“Un país tan pequeño como Honduras, no puede permitirse el lujo de tener dignidad”
José Azcona Hoyos, presidente entre 1985-1989.
Una postal sorprendió a no pocos observadores políticos: junto a Hugo Chávez, Raúl Castro, Rafael Correa, Evo Morales y Daniel Ortega, una figura un tanto exótica, luciendo sombrero texano, ofrecía una nota inesperada. José Manuel Zelaya ocupaba un lugar entre quienes conforman “el eje del mal”, en versión latinoamericana. El presidente de Honduras rompía, dos años atrás, la tradición de sus predecesores, sempiternos acólitos y sumisos cómplices de cuanta aventura se propuso la CIA en la región.
Ese viraje puso en tensión una añosa urdimbre de privilegios, tejida por el maridaje entre la oligarquía, los políticos y jueces corruptos, las fuerzas armadas, la iglesia y las corporaciones, que reaccionó apelando a un recurso recurrente, el Golpe de Estado, ya en su versión actualizada, enmascarado en ropaje institucional.
Micheletti y sus cómplices no son originales. Este nuevo golpismo ya tuvo precedentes: hay semejanza evidente con la asonada contra Chávez del 2002, cuando militares, empresarios y parlamentarios, con asesoramiento y beneplácito de EE.UU., y apoyados por la ofensiva de los medios, pretendieron sin éxito cortar la experiencia popular bolivariana. Al igual que Chávez y Zelaya, en el 2004 en Haití, también Aristide fue acusado por los conspiradores de haber provocado la crisis, y despachado desde Puerto Príncipe por el embajador de EE.UU., fue puesto en un avión rumbo al exilio en la República Centroamericana.
En esta tipología los civiles encabezan la maniobra, sostienen una formalidad de apariencia constitucional para darle legitimidad a sus acciones, las fuerzas armadas ahora ceden su lugar protagónico y aparecen en un rol tutelar, actuando como brazo ejecutor.
Hacia 1929 el presidente de la Cuyamel Fruit (empresa que más tarde fue anexionada por la United Fruit), refiriéndose al valor de los diputados hondureños a la hora de comprar sus servicios dijo: “un diputado en Honduras cuesta menos que una mula”. Hoy se desconoce el precio de una mula.
En esos años fue parida la definición república bananera, ese platanal dio sus frutos en uno de los países mas pobres de América con un 60 % de su población desnutrida y mas del 20 % de analfabetos.
Desde entonces esa plutocracia de liberales y nacionales, se auto-reprodujo sin sobresaltos, y construyó un bipartidismo blindado a cualquier cambio.
En la década de los ochenta esta elite hospitalaria recibió a decenas de militares de la dictadura somocista que huyeron tras la revolución sandinista. Allí construyeron la base operacional de la “contra” coordinada por John Negroponte , embajador de EE.UU. y ex-asesor de seguridad en Vietnam, actualmente asesor de Hillary Clinton, quien manejó los fondos del narcotráfico del Irangate para la agresión paramilitar contra Nicaragua. En esos años reciben el aporte de militares de la dictadura argentina, quienes junto a expertos norteamericanos, alquilaron sus capacidades en sabotaje y terrorismo. Estos “asesores” permanecieron en funciones hasta 1987, cuatro años después del fin de la dictadura. Un condiscípulo de ellos, el general Gustavo Álvarez Martínez, graduado en el colegio militar de Argentina, dirigió la represión interna desde el siniestro batallón de la muerte 3-16.
La jerarquía eclesiástica, igual que en Venezuela, Bolivia y Ecuador, confirma que el obispo salvadoreño Arnulfo Romero fue la excepción y no la norma, donde la opción por los pobres sigue siendo considerada teología subversiva. Darwin Andino, obispo auxiliar de Tegucigalpa, quien con el cardenal Andrés Rodríguez Madariaga enfrentó a Zelaya en el tema de la constituyente, dijo en días previos al golpe que “no estamos apoyando al Presidente en esta consulta porque vemos que todo el proceso no se ha apegado a ley”, y agregó: “el futuro del país no se ve con claridad, porque lo que se ha dado en Venezuela se está dando en Honduras, se dio en Bolivia y en Ecuador. Yo aquí en todo miro la mano del presidente venezolano Hugo Chávez y el país no se puede entregar al chavismo ni a nadie, pues queremos seguir siendo libres e independientes”. En la cruzada, la cúpula Católica no estuvo sola, la Confraternidad Evangélica y la red Apostólica se sumaron y en acto publico dieron su aval implícito al golpe.
Entre las familias de R. Ferrari J. Rosenthal, Canahuti Larach y Flores Facusse se reparten la propiedad de los medios de comunicación masiva de alcance nacional: los diarios La Tribuna, El Heraldo, La Prensa, Tiempo, y los canales 3, 5, 7, 11, Cablecolor y Emisoras Unidas (con 17 estaciones), además de varios medios locales. Son dueños de un indeterminado número de corporaciones financieras, de la construcción, el sector del café, el banano, el cacao, el azúcar, y los cítricos, de cadenas de supermercados y de comida rápida. Ellos son los encargados de defender la libertad de prensa y el acceso de la población a la información.
