04/12/2024
Por Chesnais François , ,
Tres ideas que pueden ayudar a pensar este momento histórico
La primer idea está tomada del Libro III de El capital, donde Marx escribe que
"La producción capitalista aspira constantemente a superar estos límites inmanentes a ella, pero sólo puede superarlos recurriendo a medios que vuelven a levantar ante ella estos mismos límites, todavía con mayor fuerza."[1] Las raíces de este movimiento de superar-volver a levantar están en las contradicciones consustánciales a la valorización del dinero devenido capital, a través de la producción de valores de cambio fundada en la compra de fuerza de trabajo y su explotación - todos factores indisociables de la propiedad privada de los medios de producción.
El segundo hilo conductor se relaciona con los necesarios desplazamientos en el análisis de la economía mundial entendida como "totalidad". La necesidad de tomar la teoría del capital mundializado y del sistema de relaciones económicas y políticas de la época de la "globalización" considerándolas como "elementos de una totalidad, diferenciaciones en el seno de una unidad"[2] siempre me pareció indispensable. Hasta ahora, lo hice colocando a los Estados Unidos en el corazón de las relaciones constitutivas de la mundialización, pero también -como muchos otros investigadores y/o militantes- concediéndole el lugar de potencia hegemónica sin rival. Hoy se hace indispensable una reformulación. Los Estados Unidos están en el origen de los principales impulsos a la mundialización contemporánea, fueron en gran medida los arquitectos de su correspondiente régimen institucional. Pero comienzan a sufrir efectos de un "rebote". Fortaleciendo las posiciones del capital concentrado allí donde éste se establece y combatiendo la tendencia a la caída de la tasa de ganancia a través de importantes deslocalizaciones hacia China, los Estados Unidos de América ayudaron a la emergencia de un rival al menos potencial. Recurriendo masivamente a los recursos de todo el mundo para sostener una acumulación fuertemente marcada por el lugar del capital ficticio, acentuaron también una permanente vulnerabilidad a las contradicciones y tensiones nacidas de la mundialización.
Por último -y esta es la tercer idea que a mi juicio debería guiar a los marxistas al teorizar el movimiento de acumulación a escala mundial-, el análisis de la economía mundial como totalidad ya no puede hacerse sólo desde el ángulo de las "relaciones de los hombres entre sí". Debe integrar también la dimensión de las "relaciones de los hombres con la naturaleza". El capitalismo vivió, sobre todo en el siglo XX, con la idea de que la dominación sobre la naturaleza por medio de la ciencia y la técnica permitía actuar como si el planeta -entendido como el conjunto de los recursos y como biosfera que comanda la reproducción de las sociedades humanas- pudiese soportar indefinidamente la intensidad de la explotación a la que se lo sometía[3]. Hemos entrado a una fase del capitalismo que sentirá los efectos de rebote de la específica relación de la producción capitalista con los recursos naturales del planeta y la biosfera irrumpiendo en el campo de la reproducción del capital. La magnitud de las barreras que durante su largo período de maduración el capitalismo puso en su camino a nivel ecológico largo sensu es proporcional a la gravedad de las crisis sociales y posiblemente la guerras que serán su consecuencia.
Una segmentación histórica del capitalismo cuyos "cortes" son políticos
El movimiento de sobrepasar límites a la producción capitalista, que se vuelven a afirmar más o menos rápidamente, dibuja en el movimiento del capital una secuencia histórica de mediana duración. Los "medios" a que alude Marx en El capital tienen que ver con la introducción de formas de organización, por ejemplo las sociedades por acción, o con la emergencia de nuevos campos de acumulación (la expresión es de Rosa Luxemburgo), ya sea bajo la forma de apertura de nuevos mercados, o de la renovación en profundidad del aparato de producción (las "grandes innovaciones" de Schumpeter). En el marco de un "mundo finito", la apertura de nuevos mercados es el resultado tanto de acciones políticas en sentido amplio, como de saltos tecnológicos. La acción política invariablemente está en el origen de los cambios institucionales y jurídicos que el capital necesita para la apertura de nuevos campos de acumulación. Estos exigen "transformaciones organizacionales"[4] tanto en el orden interno de los Estados, como a nivel internacional. Segmentos específicos del capital (burguesías de determinados países con sus propios intereses sectoriales) toman la iniciativa, por medio de luchas internas al capital (que incluyen los conflictos interimperialistas) y agresiones contra el proletariado[5]. Cuando la presión del capital se hace difícil de soportar y las luchas intestinas del capital les abren brechas, los trabajadores pueden encontrar los medios de reaccionar y conseguir victorias, aunque hasta el momento éstas sólo fueron temporarias. Todo esto hace que el movimiento del capitalismo no esté marcado, de modo endógeno, por los "ciclos" largos. Experimenta una segmentación histórica cuyos saltos son políticos, que asumen la forma de guerras mundiales - la "Guerra Fría" representó una variante de ellas - o de cambios importantes en las relaciones capital / trabajo[6]. en el siglo XX, la segmentación temporal del movimiento de la acumulación fue inseparable de las guerras y las exacerbaciones de la lucha de clases que las siguieron. Y es probable que ocurra lo mismo en el siglo XXI.
