03/12/2024

La crisis mundial capitalista y el capital ficticio

 
El sistema capitalista atraviesa desde la década de los setenta del siglo pasado, por un escenario global de crisis periódicas que fueron afectando severamente el régimen de acumulación iniciado en la posguerra. Reaparecieron en el capitalismo el lento progreso técnico, la caída de la rentabilidad, el débil ritmo de acumulación y el desempleo estructural. Durante el transcurso de este ciclo, se ejecutaron programas económicos y sociales que respondiendo al paradigma del orden neoliberal, consolidaron el poder de clase de la burguesías más concentradas, cuya máxima expresión se configuró en los ochenta, durante la era Reagan–Thatcher.
Se afianzó de este modo la doctrina del neoliberalismo clásico, que implicó el desarrollo de un mercado libre y global de los capitales. Se acentuaron las brechas sociales, cuyo resultado fue una mayor polarización entre las clases, que en esencia significó el aumento de la pobreza y la exclusión social, como parte de una fuerte ofensiva mundial del capital contra la clase trabajadora.
Ya en 1973, se había fracturado la paridad fija entre el dólar y el oro y la flotación de las tasas de cambio, que llevaron a la extinción de los acuerdos firmados en Breton Woods, por las potencias occidentales triunfantes en la Segunda Guerra Mundial. Estos acontecimientos demostraron que esta crisis es un fenómeno sistémico y persistente, cuyos primeros signos se habían manifestado en los EE.UU, a mediados de los años sesenta.
El estallido de la crisis ocurrió en los EE.UU en febrero de 2007 para expandirse hacia la Eurozona en 2010, mientras Japón atravesaba una situación similar desde el derrumbe de la bolsa en 1989. Este desenlace se fue dilatando porque los países centrales utilizaron una serie de mecanismos anticíclicos, como el incremento de los gastos militares, la enorme movilidad de los capitales, los conflictos de baja intensidad, el importante endeudamiento de las familias y el estancamiento o caída de los salarios.
Mientras esto sucedía, se produjo la incorporación plena al mercado mundial de dos países con alta población y cierto desarrollo industrial: China y la India, que entre 1970 y 2000 pasaron del 8.3% al 19% del PBI mundial y si bien se insertaron en la globalización neoliberal, no eran países con políticas neoliberales absolutas (Duménil y Levy). Asimismo, la incorporación al mercado mundial de los países de Europa del este (antes satélites soviéticos) contribuyó en Europa, al sostenimiento de la economía capitalista. De esta forma, se mantuvo, con altibajos, la acumulación de capital hasta el quiebre financiero de Lehman Brothers, en septiembre de 2008, momento que en los EE.UU colapsó el mercado de hipotecas subprime.[1] Se apreció en esos momentos  la gravedad y la profundidad de la crisis estructural que atravesaba el capitalismo. El Banco Mundial y el FMI, estimaron que para ese entonces, entre 55 y 90 millones de personas se fueron sumando –en el mundo– a la población de extrema pobreza.
 
EL PREDOMINIO DE LAS FINANZAS
 
Con la aparición de la crisis de sobreacumulación de capital y sobreproducción de mercancías –provocadas por la tendencia al aumento de la composición orgánica del capital– los capitalistas fueron dejando de lado las inversiones en los sectores productivos para actuar esencialmente en los mercados financieros, arbitrando productos de carácter especulativo. Dicho en otras palabras, se produjo una articulación entre la  producción y las finanzas que tendió a desplazar las inversiones desde el sector productivo hacia el financiero, para convertirse en capital especulativo parasitario. La apertura de la cuenta de capitales autonomizó el movimiento financiero y esta alternativa global movilizó, hacia fines del Siglo XX, flujos transfronterizos de capital por 11.8 billones de dólares.
Se consolidó un proceso de centralización y concentración del capital, en el que confluyen distintos sectores de la producción manufacturera, servicios, agroindustria, minería y los grupos comerciales de distribución. Además, participan en este proceso las sociedades financieras: grandes bancos, aseguradoras, fondos de pensión y hedge funds, quienes se han ido encargando de valorizar el dinero convertido en capital ficticio, mediante mecanismos que las finanzas pusieron a disposición del mercado mundial.
Con el aumento de la concentración y centralización del capital, se aceleró el proceso de reestructuración de la producción y el trabajo, al mismo tiempo que se incrementó la sofisticación de los mecanismos de intermediación financiera, al imponerse en todo el planeta las relaciones de mercado. Para compensar la caída de la tasa de ganancia durante los años setenta y ochenta, los sectores más concentrados de los países centrales utilizaron todas las posibilidades que ofrecían el transporte, las nuevas tecnologías informáticas, comunicacionales y el procesamiento de datos, para iniciar la deslocalización de las empresas manufactureras hacia la periferia, situación que permitió inclinar hacia la baja los salarios en el centro. Se desmantelaron parcialmente las industrias nacionales, que se restablecieron como segmentos de un sistema productivo mundial, universalizando el modo capitalista de producir, distribuir y consumir.[2] Fue así como el manejo de la política económica internacional, resultó cada vez más dependiente del peso del capital transnacional. Señalaba Hilferding que “cuanto mayor sea un espacio económico y más poblado esté, tanto mayor puede ser la unidad empresarial, esto es, tanto menores los costos de producción; tanto más intensa también la especialización dentro de los establecimientos, lo cual significa, igualmente, disminución de los costos de producción” (Hilferding, 1985:343).
A pesar de la deslocalización de los grandes establecimientos fabriles europeos hacia las naciones asiáticas y de las empresas de los EE.UU hacia la maquila en México, los países centrales retuvieron –en su territorio– el núcleo productivo más dinámico: el desarrollo de la innovación tecnológica, la ingeniería de los procesos, el diseño y la fabricación de los prototipos y la producción de armamentos. Esta transformación se gestó en los sectores más concentrados del capital quienes impulsaron la producción industrial integrada por cadenas de suministros internacionales, lideradas en todos los casos por las empresas transnacionales.
El desplazamiento fabril, más el lento progreso técnico, produjeron en el centro un fuerte aumento de la desocupación, la subocupación y el trabajo temporario, originando la reconstrucción del ejército industrial de reserva. Se acentuó la desindicalización, la precarización del trabajo, la caída de los salarios y el recorte de los beneficios sociales, que permitieron formas de contratación flexibles y la presencia de bolsones de empleo de baja calidad. Estos cambios, ocasionaron fuertes modificaciones en las relaciones existentes entre las distintas fracciones del capital y en el interior de los mercados laborales. Surgieron de esta forma, una multiplicidad de sectores del trabajo con una débil articulación interna y un común denominador: la subocupación, la caída de los ingresos y la fragmentación laboral. La tradicional alianza entre la burocracia sindical y el Estado se convirtió en el eslabón principal que permitió desmovilizar a los trabajadores e imponer la política económica neoliberal en beneficio del capital más concentrado.  Ya en 2012, 124.5 millones de personas, el 24.8% de la población de la UE, estaba en riesgo de pobreza o exclusión social. Gran parte eran mujeres y niños. Según Chesnais:
 
[…] la propagación internacional de la crisis de un país hacia otro…se produce vía los flujos financieros y la interdependencia de las Bolsas y con mayor fuerza aún por el canal de los flujos de mercancías. El contagio internacional es hoy más fuerte porque los sistemas financieros están interconectados estrechamente y las economías son muy interdependientes debido a la liberalización de los intercambios y las inversiones extranjeras (Chesnais, 2009).
 
