El imperialismo no sólo produce ganadores y perdedores, sino que la subyacente explotación que produce aquellas divergencias de intereses también provoca resistencia, rebelión y quizás un nuevo ciclo de revoluciones.
J. Petras
El propósito de este artículo es discutir las resistencias populares a las políticas neoliberales de los años 90 en América Latina, como también la actuación del imperialismo norteamericano en la región, expresada, principalmente, a través del gobierno mundial. Se discute, también, la cuestión nacional y la lucha de clases en los marcos teóricos de algunos movimientos sociales latinoamericanos.
Mientras algunos intelectuales pronosticaban el fin de la lucha armada de izquierda, estallaba, en el primer día del año de 1994, la revuelta de los indios y campesinos pobres de Chiapas, México, cuestionando al “nuevo orden” mundial post-muro de Berlín. Si bien el neoliberalismo demostraba su fuerza política hegemónica, la resistencia venía de uno de los lugares más pobres, al mismo tiempo que los neoliberales conmemoraban el Tratado de Libre Comercio de América del Norte, el que acreditaba a México para ingresar al Primer Mundo. Los zapatistas reivindicaban, principalmente, “pan, salud, educación, autonomía y paz” (Saint-Pierre, 1999: 205).
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En otra parte del continente latinoamericano, algunos meses antes de la revuelta zapatista, estallaban una serie de manifestaciones populares en la Argentina, conocidas como “puebladas”, siendo la más importante de ellas el “santiagueñazo”
[2], cuando los manifestantes tomaron por asalto e incendiaron la sede del gobierno provincial, el legislativo y los tribunales. Las protestas populares no pararon ahí, sino que se expandieron por las más diversas provincias del país. La principal reivindicación de las “puebladas” era por trabajo, dado que el desempleo en el país afectaba, en algunas provincias, casi al 27% de la población económicamente activa.
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“Ocupar, resistir y producir”, son las palabras de orden de otro movimiento popular, el MST (Movimiento de los Trabajadores Sin Tierra), resistente a la transnacionalización del capital y, por eso mismo, duramente reprimido y penalizado por el gobierno de Cardoso, en tiempos de “democracia” en Brasil. A pesar de las derrotas políticas sufridas en su trayectoria de lucha por la reforma agraria, a pesar de la masacre de El Dorado de los Carajás el 17 de abril de 1996, que dejó un saldo de diecinueve sin-tierra muertos y otros dieciocho mutilados, a pesar de las muertes y detenciones injustas en Querencia del Norte, Paraná, y tantas otras en las afueras de Brasil, el MST encabezó la mayor manifestación popular de que se tiene noticia en la historia de los movimientos sociales: la “Marcha de los 100.000”. Esta manifestación, resultado de la organización popular y sin apoyo de los medios de comunicación, consiguió reunir en Brasilia cerca de 100.000 caminantes salidos de los más diversos rincones del país. Las manifestaciones fueron contra las políticas neoliberales, el FMI (Fondo Monetario Internacional), al pago de la deuda externa, reividicando además la reforma agraria y el impeachment del presidente Cardoso.
Las resistencias al orden neoliberal existen prácticamente en todo el territorio latinoamericano.
[4] Unos más organizados, otros menos. Algunos desarrollando luchas más urbanas, otros más rurales. Sin embargo, todos, en su conjunto, están cuestionando la “dictadura del pensamiento único”, inclusive apuntando a la posibilidad de construcción de sociedades anticapitalistas. En ese sentido, las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC) y el Ejército de Liberación Nacional (ELN), juntos, controlan casi la mitad del territorio colombiano. Como un cambio de ese orden afecta directamente los intereses del capital transnacional, el gobierno norteamericano viene levantando el llamado Plan Colombia.
Bajo el pretexto de combate al narcotráfico, en realidad su objetivo es derrotar militarmente a la guerrilla de izquierda. Este plan fue “delineado hace unos tres años [y] recibió un espaldarazo decisivo del presidente Bill Clinton hacia finales de agosto [de 2000], cuando autorizó la liberación de 1.300 millones de dólares de ayuda al gobierno colombiano para el combate al narcotráfico, alegando intereses de seguridad nacional” (
Cuadernos del Tercer Mundo, agosto-septiembre de 2000: 54/61).
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La presencia del imperialismo norteamericano en América Latina se da de diversas formas y, muchas veces, recurre hasta la intervención político-militar, directa o indirectamente. Sin embargo, se puede observar que existe hoy un
gobierno mundial de hecho: “El FMI y el Banco Mundial en el sector de las finanzas, la Organización de las Naciones Unidas (ONU) en el campo político, la Organización Mundial del Comercio (OMC) en lo que respecta a las relaciones comerciales y el Grupo de los Siete países más industrializados (G-7) en lo que se refiere al complejo industrial-militar comienzan a actuar con más afinidad en la postguerra fría, creando un Estado imperial en el ámbito mundial, sea en la defensa de los intereses multinacionales, sea en la influencia de los bancos y empresas de inversión” (Rampinelli, 1998: 67).
