24/04/2024

La primavera violeta de 1958. Once pinceladas sobre “Laica o libre”

“Tienen derecho a educar a una secta determinada; a lo que no tienen derecho es agitar la bandera de la libertad para atraer incautos ´(...) como Rector de la Universidad de Buenos Aires me siento orgulloso de que en una misma Facultad – a veces en la misma aula- se enseñen las doctrinas de Santo Tomás y de Carlos Marx, de San Agustín y de Freud”

Risieri Frondizi.

 

1. Defensa de la Universidad Pública, Gratuita y Laica

No fueron pocas las veces en que los claustros universitarios, junto a los secundarios y otros sectores sociales manifestaron y libraron luchas en su defensa. Cuando se ha cumplido el centenario de aquella gesta conocida como la Reforma de 1918 y cabe destacar la actualidad de su Manifiesto Liminar, vale también recordar que hace sesenta años se libró una de las más célebres luchas reformistas[1]: la “Laica y la Libre”. En realidad, la enseñanza pública y la privada. Movilización, fundamentalmente juvenil, que abarcó casi todo el país, e influyó en el desarrollo ideológico-político posterior, dando lugar a novedosas alianzas y corrientes.

El movimiento significó para muchos sus primeras experiencias políticas, con enorme entusiasmo y algo de ingenuidad. Porque el proceso institucional fue muestra de lo peor de la política, una mezcla de autoritarismo y doblez (salvo notorias excepciones como las del entonces Rector de la UNBA y muchos valientes y valiosos docentes) donde confluyeron el legado de la dictadura militar del 55, la presión clerical y empresarial, el charlatanismo parlamentario... Pero a la vez, mostró la capacidad de reacción que se tradujo en una de las mayores movilizaciones callejeras de la historia del país. Las roscas parlamentarias y las volteretas de tantos dirigentes hicieron que la batalla se perdiera. El proceso de privatización iniciado en la autodenominada Revolución Libertadora[2] se consagró con el gobierno de Arturo Frondizi. No obstante, la movilización afirmó la autonomía universitaria, el gobierno tripartito y, con marcadas desigualdades, renovación y puesta al día de planes de estudio, planes de investigación en las ciencias básicas y la extensión universitaria, por lo menos hasta “la noche de los bastones largos”[3].

En los días que nos tocan vivir ahora, con otro universo político (aunque algunos apellidos perduran), otras estrategias insisten en terminar con la Universidad Pública o con lo público de la Universidad, con el arma de la desfinanciación. Esto es, universidades privadas, confesionales, empresarias o simplemente expendedoras de títulos como mercancía. O Universidades “esponsoreadas” por grupos económicos, aranceladas. Al servicio de las grandes empresas. Nada público, nada gratuito, nada de autonomía científica y libertad de cátedra. Sería el otro salto hacia la barbarie, prefigurada en varios funcionarios, comenzando por el ministro de turno.

El recuerdo de aquella lucha, re-presenta en cierto modo un paradigma de acción colectiva en pos de lo público y lo autónomo. Y es mi propósito hacerlo “de a cachitos”, casi como puedo recordarla (con algunas “gugleadas” para no meter la pata con nombres y fechas). Aquella movilización y período fueron no sólo fue el lugar histórico en que muchos jóvenes de diversas procedencias tomaron conciencia de la lucha política, sino la posibilidad de un fuego creador finalmente apagado por las fuerzas a que se enfrentara aquella defensa de lo público y no confesional.

Espero que esté claro que esto no pretende ser un texto de historia sino, más bien, algo como un cuento.

2. “Arturo, coraje, a los yanquis dale el raje”

El domingo 23 de febrero de 1958 el abogado correntino Arturo Frondizi, postulado por la ya desaparecida Unión Cívica Radical Intransigente fue electo Presidente de la Nación, con más del cincuenta por ciento de los votos. Por entonces, el peronismo estaba proscripto, pero Perón lo apoyó, así como gran parte de la izquierda y el 1 de mayo de 1958 Arturo asumió. El final no fue feliz.

