Introducción
Cuando el 5 de marzo de 2012 el vicepresidente Nicolás Maduro dio a conocer al mundo la trágica noticia de la muerte del Comandante Hugo Chávez Frías, el pueblo venezolano comenzó a inundar las calles para demostrar la vitalidad y la fortaleza con la que contaba el proceso revolucionario en curso. Así también, muchos nos acercamos a las embajadas venezolanas en distintas partes del mundo, y algunos intelectuales tomaron pertinentemente la ocasión para dar cuenta de la magnitud histórica de aquel hecho.
La muerte de Chávez ha dado lugar a que reafirmemos muchos el carácter inédito del proceso político abierto en Venezuela, y su relevancia a nivel continental y mundial. Como suele hacerse en estas ocasiones, muchos hemos rememorado anécdotas heroicas, situaciones alegres y otras tantas reflexiones sobre su vida que nos daban vuelta por la cabeza. También, durante estos días, la reflexión, las dudas y las especulaciones se apoderaban de muchos de nosotros; y así es como surgían las primeras interpretaciones y lecturas sobre los desafíos que encararía en esta nueva etapa el proceso bolivariano.
Nuestro objetivo no es dar cuenta de alguna de todas estas cosas, sobre las cuáles se hicieron y se están haciendo interesantes reflexiones y debates. Buscamos dar cuenta de una tarea que consideramos de una gran importancia para la construcción de una izquierda que postule el horizonte del socialismo en Nuestra América. Esta tarea consiste en comenzar a reconstruir el legado para el pensamiento revolucionario del Comandante Chávez.
Podríamos comenzar este desafío desde su misma práctica política e insurgente y muchos de los prejuicios vigentes en algunos sectores de la izquierda de nuestro continente. Estaríamos un tiempo largo hablando de cómo demostró la posibilidad de la existencia de sectores al interior de las fuerzas militares con vocación patriótica y antiimperialista, o destacaríamos cómo a través de la vía electoral se logró dar curso a un proceso que cuestione las bases de la institucionalidad burguesa. A Chávez se lo recordará como a un hombre hiperactivo; hasta sus enemigos reconocerán su fortaleza espiritual al encarar batallas en condiciones sumamente dramáticas –y porque no decir, terminales–. A partir de allí es que se deberá emprender una seria tarea de recopilar los elementos fundamentales de sus aportes a las futuras generaciones de revolucionarios.
Con esta breve aclaración, nos interesa acercarnos a tratar de reconstruir parcialmente el pensamiento de Chávez desde tres discursos que expresan y sintetizan los distintos momentos de su vida “pública” durante los últimos 20 años. Sus programas de radio, sus discursos ante las masas o sus exposiciones en el Parlamento constituyen una inmensa fuente que contrapesa los pocos escritos y textos que él mismo redactó. La exposición de Chávez en la Universidad de La Habana en 1994, el discurso en el Foro Social Mundial en Porto Alegre a comienzos del 2005, y los planteos realizados durante el último Gabinete de Ministros, expresan sintéticamente las preocupaciones de situaciones distintas que permiten comenzar a valorar y desatacar muchos de sus aportes. No consideramos, bajo ningún aspecto, estar llevando a cabo una tarea inmensa que requiere muchas más preguntas, temáticas y problemáticas que aquí no llegamos a desarrollar, pero nos planteamos realizar un paso importante hacia ello.
“El siglo que viene, para nosotros, es el siglo de la esperanza” (1994)
En diciembre de 1994 Chávez llegaba a Cuba y era recibido por Fidel Castro en el mismo aeropuerto José Martí. En ocasión de su visita a la isla fue convocado para exponer en el aula magna de la Universidad de La Habana cuáles eran las ideas que lo habían guiado al alzamiento militar del 4 de febrero de 1992. Allí, un Chávez con aspecto juvenil se enfrentaba al desafío de dar cuenta de su proyecto político-estratégico en medio de la incertidumbre y las dudas que generaba su figura.
