28/04/2025

Gramsci y la emancipación de lo subalterno

Por

Autor: Marcos del Roio * **

En los Cuadernos de la cárcel Gramsci trabajó con la noción de clases subalternas y grupos subalternos, conceptos actualmente muy utilizado en las ciencias sociales y la historiografía. Correlativamente, aparecen las cuestiones del sentido común, folklore, religión. Es importante interrogarse sobre las implicaciones teóricas y políticas de la elaboración de Gramsci contextualizándola en el conjunto de su producción teórico-política, tanto para valorar el uso habitual de este concepto y su efectiva relación con Gramsci, como para juzgar llega la actualidad de este autor para la interpretación de las luchas sociales en el capitalismo contemporáneo.

1. Introducción

Un gran número de conceptos (re) elaborados por Gramsci en sus Cuadernos de la cárcel, de una u otra manera en las últimas décadas pasaron a ser de uso común dentro y fuera de la academia, aunque con significados muy diferentes de los utilizados por el intelectual revolucionario originario de Cerdeña. Así, no resulta sencillo saber de qué se trata cuando se hace referencia a temas ligados a hegemonía y a sociedad civil, por ejemplo. Sea por el carácter de work in progress de la obra de Gramsci, sea también por su fragmentación o incluso por su enorme complejidad, su obra posibilitó múltiples usos. Esto indica riqueza y posible vigencia temporal, pero también abre la posibilidad de apropiación o deformación por otras vertientes culturales y políticas en las que Gramsci posiblemente no se reconocería.

Ciertamente, la apropiación o interpretación de mayor impacto político y cultural fue la que se hizo con el concepto de sociedad civil. Un conocido e influyente texto de Norberto Bobbio, de 1967, presentó una lectura de la noción de sociedad civil en Gramsci según la cual ésta sería una parte de las superestructuras, de modo que habría una diferencia fundamental con respecto al uso del mismo término en Hegel y principalmente en Marx, para quien la sociedad civil estaría identificada con la infraestructura. Esta interpretación, en rigor, ubica a Gramsci en el campo teórico del liberalismo y por eso mismo tuvo gran repercusión en la disputa hegemónica, contribuyendo para hacer del teórico marxista un autor casi inocuo desde ese punto de vista. De hecho, Bobbio fue un autor importante en la inducción de la llamada crisis del marxismo en la Italia de fines de los años 70 a los años 80.[1]

Otra expresión de cuño gramsciano que paso a ser usada por las ciencia políticas y sociales es la referida a clases subalternas o grupos sociales subalternos, cuyo estudio se convirtió en una tendencia bastante influyente en la literatura científica. Desde los años 50, con la primer publicación de los Cuadernos de la cárcel, la Antropología o Ciencia del Folklore como se la denominaba, hizo uso de Gramsci para avanzar en los estudios y en la interpretación de la cultura popular. Ernesto De Martino inició una serie de estudios sobre las clases subalternas y sobre el folklore, particularmente del sur de Italia, que alimentó el debate sobre tal punto hasta los años 70.[2]

La difusión de la obra de Gramsci en el mundo anglo-americano, en un momento de reflujo en la influencia de su pensamiento en Italia y de fragmentación del movimiento político y cultural crítico de la economía política del capitalismo que parecía encarnar el movimiento obrero, posibilitó la reapropiación y reordenamiento de su pensamiento desde una perspectiva fuertemente culturalista. Una de estas posturas, la vinculada a los llamados cultural studies, tiende a considerar a la cultura como elemento determinante, mientras otra -que no excluye a la primera- de clara inspiración posmoderna, tiende a considerar la fragmentación de las clases subalternas como un presupuesto metodológico y como identidad histórica marcada de positividad.[3] Muchos de estos estudios se relacionan con una perspectiva teórica acoplada a las elaboraciones de Foucault o Derridá. Otros autores de gran importancia, que ampliaron el campo de estudios sobre los grupos sociales subalternos, son Raymond Williams y Edward Thompson y, más recientemente Edward Said y Stuart Hall. Y es importante señalar el grupo de los subaltern studies formado por intelectuales hindúes como Ranajit Guha y Gayatri Spivak. Más que discutir la diferencia entre estos autores o evaluar la contribución de cada uno, cabe advertir que el uso del concepto de "subalterno" se amplía enormemente. Se parte como presupuesto de Gramsci y sus referencias al campesino meridional particularmente, pero se avanza hacia el mundo colonial y post-colonial, el migrante, el refugiado.[4]

No hay dudas de que la misma perspectiva universalizante de Gramsci sugiere una ampliación y diversificación del concepto de subalterno para analizar el capitalismo contemporáneo, como tendremos ocasión de discutir. Al fin de cuentas, subalterno desde el punto de vista etimológico significa apenas el otro inferior o inferiorizado. Pero lo que por ahora cabe destacar es que parte significativa de esos estudios parten de presupuestos teóricos-metodológicos que se colocan en un terreno muy distante de Gramsci, que partía de presupuestos muy diferentes sino antagónicos. Para Gramsci la determinación esencial se encuentra en los fundamentos materiales de la realidad en movimiento contradictorio. Decir que la cultura o la política están en cualquier parte de la vida social e incluso en la economía, no es lo mismo que negar la determinación en última instancia de la reproducción de la vida material dentro del complejo de determinaciones que componen la totalidad.

La vida fragmentada de las clases subalternas era vista por Gramsci como una característica de la misma situación social en que se encuentran esos agrupamientos, pues en la medida que esas clases dejan de ser subalternas y pasan a disputar la hegemonía, ganan organicidad y la perspectiva de totalidad. Es patente la diferencia entre la visión conservadora en que incurren el culturalismo y el post-modernismo, limitados a la defensa de la identidad y de los derechos particulares, y la visión revolucionaria de Gramsci.

Claro es que Gramsci no podía prever el uso que se haría de esta categoría de clases subalternas, pero eso no resuelve la cuestión del porqué Gramsci pasó a utilizarla, aparentemente en detrimento de nociones más consagradas en el ámbito del marxismo, como proletariado, clase obrera, campesinado. La hipótesis de que sería para esquivar eventuales problemas con la censura carcelaria no parece ciertamente una explicación razonable. Resulta incluso más tentador asumir que se trató de un desenvolvimiento de su elaboración, que partió desde la especificidad de la cuestión obrera hacia niveles cada vez más elevados de complejidad y generalidad, siempre en busca de explicación a la materialidad de la esfera subjetiva antagónica en el curso de la historia. En la búsqueda de elementos que podrían conformar una nueva sociedad civil anticapitalista, la indeterminación y fluidez sugerida por la expresión clases o grupos subalternos podría ser enriquecedora.

2. De un meridionalismo a otro, con la mediación de la clase obrera

La experiencia de los consejos de fábrica fue la culminación de una intensa vivencia de Gramsci en la "Turín obrera y socialista". La lucha obrera por mejores condiciones de vida y el esfuerzo para desenvolver su auto-educación y su formación cultural en contra de la burguesía, todo eso involucró hasta lo más profundo de su ser a Gramsci. La reflexión teórica derivada de la experiencia de los consejos particularmente en las páginas de L’ Ordine Nuovo, estimularon en Gramsci la concepción de una revolución que nacía de la autonomía y de la auto-organización del proceso fabril por iniciativa de los trabajadores, en la que los consejos se constituirían en los fundamentos de una democracia obrera. La influencia de Sorel es patente en Gramsci, pero también las de Karl Korsch y de Rosa Luxemburgo, en relación al énfasis puesto en la auto-organización de los trabajadores y la centralidad de la fábrica en la lucha política y social. En Turín se desarrollaba, en verdad, el último capítulo de la revolución socialista internacional que originada en la Rusia de loa zares se difundiría en los llamados imperios centrales (Alemania y Austria-Hungría).[5]

La derrota de la revolución socialista internacional puso la diversidad nacional en primer plano, como Lenin destacara precozmente ya en 1920.[6] Paulatinamente, pero principalmente a partir de 1923, Gramsci pasó a buscar (y continuó haciéndolo hasta el final de su vida) las razones de la derrota del biennio rosso y los nuevos caminos de la revolución socialista en Italia y en el mundo. Ampliando siempre su ángulo de visión, encarando nuevos y siempre más complejos problemas, Gramsci jamás dejó de concebir la centralidad del trabajo en la producción de la vida social y de la fábrica en la reproducción del capital, aunque algunas lecturas pretendan lo contrario.

