A lo largo de los algo más de diez años que se extienden entre julio de 1989 hasta diciembre de 1999, todas las fracciones y capas sociales afectadas por las políticas aplicadas por el gobierno de Carlos Menem o por sus efectos expresaron su protesta de alguna manera. La movilización de esas fracciones y capas contra estas políticas que expresan el interés de la oligarquía financiera, es, en conjunto, de carácter defensivo y de signo negativo, tendiente a evitar la pérdida de conquistas logradas hace décadas y el empeoramiento en las condiciones de vida y de trabajo.
Esta movilización no parece haber sido muy exitosa. Salarios miserables, largas jornadas de trabajo, sobreexplotación, alta inestabilidad laboral y trabajo en negro como consecuencia de la existencia de un enorme ejército industrial de reserva; incertidumbre para los futuros jubilados y milagrosa supervivencia para buena parte de los jubilados actuales; aumento de la miseria consolidada y del pauperismo oficial; pauperización de los pequeños comerciantes y productores, agobiados por el peso de los impuestos, de la competencia del gran capital y de un mercado cada vez más reducido o inaccesible; crisis del sistema educativo, convertido más en un sistema de disciplinamiento, contención y depósito de los niños y jóvenes que de formación de trabajadores y ciudadanos y, menos aún, de seres humanos; deterioro de servicios públicos que se dicen “eficientes”, financiados por los mismos usuarios para que reditúen suculentas ganancias con el mínimo de inversión; impunidad de los crímenes pasados y presentes de los sicarios del poder; avance del lumpenproletariado y de la lumpenburguesía, que inoculan su descomposición al resto de la sociedad; esto y mucho más, en un país que ha perdido su moneda, su capacidad para tomar hasta la más mínima decisión propia, sus mitos fundadores y su historia común y por lo tanto, su destino. En definitiva, la hegemonía de la oligarquía financiera.
La movilización popular no ha podido revertir este proceso. Pero en su resistencia, ¿ha comenzado a construir los instrumentos que le permitan hacerlo en el futuro?
Entre diciembre de 1993 –fundamentalmente a partir del motín de Santiago del Estero– y mediados de 1997 existen elementos que permiten plantear que se estaba conformando, en torno a la acción del movimiento obrero, un movimiento de protesta contra la política del gobierno. Sin embargo, desde entonces, esa tendencia parece haberse interrumpido, dando lugar a una situación de atomización en las luchas.
Nos referiremos aquí a algunos aspectos de la protesta social en la Argentina de los años ‘90, que se desprenden de una investigación en curso que estamos realizando en el PIMSA. Haremos referencia a los distintos tipos de hechos que se producen en la última década, señalando algunos de sus principales rasgos, para luego señalar algunas características de las luchas producidas entre diciembre de 1993 hasta el final del gobierno de Menem en su conjunto. Nuestro propósito aquí no es presentar afirmaciones definitivas, sino más bien dejar planteadas algunas preguntas que quizás ayuden en la reflexión acerca de las formas que asume la lucha obrera y popular en la Argentina actual.
La revuelta
Todavía está presente el recuerdo de la revuelta de 1989, inmediatamente antes de la asunción de Menem tras el abandono del gobierno por parte de la Unión Cívica Radical. Este hecho, en el que predominan el elemento espontáneo, los saqueos a supermercados, la dispersión de las acciones y los choques entre particulares, no constituye una lucha, sino una mera expresión de desesperación por parte de las capas más pobres de la población ante la imposibilidad de reproducir su vida dentro del sistema legal vigente. Menos recordada es la reiteración de saqueos a comercios ocurrida en febrero y marzo de 1990, ya durante el nuevo gobierno. Ambos hechos se producen en momentos de hiperinflación, es decir, cuando ha desaparecido la mediación de todas las relaciones sociales, el dinero. Esta destrucción de relaciones sociales constituye el terreno sobre el que se reconstruirá la sociedad, a partir de la política que se aplicará desde entonces, uno de cuyos ejes es el plan de convertibilidad vigente desde 1991
[1].