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Y, como bien recuerda Petras, “todas y cada una de las políticas que surgen de las IFI (Instituciones Financieras Internacionales: Banco Mundial y FMI) son previamente discutidas y aprobadas por el Departamento del Tesoro de los Estados Unidos, de común acuerdo con las necesidades e intereses financieros y empresariales privados. La influencia combinada de Wall Street y Washington ha sido un instrumento para desmantelar las instituciones de asistencia social y las empresas públicas de Latinoamérica, la legislación progresista sobre el trabajo y los subsidios estatales para la alimentación básica de los pobres” (
Rebelión, 13/04/2000).
[7] De esto podemos deducir, sumariamente, que el capitalismo latinoamericano es dependiente y el imperialismo norteamericano nos impone condiciones draconianas de supervivencia.
[8]
Las reivindicaciones populares por
pan,
salud,
educación,
tierra,
empleo, etcétera, confrontan con las políticas de Estado volcadas a atender los intereses del capital financiero e industrial transnacionalizados y del
gobierno mundial. Examinando un poco mejor el problema, encontramos varios abordajes: Petras, por ejemplo, asegura que para analizar convincentemente el proceso de globalización del capital es fundamental, ante todo, verificar la relación del Estado con el propio capital, tanto en los países desarrollados como en los dependientes (Petras, 2000: 69). Eso quiere decir que la llamada globalización es producto de “políticas estatales vinculadas con instituciones económicas internacionales” (Petras, 2000: 66). Yendo más allá, sabemos que las empresas transnacionales “que intentan liberarse de los Estados para poder actuar libremente, recurren sin embargo a éstos para que les faciliten los negocios, transformando los ministerios de Relaciones Exteriores y otras dependencias del Estado nacional en verdaderos gabinetes de negocios a su servicio” (Harnecker, 2000: 180).
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A su vez, Chossudovsky afirma claramente que “los acreedores internacionales de Brasil querían asegurarse de que el país permanecería endeudado por mucho tiempo y de que la economía nacional y el Estado serían reestructurados en beneficio de ellos (acreedores) por medio del continuo pillaje de los recursos naturales y del medio ambiente, de la consolidación de la economía de exportación basada en la mano de obra barata y de la adquisición de las empresas estatales más lucrativas por el capital extranjero” (Chossudovsky, 1999: 171).
Los movimientos populares que mencionamos en este trabajo y otros expandidos por la región, para limitar nuestro análisis a América Latina, en sus procesos de lucha contra las políticas de Estado actualmente impuestas, se enfrentrarán con el problema del imperialismo y de la cuestión nacional. Además de eso, es preciso tener en cuenta el carácter internacionalista del movimiento obrero, principalmente si fuere socialista y marxista, que es fundamentalmente opuesto al nacionalismo (Löwy, 2000: 80). Tal internacionalismo no es una figura retórica: él establece sus raíces en la estructura de la economía y de la política mundiales, pues, “el imperialismo impuso al sistema capitalista mundial un grado de integración más elevado y el control del mercado por los monopolios multinacionales”, incomparablemente mayor que en la época del Manifiesto Comunista (Löwy, 2000: 81). Resumiendo: al luchar por transformaciones sociales de carácter socialista, es preciso tener en cuenta esa realidad objetiva, ya que se trata de una unificación económica, política y militar, representada en la OTAN (Organización del Tratado del Atlántico Norte) y en el intervencionismo de los Estados Unidos de América (Löwy, 2000: 81).
[10]
Enfrentar al Estado imperial o gobierno mundial es una tarea difícil y puede estar repleta de trampas, pues, un posicionamiento político nacionalista no significa necesariamente que sea antiimperialista: “una situación local o nacional no puede ser entendida en la teoría y transformada en la práctica, si se ignora cómo ella se articula con el todo, o sea, con la evolución mundial económica, social y política”, por lo tanto, “una visión dialéctica reposa precisamente en la comprensión de la unidad contradictoria entre la economía nacional y el mercado mundial, entre la lucha de clases nacional e internacional –unidad que ya aparece en el hecho que la especificidad nacional (económica y social) es el producto del desarrollo desigual del capitalismo internacional–” (Löwy, 2000: 81/82).
