Introducción
El objeto de este breve escrito es brindar algunos elementos para pensar el recorrido de Herramienta: Revista de Debate y Crítica Marxista. Nuestro punto de partida sostiene que una publicación periódica es un actor histórico, viviente y mortal. Su vigor y pervivencia, cuando no están sostenidos en una base institucional, se comprueban por la capacidad de captar e intervenir críticamente en el clima de su época. De otro modo se marchita y apaga. Y como veremos, en nuestros tiempos la continuidad de una revista jamás debe ser dada por descontada.
Es difícil encarar el recorrido de una publicación periódica sustrayéndose a la tentación de la celebración o el ultraje. Evadiremos esos aguijones improductivos para ensayar, en cambio, un contorno teórico-político de la revista alrededor de un conjunto limitado de temas. En este recorrido selectivo y orientado a un balance sería imposible abordar el amplio abanico de temas tratados en sus casi cincuenta números. Tampoco podremos hacer justicia a los más de 400 autores publicados en sus 15 años de existencia. Hemos decidido comenzar desde el inicio mismo de Herramienta pues el periodo 2001-2011 que trajinan varias de las contribuciones al presente número no permitiría estimar adecuadamente su contextura actual.
Así las cosas, nuestra reconstrucción crítica realizará, primero, una expeditiva evaluación de los números inaugurales de la publicación. Señalaremos la fuerte impronta teórica y general de los inicios de la revista. Seguidamente indicaremos el año 2000 como el inicio de un viraje, aunque no de una fractura, en la construcción de un espacio de debate socialista. En la tercera sección discutiremos, también con ajustada concisión, las proyecciones perceptibles en nuestros días según se observan en sus últimos números.
Los primeros tiempos
Herramienta comenzó a aparecer en agosto de 1996. El número inicial propuso un panorama de la situación mundial. Una entrevista a Anwar Shaik posicionó la perdurabilidad de la crítica del capitalismo. Un estudio general de François Chesnais ensayó una caracterización del capitalismo de fin de siglo. Finalmente, un artículo de Andrés Romero cartografió los debates en el socialismo una vez derrumbado el experimento soviético y especialmente su deriva estalinista. El conjunto de materiales estuvo orientado al relanzamiento del debate teórico y político socialista en un clima de retroceso a nivel planetario. Dos o tres luces de resistencia habían surgido recientemente, pero en modo alguno habían logrado neutralizar la sensación de una derrota histórica del socialismo. El clima prevaleciente era de balance y reconstrucción.
El examen del capitalismo contemporáneo constituyó un eje decisivo, vigente hasta hoy, de la contribución de Herramienta en el panorama intelectual del socialismo en la Argentina. A los especialistas internacionales se sumaron analistas de origen local, como Rolando Astarita y Claudio Katz. Ese interés enfatizó la continuidad de la revista con una de las más valiosas inclinaciones estratégicas en materia teórica socialista: la comprensión del capitalismo como un proceso global.
No fue ese el único plano en el que Herramienta emplazó sus intereses editoriales. Pero a la distancia se percibe que el examen de lo que la “Introducción” al número uno llamó “reflexiones sobre el conjunto de experiencias acumuladas” apenas se inscribió en la historia propia. No nos referimos a la del grupo singular de la revista, sino a sus orígenes políticos, y más ampliamente al recorrido del socialismo en la Argentina y en América Latina.
El colectivo editor fundador provino en lo esencial de la tradición morenista del trotskismo argentino. Después de la crisis y estallido del Movimiento al Socialismo orientado en los años ochenta por Nahuel Moreno, la revista quiso plantear un debate. En varias oportunidades hizo esfuerzos por complementar la publicación con cursos y discusiones, edición de libros y promoción de jornadas. Salvo el proyecto editorial, del que aquí no hablaremos, las iniciativas de encuentros de discusión tuvieron suerte desigual y lo que ha sobrevivido con éxito ha sido la preparación o auspicio de eventos académicos sobre cuestiones teóricas. Pero más allá de las peripecias por vincular la teoría y la práctica, desde el núcleo editor de Herramienta no se articuló un examen de la experiencia morenista ni del socialismo local. Salvo alguna que otra reseña bibliográfica sobre un tomo de la historia semioficial del morenismo coordinada por Ernesto González, inútilmente se buscará en sus índices una indagación sostenida y profunda sobre qué sucedió con la tradición política de la que el núcleo editor derivó. Tampoco la accidentada historia de la izquierda local ocupó un rol relevante, en una tendencia que persiste hasta hoy.