Durante los últimos años, “los saqueos a supermercados” han sido reiteradamente presentados como ejemplo del “estallido” que podría sobrevenir si se abandonara la convertibilidad o si se cambiara hasta el más mínimo aspecto de la política actual.
Se producen algunos saqueos aislados; por ejemplo, en junio de 1996, en Guaymallén (Mendoza); en julio de 1999, en Presidencia Roque Sáenz Peña (Chaco); y en octubre del mismo año, en Ingeniero Budge (Gran Buenos Aires).
A la vez, en julio y en diciembre de 1996 se producen concentraciones frente a supermercados en Córdoba, organizadas por la Organización Córdoba desde Abajo, en reclamo de alimentos; lo mismo sucede en julio en Capital Federal, organizadas por el Movimiento Independiente de Jubilados y Pensionados. En todos los casos, los dueños de los supermercados deciden entregar alimentos por temor a que se produzcan saqueos.
Estas concentraciones se reiteran en diciembre de 1998 y enero de 1999, en que hombres, mujeres, niños y ancianos se reúnen frente a los principales supermercados en distintas ciudades del país: Capital Federal, La Plata, Rosario, Córdoba, Mar del Plata, Neuquén, Gran Buenos Aires. Reclaman alimentos, que en casi todos los casos son entregados, no produciéndose entonces ningún saqueo. Estas concentraciones están organizadas por el Movimiento Independiente de Jubilados y Pensionados, lo que lleva a la detención de su principal dirigente, Raúl Castells.
En febrero de 1999 la Corriente Clasista y Combativa organiza marchas por las calles y concentraciones frente a supermercados, que se producen en Capital Federal, Jujuy y Rosario, en reclamo de 50.000 kg de alimentos por mes para distribuir entre los más pobres y la creación de 5.000 puestos de trabajo.
Ninguno de estos hechos tiene semejanzas con la revuelta de 1989: a diferencia de ésta, el objetivo no es apoderarse de alimentos mediante el saqueo; no constituyen hechos espontáneos sino sistemáticos; las acciones son convocadas por organizaciones político-sindicales; se plantean reclamos específicos; y constituyen hechos aislados, no se generalizan.
En todos estos hechos se expresan las capas más pobres de la población. Ponen de manifiesto que la clase burguesa ya no puede mantener a su esclavo, lo que es propio de la fase de descomposición del régimen social. Pero no pueden ser más que una expresión de desesperación o el reclamo de lo más imprescindible y primario de manera inmediata.
El motín
También es recordado el hecho que se produce en Santiago del Estero y La Banda el 16 y 17 de diciembre de 1993: el llamado
santiagazo, en el que una multitud formada por trabajadores estatales y las capas más pobres de la población asaltan, incendian y saquean los edificios de los tres poderes del estado provincial, así como las casas de los principales dirigentes políticos locales. Hemos conceptualizado este hecho como motín, es decir, un levantamiento de gente oprimida, que se focaliza sobre las instituciones del gobierno o el estado. Constituye una expresión de desesperación y venganza, en la que prevalece el elemento espontáneo. No hay elección del momento en que va a producirse y está en un nivel de conciencia más bajo que cualquier tipo de hecho sistemático. Se encuentra en el umbral de lucha de la clase obrera, porque si bien puede calificarse de “espontánea” lo es en tanto forma embrionaria de lo consciente, lo que se expresa en la pérdida de “la fe tradicional en la inmovilidad del orden de cosas que los oprimía”
[2]. Se diferencia así de la revuelta que, como dijimos, se caracteriza por la dispersión de las acciones y los choques entre particulares.
A partir de entonces se registra una activación de las luchas sociales: aumenta notablemente su número en relación con el período que se extiende entre 1989/90 y diciembre de 1993
[3]; se activan distintas fracciones sociales, en protesta contra diversas políticas de gobierno y utilizando distintos medios de lucha. A la vez, se observa que, a diferencia de las luchas producidas antes de diciembre de 1993, desde entonces los trabajadores logran en muchos casos, si no evitar la aplicación de políticas de gobierno que apuntan a eliminar conquistas históricas, al menos evitar que se apliquen de la manera y con la velocidad con que la oligarquía financiera pretendía.