Los intereses nacionales y transnacionales están llenos de contradicciones de clases y fracciones de clases en lucha y pueden ser percibidos en el interior del propio Estado (imperial o dependiente): unas veces establece políticas de intereses de determinadas fracciones de la burguesía, otras veces de otras. Por lo tanto, detectar el carácter de clase del Estado es un elemento importante para la comprensión del problema. Abordando la cuestión de forma sumaria y corriendo el riesgo de cometer errores de análisis, podemos adelantar que en la
Consulta Popular[11] la discusión aparece confusa, pues en determinados momentos el Estado tiene un carácter clasista (burgués) y en otros se ubica por encima de las clases sociales: “En los más altos escalones de los órganos donde se realizan los grandes negocios –el Banco Central, el BNDES, el Ministerio de las Telecomunicaciones, el comando de la economía– la figura del servidor público desapareció. Los puestos son ocupados por empresarios privados, por sus representantes directos o por arribistas que saben extraer el máximo beneficio de cortos pasajes por el poder” (Benjamin, 1998: 111).
Por otro lado, el Estado también aparece por encima de las clases sociales: “Son cuatro los grandes pilares de una nación moderna: un territorio reconocido, un pueblo de ciudadanos, un grado suficiente de decisión autónoma y un Estado que exprese un ordenamiento jurídico- político legítimo y eficaz” (Benjamin, 1998: 71). Así, podemos cuestionar el significado de un ordenamiento de ese tipo bajo un Estado burgués que reprime violentamente los movimientos sociales cuestionadores de la base de legitimidad de ese mismo Estado.
Avanzar en la detección del carácter de clase del Estado brasileño, intentando comprender cómo los intereses de la burguesía y de sus fracciones de clase aparecen en él, es un paso importante en la lucha por la transformación social, pues facilita el entendimiento político de los posibles aliados locales para enfrentar las malezas del
gobierno mundial.[12]
Bibliografía consultada
Benjamin, César (et al.); A opção brasileira, Contraponto, Rio de Janeiro, Brasil, 1998.
Cadernos Do Terceiro Mundo; varios números: 212, 217, 222, 223.
Chossudovsky, Michel; A globalização da pobreza: impactos das reformas do FMI e do Banco Mundial, Moderna, San Pablo, Brasil, 1999.
Cotarelo, María Celia; “La protesta en la Argentina de los ‘90”, en revista Herramienta, revista de debate y crítica marxista, N° 12, Buenos Aires, Argentina, otoño de 2000.
Harnecker, Marta; Tornar possível o impossível: a esquerda no limiar do século XXI, Paz e Terra, San Pablo, Brasil, 2000.
Laufer, Ruben y Spiguel, Claudio; “Las ‘puebladas’ argentinas a partir del ‘santiagueñazo’ de 1993. Tradición histórica y nuevas formas de lucha”, en: Maya, Margarita López; Lucha popular, democracia, neoliberalismo: protesta popular en América Latina en los años de ajuste, Editorial Nueva Sociedad, Caracas, Venezuela, 1999.
Löwy, Michael; Nacionalismos e internacionalismos: da época de Marx até nossos dias, Xamã, San Pablo, Brasil, 2000.
Movimento dos Trabalhadores Rurais Sem-Terra (MST), Sitio disponible en Internet:
http://www.mst.org.br. Varios artículos, año 2000.
Petras, James; “As esquerdas e as novas lutas sociais na América Latina”, en Revista Lutas Sociais, N° 2, Xamã, San Pablo, Brasil, junio de 1997.
Petras, James; Armadilha neoliberal e alternativas para a América Latina, Xamã, San Pablo, Brasil, 1999.
Petras, James; Hegemonia dos Estados Unidos no novo milênio, Editora Vozes, Petrópolis, Brasil, 2000.
Petras, James; Neoliberalismo: América Latina, Estados Unidos e Europa, Editora da FURB, Blumenau, Brasil, 1999.
Quintar, Aída y Argumedo, Alcira; “Argentina: os dilemas da democracia restringida”, en Lua Nova, revista de cultura e política, N° 49, CEDEC, San Pablo, Brasil, 2000.
Rampinelli, Waldir José; “Uma política externa subserviente a um governo mundial de fato”, en Ouriques, Nildo Domingos y Rampinelli, Waldir José (orgs.); No fio da navalha: crítica das reformas neoliberais de FHC, Xamã, San Pablo, Brasil, 1998.
Rebelión. La página de Petras. Sitio disponible en Internet:
http://www.eurosur.org/rebelion/petras/ .Entre varios artículos, destacamos “Las relaciones USA-Latinoamérica: quién obtiene qué, dónde y cómo”, 13/04/2000.
Saint-Pierre, Héctor Luis; A política Armada. Fundamentos da guerra revolucionária, Editora Unesp, San Pablo, Brasil, 2000.