Ya en 1919, Gramsci, desde una perspectiva fuertemente marcada por la guerra y por la revolución socialista internacional, notaba que

el campesinado se transformaba en una fuerza motriz de la revolución socialista, sea en Rusia o en Italia. Percibía entonces que cuatro años de trinchera y de derramamientos de sangre cambiaron radicalmente la psicología de los campesinos. Este cambio se verificó principalmente en Rusia y es una de las condiciones esenciales de la revolución. Lo que el industrialismo no determinó con su normal proceso de desarrollo fue producido por la guerra.[7]

El marxismo de Gramsci se desenvuelve paralelamente a este nuevo meridionalismo. Conservando conciencia de la importancia de la cuestión campesina, Gramsci se entregó a la experiencia de los consejos de fábrica, defendiendo al máximo la centralidad de la fábrica y del trabajo industrial en la cuestión de la transformación revolucionaria, considerando que es ese el nicho de la explotación del trabajo y de la reproducción del capital. La derrota obrera y las condiciones en que se funda el Partido Comunista Italiano, en medio del avance del fascismo, hicieron ineludible una situación de subordinación de Gramsci ante la perspectiva teórica de Bordiga. Éste seguía de alguna manera la tradición socialista de despreciar la cuestión campesina, insistiendo en la exclusividad de la clase obrera como fuerza de la revolución. Aunque originario de Nápoles, Bordiga entendía que la revolución socialista sería obra precisamente de un partido revolucionario dotado del conocimiento científico de la Historia, conocimiento que debería difundir en la clase obrera con el fin de que esta cumpliese su tarea de derribar el capitalismo. En cuanto al campesinado, lo que importaba era su transformación lo más rápido posible en proletariado, de tal modo que sólo existía la cuestión del capitalismo en Italia, y no una cuestión meridional como particularidad de la cuestión agraria y campesina.

A partir de 1923, cuando Gramsci desató la lucha contra Bordiga por la dirección del PCI, debido a las dificultades en el enfrentamiento con el fascismo y principalmente por los grandísimos problemas que los comunistas italianos encontraban en su relacionamiento con la Internacional Comunista, se produjo finalmente el encuentro con la teoría política de Lenin. El meridionalismo original de Gramsci facilitó mucho la comprensión y traducción del pensamiento de Lenin para las circunstancias concretas de Italia. Además, la política de frente único sugerida por la IC y la consigna de "gobierno obrero y campesino" terminaron por propiciar en Gramsci una nueva lectura de la cuestión meridional y de la relación entre la clase obrera y el campesinado.

Hacia fines de 1923, completada la ruptura con Bordiga, Gramsci ya tenía claridad de la importancia de la cuestión meridional como cuestión nacional y de la conexión que ésta tenía con la política de frente único que la Internacional Comunista procuraba desarrollar desde 1921, aunque de forma titubeante. Lamentaba entonces el hecho de que:

"Nosotros no conocemos Italia. Peor aún: nos faltan los elementos adecuados para conocer Italia, tal como es realmente, de modo que nos encontramos en la imposibilidad de hacer previsiones, de orientarnos, de establecer líneas de acción que tengan cierta probabilidad de ser exactas. No existe una historia de la clase obrera italiana. No existe una historia de la clase campesina."[8]

Sin conocer la historia de la particular lucha de clases que forjó el capitalismo italiano sería imposible la realización de un frente único antifascista y anticapitalista, así como la formulación de un proyecto revolucionario centrado en la clase obrera y en la alianza obrero-campesina. La relativa ignorancia del proceso histórico era agravada por el involucramiento ideológico impuesto por las clases dominante italianas y que alcanzaban de lleno a la clase obrera industrial del Norte por medio de cierta concepción sociológica positivista, particularmente conservadora y discriminatoria en relación al campesinado. El propio campesinado meridional, a su vez, era mantenido sumiso por medio de la religión católica y del dominio clerical.

Con todo, durante el período en que desempeñó el papel de dirigente político en el movimiento obrero italiano (e internacional), Gramsci apenas pudo conocer a la clase obrera italiana por su acción política y cultural en un momento histórico muy particular de eclosión revolucionaria, seguida de una caída histórica de graves proporciones. El movimiento de los consejos de fábrica, que finalizó con una seria derrota, fue seguido por la marcha triunfal del fascismo. Esa fase de resistencia al fascismo que se consolidaba como régimen, estuvo marcada por el esfuerzo de separar a la clase obrera de la tradición cultural y política del socialismo italiano, en cuanto éste representaba su subordinación dentro del campo ideológico de la burguesía y era responsable, en alguna medida, de la derrota reciente.

Una de las matrices de formación cultural de Gramsci es el meridionalismo, una concepción política-cultural difusa y multifaceteada, que tuvo en Gaetano Salvemini una figura de avanzada. Salvemini era un socialista cuya concepción se distanciaba en mucho de la que prevalecía en el PSI, precisamente por percibir en el campesinado meridional un potencial vuelco hacia la trasformación social. Sin embargo, así como Croce, Salvemini dio entusiasta apoyo a la participación de Italia en la guerra, por lo que Gramsci se alejó de él. En la posguerra, a través de jóvenes intelectuales que traban contacto con el mundo obrero, se comienza a formar un nuevo meridionalismo, de carácter revolucionario, que advertía en el campesinado meridional una fuerza social propulsora de cambios indispensables.

En calidad de diputado comunista y de principal dirigente del PCI, Gramsci se encontraba entonces imbuido en el empeño de diseñar la estrategia del frente único para Italia, que debería encontrar en la alianza obrero-campesina el núcleo generador de la revolución socialista. La fórmula política de frente único fue la llave para que Gramsci no sólo tradujese a Lenin a la particularidad de Italia, sino que pudiese encontrar un nuevo lugar para el campesinado en la estrategia revolucionaria. Este sujeto revolucionario, tan importante por el peso económico y demográfico que desempeñaba, fue más tarde -en Cuadernos de la cárcel-colocado en un conjunto denominado "clases subalternas".

En el ensayo inacabado de 1926, que constituía en verdad una profundización de las tesis del III Congreso del PCI, realizado en Lyon a comienzos de ese mismo año, Gramsci aborda la cuestión meridional como particularidad de la cuestión agraria en Italia, como elemento de la cuestión nacional, siguiendo el método leniniano y haciendo, por lo tanto, su traducción. Publicado a comienzos de 1930 -con el título Algunos temas de la cuestión meridional-- el texto estaba de hecho apuntado a atraer al nuevo meridionalismo, cuyos intelectuales observaban en el campesinado del Sur la fuerza propulsora decisiva de la revolución nacional y democrática, pero percibían también la importancia del obrero septentrional en ese proceso.[9]

Gramsci asumía ya el problema de la unificación de las clases subalternas de Italia como una contribución a la unificación del género humano. La cuestión meridional es entonces, de hecho, una cuestión internacional. La reflexión de Gramsci, en la misma medida que particulariza / nacionaliza la cuestión meridional italiana, la internacionaliza. La unificación de las clases subalternas de Italia, por lo tanto, debe unificar a la clase obrera dentro de un perspectiva política y cultural que reconozca la necesidad de la alianza con el campesinado, en un contexto internacional de actualidad de la revolución socialista.