Cuenta John W. Cooke - mensajero de Perón y uno de los gestores del pacto - que en la asunción no se oyó vivar a Perón, porque se había acordado no crearle problemas a Frondizi y evitar llenar las plazas de obreros peronistas. Después de todo, si bien don Arturo había estado entre quienes saludaran la llegada de los “libertadores” a la Rosada en el 55, el desarrollista no era santo de la devoción del Almirante Rojas, precisamente por el acuerdo de Frondizi (y Frigerio) con Perón.

Fue casi una fiesta para muchos jóvenes, todavía pegoteados con el engrudo para los carteles y rastros de la cal de pintadas.  Sueño y sueños.

Eso. Fiesta de brochas, engrudo y cal había sido la campaña electoral. Volantes, miles de volantes. Picar esténciles, engrudo que se ennegrecía con la tinta del panfleto. Carteles hechos con sábanas viejas (de la vieja), agujeros para que pase el viento y palos de escoba. Los transportábamos en tranvías, poco después condenados a muerte por disposiciones con olor a nafta, caucho, automotores, Estados Unidos y Alsogaray: “el Plan Larkin” (general norteamericano del Banco Mundial), con el objetivo declarado de bajar el déficit y, en realidad, cumpliendo lo acordado con el FMI: plan de ajuste y estabilización. Para imponer lo cual llegaría después el Plan Conintes puesto en marcha secretamente en 1958 (pero fundado en una ley de 1948, la 13.234) y muchos presos, con condena y sin condena, con la movilización militar de trabajadores huelguistas. También aparecieron los “guanacos”.

Muchas ilusiones: algunos estudiantes de Derecho llevábamos un gran cartel por la reaparición del diario La Hora[4]: “Con La Hora del proletariado le llegó la hora a la oligarquía”. Y el titular del diario anunciaba: “Con Frondizi el pueblo entra a la Rosada”. Parece que algunos comunistas tenían prometido alguno cargo. Y los milicos sospechaban que el gobierno estaría lleno de marxistas. Arturo había estado en el Socorro Rojo Internacional y la Liga Argentina por los Derechos del Hombre. El prestigio y el temor a la URSS marchaban a la par. El primero incentivaba nuestro entusiasmo y, por entonces, el de muchos amigos.

3. Un paso atrás, dos adelante

Época de Guerra Fría. Y algunas noches frías también. Berlín en el centro (o el cruce) de las relaciones EEUU-URSS. Se había realizado el XX Congreso del PCUS, Hungría se había levantado y había sido aplastada.

Con Nasser y la República Árabe Unida, junto a Nehru y Sukarno, después de la Conferencia de Bandung, aparece el Movimiento de los Países No Alineados.

Época de la descolonización de África y en el aire había olor a Sierra Maestra. En Chile ya sonaba el Frente con Salvador Allende que meses después perdería por muy poco frente a Alessandri.

Se oían todavía los ecos del golpe de Castillo Armas y la CIA contra Jacobo Arbens, Guatemala era el Quetzal contra la United Fruit, cuyo dueño era hermano de Foster Dulles, quien puso fin a la Primavera de Guatemala en el 54 (a raíz de lo cual el Che dijo haber aprendido la necesidad de ser revolucionario).

Desfilando por las escalinatas del Congreso “el Flaco” Kurga, un compa, decía: “dentro de poco la reforma agraria, parece mentira, che”. Las banderas rojas en la puerta del Congreso. Con variantes, peronistas, comunistas, trotskistas, socialistas, algunos radicales y otros, habían compartido la ilegalidad y clandestinidad. El famoso decreto 4161 de “desperonización”. Pero no todos esos perseguidos estaban ese día en la calle, y de la Reforma Agraria sólo se vería el digno pero tibio intento fiscal con el impuesto a la renta potencial de la tierra del doctor Alende en la provincia de Buenos Aires y una anticuada declaración del Programa radical de Avellaneda. Moisés Lebensohn había muerto ya.

