29/03/2024

Las Asambleas Populares del 2001-2002: La primavera de la autoactividad de las masas

Por Barrera Sergio , ,

En el primer semestre del año 2002 vivimos una pequeña primavera donde se desplegaron inéditas acciones independientes y autónomas de las clases subalternas, focalizadas principalmente en la Capital Federal, algunos partidos del Conurbano bonaerense y en algunas ciudades importantes del interior del país. ¿Cuál fue su potencialidad? ¿Qué faltó para que las mismas se desarrollaran y prefiguraran una nueva relación de fuerzas y perspectiva política de cambio social? ¿Existe un legado?

Las Asambleas Populares fueron un emergente de la rebelión del 19 y 20 de diciembre del 2001. Pero no se entiende la rebelión del 2001 sin mirar hacia atrás, quizás los últimos 25 años de la historia de nuestro país y poniendo la lupa en la última década del siglo XX.

¿Cómo llegamos a un país con una crisis orgánica, que abarca todos, absolutamente todos, los aspectos de su vida económica, política, social y cultural? Fue gracias al reinado de las recetas neoliberales, que se aplicaron en todo su esplendor con la dupla Menem-Cavallo y continuadas por De la Rúa. Las consecuencias fueron una profunda desigualdad social, impulsada fundamentalmente por el desempleo y el subempleo; un aumento considerable de la brecha entre ricos y pobres; una clase media pauperizada, sin posibilidades de ascender económica y socialmente; marginados y excluidos; pobreza y hambre.
Las instituciones del Estado, estaban totalmente desprestigiadas, cuestionadas y aún aborrecidas. El Poder Ejecutivo, que respondía a las directivas de los organismos internacionales, primero fue repudiado por las “relaciones carnales” que el pueblo sentía más bien como una verdadera violación; y poco después, la figura presidencial pasó a ser el centro de todo tipo de bromas y cargadas.
El Poder Legislativo era repudiado por corrupto y parasitario y estuvo cuestionada incluso la forma delegativa de representación democrática, amenazando el fetichismo sobre el que se sostiene el sistema representativo republicano.
El Poder Judicial, títere del poder político (recordemos la servilleta de Corach), hacía que el reclamo de justicia y seguridad jurídica estuviera a la orden del día, aunque casi sin confianza de poder conseguirlas finalmente.
 
Revuelta y rebelión
 
Revueltas, rebeliones y revoluciones constituyen tipos de movimientos colectivos desarrollados por los sectores subalternos de una sociedad. Las primeras poseen escasa organización. Son esporádicas, espontáneas y de corta duración, ocupan un área reducida del territorio y se extinguen cuando los reclamos puntuales que efectúan sus líderes son satisfechos, o bien, cuando las fuerzas del orden proceden a la represión violenta.
La rebeliones, en cambio, son un nivel mayor de organización y se prolongan en el tiempo, pudiendo integrar los reclamos y demandas de diferentes sectores (... ) Cuando logran triunfar, obtienen algunas modificaciones parciales en el orden social, que satisfacen las demandas, aunque no significan cambios en sus aspectos centrales. (Moglia, 1997: 106)
 
Esta cita, en líneas generales nos sirve para ubicar el alcance de los hechos y su profundidad. Las movilizaciones del 19 y 20 de diciembre del 2001, con epicentro en la Capital Federal y Gran Buenos Aires tuvieron un alcance nacional, conmovieron al Estado nacional y a su superestructura de conjunto, aunque a medida que la onda se alejaba hacia las provincias, se iba debilitando. Pero es indispensable tomar como antecedentes a las puebladas del interior, de Cutral Có (1997) y Mosconi-Tartagal (1997-2001), Con asambleas populares en las que el pueblo todo, se organizó, discutió y luchó, consiguiendo victorias que resonaron a lo largo de toda la extensa geografía de nuestro país.
Habría que agregar que en la movilización del 19 de diciembre –en la que habrían participado alrededor de medio millón de personas– y en la del 20 de diciembre, en dónde a lo largo de varias horas una vanguardia enfrentó a la represión, especialmente entre Plaza de Mayo y la Avenida 9 de Julio, hubo claramente elementos insurreccionales.
 