En una Cuba trazada por el período especial, mientras muchos decretaban el fin de las potencialidades revolucionarias en la isla, el líder del MBR-200 se atrevía a comenzar su discurso rescatando y actualizando el faro histórico que seguía constituyendo la isla para los latinoamericanos. Se hermanaba con su lucha antiimperialista y mostraba a la tierra de Martí como ejemplo en sus avances en materia de salud y educación.
Luego de dar cuenta brevemente de la realidad cubana, Chávez inició una clase magistral de historia en vistas a la constitución de un proyecto estratégico para Nuestra América. Consciente de la importancia de pisar sobre tierra firme comenzó a exponer las raíces venezolanas de su proyecto. Según el Comandante tres eran las raíces venezolanas constituyentes del mismo: 1) la bolivariana, 2) la robinsoniana, y 3) la zamorana. Los ideales de la unidad latinoamericana, una economía social y popular, junto con la conformación de un ejército fiel a su pueblo que ponga fin a las traiciones que ha sufrido Venezuela desde su independencia, conjugaban el horizonte histórico a redimir. Retomar a las figuras de Simón Bolívar, Simón Rodríguez y Ezequiel Zamora, no era en este caso la vuelta a un pasado hecho y realizado, sino la genealogía fundante de un futuro por inventar. Era, en este caso, encontrar en la historia nacional la necesidad de buscar las bases de su proyección histórica, una tarea sumamente ambiciosa para aquella época.
El proyecto no concebía la posibilidad de quedarse en los marcos de las fronteras territoriales signadas por una independencia inconclusa, sino que se encontraba impregnado desde su origen de un profundo latinoamericanismo. Martí, Velasco Alvarado, Artigas, Sandino y Mariátegui eran nombrados con la voluntad de contraponerlos a la ideología imperialista que pretendía castrar al continente de una perspectiva histórica construida con sus propias manos.
La situación política venezolana no fue ajena a su intervención. La convocatoria de desarrollar el Proyecto Nacional Simón Bolívar, el llamado a construir el Frente Nacional Bolívariano que polarice al país llamando a una Asamblea Constituyente, eran las propuestas del Comandante en aquél momento. Al hacer el llamado a los sujetos de la transformación de la nación, Chávez curiosamente reivindica un concepto de pueblo similar al que había desarrollado el mismo Fidel Castro en La historia me absolverá, nombrando a los “estudiantes, campesinos, aborígenes, militares que quedaron en la calle, intelectuales, obreros, pescadores”. Chávez identificó a la nación, a su proyecto histórico, con los sectores populares desplazados y oprimidos por la sociedad vigente en descomposición.
La situación coyuntural y local no privó su intervención de haber adelantado elementos que hoy en día suenan proféticos, pero que hace casi 20 años podrían parecer fantasías. Antes de cerrar su discurso, Chávez habló de un proyecto estratégico de 20 a 40 años. Planteó la necesidad de forjar la unidad latinoamericana en función de la soberanía económica, la solidaridad en el intercambio de recursos estratégicos como la energía y de enfrentar los saqueos sobre los recursos naturales llevados adelante por el imperialismo.
El discurso del que damos cuenta nos muestra que Chávez no fue un profeta o un mesías que tenía todo claro y preconcebido. Ejemplo de ello es su referencia a Simón Rodriguez y la necesidad de no copiar recetas ante la tarea de inventar y crear un proyecto emancipador. Pero tampoco nos permite caer en la concepción de un Chávez totalmente improvisado, que iba tomando decisiones sólo a partir de un pragmatismo acorde a coyunturas. Afirmar en 1994 las bases de un proyecto histórico antiimperialista fijado sobre las bases de las más valiosas tradiciones independentistas de América Latina, apelando al pueblo a partir de sus múltiples identidades en su condición de oprimido, señalando que la lucha se podría dar en las calles, con las armas o convocando a una Asamblea Constituyente, nos muestra la virtud de un estratega político revolucionario.