Buena parte de los jóvenes universitarios pensaba hallarse en un período revolucionario, idea fomentada por la presencia de Rogelio Frigerio, mano derecha de Frondizi y, para algunos, especialmente entre los uniformados, su “monje negro”: Frigerio había sido comunista.

Entonces, cualquier medida del gobierno que incumplía las promesas se excusaba con la frase atribuida a Lenin: “un paso atrás, dos adelante”, el apoyo crítico se planteaba presentando a don Arturo como una especie de Kerensky. En el siglo pasado, muchas discusiones se remitían a la historia de la Revolución Rusa, se suponía una especie de Revolución de Febrero que podía terminar en la Revolución de Octubre. Marx mismo habría esbozado ese modelo de revolución política a partir de la Revolución Francesa.

Aún que la radicalización de la juventud, y no sólo estudiantil, también tenía otras vertientes, que habían comenzado con la resistencia peronista. De orígenes muy diversos y a veces muy distantes. Asomaban otras formas de lucha, entre ellas la guerrilla.

En los sectores universitarios había una historia común enraizada en el antifascismo durante la Segunda Guerra, afirmada asimismo en una crítica caracterización sobre el gobierno peronista (críticas que, por algunas medidas y políticas, las tenía bastante bien ganada); pero varios ya estaban buscando un líder bajo el ala de Perón... Y es evidente que, para las grandes masas, los pecados del peronismo eran veniales. No es cuestión para tratar acá, pero lo cierto era que las corrientes estaban muy entrecruzadas: tanto las políticas generales como las político-universitarias. Fue un momento de cambios ideológicos profundos, y muchos se iniciaron o precipitaron ya con la lucha de la laica y la libre, a pesar del peso de los integristas católicos.

Los años cuarenta habían introducido un quiebre en aspectos sociales, políticos, económicos. No es ningún descubrimiento. Dentro de las corrientes reformistas había liberales, radicales, conservadores, mezclado todo ello con tendencias científicas de escuelas diversas. Y La Plata fue durante los años cuarenta es un buen ejemplo de la existencia de ideólogos fascistas tanto entre los conservadores como en posiciones de gobierno.

4. El violeta de los rojos

Para la gente de la Iglesia, los laicos eran rojos. Sobre todo, para los curas Meinvielle y Ezcurra, que le dieron letra a Tacuara, una organización armada de tipo fascista. Para no hablar de la jerarquía eclesial que, mucho antes de Bergoglio, era el Vaticano en Buenos Aires.

El color de los laicos era el violeta o morado. No se sabe bien si porque los estudiantes cordobeses protagonistas de la Reforma y el Manifiesto Liminar del 18 hicieron sus cintillos distintivos con la cortina de una iglesia, con unos cinturones eclesiásticos robados o vaya a saber que prenda (pues moradas hay varias). Lo cierto es que la iglesia no los podía ver con ese color: veían rojos por todos lados y ellos se identificaron con el verde. Cosas veredes: para los clericales, el triunfo de Frondizi era rojo. Pero en las manifestaciones y publicaciones de los laicos, Frondizi pasó a ser caricaturizado vistiendo una sotana negra.

La Iglesia había pasado a la ofensiva antes de Frondizi, en plena “Libertadora”, con la oposición fundamentalmente de los socialistas y del profesorado laico. Los estudiantes secundarios comenzaron las movilizaciones por todo el país, con reivindicaciones específicas como la de agremiación.

Muchos son los aspectos del gobierno frustrado de Frondizi (quien terminó preso en Martín García) dignos de análisis y reflexiones y hay abundante bibliografía de todos los colores, profundidad y enfoques. Sólo voy a relatar, sin mayores pretensiones, lo relativo a la histórica cuestión de “la Laica y la Libre”, algunas de cuyas consecuencias –según mi parecer- llegan hasta ahora.

