22/12/2024
Indice
Prólogo a la edición en español
La crisis en curso
Introducción
Finanzas, Capital, Estados
Suzanne de Brunhoff
1. Problemas de la naturaleza y del rol económico de las finanzas capitalistas
2. Las finanzas según tres grandes economistas: D. Ricardo, L. Walras, J.M. Keynes
3. El aporte teórico de Karl Marx: capital-dinero, capital productivo y finanzas
4. Finanzas, economía e internacionalización del capital
5. Los trabajadores asalariados, agentes esenciales de la economía capitalista
La preeminencia de las finanzas en el seno del “capital en general”, el capital ficticio y el movimiento contemporáneo de mundialización del capital
François Chesnais
1. La teoría marxiana del capital portador de interés y del capital ficticio
2. Una relectura inicial de Hilferding
3. La reconstitución en gran escala del capital que se valoriza en los mercados financieros
4. Antiguas y nuevas contradicciones en el capitalismo financiarizado y mundializado
Las finanzas capitalistas: relaciones de producción y relaciones de clase
Gérard Duménil y Dominique Lévy
1. Introducción: ¿un análisis marxista de las finanzas?
2. Lo esencial
3. Nacimiento, grandeza, retroceso y resurgencia
4. Los agentes
5. Logros y contradicciones
6. Historia de una relación de producción y de lucha de clases
Los tres campos de la teoría de las relaciones financieras de Marx. El capital financiero en Hilferding y Lenin
Gérard Duménil y Dominique Lévy
1. El proceso de conjunto del capital y su acompañamiento
2. Propiedad y gestión
3. Instituciones y sector
4. Las clases dominantes
5. Las instituciones del capitalismo del siglo XX analizadas por Hilferding y Lenin
6. Un cuadro analítico poderoso. Sus límites
Finanzas, hipercompetencia y reproducción del capital
Michel Husson
1. Ganancia sin acumulación
2. “¿Enriquecerse mientras se duerme?”
3. La creación de valor
4. La explotación, causa y consecuencia
5. Acumulación y reproducción
6. Lo que está en juego en el debate y la crisis sistémica
Prólogo a la edición en español
La crisis mundial en curso
El presente libro, publicado en Francia en 2006, es el resultado de las intervenciones hechas en un seminario que se desarrolló en París, durante el año académico anterior. Ahora, al aparecer esta traducción al español, se ha vuelto de candente actualidad. El mundo ha entrado en una gran crisis que recuerda al gran antecedente de la crisis de 1929. Habiéndose iniciado como una crisis inmobiliaria estadounidense en julio de 2007, se transformó rápidamente en una crisis financiera de gran envergadura, instalada en el corazón del sistema de crédito, y luego, en los últimos meses de 2008, en una recesión que se vislumbra profunda y duradera.
La causa inmediata de esta crisis fue la alimentación de la burbuja inmobiliaria mediante el crédito barato, asentado sobre la titularización de los préstamos hipotecarios. El frágil edificio financiero que se construyó en el curso de las últimas décadas se hundió brutalmente. A los efectos de la contracción del crédito bancario, de la baja de los precios inmobiliarios y de las bancarrotas hipotecarias individuales, se agregaron en los Estados Unidos aquellas que resultan de la destrucción de los retiros de mercado financiero provocada por la caída de las bolsas.
El retroceso del mercado inmobiliario norteamericano era un acontecimiento perfectamente previsible, que anteriormente hubiera quedado circunscrito en gran medida a la economía de los Estados Unidos. Con la mundialización contemporánea, ocurrió de otra manera. Hoy se está ante mecanismos de propagación de gran amplitud entre los países y entre los continentes por medio del canal de las fortísimas interconexiones nacidas de la mundialización financiera y de los intercambios. A causa de la densidad de las interdependencias financieras y productivas creadas por la liberalización de las tres últimas décadas, todos los países y los continentes han sido alcanzados, uno tras otro. Fue suficiente que las inversiones se desaceleraran en China y que su tasa de crecimiento cayera del 9% al 7% para que la industria de bienes de equipo alemana fuera golpeada de lleno, así como las industrias exportadoras de productos primarios y semielaborados de América del Sur. Prácticamente todos los sectores y todas las ramas industriales en todos los países, casi sin excepciones, están en situación de capacidad excedente más o menos alta. En todos lados, las empresas no compran más insumos por la caída de sus ventas.
Despiden personal en sus países de origen y en sus filiales exteriores e incluso en un número creciente de casos, lo hacen en gran escala. El proceso acumulativo de contracciones ha adquirido un dinamismo tal que la recesión podría convertirse en depresión.
Como la teoría económica dominante descartaba una crisis del tipo de la que está en curso, los gobiernos fueron incapaces de anticiparla y se han encontrado en condiciones de total falta de preparación, que se expresa en el contenido de los planes de relanzamiento. Los planes de salvataje de los bancos han sido revisados varias veces a lo largo de pocos meses, pero no parecen capaces de detener la catástrofe. Los gobiernos se ven obligados a inyectar sumas cada vez más importantes, en el intento de sostener la demanda.