¿Comienza desde entonces un período en el proceso de luchas sociales? ¿Forma parte este motín de un movimiento más general en formación en el conjunto del país, constituyendo su forma más primitiva y espontánea?
Desde diciembre de 1993 hasta el fin del gobierno de Menem (10 de diciembre de 1999) se producen numerosos hechos en los que se observan algunos de los rasgos presentes en el motín de Santiago del Estero. En ese lapso hemos registrado 76 acciones de protesta que consisten en manifestaciones callejeras y ataques a edificios públicos o viviendas de dirigentes políticos. Sólo en algunos casos los manifestantes logran asaltar los edificios
[4].
El antecedente más inmediato del motín de Santiago del Estero lo constituye el llamado riojanazo, en el que trabajadores estatales de la provincia de La Rioja atacan la casa de gobierno provincial en protesta por la sanción de una ley de “ajuste”.
El año en que se concentra la mayor cantidad de este tipo de hecho es 1995: 47 acciones registradas. A modo de ejemplo, podemos mencionar los siguientes hechos: en julio en San Juan, grupos de estatales avanzan sobre el ministerio de Desarrollo Humano, rompen puertas y ventanas e incendian muebles, en protesta por la reducción aplicada a sus salarios. En agosto en Salta trabajadores de la municipalidad y recolectores de residuos irrumpen en el concejo deliberante y destrozan vidrios, muebles y bancas, indignados con los concejales que no habían aprobado la destitución del intendente, acusado de mal desempeño de su cargo. En setiembre y octubre en General Roca trabajadores estatales que protestan por el atraso en el pago de los salarios y la reducción salarial atacan la casa del gobernador y la Casa Radical e intentan incendiar la municipalidad, mientras que en Bariloche atacan varios edificios públicos, y en Cipolletti tratan de incendiar la jefatura de la zona sanitaria, el concejo deliberante y la empresa provincial de energía eléctrica. En Salta trabajadores incendian muebles y papeles en la municipalidad, indignados por no haber cobrado sus salarios; en Mendoza estatales irrumpen en la legislatura rompiendo puertas y ventanas e incendian el despacho del presidente de la cámara; los manifestantes se oponen a la sanción de una ley de “ajuste” en la provincia que implica, entre otras cosas, una reducción salarial.
En Jujuy trabajadores estatales intentan incendiar la casa del ministro de Economía y atacan los edificios de bancos oficiales y otras dependencias en reclamo de salarios adeudados; y en diciembre saquean la casa de un ex gobernador del Partido Justicialista, además de quemar ropa y destrozar muebles, y atacan el local del partido Fuerza Republicana, en represalia porque los diputados de ambos partidos votaron una ley de privatización de la empresa provincial de energía eléctrica.
Esta –sumamente incompleta– enumeración de manifestaciones con ataques a edificios públicos o viviendas de políticos por parte de trabajadores muestra rasgos que pueden ser considerados como elementos de motín, aunque parecen ser hechos menos espontáneos que el producido en Santiago del Estero y ninguno de ellos alcanza las proporciones y extensión que alcanzó allí.
En su gran mayoría, estos hechos son protagonizados por trabajadores estatales, por lo que el ataque a los edificios públicos está vinculado a la protesta de asalariados contra su empleador, más que contra el gobierno o el estado como relación de poder. Todos se producen a partir del reclamo de reivindicaciones corporativas inmediatas; ¿pero hay, al menos en algunos de ellos, un momento en que la lucha tienda a desinstitucionalizarse y descorporativizarse? ¿Tiene alguna continuidad lo expresado en el motín de Santiago del Estero, o es sólo un “estallido” que se agota en sí mismo?
Otras manifestaciones de protesta
Además de las 76 manifestaciones con ataques a edificios públicos a que nos hemos referido, entre diciembre de 1993 y diciembre de 1999 registramos 1.587 acciones de protesta que consisten en manifestaciones callejeras, concentraciones, marchas, “abrazos” a edificios, “escraches”, huelgas, ocupaciones, ollas populares, instalación de carpas, apagones, lock outs, huelgas de hambre y boicots.