No quiero decir que exista una relación lineal, ni directa, ni excluyente, pero estimo que haber cedido en la privatización de los títulos habilitantes ha sido una de las condiciones para lo que pretendía la Iglesia: generar una elite que se hiciera cargo de los “destinos de la Nación”. No estoy seguro de que la mayoría del estudiantado reformista, antes o después, fuese consciente de ese objetivo. Tampoco ignoro que la Iglesia no era homogénea y no tenía el monopolio de la idea de generar una elite, idea compatible además con la de educación como negocio, que recién comenzaba a aflorar. Se objetaba sobre todo la cuestión confesional, pero como pudo verse, la Iglesia tenía una nueva estrategia con respecto a la educación. Resultado de lo cual hoy se ven pocos guardapolvos blancos. Porque el mismo Frondizi por Decreto abrió la puerta a la enseñanza privada a través de su ministro Luis Rafael Mac Kay y, según parece, bajo la influencia del Opus a través del pedagogo español franquista García Hoz. Personaje éste que después tuvo mucha influencia sobre la dictadura genocida de Videla y Cia. Paralelamente otros pensaban la enseñanza como negocio. También las corporaciones económicas estaban interesadas en crear sus propios cuadros, pero estos objetivos no fueron evidentes hasta verse sus resultados. El crecimiento de la enseñanza privada, no solamente confesional, fue paulatino y con picos importantes. Uno de ellos, durante el período kirchnerista. Y en cada dictadura, con Onganía, con Videla, aumentó sus prerrogativas.

5. Alpargatas sí, libros no

Parece que la frase se originó en La Plata en 1945, porque estudiantes universitarios borraban las inscripciones favorables a Perón, y luego fue utilizada por “los contreras” para caricaturizar a los peronistas. La historia de las relaciones del peronismo con la enseñanza no es sencilla, pero no puede reducirse a eso de las alpargatas, ni a los profesores “flor de ceibo” (un producto nacional y barato) como fueron llamados muchos docentes universitarios peronistas. Algunos de los cuales se ganaron el mote, como aquellos que ayudaron a un renombrado diputado que quería recibirse de abogado. Este diputado venía aprobando velozmente sus materias, hasta que se topó con Rafael Bielsa (abuelo del homónimo DT) en Derecho Administrativo, quien lo reprobó. El diputado presentó una nota recusándolo y pidiendo nueva mesa examinadora, a lo cual el Consejo hizo lugar. Bielsa (era el mayor administrativista del país) presentó un recurso, quejándose de que se hubiera hecho lugar a la recusación y a la constitución de una nueva mesa libre. El Consejo resuelve suspenderlo y pedir al Poder Ejecutivo Nacional su exoneración, lo que finalmente ocurre. El alumno terminó, por supuesto, aprobando: era el Doctor Miel Asquía, presidente del bloque del partido peronista.

Pero más allá de eso, durante el peronismo el ascenso social significó, entre otras cosas, el crecimiento de la matrícula estudiantil. Primaria, secundaria y universitaria. Significaba la existencia de otro sector social, en muchos casos por su mismo origen de asalariados, que serían becados. Desde 1949 la enseñanza universitaria era gratuita. El ingreso fue evolucionando hasta ser irrestricto. Nada de esto tiene que ver con la frase utilizada como subtítulo. El nuevo sector convivía con el ya existente, en general, con otros orígenes. Entre ellos estábamos algunos de nosotros, quizá la mayoría (por lo menos en Derecho y Económicas) que comenzamos a convivir con jóvenes de otros sectores más “altos” y con mayor educación. Alumnos provenientes de colegios secundarios con mayor nivel que muchos del conurbano. Con mucha más información respecto a la Universidad, en la que muchos de esos alumnos tenían conocidos o familiares. Muchos de nosotros éramos de esas primeras generaciones, descendientes de migrantes nativos o extranjeros, carentes de estudios no sólo universitarios sino secundarios. Quiero decir: el estudiantado no era homogéneo y creo que de estas cosas poco entendíamos en aquel momento y por ello mismo poco entendiéramos también de la trama política e ideológica que estaba tras las bambalinas de la laica y la libre.