Los capítulos de este libro aclaran diferentes aspectos de la crisis
Suzanne de Brunhoff recuerda que las finanzas capitalistas son la tierra fértil en que se desarrolla el “capital ficticio”. Los auges y las crisis de este capital no se derivan directamente del trabajo productor de valores mercantiles “reales”.
Sin embargo, este capital financia la contratación de trabajadores. Cuando entra en crisis, su desvalorización repercute sobre la economía “real”. Puede parecer que la intervención del Estado, mediante la inyección de créditos públicos recogidos en los mercados de obligaciones, ofrece una respuesta a la recesión. Pero esto conlleva el riesgo de agravar el déficit presupuestario y de restringir los financiamientos indispensables para la educación y la salud de los ciudadanos más desfavorecidos. La crisis en curso ilustra la importancia de las cuestiones planteadas en la sección cuarta del capítulo sobre las monedas nacionales, especialmente el lugar del dólar como patrón monetario internacional de facto. La hegemonía del dólar se ha basado en el poderío de sus instituciones financieras. Es por eso que ha parecido estar en cuestión, al menos en parte, durante el primer semestre de 2008, por causa de la deuda federal y de la crisis de solvencia de las instituciones estadounidenses especializadas en el crédito hipotecario. Los inversores diversificaron un poco, momentáneamente, su cartera de divisas. Durante algunos meses, el dólar bajó fuertemente en relación con el euro y el yen. Pero desde que la crisis financiera se agravó y que se acentuó su propagación internacional, el precio del dólar se estabilizó y luego volvió a subir. A los ojos de los inversores, los gobiernos de la Unión Europea se veían incluso como menos capaces de combatir la crisis financiera que el de los Estados Unidos.
Pronto, el hundimiento de las exportaciones japonesas a finales de 2008 rebotó sobre el yen. Pese al muy rápido crecimiento del déficit federal y a la caída de la bolsa deWall Street, a los financistas les pareció que era preferible mantener sus reservas en dólares y comprar obligaciones públicas emitidas por el Tesoro norteamericano. Los países asiáticos con superávit comercial no dudaron en su decisión de seguir sosteniendo la moneda norteamericana. La crisis también reveló la amplitud de la competencia económica y financiera, especialmente entre los países de los que se dijo que habían renunciado a ella.
El Reino Unido recurrió a una forma de competencia, mediante la baja de su moneda. La zona euro mostró la amplitud de su desunión y de su fragilidad.
En Asia, China parece haber optado por una política de cambio en relación con los países vecinos que no agrave sus dificultades, pero está aún muy lejos de la creación de una moneda regional. La constitución de un foro G-20 ha sido interpretado como signo de que la alternativa de cooperación monetaria internacional se impuso por ahora en el plano mundial, pero nadie puede prever qué ocurriría en caso de agravarse la crisis.
La relación inmediata entre la crisis y el capítulo escrito por François Chesnais es la teoría del capital ficticio. Se encontrará en su capítulo una gran parte de las bases teóricas que lo han llevado a dar a este elemento un peso tan grande en la interpretación de la crisis, en los artículos escritos desde el otoño de 2007.1 El capítulo incluye también una sección en la que trata el carácter de capital ficticio del crédito bancario y la teoría de las crisis financieras en Marx. Lo que ha ocurrido a partir de agosto de 2007 confirmó efectivamente que “la naturaleza ficticia de los títulos, que los hace invendibles en determinados momentos, el carácter especulativo del mercado bursátil y la duplicación (o más) de los créditos por causa de las transacciones interbancarias, son otros tantos factores que llevan en sí los gérmenes de las crisis del sistema de crédito”. La titularización ha llevado el desdoblamiento a niveles que los banqueros todavía consideraban imposibles hace diez años. La contracción del crédito interbancario ha sido un elemento central de la crisis financiera y lo sigue siendo. Con excepción de la referencia que hizo Marx al lugar ocupado por el oro en el sistema monetario, el capítulo expuso la posibilidad de que se volviera a presentar una situación en la que “en las crisis, nos encontramos con el postulado de que todas las letras, todos los títulos y valores, todas las mercancías puedan convertirse de golpe y simultáneamente en dinero bancario y todo el dinero bancario, a su vez, en oro”. Esta situación se ha vuelto crónica a partir de agosto de 2007. Ha dado lugar a episodios que representaron otros tantos avances hacia la crisis: corrida bancaria contra el Northern Rock en noviembre de 2007, retiro masivo de activos confiados a los fondos especulativos en medio de la locura de la bancarrota de Lehman Brothers, obligándolos a vender una parte de sus acciones. Los acontecimientos ratificaron también la observación de Marx en el sentido de que uno de los objetivos de la política seguida por las autoridades monetarias en las crisis económicas es la de “asegurar la existencia fantástica y sustantiva de este valor en dinero”.
