23/11/2024
Por AAVV
El Kremlin ha ordenado al ejército ruso que se dirija a las fronteras ucranianas y amenaza con intervenir si los Estados Unidos, la OTAN y Ucrania no cumplen sus exigencias. Nosotros, los socialistas ucranianos, hacemos un llamamiento a la izquierda internacional para que condene la política imperialista del gobierno ruso y se solidarice con los pueblos que han sufrido la guerra que ha durado casi ocho años y que pueden sufrir una nueva.
Tras el colapso de la URSS, solo quedó una superpotencia en el mundo: Estados Unidos. Pero nada es eterno y ahora su hegemonía está en declive. Las intervenciones estadounidenses en Afganistán e Irak provocaron guerras catastróficas para los pueblos de estos países y terminaron en desgracia para Estados Unidos. Por desgracia, el declive del imperialismo estadounidense no ha ido acompañado de la aparición de un orden mundial más democrático, sino del ascenso de otros depredadores imperialistas, movimientos fundamentalistas y nacionalistas. En estas circunstancias, la izquierda internacional, acostumbrada a luchar solo contra el imperialismo occidental, debería reconsiderar su estrategia.
En las últimas décadas, se ha producido un resurgimiento del imperialismo ruso, que ahora intenta que Estados Unidos redistribuya las esferas de influencia en el mundo. Los hechos demuestran que caer en la esfera de influencia de la Rusia de Putin no aporta nada bueno a los pueblos. Ahora mismo, las tropas rusas están en Kazajistán con el objetivo de reprimir por la fuerza el levantamiento popular. Estas acciones confirman la naturaleza reaccionaria de la OTSC, que fue creada no para proteger a los países de las agresiones externas, sino para reforzar la influencia del Kremlin y proteger a los regímenes impopulares de las revoluciones. Las tropas rusas de facto en Kazajstán también protegen los intereses de los capitalistas estadounidenses y británicos, que poseen una parte importante de la industria petrolera en Kazajstán.
Rusia ha desempeñado un papel similar en las protestas bielorrusas. El Kremlin envió a sus propagandistas para sustituir a los trabajadores de los medios de comunicación en huelga y anunció la formación de una reserva de funcionarios de seguridad que se enviaría a Bielorrusia. Al igual que en el siglo XIX, cuando el Imperio ruso era el gendarme de Europa, el régimen de Putin se está convirtiendo ahora en el obstáculo de los cambios sociales y políticos en el espacio postsoviético: cualquier movimiento social en este territorio se ve obligado a pensar en cómo no convertirse en un irritante para el Kremlin.
Expresamos nuestra gratitud y solidaridad a los activistas de izquierda rusos que se oponen a las políticas imperialistas del Kremlin y que luchan por las transformaciones democráticas y sociales en su país. Solo una revolución en Rusia y el derrocamiento del régimen de Putin pueden traer estabilidad, paz y seguridad a los países postsoviéticos.
El Kremlin acusa a las autoridades ucranianas de planear una ofensiva militar en Donbás, pero eso es una mentira descarada. La política de Zelenskiy indica que, tras múltiples intentos infructuosos de lograr la paz tras llegar al poder, ha abandonado los planes de cambiar algo en Donbás. Condenamos las políticas neoliberales y nacionalistas de las autoridades ucranianas, pero no justifican en absoluto la agresión imperialista de Rusia.
Rusia acusa constantemente a Ucrania de no cumplir con la parte política de los acuerdos de Minsk, pero ella misma constantemente viola la parte de seguridad de los mismos. El último ejemplo ha sido la no continuación por parte de Rusia del mandato de la misión de la OSCE para vigilar la frontera ucraniano-rusa, a pesar de estar previsto en el párrafo 4 del Protocolo de Minsk. Por parte de las autoproclamadas repúblicas controladas por el Kremlin, siempre hubo incomparablemente más restricciones a la libertad de movimiento de los representantes de la misión de la OSCE en la línea de contacto, pero a pesar de estos obstáculos, la OSCE en los últimos años ha registrado muchas veces más violaciones de las condiciones para la retirada de las armas pesadas de la línea del frente precisamente por parte de la «DPR» y la «LPR». Pero lo principal es la cláusula 10 de Minsk-2, que nunca se ha aplicado: «La retirada de todas las formaciones armadas extranjeras, el equipo militar, así como los mercenarios del territorio de Ucrania bajo la supervisión de la OSCE. Desarme de todos los grupos ilegales». Había y hay tropas rusas en Donbás, pero el Kremlin sigue negándolo hipócritamente.