Precisamente, la ampliación a todas las regiones del globo de las relaciones capitalistas de producción,  tuvo como finalidad incrementar las fuentes de riqueza y el desarrollo de las vías comerciales, que si bien no se trató de un fenómeno original, contribuyó paradójicamente a dificultar la salida de la crisis. Esta situación potenció el impedimento para volver a un período de crecimiento, porque la fase expansiva del capitalismo había llegado a su fin, adquiriendo un carácter planetario. Resultó muy dificultoso para el capital descargar la crisis de una región sobre otra, dado que la correlación existente entre los sectores monopólicos de los países centrales y las firmas subsidiarias en la periferia, se integraron en una participación activa y simbiótica en las cadenas de valor. Este tipo de relaciones se caracteriza por un intenso intercambio de bienes finales e intermedios representando entre el 2000 y el 2010  del 50%  al 55% de las exportaciones mundiales anuales. (OMC, 2013). Simultáneamente, considerando que la globalización parece ser la última etapa del sistema, este ha ido abarcando el mercado de capitales del conjunto de las regiones del mundo.  Por eso, el marco de la crisis actual, lo constituye el mercado mundial que ya no se reduce solamente, como señaló Marx “a la noción misma del capital y su movimiento”, sino que se ha extendido esencialmente al ámbito de las finanzas y las transacciones financieras.
En Latinoamérica se afianzó un proyecto promovido por los sectores más concentrados, que permitió la formación de élites económico–políticas transnacionalizadas ocasionando la desmovilización, la precarización y la fragmentación de la clase trabajadora. El FMI fue el agente activo que impulsó su imposición, conjuntamente con los sectores monopólicos. El sur de América Latina se convirtió en un laboratorio de experiencias de este tipo con Pinochet en Chile, Carlos Andrés Pérez en Venezuela, Paz Estenssoro en Bolivia, Bordhaberry en Uruguay y Videla en Argentina, pasando los procesos dictatoriales a ser los instrumentos que hicieron posible la implantación de las políticas neoliberales. Posteriormente en los noventa, en un todo de acuerdo con el Consenso de Washington, la burguesía combinó en la región un discurso democrático electoral con una política económica neoliberal, incluyendo ajustes y privatizaciones, que dieron lugar a una importante fuga de capitales, alta desocupación, más un elevado endeudamiento. La aplicación de las políticas de la derecha fue encarada por Menem, Cardoso, Fujimori, Andrés Pérez y Salinas de Gortari. Las medidas que se tomaron empobrecieron y precarizaron rápidamente a los trabajadores, profundizaron los niveles de desigualdad, reemplazando la integración social por la exclusión, quedando demostrada la falsa neutralidad del Estado que develó abiertamente su carácter de clase.
 
EL CAPITAL FICTICIO
 
Por la caída de la tasa de beneficio y la crisis económica, los sectores dominantes iniciaron la transferencia de una parte de la masa de plusvalía, fruto de la explotación del trabajo asalariado, desde el capital productivo al capital financiero, modificando de modo significativo el equilibrio entre los activos financieros y los activos reales. Hilferdin señaló en El Capital Financiero  que “…los capitalistas tendrán la tendencia a retener su ganancia en forma líquida, en forma monetaria; con lo que se paraliza la transformación en capital productivo, esto es la acumulación real y la ampliación del proceso de reproducción” (Íbid: 285)
Se fue desarrollando el mercado de derivados, formado por las transacciones en acciones, bonos, títulos y fondos de pensión, que resultaron ser la representación legal de esta forma de capital. Los derivados surgieron dentro del sistema financiero internacional y se depositaron para su valorización en instituciones como grandes bancos, compañías de seguros, fondos de pensión y de inversión (hedge funds, mutual funds), quienes se encargaron de su valorización, preferentemente en el llamado sector off–shore, en un todo de acuerdo con lo que Marx llamó el fetichismo del dinero.[3]
Las formas que fue tomando el capital ficticio, a través de las deudas públicas y las convenciones financieras (hedge funds y swaps), tuvieron las características del capitalismo tardío, dado que no es capital productivo ni comercial y al no ser tampoco capital a interés aplicado a la producción de bienes, se valoriza solamente como capital parasitario. Se produjo asimismo una importante caída de las tasas de interés, pero por la crisis que afronta el sistema y por la existencia a nivel mundial de importantes deudas públicas y privadas, su reciente elevación (entre 0.25 y 0.5) redundará en una mayor desaceleración de la actividad económica, un incremento del desempleo y en el encarecimiento del pago de las deudas. Las vacilaciones por las que atravesó la FED, para incrementar las tasas, es un reflejo de esta situación.
Ante el aumento del mercado de swaps y derivados, el sector financiero creó en 1985 en los EE.UU, La Asociación Internacional de Swaps y Derivados, ISDA (The International Swaps and Derivatives Association Inc), organización que nuclea más de 800 instituciones miembros provenientes de 67 países, incluyendo corporaciones, gobiernos, entidades supranacionales, compañías de seguros, estudios contables y bancos regionales e internacionales. Tiene como objetivo hacer más eficientes los mercados globales financiarizados y regular la aplicación de los contratos derivados y swaps, fijando las condiciones habituales de estos contratos y la de los créditos en default.
Asimismo, las grandes potencias continuaron abasteciendo de armas al mundo, volcando a este negocio una parte importante del capital ficticio. El gasto militar alimentó la carrera armamentista encabezada como siempre por los países centrales. El Instituto Internacional de Estocolmo, informó que en los EE.UU el gasto militar llegó al 47% del desembolso mundial en armamentos y su presupuesto en defensa aumentó, a precios constantes, un 67% desde 1999 hasta el 2009, siendo este país el principal exportador con un 31% del total mundial exportado. Ucrania es en estos momentos un caso emblemático por sus compras de armas, a pesar de la caída del 40% del valor de su moneda y de su deuda externa cercana al 90% del PBI. Pero Grecia, Siria, Irak, Libia, Eritrea, Somalia, Yemen, Arabia Saudita y Catar, se han incorporado como grandes compradores de material bélico. Algunos de estos países, como Somalia y Eritrea, se encuentran en guerras internas permanentes desde hace veinte años, utilizando armamentos de última tecnología. Por otro lado, Rusia se ha convertido en los últimos cuatro años, en el segundo exportador de armas, dominando el 27% del mercado mundial. Se crearon además, productos e instrumentos bursátiles que convirtieron las guerras en grandes e imprescindibles negocios. Estos elementos, ligados tanto a la especulación financiera como al tradicional comercio de armamentos, han demostrado que capitalismo, imperialismo y guerras se entrelazan en modos especulativos de valorización de los capitales.
De manera que la estructura capitalista actual contiene un enorme despliegue financiero parasitario, concentrado básicamente en los bancos centrales y en los grandes bancos de inversión. El sector financiero que tiene una gran flexibilidad monetaria (quantitative easing) alimenta en algunos casos la burbuja de activos sin sustentar la inversión productiva. Estos actúan promoviendo una gran movilidad de los títulos (la liquidez de Keynes), que no parece permitir una acumulación de capital indefinida que justifique su función histórica, poniendo en evidencia los límites que tiene el sistema para lograr su superación y reconstitución. En resumen, existen factores de alto riesgo en torno a las políticas de flexibilización monetaria que no repercuten en la economía mundial pero alimentan las burbujas especulativas.
Si bien en los primeros momentos de la crisis, los capitalistas lograron incrementar la tasa de plusvalía reduciendo o congelando el nivel de los salarios, no fue suficiente para  que puedan recuperar la tasa de ganancia. Recién a finales de los ochenta, por el boom de las tecnologías de la información, la extensión a nivel mundial de las empresas multinacionales, el aumento de la tasa de inversión y el crecimiento de la productividad, los capitalistas pudieron revertir esta situación y la tasa de ganancia se restableció notablemente.Estuvo apalancada por los intereses ficticios en el sentido que le da Marx en el Tomo III, cap. XXXII, pag. 475, de El capital, cuando señaló que “Si el industrial no puede ampliar directamente su proceso de reproducción, una parte de su capital-dinero queda eliminado como sobrante del ciclo de reproducción y se convierte en capital-dinero susceptible de ser prestado”. También actuaron en esta dirección las utilidades procedentes de la periferia, por la inversión extranjera directa y por los intereses producidos por la renovación de las  deudas. Se originó de esta forma un crecimiento exponencial en los flujos de renta ficticia, provenientes del capital parasitario, que se dirigieron hacia las sociedades financieras y hacia las guaridas fiscales. Estos mecanismos financieros y monetarios mundiales, se fueron convirtiendo de este modo, en los pilares de la globalización neoliberal.
Este incremento de la tasa de ganancia producida en los noventa, derivó, en los EE.UU, en un crecimiento importante en la rentabilidad de las empresas más concentradas. En 1987 esos beneficios representaron 369 mil millones de dólares y en 1997 las utilidades llegaron a los 869 mil millones de dólares. Las ganancias obtenidas por este país en el exterior pasaron de 59 mil millones en 1987 a 159 mil millones en 1997, según datos del Departament of Commerce Bureau of Economic Analysis. Un dato adicional que revela el grado de concentración de la economía fue señalado por Paúl Krugman, cuando reveló que en 2013 el 60% de estas ganancias, las acaparó el 0.1 de la cúpula empresarial. En consecuencia desde 1980 a los 2000, la participación en los ingresos del decil más alto de la población pasó del 30–35% al 45–50%; mientras que el 1% más rico pasó de tener el 9% del ingreso en los setenta a aproximadamente el 20% en los años 2000. (Piketti).
En Wall Street los activos se encuentran en el nivel más alto de su cotización en toda la historia, con un crecimiento puramente especulativo, ya que han aumentado desde 2009 y hasta 2014 un 240%. De manera que la explosión del sistema financiero en 2008, sobrevino durante un período de restauración de la tasa de ganancia, no durante uno de tendencia descendente de la rentabilidad.
Es necesario mencionar que por el restringido mundo en el que se desenvuelven los hedge funds y las empresas bancarias de capital privado, es muy difícil poder evaluar con precisión los beneficios originados en el capital ficticio, como parte integrante de las ganancias globales. Pero teniendo en cuenta que también manejan gran parte del mercado cambiario y las tasas de interés de corto plazo, es plausible suponer que su participación en las utilidades es muy significativa.
 
