(English version)
En mayo se cumplió un año del fallecimiento de Cyril Smith, marxista y economista inglés, amigo y colaborador desde los primeros años de Herramienta. Cyril nos había visitado a fines de los noventa y a su paso dejó enseñanzas muy importantes a muchos de quienes formábamos parte del colectivo que publicaba nuestra revista. Dio varias conferencias en Buenos Aires y en Rosario, ante una concurrencia que deseaba escuchar a alguien obsesionado con la superación de los errores del pasado y en la revisión de los dogmas en que había caído la izquierda con el mismo entusiasmo con que deseaba terminar con el capitalismo. Por este motivo publicamos este discurso de despedida, pronunciado por John Spencer, quien fue su amigo durante y después de sus años de militancia en la Socialist Labour League y el Workers Revolutionary Party.
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[Su hija] Emma me ha pedido que dijera unas palabras sobre la vida de Cyril en la política revolucionaria. Estoy seguro de que él no habría querido ser enterrado de acuerdo a los ritos del Partido Obrero Revolucionario (Workers Revolutionary Party: WRP) y ciertamente, yo me habría opuesto a hablar en nombre de ninguna fracción de esa organización. Pero no podemos ignorar que durante 40 años Cyril fue un trotskista influyente en nuestro medio. Siendo un joven matemático en el departamento de biométrica de la UCL (University College London) estaba rodeado de miembros entusiastas del Partido Comunista, dirigidos por el jefe del departamento, J. B. S. Haldane. El departamento cayó en una total confusión cuando Stalin declaró que la genética era una pseudociencia burguesa, decretó que los animales podían pasar a sus descendientes las características que habían adquirido en vida, y expulsó a todo el cuadro de geneticistas soviéticos, enviando a muchos de ellos a Siberia. Por si fuera poco, al mismo tiempo, el líder soviético denunció a Tito como un agente imperialista. “Era evidente que los seguidores de Stalin mentían, especialmente sobre la historia de la revolución rusa, la suerte de sus líderes y la naturaleza de la vida en la URSS. Me volqué con entusiasmo a las obras de León Trotsky. Aquí está la verdadera teoría del socialismo, pensaba, completamente elaborada. Todo lo que tenemos que hacer es ‘llevarla a la práctica’”. Luego de una corta temporada en el grupo de Ted Grant, se unió al Partido Comunista Revolucionario y se convirtió en un propagandista muy efectivo contra el estalinismo y a favor de una genuina internacional bolchevique. Militando en la Liga Laborista de la Juventud, fue el primer director de Keep Left, la publicación de la fracción de Gerry Healy. Cuando lo encontré en la década de 1960 era una figura importante en lo que entonces era la SLL (Socialist Labour League). Para esa época, según el mismo Cyril contaba, ya estaba teniendo dificultades en tragar la versión del materialismo dialéctico e histórico en la que Healy estaba poniendo más y más énfasis. Con mayor razón, cuando en 1973 se publicaron los Grundrisse de Marx sus dificultades crecieron. Hacia esta época el recién fundado Partido Obrero Revolucionario (WRP) comenzó a publicar el NewsLine y Cyril puso su talento al servicio de la publicación. Pero no congeniaba con la tarea de agrupar recortes informativos al azar en un periódico y pronto retornó a su puesto de enseñanza en la LSE (London School of Economics). Una muestra del respeto que sentían hacia Cyril los miembros del partido fue su elección a la comisión de control, compuesta por tres compañeros, supuestamente depositaria de la conciencia de un partido leninista. Desgraciadamente, tal como él lo dijo posteriormente, esta comisión, más que “de control”, era “controlada”, y fue usada para maquillar la arbitraria expulsión del grupo de Alan Thornett. En esta época éramos vecinos con Cyril en Clapham South y a veces yo solía pasar por su casa cuando volvía a la mía. Siempre me recibía muy bien, aunque yo me sentía intimidado por su