La potencialidad: Estado de asamblea
 
Mientras participábamos y discutíamos, un compañero de la Asamblea de Parque Avellaneda escribió lo siguiente, que sintetiza la mirada de muchos asambleístas en aquellos primeros meses: 
 
Las asambleas populares son la respuesta más creativa y poderosa forjada por el pueblo argentino luego de décadas de resistencia atomizada y dispersión. Intentan reconstruir las tradiciones de lucha que los poderosos quisieron exterminar, enlazando generaciones y experiencias en su seno. Busca unir lo que durante años el régimen atomizó. Busca incluir generosamente en su interior a asalariados en blanco y en negro, efectivos y contratados, desocupados y changarines, ahorristas arruinados y estudiantes. Todos los átomos dispersos pueden reagruparse en torno a ella. En esto radica su potencialidad revolucionaria que no sólo cuestiona políticamente al régimen y sus políticos, sino que además tiende a reconstruir en su seno los tejidos de solidaridad social que durante décadas estuvieron dispersos” (Vera, 2002: 109-116)
 
Habían sido muchos años de sufrir en lo económico las medidas neoliberales; en lo social años de aislamiento, de soportar una cultura que premiaba el individualismo, el sálvese quien pueda. En el territorio, los desocupados empezaban a encontrarse en el piquete para pelear por trabajo y dignidad; en las fábricas recuperadas, los trabajadores daban una respuesta defensiva al desempleo con la ocupación y gestión obrera de los establecimientos quebrados, proceso sintetizado en la consigna: ocupar, resistir, producir. En los barrios, los “vecinos”, trabajadores, desocupados, jubilados, estudiantes y comerciantes, nos encontramos para re-construir una trama, con nuevos lazos sociales, que nos permitió cuestionar todo, pensar en cambios e intentar instrumentarlos.
Primero vino la acción: las movilizaciones tuvieron características muy variadas, desde los ahorristas estafados, los comerciantes con sus cuentas y tarjetas paralizadas, los trabajadores pudiendo extraer pequeñas cantidades de dinero de sus sueldos, los saqueos en el Gran Buenos Aires a los supermercados barriales y finalmente la salida a la calle, el “cacerolazo”, como respuesta al Estado de Sitio. Al día siguiente la acción callejera, el enfrentamiento respondiendo a la represión, los muertos en nuestras filas, el agrupamiento en los barrios para organizar la bronca, para poner en palabras lo que se había manifestado en la acción.
Entonces el pueblo formó la asamblea barrial para encontrarse, para debatir y para luchar en la plaza del barrio, recuperando un territorio abandonado en la última década. Ya no era el espacio corporativo, sino el espacio de todos, donde se empezaba a construir una nueva subjetividad.
Como una respuesta a las “órdenes” y al verticalismo de “los cuerpos orgánicos” que bajaban siempre de alguna institución superior –política o sindical, en esencia externa al tejido social– se instrumentó y popularizó el funcionamiento asambleario. Se terminaba el “acepto y obedezco”, e intentábamos “tomar en nuestras manos” absolutamente todo.
La desconfianza y el repudio a burócratas de cualquier pelaje, políticos o sindicales, impulsaron las tendencias no delegativas, la horizontalidad y la autonomía. Se buscaron formas para transformar las relaciones entre representantes y representados, pensando la implementación de criterios de rotación, mecanismos de control y revocabilidad.
Así, el movimiento asambleario cuestionó algunos de los pilares en el que se asienta la Constitución burguesa, como aquellos de que “el pueblo no delibera ni gobierna sino a través de sus representantes”, “los partidos políticos son las instituciones fundamentales del sistema democrático” y “la irrevocabilidad de los jueces supremos”, entre otros.
Para un sistema que funciona trabando toda posibilidad de que las clases subalternas se puedan expresar sin intermediarios, la búsqueda de nuevas formas que permitan desarrollar la democracia directa, el intento de poner en práctica formas deliberativas extra parlamentarias, con marcada desconfianza a todo lo que pudiera facilitar la cooptación del Estado, era un problema de vida o muerte.
Entre Capital y Gran Buenos Aires, se calcula que funcionaron alrededor de ciento veinte asambleas, llegando a unas doscientas en todo el país. El movimiento alcanzó un mayor grado de organización y centralización al conformarse la Interbarrial de Asambleas. Y llegó a realizarse un Encuentro Nacional en Plaza de Mayo. Con una participación activa de poco menos de 10.000 asambleístas, sus acciones y desarrollo fueron respaldados por muchísimos más, porque todo el país estaba en estado asambleario, todo se debatía, todo se discutía, todos buscábamos las soluciones para la crisis.
 