Un conjunto de fragmentos ideológicos sistematizados bajo la forma del reformismo impedía la unificación de la clase obrera en la perspectiva pregonada por Gramsci y también impedía la alianza obrero-campesina. Por lo tanto, la canalización de la rebeldía campesina hacia una acción política transformadora de sus condiciones sociales sólo podría ocurrir en caso de fractura en la burocracia estatal y en el bloque intelectual que daba sustento a aquel orden social. De ahí se sigue la necesaria crítica a los grandes intelectuales meridionales que elaboran la hegemonía burguesa en Italia, con Croce en primer lugar.

En verdad, el debate trabado entre Gramsci y la revista Quarto Stato era no sólo una lucha por la conformación del frente único y de la alianza obrero-campesina, sino también una disputa por la hegemonía en el interior de la coalición de las fuerzas revolucionarias, situación en la cual los intelectuales y la cultura desempeñarían un papel esencial. Es patente la analogía de esa disputa entre aliados, con la disputa sostenida en el proceso revolucionario ruso entre los marxistas bolcheviques y los neo-narodnikes.

Este problema ganaba mas importancia en la reflexión de Gramsci porque eran los intelectuales tradicionales, el meridionalismo conservador, quienes preservaban el bloque agrario y con él la dominación de los industriales y banqueros del Norte. Así que, gracias a la mediación de un bloque intelectual conservador "el Mezzogiorno puede ser definido como una gran desagregación social; los campesinos que constituyen la gran mayoría de su población, no tienen ninguna cohesión entre sí".[10] La posibilidad de una revolución campesina, dada la imposibilidad de esta camada de generar intelectuales orgánicos, estaba en forjar una alianza con la clase obrera por medio de los intelectuales meridionalistas liberal-revolucionarios de la estirpe de Gobberti o Dorso, a los cuales - junto con los comunistas - cabría escindir el bloque intelectual meridional y luchar contra el capitalismo, aliando el campesinado a la clase obrera.

3. De la alianza obrero-campesina a las clases subalternas.

Gramsci, un meridionalista de nuevo tipo y que del Mezzogiorno sólo conocía la Cerdeña natal, sorprendentemente pasó a tener conciencia de la enorme diversidad cultural de la Italia meridional recién en la cárcel, de su carácter de rebeldía pre-política, de cómo era real la "desagregación social" pero también de cómo muchas mediaciones estaban presentes. En una carta enviada ya en 1926 desde la prisión de Ústica, Gramsci le planteaba a Tánia de la posibilidad de "hacer observaciones de psicología y de folklore de carácter único". Decía que "cuatro divisiones fundamentales existen: los septentrionales, los centrales, los meridionales (con Sicilia), los sardos". Notaba que los sardos vivían apartados de los otros grupos, que los septentrionales no se organizaban, los romanos se organizaban bien, y que "los meridionales son organizadísimos, en relación a lo que se dice, pero entre ellos hay subdivisiones: el Estado napolitano, el Estado pugliese, el Estado siciliano".[11] Ahora Gramsci ya comenzaba a notar importantes mediaciones en la "desagregación social" de los subalternos, particularmente del Mezzogiorno. Había diferencias culturales y valorativas que distinguían a las diversas regiones originarias de los segregados, lo que sería un impedimento para colocar a toda Italia meridional dentro de un mismo encuadramiento. Las observaciones de Gramsci continuaban y clasificaba incluso a los mismos prisioneros políticos: "Los más calmos, serenos y comedidos son los campesinos, después vienen los obreros, después los artesanos, por fin los intelectuales, entre los cuales ocurren explosiones imprevisibles de locura absurda e infantil."[12] Más tarde, profundizando sus observaciones, Gramsci escribía que eran cuatro los Estados de la marginalidad meridional, agregando el Estado calabrés a los tres antes enunciados. Pero esta vez, casi como un nuevo descubrimiento, narraba que "los sicilianos son un caso aparte; hay más semejanzas entre un calabrés y un piamontés que entre un calabrés y un siciliano."[13]

Fue el inicio de la vida de prisionero una experiencia que provocó en Gramsci el renovado interés por temas que ocupaban su mente de estudiante universitario en Turín, temas ligados a la antropología lingüística, al folklore, a la cultura italiana. Las observaciones "etnográficas" que tuvo ocasión de hacer en la cárcel ofrecieron también un material empírico bastante rico para pensar la complejidad de los grupos subalternos de Italia. Podemos decir entonces que esta investigación de campo forzada, -donde se mezclaban prisioneros políticos de diversos orígenes con marginales también de orígenes bastante diferentes- sugirió a Gramsci que las clases subalternas eran un universo muy amplio y complejo. Darse cuenta de esa realidad era imprescindible a fin de realizar una política revolucionaria capaz de unificar a esos grupos y elevarlos culturalmente a un nivel superior de conciencia crítica.

Estas observaciones que Gramsci llamaba una actividad "bizantina", seguramente contribuyeron para la formulación del proyecto de investigación que pretendía desarrollar en la cárcel. Así, su primer plan de estudio apuntaba a "una investigación sobre los intelectuales italianos", una "lingüística comparada", la "transformación del gusto teatral italiano", "las novelas de folletín y el gusto popular en la literatura". El hilo conductor de todo el proyecto estaría en la búsqueda de los grados y fases de desarrollo del "espíritu popular creativo".[14] ¿Cuál es la relación existente entre este comienzo de vida carcelaria, con los sufrimientos y las observaciones y reflexiones que implicó y, sobre todo, el plan de estudio elaborado en el escrito sobre la cuestión meridional, redactado apenas cuatro meses antes? ¿Entre un texto de crítica política y polémica ideológica, y este temario de perfil casi académico que ahora es presentado como plan de estudio? En verdad, hay una relación de continuidad. En el escrito sobre la cuestión meridional el objetivo político inmediato se hacía evidente al defender la necesidad de que los intelectuales críticos, fuesen marxistas o liberal-revolucionarios, procedieran a la fractura del bloque meridional conservador para así posibilitar la organización del campesinado y su alianza con la clase obrera.

Ahora el plan es de mayor amplitud y profundidad, pero siegue siendo el mismo. Se trata de conocer Italia, de conocer la cultura popular, más precisamente el folklore o el sentido común de las clases subalternas (aunque esa expresión todavía no aparezca). Más aún, de saber cómo ese sentido común se articula con la concepción de los intelectuales y cómo pueden ser ambas transformadas.

¿El "espíritu popular creativo" que conduce y unifica la investigación podría ser la búsqueda de elementos de creación y de rebeldía popular frente a las diversas formas de dominación?¿Sería el folklore una forma en que las clases subalternas interpretan la visión sistematizada de los grupos sociales dominantes y de sus intelectuales y con la que transforman la opresión y la sumisión en condición soportable?¿O podría también mimetizar formas de respuesta y rebeldía?¿No estaría buscando Gramsci elementos de rebeldía espontánea presentes en la vida social de las masas, particularmente del campesinado, que correspondería a los intelectuales revolucionarios canalizar como voluntad colectiva? A pesar de las muchas modificaciones en el plan de estudio de la vida carcelaria, no parece que Gramsci haya escapado mucho al enfoque original de esas preguntas. En los Cuadernos de la cárcel, sin embargo, Gramsci ya no usó más la expresión "espíritu popular creativo", posiblemente para evitar caer un alguna trampa de cuño idealista.[15] Por otro lado, y siempre en los Cuadernos de la cárcel, Gramsci pasó a utilizar la expresión "clases subalternas" y "grupos subalternos", en una posible ampliación del mismo campo analítico. ¿Hay alguna implicación teórico-metodológica en ese cambio? ¿Hay alguna implicación política?