En contra del mito, popular entre algunos izquierdistas occidentales, los regímenes de la «DPR» y la «LPR» no son el resultado de la voluntad popular. Los jefes de la «DPR» y la «LPR» están integrados en las filas de la élite gobernante de la Federación Rusa y se han convertido en el portavoz de los sentimientos depredadores más agresivos del Kremlin. En las propias «repúblicas» se reprime cualquier actividad política de oposición, incluso la más leal al gobierno ruso.
Al mismo tiempo, los territorios de las «repúblicas» se desindustrializan rápidamente. Las infraestructuras se deterioran y las redes de transporte público se desmantelan en las ciudades. Incluso para las empresas cuyos productos se exportan a través de la Federación Rusa, los atrasos salariales de varios meses se han convertido en la norma. Las protestas de los trabajadores culminan con el secuestro de activistas y la introducción de vehículos militares.
Además, Donbas se ha convertido ya en una zona de colapso medioambiental. Muchas minas están cerradas sin las debidas medidas de conservación, lo que ha provocado la contaminación del agua potable. Según las estimaciones de la ONU, Donbas, a pesar de ser una de las partes más densamente pobladas de Ucrania, es la zona que más minas terrestres tiene en todo el mundo.
Ahora el Kremlin niega la subjetividad de Ucrania y la posibilidad de negociaciones directas entre Rusia y Ucrania. El gobierno ruso quiere acordar todo con Estados Unidos, mientras descarta por completo a Ucrania. Pero la decisión de resolver el conflicto debe tomarse teniendo en cuenta la opinión de las personas cuyas vidas dependen directamente del conflicto y de la forma en que se resuelva. Ucrania no debe convertirse en una moneda de cambio en los acuerdos entre los dos Estados imperialistas.
Luchamos por una Ucrania pacífica y neutral, pero para ello el Kremlin debe poner fin a su política imperialista agresiva, y Ucrania debe recibir garantías de seguridad más serias que el Memorando de Budapest, pisoteado descaradamente por la Federación Rusa en 2014.
Sin albergar ilusiones sobre la política de los gobiernos occidentales al servicio del gran capital y de sus propios objetivos, creemos que los intereses del pueblo trabajador ucraniano solo podrán ser tenidos en cuenta por ellos bajo la presión de los movimientos progresistas y de la opinión pública de estos países.
En primer lugar, es necesario poner fin de una vez a los combates en Donbás y evitar posibles provocaciones en la primera línea del conflicto armado, que pueden servir de pretexto para una nueva intervención. Por lo tanto, el primer paso debería ser la introducción de un contingente de mantenimiento de la paz de la ONU en Donbás. Somos conscientes de los problemas de las actuales misiones de mantenimiento de la paz y recordamos que a veces los cascos azules no impidieron la violencia masiva. Pero en las actuales circunstancias ucranianas, se trata de un paso obligado y necesario.
Las cuestiones relativas a una solución política a largo plazo del conflicto solo deberían resolverse una vez que se hayan resuelto las cuestiones de seguridad. El fin de las hostilidades debería reducir la gravedad del conflicto y después será más fácil discutir posibles compromisos. También hay que preparar las condiciones para la futura reintegración.
Los siguientes pasos deberían ser:
- La retirada completa de las tropas rusas de Donbas. Uno de los mejores medios de presión sobre los dirigentes de la Federación Rusa sería la confiscación de los bienes y activos de los oligarcas y funcionarios rusos en Londres y otros lugares.
- Creación de un programa internacional para la restauración de la región afectada por la guerra y ayuda a sus habitantes (incluso mediante la confiscación de lo saqueado por los oligarcas rusos y ucranianos).
- Revisión del curso socioeconómico propuesto a Ucrania por Occidente: en lugar de las destructivas reformas neoliberales bajo la presión del FMI, la cancelación de la deuda externa de Ucrania.
- Políticas humanitarias más inclusivas y progresistas en Ucrania, acabar con la impunidad de la extrema derecha ucraniana y abolir las leyes de «descomunicación».
- La provisión de garantías para el cumplimiento de los derechos humanos para aquellos que vivían en la «DPR» y la «LPR», la adopción de una ley de amnistía para aquellos que no cometieron crímenes de guerra.
La guerra en Donbás se ha cobrado la vida de miles de personas y ha obligado a millones a abandonar sus hogares. La amenaza de una escalada pende sobre Ucrania como la espada de Damocles y reduce enormemente el alcance de la política progresista. El futuro del movimiento socialista en Ucrania depende de la solidaridad internacional.
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Nota traducida por Carlos Rojas para Punto de Vista Internacional, originalmente publicada en la web Socialistas Ucranian@s