Estos poderes fácticos no pueden tolerar la presencia de Honduras en el ALBA, los acuerdos con Petrocaribe y la decisión de retirar la base militar. La consulta no vinculante (“la cuarta urna”) sobre la convocatoria a una Asamblea constituyente, disparó la maniobra destituyente que devino en golpe, y el 2 de junio de este año, cuando Hillary Clinton acudió a Honduras para participar en una reunión de la OEA, le manifestó a Zelaya su disconformidad con el referéndum. En tanto ninguna objeción mereció por parte de Washington la reforma constitucional que permitió en Colombia la reelección de Álvaro Uribe, reforma que ni siquiera fue plebiscitada.
Tal vez el argumento de la jefa del Departamento de Estado haya sido la solidez de la Constitución de EE.UU. que con más de dos siglos le garantiza al partido bifronte de demócratas y republicanos la gobernabilidad del sistema.
Dice Noam Chomsky: “Sobrepasa la imaginación que Washington no tuviera conocimiento anticipado de lo que se fraguaba en Honduras, país altamente dependiente de la ayuda estadounidense y cuyo ejército es armado, entrenado y asesorado por Estados Unidos”.
La mayor parte de los altos oficiales militares hondureños activos en el golpe pasaron por la Escuela de las Américas (S.O.A.), como el propio general Romero Vásquez, quien dirige las operaciones militares del golpe y asistió en dos oportunidades a la Escuela de las Américas (en 1976 y 1984). O el general de la fuerza aérea Luis Javier Prince Suazo, también participe del golpe, quien recibió entrenamiento en la School en 1996.
Los militares nunca se habrían atrevido a moverse sin el consentimiento tácito de la Casa Blanca, el Pentágono y la CIA. En las filas golpistas admitieron que tanto el Secretario Adjunto de Estado Thomas A. Shannon Jr. como el Embajador de los EE.UU. en Honduras, Hugo Llorens, estaban informados de los preparativos.
La base militar de Soto Cano, conocida también por su nombre de Palmerola, ubicada a menos de 100 kilómetros de la capital, reactivada en 1981 bajo la administración de Ronald Reagan, fue utilizada por el coronel Oliver North, quien desde allí dirigió la guerra sucia contra Nicaragua y contra los revolucionarios salvadoreños y guatemaltecos. En la base se encuentra la “Fuerza de Tarea Conjunta Bravo” de Estados Unidos, compuesta por elementos de las tres armas, que ocupa el 85 % del área de la base. La visita a Soto Cabo del entonces presidente Bill Clinton en marzo de 1999 da cuenta de la jerarquía que tiene la base para los planes estratégicos de EE.UU. en Centroamérica.
El país entero fue durante décadas un protectorado político-militar de EE.UU., un centro operacional para conspiración y agresión, Guatemala (1954), Cuba (1961), Nicaragua (1979), y El Salvador (1980) acusaron recibo de ello
Del total de las exportaciones de Honduras el 67,2% va a Estados Unidos, y de allí proviene el 52,4% de sus importaciones. Las remesas de los emigrados aportan casi el 30% del ingreso de divisas.
Un bloqueo efectivo, acción en la cual EE.UU. tiene basta experiencia, ahogaría inmediatamente a los insurrectos. Cuando en el 2004, en las elecciones presidenciales de El Salvador, Schafik Handal fue candidato presidencial por el FMLN, George W Bush amenazó con cortar la ayuda y el flujo de divisas hacia ese país, y para varios observadores la bravata alcanzó para volcar el resultado hacia el candidato oficialista.
Si bien Barack Obama ha declarado su apego a la ley pidiendo la restitución del presidente electo, los hechos, como ocurre desde que asumió, no confirman sus palabras: no rompió relaciones diplomáticas con Honduras, no cortó la cooperación militar y económica, rehusó reunirse con Zelaya, así tampoco se ha manifestado acerca de las acciones represivas de los militares y la policía, los crímenes, secuestros y desapariciones, ni la violencia contra manifestantes, o la censura y clausura de los medios de comunicación críticos al golpe, el allanamiento de domicilio, el secuestro por comandos armados de un presidente, y el exilio forzado de todo un equipo de gobierno, la neutralización de sus colaboradores, y la suspensión de las garantías constitucionales. A pesar de que se proclame un nuevo momento, en estos pasos se reconocen las huellas de lo viejo. Es evidente que las simpatías de EE.UU. no están del lado de Zelaya. Cualesquiera sean los métodos, el corazón de la Casa Blanca late junto a quienes proclaman a Chávez como su enemigo.