Un radiografía elocuente
 
Después de una Interbarrial de Parque Centenario,[1] se hizo una encuesta para saber sobre qué temáticas trabajaban las asambleas barriales. Se tomó como parámetro la formación de comisiones por cada tema específico. La encuesta –aunque parcial– ofrece una radiografía de las preocupaciones asamblearias.
Sobre sesenta y seis asambleas encuestadas:
 
* Casi todas las asambleas toman la lucha de Derechos Humanos, pero veintidós participaban en coordinadoras locales contra la impunidad, en defensa de los derechos de las personas o de los pueblos.
* En dieciocho asambleas se lucha contra el hambre, se mantienen comedores, en varios casos articulando con alguna organización piquetera. En Capital Federal, cuatro asambleas mantienen ollas populares, cinco comedores comunitarios y cuatro merenderos.
* En diecisiete asambleas se instrumenta una economía solidaria, son las actividades que incluyen micro-emprendimientos (textiles, juguetes), compra de bolsones de alimentos, cooperativas de consumo, trueque, huertas comunitarias y ferias artesanales.
* En otras diecisiete, se toma el tema de la lucha contra las privatizadas, con comisiones barriales y una comisión central de la Interbarrial. Centralmente se organizan las movilizaciones contra los tarifazos, contra los cortes de luz, por la recuperación de las empresas privatizadas: correo, aguas, energía y ferrocarriles, entre otras.
* En dieciséis asambleas se toma el tema de la salud pública. Existe una Intersalud de Capital Federal y algunas asambleas participan de los Foros de Salud y Medio Ambiente.
* En dieciséis asambleas se toma el tema de las tierras públicas, se lucha contra la especulación inmobiliaria y la privatización de los espacios públicos (ex talleres ferroviarios, la costa ribereña, el Puerto de Buenos Aires, las tierras de Palermo Viejo, el Parque 3 de Febrero, etc.).
* En trece asambleas se toma el tema de las comunas. Apoyándose en la Constitución de la Ciudad de Buenos Aires, que en 1996 proyectó la descentralización del poder central a través de las comunas y nunca instrumentó; se presentó un modelo alternativo asambleario, con elementos avanzados de democracia directa, como son la potestad de decidir y controlar los gastos del presupuesto, comisiones elegidas por los vecinos por barrio y revocabilidad de los mandatos entre otras medidas progresivas.
* En once asambleas, se participa en coordinadoras de lucha por el No Pago de la Deuda Externa y contra el ALCA.
* En doce asambleas se toma específicamente el tema cultura y educación, que abarca desde la educación en general, sueldos docentes e infraestructura, hasta talleres, festivales, corsos, charlas-debate, etc.
* En siete asambleas existen comisiones de prensa y comunicación, que editan periódicos alternativos, boletines y tienen programas de radio. También existe una comisión que centraliza esta actividad y edita un periódico para todas las asambleas: QSVT (Que Se Vayan Todos).
* En cuatro asambleas toman el tema de desocupados y cartoneros. Tienden a formar cooperativas de trabajo y recolección de los residuos urbanos.
* En cuatro asambleas se toma el tema de la vivienda, apoyo a los deudores de las cooperativas, a los desalojados por remates y/o por ocupas.
* En dos asambleas se toma el tema de la minoridad en Capital; son las que trabajan con los chicos de y en la calle.
* En dos asambleas, se participa centralmente en la asamblea por la Justicia, que llevan adelante los escraches a los jueces de la Corte Suprema.
 
Como se ve, aunque es un informe parcial, es sintomático que las asambleas toman concretamente y quieren intervenir en los problemas centrales del país. Nótese que no existían comisiones de ahorristas o perjudicados por el “corralito”. Contra lo instalado en el imaginario popular, si bien es cierto que al principio ese sector fue el más mediáticamente activo, es evidente que el fenómeno lo superaba ampliamente. Esas comisiones, por ejemplo en la Asamblea Popular de Liniers, funcionaban semanalmente en una reunión que se hacía durante la semana, llevaban propuestas a la asamblea del sábado y las que eran votadas se llevaban el domingo a la Interbarrial.
 
