25/04/2024

La renovada actualidad de la Revolución (y del poder para hacerla)

Las presentaciones del libro de John Holloway Cambiar el mundo sin tomar el poder. El significado de la revolución hoy [1] fueron realmente el inicio de una discusión apasionante. Holloway estuvo una semana en el país, pero la intensa actividad de esos días, su repercusión y los debates esbozados, se prolongarán sin duda por escrito y a diversos niveles.

“La experiencia de la semana pasada fue una experiencia inolvidable, la realización de muchos sueños”

Así sintetizó Holloway las múltiples impresiones recogidas durante su gira. La diversidad y riqueza de las conferencias, los debates y los diálogos con diversos grupos de compañeros y en diversas ciudades del país son difíciles de expresar en una crónica. A conciencia de ello, nos limitaremos a un escueta enumeración de las principales actividades. El domingo 29 de septiembre Holloway se trasladó directamente desde el Aeropuerto al asado de recepción organizado por compañeros de la Asamblea de Liniers y la revista Herramienta. El lunes estuvo en Mendoza, el martes en Tucumán, el miércoles en Rosario, el jueves debatió en el aula magna de la Facultad de Medicina de Buenos Aires colmada de gente con Atilio Borón y el diputado por AyL Luis Zamora. El viernes en Filosofía y Letras, también en un aula abarrotada, compartió el panel con Alberto Bonnet y un dirigente del MTD de Solano. El sábado por la mañana sostuvo un amplio cruce de opiniones con colaboradores y amigos de las revistas Periferias, Cuadernos del Sur y Herramienta, que acordaron desgravar la reunión, editarla y continuar la discusión a través del correo electrónico. Por la tarde estuvo en un debate organizado por AyL y el domingo, cerrando las actividades, visitó y conversó largamente con los compañeros del MTD de Solano. Además, visitas a clínicas y fábricas ocupadas, reportajes radiales y escritos...

En todos los casos las actividades fueron posibilitadas y realizadas porque la iniciativa fue asumida por agrupaciones estudiantiles, cátedras libres, organizaciones de luchadores sociales y militantes de diversa tradición política. Y en todos los casos, también, la resultante fue un fraterno debate entre luchadores, con acuerdos, matices y discrepancias que conformaron el mejor de los marcos a lo que Holloway quiso destacar y discutir: las experiencias de  autoorganización y autodeterminación popular, las grietas que representan en la dominación del capital y la convicción de que la crítica debe ser la voz teórica del grito y la rebelión.

“La urgente imposibilidad de la revolución”

Provocativo libro el de Holloway, que nos enfrenta teóricamente con “la urgente imposibilidad de la revolución”, precisamente cuando el movimiento antiglobalización y en términos aún más dramáticos los luchadores latinoamericanos, debemos resolver prácticamente cómo “cambiar el mundo”. Y oportuno, porque si no nos conformamos con el extremismo verbal que se agota anunciando la inminencia de la lucha final, debemos asumir que hacer la revolución no es cosa sencilla. Texto útil, en definitiva, para ser leído críticamente y confrontarlo con los concretos desafíos históricos y los imperativos prácticos del combate en que estamos empeñados a los que, en muchos casos, el libro no termina de responder. En definitiva, este libro brinda una magnífica oportunidad para discutir cuestiones realmente importantes y urgentes.

Por supuesto, siempre habrá quienes prefieran limitarse a una cómoda y previsible “crítica” del título del libro, insistiendo (para un ínfimo auditorio de seguidores) en la inminencia de la toma del poder... Pero no es ese tipo de declamaciones las que interesa debatir. Lo que realmente importa es valorar y discutir que Holloway no sólo dice con todas las letras que “el capitalismo es una mierda”, sino que explica la inutilidad de intentar reformarlo, y proclama la urgencia de la revolución. Desde nuestro punto de vista, lo que está en discusión es la renovada actualidad de la revolución. A comienzos del siglo pasado, la discusión sobre la actualidad de la revolución implicó una renovación general del pensamiento y la política de los marxistas. Holloway tiene el mérito inmenso de señalarnos, a inicios del siglo XXI, que nuevamente debemos asumir la actualidad de la revolución: lo que implica asumir su redefinición, su recontextualización, sus nuevas fuerzas y los nuevos obstáculos a vencer.

Algunas observaciones sobre el libro

Holloway, retomando (con beneficio de inventario) la inspiración del “marxismo cálido” de Ernst Bloch y aportes que van desde Lukács y Adorno a los autonomistas italianos,  desarrolla una crítica radical que arranca de “la negatividad” y de la reivindicación del “poder-hacer” de los hombres: “El punto de partida de la reflexión teórica es la oposición, la negatividad, la  lucha. El pensamiento nace de la ira, no de la quietud de la razón, no nace del hecho de sentarse, razonar y reflexionar sobre los misterios de la existencia, hecho que constituye la imagen convencional de lo que es “el pensador”. Empezamos desde la negación, desde la disonancia”.