En los planes se subestimó la respuesta, y la crisis hondureña se latinoamericanizó inmediatamente. En ese punto la posición estadounidense debió adaptarse. La mediación del primer mandatario de Costa Rica es parte de ese movimiento.
Óscar Arias, elogiado por los golpistas hondureños, trató a Micheletti con una ecuanimidad que no le dio la comunidad internacional, el libreto de su propuesta fue escrito en otras dependencias, su plan trató de condicionar todo lo posible para garantizarse una transición favorable sin tropiezos. El desplazamiento de la desprestigiada OEA, puesta al límite de la ruptura por las tensiones del debate en torno a Cuba, confirma la desconfianza de la Casa Blanca en el comportamiento del resto del continente. Si la crisis se dilata las EU, OEA y la ONU y muchos gobiernos irán adaptándose a la nueva realidad. Podrá haber elecciones apañadas y Honduras volverá a ocupar su lugar en el concierto de las naciones confiables controlada con una democracia restringida.
Zelaya, miembro del partido Liberal, exitoso empresario que llegó al gobierno apoyando el ALCA, sorprendió a propios y ajenos con su viraje político. Seguramente hay una relación entre las acciones de las coordinadoras indígenas y campesinas que cortaron rutas y llenaron las calles en repudio al Tratado de Libre Comercio y el giro copernicano de la posición presidencial.
No puede analizarse el cuadro de situación sin ponderar la valiente resistencia de los eternos invisibilizados. Campesinos, maestros, comunidades indígenas, trabajadores urbanos, dan una batalla desafiante, tenaz y decidida. El antecedente más cercano a una pueblada de esta magnitud hay que buscarlo en la lucha de las mujeres por su ciudadanía y la gran huelga nacional de obreras y campesinos de 1954. Ese año, no casualmente, instalaron la base y se consumó la intervención en Guatemala.
El temor que genera esta multitud rebelde aceleró las maniobras destituyentes. El rechazo a la consulta, absurdamente tildada de anti-democrática, confirma la visión que la elite tiene del pueblo. La sola posibilidad de abrir una brecha en la fortaleza institucional del sistema, hace crujir el modelo de la democracia representativa que garantizó la supervivencia de estructuras validantes de poderes hegemónicos con riesgo cero. Esos poderes fácticos cierran filas para impedir cualquier forma democrática que escape al control político, económico y mediático de la corporación que manejó sin límite los recursos de Honduras.
La crisis política en Honduras avivó un debate sobre los alcances de la pandemia de derecha, y encontradas posiciones intentan definir sus causas y azares. El llamado neoliberalismo, en todas sus formas, económica, social , cultural y política , a pesar de los entusiastas obituarios, sigue vivo y sostiene su agresividad apoyado en su intacta trama. No se hará a un lado ni resignará privilegios y es evidente el carácter violento que imponen en una confrontación que no admite equidistancia. Los dueños de la tierra en Honduras, en Bolivia, en Perú y en la Argentina han demostrado su beligerancia.
La democracia no es una categoría neutra. Mientras defiende “la casa grande” y permite el cambio gerencial, y cuando todos los poderes se corresponden como uno solo, es legítima; pero si sirve al bien común como creación autónoma y colectiva es ilegal.
En 1852 Luis Bonaparte, al igual que su tío Napoleón en 1799, tras un golpe , impone una dictadura militar. En El 18 de Brumario de Luis Bonaparte, Carlos Marx escribe “....La tradición de todas las generaciones muertas oprime como una pesadilla el cerebro de los vivos. Y cuando éstos aparentan dedicarse precisamente a transformarse y a transformar las cosas, a crear algo nunca visto, en estas épocas de crisis revolucionaria es precisamente cuando conjuran temerosos en su exilio los espíritus del pasado, toman prestados sus nombres, sus consignas de guerra, su ropaje, para, con este disfraz de vejez venerable y este lenguaje prestado, representar la nueva escena de la historia universal...”
Simplifica Immanuel Wallerstein cuando señala en su articulo: “La derecha contraataca: La izquierda llegó al poder en Latinoamérica debido a la distracción estadounidense y a los buenos tiempos económicos”. Según su análisis Bush tenía otras prioridades y los gobiernos populistas hicieron política con dineros que hoy escasean.
Cuando prevalece la lógica de entender la democracia como objeto y los votos como su significado, el reduccionismo oscila entre el ingenuo exitismo y el pesimismo proyectual.
La crisis civilizatoria, que arrasa con los recursos humanos y naturales, no puede ser interpretada desde las agendas electorales. Si tomamos como referencia un periodo de quinces años, desde la rebelión zapatista en 1994 hasta el presente, la multiplicidad de fenómenos y experiencias continentales y mundiales sugieren una conflictividad irresuelta, difícil de predecir. Como le ocurrió al marinero de Ulises cuando abrió la bolsa que le confió Eolo, los vientos desatados se vuelven incontrolables.