Un programa básico
 
Lo primero fue el cuestionamiento al régimen democrático representativo y republicano. Las elecciones de octubre, ya habían dado un aviso al repudio a la clase política en general, con el avance del voto en blanco, el voto anulado de protesta y la abstención.
El canto popular ¡Que se vayan todos, que no quede uno solo!, fue una muestra clara del repudio social, que cuestionaba radicalmente el régimen político, en la búsqueda de nuevas formas de democracia directa.
Al mismo nivel, se levantaron las consignas para repudiar la política económica neoliberal, las medidas implementadas a instancias del FMI y los organismos internacionales de crédito.
La Asamblea Popular de Liniers, levantaba en sus boletines, volantes y en un texto leído ante miles de personas en el Carnaval de la Protesta del día 8 de Febrero del 2002, los siguientes puntos, que eran los que se planteaban en casi todas las asambleas que participaban de la Interbarrial:
 
• Juicio político a los jueces de la Corte Suprema.
• Reforma política, que contemple entre otras cosas la revocabilidad de los mandatos.
• Mayor presupuesto para la educación, para la salud y para los jubilados.
• Creación de nuevas fuentes de trabajo.
• La re-estatización de las empresas privatizadas.
• El No Pago de la Deuda Externa.
• El juicio y castigo a los represores y asesinos del 19 y 20 en Plaza de Mayo.
 
Piquete y Cacerola
 
El estado de asamblea plantea, primero, una ruptura. En líneas generales, afirma: “Ustedes no nos representan. Vamos a representarnos a nosotros mismos. Vamos a tomar las cosas en nuestras manos”. Es cuando el “vecino” va en busca del otro, sale de su cueva y se encuentra en la trinchera con otros, en la asamblea. Y piensa políticamente, toma en sus manos la política.
El desocupado sale también de su casa, deprimido, despojado, ninguneado: pero en la asamblea o en el piquete, ya no se siente humillado, está con otros, peleando por trabajo y dignidad.
Entonces, una de las potencialidades que nos legó la rebelión del 2001, fue el principio de encuentro y la posibilidad de que las distintas realidades de las clases subalternas, la clase media empobrecida, los profesionales pauperizados o desocupados, jóvenes y jubilados, se encontraran en la calle, con los movimientos de trabajadores desocupados y piqueteros. La coordinación y la confluencia estuvieron planteadas.
El encuentro se dio en la asamblea y en la movilización, identificando un mismo enemigo, los mismos problemas e intentando construir una salida en común.
El lunes 28 de enero del 2002, los asambleístas del barrio de Liniers, vecinos y comerciantes, recibimos con un desayuno a los piqueteros de La Matanza que marchaban a Plaza de Mayo. Lo mismo hicieron las distintas asambleas a lo largo de toda la Avenida Rivadavia. Aquí quiero abrir el primer paréntesis, porque a la distancia adquiere mayor valor esa acción. En la asamblea se armó un lindo debate. Algunos vecinos planteaban que no era un problema nuestro y que no debíamos mezclarnos con los piqueteros. Otros cuestionaban a los dirigentes, por eso de la manipulación de los planes, el clientelismo, etcétera. Se fueron dando respuesta a cada uno de los argumentos en contra y primó la idea que se apoyaba la lucha de los desocupados y no a sus dirigentes, que en la asamblea teníamos muchos desocupados, que aunque fueran de clase media empobrecida no los hacía diferentes y que lo fundamental era que estábamos luchando contra un mismo enemigo. La asamblea que votó el desayuno fue numerosa, había unos 200 vecinos, y una vez que se votó, desaparecieron las diferencias. Allí se desplegó toda la iniciativa, la imaginación y casi 150 vecinos participaron del recibimiento. Los comerciantes por primera vez no bajaron las persianas, y si alguno lo hacía, habíamos preparado carteles que decían “Cerrado por Vacaciones”, fue una propuesta de un vecino para no ofender a los piqueteros. Se armaron mesas con tablones y caballetes, las panaderías de la zona colaboraron; igual todos los vecinos venían con una bolsa de pan y un termo. El ferretero del barrio, armó con un equipo de vecinos un “mate móvil”, que era un tanque de acero inoxidable de 1.000 litros, armó un dispositivo con caños termo-contraíbles, le puso una canilla y lo instalaron en un tráiler. Todo eso durante toda la noche del domingo al lunes. El mate cocido se hizo a la madrugada en dos bares y varios vecinos con baldes lo trasladábamos hasta el tráiler. La confraternización en la columna fue inolvidable, creo que esa imagen aterrorizó a varios en las alturas.
Hubieron otros hechos que marcaron el acercamiento que ambos sectores buscaban, se organizó un “cacerolazo” el 15 de febrero con participación del Bloque Piquetero y una columna de la CTA; las asambleas barriales fueron invitadas y participaron de la “Asamblea de Trabajadores Ocupados y Desocupados” convocada por el Bloque Piquetero.
 