Quizá esa tarea aún no encarada participe de otro rasgo de Herramienta en sus primeros cuatros años: la distancia respecto de una comprensión de las condiciones económico-sociales y políticas de la Argentina y América Latina. Las discusiones de los once primeros números se concentraron sobre temas teóricos generales (globalización, explicaciones de las crisis, o sobre autores como Luxemburg y Lenin), debates históricos sobre la historia del socialismo mundial (el estado soviético, China), dentro de un abanico que nos queremos simplificar. Pero brilla por su ausencia la interrogación sobre qué sucedió con los proyectos socialistas en el subcontinente latinoamericano. Es probable que esa carencia participe de un silencio más amplio: el de la elaboración de un discurso político sobre la propia realidad contemporánea. Si esperamos hallar alguna evaluación sobre la Argentina menemista, será poco lo accesible en sus páginas hasta el año 2000. Tampoco se detecta la presencia de una explicación de la historia argentina. Naturalmente, no nos referimos a trabajos académicos y en apariencia sólo empíricos, sino a exploraciones útiles para comprender las tendencias de largo plazo de la formación económico-social y político-cultural del país. En algunos temas la cuestión es obvia. Así las cosas, salvo un artículo historiográfico de Hernán Camarero sobre el primer peronismo (en el número 14), es prácticamente nula la bibliografía propia en torno al populismo, un tema fundamental de toda política con aspiraciones prácticas en la Argentina. De alguna manera esa peculiaridad fue de la mano con un distanciamiento de la imaginación histórica en gran parte de la izquierda intelectual argentina. Quedaron muy atrás las décadas en que la disposición de una concepción general de la historia nacional constituía, a la vez que un insumo para dar cuenta de la singularidad del capitalismo local, una brújula para definir la estrategia revolucionaria.
Los primeros años de la revista pueden ser vistos desde el mirador de nuestros días –mirador siempre arrogante que cree poder juzgar impunemente la ingenuidad del pasado– como divididos entre una disposición a revisar la experiencia socialista (sobre todo en el caso soviético, muy poco para América Latina y la Argentina) y la apertura a nuevas interrogaciones hacia una recomposición de la política transformadora, aunque esto último en un envase predominantemente teórico. Por cierto que este diagnóstico simplifica contenidos bien disímiles. No obstante, creemos que capta su vertebración principal.
Cambio de siglo
El año 2000 parece haber sido un punto de viraje en esa lógica. El levantamiento zapatista de 1994 había conmovido el ambiente de la izquierda pero no había devenido, ni deseaba hacerlo, un nuevo modelo de praxis revolucionaria. El nacimiento de la resistencia global en Seattle, cinco años más tarde, tuvo efectos en América Latina, como el Foro Social Mundial, cuya importancia no logró velar sus ambigüedades. En el más generoso de los análisis se lo concibió como un espacio para intercambio de experiencias recientes hacia una nueva izquierda.
La presión de una realidad conflictiva a la que Herramienta, como toda la política argentina y en ella la de izquierda, no pudo ni quiso sustraerse fue la crisis que inesperadamente el siglo XXI acarreó consigo.