En el siglo XX, la producción capitalista no se enfrentó sólo con sus límites inmanentes, en el sentido de limites originados por las contradicciones de la acumulación. Debió afrontar límites de naturaleza política que se interpusieron en su libre desarrollo como sistema que busca abrazar todo el planeta. Estos límites fueron de dos tipos.
El primero se originó a consecuencia de las rivalidades interimperialistas que aparecieron al finalizar la gran expansión externa de los capitalismos nacionales. Las mismas llegaron a su paroxismo asumiendo la forma de largas guerras, terriblemente mortíferas a nivel demográfico y terriblemente destructoras a nivel de los valores asociados con la idea de civilización. Pero tomaron también la forma de obstáculos muy fuertes a la libertad de intercambios (desde los años 1890-1900) y más tarde al movimiento de capitales (fin del patrón-oro, controles para su ingreso y salida desde los años 1930). El capitalismo experimentó los efectos de un fuerte tabicamiento del mercado mundial.
El segundo tipo de límite político experimentado por el capitalismo surgió como consecuencia de las grandes luchas de clases que nacieron aprovechando las brechas abiertas por las guerras interimperialistas, que terminaron después de la Primera con la revolución en Rusia y treinta años más tarde, después de la Segunda, con la revolución en China, la independencia semiautárquica de la India y el movimiento de descolonización. Estos acontecimientos provocaron, simultáneamente, una restricción del espacio de valorización del capital y modificaciones en las relaciones entre el capital y el trabajo. La crisis de 1929 exigió al capital un atenuación de la brutalidad de la explotación en los Estados Unidos. En Europa e incluso de cierta manera en Japón, luego de la Segunda Guerra se produjeron modificaciones aún mas profundas en beneficio de la clase obrera. El capitalismo de los años 1950 a 1960 fue un capitalismo trabado por relaciones domésticas relativamente favorables al capital y forzado a evolucionar en un espacio mundial a la vez restringido y tabicado. Se adaptó, pero sus estados mayores intelectuales y políticos buscaron los medios para recuperar su libertad y tomarse la revancha[7].
Y lo lograron. Alrededor de 1992-94, como culminación de un proceso que se remonta a 1978-1982 e incluso a 1970-74[8], la producción capitalista pasó el umbral en el esfuerzo para liberarse de los principales obstáculos a su libertad de desplegarse a su voluntad a escala planetaria. Digo "producción capitalista", y nó el capital estadounidense o el capital de la antigua Tríada, sino el capital en su misma esencia. Vale decir, el capital concebido por un lado como relación social de producción - uno de cuyos modos de reproducción fue desde siempre la implantación en nuevas regiones del mundo - y por el otro como una masa de dinero lanzada a un proceso de auto-valorización incesante, cuya base es la compra y el uso de la fuerza de trabajo, lo que hace "socavando al mismo tiempo las dos fuentes originales de toda riqueza: la tierra y el hombre."[9]. Las políticas de liberalización y de desreglamentación de los flujos financieros, de las inversiones directas (IDE) y de los intercambios comerciales, pusieron fin en gran medida sino totalmente al tabicamiento del mercado mundial resultante de las protecciones aduaneras y los controles sobre las IDE y fondos de inversión. Los Estados de la ex URSS, los del bloque soviético en Europa del Este y sobre todo China fueron reconquistados para el capitalismo e India se vio forzada a abrir sus mercados y dar acceso a su mano de obra altamente calificada. Y finalmente, como componente central del proceso, los límites puestos en cada país a la explotación de los proletarios por el capital desaparecieron. El motivo no fueron tanto las nuevas tecnologías como la instauración de una efectiva competencia entre los asalariados de distintos países. El capital dispone hoy de un ejército industrial de reserva mundial con centenares de millones de trabajadores. en todas partes del mundo y, aunque sea partiendo de niveles muy diferentes y avanzando con ritmos muy distintos, las empresas han comenzado a nivelar las condiciones de salario y de trabajo con las de los países donde, por razones derivadas de la historia de la lucha de clases, los salarios y la protección social son los más bajos.