“Al capitalismo hay que transcenderlo por la vía del socialismo” (2005)
Poco más de una década pasó desde aquél discurso en La Habana, cuando el entonces presidente de Venezuela asumió la actitud rebelde de presentarse en el cierre del Foro Social Mundial en Porto Alegre. Muchas cosas habían cambiado. El militar rebelde se había transformado en un líder de masas que había superado la prueba de fuego de derrotar, como pocas veces se vio en nuestro continente, intentos de golpes de Estado organizados por el imperialismo y sus socios locales. En América Latina, la resistencia al neoliberalismo había demostrado que era posible enfrentar las políticas antipopulares que se habían impuesto durante décadas. El imperialismo norteamericano, que durante una década se presentó como el triunfador de las grandes batallas del siglo XX, comenzaba el nuevo siglo con los atentados terroristas y la guerra sin salida que propuso George W. Bush.
El cambio en la correlación de fuerzas a nivel mundial, regional y nacional era percibida por el Comandante Chávez que comenzaba su discurso convocando a una gran conspiración mundial contra el neoliberalismo. Una conspiración que sería llevada adelante por los pueblos y sus “líderes de nuevo tipo”,
[1] pero que estaría fundada en muchos “viejos tipos” que han vuelto a dar batalla. A partir de esta propuesta, no sería posible enfrentar tan gigante desafío si no es de la mano de una genealogía tan amplia, como revolucionaria y rebelde, que incluiría a Cristo, Guaicaipuro y Manuela Sáenz, entre otros y otras.
El presidente venezolano, que hizo gala de su humildad al decir que iba a esa instancia a aprender como cualquier otro militante revolucionario del planeta, ofreció una exposición clara y precisa del carácter del imperialismo. La capacidad de dominación del imperio norteamericano se hallaba diezmada, su empresa sanguinaria y brutal –como la de todo imperialismo– en Afganistán o Irak, tenía como correlato en nuestro continente un debilitamiento que no era justamente militar. Chávez destacó que el golpe más fuerte que estaba sufriendo en América Latina, era el golpe ideológico.
Citando a Mario Benedetti gritó que “el sur también existe”. Los pueblos del sur del hemisferio contaban para el Comandante con la enorme responsabilidad por su historia de salvar al planeta del caos propuesto por las principales potencias económicas y militares del norte, y su principal arma no eran los misiles o las metralletas. La conciencia de los pueblos sería la herramienta indispensable con que deberían librar semejante batalla. Ya no se trataba como decía el Che de crear dos, tres o muchos Vietnam. Se trataba, de rodear al imperialismo con la movilización popular y verlo pudrirse por dentro. El destino de la humanidad dependía de esta lucha y los militantes revolucionarios tendrían que seguir jugándose la vida en esta causa de la mano de millones de oprimidos.
La experiencia venezolana, a diferencia de lo que algunos intelectuales sostenían en aquel momento, no era ninguna receta.
[2] Y sus militantes no iban al Foro a dar lecciones o mostrar credenciales revolucionarias. Cada pueblo y cada proceso tienen sus fases, su historia y sus condiciones. Pero esto no implicaba que no se pudieran obtener, a partir de la situación mundial y ciertas experiencias, algunos aprendizajes.
Y aquí es dónde Chávez no dudó en poner sobre la mesa palabras y conceptos que habían sido olvidados en muchos casos hasta por las corrientes políticas de izquierda. El Comandante se comprometió en el debate teórico que ha inspirado desde la caída del Muro de Berlín a una gran cantidad de intelectuales a lo largo y a lo ancho del planeta. En una situación histórica, donde caracteriza que es posible pasar a la ofensiva, según el llanero de Barinas sólo es posible construir una alternativa al capitalismo con la revolución. No se tratará entonces de seguir con medias tintas, de encontrar las dificultades en algunos gobernantes, empresarios o corporaciones de poder. No es posible reformar el caos de sangre y miseria creado por el sistema.
En el discurso también se dará una caracterización de la revolución que hace falta. Esta será necesariamente democrática, pero no en base a una democracia importada y ajena a las prácticas de nuestros pueblos. La democracia de la que aquí se habla, es aquella que se practica con el empoderamiento del pueblo a partir de la distribución de la riqueza, de los recursos naturales y sociales que le pertenecen. La revolución es la aceleración de la temporalidad de los pueblos apropiándose de lo que durante tanto tiempo les ha sido vedado. Es el usufructo de la salud, la educación, los recursos naturales de una forma opuesta a la racionalidad hegemónica del imperialismo.