Por ejemplo, sólo se supo bastante después de comenzado el conflicto que el gobierno de Frondizi había creado una comisión para estudiar la cuestión de la reglamentación de la enseñanza privada y confesional, con Araoz de Lamadrid, el doctor Matera y el cura y teólogo jesuita Ismael Quiles. Sin contar la intervención de más altas jerarquías.

6. Ministros “libertadores” (y clericales)

Cuatro de junio de 1943, golpe de Estado. Del que al final resultaría el general Edelmiro J. Farrell como Presidente y el coronel Juan Domingo Perón como Vice. Y desde 1943 fue obligatoria la enseñanza religiosa en las escuelas.

Con el golpe se intervienen las universidades. Comenzando por la del Litoral, y nombrando interventor a Jordán Genta, un nacionalista ultra clerical. Pocos meses después designan Ministro de Educación a un católico antisemita, Martínez Zubiría, que interviene las demás. Salvo las de Buenos Aires y La Plata, la primera presidida por el Premio Nobel Saavedra Lamas y la segunda por el primer diputado socialista de América y distinguido académico Alfredo Palacios. Pero es nombrado interventor en la Facultad de Derecho de la UNBA el militante católico Atilio Dell’ Oro Maini, quien había sido Ministro de Educación en Santa Fe durante el golpe de Uriburu de 1930, quien también lo nombró Interventor en la Provincia de Corrientes. Y fue el Ministro de Educación de la “Libertadora” cuando promovió el que famoso “artículo 28”. En la Presidencia de Justo, fue Secretario de Hacienda y dirigió además la revista Criterio, financiada por los apellidos más rancios de la oligarquía cuya función era formar integralmente la elite que debía tomar a su cargo los destinos de la nación. A este funcionario de Uriburu, Justo, Farrell, Aramburu, a la Iglesia y a Frondizi debemos la enseñanza privada.

Como ya dijimos, durante la presidencia de Juan Domingo Perón la enseñanza religiosa se convirtió en ley. El diputado a cargo de impulsar el proyecto fue Díaz de Vivar, católico integrista hispanófilo correntino:

... [hemos] sido víctimas de un percance histórico de muy grandes proporciones (...) Con España, el catolicismo era el otro gran calumniado; se estableció la siguiente sinonimia: hispanidad, catolicidad, oscurantismo. Y así comenzó, señores diputados, todo el proceso de descastización, una de cuyas afloraciones más eminentes fue precisamente, en mi opinión, la ley 1.420. Entre otras cosas, eso significó la ley que tratamos de modificar: una ruptura violenta con la más pura y rancia tradición argentina.

 Esto dijo en el Congreso y esto enseñaba en su cátedra de derecho político en la Facultad de Derecho. Es lo que nos enseñaban. Y no había libertad de cátedra ni cátedra paralela.

Para 1947, las principales órdenes religiosas (salesianos, verbitas, jesuitas, maristas) estaban especializadas en educación y controlaban los principales colegios privados católicos. Como observa Susana Bianchi,

Sin embargo, en este encierro de las congregaciones religiosas en sus institutos privados, más que una explicación de la debilidad de la enseñanza religiosa, tal vez podemos encontrar el anuncio de una nueva estrategia de la Iglesia católica en materia educativa.

La nueva estrategia es la “libertad de enseñanza”: sin abandonar las posiciones en la enseñanza pública, avanzar con la privada.

En 1947 por ley se otorgan subsidios estatales a los colegios privados. De 1945 a 1955 la matrícula de los privados primarios ascendió en un 49% y los secundarios un 60%.

La ley se derogó en 1954, cuando la buena relación política de Perón con la Iglesia se rompió, por razones que no es el caso tratar acá.