La crisis de la Argentina menemista profundizada durante el gobierno de la Alianza era ostensible y se requería comenzar a investigar qué estaba ocurriendo. El comienzo fue al principio lento. El número 12, aparecido en marzo del 2000, incluyó textos sobre el menemismo, la deuda pública argentina en la década que venía de concluir, la pulsión cortoplacista del capital, la exclusión social y la protesta de los lustros precedentes. De ninguna manera se trató de un abandono de otro tipo de cuestiones. En esos números se incrementó, por ejemplo, la publicación de estudios sobre un núcleo teórico decisivo: tesis del fin del trabajo y la necesidad de una nueva crítica de la economía. El número 15 continuó con la tendencia a debatir sobre temas locales como los cortes de ruta, la represión y la desocupación. Pero también se incrementó la presencia de las novedades latinoamericanas. En ese mismo número aparecieron escritos sobre el populismo y la izquierda en América Latina y sobre el neoliberalismo en la región.
Las ediciones siguientes mantuvieron la presencia de las cuestiones internacionales. El terrorismo global y el atentado del 11 de setiembre de 2001 avivaron las preocupaciones sobre el capitalismo contemporáneo y sus formas políticas. La guerra emprendida por Estados Unidos en Oriente Medio ocupó un espacio destacado en los meses subsiguientes. Paralelamente, el altermundialismo avanzó en el interés de los autores publicados. Pero ya en el otoño de 2002 la propia crisis argentina que se hallaba en su clímax concitó una atención ascendente. El número 19 estuvo prácticamente en su totalidad dedicado a la debacle argentina de 2001, un énfasis que no cejó sino hasta avanzado el año 2004. En efecto, 2001 fue una fecha esencial en la trayectoria de la revista. Como en casi toda la izquierda argentina, los movimientos sociales ingresaron de prepo, por decirlo así, en la agenda teórica y política. Esa emergencia obligó a enfrentar de otro modo la problemática de la estrategia leninista y reubicó la problemática del trabajo en la definición de la “ontología social” en el marxismo.
Justamente entonces adquirió una presencia inusitada la repercusión del libro de zapatismo libertario de John Holloway. Publicado en coedición entre una editorial universitaria mexicana y Herramienta Ediciones, Cambiar el mundo sin tomar el poder alcanzó una importante influencia en los debates de la izquierda en la que desde tiempo atrás venía avanzando un enérgico desengaño del leninismo. Pero su clave principal no fue esa –por entonces muchos creían hacer teoría política con la cómoda insistencia en los problemas del leninismo, una manera bien modesta, hay que decirlo, de enfrentar un tema difícil. El impacto del planteo de Holloway se explica por su consonancia con otras búsquedas que, como en Antonio Negri, aspiraron a una nueva radicalidad postpartidaria y antiestatal. La atracción de la experiencia en Chiapas añadió un encanto especial a la formulación de Holloway. Pero como con Imperio de Hardt y Negri, la vida útil de un texto que parecía destinado a devenir un instrumento para la definición de una nueva estrategia capaz de “cambiar el mundo” se reveló brevísima. Aunque podemos sostener todavía hoy que ambos libros, el de Holloway y el de Negri, poseen fragmentos extremadamente sugerentes para seguir pensando, pasaron a ser en lo esencial documentos de época.
Los números que siguieron al 23 y 24, desde mediados de 2003, ya introdujeron convencidos una nueva agenda: la de un giro en los gobiernos sudamericanos que Emir Sader llamó “postneoliberales” y, sobre todo, de las luchas populares que en algunos casos les dieron sustento. Las discusiones sobre lo que de modo laxo se llamó el “autonomismo” continuaron todavía algunos meses más, pues no fue evidente de entrada que algo se había modificado al punto de transformar el menú de temas en la palestra.
El quiebre se hizo enseguida notable. Incluso las notas sobre la Argentina comenzaron a ocupar un espacio más amplio en los índices de la revista. Las secciones “América Latina”, “Argentina”, “Brasil” o “Bolivia” convocaron la reflexión. El número 26, de marzo de 2006, fue organizado alrededor de la emergencia de luchas populares que llevaban varios años en Bolivia y alcanzaron una expresión institucional con la asunción presidencial de Evo Morales. La realidad política venezolana también se hizo presente, aunque en una medida más limitada. Esto no significa que otras inquietudes no terciaran en las tablas de contenidos. Las múltiples facetas de la teoría marxista y sus variaciones en los diferentes campos del saber crítico continuaron marcando un tramo más reducido, pero todavía destacado, de la publicación. En verdad, luego de 2007 el espacio dedicado a los textos teóricos aumentó. Los escritos sobre América Latina perduraron y todavía constituyen una suerte de sección alimentada por una irresuelta discusión sobre la naturaleza y alcance de los gobiernos establecidos, especialmente en Bolivia, Ecuador y Venezuela.