Introducir las barreras ecológicas en el análisis de la acumulación mundial
Apenas hace unos quince años que el capital logró recuperar su plena libertad y una década desde que se le abrió en Asia un inmenso campo de acumulación. Sin embargo, se presiente ya que la producción capitalista ve levantarse frente a ella, simultáneamente, barreras relativas a las contradicciones originales del capitalismo, que surgen de las profundidades de de las condiciones de producción y distribución, y también otras nuevas en gestación. A fin de intentar comprender los factores constitutivos del nuevo período de crisis que el capital prepara para sí mismo y en consecuencia para toda la humanidad, debemos retomar el análisis de la economía mundial como totalidad desde dos ángulos fundamentales.
El primero es el mas fácil de asimilar e integrar al análisis. Junto con la liberalización, la desreglamentación y las privatizaciones (y como culminación de todo ello), la entrada de China a la OMC abrió la fase del capitalismo en que "La tendencia a crear el mercado mundial" de que Marx escribió hace 150 años que "está dada directamente en la idea misma del capital"[10] (11), se hace efectívamente realidad. Pero el mercado deviene mundial en condiciones muy diferentes a las de la primer expansión del siglo XIX, pues irrumpen en escena nuevos competidores situados en una de las áreas geográficas que el imperialismo dominaba como amo y señor. China e India están reintegradas en la esfera de valorización planetaria del capitalismo. Y lo hacen en condiciones políticas que de ninguna manera son las del imperialismo de la época clásica, lo que acarrea enormes consecuencias para el capitalismo europeo y, por ello mismo, para toda la sociedad europea. Y como más referiremostendrá también grandes efectos en los Estados Unidos.
El segundo rasgo novedoso de la economía mundial como totalidad está referido a la forma en que la "finitud del mundo" comienza a manifestarse en el terreno "ecológico" (y podría hacerlo cualitativamente en las próximas décadas). Sin duda se trata del desafío teórico más difícil para la teoría del capitalismo mundializado. La "finitud" ya no se expresará, como ocurriera allá por el 1900 cuando terminados el "descubrimiento" y la colonización del conjunto del planeta a partir de Europa, el impulso de cada nación capitalista hacia el exterior en busca de mercados y materias primas las condujo inevitablemente a chocar con las demás. Ahora la "finitud" toma la forma mucho más grave del previsible agotamiento de algunos recursos naturales claves -por lo menos sobre la base de los parámetros que actualmente sustentan el "crecimiento", vale decir la producción para la ganancia - así como también de los anunciados cambios climáticos que afectarán las condiciones más elementales, físicas, de la reproducción social, al menos en algunas partes del planeta. Esto acarrerá terribles sufrimientos y también guerra a múltiples niveles.
La relación entre estos dos factores que vienen a modificar las condiciones de la acumulación en el espacio mundializado es conocida. La emergencia de rivales industriales extremadamente poderosos viene acompañada por su adopción de los modos de producción y consumo del "capitalismo avanzado", muy costosos energéticamente, y lo hacen con el aliento (mejor dicho, el acicate) de los países de la Tríada. China y la India tienen la pretensión - totalmente legítima desde un punto de vista capitalista - de beneficiarse con un manejo ecológico equivalente al de los países industrializados ya instalados, lo que acelera el ritmo de maduración de los cambios climáticos y anuncia futuros conflictos por el acceso a las materias primas. Se acerca el momento en que estos factores tendrán impacto directo e inmediato en las condiciones de acumulación y las relaciones políticas interimperialistas, pero mis investigaciones no me permiten presentar observaciones mas precisas.
La plataforma teórica que no puede evadirse para cualquier análisis con una perspectiva marxista, es la comprensión de que el origen último de los problemas ecológicos está relacionado con el hecho de que, en el marco del capitalismo, el trabajo humano interactúa con la "naturaleza" no como trabajo concreto productor de valores de uso, sino como trabajo abstracto productor de valores de cambio en el interminable movimiento de la valorización del capital[11]. Cuando se demuestra que es necesario (o se lo percibe empíricamente, como ocurría anteriormente en ciertas comunidades campesinas) el trabajo productor de valores de uso puede, al menos potencialmente, establecer una relación de "gestión prudente" con la "naturaleza", basada en el reconocimiento de la limitada cantidad de determinados recursos y en el respeto de las exigencias para la reproducción de las especies vivas acuáticas y terrestres. Pero la producción de valor de cambio buscando la ganancia no puede hacerlo, sobre todo cuando las empresas experimentan una feroz competencia internacional y están sometidas a los dictados de los accionistas. La disminución de costos y la maximización del rendimiento dirigidos a la producción para la ganancia conducen obligatoriamente a la extensión de enfoques semejantes a los utilizados en la explotación "minera". Esta consiste en sacar de la "mina" - que puede ser también una zona de pesca, un bosque, tierras vírgenes - toda la materia prima que sea posible y durante todo el tiempo en que sea rentable, sin preocuparse por los "daños colaterales" sociales o ecológicos, y después ir a otra parte para recomenzar la misma operación. Cuando se agota un recurso, se busca un sustituto en la naturaleza o se lo reemplaza completamente por medio de la ciencia subordinada al capital.