Señala Holloway que en el capitalismo, donde algunos ejercen el Poder sobre otros muchos, esto significa que los hombres se ven privados de la “capacidad de hacer” y que el “poder-sobre” (que es la negación del “poder-hacer”) “nunca es individual: siempre es social”. Pero indica también que esto permite descubrir “el poder-hacer que existe en la forma del poder-sobre, en la forma, por lo tanto, de ser negado. No sólo existe como rebelión en contra de su negación, existe también como sustrato material de la negación”. En otras palabras, desafiando al Poder que fragmenta el flujo de las actividades sociales, la fuerza formidable de nuestras capacidades existe siempre en la forma de “ser negado” y, a partir de este antagonismo insuperable, el autor esbozará una teoría de “la vulnerabilidad del capital”.

El open marxism de este fraternal irlandés que eligió vivir en Puebla, insiste a lo largo de varios capítulos en la importancia mayúscula de la teoría del fetichismo y, entre otras cosas, quiere “abrir” las categorías marxianas (Mercancía, Capital, Estado...) para recordar lo que otros marxistas suelen olvidar: que tales “cosas” en realidad no lo son, pues constituyen diversas formas de relaciones sociales procesales. Y que en definitiva son formas que implican la continua y antagónica formación de relaciones sociales reificadas. “El poder del concepto está en que se refiere a un horror insostenible: la auto-negación del hacer. La separación del hacedor respecto de lo hecho es inevitablemente la separación del mismo hacedor. La producción de un objeto extraño es inevitablemente un proceso de auto-extrañamiento. La ruptura del hacedor respecto de lo hecho es la negación del poder-hacer del hacedor. El hacedor se transforma en víctima.. .La alienación es la producción de seres humanos que están dañados, mutilados, privados de su humanidad.”

Buena parte del libro se destina a denunciar la deformación positivista del marxismo y a sostener que no sólo los “revisionistas” y Kautsky, sino también Lenin, Trotsky, Luxemburgo, Pannekoek, Korsch o Gramsci habrían apuntalado un “marxismo científico” mas o menos monolítico, contra el cual quiebra lanzas en favor de una dialéctica negativa. Siendo como somos profundamente críticos de las deformaciones positivistas y “cientificistas” que efectivamente deformaron profundamente al marxismo de la Segunda Internacional primero, a la vulgata estalinista luego y a múltiples marxistas académicos hasta hoy mismo, debemos sin embargo lamentar las simplificaciones, generalizaciones abusivas y amalgamas en que incurre el autor. Una visión más compleja y rica de esta compleja cuestión puede encontrarse en diversos artículos sobre el tema publicados en Herramienta.[2] 

Cambiar el mundo... tiene aportes sólidos y sugerencias estimulantes. Pero adolece de una recurrente tendencia a mezclar distintos niveles de abstracción, formular generalizaciones arbitrarias y proponer conclusiones imprecisas y carentes del necesario respaldo argumental. Para dar sólo un ejemplo, tras varias páginas dedicadas a presentar su concepción de la lucha de clases y rechazar la posibilidad misma de cualquier definición de la clase obrera, Holloway afirma que “El sujeto crítico-revolucionario no es un quien definido sino un qué indefinido, indefinible y anti-definicional”... Holloway cree seguir a Marx porque rechaza las definiciones, pero olvida que el autor de El capital no escatimó esfuerzos para determinar las categorías y conceptos que utilizaba, y que preparó un paciente cuadro de la determinación de las clases mediante la reproducción del capital, poniendo a la relación de explotación (en cuanto relación social, no individual) en el centro de la relación (y la lucha) de clases: la determinación recíproca de los individuos y de las clases se establece mediante la totalidad dinámica de relaciones sociales.

Los capítulos que abordan la cuestión de la subjetividad revolucionaria, la materialidad del “anti-poder” y una teoría de la crisis arrastran los contrastes antes indicados.

La justa crítica de las “políticas identitarias” conduce a un callejón sin salida cuando no se reconoce que la conformación de sujetos colectivos implica también construcción de identidades con capacidad reflexiva, de reelaboración y construcción de identidades y comunidades de conciencia transformadora, revolucionaria.

El necesario rechazo de las concepciones y prácticas “estadocéntricas” pierde su filo crítico cuando evade el abordaje concreto de los problemas de la transición, tal y como venimos intentando hacer nosotros mismos a hacer a partir del libro Después del estalinismo. Los estados burocráticos y la revolución socialista. [3]

Resulta también insatisfactorio pretender afirmar la “materialidad del anti-poder” en oposición a las fecundas ideas de una nueva perspectiva estratégica que pase por la constitución de la-clase-que-vive-de-su-trabajo constituirse como un contrapoder que enfrente desde hoy el poder de la clase dominante sobre las condiciones sociales de existencia.