Iniciada una Nueva Serie con el número 41 de junio de 2009, la revista no cambió radicalmente la tendencia que la había caracterizado en los quince últimos números. Si se compara la matriz temática del primer número, como hemos dicho muy a la usanza de la “situación internacional”, el fascículo de la nueva tirada contuvo dos textos sobre América Latina, sin que ello obstara la divulgación de un conjunto extenso de estudios sobre la globalización y la crisis del capitalismo. Sin embargo, a pesar de la composición de dossiers específicos sobre Walter Benjamin, el trabajo, mujeres y género (puesto que esta temática había ocupado lateralmente las prioridades de la revista, el número 45 puede ser considerado como un acontecimiento en su trayectoria), Herramienta es hoy una revista marxista capaz de ser leída por cualquier activista socialista que, además de elaboraciones teóricas generales, puede encontrar en sus páginas posiciones sobre la situación contemporánea de América Latina.
En la vereda de un interés sostenido por arrojar luz sobre los dilemas de la izquierda argentina y latinoamericana, el número 42 contuvo varias colaboraciones sobre la situación argentina. Trabajos de Mariano Féliz, Vanessa Ciolli, Alejandro Belkin, Adrián Piva, Rodrigo Pascual y Fernando Aiziczon abordaron temas relativos al kirchnerismo. Por lo dicho antes respecto del peronismo, la novedad no fue menor. Desde entonces el tema argentino ocupó un lugar siempre importante, al lado de los análisis latinoamericanos y mundiales. Herramienta devino una publicación internacional pero se hizo también reconociblemente latinoamericana.
De agotamientos y proyecciones
La primera década del siglo XX se llevó consigo buena parte de los emprendimientos editoriales que bajo el formato de revista marcaron el territorio cultural de la izquierda argentina de los últimos treinta años. Hubo algo así como un agotamiento de la capacidad de las publicaciones periódicas para sostenerse en el tiempo. Es probable que en algún caso se cerrara un ciclo histórico de pertinencia. En otras palabras, que la capacidad de suscitar discusiones se hubiera agotado por la clausura de las circunstancias formativas de tal o cual revista. Dejamos de lado en este artículo la performance de las revistas teóricas de los partidos de izquierda, pues sus perfiles y persistencias obedecen a dinámicas diferentes a las demás. Financiadas por las cotizaciones internas y consumidas por los afiliados, se encuentran protegidas de las inclemencias que acosan a las publicaciones, siempre en la intemperie de la lectura contingente de quienes pueden dejar de adquirirlas.
[1]
La declinación de las revistas se tornó obvia. Parece ser el caso de empresas intelectuales como
Punto de Vista,
La Ciudad Futura o
El Ojo Mocho. Nacidas al calor de la refundación de la democracia liberal-capitalista en diciembre de 1983 (la primera revista comenzó a salir en 1978 pero el alfonsinismo marcó un nuevo inicio en su proyecto), esas publicaciones, con sus divergencias, expresaron las concepciones de franjas intelectuales politizadas que debatieron las vías para una reconversión republicana de la izquierda, socialista en los dos primeros casos, populista en el tercero.
Punto de Vista: Revista de Cultura (1978-2008) y
La Ciudad Futura: Revista de Cultura Socialista (1986-2003) vieron frustrada la relevancia de su aparición con el fin del proyecto liberal-socialdemócrata del alfonsinismo, o en su último estertor, con el de la Alianza. Respecto de
El Ojo Mocho: Revista de Crítica Cultural (1991-), aparentemente más crítico de la recomposición de una Argentina liberal-capitalista durante los años ochenta y noventa, su interés declinó ostensiblemente con el acceso al poder del kirchnerismo en 2003.