Consciente de la nueva situación histórica, Chávez convocó a ponerle nombre a ese proyecto. Ese proyecto se llamó y se llama socialismo. Al respecto dijo:
Cada día me convenzo más, capitalismo y socialismo, no tengo la menor duda. Es necesario como dicen muchos intelectuales del mundo, trascender el capitalismo. Pero agrego yo, el capitalismo no se va a trascender por dentro del mismo capitalismo. ¡No! Al capitalismo hay que transcenderlo por la vía del socialismo. El verdadero socialismo: la igualdad, la justicia.
La situación económica, ecológica, política y cultural en el mundo requiere de una respuesta innovadora. Por cierto que Chávez reivindica que hace falta seguir hablando de Marx y Lenin, pero, sobre todas las cosas, la realidad nos conduce al desastre y ante eso opone la deducción histórica del proyecto socialista. El socialismo, retomando nuevamente a Ernesto Guevara, no puede estar reñido con la eficiencia y la eficacia; mucho menos puede convivir con la corrupción y el burocratismo. Lo que Chávez estaba diciendo es que debemos sacarnos, de una vez por todas, el lastre del “socialismo real”. Demos lugar a un socialismo que en vez de deducirse de leyes fatalistas de la historia, sea la respuesta a los problemas históricos y concretos de nuestros pueblos.
En el discurso que estamos haciendo referencia, el líder bolivariano también dio cuenta de que no hace falta sólo convencerse de que la revolución es la única salida al capitalismo y que el proyecto alternativo es el socialismo, sino que además hace falta estar más convencidos que nunca que en nuestra época es posible vencer. Décadas de derrotas, de torturas, de muertes, de desapariciones, de salvajismo sobre nuestros pueblos lograron algo más peligroso y dañino: la naturalización de la opresión. Pero Chávez estaba ahí para decir que ningún fatalismo histórico nos condenaba a eso, que así como existían Vietnam y Cuba, en Venezuela se está haciendo morder el polvo al imperialismo. Que así como el neoliberalismo se pretendía perpetuar con el ALCA, los pueblos ya no sólo tenían la posibilidad de rebelarse en las calles contra ello sino que podían construir una salida alternativa para el continente.
“Si no nos damos cuenta de esto, estamos liquidados” (2013)
Poco más de una semana después, luego de que Chávez derrotara en las elecciones del 7 de octubre de 2012 a Capriles Radonsky por más del 10% de diferencia, se llevaría adelante el primer Consejo de Ministros del nuevo gobierno. La reunión transmitida en vivo duró más de tres horas. Se llevó adelante en un clima distendido donde no faltaron los chistes y la alegría característicos del Comandante. En la misma, se hicieron móviles que presentaban inauguraciones de obras del gobierno (fábricas de lácteos, panaderías, viviendas, entre otras) en dónde se buscaba relacionar esos hechos concretos con el Programa de la Patria 2013-2019, con sus objetivos históricos y las dificultades para lograrlo. Una síntesis de las posiciones expresadas en el Consejo de Ministros empezaría a circular, a partir de su publicación por el gobierno bolivariano, con el nombre Golpe de Timón.
Así como los últimos meses de la vida del Comandante y su esfuerzo para llevar adelante la campaña electoral del último octubre, nos dejan como legado un ejemplo de entrega revolucionaria, las palabras pronunciadas en esas más de tres horas constituyen lo que podríamos llamar un verdadero testamento político. Golpe de Timón no es sólo el nombre que se le ha dado a programas de televisión, o a una exposición más. Es una referencia ineludible para cualquier analista serio de los problemas y desafíos que tiene hoy en día el proceso revolucionario en Venezuela.
