08/12/2024
Por , , Casas Aldo Andrés
Este texto intenta trasmitir experiencias, saberes y opiniones que exceden lo personal, porque surgen de luchas compartidas con muchas y muchos. Después de un breve pasaje por la juventud comunista, a principios de los años sesenta, ingresé en 1965 al Partido Revolucionario de los Trabajadores y viví logros, frustraciones e invalorables experiencias de millares de luchadores anticapitalistas y antiburocráticos: en el PRT-La Verdad, luego en el Partido Socialista de los Trabajadores y en el Movimiento Al Socialismo. La militancia internacionalista me llevó a compartir esfuerzos con compañeros de otros países y latitudes: en Venezuela (1973), en Portugal (1975), en España (1977), en Francia (1981) e incluso en Polonia (1989) y participé en innumerables reuniones y debates del movimiento trotskista internacional. Las experiencias acumuladas en ese trayecto relativamente extenso no fueron pocas y creo apreciarlas más y mejor desde que, autocríticamente, asumí errores e insuficiencias teóricas en esa larga marcha.
La implosión del “campo socialista” y la restauración capitalista en lo que desde el trotskismo considerábamos “Estados Obreros”, el acelerado agotamiento de los movimientos de liberación nacional en el llamado “Tercer Mundo”, las sucesivas derrotas del movimiento obrero organizado y los partidos de izquierda tanto en los países centrales como en la periferia y, más directamente, la crisis que en los años noventa estalló y desmanteló al MAS en el momento mismo en que aparecía como la organización más fuerte y dinámica de la izquierda argentina, fueron una seguidilla de acontecimientos imposibles de interpretar sin recuperar una capacidad autocrítica a la que se oponía la inercia de estructuras partidarias incapaces de autocuestionarse. Luego, la irrupción popular del 19 y 20 de diciembre de 2001, la crisis orgánica abierta en el país y la necesidad de participar activamente en el nuevo ciclo que se iniciaba me alejaron definitivamente[1] de lo que había pasado a denominarse “nuevo MAS” al tiempo que impostaba una ortodoxia paradójicamente reñida con lo mejor de la tradición trotskista.
Más en general, diría que la rebelión popular me empujó a alejarme de la forma Partido (especialmente de su variante más difundida en la extrema izquierda, la sectaria)[2] y también de ese “marxismo de derecha” que “se caracteriza por su adoración del pasado, considera a la teoría marxista completa y autoreferente, su actitud es defensiva antes que creativa y propositiva y, finalmente, es intransigente” (Acha, 2008: 144).
Vuelvo a decir: lo que escribo no es fruto de una elucubración en solitario. Menos ahora, cuando mis opiniones son las de un militante más del Frente Popular Darío Santillán (lo que no hace al FPDS responsable de los errores y limitaciones que el texto contenga). Esta militancia compartida que me lleva a rechazar prejuicios y formulaciones dogmáticas, reafirma en cambio una arraigada convicción: para cambiar el mundo o, mejor aún, “tomar el cielo por asalto”, es imprescindible revalorar y potenciar el impulso del “socialismo desde abajo”. Se ha escrito, con mucha razón, que
El corazón del socialismo desde abajo es su afirmación de que el socialismo solamente puede ser realizado a través de la autoemancipación de las masas activas en movimiento, llegando a él, libremente con sus propias manos, movilizadas “desde abajo” en una lucha para hacerse cargo de su propio destino, como actores (no simplemente como sujetos pacientes) de esta etapa de la historia (Draper, 2001a).
Cabe agregar que ese corazón ha latido en los incontables luchadores muchas veces anónimos que, impulsando el combate autoemancipatorio, nos han enseñado tanto o más que los libros. A todos ellos evoco mencionando a Darío Santillán y a Carlos Fuentealba. A su memoria está dedicado este libro.
Esta presentación restaría incompleta sino anunciara, finalmente, que la obra que se deja en manos del lector incluye dos epílogos que debo agradecer a los compañeros y amigos Miguel Vedda y Omar Acha.
[1] En el 2002, junto a otros compañeros me reagrupé transitoriamente en el colectivo “Cimientos”, exploramos la posibilidad de confluencia con otras organizaciones en el “Encuentro de la Militancia” y en el año 2007 nos sumamos al Frente Popular Darío Santillán.
[2] Una aguda crítica al partido-secta puede leerse en “Hacia un nuevo comienzo... por otro camino. La alternativa a la micro-secta” (Draper, 2001b)