CAPITAL PRODUCTIVO Y CAPITAL FICTICIO
 
La dicotomía entre estos dos tipos de capitales es manifiesta, dado que el capital ficticio es un capital que no se reproduce en el sector productivo, como si lo hace el capital a interés. Este cumple una función decisiva en la circulación del capital productivo y está subordinado a la lógica de este capital, mientras que el capital ficticio se reproduce a si mismo siendo invariablemente capital parasitario, no participando en el proceso productivo. Ante esto, los países centrales siguen repitiendo los viejos esquemas asentados en la especulación, el desempleo masivo, la superexplotación laboral, el deterioro del medio ambiente y la agresión militar, todas acciones que no han permitido superar la crisis.
El crecimiento de las ganancias ficticias, en todo este período,  dio lugar a la formación de enormes montos de capital ficticio. Este capital participó en la contención del deterioro de la economía capitalista, durante los primeros años del nuevo siglo, especialmente en los EE.UU, a través de la inversión en tecnologías de la información y en la robótica. Pero estas inversiones, más el aumento de la explotación de los asalariados y la intervención de las ganancias ficticias, fueron estrategias insuficientes para sustentar el crecimiento del sistema capitalista, provocando una inestabilidad creciente y una importante agitación financiera.
Como contrapartida, existen enormes dificultades para incrementar la acumulación en la economía real, porque las posibilidades de inversión en nuevas líneas de producción son limitadas, dado que las ganancias esperadas son restringidas. Los beneficios que se obtienen bajo la forma de intereses parasitarios y dividendos en el sector financiero, no fluyen hacia el sector productivo para iniciar un nuevo ciclo de crecimiento virtuoso. Precisamente, el manejo oligopólico de las variables monetarias y financieras, le ha permitido al capital concentrado un acceso a enormes utilidades ficticias, degradando crecientemente las actividades reales. Además, los sectores dominantes ya habían desarrollado, desde  la posguerra, algunos aparatos supranacionales como el GATT (luego la OMC), FAO, el Banco Mundial, el FMI, y el BPI, que favorecen el accionar global de los capitales transnacionales que operan en un mercado mundial altamente desregulado.
De forma tal, que el volumen alcanzado por las transacciones del capital ficticio, ha superado ampliamente las inversiones destinadas al capital productivo, cambiando el carácter dominante que en el capitalismo sin crisis, tiene el capital industrial sobre el capital especulativo parasitario. De manera que el crecimiento del capital ficticio no contribuye, en forma alguna, a incrementar la producción ni la circulación de las mercancías, porque no financia al capital productivo ni al comercial, otorgando al capital un carácter monetario que se reproduce como capital ficticio.
Por otra parte, el capital ficticio que devenga interés, aparece como una formación autónoma de valorización, pero entendido esto como una forma independiente del capital industrial. Dicha fuente se presenta según Marx de forma mistificada, toda vez que el interés circula por fuera de la obtención de la plusvalía que produce el trabajo. Su existencia inicia su proceso en el capitalismo en crisis, partiendo de la plusvalía obtenida en el sector productivo, para posteriormente expandirse ficticiamente con un cierto grado de  autonomía.
De este modo, las inversiones en el capital ficticio han ido alcanzado un predominio decisivo por sobre las inversiones dirigidas hacia el capital productivo, mientras las ganancias generadas por la especulación, engrosan masivamente el volumen del capital parasitario. Es importante señalar que los capitalistas deciden en cada momento su inversión en el sector productivo o en el financiero, teniendo en cuenta los rendimientos esperados, además de considerar las situaciones predominantes en el contexto social y político, como la oferta de mano de obra capacitada, la resistencia de los trabajadores a percibir bajos salarios, el nivel de la presión impositiva y la injerencia estatal en el mundo de la producción privada.
Fue así que a través del desarrollo de los mercados accionarios, obligaciones, divisas, activos respaldados por títulos, derivados, la inversión extranjera directa (cuya contrapartida es la fuga de capitales), más el endeudamiento internacional (también señalado como capital ficticio por Marx), se fue transformando una parte importante de la propiedad capitalista en títulos de rendimiento a interés.[4] Esta proliferación de capital ficticio permitió, durante un tiempo, recuperar la demanda de bienes (originando en algunos casos las burbujas especulativas), pero al no reactivarse el sector productivo, la crisis global continúa persistiendo. Pero, si bien el capital ficticio se plasmó como uno de los mecanismos que permitió contrarrestar la caída de la tasa de ganancia y superar la discontinuidad en el proceso de acumulación, no ha podido constituirse en el sostén a largo plazo de la continuidad del capitalismo. Según señalaba Hilferding, “[…] en el mercado mundial reina la competencia y, por de pronto, no queda más remedio que sustituir una clase de competencia por otra menos peligrosa. En lugar de la competencia en el mercado de mercancías, donde únicamente decide el precio de estas, entra en acción la competencia en el mercado de capitales, en la oferta de capital a préstamo, cuya concesión está ya unida a la condición de una absorción posterior de las mercancías” (Hilferding, 1985: 14).
El capital ficticio se convirtió entonces, en uno de los soportes del funcionamiento anticíclico del Estado, al financiar el flujo de demanda de bienes y servicios para fines de consumo y viviendas. Simultáneamente se fue profundizando la centralización y la concentración del capital, unificando el poder económico y generando operaciones financieras a nivel mundial, que se reprodujeron bajo el imperio de la libre empresa y las finanzas. Duménil, en su visita a la Argentina en 2014, en la conferencia dictada en la Facultad de Ciencias Económicas el 9 de octubre de 2014, sostuvo que “el corazón del neoliberalismo es la familia financiera. Es la que casi gobierna el mundo, controlando el 90% de los beneficios de las grandes empresas”. Resaltó que la crisis actual es desde los años ochenta “una crisis de hegemonía financiera”, donde se produjo un cambio en la configuración del capitalismo que dio lugar a una alianza globalizada entre los propietarios de los grupos más concentrados.
En la misma conferencia, Duménil expresó que por las maniobras monetarias realizadas por la FED y el avance en el proteccionismo industrial, los EE.UU estaban sosteniendo un crecimiento lento pero sostenido, mientras que en Francia donde se aplican los planes de austeridad recomendados por la UE, no se han conseguido resultados económicos positivos. Pero, según Janet Yellen, presidenta de la Reserva Federal, existe en los EE.UU un aumento de la vulnerabilidad social, que es un reflejo del salto producido en la concentración del ingreso y la riqueza, confirmando el planteo de Marx que sostuvo que en el capitalismo opera una tendencia a la polarización de la riqueza y los ingresos.
En 2013, en los EE.UU, el ingreso de las familias pertenecientes al 5% más rico fue más de 9 veces el ingreso del 20% más pobre, la brecha más grande desde que se elaboran estas estadísticas (1967) y en junio de 2014 los beneficios de las corporaciones, ajustados por inflación, fueron 94% superiores a los de junio de 2009. De este modo el ingreso promedio del 5% más rico creció 38% entre 1989 y 2013, mientras que el ingreso del 95% restante lo hizo sólo en algo menos del 10%.
Asimismo en Europa por el lento progreso técnico, la caída de la inversión y el ritmo  lento de acumulación es altísimo el nivel de desocupación. El estancamiento del consumo privado y la deflación, esencialmente en países como España, Grecia, Italia, Irlanda y Portugal, reflejan la persistencia de la crisis y las consecuencias del irracional proyecto de la creación de la UE que llevó a desequilibrios políticos y sociales insostenibles, con el debilitamiento de los estados nacionales y de sus capacidades soberanas.
Duménil también hizo referencia al rol de la clase gerencial, en un todo de acuerdo con lo que Marx señaló como “la separación de la propiedad y el control”. Este sector adquirió una importancia creciente porque una de las características del capital financiero, es la centralidad de los ingresos en el sector concentrado de la economía y en los elevados salarios a nivel gerencial. Además, hizo hincapié en lo que denominó “la red de la gerencia”, que es definida como red, porque sus integrantes pueden tener puestos claves en los Consejos de Administración de varias empresas simultáneamente.
Es decir, que particularmente en los EE.UU y en Gran Bretaña, donde la familia financiera ha alcanzado una enorme importancia,  el capitalismo gerencial logró que la gestión sea ejercida de manera relativamente autónoma por un conjunto de cuadros asalariados que reciben altísimos honorarios y que incluso llegan a ser propietarios de importantes paquetes accionarios, obtenidos por la distribución de dividendos. De este modo, se separa la conducción real de los asuntos y decisiones de la propiedad del capital, hasta el límite que es  posible alcanzar en el capitalismo. La división entre ejecutivos y empleados adoptó un carácter de clase y tuvo su paralelo en el sector público. Reflejan en definitiva las divisiones de las clases dominantes, ya que una fracción domina en cada etapa, realizando alianzas alternativamente con otras fracciones de clase, perpetuando la continuación de las relaciones de producción capitalistas.
 