 7. Laika Sacrificada

Laika se llamó la perrita que los soviéticos habían mandado al espacio. Lo recuerdo tal vez por eso de ligar el laicismo a los rojos. La cuestión específica que nos ocupa comenzó con el gobierno “de facto” de Aramburu-Rojas, los últimos que aplicaron la pena de muerte “legalmente” en el país. A los pocos meses de la asonada, la dictadura con un ministro clerical promulga el decreto-ley 6403 con su famoso “artículo 28”: con él los institutos educacionales privados podrían otorgar títulos habilitantes. Por entonces los institutos privados eran sobre todo confesionales. Lo de “enseñanza libre” era, en realidad, una expresión que no tenía que ver con la libertad sino con la “iniciativa privada”, puesto que la libertad de enseñanza estaba garantizada con la autonomía universitaria y la libertad de cátedra. Así como lo de laicismo aparece como reacción a la hegemonía confesional por la privatización de la enseñanza. Se trataba en realidad de la enseñanza pública, y de su garantía a través de la expedición de los títulos habilitantes.

Reformismo universitario y laicidad corrían parejos. Pero la política de la Iglesia respecto a la educación no era una sola y no todos los católicos eran clericales ultramontanos. La presencia de Jacques Maritain había dejado huellas y algunos cambios en sentido democrático, al punto que algunos sectores lo acusaron de servir al comunismo. Durante la Guerra Mundial y la Guerra Civil Española se planteó, para algunos católicos, una especie de opción entre fascismo y comunismo. En todo caso, para la Iglesia la pérdida del control de la educación superior que simbolizaba la Reforma del 18 significaba un golpe duro. Por eso desde las páginas de Criterio siempre se planteó la necesidad de la implantación de la enseñanza religiosa en las escuelas, así como la jerarquización de los claustros universitarios y su “despolitización”. Junto a las líneas tradicionales de la Iglesia, ciertas expresiones de disidencia y nuevas formas de recepción de los nuevos fenómenos de masas con la doctrina social, aparecen en la institución. Siempre reclamando la educación religiosa. Pero ya el catolicismo era mucho más heterogéneo. Los católicos autodenominados "democráticos" miraban con cierta reticencia la enseñanza religiosa en las escuelas públicas. Como explica Bianchi,

Esto no significaba, sin embargo, que carecieran de un proyecto educativo que tuviera como objetivo la catolización de la sociedad. No obstante, éste no se basaba en la unidad del Estado y la Iglesia, sino, por el contrario, en asegurar el máximo de autonomía de las estructuras ideológicas eclesiásticas […] La libertad de enseñanza a la que se aspiraba tenía como base la autonomía de los establecimientos privados para expedir certificados de estudios y títulos habilitantes.

Podríamos decir: una enseñanza paralela.

8. A los tiros. El bautismo de fuego de Tacuara

Como dije, en 1956 aparece el decreto 6403. Se restablece la autonomía universitaria y el gobierno tripartito. El artículo 28 autorizaba la expedición de títulos, pero el alto nivel de conflictividad que aparejó, sobre todo en los secundarios, decidió al gobierno de facto, después de la renuncia del Rector reformista (José Luis Romero) y el ministro clerical (Dell Oro Maini) a dejar su reglamentación en manos del gobierno que saldría de las elecciones.

El 28 de agosto de 1958 los rectores de las universidades nacionales le piden a Frondizi, ya Presidente, que no reglamente el artículo 28. Comienzan las movilizaciones y el 10 de setiembre la Federación Universitaria de Buenos Aires declara la huelga general. A esta altura los novatos ya habíamos asistido a asambleas de más de mil participantes, reguladas con el Reglamento de la Cámara de Diputados en la mano y, a veces, con votaciones nominales que duraban lo indecible.

Del lado de la FUBA habían quedado los reformistas que, durante el gobierno de Perón habían estado junto a los humanistas, de origen católico, aunque no eran todos iguales: entre ellos había desde fascistas de la Alianza Libertadora Nacionalista devenidos en Tacuara, hasta partidarios de Jacques Maritain. Los primeros gritaban aquello de “¿La FUBA, la FUBA, la FUBA dónde está? Está en la sinagoga leyendo El capital”. Los segundos ya apuntaban hacia la consolidación de la democracia cristiana.

