestrar y hacer desaparecer de los Arieta-Blaquier, viene de mucho tiempo atrás. Se remonta a los inicios de su explotación, cuando se echaba a rodar la leyenda de la existencia de un enorme perro negro, llamado “el familiar”, al que todos le temían, porque en las noches sin luna, tras los altos cañaverales, desaparecían trabajadores sin dejar rastros, los que supuestamente habían terminado su vida en manos de “el familiar”. Claro que no desaparecía cualquier trabajador, sino uno a uno, los que osaban rebelarse ante una explotación tan descarada como denigrante.
El Señor Carlos Pedro Blaquier, Presidente del Ledesma, es hoy propietario de uno de los monopolios agroindustriales más grandes del país, amasado durante más de cien años por sus antecesores y él mismo, con la humillante explotación y represión de varias generaciones de trabajadores. Este emblemático burgués de pura cepa nacional, se permite sin pelos en la pluma, explicar sus concepciones. Así nomás: “…La propia naturaleza ha puesto en los hombres muchísimas y muy grandes desigualdades...Es comprensible –no justificable- que por las características de la naturaleza humana los menos dotados se consideren injustamente tratados e intenten sustituir a los mejor dotados. Esto es lo que con toda razón se ha llamado “la envidia igualitaria”. 1
Sin dudas, Blaquier se incluye entre la minoría de los mejor dotados, y por esa razón –continúa- “pretender eliminar las desigualdades es ir contra el orden natural de las cosas, y desalentaría a los más aptos para realizar la labor creadora del progreso a la que están llamados”. 2
Lo dramático, lo inexplicable a esta altura del desarrollo de su imperio, es que la labor creadora del progreso no lo haya llamado todavía a Blaquier y a su familia para desterrar enfermedades ya prácticamente extinguidas o posibles de controlar, como la sífilis, la tuberculosis o el mal de chagas. Porque ellas siguen cobrando la vida de miles de obreros, de mujeres y de niños, al igual que hace décadas.
Sólo basta mirar al borde de alguna carretera cercana al Pueblo de Libertador General San Martín, en terrenos a cielo abierto, para ver los miserables cementerios plagados de tumbas, la mayoría de niños, reconocidas por las inmóviles figuras de plástico barato puestas como ofrendas sobre montículos de tierra.
¿Quién toma en cuenta esta sí, innegable desigualdad, que opera en la naturaleza de mayores y niños? ¿O se ignora que en la zafra toda la familia, incluidos los pequeños, trabajan de sol a sol para aumentar la cantidad de kilos, dado que el pago es por pesaje? ¿O acaso Blaquier ignora que los ranchos de paja que ofrece a las familias de los zafreros no tienen servicios sanitarios ni agua potable y son nidos de vinchucas?
Ledesma no sólo produce azúcar. También alcohol, papel, carne y granos, jugos y cítricos, molienda húmeda, y seguramente habrá más. El ingenio azucarero es el más importante del país. Sus extensiones de campo van más allá de la Provincia de Jujuy. En las provincias de Entre Ríos y Buenos Aires cuenta con un total de 51.534 hectáreas, entre las de más alto valor. Tiene 7.700 personas a su cargo, posiblemente sin contar a los obreros golondrinas que van y vienen cada año a las zafras del Ingenio.
Olga Márquez de Aredez, esposa de Luis Aredez médico desaparecido, pocos días antes de fallecer en 2005, presentó un recurso de amparo por contaminación ambiental contra el Ingenio Ledesma, dado que ella misma sufría un carcinoma pulmonar provocado por bagazosis, enfermedad respiratoria que produce el bagazo, conocido residuo de la caña de azúcar. Quien haya estado más de un día en la ciudad-empresa, conoce ese profundo olor dulzón que impregna todo, y que sus componentes obstruyen la respiración. Olga no pretendía ningún resarcimiento económico para su familia, sino defender a los habitantes del pueblo de esa extendida enfermedad, por la que según pensaba, tenían su vida atada a la decisión de los Blaquier.
Y aunque la justicia nunca llega para condenarlos, la necesidad de centenares de personas para lograr un pedazo de tierra y construir un techo, se impuso sobre el miedo. Eran apenas trece hectáreas de las 37.000 que posee el Ledesma en la zona. Cuatro muertos, detenidos y perseguidos, no lograron acallar la lucha que se extiende a otras numerosas localidades, las que organizándose rápidamente midieron y lotearon las tierras fiscales que las autoridades se vienen negando a otorgar.
También en estas últimas semanas, una nueva conducción en el Ingenio Azucarero decidió salir de la CGT y adherir a la CTA. Por lo pronto y después de muchos años sin movimiento, hubo reuniones, asambleas, y decisiones de paro en la fábrica del Ingenio, reclamando aumento salarial y condiciones de trabajo.
Tal vez Blaquier, entonces no ha podido estar en estos días descansando en La Torcaza, sobre la Avenida Sucre de San Isidro, una mansión que construyó y utiliza sólo para organizar cenas de amigos. Lleva gente como él, seguramente los mejores dotados. Y aunque mucho se habla de sus colecciones de pintura, de los libros que escribió, y de su gusto por la opera, disfruta contando y escuchando chistes muy subidos de tono.
La casona, de grandes dimensiones, fue construida con mármoles de diversos países, y está rodeada por un gran parque con esculturas. Según relata José de Alzaga, antes que la noche termine, Blaquier golpea las manos y lleva a todos a recorrerlo. Previamente, la servidumbre coloca sobre los hombros de los invitados, unas mantas protectoras para el rocío.
Si Carlos Pedro Blaquier tiene la oportunidad de leer esta nota, dirá lo mismo de siempre, y que sigue repitiendo en su página “…se trata de resentidos incurables, que sueñan con invertir el orden social para que, los de abajo, como ellos, estén arriba y viceversa. No me perdonan que sea un hombre de éxito…Ellos que nunca han generado ni un puesto de trabajo decente, me dicen que soy un explotador que mata gente… Nada de lo que dicen estos zurdos me preocupa, pero sí me empezaría a preocupar si algún día dejaran de criticarme”.
Amigo del gobierno nacional, al que reivindica por favorecer a los empresarios nacionales, ello le sirve para mejor pesar en su provincia como un señor feudal, también frente a las autoridades. ¿O acaso alguien lo duda?
1 - 2 Carta de lectores del diario La Nación, Enero del 2011, firmada por Carlos Pedro Blaquier, Presidente del Ledesma. Idem