El CAPITAL BANCARIO    
 
Marx señaló asimismo, en el capítulo XXIX del Tomo III de El capital, que existen   diversos mecanismos que se relacionan con el manejo de los sectores financieros y el capital ficticio. Explicó cómo se forma la masa de capitales en títulos y otros instrumentos que operan de manera independiente del valor del patrimonio de las empresas, ya que pueden crecer por encima de la producción de riqueza y del excedente y no tienen como contraparte un activo real físico. En la actualidad coexisten formas más avanzadas y complejas de formación de capital ficticio que en la época de Marx, ya que los mecanismos financieros alcanzaron niveles de sofisticación y expansión sin precedentes. Pero Marx ya había advertido que la mayor parte del capital que se encuentra depositado en los bancos, formado por el dinero, las letras de cambio y los títulos, es puramente capital ficticio. Pero no todo el crecimiento del crédito bancario se convierte en un incremento del capital ficticio, ya que una parte es aplicada al capital productivo, que se valoriza a través de la explotación del trabajo y la consiguiente apropiación de plusvalía.
Advirtió también Marx, que  “ Al desarrollarse el capital a interés y el sistema de crédito, parece duplicarse y a veces triplicarse todo el capital por el diverso modo a como el mismo capital o simplemente el mismo título de deuda aparece en distintas manos bajo diversas formas. La mayor parte de este “capital dinero” es puramente ficticio. Todos los depósitos, con excepción del fondo de reserva, no son más que saldos en poder del banquero, pero no existen nunca en depósito” Ibid – Pag. 443. Como resultado de la mundialización del capital, este se ha extendido también como capital ficticio a las transacciones inmobiliarias entre países, donde el capital financiero se encuentra comprometido en estas operaciones. Es interesante el accionar de China, que recicla una parte de su superávit comercial adquiriendo cada vez más activos en todos los continentes. Amplía aceleradamente su área de influencia, consolidando inversiones en el sector inmobiliario y en la producción y comercialización de bienes primarios, realizados por empresas estatales o por sociedades cuyo principal accionista es el Estado.
El precio de la tierra está íntimamente vinculado a la tasa de interés y cuando esta se encuentra en los niveles actuales, llegando en algunos casos a cero, los precios de los inmuebles suben sostenidamente por la incorporación de un gran componente especulativo. En suma, con el extractivismo en el Siglo XXI se intensificaron los procesos de desposesión de los pequeños y medianos productores, como lo sugiere David Harvey, produciendo incluso una suerte de acumulación originaria global, con rasgos similares a los planteados por  Marx.
El comercio internacional de las materias primas está también subordinado a la intervención del capital ficticio. Este se ha ido sometiendo progresivamente a la financiarización, entendida como el predominio de los mercados financieros en la comercialización mundial de commodities, que ha ido recibiendo un flujo ascendente de inversiones financieras. Se ha producido una disociación entre la dinámica de la actividad financiera y la actividad de la economía real, ocasionando un intenso proceso de fragmentación productiva que ya se había iniciado en los ochenta.
Actúan incluso en la actividad agrícola, donde una de las partes se compromete a realizar en el futuro un pago a un precio prefijado. Los principales operadores de los derivados en los productos agrícolas son los integrantes de los conglomerados financieros que dominan este negocio y los servicios conexos. Estas instituciones, entre las que se encuentra J.P. Morgan, Citigroup, Goldman Sachs, entre otras, han logrado que aumente la interdependencia entre las materias primas agrícolas y los mercados financieros, que han ido adquiriendo un peso creciente sobre las variaciones de los precios de estos productos básicos. De esta forma, el comercio internacional de commodities ha ido progresivamente sometiéndose a la financiarización,  con un incremento de los flujos de inversión financiera provenientes de los mercados de derivados.
 