La disyuntiva no era solamente polarizar al país en torno a dos proyectos históricos, no era solamente instaurar que la única alternativa al capitalismo es el socialismo, sino que se trataba de analizar puntillosamente lo que se estaba haciendo en Venezuela y de considerar autocríticamente lo hecho para construir el horizonte del socialismo en siglo XXI. Durante la reunión, Chávez hizo muy duras críticas al modo en que muchos consideran al socialismo en el país. Dijo que no se trataba de engañarse y de ponerle a todo el nombre de “socialista”, que la transformación social planteada no era una cuestión solamente nominal. Sostuvo que era necesario hasta desconfiar del usufructo de credenciales “socialistas”. Explicó:
No nos llamemos a engaño: la formación socioeconómica que todavía prevalece en Venezuela es de carácter capitalista y rentista. Ciertamente, el socialismo apenas ha comenzado a implantar su propio dinamismo interno entre nosotros.
El llamado de atención de Chávez a todos los que lo rodeaban no fue un capricho. Fue una conclusión bien fundamentada y estudiada. Para dar cuenta de esto comenzó citando –como lo hizo tantas otras veces– al libro de István Mészáros Más allá del capital, retomando un histórico debate sobre cuáles deben ser los patrones de medida de los logros en el socialismo. La respuesta compartida con Mészáros era que el patrón debía fundamentarse en la constitución del carácter democrático de lo político, lo económico y lo social. Esta idea signó toda la intervención del Comandante.
Para demostrar que no se trata de un hermoso juego de palabras, a partir de esta definición del socialismo, cuestionó lo dado y lo construido a lo largo de estos años. Analizó los resultados que en este sentido se habían logrado en las distintas iniciativas gubernamentales, a partir de la instalación de fábricas autogestionadas, de la realización de cada una de las misiones o de las construcciones de viviendas. Cuestionó en los hechos el funcionamiento que vienen teniendo las comunas al punto de sostener que esto se trataba de “comuna o nada”.
El mismo Nicolás Maduro, en actitud de complicidad con los planteos del Comandante, sostuvo en una de sus intervenciones que los avances en infraestructura no estaban siendo acompañados por la organización popular. Sin organización, sin el fortalecimiento estratégico de las comunas, de su espíritu y su cultura, no se podrían cumplir los objetivos del proyecto político en cuestión.
El socialismo no sólo puede basar su potencialidad en Venezuela en abrir más fábricas, en hacer más autopistas, en hacer más rentable la exportación de petróleo, en generar más desarrollo tecnológico, en mejorar relativamente las condiciones de vida del pueblo. El socialismo, sólo puede pensarse como tal si es democrático, y sólo puede ser democrático con la organización social que sustente la posibilidad de romper con los mandatos del capital. Según Chávez, los problemas del proceso no se resolverían desde Miraflores o desde los ministerios, tampoco se trataba de proponer y hacer iniciativas aisladas. Lo que llamó “cambiar toda la relación geográfica, humana, social, territorial y cultural de sus inmediaciones a lo largo de un eje” dependerá de la potenciación de las comunas y la organización popular.
En este sentido es que Chávez sostuvo:
La revolución política es previa a la económica. Siempre tiene que ser así: primero revolución política, liberación política y luego viene la revolución económica. Hay que mantener la liberación política, y de allí la batalla política que es permanente, la batalla cultural, la batalla social.
Las conclusiones deducidas en su exposición, lejos de ser frases al azar, fueron el resultado de balances históricos de los intentos de construir el socialismo. Fue el resultado de considerar que en la Unión Soviética no hubo socialismo porque no hubo democracia y que por eso no se trataba de reeditar experiencias, ya que el socialismo es una tarea inédita en nuestra historia. Lejos de considerar estos debates como piezas de museo, es preciso pensar el carácter novedoso de las tareas planteadas a un proyecto alternativo al capital que parece devorarlo todo. Estas reflexiones pueden sintetizarse en las palabras del Comandante cuando dijo:
El socialismo en el siglo XXI que aquí resurgió como entre los muertos es algo novedoso; tiene que ser verdaderamente nuevo, y una de las cosas esencialmente nuevas en nuestro modelo es su carácter democrático, una nueva hegemonía democrática, y eso nos obliga a nosotros a no imponer, sino a convencer.