Desde fines del siglo XIX, la centralización y concentración del capital y la formación de poderosos oligopolios, transformaron la rigidez -por no decir "unilateralidad"- de este tipo de relacionamiento con la naturaleza, en un rasgo sistémico que no crea pueda ser superado si no es con la desaparición del capitalismo en cuanto tal. Estamos enfrentados a acciones ofensivas y defensivas de muy poderosos "bloques de intereses" de grupos industriales con gran capacidad destructiva del medioambiente: evidentemente, los relacionados con el complejo petrolero-automotriz, también el petroquímico y el complejo militar-industrial que tienen interese compartidos, pero también ocurre con otras ramas, como la agroalimentaria y el papel. Las ganancias de estos oligopolios dependen de la perennidad de los modos de vida (el uso del automóvil y las correspondientes opciones urbanas, etcétera) con mayores efectos en términos de emisión de gas con efecto invernadero, especialmente CO2. El objetivo que se han dado estos grupos industriales, con la ayuda activa del Partido Comunista y los nuevos capitalistas locales, es lograr que una fracción aunque sea pequeña (10%) de los mil cien millones de habitantes de China reemplace con automóviles los medios de transporte públicos y bicicletas. Poco importan los efectos ecológicos, si el mercado chino se asegura una década de "crecimiento" y el consiguiente flujo de dividendos para sus accionistas, ayudando al mismo tiempo a que los mercados bursátiles en Wall Street, en Tokio y Europa disfruten algunos años más de estabilidad relativa[12] (13).
A nivel planetario, la "cuestión ecológica" ha pasado a ser indisociable de la "cuestión social". Por detrás de las palabras "ecología" y "medioambiente" está muy simplemente el cuestionamiento de la perennidad de las condiciones de reproducción física de ciertos grupos sociales y determinados pueblos. La cuestión ecológica afecta pues a la civilización en cuanto tal. Es otra expresión más de la alternativa definida por Rosa Luxemburgo hace casi un siglo: "socialismo o barbarie". Pero la apreciación de qué manera los factores ecológicos o la "rarefacción" de recursos claves pueden afectar la acumulación, exigirá investigaciones y debates que están apenas en sus comienzos. Algunos tendrán efecto directo sobre la acumulación. Así, el encarecimiento del precio del petróleo posiblemente afectará la rentabilidad de las inversiones en algunas ramas industriales, por el lado de los imputs en la producción y debido a la fuerte caída en el poder de compra de poblaciones cuya existencia está hoy completamente organizada en torno al uso cotidiano de los vehículos. Otros sectores en cambio puede beneficiarse con rebotes positivos como resultado de inversiones en energías alternativas. Los efectos sobre la acumulación podrán ser también indirectos, a través de guerras por el control de los campos petrolíferos que resten. En el caso de los cambios climáticos que amenazan la vida de la gente de regiones y países ya desheredados, la amplitud de los efectos sobre la acumulación dependerá del que la adquieran los levantamientos sociales o los conflictos intercomunitarios e interéticos y sus impactos internacionales. Las instituciones que, como el Pentágono, se encargan de vigilar la seguridad del capital y la perennidad de la dominación de los ricos, se preparan[13].