Las manifestaciones, concentraciones, marchas y huelgas son los medios de lucha más utilizados, en su gran mayoría por trabajadores asalariados, aunque también son numerosas las protagonizadas por otras personificaciones económicas y sociales, tales como comerciantes, estudiantes, vecinos, militantes de partidos políticos, familiares de víctimas de crímenes o accidentes, etcétera. Entre las manifestaciones o concentraciones podemos incluir los “abrazos” a edificios (que simbolizan la protección que se reclama de determinada institución o fuente de trabajo; por ejemplo, “abrazos” de hospitales).
Las ocupaciones registradas son más de las que suelen recordarse: suman 247, e incluyen ocupaciones de lugares de trabajo (principalmente fábricas), de dependencias oficiales (por parte, en general, de trabajadores estatales o, en algunos casos, de vecinos), de escuelas y facultades (por parte de estudiantes, en ocasiones junto con los docentes y no docentes). Entre las ocupaciones más prolongadas puede mencionarse la de Continental Fueguina, en Tierra del Fuego en 1995 y la de la Cervecería Córdoba, en Córdoba en 1998.
Las ollas populares suelen acompañar otros medios de lucha; por ejemplo, en la huelga general del 8 de agosto de 1996 convocada por la CGT, el MTA llama a realizar ollas populares como medida adicional a la huelga.
Registramos 29 apagones (en muchos casos, acompañados de marchas), realizados fundamentalmente por comerciantes –muchas veces en apoyo a la lucha de otras fracciones– y vecinos. El apagón de mayor extensión es el que tiene lugar el 12 de setiembre de 1996 contra la política económica del gobierno nacional, organizado y conducido por la oposición oficial dentro del régimen; por iniciativa del Frepaso, se forma un “foro multisectorial”, del que participan más de 50 agrupaciones sindicales (como la CTA y el MTA), políticas (como Nueva Dirigencia, UCR, PAIS, Partido Demócrata Progresista, Partido Socialista Auténtico, Movimiento Socialista de los Trabajadores y Partido Demócrata de Mendoza), asociaciones de profesionales (como la Asociación de Abogados Laboralistas), del comercio (Fedecámaras), de las pequeñas y medianas empresas (Asamblea de Pequeños y Medianos Empresarios), de la actividad agropecuaria (Federación Agraria Argentina y Confederación Intercooperativa Agropecuaria-Coninagro). Los principales impulsores de este apagón son Carlos Chacho Alvarez y Rodolfo Terragno. El “foro multisectorial” elabora un documento en el que plantea un programa con acento en el desarrollo productivo, la generación de empleo y la reprogramación de los pagos de la deuda externa. El apagón dura unos 45 minutos, aun cuando la convocatoria inicial establecía que sería de sólo cinco minutos. Los vecinos de las principales ciudades del país salen a la calle, golpeando cacerolas y en algunos lugares concentrándose en plazas o cortando calles, mientras los automovilistas hacen sonar sus bocinas.
Tanto este apagón como los “escraches” y la instalación de carpas en plazas son presentados como formas de lucha novedosas. Estos dos tipos de acciones son más numerosos en 1998 y 1999. Los “escraches” registrados son 44 en todo el período y son llevados a cabo principalmente por militantes de organizaciones de derechos humanos (sobre todo HIJOS). Son manifestaciones o concentraciones en las que se denuncia a un individuo. En todo caso, lo novedoso es la generalización del término “escrache” para denominar a este tipo de acción.
En cuanto a la instalación de “carpas”, la más conocida y prolongada es la Carpa Blanca de los docentes de CTERA frente al Congreso Nacional en demanda de la sanción de la ley de financiamiento educativo, desde el 2 de abril de 1997. Desde entonces, se han instalado otras, aunque por menos tiempo y con menos trascendencia en la sociedad. Por ejemplo, en 1998, taxistas en Capital; policías en Mendoza (“carpa azul”); vecinos de El Palomar (“carpa negra”); en 1999, trabajadores estatales del Chaco y de Corrientes. Estas “carpas” funcionan como punto de reunión de otros manifestantes, que apoyan su lucha y reciben el apoyo de los que “acampan”.