En estas palabras Chávez no remitió a un etapismo vetusto o a un apriorismo político. Retomó las mejores tradiciones del marxismo que rechazaron al economicismo de la mano de las reflexiones concretas sobre un proceso vivo con todas sus contradicciones. Tuvo en cuenta a Rosa Luxemburg cuando sostuvo que el socialismo no sólo era una cuestión de cuchillo y tenedor. Incorporó lo más rico del pensamiento del Che Guevara al recordarnos que no se podía construir el socialismo con las armas melladas del capitalismo. De que todas las herramientas o instrumentos legados por el capitalismo no son neutrales –ni los más fabulosos que haya podido crear–, ninguno de ellos podrá ser apropiado por el socialismo sin un cambio radical en su utilidad y función social. Retomó a Gramsci cuando este consideró necesario dar una profunda batalla cultural y moral en el seno de una sociedad plasmada por los valores del capitalismo.
Conclusiones
Conscientes de que empezar a hablar del pensamiento de Chávez asume riesgos y contiene contradicciones, nos parece que en algunas de sus reflexiones más lúcidas encontramos elementos indispensables para revitalizar el pensamiento marxista en Nuestra América. Sería un error pensar que la multiplicidad de elementos determinantes del proceso bolivariano haya sido delineada en la cabeza su líder, pero también se caería en un error semejante si no contamos con sus reflexiones para enriquecer una tradición de pensamiento que plantea el socialismo desde sus potencialidades autóctonas.
Dentro del objetivo de reconstruir los lineamientos del pensamiento del líder bolivariano, consideramos que hemos analizado ejes que pueden conducirnos mejor a la meta. Pero, por cierto, estamos en un primer paso de un camino inconcluso. Aún mucho se halla por descubrir, estudiar y criticar en de las reflexiones de Chávez. Repensar los cambios, las rupturas y continuidades a lo largo de estos años es un desafío pendiente. Así también lo es una aguda crítica comparativa de su lectura de diversas tradiciones políticas e intelectuales.
Es importante ante la tarea de poder fijar los aportes más interesantes del Comandante prevenirnos de aquello que Omar Acha describió alguna vez como marxismo de derecha, en dónde se considera a ciertas corrientes del marxismo a partir de su dogmatismo y espíritu conservador.
[3] No se trata establecer situaciones ideales que deben ser tomadas como ejemplos, cuya aplicación es infalible para la práctica revolucionaria. Reflexionar sobre los aportes de Chávez es en parte nutrirse de una enorme biblioteca de pensadores con los que se ha topado en su estudio durante estos años, y será no encerrarse en el marco de ninguna de las tradiciones estratificadas del pensamiento marxista.
Tampoco se tratará de construir en base a estas premisas una especie de chavismo solamente folklórico. Si uno puede reivindicarse como chavista es por el sentido histórico que ha expresado el líder bolivariano en esta época histórica, y por la audacia de sus propuestas; nunca correspondería que lo sea en nombre de un dogma o la construcción de una sistematización forzosa de sus reflexiones. Si Chávez nos encomendó una tarea es, por cierto, autocriticarnos y rectificar el rumbo, no alabar al pasado servilmente.
Ir a las reflexiones de Chávez, no puede ser entendido como una guía para la acción determinada, pues implica meterse en un mar de certezas sobre las potencialidades de la acción humana en el medio de un mundo lleno de incertidumbres. Como quedó expresado en su testamento político, se trata de considerar la importancia de lo inédito de los desafíos planteados, con el apoyo de una historia de sufrimientos, de héroes y heroínas, derrotas y triunfos, que nos comprometen a entusiasmarnos con el horizonte del socialismo en el siglo XXI.
Artículo enviado para su publicación en Herramienta.
[1] Esta es la definición que el español Ignacio Ramonet le da al liderazgo de Hugo Chávez, y que el Comandante utiliza en su discurso para dar cuenta de qué inspira a su figura política.
[2] Véase como ejemplo uno de los libros más difundidos sobre Venezuela durante aquellos años escrito por el ex chavista Heinz Dieterich
Hugo Chávez y el socialismo del siglo XXI.
[3] El artículo al que hacemos referencia es “El marxismo de derecha: elementos para su definición y crítica”, en
Herramienta N° 37 (marzo de 2008), accesible en línea en : http://www.herramienta.com.ar.