Boitempo: San Pablo, 2099, 256 páginas
Esta compilación acerca de las derivaciones e impactos que la producción informacional ha tenido para la población-que-vive-del-trabajo, conforma una sistematización del estado del conocimiento y de avances de investigaciones esperada y esperanzadora. Esperada, porque viniendo de los estudios críticos y de la actividad que realiza Ricardo Antunes, uno de los primeros latinoamericanos que replicó el eco del fin del trabajo y sus connotaciones en la periferia, consolida un hito más en la tarea de deconstrucción de los mitos del nuevo siglo –que se pergeñaron como legitimadores del capitalismo mundializado– y sus nuevas formas, veladas o manifiestas, de explotación laboral. Esperanzadora, porque abre numerosas pistas acerca de las consecuencias sociales y políticas de la dinámica del capital y, a la luz de estas cuestiones, revitaliza el corpus teórico marxista, como clave para la interpretación de las configuraciones que el trabajo “realmente existente” asume en las sociedades contemporáneas.
Infoproletários es un texto poliédrico. Cada artículo conforma una arista a considerar por aquellos que ponemos la mira en la situación actual de degradación del trabajo, sin dejar por ello de asumir como totalidad compleja su objeto de reflexión. Puede ser leído, entonces, desde cualquiera de sus aportes, sin perder su hilo vertebrador; mientras que, de conjunto, asume una visión panorámica acerca de la singular situación de los trabajadores/as insertos en las redes de producción inmaterial.
La apuesta acerca de componer la heterogeneidad del trabajo en un campo matizado de reflexión, es abierta por el sociólogo español Juan José Castillo, quien recorre las líneas visibles e invisibilizadas de la red de producción propia de los programadores de software, poniendo en su mira cuánto de trabajo “intelectual” y cuánto de “manual” se enmascara y se genera en este nicho de realización de la tecnología de punta. El recorrido meticuloso, de un trabajo investigativo artesanal, se centra en la división del trabajo a escala global y en el interior de los procesos productivos, abriendo el análisis a uno de los aspectos que más contribuyen a desentrañar los cambios que portan las tecnologías informacionales, esto es: la normalización en los modos operativos de la producción y su consecuencia, la descalificación del mal llamado “trabajo intelectual”.
A continuación, Ursula Huws nos acerca su reflexión en torno al sujeto parido por las transformaciones del capital. El “cibertariado”, una nueva clase trabajadora que no se asimila a las identidades atribuidas por la sociedad salarial y que, sin embargo, se reconoce como familiar lejano de los trabajadores de cuello blanco (Mills, 1951) y de aquellos cuyo locus fue el escritorio (Braverman, 1974). Ocupada en desentrañar la especificidad del proletariado informacional, la autora indica algunas dimensiones a tener en cuenta a la hora de caracterizarlo: la relación funcional de su trabajo con el capital, sus ocupaciones, su relación social con la producción, el lugar que ocupa en la división social del trabajo, su posición en cuanto consumidor y su estatus social.
En la misma línea, el estudio de Ruy Braga transita el maridaje entre financiarización y reorganización empresaria que dio a luz al “autómata inquieto”: el teleoperador de los call centers. Demostrando la contemporaneidad de la degradación del trabajo informacional, en la línea trazada por Harry Braverman, actualiza los modos infotaylorizados de gestionar el trabajo en los centros de atención brasileros, que se dirimen entre la seducción de los discursos gerenciales, la fragmentación del colectivo laboral y las resistencias, pasivas y activas, a que dan lugar las formas novedosas de extorsionar el trabajo.
Simone Wolf produce una reflexión teórica que, a modo de hilo conductor, sostiene el complejo argumental de todo el texto. Se detiene en la necesaria articulación entre las nuevas tecnologías informacionales, y los modos de uso y consumo de las capacidades humanas puestas en la producción. Poniendo sobre sus pies un planteo que se presenta generalmente cabeza abajo, sitúa al conocimiento humano como materia prima necesaria de la producción, cuya cosificación habilita la proliferación de las fábricas de servicios y performa la gestión novedosa del trabajo humano. De allí su consecuencia: una alienación cimentada en la cosificación de la subjetividad, puesta en acto en el proceso productivo como mercancía.
Estas transformaciones tienen un impacto múltiple en los ámbitos en que el trabajo actualmente se realiza. Sirlei Marcia de Oliveira dilucida las condiciones y relaciones de los trabajadores de centrales de teleactividades y las diferenciaciones que fragmentan, en su interior, a los trabajadores tercerizados. Arnaldo Mazzei Nogueira y Fabricio Cesar Bastos toman, del universo diverso de las empresas que venden “servicios a empresas a distancia”, aquellas que se dedican a la fidelización de clientes, delineando las políticas específicas de las mismas en referencia a los “recursos humanos”. Selma Venco analiza la composición socioeconómica de los teleoperadores, para exponer cómo los sectores más vulnerables de la población (jóvenes, mujeres, afrodescendientes, homosexuales, obesos) se tornan privilegiados para las empresas, ávidas en modular comportamientos y en generar involucramiento e integración dentro del ámbito laboral, con vistas a una mayor productividad. Cinara Lerrer Rosenfield indaga uno de los puntos determinantes del impacto de la infoproletarización: la construcción identitaria en términos de reconocimiento, autonomía y cooperación, a fin de sondear el impacto de la misma en la conformación de un colectivo y en la defensa de las condiciones de trabajo. Claudia Mazzei Nogueira profundiza la relación existente entre ámbito productivo y reproductivo, a propósito de la división sexual del trabajo que potencia el telemarketing, configurando dimensiones objetivas y subjetivas, colectivas e individuales en la afirmación indubitable de que “el trabajo tiene sexo”. Isabel Georges inquiere sobre la relación inescindible que adquiere la formación escolar y profesional con las trayectorias laborales de los trabajadores de telemarketing.
La exploración minuciosa de los trabajos concretos y sus múltiples determinaciones culmina en la reflexión de Ricardo Antunes, quien liga el planteo general a la concepción marxista de trabajo y a la lukácsiana de su cosificación, para evidenciar la doble dimensión del trabajo en las sociedades capitalistas, “que al mismo tiempo crea y subordina, emancipa y aliena, humaniza y degrada, ofrece autonomía más genera sujeción, libera y esclaviza” (pág. 233), y que porta la novedad de una nueva morfología del trabajo pautada bajo el signo de su precarización.
Este impulso intelectual colectivo no podía cerrarse sin tensar la cuerda acerca de su origen fundacional. La generación de estos intelectuales críticos revitaliza, en sus esfuerzos investigativos, la obra de Karl Marx, resignificando su cuerpo conceptual-categorial a la luz de nuevos interrogantes y remozados temas, que no se resignan a la evaporación del trabajo ni a la tesis del fin del trabajador/a como sujeto. A modo de invitación, su aporte final es el propio Marx, un texto original de los Grundrisse: Fixes Kapital und Entwicklung der Produktivkräfe der Gesellschaft (edición alemana: Dietz: Berlín, 2005 [Marx-Engels-Werke, vol. 42, págs. 590-602; trad. al portugués de Ricardo Crissiuma), que nos desafía a dar un paso más allá de lo meramente asequible.