EL ESTALLIDO DE LA CRISIS EN 2008
 
Septiembre de 2008 no solo marcó la agudización de la crisis en los EE.UU, sino también el ingreso a la crisis del capitalismo global, en un mundo sujeto a la globalización neoliberal. Pero ya en 1997, se había producido la crisis del Sudeste Asiático, en países como Tailandia, Filipinas e Indonesia, que repercutió en Corea, Hong Kong y Taiwán, por lo que se la considera la primera gran crisis de la globalización. Las consecuencias de esa crisis impactaron duramente sobre la población por el aumento de la desocupación y la miseria, originando un elevado encarecimiento de los alimentos básicos y un aumento de la delincuencia y la criminalidad. Posteriormente, entre 2000 y 2002 se produjo la crisis de las compañías de las nuevas tecnologías de la información y de la comunicación, cuando cayeron importantes empresas como las Puntocom y otras como Enron y Worldcom.
Pero la estructura capitalista fue duramente golpeada a partir de 2008, coincidiendo con una crisis de liquidez en el mercado interbancario que obligó a una intervención intensa de la FED otorgando grandes prestamos hacia los bancos con problemas, quienes habían basado sus créditos en las hipotecas subprime. Estas hipotecas fueron contraídas por segmentos de ingresos medios de los EE.UU, permitiendo la inclusión de una masa de prestatarios hipotecarios que no cumplían con los requisitos tradicionales, incluyendo  grupos de familias que ya tenían dificultades en sus pagos. Existía en esos momentos, en los hogares norteamericanos, un incremento ficticio de la riqueza determinado por la aparición de la burbuja en los precios de las viviendas. Las deudas de los hogares llegaban en 2008 al 140% de sus ingresos, duplicando el nivel de comienzos de los noventa, absorbiendo el pago de esa deuda un 20% de sus ingresos (Arceo 2011).
El fácil acceso a los préstamos en los EE.UU, impulsó el alza de los precios de los bienes inmobiliarios, apoyados por los seguros de incumplimiento. También fuera de los EE.UU, diversas entidades financieras sufrieron pérdidas importantes durante la crisis, debido a la elevada posesión de títulos norteamericanos. Si bien no existe una medida clara de este fenómeno, se puede estimar que el 50% de los bonos emitidos por el sector financiero de los EE.UU, durante la década previa al estallido, fueron comercializados en el exterior.
Las autoridades monetarias reaccionaron inicialmente con cierta pasividad ante la presencia del boom inmobiliario, producido por la ola hipotecaria y la aparición de mecanismos financieros especulativos. Al iniciarse la crisis hipotecaria, no se produjo una rápida intervención de la FED y el capital concentrado, dominante en los manejos financieros y en la desregulación de los controles, hizo más dificultosa la intervención. Además, el aumento del endeudamiento de las familias a través de las hipotecas subprime se había convertido en uno de los elementos que ayudaba a sustentar la actividad macroeconómica de los EE.UU.
En marzo de 2008, el banco de inversiones Bear Sterns sufrió una importante falta de liquidez y fue transferido al J.P.Morgan. En mayo, el Countrywide Financial, el más grande prestamista norteamericano fue absorbido por el Bank Of América. En agosto de 2008, el gobierno interviene Fannie Mae y Freddie Mac y el 15 de septiembre, Lehman Brothers se declaró en quiebra. El mismo día 15, Merril Lynch es absorbido por el Bank Of América. Finalmente en 2009, la Ley Graham–Leach–Biley, permitió a los bancos comerciales ofrecer productos financieros, bajo el Programa “Compra de Capital”, alcanzando esta operatoria más de us$ 200.000 millones a través de 500 bancos, eliminando así las barreras “ineficientes, costosas e inestables” (Arceo, 2011).
La crisis fue  provocando importantes desajustes y quiebras en el sector financiero de los EE.UU y de Europa, obligando a los gobiernos a realizar enormes rescates monetarios. En los EE.UU, a través del Plan de Rescate Financiero y en pos de frenar el colapso recesivo se otorgó al Citigroup, us$ 25.000 millones, complementados posteriormente con otros us$ 20.000 millones. En España la crisis de Bankia, un gran banco español con sede operativa en Madrid, obligó al gobierno español a su nacionalización con una inyección de 22.424 millones de euros y al procesamiento de sus directivos.  La crisis financiera fue tomando de este modo proporciones globales que llevó a la implementación de políticas dirigidas a financiar, por intermedio de los bancos centrales, a las entidades con severos problemas de liquidez, reflejando la  impronta que esta dinámica tecnocrática ejerce sobre los mercados. Pero estas acciones, no han podido coordinar las políticas fiscales y presupuestarias de los estados, que vayan más allá del simple control del déficit fiscal. El incremento de la rentabilidad determinado por el accionar del capital especulativo, la explotación creciente de los trabajadores, más el amplio predominio de los sectores concentrados, modificaron regresivamente la estructura económica y política de la sociedad global.
Ante la profundización de la crisis se utilizaron ingentes cantidades de recursos públicos para rescatar a instituciones privadas consideradas “muy grandes para caer”. Los bancos centrales otorgaron un vertiginoso aumento de los préstamos al sector financiero,  llegando a actuar cada vez más como sustitutos de las quebradas entidades financieras. Esta situación ha obligado a la población, de los países centrales, a asumir las pérdidas provocadas por la crisis y hacer frente a la precarización y a la disminución del empleo más el debilitamiento de las negociaciones colectivas, viendo reducidas sus posibilidades de acceder a una vida digna.
Si bien el proyecto neoliberal monopolizado por los sectores más concentrados, fue muy afectado por la crisis de 2008, este no se ha replegado, e incluso ha consolidado el poder de clase de la burguesía más concentrada, especialmente en los EE.UU, donde la economía financiera tiene un volumen cincuenta veces superior al de la economía real. El comercio de divisas ha crecido al triple desde el año en que estalló la crisis, hasta alcanzar un accionar de más de cinco billones de dólares diarios. De este modo, el bloque de poder dominante ha reconfigurando el modo actual de acumulación y reafirmado su hegemonía.
La monopolización planetaria se convirtió en una inmensa ruptura económica, política, cultural y ecológica con relación a la situación existente antes de la iniciación de la crisis, donde también se ha hecho presente un gran endeudamiento público. Francois Chesnais, reseña la relación entre la globalización financiera y las deudas públicas señalando que “los mercados de títulos de la deuda pública (los mercados de obligaciones públicas) establecidos por los principales países beneficiarios de la globalización financiera y luego impuestos a otros países […] son según dice el propio FMI, la piedra angular de la globalización financiera. Traducido a un lenguaje más claro, es exactamente el mecanismo más sólido puesto en marcha por la liberalización financiera, de transferencia de riqueza de algunas clases y sectores sociales y de algunos países hacia otros” (Tobin or Not Tobin, 1998).
La propagación de la crisis 2008 afectó finalmente también a China, dado que el aumento del PBI anual pasó del 9.5% en 2008 a un 7.3% en 2014, con una importante baja en las exportaciones y un recorte en las importaciones, mientras que la deuda total China, incluyendo la pública y a privada, pasó del 130% del PBI al 210%, a mediados de 2013. (Financial Times). La aparición de la crisis en China, está conmoviendo profundamente el comercio mundial,  provocando caídas de importancia en las bolsas, en los bonos de los países centrales y en las exportaciones de la periferia hacia ese país.
La enorme masa de los flujos financieros que operan en este período, dominado por el capital ficticio, son negociados en gran parte entre las mismas instituciones financieras Estas incluyen a las agencias, que son en realidad empresas privadas integradas por grandes grupos financieros, que venden sus servicios aceptados por la comunidad financiera. Sus actividades no pasan por las instituciones registradas legalmente  pero interactúan con el capital financiero formal, engrosan sensiblemente sus utilidades. Representan una forma extrema de ruptura de los mecanismos económicos básicos del sistema capitalista., donde han proliferado los escándalos por la falsificación de los estados contables, como pasó en Grecia, en Gran Bretaña y ahora en Japón. Pero también las empresas han cometido estos desajustes como es el caso de Toshiba,  donde debieron dimitir el presidente de la compañía y otros altos directivos. Se produjo de este modo, una sustitución parcial de los segmentos tradicionales donde operaba el sistema financiero, por otros que no se encuentran regulados por los bancos centrales, demostrando que las condiciones que impone actualmente la banca mundial, hacia el conjunto del sistema capitalista en crisis, resultan ser instrumentos de dominación y corrupción mucho más eficaces que los empleados en el pasado. 5
 
LATINOAMÉRICA
 
La economía mundial se encuentra en una coyuntura de muy bajo dinamismo y fuerte incertidumbre, ya que no se ha recuperado de los efectos de los acontecimientos sucedidos en 2008 y 2009. América Latina y el Caribe no han quedado afuera de este cuadro. El fin del auge  de los precios de las materias primas, el llamado superciclo de los commodities, la desaceleración de la economía china, la débil recuperación de la zona del euro y la escasa actividad económica regional, explican esta situación. Según la CEPAL, el PBI en América Latina caerá este año 0.3% y las exportaciones de Latinoamérica y el Caribe disminuirán en 2015 por tercer año consecutivo: su valor se contraerá un 14%, según las proyecciones. Para encontrar una situación similar hay que retroceder ochenta y tres años, hasta la Gran Depresión, cuando el valor exportado cayó un promedio del 23% anual entre 1931 y 1933. (CEPAL)
Asimismo, han continuado los procesos de desindustrialización y fugas de capitales y se afianzaron las operaciones financieras intragrupo de las empresas multinacionales. Según un experto de la OCDE, más del 60% del comercio internacional, tiene lugar entre una empresa transnacional núcleo y sus subsidiarias ubicadas en la periferia, controlando el 80% del comercio mundial. Subfacturan las exportaciones y sobrefacturan las importaciones, a través de los precios de transferencia (arm’length) que reflejan la ficción de los contratos y precios entre empresas que integran un mismo conjunto económico, degradando la calidad de las prácticas fiscales prosiguiendo con las prácticas extendidas del contrabando, el narcotráfico, la corrupción, el lavado de dinero, la evasión y la elusión fiscal. La falsificación de la facturación de las multinacionales, en las transacciones comerciales internacionales, se reveló como el principal componente de los flujos financieros ilícitos desde los países periféricos hacia los centros, dado que representan el 77.8% de todos los flujos. (Global Financial Integrity). De esta forma, logran maximizar la tasa de ganancia reduciendo la base imponible en los países con mayor carga tributaria, aumentando sus utilidades en países de baja o nula tributación. La mundialización de los comportamientos empresariales, apoyados por los medios de comunicación monopólicos, han agudizado las tensiones sistémicas de un capitalismo impulsado por mercados financieros que actúan sin restricciones en el mercado mundial.
Según OXFAM, el 99% de las principales empresas europeas tienen, al menos, una filial en un paraíso fiscal. El 50% del comercio mundial, tanto de productos industriales como de commodities pasa por alguna sociedad ubicada en uno de ellos. A su vez, el 40% de los activos en esos paraísos se encuentra en manos de grandes fortunas individuales, unos us$ 18.4 billones Estas cifras permitirían recaudar impuestos para acabar dos veces con la pobreza extrema en el mundo.
En varios países latinoamericanos se ha roto la unidad de las clases dirigentes tradicionales. Las luchas de los trabajadores en algunos casos y los resultados electorales en otros, permitieron conquistar mejoras y avances para los sectores subalternos en determinados países de la región. Incluso esta lucha devino, en esos casos, en gobiernos nacionalistas radicales con vocación popular, que declararon formalmente el rechazo al orden neoliberal imperialista. Pero estas nuevas dirigencias, que estimularon situaciones de confrontación social bajo el manto del pluralismo policlasista, han ido perdiendo parte de su legitimidad al no haber limitado, sino muy tangencialmente, la presencia dominante del bloque de poder burgués, integrado mayoritariamente por filiales de las empresas multinacionales.
En Venezuela, Bolivia y Ecuador, se registran procesos complejos que combinan instituciones que responden a la tradicional democracia liberal, con organizaciones que contienen un poder social emergente, basado en organismos de trabajadores, campesinos, sectores medios e intelectuales. Esta situación, ha permitido la aparición  de democracias sociales de nuevo tipo, que se encuentran sometidas a crisis recurrentes y a la contraposición permanente entre revolución y contrarrevolución.
Por otro lado, por el grado de integración de Latinoamérica al capitalismo mundializado, donde las estructuras productivas se encuentran subordinadas al negocio agroexportador y minero, más las dificultades para reconstruir un sistema de clases de tipo populista, impide que se logre la coordinación e integración económica entre los países de la región. Promover los encadenamientos productivos, aumentar el comercio intrarregional y favorecer la integración productiva, permitiría un mayor crecimiento y la disminución del saldo comercial cada vez más deficitario en la región. Esta integración lograría crear masa crítica para enfrentar con éxito a los sectores más concentrados y al imperialismo, determinar las escalas para la inversión, la construcción de infraestructuras y el desarrollo tecnológico. Pero requeriría de cambios estructurales, que logren establecer nuevas relaciones fraternales entre estos países sobre la base de iniciativas políticas anticapitalistas.
El auge económico que protagonizaron algunos de los países suramericanos, en el inicio del nuevo siglo, provino inicialmente del aumento de los precios de las commodities exportables, por la renacionalización de antiguas empresas estatales y por el incremento de la protección arancelaria dirigida básicamente a los sectores industriales. Pero, por  la especialización en una estructura productiva con reducidas capacidades tecnológicas y la limitación de la canasta exportadora, este ciclo parece haber concluido. En la actualidad, unas ciento sesenta y siete millones de personas en la región, viven en situación de pobreza y alrededor de setenta y un millones son indigentes (CEPAL).
El boom permitió una mejora en la distribución del ingreso para los trabajadores y la obtención de derechos laborales que se encontraban bloqueados por las políticas neoliberales. A pesar de lo cual, en América Latina y el Caribe el 1% más rico posee el 41% de la riqueza. Si se mantiene esta tendencia, en solo ocho años este 1% acaparará más riqueza que el 99% restante. (OXFAM). Estos países no han llegado a transformar las estructuras productivas, mientras que las exportaciones, como las de toda la periférica, dependen de los precios formados en mercados que los países de la región no están en condiciones de controlar y estos precios se suelen deprimir cíclicamente, como sucede en la actualidad. Los paliativos como el comercio intrarregional, o el apoyo financiero de China o Rusia ya resultan insuficientes por la persistencia de la crisis global.
Es decir, el sur de América Latina revive el viejo ciclo de stop and go, pasando del crecimiento en base a la exportación de recursos naturales a la caída de la actividad económica por la baja de los precios y la trampa financiera, transitando un período de ingreso a la salida de los capitales. La crisis capitalista redujo la demanda de materias primas desde Europa y China y produjo la abrupta caída de los precios y los excedentes disponibles, no permitiendo combinar las políticas distributivas con el mantenimiento de políticas que no cuestionaron la renta minera, el poder de los bancos extranjeros y la renta agraria
Las elecciones efectuadas recientemente en la Argentina y en Venezuela, que implicaron un cambio importante en el Poder Ejecutivo en la Argentina y la obtención para la derecha de la mayoría parlamentaria en Venezuela, representaron un duro golpe para las todavía mayorías excluidas, demostrando que no alcanza con la realización de cambios superestructurales, ni con la apelación a la responsabilidad empresaria, cuando la clase dominante en la Argentina, recupera la totalidad de la renta agraria y en Venezuela, pretende reapropiarse de la renta petrolera.
 