El análisis de Gérard Duménil y Dominique Lévy ubica al capitalismo contemporáneo en la historia del capitalismo en general. El neoliberalismo se describe como la fase en que este modo de producción ingresó desde comienzos de los años 1980, después de las primeras experiencias de las dictaduras latinoamericanas. Este capitalismo se caracteriza por la violencia de los mecanismos que apuntan a asegurar la máxima rentabilidad del capital. Además de la apertura de las fronteras comerciales y financieras, que desarticularon los modelos de sustitución de importaciones que, después de la Segunda Guerra Mundial, habían tendido a resistir a la división del trabajo imperialista, el neoliberalismo fue el terreno de un proceso de desregulación permanente, en especial en el plano financiero. Se combinaron así la búsqueda desenfrenada de ganancia (el famoso 15% sobre los fondos propios), salarios muy elevados de los ejecutivos (incluyendo todas las bonificaciones) y las innovaciones financieras más riesgosas. Esta trayectoria está directamente implicada en la lógica del capital y fue llevada al extremo por el capitalismo neoliberal. La crisis estaba programada en esta dinámica. Estos mismos autores subrayan también la importancia de los aspectos financieros de la trayectoria macroeconómica de los desequilibrios acumulativos de la economía estadounidense, el crecimiento de la deuda de las familias y el financiamiento por el resto del mundo. Aquí se pone el dedo sobre el segundo gran conjunto de determinantes de la crisis actual. Es este capitalismo neoliberal bajo la hegemonía estadounidense el que ha entrado en crisis desde el momento en que se entrecruzaron estas dos tendencias insostenibles: la inherente a la búsqueda desenfrenada de la rentabilidad, especialmente en el sector financiero, y la de los desequilibrios macroeconómicos crecientes, uno de cuyos componentes era la disparada del endeudamiento de las familias, apoyado en las innovaciones financieras más peligrosas.
Es interesante ver, retrocediendo un siglo y medio, hasta qué punto el análisis de Marx conserva actualidad, particularmente en lo que hace a las relaciones entre las “finanzas” y la “economía real”, la amplia referencia al capital ficticio y, más en general, a sus conceptos de capital a interés y de capital bancario, sin olvidar sus invectivas contra el pequeño mundo financiero, “parasitismo”, “rapiña” y “fraude”, en sus propias palabras. Frases que parecerían escritas para describir los engranajes de la crisis contemporánea.
En su capítulo, Michel Husson defiende la idea de que las finanzas “no son un obstáculo al funcionamiento 'normal' del capital, sino el instrumento de su retorno a un funcionamiento puro, desembarazado de una serie de reglas y de limitaciones que le habían sido impuestas a este sistema durante décadas”. Las causas de las burbujas financieras se encuentran en una configuración particular en que la participación de los salarios baja, pero donde la recuperación de la ganancia entraña un sobrecrecimiento de la acumulación.
Durante todo un período, las crisis recurrentes han parecido poder circunscribirse o superarse muy rápidamente; las ilusiones clásicas del capital financiero parecieron confirmadas por los hechos, en la medida en que las finanzas proporcionaban rendimientos muy altos, incluso superiores a la rentabilidad media de la esfera productiva.
El boom de la “nueva economía permitió racionalizar esta configuración, a partir de una visión mágica de las propiedades de las nuevas tecnologías.
Pero si Internet es una herramienta destacable, sus hazañas no pueden ir hasta hacer posible una creación de valor más allá de la que resulta de la explotación. Sin embargo, esta ilusión ha dominado el período, y no sólo entre los banqueros y financistas. En su discusión sobre las nuevas técnicas de gestión, el capítulo muestra que el “valor para el accionista” equivale a la “plusvalía extraordinaria” de Marx. En otras palabras, la rentabilidad de la empresa se mide por la diferencia entre su propia tasa de ganancia y una tasa de retorno mínima, definida en relación con el rendimiento de los mercados financieros. Este criterio de gestión objetiva explícitamente el desplazamiento de las finanzas sobre el sector real. Es por eso que no es posible, como lo proponen los numerosos refundadores del sistema, el “buen” capitalismo productivo frente al “mal” capitalismo financiero.
mbos están fuertemente integrados y la reproducción del conjunto del sistema no puede hacerse sino mediante el agravamiento de las desigualdades que permite liberar una demanda que sustituya a la de los asalariados y mediante la fuga hacia delante en el sobreendeudamiento. Este modelo se ha hundido hoy en una crisis profunda de la que no podrá salir sin un cuestionamiento profundo de las relaciones sociales capitalistas.
Sabemos que, desde hace algunos meses, se desarrolla en la Argentina, y más generalmente en América Latina, una discusión vigorosa y viva sobre las causas y el desarrollo de la crisis. Esperamos que este libro sea recibido como una contribución a ese debate.