Los lock outs son llevados a cabo por pequeños y medianos propietarios, tales como productores agropecuarios, comerciantes, propietarios de clínicas y de farmacias, etcétera. Se concentran en 1999.
Huelgas generales
A diferencia de otros hechos –los llamados “azos”, que incluso suelen ser sobrestimados–, se tiende a ignorar la existencia de huelgas generales durante los gobiernos de Menem, en particular las convocadas por la CGT, mientras que, por el contrario, se recalca –en tono de reproche– una y otra vez la realización de 13 huelgas generales contra el gobierno de Raúl Alfonsín.
Sin embargo, a pesar del “olvido” generalizado, se producen nueve huelgas generales entre 1992 y 1999
[5]. Cinco fueron convocadas por la CGT (que también anunció y luego levantó otras tres: en julio de 1992, mediados de 1993 y marzo de 1996):
· 9 de noviembre de 1992, con adhesión parcial;
· 6 de setiembre de 1995, para reclamar la formación de una “mesa de trabajo” integrada por la CGT, los empresarios y el gobierno para formular propuestas para resolver el problema de la desocupación. La CGT reclama entre otros puntos una política tributaria “más equitativa”, una modificación del IVA para los productos de la canasta familiar, facilidad de créditos para las PYMES, defensa de las economías regionales y de la industria nacional competitiva. La huelga es apoyada por el CTA y el MTA (que reclaman el cambio del “modelo económico del gobierno”), la UCR, el Frente Grande, la CGE, la CAME y la Iglesia.
· 8 de agosto de 1996, contra la decisión del gobierno nacional de reducir las asignaciones familiares y eliminar los beneficios impositivos para los pagos con tickets canasta. Exigen protección social, negociación colectiva sin restricciones y “defensa de los más necesitados”. Apoyan el CTA y el MTA.
· 26 y 27 de setiembre de 1996, contra la política económica del gobierno nacional, principalmente el proyecto de mayor “flexibilización” de las relaciones laborales y la cuestión del manejo de las obras sociales. Apoyan el CTA, MTA, UCR, Frepaso, 15 diputados del PJ, Nueva Dirigencia, Corriente Grande, PAIS, partidos de izquierda, agrupaciones estudiantiles, organizaciones de derechos humanos y
· 26 de diciembre de 1996, contra tres decretos presidenciales que establecían la “flexibilización” laboral. Apoyan el CTA y el MTA.
Otras tres son convocadas por el CTA y el MTA:
· 2 de agosto de 1994, contra la política socioeconómica del gobierno nacional;
· 21 de abril de 1995, para repudiar la situación socioeconómica y los incidentes de Tierra del Fuego en los que fue muerto el obrero Víctor Choque.
· 14 de agosto de 1997, contra “el modelo económico y la flexibilización laboral”. También es convocada por la Corriente Clasista y Combativa y la Unión Obrera Metalúrgica.
Y una es convocada sólo por la CTA, con la denominación de “Jornada Nacional de Protesta”, el 6 de julio de 1999. Bajo la consigna “Trabajo ya”, reclama “alivio para las urgencias sociales, la creación de 1.000.000 de puestos de trabajo mediante la reducción de la jornada laboral y un subsidio de $500 para los jefes de familia desocupados”. Es apoyada por la Federación Universitaria Argentina, el Instituto Movilizador de Fondos Cooperativos y la Federación Agraria Argentina.
Las nueve huelgas generales se realizan, pues, contra la política económica y social del gobierno nacional en general o contra algunas de sus políticas específicas en el campo laboral.
Las de mayor adhesión son las de agosto y setiembre de 1996, y aquéllas en las que se pone de manifiesto mayor unidad de los cuadros sindicales y mayor apoyo de otras fracciones sociales son las de 1995 y 1996. Si bien no logran revertir la política del gobierno, sus resultados son más exitosos de lo que suele reconocerse: por ejemplo, la huelga del 26 y 27 de septiembre de 1996 y la amenaza de huelga por tiempo indeterminado realizada por la CGT el 18 de noviembre del mismo año impidieron (en el plano jurídico) la implantación total de la flexibilización laboral (a lo que los cuadros políticos e ideológicos del gran capital se refieren hoy como las “tareas pendientes” o “deberes inconclusos del gobierno”).