LA SITUACIÓN EN LOS EE.UU
 
El capitalismo fue ampliando desde el inicio de esta crisis un sistema de saqueo, donde la reproducción de las fuerzas productivas ha quedado subordinada a la lógica del parasitismo especulativo. Los activos financieros y los instrumentos derivados, aparecen dotados de una enorme capacidad de multiplicación y diversificación con un potencial económico enorme que supera las posibilidades de invertir en la producción, el transporte o en la comercialización de bienes y servicios. Estos activos financieros continúan operando desde los países centrales, pero sus actividades se refugian subsidiariamente en los paraísos fiscales, (Islas Caimán, Bahamas, Panamá, Mónaco, Islas Vírgenes, Suiza, entre otros etcéteras) por la seguridad y confiabilidad que brindan estos destinos ante los vaivenes de la economía mundial. Precisamente, desde los noventa, los movimientos de capital habían recobrado un grado de libertad similar al existente durante los años veinte.
Un claro ejemplo de lo manifestado, es la política de dinero barato y prácticamente sin intereses que llevan adelante los bancos centrales de los EE.UU, Europa y Japón, para los préstamos que se otorgan entre estos países, con tasas entre el 0% y el 0.25%. Estas instituciones no encuentran mejores alternativas de inversión que impulsar las tasas de ganancias ficticias, incrementando los flujos de dinero a través de los intermediarios o facilitadores y promover la multiplicación de las guaridas fiscales que son amparadas por los intermediarios, los asesores legales y por los propios bancos.
El aumento de la IED en los países periféricos, permitió la remisión de ingentes montos de capital hacia los países centrales, en concepto de utilidades y regalías, incrementando también la masa del capital ficticio De manera que la inmensa cantidad de fondos en poder de los bancos centrales y organismos financieros internacionales, fue acrecentando la disponibilidad de préstamos sin que haya un crecimiento económico en el sector productivo, cuando la actividad productiva es el verdadero motor del crecimiento capitalista y el único factor que puede generar un nuevo valor duradero.
Continúan intensamente las adquisiciones y las fusiones de empresas, concentrando aun más el capital. En los EE.UU durante el primer trimestre de 2015, el monto de las fusiones superó los us$ 1,3 billones, el mayor nivel desde 2007. El sector de alta tecnología encabeza la tendencia, encaminada a reducir drásticamente los costos operativos, incrementando la concentración del capital. En Europa, si bien en menor medida, se producen importantes fusiones lideradas por empresas dirigidas por antiguas familias, que buscan ingresar en el mundo de las finanzas.
Las políticas depredadoras que provocan  la contaminación atmosférica, la generación de gases de efecto invernadero y la producción y consumo de energías sucias, que acarrean la emisión de gases nocivos para los seres vivos y el clima, han recibido también la irrupción de la especulación financiera, donde desembarcaron los grandes bancos de inversión como Morgan Stanley, Barclays y otros del mismo nivel de importancia.
De manera que los EE.UU continúan abasteciendo de dólares sin respaldo al mundo, lo que ha permitido frenar en parte la recesión y apuntalar su sistema bancario, si bien fue necesario que la FED  inyectaron dinero, durante los primeros años posteriores a la crisis, a través de la compra de bonos y acciones a razón de us$ 85000 millones mensuales, que implicó un 10% del PBI. Esta situación fue alertada por quienes suponían, que esta enorme emisión monetaria puede llevar a la creación de una nueva burbuja con las acciones de las empresas de tecnología de punta, llamado el efecto riqueza en el mercado bursátil.
Desde 2010 se inició la modificación de esta política económica, reduciendo la masa de dinero dirigida a la compra de bonos y acciones, la tan mencionada titularización. Pero los EE.UU siguen exigiendo, el reconocimiento a su moneda como soporte de valor y a su deuda como capital–dinero, a pesar de su declinante hegemonía, mientras el crédito continúa ampliándose y las deudas se incrementan sin fin.
A su vez, el aumento de la vulnerabilidad social en los EE.UU, es un reflejo de la concentración del ingreso y la riqueza. En 2013, el ingreso de las familias pertenecientes al 5% más rico fue más de nueve veces el ingreso del 20% más pobre, siendo la brecha más grande desde que existen estas estadísticas. Los beneficios obtenidos por las corporaciones, ajustados por la inflación, en junio  de 2014, fueron  94% superiores a los de junio de 2009 (OCDE).
Los EE.UU, a través de diversas acciones como los conflictos de baja intensidad, las altas tasas de interés aplicadas a la periferia y la concentración creciente de los capitales, tratan de mantener las ventajas derivadas de su posición hegemónica. Pero esta se encuentra amenazada por el lento y selectivo progreso técnico, la erosión de la productividad, el limitado crecimiento y el avance de algunas potencias asiáticas, donde la presencia de China en los mercados mundiales, actúan como fuerza de reserva del capitalismo, expandiendo la zona de explotación del capital internacional a través de la proletarización masiva de su abundante mano de obra disciplinada y de bajo costo.
 