Finalmente, considero que la pretensión de formular una teoría de “la vulnerabilidad del capital” y de las crisis no debería ser planteada en oposición a la necesaria investigación de los mecanismos con los cuales se impone la reproducción del capital, tal y como acaba de hacerlo Alain Bihr en su magnífico libro La reproducción del capital.[4]

El significado de la revolución hoy

Holloway nos lleva hasta el umbral mismo del problema y simultáneamente nos aleja del mismo: “El cambio revolucionario es más desesperadamente urgente que nunca, pero ya no sabemos qué significa. […] Hemos perdido toda certeza, pero la apertura de la incertidumbre es central para la revolución”. El autor nos dice que el libro es en definitiva “una pregunta, una invitación a discutir” y, simbólicamente, omite ponerle un punto final. Aunque no será en el breve espacio de este comentario donde podremos hacerlo, queremos aceptar con gusto la invitación, aclarando que parte importante del debate serán los términos en que se presentan las preguntas mismas (“¿Más allá del Estado?”, “¿Más allá del poder?”, “¿Revolución?”, etcétera),  y el deficiente encuadramiento histórico-social que se les da.

“Para nosotros, el comunismo no es un estado que debe implantarse, un ideal al que haya que sujetarse la realidad. Nosotros llamamos comunismo al movimiento real que anula y supera el estado de cosas actual.”  Holloway acuerda con esta conocida afirmación de Marx y Engels . Pero no es coherente sostener al mismo tiempo que “lo que ha fallado es la idea de que la revolución significa tomar el poder para abolir el poder […] La única manera en la que hoy puede imaginarse la revolución es como la disolución del poder”. Las experiencias y vicisitudes del movimiento obrero y revolucionario internacional a lo largo del siglo XX deben ser considerados no sólo como hechos objetivos, sino como experiencias estratégicas, para asimilar teórica y prácticamente los éxitos, las oportunidades perdidas, las derrotas, los fracasos (y las traiciones, y los crímenes, que también existieron) sufridas por los trabajadores del mundo. La ventaja de esta perspectiva es que, a diferencia del enfoque de Holloway,  permite reconocer en el movimiento real y en sus confrontaciones político-ideológicas “las dos almas del socialismo” de las que nos hablara Hal Draper: porque si es verdad que existe y existió un “socialismo desde arriba”, existió y existe también un “socialismo desde abajo”. De esta tradición nos reivindicamos y consideramos también que si una nueva sociedad debe surgir de la revolución, sólo podrá constituirse a escala “supranacional” (continental o al menos regional) quebrando el viejo poder y apoyándose en el poder de organismos autónomos de la población, que operen en todas las esferas de la actividad: en la “política”, pero también en la producción y la economía, y en la vida cotidiana. Vale decir: autoorganización y autogobierno capaces de poner en cuestión todas las esferas de la vida social. Más que esperar que de la noche a la mañana se logre la “disolución” del Estado, la propiedad privada, el dinero o el trabajo asalariado, se trata de impulsar el proceso revolucionario asumiendo la solidaridad de todos los elementos de la vida social, razón por la cual nada deberá quedar por fuera de la actividad instituyente de la nueva sociedad.  

Admitamos pues la provocación socrática del autor, que elige terminar su obra reivindicando el valor de la incertidumbre. Pero no olvidemos que, más allá de la desmitificación crítica, lo que sigue se decide en la lucha: allí donde las armas de la crítica no pueden reemplazar la crítica de las armas, donde la teoría se hace práctica y el pensamiento, estrategia.

Aldo Andrés Romero

Leer respuesta de Holloway

 


 

[1] Colección Herramienta - Universidad Autónoma de Puebla, Buenos Aires, 2002.

[2] Ver en particular DEBATE. Marxismo y Epistemología, con aportes de Enrique Dussel, Enrique Marí, Ariel Petruccelli, Zoilo Achával, Alan Rush, Aldo Romero, Marcelo Claros, Enrique Hernández  y Jorge Dutra. Cuadernos de Herramienta 1, Septiembre de 2001.  Ver también Diálogo con Ricardo Gomez organizado por la revista Herramienta (mimeografiado), Buenos Aires, 2001.

[3] Después del Estalinismo. Los estados burocráticos y la revolución socialista, Aldo Andrés Romero, Editorial Antídoto, Buenos Aires, 1995. Ver en especial “Problemas de la Revolución y el Socialismo”, escrito en colaboración con Hernan Camarero, Jorge Dutra, Andrés Méndez y Aldo Andrés Romero, en Construir otro futuro, Editorial Antídoto, Colección Socialismo o Barbarie, Buenos Aires, 2000.

[4] Alain Bihr, La reproduction du capital. Prolégomenes à une théorie génerale du capitalisme, volúmenes I y II, Cahiers libres Editions Page deux, Lausanne, 2001.  Este libro no ha sido traducido al castellano, pero diversos artículos publicados por Herramienta han presentado al público argentino algunas de sus ideas mas importantes.

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