El fin de la primavera
 
Lo que estuvo planteado en el proceso abierto en la rebelión del 2001 y los primeros meses del 2002, fue el ejercicio activo del poder popular. Se expresó en la búsqueda de autonomía, que apuntaba contra la dependencia del Estado, sus partidos e instituciones “democráticas”. En el rechazo a los “aparatos” y a los burócratas de todo tipo. En la desconfianza hacia todo lo “delegativo”.
Por ejemplo en la Asamblea Popular de Liniers, se elegían los delegados para la Interbarrial de Asambleas, pero iba casi toda la asamblea para “controlar” a los delegados.
Eran los tiempos en que autonomía, horizontalidad y consenso, eran valores supremos. El problema es que muchos entendieron autonomía como el rechazo a toda forma de delegación, representación o incluso organización que trascienda los estrechos marcos del propio sector. La horizontalidad extrema llevó al inmovilismo primero y a la desmoralización por inacción después.
Esto se constituyó en una traba para que se consolidaran los nuevos fenómenos surgidos del proceso abierto en diciembre del 2001.
Así se cerraba el camino a una noción de autonomía distinta, la que “remite a la recuperación de las experiencias de auto-organización obrera y popular, como parte de la construcción del ʻespíritu de escisiónʼ necesario para concretar la ruptura con el capitalismo, pero sin renunciar a la construcción de formas políticas alternativas (organización de ʻnuevo tipoʼ como ʻintelectual colectivoʼ)” (Thwaites Rey, 2004).
Podría decirse que el movimiento no maduró lo suficiente para dar respuestas positivas a los nuevos problemas que se le presentaban, y esto se reflejó en la incapacidad de resolver, entre otros, los problemas de funcionamiento capaz de lograr una ecuación eficaz entre el debate democrático y la acción política concreta.
Aunque nunca planteó en forma consciente una ruptura con el sistema capitalista, ni siquiera en abrir un cauce independiente de la burguesía, proceso que se dio solamente en forma marginal en algunas asambleas, el movimiento conjunto de asambleas barriales, piqueteros y fábricas recuperadas cuestionó e hizo entrar en crisis el régimen político, económico y social heredado de la matriz neoliberal. Y la derrota de ese modelo, no es poca cosa.
Pero el movimiento asambleario que gritó ¡Que se vayan todos, que no quede uno solo!, sabía lo que no quería, pero no sabía y no podía aún proponer una alternativa. Y la sociedad que lo acompañó, que siguió con simpatía el proceso destituyente asambleario, esperó en vano una respuesta política real, concreta y aplicable.
Ante el triunfo de la burguesía, que logró imponer las elecciones sólo a Presidente, derrotando el pedido de toda la sociedad de elegir todos los cargos, la población volvió a delegar en el sistema político tradicional.
 