LA SITUACIÓN EN LA UNIÓN EUROPEA
 
En Europa el perverso proyecto de la unidad monetaria, creado en el marco de la UE tras la caída del muro de Berlín, fue realizado sin que se efectúe una integración en términos políticos, sociales y económicos, provocando desequilibrios insostenibles por la contradicción que existe entre la unión de las monedas y la compartimentación fiscal de los distintos estados. En la actualidad mantienen diecisiete deudas públicas diferentes, no contando con un marco único de responsabilidad fiscal. Pero también la fuerte heterogeneidad productiva entre los países del norte y del sur de Europa, ha contribuido decisivamente a incrementar la diferenciación económica y social. Los países del sur de Europa, altamente endeudados, soportan tasas de interés superiores al 5% anual, mientras Alemania y Francia contraen créditos a menos del 1%. Al mismo tiempo, creció el deterioro de las condiciones de vida del pueblo trabajador en la mayor parte de Europa, situación que ha derivado en la desaparición del estado de bienestar, mientras una parte de su población se encuentra hundida en la indigencia.
El enorme endeudamiento de Grecia, España, Portugal, Italia y Chipre y las complejas  situaciones que afrontan estos países, por las políticas ejecutadas por Bruselas, son una consecuencia de la supremacía de los mercados monopólicos, que limitan el margen de maniobra que tienen estos estados para determinar sus políticas. Incluso en un país desarrollado, pero con una infraestructura obsoleta, como Gran Bretaña, el gobierno conservador calcula disminuir el gasto público en 30.000 millones de libras para los próximos dos años a fin de reducir el déficit fiscal, agudizando el alto nivel de desocupación que llega a 31.2 millones de trabajadores. Además mantiene una dura controversia política interna sobre si se debe pertenecer o salir de la UE como sostienen los euroescépticos. España registra una gran inestabilidad y la pobreza se sitúa en el 18% de su población. La banca española ha desahuciado a más de 500.000 familias trabajadoras, desde 2008, según la denuncia de Amnistía Internacional.
Las autoridades de la Europa comunitaria iniciaron en 2014 una campaña de relajación monetaria para tratar de estimular el crecimiento y combatir la deflación, con la recompra de deuda de los países más afectados por la crisis, a pesar de lo cual la mayoría de los países de la zona del euro, continúan con una trayectoria de crecimiento prácticamente nula. Alemania la potencia líder en la eurozona, ha sido la principal beneficiaria de la moneda única, gracias al aumento de sus exportaciones al resto de Europa. Combina la multiplicación improductiva de sus deudas y la liquidez en euros, sosteniendo una dura batalla por justificar la masa de créditos generados por sus bancos y mantener la solidez del euro, moneda que atraviesa un importante proceso devaluatorio.
La desigualdad en los países de la OCDE (Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico) se encuentra en su nivel más alto desde que existen registros, donde el desempleo, la precariedad laboral y el paro juvenil, han llevado la pobreza al 9.4% del PBI.  Con este panorama, la UE busca compensar su pérdida de importancia en el concierto mundial, con medidas reflejadas en el informe de la Comisión Juncker que recomendó: estímulos a la inversión, aplicación de las reformas estructurales, responsabilidad presupuestaria y políticas de empleo. 
De manera que con el discurso dominante actual, se asiste a un enfrentamiento cada vez más intenso entre los distintos sectores monopólicos, que se inclinan por gestionar o contener la crisis sin resolverla. La profundización de la globalización ha significado el fin del orden internacional de la posguerra. Se desestabilizó la economía mundial y se implementaron políticas que representan una forma de ruptura de los mecanismos económicos básicos. Las políticas de ajuste no se encuentran centradas en la búsqueda de soluciones que permitan recomponer la tasa de crecimiento, absorber la mano de obra excedente, evitar la desintegración de los estados nacionales y recuperar sus capacidades soberanas.
El FMI, en un documento elaborado en 2014, antes de la reunión de ministros y gobernadores de bancos centrales del G20 en Australia, declaró que “la recuperación mundial está en un equilibrio precario, debido al aumento de las tensiones geopolíticas y la perspectiva de una política monetaria más estricta en EE.UU, que amenaza con reducir las posibilidades de un crecimiento global”.
En las últimas elecciones y por primera vez en la historia de la UE, un nítido arco gris hizo su aparición en el Parlamento europeo a través de la irrupción de movimientos de extrema derecha, eurofóbicos, euroescépticos o populistas. En suma, las extremas derechas del viejo continente ganaron una enorme legitimidad, especialmente en el este de Europa, donde la abstención electoral alcanzó porcentajes contundentes. Sumada esta situación a los varios fracasos en la Ronda de Doha, hizo que la UE diera marcha atrás con el multiletarismo, comenzando a elaborar una red de amplios acuerdos bilaterales y regionales. Estos acuerdos son dirigidos hacia los países periféricos y también hacia países industrializados como Japón, Canadá y los EE.UU. Su política comercial ha pasado así, a ser un instrumento de ofensiva que le permitiría exportar sus productos a un enorme mercado transatlántico.
De cualquier forma, por el  sesgo recesivo que caracteriza el actual contexto económico internacional, que impide que tanto el comercio internacional como la producción recuperen el dinamismo que exhibían  previamente al estallido de la crisis de 2008 y 2009, los países centrales tratan de imponer estos acuerdos comerciales  que redundarán exclusivamente en su propio beneficio.
 