Ya en el primer cuaderno y en el cuaderno 2, algunas notas de Gramsci sugerían la ampliación de la noción de meridional a todo el mediterráneo, dentro de la dialéctica nacional / internacional, de la subalternidad impuesta por el colonialismo. El cuaderno 3, redactado en 1930 y considerado una miscelánea, comienza con anotaciones principalmente sobre intelectuales y el americanismo, temas cruciales de la investigación de Gramsci. Y casi imprevistamente aparece una nota, la número 14, denominada Historia de la clase dominante e historia de las clases subalternas, que trae una observación esencial de carácter metodológico. En esta nota extraordinariamente sintética se destacan desde luego dos observaciones decisivas para dilucidar el razonamiento de Gramsci: 1) "la historia de las clases subalternas es necesariamente disgregada y episódica"; 2) "hay en la actividad de estas clases una tendencia a la unificación aunque sea al menos en planos provisionales, pero esa es la parte menos visible y que sólo se demuestra después de consumada."[16]

La primera afirmación tiene un carácter bastante general e indica la situación histórica de las clases subalternas, que "sufren la iniciativa de la clase dominante, incluso cuando se rebelan: están en estado de defensa alarmada". La segunda observación, cuyas implicancias no son desarrolladas en este pasaje, sugiere que las clases subalternas, por "iniciativa autónoma", tienden a la unificación y en esa disposición a la superación de la subalternidad, hay hegemonía. Las clases subalternas unificadas en torno de una perspectiva autónoma proponen una nueva hegemonía, un nuevo orden social.[17]

Estas observaciones traen a colación una vez más la continuidad y el diálogo permanente de Gramsci con los interlocutores, muchas veces implícitos, que estuvieron presentes en su concepción teórico-política desarrollada en la acción durante los días vividos con los consejos de fábrica de Turín. Las referencias explícitas a Sorel y a Rosa Luxemburgo nunca fueron numerosas en Gramsci, ni en el período revolucionario de 1917-1921, ni en los Cuadernos de la cárcel, lo que no significa que no estuviesen presentes preocupaciones comunes e influencias en el pensamiento. Como se sabe, Sorel fue un importante exponente teórico del sindicalismo revolucionario y Rosa Luxemburgo una notable personalidad de la Neue Linke del PSD (Partido Socialdemócrata de Alemania) y fundadora, después, del KPD (Partido Comunista de Alemania). Sin desmedro de las muchas diferencias entre estos sectores, en Gramsci incidía la común preocupación con la auto-actividad de las masas, la auto-organización y el autogobierno. En suma, con un "espíritu de ruptura" presente en la actividad de las clases sometidas. El problema pasa a ser la dirección que toma la "iniciativa autónoma" de las masas y cómo la "tendencia a la unificación" debe o puede ocurrir.

Gramsci no indica el cómo y el por qué de esta tendencia; podría suponerse que una posible explicación se encuentra en la proposición marxiana de la dinámica del capital como agente de unificación de la clase obrera, pero la misma se revela falsa si admitimos la presencia de alguna forma de economicismo en Marx. Por otro lado, es falsa también esa suposición, por cierto, si consideramos grupos sociales subalternos de formaciones sociales pre-capitalistas.

Gramsci parte de este sustrato común, de la preocupación compartida con Sorel y Rosa por la iniciativa espontánea de las masas, por lo que podríamos llamar "espíritu de escición" o "espíritu popular creativo". En Sorel critica la permanencia en la subalternidad cultural al liberalismo, al mantener la división entre lo económico y político. La concepción teórica de organizar a los trabajadores estrictamente en el campo económico, educados en torno del mito de la huelga general contra el capital y el Estado político, era insuficiente para crear una situación nueva de hegemonía, precisamente por negar la política y la actividad intelectual revolucionaria. El economicismo presente en Sorel, Gramsci lo critica también en Rosa Luxemburgo, por lo menos en su trabajo sobre la revolución Rusa de 1905. Según argumenta Gramsci, también en Rosa habría una tendencia economicista al sugerir que crisis económicas pudiesen ser generadoras espontáneas de situaciones revolucionarias.[18] Todo indica que para Gramsci cualquier forma de economicismo representa una variante de subalternidad teórica. Pero esta afirmación tiene un significado todavía más incisivo: la emancipación de los subalternos supone que la unificación pase también por la emancipación cultural, por la percepción de que lo económico y lo político (y lo filosófico) son expresiones de una misma realidad en movimiento: la emancipación de lo subalterno pasa por la construcción de un nuevo bloque histórico y, como constitutivo de este proceso, de una reforma moral e intelectual (una revolución cultural generada mediante la auto-educación de las masas). Tales las razones de la gran importancia del estudio del folklore, de la religiosidad, del sentido común, de las formas de organización de las clases subalternas. Es el socrático "conócete a ti mismo" como condición de la transformación.

4. Clases subalternas e intelectuales.

Pasajes disociados de diferentes cuadernos pueden hacer pensar que la expresión "clases subalternas" lleva un grado de abstracción y generalidad tal que la torna estéril desde el punto de vista analítico o incluso político.[19] ¿Por qué entonces Gramsci la utiliza, además de ir todavía más lejos, con el uso del término "grupos subalternos"? La respuesta posible puede apuntar en dos direcciones diferentes y complementarias. La primera, es la posibilidad de extenderse el campo analítico en el tiempo y en el espacio. El indicio claro de esto está en parágrafos subsecuentes del cuaderno 3, en los cuales Gramsci trata de las clases subalternas de las comune italianas de la época medieval (& 16) y de la antigua Roma (& 18). Con estas cuestiones en mente pueden ser sopesadas las diversas camadas culturales que componen el folklore y el sentido común de Italia, particularmente del campesinado.

Con esta lógica puede (debe) ser estudiado el origen y la formación de la clase obrera, como particularidad esencial del mundo moderno. Esta categoría de clases o grupos subalternos permite además que el campo analítico se amplíe hacia zonas coloniales, como ya fue sugerido, exactamente como Gramsci entendía era la condición de la propia Italia meridional o incluso hasta América Latina, como sugiere el parágrafo 5 de este mismo cuaderno 3. O sea, la generalidad del término "clases subalternas" o "grupos subalternos" posibilita el análisis más apurado de las mas diversas particularidades dentro de una tendencia general a la unificación del género humano.¿Pero esa ampliación del campo de visión analítica no implicaría también la indefinición práctica y política? Aquí la respuesta no puede pasar del terreno de las hipótesis, a menos que se proceda a una investigación mucho más aguda. La importancia que Gramsci daba al americanismo y al fordismo como tema de investigación comprueba que la centralidad del trabajo fabril persistía en su crítica de la modernidad capitalista, lo que apunta en la dirección opuesta a una posible dilución de la clase obrera en el seno de indefinidos y pulverizados "grupos subalternos". Manteniendo la centralidad obrera en la construcción de una nueva hegemonía en la antípoda del dominio del capital, las clases subalternas de la época capitalista ganan una columna vertebral mediante la cual pueden ganar organicidad y marchar en la tendencia a la unificación y la hegemonía.

El problema pasa a ser entonces el de distinguir, social y culturalmente, cuáles serían entre los grupos subalternos los posibles aliados de la clase obrera. ¿Sería sólo el campesinado? ¿O el campesinado sería tan diverso en su formación cultural, en su folklore, que ni analítica ni políticamente podría ser visto como una entidad exactamente homogénea, incluso por ser una clase en transición, una clase que de pre-capitalismo podría ser colaboradora de la transición socialista, conforme había demostrado la elaboración del último Lenin? ¿Más ampliamente, habría incluso que cuestionarse cuánto habría de particularismo en los diferentes estratos campesinos heredados de la época feudal en Europa o si el llamado campesinado de bastas zonas coloniales no tendría también su enorme diversidad?

La teoría de la historia que Gramsci desarrolló en los Cuadernos de la cárcel nada tenía de esquemática ni lineal, así como su concepción de clase social. La noción de subalterno puede parecer demasiado elástica, sin embargo es un hecho que la cuestión meridional italiana ya ganaba una nueva complejidad, así como la misma noción de cuestión meridional ya se ampliaba hacia la zona colonial del imperialismo. La cuestión de la unificación de las clases subalternas italianas es una cuestión nacional, pero al mismo tiempo es la cuestión de la unificación de las clases subalternas de todo el mundo, la cuestión de unificación del género humano.