La primera gran manifestación fue de los humanistas, fogoneada por la Iglesia, a mediados de setiembre. Desfilaron muchos curas y monjas. Allí comenzamos a aprender a calcular las cantidades de manifestantes, según los metros cuadrados. Poco más adelante los grupos católicos nacionalistas armaron “comandos de resistencia”. La Facultad de Derecho de Buenos Aires fue tomada y retomada alternativamente por reformistas y humanistas. Desde dentro había que evitar la toma. Con Johny Pundik, trotskista, me toca “custodiar” la puerta 25 de Mayo que tenía una entrada mirando a Plaza Francia, donde estaban los de la “Libre”, con una manguera contra incendios y un altavoz, detrás de una improvisada barricada. Durante la noche se oyeron unos disparos muy cerquita de donde estábamos. Me asomé a la barricada y le dije a mi compañero que nos estaban tirando. No sé si para tranquilizarme o tranquilizarse Johny me dijo: “Son de fogueo”. Al amanecer vimos que las balas de fogueo habían dejado tremendos agujeros en las paredes.

En todo ese tiempo, a pesar de todo, se respetó la autonomía y la policía nunca entró a la Facultad.

En setiembre ya teníamos un mes de engrudo y cal en las manos. Y muchas visitas a la Familia Italiana. A buscar esos carteles grandes que se hacían con tipografía de madera. Y a pegarlos, harina y agua. Y a repartir volantes. Y, después a rajar de la policía. Y a conocer a los informantes: los zapatos negros. Ya habíamos aprendido a tirarle bolitas a los caballos de la policía montada. Y a esquivar el agua.

Medio millón, decíamos (más probablemente, doscientos cincuenta mil) los asistentes al acto de la FUA el día 19 de septiembre en la Plaza de los Dos Congresos. Agustín Tosco dijo haber estado presente. Lo que es seguro es que había algunos cuantos sindicatos y partidos políticos. Y algunos dicen recordar que allí comenzó aquello de “Obreros y estudiantes, unidos y adelante”. Por entonces a la cabeza de la manifestación estuvieron el Rector Risieri Frondizi y el Vicerrector Florencio Escardó.

Ya el entonces Presidente de la FUA había escrito una carta pública a Gabriel Del Mazo, que habiendo sido uno de los hombres de la Reforma de 1918, había escrito su historia y era custodio del Manifiesto Liminar. Estévez Boero le pedía por su honor que peleara por la derogación del artículo o, de lo contrario, devolviera el ya amarillo documento.

Cuatro días después el diputado frondizista Horacio Domingoreno puso su apellido a la que con el respaldo de más de sesenta diputados declaraba que solo las universidades públicas podían otorgar títulos habilitantes.

9. Senado: No positivo

La cosa anduvo bien en Diputados. El día 23 los diputados anuncian su decisión: derogar el famoso artículo. El 26 se derogó por amplia mayoría. Pero ya se estaba trenzando, Domingorena cambiaba el discurso y, con él, otros varios diputados. Recibida la media sanción de Diputados, el 28 de septiembre el Senado Nacional “la modificó” para que volviese a la Cámara de Diputados que al día siguiente rechazó las modificaciones por 95 votos a 48. Pero “modificar” significaba que para insistir Diputados precisaba dos tercios dos tercios: la trenza lo impidió y así se impuso el dictamen del Senado, la Ley 14.557, llamada Domingorena, porque fue su manejo el que la permitió. Fue el 30 de setiembre de 1958. Muchos jóvenes lloramos de impotencia agarrados a las puertas del Congreso.

La versión del Senado tenía que ser reglamentada y Frondizi en una reunión con los rectores de las universidades nacionales había prometido no hacerlo. Lo que había quedado firme era que el Estado Nacional y no las universidades otorgarían los títulos habilitantes. Se pensaba que podría arreglarse por vía de reglamentación. Pero en plenos carnavales del 59, después de haber votado la entrega del Frigorífico Lisandro De la Torre a la Corporación de Productores (había sido estatal y municipal) Frondizi reglamenta la ley.