Solas contra el mundo
 
Las asambleas estuvieron solas contra el mundo para poder desarrollarse, avanzar, recuperando lo mejor de la historia de luchas de nuestro pueblo y crear imaginativamente las respuestas a viejos y nuevos problemas. Mostraron parte de su potencial, pero como un bebé que recién empieza a caminar, no merecían los zarandeos, zancadillas ni manipulaciones de las organizaciones que deberían haber estado a su disposición. Estas se opusieron al paciente y dialéctico trabajo de contribuir para que sus integrantes hicieran su propia experiencia, aprendiendo en el ensayo y el error las síntesis superadoras que le permitieran avanzar.
Es verdad que las asambleas estaban llenas de problemas, tensiones y que primaba el “desorden” de lo que todavía no terminaba de nacer, pero tenían en su seno toda la potencialidad revolucionaria, que en forma explosiva había tirado abajo varios presidentes y puesto en crisis al régimen neoliberal.
Las organizaciones no ayudaron con sus prácticas sectarias, subestimando primero al movimiento, y después tratando de imponerle “su” programa, creyendo que la “crisis de dirección” se solucionaba si tal o cuál organización terminaban copando la Interbarrial.
En este punto quiero abrir el segundo paréntesis, porque fue muy interesante una discusión que se dio entre las asambleas y las organizaciones de izquierda sectarias. Y fue la forma en cómo se votaba en la asamblea Interbarrial. En los primeros encuentros todos los participantes de la asamblea votaban a mano alzada. Al problema de contar los votos en asambleas de 2.000 o 3.000 participantes, se le sumaba a la distorsión que fuimos detectando. Es que las organizaciones movilizaban a todos sus militantes y simpatizantes, para hacer votar sus consignas –sean miembros de una asamblea o no–, y así se empezó a desvirtuar la esencia del movimiento. Por ejemplo en la asamblea del 28 de enero, se votaron 54 propuestas y fueron aprobadas por mayoría 19. Y cada organización quería imponer su programa de solución para la crisis. Desde un grupo de 33 asambleas fuimos con la propuesta de “una asamblea un voto”, que se eligieran dos delegados por asamblea (un orador y un voto) y una comisión de la Interbarrial para fiscalizar la existencia de las asambleas y evitar las asambleas “fantasmas”, que ya se infería que existían. La propuesta fue votada por absoluta mayoría, y al ver que un nutrido grupo de militantes de organizaciones querían romper la asamblea, los asambleístas cantábamos: “respeten los mandatos, basta de aparatos”.
Pero esas tendencias de aparatos no fueron derrotadas, en dos semanas las organizaciones “crearon” de la nada, varias asambleas. Se paraban militantes de una organización, en una esquina y fundaban la “Asamblea de Congreso”, y si ya existía le ponían de “Corrientes y Callao”. Entonces tenían su delegado y su voto. Pero esta maniobra no era al movimiento asambleísta. Era al proceso abierto el 19 y 20, que poco a poco se estaba apagando, inmerso en sus contradicciones e impotencia, por estas y otras razones.
Fue sintomático lo que se dio, estrictamente en lo político, cuando las asambleas de conjunto correctamente rechazaron la trampa electoral, y siendo consecuentes imprimieron una boleta que decía:
 
Impugno mi voto QSVT –Que se Vayan Todos–, Por una democracia participativa y formas directas de gestión política. NO a los que arruinaron el país. Que se Vayan Todos y NO VUELVAN NUNCA MÁS.[2]
 
También era un voto programático, ya que en su reverso planteaba: No al Pago de la deuda Externa; No a las leyes de Obediencia debida y Punto final; Por la soberanía, el pan y el trabajo, entre otros puntos. Las organizaciones de izquierda sectarias, teóricamente anti régimen y anti sistema, abandonaron las asambleas para dedicarse a contribuir con militantes, esfuerzo y dinero a la campaña electoral. Se presentaron seis listas de la izquierda, que fueron todas castigadas sacando muy pocos votos.
 