Un régimen institucional hecho a medida pero profundamente inestable
Es necesario realizar un trabajo teórico que defina al "mercado mundial" quitándole toda connotación neoclásica. Las IDE, así como el rol jugado por los grupos industriales y financieros transnacionales, dan a este "mercado" dos características: las de un espacio de valorización del capital planetario que es también un espacio de rivalidad entre oligopolios mundiales (15), y un terreno para que el capital ponga en competencia directa a los trabajadores de distintos países. En uno de esos pasajes en los que dejaba fluir libremente su intuición, Marx evocó fugazmente la hipótesis de una China capitalista. Lo hizo de un modo que tiene gran importancia para la comprensión de los problemas a los que se enfrentan los asalariados y sus sindicatos (siempre que éstos lo sean realmente). Se refiere al desarrollo a escala internacional de la competencia entre trabajadores en torno al precio de venta de su fuerza de trabajo. Marx constata que el desarrollo de la producción capitalista esboza arrojar a todos los trabajadores del mundo a una competencia cosmopolita y, citando a un diputado inglés, concluye que "ya no se trata símplemente de lograr que los salarios ingleses desciendan hasta el nivel de la Europa continental, sino de hacer que, en un futuro más o menos cercano, el nivel europeo de los salaros baje hasta el de China"[14]. Este es precísamente uno de los objetivos de las deslocalizaciones realizadas por los grupos manufactureros estadounidenses y europeos y de los contratos de tercerización de los grupos relacionados con la gran distribución. Pero hacerlo tiene un precio: ayuda al fortalecimiento de poderosos competidores. Sobre esto volveré más adelante.
El régimen institucional internacional, económico y político surgido de la liberalización y la desreglamentación nunca hubiera existido sin la acción política tenaz y continua de los Estados Unidos a lo largo de más de treinta años. Lo hicieron sobre todo en beneficio propio, pero con el paso del tiempo es claro que el verdadero beneficiario es el capital concentrado en cuanto tal, ya sea financiero o industrial, así como las oligarquías y las mayores fortunas, en el lugar en que se encuentren. Los procesos de centralización y concentración del capital y de acentuada polarización de la riqueza son comunes al "Norte" y al "Sur". La polarización de la riqueza siempre fue muy fuerte, pero se acentuó aún más[15]. La transición al capitalismo de China consolidó el proceso a nivel mundial. En determinados sectores del "Sur" - la banca y los servicios públicos, la agro-industria, las minas y metales básicos- se constata una acentuación análoga en la centralización y concentración del capital. Los países en los que la formación de poderosas "oligarquías" modernas marchó a la par de los fuertes procesos endógenos de acumulación financiarizada y la valorización de las "ventajas comparativas" acorde a las necesidades de las economías centrales -sitios naturales para los productos primarios y/o explotación de una mano de obra industrial muy barata- fueron integrados al funcionamiento del régimen internacional de la mundialización. Son los nuevos protagonistas de los conflictos comerciales y las difíciles negociaciones en la OMC: es decir China, los países de origen de los oligopolios exportadores de la agro-industria del "Sur" y próximamente la India. Las fuertes tensiones en las relaciones entre China y los países miembros de la antigua Triada, y también en la OMC entre los oligopolios exportadores de la agro-industria de los países del Sur y los países del Norte protectores de los mismos intereses internamente, no tienen nada que ver con la relación Norte-Sur. Son tensiones entre facciones de capital concentrado internacional, y la propiedad del capital de los oligopolios en conflicto puede pertenecer, bajo la forma de títulos, al mismo grupo relativamente estrecho de los más poderosos Fondos de Pensión y Mutual Funds.
Estas tensiones son consustánciales a un régimen institucional que tiene como otro rasgo la muy fuerte acentuación de la competencia a nivel mundial. El régimen institucional de la mundialización se apoya en relaciones económicas y políticas entre el trabajo y el capital, muy favorables a éste último. Sin embargo, es muy inestable. Hoy prevalece lo que Marx llamaba "anarquía de la producción". La competencia ha vuelto a ser el mecanismo ciego que describió El capital, que actúa como una fuerza coercitiva todopoderosa bajo el imperio de las tendencias inmanentes de un modo de producción en el que la ganancia es el objetivo principal, sino el único. Esto se manifiesta por primera vez a escala verdaderamente planetaria, en condiciones marcadas también por cambios en la identidad del "capitalista". En los países donde domina el capital financiero de inversiones, el "fanático de la valorización del valor (que) obliga implacablemente a la humanidad a producir por producir"[16] se constituye como un conjunto de "actores" e instituciones al servicio del capital de inversión. Incluye tanto a los gestionarios de carteras como a los dirigentes de las empresas que cotizan. Todos son servidores del valor accionario y de los "mercados". Son la personificación fetichizada del dinero todopoderoso que devino capital pero pretende conservar los atributos de flexibilidad de su forma original[17].Incluso en Asia donde el "fanático de la valorización" sigue siendo (o ha vuelto a ser, como en China) el capitalista individual, el carácter desigual y combinado de las mutaciones del capitalismo mundializado hace que ejemplo en Hong Kong y Shangai la figura del "capitalista" tome también la forma de grupo institucional sometido a las fluctuaciones bursátiles.