Esta interpretación sólo es posible, por ende, con la lectura de otros muchos pasajes de los Cuadernos de la cárcel, particularmente del cuaderno 13 en el que Gramsci analiza formas y modos por los cuales las clases subalternas pueden superar su condición. En verdad, en el cuaderno 13, donde retoma anotaciones hechas en cuadernos anteriores, Gramsci trata en particular de la situación de la clase obrera, desde un punto de vista metodológico, de su forma de ser como clase capaz de dirigir un arco de alianzas compuesto por el conjunto de las clases subalternas contra la dominación burguesa. Subsiste por tanto, en el fondo, el problema de la alianza obrero-campesina y del frente único, esbozado en el periodo inmediatamente precedente al encarcelamiento, especialmente en Algunos temas de la cuestión meridional.

Gramsci se cuestiona cómo se forma una voluntad colectiva, o sea, el cómo se unifican las clases subalternas. O, dicho de otra manera, cómo la cultura de las clases subalternas se rompe y se transforma en cultura y voluntad colectiva antagónica a la de las clases dominantes, rompiéndose así la subalternidad. Este problema es crucial no sólo en el conjunto de los Cuadernos de la cárcel, sino también en toda la elaboración de la cultura política del marxismo.

Un movimiento de emancipación sólo puede partir de la auto-actividad de las masas, de su autonomía, de la ruptura con la clase dominante. Gramsci interpreta el Príncipe de Maquiavelo con los anteojos de Sorel, precisamente para destacar a ese personaje imaginario como la representación de la voluntad colectiva autónoma que se auto-organiza en oposición al orden social vigente, generando una ruptura que contesta a la subalternidad. Esta requiere sin embargo una reforma moral e intelectual, una transformación cultural de gran envergadura histórica, que supere y sustituya a la cultura de la vieja clase dominante. Por lo tanto, la visión de Sorel es insuficiente para asimilar que no basta la negación radical del orden. Es preciso también, y al mismo tiempo, que se materialice la nueva subjetividad, lo que significa organizar la vida material y cultural sobre nuevas bases. La negación del viejo orden significa también elaboración teórico-práctica de un proyecto de nueva vida. No un proyecto en abstracto, sino construido según la conducción posible del movimiento de lo real y que parte de "una voluntad colectiva reconocida y afirmada parcialmente en la acción".[20]

La nueva subjetividad, crítica y negativa de la condición subalterna, parte necesariamente de las condiciones reales existentes, de las contradicciones de lo real, de los fragmentos que componen la ideología subalterna, de los impulsos de rebeldía de los dominados (podría decirse del "espíritu popular creativo"). La recomposición de los fragmentos culturales e ideológicos surgidos de la rebeldía de los dominados, en la perspectiva de la negación de la subalternidad, demanda necesariamente una reforma moral e intelectual de largo alcance, en el sentido de la recomposición de toda la vida material y cultural.

Este movimiento histórico sólo se torna posible en la medida que las clases subalternas generen un grupo de intelectuales orgánicos. Orgánicos porque surgidos del seno de la propia clase y porque actúan históricamente en razón de los intereses de clase de la cual se originó. Organizados constituyen el Príncipe moderno, un organismo que es "un elemento de sociedad complejo en el cual ya tiene principio el concretarse de una voluntad colectiva reconocida y afirmada parcialmente en la acción."[21]

Si así es, resulta evidente que no se puede pensar la condición subalterna y la lucha por su emancipación disociada de los grupos intelectuales. En Gramsci, entonces, la historia del folklore, de la religiosidad, del sentido común de las clases subalternas en definitiva, no puede estar disociada de las formas de dominio que le son impuestas con la decisiva contribución de los grupos intelectuales. Así también, la negación/ superación de la condición subalterna no puede prescindir de la formación de un grupo intelectual autónomo forjado por las propias clases subalternas en lucha contra su condición. Aquí se percibe cómo el cuaderno 12, que trata de la historia de los intelectuales, y el cuaderno 27, que habla de la historia de las clases subalternas, constituyen partes de una misma investigación. De hecho, en el cuaderno 12 Gramsci se refiere implícitamente a los intelectuales orgánicos de la burguesía y a los necesarios del proletariado:

Cada grupo social, naciendo en el terreno originario de una función esencial en el mundo de la producción económica, se crea al mismo tiempo, orgánicamente, una o más capas de intelectuales que le dan homogeneidad y conciencia de su propia función no sólo en el campo económico, sino también en el social y político.

Después amplía la cuestión hacia los intelectuales originados en la época feudal y remata: "La categoría de los eclesiásticos puede ser considerada la categoría intelectual orgánicamente ligada a la aristocracia terrateniente."[22]

Gramsci encuentra la explicación de las causas por las que en la Italia del siglo XVI no se formó una voluntad colectiva que unificase a la península bajo la forma de monarquía absoluta, en las características cosmopolitas de los intelectuales, cuyo origen se remonta al Imperio Romano y que la Iglesia de Roma preservó y desarrolló. El Renacimiento fue un emprendimiento cultural de elevada calidad y valor, pero fue una iniciativa de fracciones de la nobleza que colocaron a los intelectuales y artistas bajo su égida, no permitiendo que se transformase en fenómeno de masas, que alcanzase a las camadas sociales subalternas. La Reforma religiosa, por el contrario, significó una reforma moral e intelectual de largo alcance, no sólo por la tendencial laicización de la vida terrena, como la valorización del trabajo y la acumulación de riqueza, sino por la negación del universalismo de la Iglesia de Roma. El contacto inmediato del fiel con su dios, mediado por el pastor, rompió la jerarquía católica y regionalizó la organización religiosa, contribuyendo así a la formación de Estados territoriales. En determinadas regiones (como Alemania), la reforma reforzó el poder local de la nobleza, pero en otros contribuyó en la gestación de la revolución burguesa (como en Holanda, Inglaterra y Estados Unidos). De todos modos, estuvo muy lejos de alcanzar un padrón cultural que se aproximase al menos al del Renacimiento. Esto significa que la Reforma desarrolló un papel contradictorio, pero contribuyó también para que hiciera eclosión el jacobinismo en la Revolución Francesa: jacobinismo aquí entendido como grupo intelectual que expresa la voluntad colectiva nacional-popular. Pensando así, Gramsci podía ver en Maquiavelo un precursor del jacobinismo, como alguien que, al percibir en el universalismo de la Iglesia de Roma el enemigo a derrotar para que prevaleciera una voluntad colectiva representada en la figura del Príncipe, como la manera mediante la cual las clases subalternas se harían protagonistas de la formación de un Estado territorial a través del cual se difundiese el Renacimiento como fenómeno de masas. La difusión del Renacimiento como fenómeno de masas podría ser la generadora de una civilización de hombres universales, como Gramsci percibía en Leonardo da Vinci.

Sorel señalaba a los intelectuales y políticos de las clases dominantes como partícipes de un mismo bloque histórico, pero precavía a la clase de los productores contra la generación de intelectuales o dirigentes que podrían llegar a ser beneficiarios de otras formas de dominación. De ahí su anti-jacobinismo, su postura de ruptura de la vida política e intelectual de los dominantes, y su negación de la forma partido político. Gramsci, que en su juventud tuvo una visión bastante emparentada a esa, en los Cuadernos pasa a ver al jacobinismo precisamente como la acción de un grupo dirigente generado orgánicamente en vinculación con las clases subalternas, aunque en grados y medidas diferentes.

En su diálogo con Sorel (mediado por Maquiavelo), Gramsci concibe el partido revolucionario, intelectual orgánico colectivo, conformado como instrumento concreto capaz de canalizar la rebeldía de los subalternos, de recomponer los fragmentos ideológicos de rechazo del orden, promover una reforma moral e intelectual que niegue la subalternidad, concibiendo un nuevo proyecto de vida social. La rebeldía espontánea de las clases subalternas es conducida hacia un proyecto de hegemonía, y no librada al espontaneísmo, como en Sorel.