Estas huelgas generales están entre las 69 acciones de alcance nacional que registramos en el período. Entre las principales realizadas por el movimiento obrero se encuentran la Marcha Federal (1994), la Jornada de Protesta Nacional (1995), Jornada Nacional de Duelo (1997) y Marcha Nacional del Trabajo (1997).
Las huelgas generales expresan el interés de los trabajadores asalariados, principalmente los ocupados, acompañados en varias de ellas por otras fracciones sociales. Se proponen la defensa de las conquistas sociales amenazadas por la política que se aplica desde el gobierno, sin plantear ningún proyecto alternativo. A lo sumo, se plantean algunos reclamos que se corresponden con una fase capitalista –la de dominio del capital industrial–, ya agotada en la Argentina y en el mundo.
Constituyen el medio de lucha que articula, sobre todo entre 1994 y 1996, la mayor parte de las acciones de protesta que se producen a lo largo de todo el territorio nacional.
Los cortes de rutas
Este tipo de hecho suele ser presentado como la forma de lucha “novedosa” por excelencia. Sin embargo, lo único “novedoso” es su utilización por parte de fracciones sociales que no solían usarlo antes (como trabajadores asalariados), así como la generalización del término para referirse a lo que antes se llamaba “sentada” o simplemente una concentración que da como resultado la interrupción del tránsito.
Hemos registrado 749 acciones en que se utiliza el corte de rutas o de calles. Son realizados principalmente por personificaciones de categorías económicas (asalariados, empresarios, etcétera) o sociales tradicionales (estudiantes). La mayoría de los que realizan cortes, y tal como ocurría históricamente, son “no asalariados”, fracciones de pequeña y mediana burguesía (productores agropecuarios, comerciantes y otros empresarios, estudiantes). Pero este protagonismo de los no asalariados resulta de su activación principalmente en 1999: si se consideran los registros hasta octubre 1997 se observa que hasta ese momento “la gran mayoría de los ‘cortes’ son protagonizados por trabajadores asalariados ocupados (...)”
[6]. También se producen unos pocos hechos que son llevados adelante conjuntamente por trabajadores asalariados y fracciones de pequeña burguesía, que confluyen en el mismo “corte”. Más de un tercio de los cortes son realizados exclusivamente por asalariados, tanto ocupados como desocupados.
La gran mayoría de las acciones tiene como objetivo obtener reivindicaciones inmediatas para los mismos que las realizan
[7], mientras que sólo una pequeña proporción está dirigida a modificar políticas de gobierno (nacional y/o provincial) y van, aunque sea parcialmente, más allá de ese interés particular e inmediato.
Debemos distinguir, dentro de ellos, a aquellos que constituyen un instrumento subordinado a otra forma que los incluye, que es como históricamente se han presentado (como los piquetes para garantizar un lock out o una huelga), de los que se constituyen en el instrumento principal en un conflicto.
Sin embargo, dentro de este conjunto de cortes se destacan algunos (Cutral-Có en 1996 y 1997, Libertador General San Martín en 1997, Tartagal en 1997, Cruz de Eje en 1997) en los que pueden observarse rasgos diferentes: constituyen la ocupación (toma) de una posición que es defendida frente a las fuerzas policiales; los piquetes son para garantizar el corte mismo; son masivos; está presente más de una fracción social; los reclamos incluyen metas generales, y los reclamos específicos son variados, expresándose más de una fracción social; y aunque comienzan organizados en multisectoriales u otras formas semejantes, pronto surge una organización en asamblea y formas de lo que tentativamente podemos llamar “democracia directa”, lo que conlleva la desinstitucionalización. Estos cortes se desarrollan en el tiempo y generalmente en ellos se producen divisiones entre quienes están dispuestos a negociar inmediatamente y los que muestran disposición a continuar el conflicto
[8].
