Bielefeld, transcript, 2009, 252 págs.
La edición de 1990 de las Lecciones de antropología (17721796), como volumen 25 de la edición de la Academia de Ciencias, ha despertado el interés en la contribución de Immanuel Kant a las ciencias antropológicas. Estos compendios reunidos por estudiantes proporcionan también referencias sumamente valiosas sobre el desarrollo del pensamiento kantiano durante la silenciosa década de 1770. Los debates más encendidos versan, entre los investigadores, sobre la eventual compatibilidad entre la filosofía moral a priori de las grandes Críticas y aquella teoría de la sensatez, empíricamente fundada, que ofreció la antropología kantiana. Una posición mesurada en el trabajo de interpretación es caracterizada, por la concepción de la antropología, como “filosofía coloquial”: cabe deducir una cuarta parte –ausente– del proyecto crítico kantiano, que estaría en condiciones de superar el hiato entre la revolución intrahumana que demanda la moral racional, y la anhelada realización de una cooperación pacífica en la vida social, política e internacional, que se proponen como fin las obras tardías pertenecientes al campo de la filosofía de la historia. Estas tentativas de reconstrucción conciliatorias tienen que seleccionar un aspecto de la convivencia humana (tematizada por Kant en varios niveles) que debería jugar un papel clave en este proceso de transición. Este papel, acorde con la predilección de Kant por las formas de contacto propias de la comida, corresponde a menudo a la cultura culinaria.
A esta línea transigente de la investigación pertenece también el volumen que reseñamos, en el que Kurt Röttgers sistematizó algunos resultados de sus investigaciones –que llevan ya varias décadas– sobre la cultura de la Ilustración y sobre Kant, bajo la forma de un viaje de placer por la historia cultural de la comida. En concordancia con su tesis central sobre las reflexiones culinarias de la Anthropologie in pragmatischer Hinsicht [Antropología desde un punto de vista antropológico] (1798) plantea Kant
la pregunta por la posible vinculación entre los puntos de vista de la eticidad, con los del buen vivir […]. Es la tensión y el conflicto entre los dos principios el que constituye la humanidad del trato social. En la configuración de esta unión no niveladora entre buen vivir y virtud, descubrimos a un Kant que, junto a la voluntad de unidad de la razón, conoce también una complacencia en la pluralidad de los goces (p. 230).
Considerado como un todo, el libro no es otra cosa que una fundamentación múltiple de esta afirmación central. En la primera parte (“La cuarta crítica de Kant”), el autor sitúa sus emprendimientos en el marco de otras aproximaciones a la obra de Kant que tenían por fin la reconstrucción de los elementos “faltantes” de la propuesta crítica –por ejemplo, la crítica de la razón histórica, social o seductora–.
Los análisis de la segunda gran unidad, “La crítica de la razón culinaria”, detallan el ámbito histórico y teórico de una posible construcción de la crítica de la racionalidad de los salones en Kant; y lo hace no solo sobre una base histórico-cultural muy amplia, sino también con conocimientos culinarios muy profundos. Tal como ha formulado Kurt Röttgers sus proósitos desde esta perspectiva, la “crítica de la razón culinaria” tiene por objeto “la práctica de cocinar, comer, los horarios de la comida, la mesa y el goce común”. La metacrítica que de aquí emerge desplaza, en cambio, el campo del objeto: “tiene en vista el texto que se refiere a todo esto: los libros de cocina, los menúes, las normas de costumbre en la mesa y otras cosas similares” (p. 196). Este capítulo contiene toda una serie de observaciones y notas agudas referentes a temas centrales de la gastrosofía. Así, el autor trata la cultura (culinaria) como antípoda de la economía y la entropía; así, realiza, con importantes análisis, una contribución al análisis de los conceptos de lo “extraño” y lo “otro” a partir de la temática de la hospitalidad; así, discute en términos muy críticos la cultura del fast-food propia de la urbanidad norteamericana. Aquí se abre una dimensión ética: el camino hacia la felicidad puede ser realizado viviendo y comiendo “con lentitud”. Tal como destaca el autor, en el contexto de sus reflexiones sobre el “movimiento slow-food” en Italia, el buen comer es un componente orgánico de un programa de izquierda que se proponga la transformación del entorno humano: “La convicción y la doctrina partidarias no lo son todo […] la preocupación por el alimento y el goce [pertenecen] al programa de transformación del mundo” (p. 72).
En la tercera parte del volumen, “Fundamentos en la antropología kantiana”, el autor desarrolla a la luz de las investigaciones culinarias su tesis sobre la antropología kantiana en cuanto filosofía de transición.
El estudio filosófico-culinario de Kurt Röttgers no se propone desplegar todos los aspectos de la vastamente ramificada problemática de la relevancia que la antropología posee para la filosofía moral de Kant: con profundidad, gusto e ingenio trata, sin embargo, en su Kritik der kulinarischen Vernunft [Crítica de la razón culinaria], los empeños de Kant en convertir a sus contemporáneos en compañeros de mesa, y en enseñarles el camino de los comensales hacia la moralidad.