[2] A partir de entonces se percibió sin velos que la revista componía una versión diferente del mismo entramado post-revolucionario que resultaba de la crisis del setentismo. Integrado al gobierno o situado en sus periferias con el grupo Carta Abierta, la revista capitaneada por Horacio González perdió sustento crítico.
Desde los rumbos seguidos por una izquierda socialista que, revisionista de las certidumbres de la filosofía de la historia del siglo XX, aspiraba a recomponer una política radical, los signos de fatiga fueron igualmente visibles. Pero en ese andarivel del asunto la explicación es diferente a la válida para los casos mencionados en el párrafo anterior. Pensamos en derivas como las de Cuadernos del Sur (1984-2005), Doxa (1990-2000) y posiblemente El Cielo por Asalto (1990, sucedida en 1994-2006 por El Rodaballo). Nuestra hipótesis al respecto es que de maneras distintas influyó en sus respectivos cierres la ausencia de un recambio generacional que inyectara una renovación de sus planteles y relanzara su proyección.
Hace una década todavía era posible convocar encuentros de revistas de izquierda o marxistas. Tales convocatorias en general fueron fallidas. Luego de un entusiasmo inicial se producía una disgregación más o menos veloz. Pero la presencia común en un campo de diálogo constituía una compañía que ha cedido su lugar a una fragmentación. Cada tanto surge alguna nueva propuesta editorial, que sin embargo a duras penas supera el segundo número.
En este contexto, Herramienta es una de las escasas publicaciones de la izquierda política e intelectual argentina que ha mantenido una constancia y vigor como revista. Su presencia se ha ampliado y ha obtenido reconocimiento por su seriedad y la calidad de los textos publicados. Gran parte de la intelectualidad socialista no partidaria de la Argentina ha aparecido entre sus páginas. También conocen su existencia y han escrito textos para Herramienta importantes autores y activistas de América Latina y del resto del mundo. De tal manera la revista cultivó un equilibrio entre la apertura a diversas voces, sin embargo, delimitadas por el marco general del pensamiento socialista y revolucionario. La apuesta por repensar la estrategia del cambio social radical se ha delimitado cuidadosamente de toda concesión al reformismo ideológico y al populismo transformista. La impronta popular y participativa de un socialismo construido desde abajo no derivó en un anarquismo antiorganizacionista hace poco tan común entre las protegidas paredes de los recintos universitarios.
¿Cómo dar cuenta de esta persistencia y extensión en una época de derrumbe de tantos proyectos editoriales? Quizá su nutriente mayor haya sido la sensibilidad para captar y esforzarse por dar curso a discusiones vivas en la búsqueda de una nueva perspectiva estratégica del socialismo. La emergencia de un claro interés por contribuir a una reflexión crítica sobre la realidad latinoamericana de los últimos años se cuenta en su haber y ha neutralizado en parte una primera etapa excesivamente orientada a las discusiones más generales. No obstante, sería indeseable y perjudicial una deriva exclusiva hacia temas nacionales e incluso latinoamericanos. Una de las más perdurables convicciones de la crítica socialista permanece como un nervio axial de quienes se convocan entre las páginas de Herramienta: el proletariado es mundial porque lo es el capital, lo es en cada singularidad regional y nacional como también lo es el capital.
Además, tal como hemos intentado subrayar, la revista no se mantuvo igual a sí misma. Comenzó como un órgano tradicional de debate teórico internacional. Pero luego fue adoptando diversas formas. Según los gustos, los énfasis o cambios pueden ser evaluados de modo distinto. Nos parece que en los últimos años la heterogeneidad de la publicación no ha conspirado contra la propuesta de discusiones claramente orientadas a repensar y reconstruir una estrategia de izquierda radical y democrática. La aparición de dossiers es una evidencia de la inducción activa de discusiones. El precipitado no podría ser visto como definitivo, aunque dibuja un perfil que quisiéramos calificar como un cierto equilibro inestable entre el interés teórico y la discusión política contemporánea.