En el contexto de la mundialización el movimiento del capital está entonces regido por el efecto conjunto de mecanismos que escapan casi completamente a toda "regulación": por un lado, los mercados financieros capaces tanto de condenar a la desaparición a sectores industriales enteros si con eso puede aumentar el valor de las acciones de algunos grupos, a destruir la economía de un país débil mediante la especulación, o ceder a movimientos de pánico financiero colectivo que abren paso a los crack; por el otro lado, el juego arrasador de una competencia desenfrenada entre grupos industriales de grandes dimensiones. Tenemos la convergencia de ambos mecanismos en el actual movimiento de internacionalización del capital productivo, donde las firmas ya participan activamente y sin vacilar en la dislocación de lo tejidos industriales y sociales nacionales de los países que hasta ahora les sirvieron de base, sean cuales fueren las consecuencias sociales y los riesgos políticos.
La refracción en los Estados Unidos de las principales contradicciones de la mundialización
La hegemonía exclusiva de la que gozaron los Estados Unidos a partir del fin de la Segunda Guerra Mundial en el plano económico y a nivel militar y político desde el relanzamiento de la carrera armamentista de los años 1980 y seguida por la caída de la URSS, estuvo basada al mismo tiempo en indiscutibles factores endógenos, pero también en mecanismos de predación externa que fueron creadoras de dependencias cuyos efectos de rebote se revelan progresivamente. Limitándonos a la fase más reciente, marcada por el apogeo de la "nueva economía", el crecimiento del PBI interno de los Estados Unidos tuvo tres fundamentos. El primero es un conjunto de relaciones económicas internas que descansan en una inmensa acumulación de "capital ficticio" y una política económica apuntada a defender su perennidad. Por "capital ficticio" se debe entender los títulos emitidos en contrapartida de prestamos a las entidades públicas o empresas (obligaciones) o como reconocimiento a la participación en el financiamiento (generalmente inicial) del capital de una empresa (acciones). Su contenido económico es el de pretensiones de participación en la distribución de la ganancia (cuya magnitud está fijada por normas correspondientes al valor de las acciones) o a beneficiarse por medio del servicio de la deuda publica, con la redistribución de ingresos centralizados mediante impuestos. Para sus poseedores, esos títulos, negociables en cualquier momento en los mercados especializados, representan un "capital" del que esperan un rendimiento regular bajo la forma de intereses y dividendos (una "capitalización"). Vistos desde el ángulo del movimiento del capital productivo de valor, tales títulos no son capital. En el mejor de los casos, son el "recuerdo" de una inversión hecha hace mucho tiempo.
En el momento de los crack financieros, se descubre el carácter ficticio de los títulos a expensas de sus poseedores. Pero los mismos pueden también servir como fundamento de operaciones que prolonguen la ficción amplificándola, ser utilizados como medio de pago por una empresa para "pagar" la compra de otra en el curso de una fusión o, en el caso de particulares, ser presentados como caución para la obtención de créditos al consumo o prestamos a la construcción. Fue facilitando constantemente este tipo de operaciones como la Reserva Federal relanzó constantemente la coyuntura norteamericana desde hace mas de una década. Haciéndolo, demoró el momento en que se producirá el fin de la ficción y contribuyo a una acumulación aún mayor de capital ficticio.
Sin embargo, seria imposible fundar, ni siquiera momentáneamente, un circuito de valorización interna y política macroeconómicas sobre la acumulación de capital ficticio, sin la existencia de mecanismos relacionados con la economía real que aseguren, al menos durante un tiempo, la apropiación de un monto de plusvalía que permita la distribución de dividendos e intereses. Dos mecanismos lo han posibilitado, con la ayuda de punciones y expropiaciones realizadas a expensas de capas sociales sin plena integración en el sistema de explotación capitalista[18] (22) El primero fue el aumento de la tasa de explotación en los Estados Unidos, expresado en las estadísticas de aumento de la productividad del trabajo. Fue obtenida junto con la aplicación sistemática de las tecnologías de la informática y la comunicación (TIC) en todos los sectores y a todas las operaciones posibles y la flexibilización del trabajo. El segundo fue el recurso de los grupos industriales a la inversión directa en el extranjero y la tercerización internacional. Esto se dio a una escala mayor que en las fases precedentes de internacionalización de la producción y también en dirección a países que poseen (a diferencia de muchos otros en que invierten las empresas) una fuerte capacidad política y técnicas que les permiten utilizarlas como trampolín para una acumulación autónoma.