Continuando la interlocución con Sorel, siempre en el cuaderno 13, Gramsci discute cómo las diversas formas de sindicalismo y corporativismo mantienen la condición subalterna de la clase obrera, precisamente por no colocar en el horizonte el problema de la hegemonía, imprescindible para la formación de un nuevo orden, de un nuevo Estado. El límite teórico del sindicalismo corporativo -incluso en la vertiente revolucionaria soreliana- es el economicismo, ante todo porque reproduce la visión de la vida social que es propia del liberalismo, de la ideología de la clase dominante. Al identificar todo lo político como instancia de dominación de clase en el poder, el sindicalismo revolucionario reconoce como real la falsa dicotomía entre lo económico y lo político, entre la sociedad civil y el Estado. De modo que el sindicalismo es una variante del economicismo, es ideología de una clase que continúa siendo subalterna: el sindicalismo teórico

"en la medida en que se refiere a un grupo subalterno, al cual con esta teoría se le impide llegar a ser alguna vez dominante, desarrollarse más allá de la fase económico-corporativa para elevarse a la fase de hegemonía ético-política en la sociedad civil y dominante en el Estado".[23]

En la teoría y en la acción política "la lucha puede y debe librarse desarrollando el concepto de hegemonía",[24] condición para que la clase obrera pueda emanciparse de la situación de subalternidad. ¿Qué puede significar esta afirmación? Que la condición subalterna sólo puede ser superada en la medida en que la clase obrera asume la perspectiva de la totalidad.

Asumir la perspectiva de totalidad comporta dos significados plausibles, que se completan. El primero sería que la clase obrera asume la perspectiva de los intereses del conjunto de las clases subalternas en el proceso de negación de la subalternidad, o sea, en el proceso de emancipación de la explotación y de la opresión, implicando un programa, un proyecto, un momento de construcción. El segundo sería que debería dotarse de una perspectiva cultural y teórica adecuada, que metodológicamente parta del principio que "economía" y "política", sociedad civil y Estado son una misma y única realidad, que puede ser abordada desde diferentes puntos de aproximación; esta perspectiva de la totalidad no podría ser otra que la ofrecida por la filosofía de la praxis.

Es cierto que las clases subalternas no son sólo la clase obrera y el campesinado, incluso cuando se la discusión gira en torno de la crítica al capitalismo, si bien mucho dependa del grado y de la fase de desarrollo en que se encuentra determinada nación o pueblo. Los artesanos también son sobrevivientes del orden feudal, así como lo son estratos de comerciantes o de intelectuales tradicionales. Todos estos grupos sociales son subalternos y tienden a sufrir la hegemonía burguesa, "la iniciativa de la clase dominante". Lo mismo ocurre con la clase obrera, con el proletariado industrial, a no ser por un punto decisivo: la clase obrera produce la plusvalía de la cual el capital se alimenta, y es capaz, aunque con enormes dificultades, de producir también intelectuales orgánicos y cultura crítica. Por otro lado, "la masa de los campesinos, por más que desempeñe una función esencial en el mundo de la producción, no elabora sus propios intelectuales ‘orgánicos’ y no ‘asimila’ ningún estrato de intelectuales ‘tradicionales’, (…)".[25]

Cabría entonces a la clase obrera, una clase subalterna particular, agrupar al conjunto de las clases subalternas para la lucha contra el capitalismo y por un nuevo orden social. Para eso era imprescindible conocer / transformar sus culturas particulares y fragmentarias que se expresaban como folklore, como religión, como sentido común y por medio de un "progreso intelectual de masas" generar una nueva cultura, involucrada en una nueva hegemonía y de un nuevo bloque histórico. Para todo esto la formación de una camada de intelectuales orgánicos sería imprescindible.

Lo que Gramsci hace, al fin de cuentas, es profundizar y desarrollar la fórmula política del frente único y de la alianza obrero-campesina, con las cuales trabaja en el período carcelario. Solamente una coalición del conjunto de las clases subalternas, orientadas por la clase obrera y sus intelectuales orgánicos -el Príncipe moderno- podría constituirse en fuerza antagónica y alternativa al capitalismo.

Así, el conjunto de las clases subalternas, negando su condición por medio de una reforma moral e intelectual, y con su asociación de voluntades, se transformaría en una nueva sociedad civil (y en un nuevo Estado), materializando una nueva hegemonía. Cuando habla de nueva sociedad civil y de nuevo Estado, Gramsci supone el Estado obrero, el Estado socialista. Este Estado es obra del conjunto de los grupos sociales que se emanciparon de la subalternidad y que alcanzaron el estatuto de constructores e una nueva civilización.

5. Gramsci en Fórmia.

Un indicio fuerte de esta lectura se encuentra precisamente en el desarrollo del trabajo de Gramsci después de ser transferido desde la cárcel de Turi hacia la clínica de Fórmia. Retoma entonces, en el cuaderno 22, el proyecto de reflexión crítica sobre el americanismo y fordismo, que parecía haber sido dejado a tras, apuntado a insistir y mostrar la importancia crucial de la clase obrera en el mundo moderno.

Si en los cuadernos 25 y 27 Gramsci trata de la historia y de la cultura de los grupos subalternos que subsisten, en el cuaderno 22 se explaya sobre lo novíssimo producido por el capitalismo: el americanismo fordista. El americanismo fordista es para Gramsci un intento de anular la ley tendencial de la caída de la ganancia capitalista, y por tanto "las fuerzas subalternas, que deberían que ser ‘manipuladas’ y racionalizadas según los nuevos fines, necesariamente resisten".[26] Aquí la iniciativa de la clase dominante es de tal orden que "la racionalización ha determinado la necesidad de elaborar un nuevo tipo humano, conforme el nuevo tipo de trabajo y de proceso productivo".[27] La clase obrera fordista está todavía siendo elaborada por la iniciativa hegemónica de la burguesía, de modo que no se mostró todavía capaz de crear superestructuras de clase que la lleven a plantear la cuestión de la hegemonía. En verdad, dadas las condiciones en que se implantó el fordismo "la hegemonía nace de la fábrica y no tiene necesidad de ejercerse más que por una cantidad mínima de intermediarios profesionales de la política y de la ideología".[28] Esto es: la novísima clase obrera todavía está en construcción, no es y aún está lejos de ser una clase en condiciones de plantearse la disputa de la hegemonía. Por el momento es aún un grupo subalterno, una clase subalterna que no consigue unificarse y mucho menos ser el núcleo de un arco de alianzas que exprese el frente único de las clases subalternas. Por un lado es mucho más avanzada que la clase obrera rusa que hizo la revolución socialista o la clase obrera italiana que llevó a la práctica la tan marcante experiencia de los consejos de fábrica, pero por otro lado es una fuerza política y cultural apenas potencial y muy embrionaria. La racionalización capitalista de la producción bajo la forma taylorista y fordista, como avance del maquinismo y el automatismo, genera una situación contradictoria de profundización de la alienación y de creación de condiciones para la negación de la subalternidad obrera. Crea condiciones para que el individuo trabajador se apropie parcialmente de la técnica productiva, pero lo aísla y fragmenta como clase obrera.

En el cuaderno 25, Gramsci reproduce con pocos cambios las anotaciones anteriormente hechas y les atribuye el nombre, en ese cuaderno especial, de Al margen de la historia (Historia de los grupos sociales subalternos). El trabajo previsto es significativamente inmenso y Gramsci ofrece apenas algunos pocos indicios, pero la orientación de la investigación está clara y definida. De cierta forma es un contrapunto con el temario del cuaderno 22.