Lo que faltó
 
Por todo lo que destituyeron en ese corto período, por la inmensa potencialidad desplegada en un principio, debemos detenernos un minuto para reflexionar en qué fue lo que faltó para que la rebelión insumisa pudiera plasmarse en propuestas alternativas que pudieran disputarle a la burguesía, realmente, su poder.
Nos faltó tiempo. De diciembre a junio, ya las asambleas estaban decayendo. La Interbarrial había dejado de ser el lugar de centralización efectiva que la lógica de las organizaciones intentaron imponer, y ante la manipulación, las asambleas, para preservarse, se refugiaron en su territorios, se armaron regionales dónde las asambleas coordinaban y articulaban defensiva y ofensivamente acciones ante los conflictos.
Rápidamente se empezó a hacer la experiencia con las teorías autonomistas extremas, pero faltó el tiempo de elaborar otras nuevas, al calor de los acontecimientos. Porque el Estado existe, a pesar de que intentemos ignorarlo y pretender que, si nos construimos fuera de él, podemos flotar en un mar de “neutralidad anticapitalista”. El problema es que es imposible construirse fuera de él, sólo podemos hacerlo en sus márgenes, y tenemos que ser conscientes que seremos marginales si nos resignamos a ocupar sólo ese lugar.
Nos faltó una organización o movimiento o colectivo, una institución de nuevo tipo, que fuera parte, no externa al movimiento, que aportara, participando, colaborando, pero que al mismo tiempo fuera una más de todas las fuerzas, que se autoorganizan en los procesos revolucionarios. Que buscara la coordinación y la articulación, pero no como una táctica para imponer su hegemonía, sino como una forma desinteresada de sumar fuerzas, para que acorralar al enemigo común. Que desde la construcción de poder popular, hiciera de cemento entre los movimientos de trabajadores desocupados, asambleas barriales, trabajadores de fábricas recuperadas, etc., para que todos esos procesos avancen, sin intenciones de tutelarlos, sino aprendiendo de ellos y sacando conclusiones para que tengan expresión política en la búsqueda de construir una nueva hegemonía, para el cambio social, para disputar el poder. 
 

¿Existe un legado?

 
Después del triunfo de la burguesía en recomponer su régimen, en reconstruir un país “serio” y “normal” como le gustaba decir a Néstor Kirchner, una vez que se logró desmantelar o disciplinar una parte importante de los movimientos sociales, cooptar a muchos de sus dirigentes o simplemente, ante la ausencia de algo mejor, recrear la democracia bajo otros parámetros, expropiando varias banderas levantadas en la primavera insumisa, ¿qué es lo que quedó?
Así como es indiscutible que el legado para toda esta etapa de las organizaciones piqueteras es su forma de lucha, ya que no hay sector sindical, estudiantil; vecinal, profesional o artístico que no recurra al corte de calles para hacer visible sus demandas, también la forma asamblea popular, como espacio de organización está instalado y se mantiene en distintos lugares y con distintas características sin perder su esencia.
Es verdad que su práctica, aunque presente en todo espacio de lucha, se trasladó del centro a la periferia o al interior. Es hoy en las decenas y decenas de asambleas populares, que se levantan a lo largo de todo el país en las luchas medioambientales, ante el avance indiscriminado de la frontera agrícola, el desastre ecológico de la explotación de las minas a cielo abierto, en la lucha por la defensa del agua, en donde las encontramos como herramienta eficaz de organización y de lucha. La existencia de la UAC (Unión de Asambleas Ciudadanas), que nuclea a la mayoría de estas asambleas, como la Asamblea El Algarrobo, se denomina: “Asamblea de Vecinos que protegen los Recursos Naturales de su Territorio” en la provincia de Catamarca.
Quisiera terminar con una cita de un compañero de la Asamblea del Cid Campeador:
 
El movimiento de asambleas, que alguna vez aterrorizó a la prensa conservadora (que temía la llegada de los “soviets”) y al presidente Duhalde (“no se puede gobernar con asambleas'; hoy agoniza. Quizás renazca, quizás mute en otra cosa, quizás desaparezca completamente. Tal vez el movimiento asambleario haya servido sólo para dejar planteado los problemas y las preguntas que otros, en el futuro, quizás lograrán responder. Si así hubiera sido, ha desempeñado un rol fundamental. (Adamovsky, 2004: 20).
 
 
Bibliografía
Adamovsky, Ezequiel. El Movimiento asambleario en la Argentina: Balance de una experiencia. El Rodaballo, invierno del 2004.Pag. 20
Moglia, Patricia y otros: “Pensar la historia. Argentina desde una historia de América Latina” – Ed. Plus Ultra – Bs.As. 1997. Página 106
Thwaites Rey, Mabel.”La autonomía como búsqueda, el Estado como contradicción”. Prometeo Editorial, 2004
VERA, Gustavo, “Las asambleas llegaron para quedarse”, Varios en: Qué son las asambleas populares, Ediciones Continente, Buenos Aires, Argentina, 2002


[1] Los domingos a las 15 hs, se reunía la Interbarrial de Parque Centenario, dónde participaban todas las asambleas de Capital y Gran Bs. As.
 
[2] La boleta fue producto de una discusión en el espacio Encuentro de Asambleas Barriales Autónomas.

 

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