La baja tendencial de la tasa de ganancia es una compleja cuestión teórica. Yo la entiendo como una tendencia de fondo subyacente a la acumulación permanentemente, por lo que el análisis de los factores que "contrarrestan la ley", es por lo menos tan importante como el de la tendencia misma (que además no es una "ley"). Las fases de recuperación de la tasa de ganancia corresponden a los éxitos pasajeros de los esfuerzos dirigidos de manera casi permanente por el capital, y cuyos efectos quedan generalmente circunscriptos a determinados grupos capitalistas. Hoy, la necesidad del capital industrial de contrarrestar los efectos de la baja tendencial de ganancia es mucho mayor porque los accionistas y los mercados bursátiles están en condiciones de imponer sus exigencias en lo relativo a niveles y redistribución de ganancias. Esto exige instituciones que permitan una rápida perecuación de la tasa de ganancia. Y el neoliberalismo las creó. Hoy la transferencia de las inversiones en actividades con pérdida de rentabilidad hacia aquellas cuya rentabilidad aumenta, tiene efectos mas importantes sobre la tasa de ganancia tanto como proceso transnacional que como proceso doméstico. La liberalización de las inversiones y los intercambios comerciales permite a los grupos industriales dar a estas transferencias, al menos parcialmente, la forma de medidas tomadas "internamente" por medio de la deslocalización de las sedes. Esta es la explicación, que habría que fundamentar empíricamente de un modo mas sólido, del carácter masivo de la IDE y las tercerizaciones internacionales desde Estados Unidos hacia Asia, con China e India a la cabeza. Los cálculos hechos por Gerard Dumenil y Dominique Levy ya mostraron el crecimiento regular del la parte de las ganancias de empresas estadounidenses que proviene de filiales en el extranjero. Seria preciso tener acceso a la contabilidad de los grupos individuales para conocer la contribución de las filiales chinas.
El resultado es claro y constituye uno de los rasgos de la actual fase del capitalismo. Se trata del desacoplamiento de los lugares donde están instalados los centros financieros que constituyen los bastiones del capital de inversiones con rasgos rentistas, comenzando por Nueva York, y los lugares donde se desarrolla la acumulación efectiva y ocurre la incorporación al ejército de proletarios explotados por el capital de centenares de miles y aún millones de nuevos reclutas, junto con la acumulación de nuevos medios de producción y de comunicación que esta explotación exige y fueron suministrados inicialmente por las inversiones desde el exterior. Estos lugares están situados en Asia, sobre todo en China, y están implantados en condiciones económicas y políticas que impiden su desmantelamiento por los grupos extranjeros.
Hace tres años, subrayé la dimensión de fuga hacia delante con efectos no calculados de la invasión y ocupación de Iraq. ¿No ocurre algo análogo en lo que hace a la ayuda industrial y tecnológica masiva aportada a China, cuyo tamaño, cultura e instituciones estatales lo convierten en el único gran Estado capaz de de devenir un rival económico y militar directo de los Estados Unidos? Se hubieran requerido décadas hasta que la acumulación del producto excedente creado por los obreros y campesinos expropiados por la casta burocrática hubiera permitido asegurar una transición al capitalismo. Pero la misma se logró en un plazo muy corto. No seria equivocado remontar el punto de partida de esta transformación al acceso al pode en China de Deng Xiaoping, al mismo tiempo que Margaret Thatcher en el Reino Unido. Sobre todo hay que destacar la contribución que hicieron a esta transformación los grandes grupos estadounidenses del sector manufacturero y de la distribución concentrada (con Wall-mart a la cabeza) desde 1992, y luego aceleradamente tras la crisis asiática de 1997-98. Sin sus inversiones (que durante mucho tiempo fueron exclusivamente verdaderas inversiones y siguen siéndolo en la mayoría de los casos, mientras que en la mayoría de los otros países se trata de adquisiciones-absorción de firmas ya existentes) y sin las tecnologías manufactureras y de gestión capitalista que fueron transferidos al mismo tiempo, la transformación en unos quince años de la China en "fábrica del mundo" hubiera sido imposible. Hoy, los grupos estadounidenses y europeos incluso levantan laboratorios y centros de investigación, algunos importantes (26). Las ventajas que el capital estadounidense - en cuyo seno predominan los intereses del capital de inversión, financiero - saca de "la fábrica del mundo" incluyen también los efectos de la deflación salarial de la que se beneficia la economía norteaamericana al igual que el conjunto de las economías avanzadas.