Scribano, Adrián; “Argentina ‘cortada’: cortes de ruta y visibilidad social en el contexto del ajuste”; en: Maya, Margarita López, Lucha popular, democracia, neoliberalismo: protesta popular en América Latina en los años de ajuste; Editorial Nueva Sociedad, Caracas, Venezuela, 1999.
[1] Los zapatistas inauguran una nueva forma de lucha política diferenciándose de los movimientos guerrilleros de los años 60 y 70. Al mismo tiempo, “como no lo consiguieron hacer los intelectuales en sus prolongadas tertulias académicas, los zapatistas mostraron el límite de la contradicción del programa neoliberal (...) Con coraje se atrevieron a gritar, para quien quisiera escucharlos, que el rey estaba desnudo y el capitalismo, en una crisis más” (Saint-Pierre, 1999: 207).
[2] Se refiere a Santiago del Estero, Argentina.
[3] Tomamos como base varios artículos que apuntan en ese sentido: Laufer y Spiguel, 1999; Quintar y Argumedo, 2000; Scribano, 1999; diarios
Clarín y
La Nación de Argentina; etcétera.
[4] Sobre eso, se pueden consultar varios artículos escritos por Petras, entre los cuales destacamos
Las izquierdas y las nuevas luchas sociales en América Latina (1997: 5-18).
[5] El título de ese artículo tiene un nombre curioso:
La vietnamización es cuestión de meses.
[6] Véase también el análisis hecho por Harnecker (2000: 182), donde ella demuestra el papel del Grupo de los Siete, como un Estado muy activo en la defensa de sus intereses y del capital financiero e industrial.
[7] Texto obtenido a través de Internet (véase bibliografía al final de este trabajo).
[8] Sólo para ilustrar uno de los problemas que nos deparamos, podemos citar el caso de la deuda externa brasileña que está en torno de los 240 mil millones de dólares: “atender las obligaciones derivadas de la deuda (intereses y amortizaciones) y otras necesidades externas, a través de inversiones externas directas, se va tornando impracticable en la medida en que tales inversiones generan crecientes transferencias de ganancias, obligaciones que desequilibran todavía más la balanza de pagos. Tales transferencias de ganancias más que se duplicaron, pasaron de los 2.500 millones de dólares en 1994 a 5.600 millones en 1997, debiendo llegar a nada menos que 12.000 millones en 2002, último año de la actual administración federal” (
Cuadernos del Tercer Mundo, julio/agosto 2000: 12/16).
[9] Harnecker afirma, citando a Chomsky, que “uno de los mejores estudios recientes sobre las cien transnacionales más importantes de la lista de la Fortuna descubrió que todas ellas se habían beneficiado de intervenciones específicas de los Estados nacionales de los países donde tienen su base (...). No tendríamos muchas corporaciones grandes se no fuese por el financiamiento público; y el financiamiento público proviene del contribuyente fiscal (...)” (Harnecker, 2000: 181). Hay varios otros ejemplos abordados por la autora en el sentido de demostrar la ligazón de los Estados nacionales con el capital, entre ellos la transferencia de renta de los trabajadores asalariados para los llamados fondos privados de pensiones, que sólo de la Ford, General Motors y Chrysler controlan alrededor de quinientos mil millones de dólares (Harnecker, 2000: 173).
[10] En el libro
La opción brasileña, que expresa el proyecto político del MST y de otros movimientos sociales relevantes, se procura discutir los problemas referentes al nacionalismo y al antiimperialismo en Brasil y en América Latina. Así, en él se hace la defensa de un desarrollo nacional a partir de las potencialidades y riquezas encontradas en el territorio brasileño: “nuestro sistema de producción de innovaciones (personal calificado, institutos de investigación, industrias de bienes de capital), aunque muy debilitado, puede recuperarse con relativa rapidez, pues Brasil presenta varios de los requisitos estructurales básicos para emprender programas de investigación, como dimensión de la población, índice de urbanización, escala del mercado consumidor, grado de integración de la estructura industrial y calificación de mano deobra”. A pesar de todo eso, se hace la salvedad: “faltan un proyecto nacional coherente, un Estado modernizado y corporaciones estratégicas permanentemente demandantes de esa actividades” (Benjamin, 1998: 103).
[11] Se trata de un fórum representativo de varios movimientos sociales urbanos y rurales y, entre ellos, se destaca el MST. El proyecto político de este fórum puede ser encontrado en el libro organizado por César Benjamin (1998),
A opção brasileira.
[12] Dado el carácter meramente introductorio de este artículo, no profundizamos esta temática como tampoco todas las otras referidas aquí superficialmente.