En este cuaderno 25, el & 14 del cuaderno 3 es trascripto con modificaciones. Antes que nada, el título asume el carácter de Criterios metodológicos. Se percibe que la expresión "clases subalternas" es sustituida por "grupos subalternos", pero no desaparece del texto. Ahora Gramsci explicita que la tendencia a la unificación de estos grupos es continuamente destrozada por la iniciativa de los grupos dominantes, de modo que esta tendencia puede ser demostrada sólo en caso de triunfo. Gramsci también explicita mejor el pasaje del cuaderno 3:

Los grupos subalternos sufren siempre la iniciativa de los grupos dominantes, aún cuando se rebelan y sublevan: sólo la victoria "permanente" rompe, y no inmediatamente, la subordinación. En realidad, aún cuando parecen triunfantes, los grupos subalternos están sólo en estado de defensa activa.[29]

Este pasaje es más explícito y al mismo tiempo más amplio y profundo. La expresión "grupos subalternos" se refiere incluso a capas sociales que no pueden ser definidas como clase propiamente dicha, como el caso de grupos intelectuales o incluso a clases que no se formaron todavía como tales. Por otro lado, Gramsci acentúa lo difícil que es romper la subalternidad y el riesgo de ilusionarse con la victoria. Pareciera que aquí Gramsci refleja las dificultades y problemas que se desarrollaron en la URSS.[30]

Gramsci profundiza sus observaciones metodológicas en el & 5 en el cual muestra cabalmente la imposibilidad de hacer una historia (y de hacer política) de las clases subalternas disociadas de la totalidad social, que se expresa a partir del Estado de las clases dirigentes. Dice Gramsci a propósito: "La unidad histórica de las clases dirigentes ocurre en el Estado, y la historia de aquellas es esencialmente la historia de los Estados y de los grupos de Estados". De modo que

la unidad histórica fundamental, por su concreción, es el resultado de las relaciones orgánicas entre Estado o sociedad política y "sociedad civil". Las clases subalternas, por definición, no están unificadas y no pueden unificarse mientras no puedan convertirse en "Estado": su historia, por lo tanto, está entrelazada con la de la sociedad civil, es una función "disgregada" y discontinua de la historia de la sociedad civil y, por este medio, de la historia de los Estados o grupos de Estados. [31]

Las clases subalternas pueden componer un nuevo Estado, una nueva totalidad, precisamente a partir del momento en que niegan la subalternidad y se emancipan. Conocer y transformar son aspectos y momentos de la filosofía de la praxis, de la ciencia de la historia y de la política. Por esto Gramsci enuncia algunos puntos esenciales de investigación para quien se arriesga a hacer historia de las clases subalternas teniendo en mente el proyecto de su emancipación. Aquí historiador no es sólo el especialista en el estudio de los acontecimientos del pasado, sino que lo es el intelectual orgánico que hace la historia junto con las clases subalternas, en el sentido de praxis. Es preciso conocer el origen y el desarrollo de los grupos sociales subalternos, su grado de adhesión al orden existente, su capacidad de imponer reivindicaciones propias, el surgimiento de formaciones de los grupos dirigentes volcados a mantener la subalternidad, el surgimiento de formaciones de grupos subalternos que afirmen sus intereses dentro del orden o que luchen contra la subalternidad.

Al fin de cuentas, Gramsci insiste en el problema planteado en 1923: la necesidad de conocer Italia a fin de transformarla. Y continúa también su diálogo con Sorel. Sólo que ahora su ángulo de visión es mucho más amplio y universal. Para Gramsci, en síntesis: "el historiador debe señalar y justificar la línea de desarrollo hacia la autonomía integral, desde las fases más primitivas, debe señalar cada manifestación ‘espíritu de escisión soreliano’.". Son inmensas, por lo tanto, las dificultades para éste historiador, no sólo debido a la fragmentación de los grupos subalternos, sino en razón de "las repercusiones mucho más eficaces, por estar apoyadas por el Estado, de los grupos dominantes sobre los subalternos y sus partidos."[32]

Gramsci comienza el cuaderno 25 precisamente sugiriendo un trabajo monográfico de investigación. Aborda el fenómeno histórico-social de Davide Lazaretti (1834-1878) un líder rebelde surgido de las capas subalternas de Toscana. Profeta místico, Lazzaretti era también un predicador opositor a la monarquía, tal como la presentaba la Iglesia. Gramsci critica la bibliografía existente sobre ese acontecimiento marcando una tendencia a aislar el hecho, con el fin de que fuese atribuida una naturaleza patológica al personaje central de la trama, ya que "para una elite social, los elementos de los grupos subalternos tienen siempre algo de bárbaro y de patológico."[33] Así, la literatura existente, ciertamente contemporizando con los intereses de las clases dominantes, procuraba

"ocultar las causas del malestar general que existían en Italia después del 70, dando, de los episodios aislados de explosión de tal malestar, explicaciones restrictivas, individuales, folkloristas, patológicas etcétera. Lo mismo ha sucedido mas en grande con el "bandolerismo" meridional y de las islas".[34]

El interés de Gramsci por este episodio particular se encuentra precisamente en la manifestación de "popularidad y espontaneidad", así como

qué tendencia subversiva-popular-elemental podía nacer entre los campesinos a consecuencia del abstencionismo político clerical y del hecho de que las masas rurales, en ausencia de partidos regulares, buscaban dirigentes locales que surgían de la masa misma, mezclando la religión y el fanatismo al conjunto de las reivindicaciones que de forma elemental fermentaban en las zonas rurales.[35]

En las páginas de este cuaderno, Gramsci teje consideraciones sobre aspectos de la historia de los grupos subalternos en la Roma antigua y en la época feudal y destaca que "en el Estado antiguo y en el medieval, el centralismo tanto político-territorial como social (y uno no es sino función del otro) era mínimo". En esta situación "los grupos subalternos tenían una vida propia, autosuficiente, instituciones propias etcétera, y en ocasiones estas instituciones tenían funciones estatales, que hacían del Estado una federación de grupos sociales con funciones diversas no subordinadas". En contraposición, "El Estado moderno substituye al bloque mecánico de los grupos sociales por su subordinación a la hegemonía activa del grupo dirigente y dominante, por consiguiente deroga algunas autonomías, que sin embargo renacen en otra forma, como partidos, sindicatos, asociaciones de cultura". Y refiriéndose al fascismo, Gramsci agrega que "Las dictaduras contemporáneas derogan legalmente incluso estas nuevas formas de autonomía y se esfuerzan para incorporarlas en la vida estatal: la centralización legal de toda la vida nacional en las manos del grupo dominante se hace ‘totalitaria’".[36]

Gramsci evalúa pues que los grupos subalternos de la antigüedad clásica y de la época medieval se acoplaban al grupo dominante, pero tenían una vida propia, normas y padrones culturales propios. En caso de salvarse la dificultad documental, no sería difícil elaborar la historia de estos grupos. En la época burguesa, el Estado tiende a centralizar la actividad de la clase dominante, tiende a coordinar la hegemonía sobre la clase obrera y el conjunto de los grupos subalternos. Estos, a su vez, manifiestan su autonomía por medio de organizaciones económicas, políticas y culturales. El empeño del Estado y de la clase dominante es someter esa autonomía y bloquear el eventual desarrollo del "espíritu de ruptura", camino hacia la negación de la subalternidad, constituyendo la hegemonía.