amplio saber y su brillo intelectual. También me daba la impresión de que estaba bajo una gran tensión personal. Hacia fines de los setenta, Cyril decidió por su propia cuenta retirarse de gran parte de la actividad cotidiana frenética del partido. Cuando el WRP implosionó en 1985, pensó que era una oportunidad para difundir su punto de vista a una audiencia más amplia iniciando discusiones que habrían sido inconcebibles cuando dirigía Gerry Healy. Quizás estuvo un poco optimista. Cuando Cyril anunció que los marxistas no habían comprendido a Marx, más bien se encontró predicando en el desierto. Sus ex-camaradas solían preguntarle “¿quién eres tu para hablar?” así como antes solían silenciar a quienes formulaban preguntas embarazosas exigiéndoles que primero informaran si habían vendido su cuota de periódicos del partido. En 1988 Cyril escribió un panfleto: “La sociedad comunista y la teoría marxista” y organizó un grupo de estudio para trabajar sobre El capital de Marx. Ese fue el comienzo de una nueva odisea que lo llevó muy lejos de su punto de partida y le creó al mismo tiempo una audiencia más amplia. Como él decía, “el simple propósito de revisar todo resultó exigir un proceso más prolongado y doloroso que el que podría haber imaginado.” Rechazó las glosas de Lenin a la obra de Marx y las tesis del trotskismo (revolución mundial, defensa del estado obrero, construcción de la IV Internacional). Para Cyril, Marx estaba preocupado por la naturaleza de la humanidad, y por la manera en que una sociedad de clases, en su forma de vivir, negaba su esencia humana. La sociedad burguesa, dominada por el dinero y su desarrollo en el capital, era una forma de vida “inapropiada e indigna de nuestra naturaleza humana” (El capital, Libro III). Una forma social humana sería una “asociación libre de productores”.La tarea no era “tomar el poder”, sino mostrar cómo vivir sin el poder, una tarea que debía ser hecha no por una elite revolucionaria sino colectivamente por todos los oprimidos bajo el orden existente. Cyril criticaba la opinión generalizada sobre la relación entre Marx y el iluminismo. Progresivamente fue llegando a la conclusión de que Marx era el heredero de una rica tradición hermética, totalmente opuesta al “pensamiento iluminista” basado en el racionalismo científico. Los frutos de su obra fueron Marx at the Millenium (2000) y Karl Marx and the Future of the Human (2005). A pesar del severo ataque al corazón que lo eclipsó en sus años finales, Cyril siguió luchando por comprender y por transmitir esa comprensión. ¿Cómo resumir la vida de una figura tan rica y variada en un corto mensaje de despedida? Espero que se evidencie en este corto sumario de su trayectoria política que él se hallaba en su elemento cuando subvertía o ridiculizaba a la ortodoxia. Me contó una vez que cuando era un niño, los iconoclastas judíos solían pararse frente a la sinagoga en el sabbath comiendo ostentosamente sándwiches de jamón. Creo que su espíritu era el de ellos. Cuando pienso en su vida, la palabra que aparece más a menudo es la paradoja. Cyril se deleitaba en ella y su vida fue muy paradójica. Fue un pensador crítico que por unos 30 años fue un militante en el más ortodoxo de los partidos ortodoxos. Fue un hombre preocupado por El capital al que no le afectaba el frenesí del consumismo moderno. Era un hombre noble y gentil en un grupo político despiadado. Era también un padre orgulloso que adoraba las realizaciones de sus hijas. Recuerdo vívidamente que solíamos ver a Cyril y Emma, quien era entonces una pequeña niña, todos los domingos pasando por delante de nuestra casa en camino a la lección de violín de su hija. Era un maestro por nacimiento. Liz lo recuerda enseñando a sus hijos el ajedrez en el College of Marxist Education. Ayudó generosamente a mi hijo Tom cuando éste tuvo dificultades con su disertación universitaria. En su funeral, nuestros pensamientos deben estar dedicados principalmente a Emma y Laura en su pérdida.
Traducción de Francisco T. Sobrino.