La toma de decisiones en asamblea y esas formas de “democracia directa” han sido interpretadas por algunos como formas de construcción de un doble poder. No se desconoce al gobierno –aunque sí a mediaciones políticas, ya que se rechaza la intervención de partidos y dirigentes políticos y sindicales; la única intervención que se acepta en algunos casos es la de la iglesia–, ni tampoco simplemente se le reclaman determinadas medidas; lo que hacen es elegir sus propios representantes para sentarse a negociar con el gobierno de igual a igual, a partir de la posición de fuerza alcanzada por medio del corte de la ruta, para luego evaluar en asamblea lo actuado por esos representantes en la negociación.
Está presente aquí el rechazo a los políticos, la disposición a la lucha y el reconocimiento de sí mismos en tanto pueblo que se observa también en el motín de Santiago del Estero. ¿Existe alguna continuidad entre el motín y estos cortes, siendo éstos una forma superior en un proceso de desarrollo de la conciencia? ¿Forman parte de un mismo proceso o corresponden a distintos procesos, aún no articulados entre sí?
La protesta entre 1993 y 1999
¿Cuáles son los principales rasgos del conjunto de acciones de protesta en el período que comenzaría con el motín de Santiago del Estero? ¿Se ha constituido un movimiento de protesta contra la política del gobierno?
A partir del registro que hemos elaborado, consideramos que entre diciembre de 1993 y mediados de 1997 existen elementos que permiten plantear que se estaba constituyendo un movimiento de protesta con eje en la acción del movimiento obrero:
· amplio predominio de los trabajadores asalariados ocupados en la realización de las acciones (entre el 65% y el 70% del total).
· tendencia a la unidad entre los trabajadores: la cantidad y proporción de acciones realizadas por trabajadores estatales y privados conjuntamente aumenta hasta 1996; en lo que respecta a trabajadores ocupados y desocupados, la mayor cantidad de acciones conjuntas es en la primera mitad de 1997.
· tendencia a la centralización de las luchas económico-corporativas y contra políticas de gobierno por medio de la huelga general: se concentran en 1995 y 1996, años en que se producen cinco (dos y tres respectivamente) de las nueve realizadas durante los gobiernos de Menem; son también las que tienen mayor adhesión entre los trabajadores.
· tendencia a la unidad en la acción de los cuadros sindicales: las huelgas generales de 1995 y 1996 son convocadas por todos los agrupamientos sindicales.
· tendencia a un mayor apoyo de las acciones de los obreros por parte de fracciones de otras clases sociales.
· aumento de las acciones dirigidas contra el gobierno nacional y su política: los destinatarios principales de las protestas entre 1993 y 1995 son los gobiernos provinciales, mientras que en 1996 y la primera mitad de 1997 la mayoría de las acciones se dirigen contra el gobierno nacional.
· aumento de las acciones contra la política económica y social: si bien los objetivos de las acciones son mayoritariamente de carácter económico-corporativo, en 1995, 1996 y comienzos de 1997 aumentan los relacionados con la política económica y social del gobierno nacional.
· aumento de acciones producidas en solidaridad con la lucha de otros (sea de fracciones obreras entre sí o con otras clases).
· las acciones que reciben el apoyo de otros, no involucrados directamente en el conflicto, van aumentando hasta que en 1996 constituyen la mitad y en la primera mitad de 1997 el 64,2%.
· los cortes de ruta en los que se producen formas de “democracia directa” se producen en 1996 y 1997.
Sin embargo, desde mediados de 1997 esas tendencias se revierten (o se interrumpen), dando lugar a una situación de atomización en las luchas y, a la vez, de una mayor participación de fracciones de burguesía:
· si bien la cantidad de acciones realizadas por asalariados son las que ocupan el primer lugar en todos los años, su proporción sobre el total disminuye desde 1997, hasta ser del 36,9% en 1999. Esto se debe, principalmente, a que va aumentando la participación de fracciones de burguesía o de personificaciones sociales, tales como vecinos, usuarios y aquellos que hemos agrupado como “otros”, que mayoritariamente no se movilizan en tanto proletarios
[9].