A lo largo de los años la revista ha sabido diversificar sus articulaciones. En el plano de la difusión informática ha explorado en la comunicación por internet, desarrollando un sitio propio y habilitando una versión por la red que incluye contenidos originales:
Herramienta Web. En el plano editorial la complementación con la editorial Herramienta permitió difundir algunos materiales destinados a debates concretos y activó ciertas discusiones.
[3] Finalmente, sin ceder en su preocupación socialista ha incorporado nuevos colaboradores que abren las compuertas para intereses teórico-políticos alimentados por las cambiantes circunstancias de la época. El proyecto, en lugar de declinar, parece hallarse en crecimiento.
Esto no supone que sus desafíos sean insignificantes. Antes que encarnar en formato impreso una estrategia socialista clara y distinta, apegada a un saber compacto y dado, Herramienta se asemeja más bien a una caja de resonancia de los esfuerzos por revisar y desplegar de modos inéditos el proyecto de una sociedad igualitaria y democrática, por lo tanto incompatible con el capitalismo y las múltiples opresiones que caracterizan a la sociedad global. ¿Hasta dónde esa función de caja de resonancia puede sostener una revista? Quizá la noción de resonancia sea en exceso mezquina. Como dijimos, la revista también ha instalado algunos debates e introducido una actualización teórica, en la que los autores locales son mayoría.
Una interrogación adicional deriva de los condicionamientos de la tecnología. ¿Será una revista un formato demasiado conservador para lógicas de comunicación cada vez más líquidas e inestables pero no por eso menos efectivas? La publicación ha decidido mantener una implantación diversificada –la revista en papel, la electrónica, la edición de libros, la organización de congresos y cursos– que se mostró por el momento eficiente.
La perspectiva más urgente es la definición de su perfil. Todo hace pensar que la ambivalencia de Herramienta entre la urgencia requerida por los análisis latinoamericanos y las situaciones mundiales persistirá irresuelta e irresoluble. Esa quizá sea la singularidad de una revista de izquierda cuya vivacidad intelectual y política no parece haberse agotado. Tenía razón el joven Hegel: todo lo que existe merece perecer; sin embargo, ocurre a veces que todavía queda un largo trecho por recorrer. Parece ser el porvenir de Herramienta, revista que ha sabido ganarse un lugar en la trama plural de los activismos socialistas. En parte por la sensibilidad hacia lo nuevo desde una nítida definición socialista, sin la frívola adhesión a los temas de moda ni la ciega obediencia a los dogmas; en parte por la constancia con que las luchas populares en América Latina y el mundo mantienen viva la llama del deseo de una sociedad radicalmente diferente.
[1] Pensamos en publicaciones como
Política y Teoría (1983-) del Partido Comunista Revolucionario,
En Defensa del Marxismo (1991-) del Partido Obrero,
Cuadernos Marxistas (1992-), del Partido Comunista, o
Lucha de Clases (2002-), del Partido de los Trabajadores Socialistas. Algunos otros casos de revistas de izquierda son menos evidentes, pues ligadas a núcleos reconocibles, no son sin embargo propiamente partidarias. Por ejemplo, sucede con
Periferias: Revista de Ciencias Sociales (1996-),
Debate Marxista (1993-2003) o
Razón y Revolución (1995-).
[2] Un complicado linaje liga
El Ojo Mocho a la extinta revista
Unidos (1983-1991), pues a la obvia cesura que las separa y une alrededor del fracaso del proyecto renovador-liberal en el Partido Justicialista se añade un viraje notorio en materia estética y milicia intelectual.
[3] Ver los materiales de los foros “Capitalismo en trance”, “Pensar el comunismo, el socialismo, hoy”, “Debate sobre
Cambiar el mundo sin tomar el poder”, “Debates sobre trabajo, trabajo abstracto” y “Teoría crítica y marxismo occidental”, en http://www.herramienta.com.ar. Previsiblemente, siguiendo la curva temática de la revista en papel y la digital, un nuevo foro sobre discusiones latinoamericanas complejizará el elenco de los recién nombrados.