10. Entre pitos y matracas se taparon las inconsecuencias

Dijo luego el Doctor Risieri Frondizi, al inaugurar el ciclo lectivo 1959:

En cumplimiento de ese deber la Universidad de Buenos Aires denunció y denuncia la implantación de universidades sectarias bajo el ropaje de la libertad de enseñanza y a fin de satisfacer compromisos políticos. El artículo 28 entró de contrabando en una ley que se dictó, según se expresa claramente en los considerandos, para robustecer y afianzar las universidades nacionales. Ese artículo, que fue letra muerta durante tres años, adquirió vida prestada por razones electorales. En un forcejeo entre los compromisos políticos y la conciencia moral de los legisladores, el artículo fue sustituido por otro que aminora la gravedad de la medida, pero que persiste en quebrar la tradición argentina laica, no atea. El día 16 de octubre el Presidente de la Nación se comprometió ante los siete rectores que lo visitamos - y me consta personalmente- a no reglamentar, sin consulta previa, el mencionado artículo. No cumplió con su palabra: lo reglamentó por sorpresa y en la semana de Carnaval. Cuanto más desciende el nivel de la moralidad pública tanto más aumenta la responsabilidad de quienes, como los universitarios de hoy, se han autoimpuesto la ingrata y noble tarea de vigía de las normas éticas y de guardián de la libertad.

Hablaba de su hermano Arturo.

La ley 14.557 fue el punto de partida. Ocho años más tarde, Juan Carlos Onganía sancionará la ley 17.604, ampliando las facultades de la enseñanza privada, aunque el espaldarazo definitivo lo dará Carlos Menem en 2003, con la sanción del decreto 2.330 que reglamenta la Ley de Onganía, desregulando y facultando la creación de nuevas universidades. Pero la legislación no es objetivo de estos renglones. 

11. Privatización y barbarización

En los actuales conflictos vuelven a la superficie, junto al miserable e impiadoso sectarismo, el clericalismo y la falsedad ideológica.

En realidad, ningún gobierno se ha lucido mucho con la Universidad Pública, cuyas virtudes no han sido más que sus propias conquistas a fuerza de movilizaciones, presos y -a veces- muertos o exiliados. Pero, es cierto también que la o las universidades han sido paulatinamente ahogadas en sus presupuestos y que desde dentro de ella muchos cedieron estableciendo convenios poniendo el trabajo y el prestigio a cambio de resultados exigidos desde fuera de la universidad. No solamente de instituciones internacionales u otras universidades, sino de intereses privados. No siempre respetando las normas de la autonomía universitaria.

Muchas veces hasta las propias luchas por reivindicaciones salariales de docentes y no docentes han opacado la discusión de políticas dirigidas hacia las necesidades más populares del país. Cuando no se trató de peleas de camarillas.

Una vez más, los claustros universitarios y sus trabajadores están en la calle, con viejas y nuevas formas de manifestación. Otra primavera violeta para parar la barbarie.

Para esta batalla, seguramente, el Reformismo, que fue diluyendo sus objetivos[5] debería reconstruirse o refundarse. A partir sobre todo de los estudiantes. Discutir la Universidad antes que no haya nada que discutir. En un país que corre el mismo riesgo.

Aquel fue el sentido de la lucha que siempre recomienza. Distinta. La Laika no se fue a Moscú a leer El capital.

 

Agosto/Setiembre 2018

 

[1] Lo de reformista alude a la filiación con la lucha por la Reforma Universitaria de 1918. 

[2] Para amplios sectores populares, Revolución fusiladora.

[3] Violento desalojo policial de cinco facultades de la UNBA ocupadas por estudiantes, profesores y graduados, en oposición a la decisión de la dictadura de Onganía de intervenir las universidades anulando su autogobierno.

[4] Diario del Partido Comunista.

[5] El caso extremo lo constituye la completa degeneración de la rama estudiantil del radicalismo: la corriente que tiene el desparpajo de llamarse “Franja Morada” sabotea activamente la movilización de la comunidad universitaria y defiende la cruzada destructiva de Cambiemos.

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