· las huelgas generales son menos y con mucho menor adhesión.
· división entre los cuadros sindicales: las dos últimas huelgas generales son convocadas sólo por parte de los agrupamientos sindicales.
· los cortes de rutas y calles se generalizan pero sin las características de los señalados anteriormente: son protagonizados en primer lugar por fracciones de pequeña burguesía y la mayoría constituyen un instrumento subordinado a otra forma que los incluye.
· disminución de las acciones dirigidas contra la política del gobierno; aumenta la proporción de luchas económico-corporativas.
· las acciones que reciben el apoyo de otros disminuyen hasta ser sólo de un 25-30%.
Desde mediados de 1997, pues, las luchas se multiplican pero de manera atomizada, siendo principalmente de carácter económico-corporativo y con un mayor protagonismo de fracciones de burguesía. Este cambio en la tendencia –anticipado por el apagón convocado por la oposición oficial– se da simultáneamente con la formación de la Alianza UCR-Frepaso, que es la que finalmente aparece canalizando esta protesta, tal como se pone de manifiesto en las elecciones de octubre de 1999.
[1]Los llamados saqueos de 1989 y 1990 están descritos y conceptualizados en Iñigo Carrera, Nicolás; Cotarelo, María Celia; Gómez, Elizabeth y Kindgard, Federico Mario:
La revuelta. Argentina, 1989/90; PIMSA, Documento de Trabajo Nº 4.
[2] Para una descripción y conceptualización del llamado santiagazo, ver Cotarelo, María Celia:
El motín de Santiago del Estero. Argentina, diciembre de 1993; Documento de Trabajo Nº 19; en PIMSA - Documentos y Comunicaciones, 1999.
[3] Tras la revuelta de 1989, se llevan a cabo diversas luchas –huelgas de ferroviarios, telefónicos, obreros siderúrgicos de SOMISA, corte de ruta de los trabajadores de Hipasam en Sierra Grande, entre otros–, que se resuelven de manera desfavorable para los trabajadores, en momentos de profundo aislamiento de la clase obrera. Ver Iñigo Carrera, Nicolás; Cotarelo, María Celia; Gómez, Elizabeth y Kindgard, Federico Mario:
La revuelta. Argentina 1989-90; PIMSA - Documento de Trabajo Nº 4, 1995.
[4] A partir de información extraída de los diarios nacionales Clarín, La Nación y Crónica, registramos hasta el momento 2.433 acciones de protesta entre diciembre de 1993 y el 10 de diciembre de 1999. Los resultados que se desprenden de este registro son provisorios, ya que debemos relevar información de otras fuentes así como completar la de las fuentes citadas. Sin embargo, consideramos que los resultados finales no serán sustancialmente diferentes.
[5] Sobre este tipo de hecho, ver Iñigo Carrera, Nicolás:
Fisonomía de las huelgas generales de la década de 1990 (1992-1999); Documento de Trabajo Nº 21; PIMSA, 1999.
[6] Iñigo Carrera, Nicolás y Cotarelo, María Celia;
Los llamados “cortes de ruta”. Argentina 1993-97; Documento de Trabajo Nº 14; PIMSA, 1998.
[7] Incluyendo 84 cortes (12,3%) que están dirigidos contra empresas privadas en tanto empleadoras.
[8] En relación con estos cortes véase Gómez, Elizabeth y Kindgard, Federico M.:
Los cortes de ruta en la provincia de Jujuy. Mayo/junio de 1997; Documento de Trabajo Nº 15; PIMSA, 1998; y Klachko, Paula;
Cutral Có y Plaza Huincul. El primer corte de ruta (del 20 al 26 de junio de 1996). Cronología e hipótesis; Documento de Trabajo Nº 20; PIMSA, 1999.
[9] Dentro de “otros” incluimos indígenas, jóvenes, padres, bomberos, veteranos, funcionarios, ciclistas, prostitutas, homosexuales, niños, discapacitados, hinchas de fútbol y de colectividades extranjeras.