Seria interesante ampliar la reflexión de los marxistas al conjunto de efectos contradictorios que las estrategias dictadas por la exigencia de satisfacer el valor accionarial, mantener el nivel de las cotizaciones bursátiles y preservar la ficción de los títulos como verdaderas expresiones de la riqueza tienen sobre la política de los Estados Unidos y sobre la capacidad de defender su hegemonía a mediano plazo. Cuando los atentados del 11 de septiembre en Nueva York, recordé la observación hecha por Trotsky en 1932, en el sentido de que "el inevitable crecimiento de la hegemonía mundial de los Estados Unidos desarrollará ulteriormente profundas contradicciones en [su] economía y política (…). Imponiendo la dictadura del dólar sobre el mundo entero, la clase dirigente de los Estados Unidos introducirá las contradicciones de todo el mundo en su propia dominación" (entrevista realizada a León Trotsky en Prinkipo el 5 de marzo de 1932 por el New York Times). El término científico utilizado por los economistas que se ocupan de esa "dictadura" es el de "seignorage benefit" (ventajas derivadas del privilegio señorial para acuñar moneda). Sobre la base de estos privilegios los Estados Unidos pudieron construir su déficit exterior colosal y, mas allá; el funcionamiento de sus circuitos internos de valorización del capital. La magnitud de las "demandas" que los Estados Unidos plantea con respecto a las reservas energéticas y de materias primas mundiales es proporcional al déficit y sólo es posible con su endeudamiento externo. Esto otorga a tales "demandas" un carácter depredatorios que no tiene mucho que ver con las relaciones de "mercado".
La facilidad y duración de estas depredaciones han contribuido a forjar reflejos sociales y políticos que justifican la analogía hecha entre el comportamiento de los norteamericanos y los de la aristocracia y la plebe en tiempo del Imperio Romano. Pero el mundo contemporáneo, mas allá de un corto período, no tiene lugar para relaciones "imperiales" predadoras. Los centenares de miles de jóvenes diplomados de todo el mundo, que aseguran el financiamiento de una parte de las universidades estadounidenses y el funcionamiento de una parte de sus laboratorios, ya no se quedan toda la vida en los Estados Unidos. Regresan y contribuyen a reforzar a sus países, que serán los futuros competidores de las firmas estadounidenses. Ni China, ni la India pueden ser tratados como lo fueron el Egipto de las últimas dinastías decadentes y los Estados sucesores al Imperio de Alejandro. Y sobre todo, el planeta en que vivimos es un mundo finito con recursos limitados. Si los Estados Unidos quisieran imponer sus predaciones "imperiales" demasiado tiempo, sólo podrían hacerlo por medio de guerras terribles y tal vez conducir a un radical cuestionamiento a la posibilidad de vivir en el planeta a quienes no sean parte de una minoría armada hasta los dientes. Tal vez sea la gran literatura de ciencia ficción la que mejor presente las opciones del capitalismo en su actual estadío. De ahí la exigencia de sobreponernos al legado del estalinismo y el "socialismo real" e intentar dar a la alternativa que planteara Rosa Luxemburgo la salida del socialismo en vez de la barbarie.
* Este artículo es uno de los textos presentados por el autor como contribución a la reflexión colectiva "Pensar el comunismo, el socialismo, hoy", impulsado desde Europa por las revistas Carré rouge, A contra courant y A l’encontre, esfuerzo al cual se asocia también Herramienta. Ver en: http://www.herramienta.com.ar -sección Pensar el Comunismo, el Socialismo, hoy-.
[1] El capital, Libro III, México D.F., F.C.E., 1973, vol.3, pág. 248.
[2] Contribución a la crítica de la economía política, Buenos Aires, Ed. Estudio, 1975, pag. 211.
[3] Lo mismo vale para el llamado "socialismo real" en la década de 1960.
[4] Término "neutro" concebido por los economistas neo-schumpeterianos.
[5] Denominación genérica que designa a todos los que están obligados a vender su "fuerza de trabajo".
[6] Fue la posición sostenida hasta su muerte por Bernard…
[7] Proceso documentado por Serge Halimi en su libro El gran salto atrás.
[8] Los límites de un artículo impiden entrar en el análisis histórico.
[9] El capital, Libro I, ob. cit., vol. 1, pág. 424.
[10] Elementos fundamentales parala crítica de la economía política (borrador) 1857-1858, Buenos aires, Siglo XXI, 1971, tomo 1, pág. 360.
[11] Ver Philippe Muhlstein, Le travail, son sens et son aliénation…
[12] Ver Chesnais-Serfati, ob. cit.
[13] Ver por ejemplo el "Informe secreto del Pentágono sobre el cambio climático…"
[14] El capital, Libro I, ob. cit., vol. 1, pag. 506.
[15] Ver por ejemplo los datos que publica Merrill Lynch…
[16] El capital, Libro I, ob. cit. vol. 1, pag. 499.
[17] Ver Chesnais, "La preeminence de la finance…
[18] Lo que David Harvey denomina "acumulación por expropiación".