ALGUNAS CONSIDERACIONES FINALES
 
La fase expansiva del capitalismo mundial parece estar extinguida y la crisis expresa la contradicción fundamental del capitalismo en el período de la globalización, con la propagación sin precedentes del capital financiero bajo la débil hegemonía de los EE.UU. La preeminencia económica de los EE.UU, está disminuyendo a una velocidad considerable por el endeudamiento creciente, una financierización salvaje y la competencia mundial de China. Pero la economía China se encuentra afectada también por una desaceleración del mercado inmobiliario y el colapso del mercado accionario, donde la Bolsa de Shanghai perdió casi un tercio de su valor en unas pocas semanas. Asimismo, la debilidad de la demanda interna y externa, ha dejado a este país con su peor desempeño económico en los últimos veinticinco años.
Los aumentos de la productividad se habían relantizado en los países centrales, pero habían aumentado en los países periféricos. Pero este relevo está en camino de agotarse. Por otro lado, Alemania, con su gran capacidad exportadora, redobla sus esfuerzos para preservar su hegemonía en Europa. Esta ha quedado atrapada entre las políticas de austeridad y el estancamiento económico, subordinando –no sin dificultades– a los estados comunitarios recientemente incorporados, como demostración que la crisis europea se desarrolla dentro del mismo bloque de clases. El desarrollo de las fuerzas productivas se encuentra en contradicción con las relaciones sociales de producción, entendidas como las relaciones que establecen los productores entre sí y las condiciones en que intercambian sus actividades en el proceso productivo, es decir, son los vínculos que se establecen entre los sectores que participan en el proceso de producción. El capitalismo ha dado suficientes muestras de su incapacidad para resolver esta contradicción y garantizar el crecimiento y la supervivencia de franjas muy importantes de la población mundial.
En este sentido las políticas de los sectores neoliberales, tanto en los EE.UU como en Europa, convergen en un llamado a la competitividad, que incluye un intento de reducir aún más el costo del trabajo. Estas derechas continuarán actuando en estrecha colaboración, atravesada por rivalidades, sin que surja un nuevo modelo de acumulación que permita a las clases dominantes superar este largo período de crisis.
Este período está marcado además, por el formidable endeudamiento, el alto desempleo en los países europeos, el desmantelamiento de la protección social, por el llamado mercado laboral flexible, los flujos migratorios, la preeminencia del capital ficticio y la fuga de capitales hacia los paraísos fiscales. Las actividades ilícitas, como la corrupción, el lavado de dinero, la violencia ciudadana, el comercio ilegal de drogas y órganos humanos y el deterioro del medio ambiente, completan este panorama.
La corrupción como eje central del sistema, tiene una clara manifestación cuando los mismos políticos que legislan y gobiernan defendiendo los intereses de los grandes capitalistas, una vez finalizados sus mandatos, pasan a ejercer un rol de asesores al servicio de esas corporaciones. Estos traslados son el símbolo de las llamadas puertas giratorias y resulta completamente ilusorio pretender controlarlos con nuevas regulaciones, como proponen algunos sectores de la socialdemocracia europea. La corrupción es un problema antiguo y universal, si bien ha crecido exponencialmente durante este período de crisis. El proceso de degradación del sistema tuvo su eje inicialmente en los países centrales, para expandirse con posterioridad a nivel mundial. Como consecuencia de la crisis, se agravó la euforia especulativa que dio lugar al crecimiento de las deudas públicas, la aparición de los instrumentos derivados, la liberalización de los mercados y la transferencia de ingresos públicos hacia los grandes agentes económicos También se hicieron presente el incremento de los gastos militares, la manipulación política de los organismos internacionales de crédito, la caída o el estancamiento de los salarios y la ofensiva desestabilizante hacia la periferia. Asimismo, la globalización neoliberal eliminó las barreras que regulaban los movimientos de capitales. Estas barreras  habían sido consideradas previamente, como los requisitos básicos para el manejo de las políticas macroeconómicas. Pero con el marco de la crisis actual, se desarrolló un mercado mundial con una gran acumulación de capital ficticio y la consiguiente hipertrofia de los intercambios financieros, que fue más allá de la eliminación de las barreras regulatorias.
En la reunión realizada por el G20 en Lima, en 2015, los ministros de finanzas concurrentes a esta cita sostuvieron que la evasión fiscal en el mundo, alcanza a no menos de us$ 100.000 millones anuales, amparada en lo que llamaron “la optimización fiscal”, que permite esta fuga de capitales gracias a las brechas legales y argucias contables, cuando no a la transferencia lisa y llana de fondos a los paraísos fiscales.
Las contradicciones no resueltas del sistema capitalista, que no logra desarrollar nuevos patrones de acumulación, se reflejan en la crisis planetaria de larga duración que amenaza seriamente la supervivencia de la humanidad. En tanto los sectores subalternos no cuestionen las relaciones de explotación capitalista, la crisis no solo perdurará sino que estará destinada a repetirse, siempre en perjuicio de los trabajadores. Según la OIT, hay más de 1200 millones de desocupados en el mundo y más del 50% de la población económicamente activa se encuentra subempleada o trabaja precariamente realizando además multiplicidad de tareas.
La situación crítica que atraviesa el capitalismo, que ya no es un sistema económico y social viable y que llevó a Immanuel Wallerstein a sostener que “la actual es la última crisis del capitalismo, ya que se ha iniciado su final” llevará probablemente a los pueblos a encontrar el camino cuya perspectiva y resolución derive en el socialismo, ya que el problema no es la crisis del capitalismo, sino el capitalismo mismo. Esta propuesta contestataria incidirá a futuro sobre el proceso productivo y los encadenamientos laborales, la relación entre el sujeto y la estructura, la familia, la forma de gobierno, la cooperación y la cultura, permitiendo enfrentar, sin caer en un maximalismo abstracto, la opresión política que existe con el marco de la democracia formal, la contaminación visual, el clientelismo, la enajenación mediático–cultural y la irrelevancia decisoria del voto ciudadano, al que Engels denominó “instrumento de dominación de la burguesía” pero que sin embargo, debe seguir siendo parte de la acción de los partidos políticos que representan los intereses de los trabajadores
La relevancia de la lucha electoral suele acompañar pero no reemplazar las construcciones por abajo, ya que no abona la necesidad de un choque frontal contra las instituciones del capitalismo, en beneficio de instituciones de nuevo tipo surgidas del poder popular. De forma tal, que el campo electoral debería ser considerado como un capítulo subordinado, pero necesario, como parte de una lucha más amplia contra la opresión capitalista. Sobre todo, teniendo en cuenta que el terreno electoral no permitiría un cambio real en la sociedad, ya que el peso de la lógica institucional capitalista continuará siendo determinante. Reconocer por lo tanto, un rol progresivo a los procesos electorales, no implica idealizar sus posibilidades de cambio ni adaptarse a las instituciones directrices de la burguesía, ni abandonar la independencia de clase para pensar la política.
La necesidad de cambios económicos y políticos, hace que prevalezca a futuro una concepción diferente sobre la naturaleza, que permita evitar los pasivos ambientales, como la pérdida de la biodiversidad, la deforestación y la presencia de los gases de efecto invernadero, que llevan a la destrucción de los ecosistemas y la vida en el planeta, porque el paradigma ecológico es inseparable del paradigma social. El cambio climático ya no es una cuestión que afecte únicamente a las futuras generaciones; también las poblaciones que hoy habitan el planeta están sufriendo sus consecuencias. Actualmente, es cada vez mayor el número de refugiados ambientales que buscan guarecerse y cambiar de hábitat por las sequías y las inundaciones, como consecuencia del continuo incremento del nivel del mar. Estos desastres son antinaturales y continúan en aumento. Por estas situaciones, trece millones de personas mueren cada año en el mundo, debido al deterioro del medio ambiente. Este conjunto de calamidades demuestra que el capitalismo está derivando en una profunda crisis civilizatoria.
La esencia de la dominación múltiple del sistema capitalista coincide con la formulación que realizó István Mézáros cuando caracterizó la civilización del capital de la siguiente forma: “El capital no es simplemente un conjunto de mecanismos económicos, como a menudo se lo conceptualiza, sino un modo multifacético de reproducción metabólica social, que lo abarca todo y que afecta profundamente cada aspecto de la vida, desde lo directamente material y económico hasta las relaciones culturales más mediadas”. 6
Resulta necesario entonces, contextualizar aquellos conceptos teórico–críticos señalados por Marx: explotación económica, exclusión social, opresión política, alienación individual y colectiva, con el propósito de sistematizar las múltiples perspectivas de lucha y demandas emancipatorias. La obra de Marx, por su carácter universal, representa un marco de análisis indispensable para la comprensión de la realidad política y económica y una base ineludible para encarar una crítica radical de las relaciones sociales capitalistas. El pueblo trabajador tiene la enorme tarea de constituirse en sujeto político, es decir ser el dueño de su propia política y el dueño de su proyecto político. De esta forma, “podrá organizar para el nuevo régimen económico a todas las masas trabajadoras y explotadas” (Lenin). En este sentido, es fundamental que los trabajadores logren desarrollar su conciencia crítica, creando las condiciones para luchar por el poder. Esta posibilidad dependerá también de su capacidad para actuar políticamente, componiendo espacios formativos dentro de un amplio abanico de actividades, que permitan la sistematización de los métodos de organización de base.
Los movimientos sociales, cuya aparición tuvo su origen enel desempleo, el retroceso de la legislación laboral, la represión policial y la precariedad e informalidad del trabajo, han reforzado los vínculos sociales, mientras cumplen un rol positivo en el proceso de reagrupamiento de la nueva camada militante surgida en los últimos años. Pero, su accionar suele ser en muchos casos vago e inconsistente, acercándose a las concepciones del positivismo progresista y se las debe considerar como formas políticas transicionales, que permitan preparar nuevas opciones políticas con un grado superior de politización y organización.
Con el desarrollo de la conciencia crítica de los asalariados, se podrá sostener una lucha estratégica con un contenido clasista y antiimperialista. Si bien esta lucha no tiene un final anunciado, ya que como decía Gramsci, solo se puede prever la lucha y no sus resultados, es imprescindible que la creatividad de las masas pueda acometer su propia emancipación con los pueblos gobernando y decidiendo sobre su destino. En definitiva, el futuro de la humanidad dependerá de las luchas que lleven adelante los sectores subalternos para lograr su liberación, más allá del capitalismo.
 
BIBLIOGRAFÍA
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NOTAS

[1] Tal vez la burbuja bursátil no hubiese alcanzado la misma proporción, sin la liberalización, la desregulación y la privatización de las telecomunicaciones más la eliminación de los controles financieros.
[2] Dando de esta forma por finalizada la fase expansiva del capitalismo a nivel mundial, mientras que la globalización resulta ser más una profundización que una extensión de la integración capitalista durante la vigencia del neoliberalismo. El neoliberalismo es la teoría política económica que surge a raíz de la crisis estructural de los años setenta, como reacción al intervencionismo del estado. Retoma la doctrina del liberalismo clásico y lo replantea dentro del esquema capitalista actual.
[3] Entre los principales teóricos de la economía, solamente Marx escribió sobre el capital ficticio. Este concepto es una de las llaves que permiten la comprensión de la crisis actual del capitalismo.
[4] En los EEUU, entre 1982 y 2000, las cotizaciones de la bolsa, corregidas por la inflación se multiplicaron por cinco.
5 Tax Justice Network estimó que hay entre 21 y 32 mil millones de dólares depositados en los paraísos       fiscales. En realidad, los derivados no son utilizados para la inversión en la economía reproductiva o en la  formación de capital, sino que son instrumentos creados para la cobertura de riesgos de negocios o para especular con las variaciones de las cotizaciones de los precios de otros referentes económicos.
6 Mézáros Itsván – La Teoría Económica y la Política más allá del Capital – www.rebeliónn.org – Diciembre de 2002
 

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