En la misma línea de reflexión sigue el cuaderno 27, compuesto apenas por algunas pocas páginas de Observaciones sobre el "Folklore". Gramsci observa cómo la literatura existente, que es siempre una expresión de la "ciencia" de las clases dominantes, concibe a la Ciencia del Folklore apenas como una colección de informaciones pintorescas que pueden manifestarse como conocimiento erudito. Para Gramsci, sin embargo, el Folklore debería ser estudiado, tal como entienden ciertas corrientes de la Antropología, como cultura, o más específicamente como cultura popular. Dice entonces Gramsci sobre el Folklore:

Habría que estudiarlo, por el contrario, como "concepción del mundo y de la vida", implícita en gran medida en determinados estratos (determinados en el tiempo y en el espacio) de la sociedad, en contraposición (también esta por lo general implícita, mecánica, objetiva) con las concepciones del mundo "oficiales" (o en sentido más amplio, de las partes cultas de la sociedad históricamente determinadas) que han sucedido en el desarrollo histórico. (De ahí la estrecha relación entre folklore y "sentido común", que es el folklore filosófico). Concepción del mundo no sólo no elaborada y sistemática, porque el pueblo (o sea el conjunto de las clases subalternas e instrumentales de toda forma de la sociedad que hasta ahora ha existido) por definición no pueden tener concepciones elaboradas, sistemáticas y políticamente organizadas y centralizadas en su desarrollo, aunque éste sea contradictorio, sino incluso múltiples -no sólo en el sentido de distinto y yuxtapuesto, sino también en el sentido de estratificado desde lo más burdo hasta lo menos burdo sino es que además debe hablarse de un conglomerado indigesto de fragmentos de todas las concepciones del mundo y de la vida que se han sucedido en la historia, de la mayor parte de las cuales, además, sólo en el folklore se encuentran los documentos sobrevivientes mutilados y contaminados.[37]

Este largo y poco claro pasaje bien exige un comentario. En rigor, para Gramsci el Folklore está conformado por la concepción del mundo y de la vida de las clases subalternas. Pero esta concepción del mundo y de la vida también se contrapone a la visión del mundo y de la vida de los grupos dirigentes y, más específicamente de sus intelectuales. Esa contraposición, en general, se da bajo la forma de re-lectura fragmentada de la cultura de los grupos dirigentes en sucesión histórica. Aún más, la concepción del mundo y de la vida de las clases subalternas es múltiple, estratificada, yuxtapuesta y mezclada, ya que estas camadas sociales, por su propia condición, no pueden contar con una visión del mundo y de la vida sistemática y elaborada como Filosofía.

El "sentido común" es el sedimento superior del folklore, por cuanto es folklorización de la Filosofía de las clases dirigentes. Así, la Filosofía y la Ciencia modernas ofrecen continuamente nuevos elementos que se transforman en sentido común, en folklore. Pareciera que lo que Gramsci llama "lorianismo" es precisamente una forma de folklore de la ciencia. Así que "el folklore puede ser comprendido sólo como un reflejo de las condiciones de vida cultural del pueblo, si bien ciertas condiciones propias del folklore se prolongan incluso después de que las condiciones son (o parecen) modificadas o dan lugar a combinaciones extrañas".[38]

La religión es otro elemento conectado con el folklore (y con el sentido común), en especial por configurar una moral. Nótese que en el catolicismo, y también en la vertiente ortodoxa del cristianismo, hay diferencia entre la religión popular (de los simples) y la religión de los intelectuales. En este campo de la moral religiosa también deben ser discernidos los diversos estratos culturales:

los fosilizados que reflejan condiciones de vida pasada y por consiguiente conservadores y reaccionarios, y los que son una serie de innovaciones, a menudo creativas y progresivas, determinadas espontáneamente por formas y condiciones de vida en proceso de desarrollo y que están en contradicción, o solamente son distintas, de la moral de los estratos dirigentes.[39]

Véase cómo en la reflexión de Gramsci aparecen elementos que enriquecen y diversifican el concepto y el entendimiento de folklore. Lejos de ser un universo fijo y estéril, el folklore es presentado como un universo de representaciones ideológicas en la cual la religión, la moral, la ciencia y la filosofía se estratifican y se mezclan, ganando formas diversas y móviles de dominación y de imposición de la subalternidad. Pero Gramsci no deja de notar la presencia del "espíritu popular creativo" en el folklore, creaciones culturales espontáneas que pueden ser elementos de negación de la subalternidad. En el folklore aparecen espontáneamente momentos de autonomía y de antagonismo de los grupos sociales subalternos.

De la misma manera, Gramsci también sugiere que, frente a la filosofía de la praxis, toda la religión y toda la filosofía de las clases dirigentes y de sus intelectuales pueden ser encaradas como folklore, como estratos culturales de un tiempo que debería ser pasado. En verdad, la misma filosofía de la praxis pude registrar aspectos de folklore en su proceso de desarrollo y de difusión. Solamente con la profundización de esta perspectiva crítica es que se podrá inducir

"el nacimiento de una nueva cultura en las grandes masas populares, o sea que desaparecerá la distinción entre cultura moderna y cultura popular o folklore. Una actividad de este tipo, hecha en profundidad, correspondería en el plano intelectual a lo que fue la Reforma en los países protestantes".[40]

6. Consideraciones finales.

Al finalizar este artículo, es posible adelantar algunas conclusiones muy provisorias. Se puede decir, ante todo, que en el conjunto de la obra de Gramsci hay una significativa continuidad de preocupaciones. Desde muy joven, Gramsci apuntó su acción política y cultural hacia el problema de la emancipación, hacia la cuestión de la libertad. Partiendo de una conciencia relativamente difusa de la situación de opresión en que vivía Cerdeña, Gramsci formula un análisis que considera toda la región meridional de Italia como una zona colonial, que hace del campesinado una camada social particularmente sometida. Sin embargo, fue la vivencia con la clase obrera de Turín la que informó a Gramsci de la contradicción y de la explotación capitalista, y maduró en él la convicción de la necesidad del desarrollo del "espíritu de escisión" como condición fundamental de la emancipación del trabajo.

Así, desde sus acciones y reflexiones sobre los consejos de fábrica, en 1919-1920, hasta el estudio sobre el americanismo-fordismo contenido en el cuaderno 22, de 1934, Gramsci estuvo sumergido en la cuestión de la emancipación de la clase obrera. En verdad, incluso antes, cuando escribía artículos periodísticos de crítica cultural, literaria y artística, la reflexión de Gramsci mantenía este objetivo y desde luego le hizo comprender que la emancipación no podría jamás limitarse pura y simplemente a un cambio de las condicione materiales o jurídicas, y que incluso esto exigiría una capacidad de auto-organización, de auto-educación y de autonomía de las masas ejercitando y desarrollando el "espíritu popular creativo".

Se puede decir que incluso antes de la fundación del Partido Comunista en 1921, en el despertar cultural y teórico de Gramsci ya se encontraban presentes los elementos que le posibilitarán el desarrollo teórico realizado luego y culminaría en los Cuadernos de la cárcel. En su rol de dirigente del PCI, Gramsci persiguió el objetivo de emancipar a la clase obrera de la ideología reformista positivista que garantizaba la subalternidad obrera y también contribuía fuertemente a mantener la situación de opresión a la que estaban reducidos los campesinos. Desde el comienzo (aún con Bordiga) se preocupó por la unificación de la clase obrera, pero luego su campo de visión se amplió y se focalizó en la cuestión de la alianza obrera-campesina y en el problema de la unificación de las clases explotadas y oprimidas bajo el capitalismo. Fue el momento de ruptura con Bordiga y de traducción de Lenin a la particularidad italiana en el contexto del capitalismo.

Gramsci era ya consciente del modo en que los intelectuales socialistas eran subalternos a las clases dirigente y cómo servían de intermediarios en el mantenimiento de la clase obrera en una situación de impotencia. Reflexionaba cada vez con más atención en el papel de los intelectuales en la conservación de la situación de atraso del Mezzogiorno. Sin que la clase obrera formase sus propios intelectuales y sin que se desorganizase el bloque intelectual meridional, la emancipación de los trabajadores no sería posible. En vísperas de ser encarcelado, Gramsci había concebido ya una estrategia para la revolución anti-fascista y anticapitalista, sintetizada en la fórmula política del frente único y de la alianza obrero-campesina.

En la cárcel, Gramsci profundizó y amplió notablemente su línea de reflexión e investigación. Percibió la enorme diversidad del mundo campesino, su riqueza cultural, las manifestaciones del "espíritu popular creativo", en busca siempre de virtualidades antagónicas del campesinado y de la cultura popular que pudiesen enriquecer la alianza con la clase obrera que propugnaba Gramsci. De igual forma, Gramsci amplió su radio de visión, avizorando a partir de la cuestión meridional italiana, una cuestión meridional planetaria, conformada por una inmensa y diversificada zona colonial. De allí la importancia cultural y política del estudio de la lingüística, del folklore y de otros temas que se propuso abordar en su vida de prisionero del fascismo.

Gramsci notó también que la propia clase obrera era de una composición histórica y social diferenciada. No era la misma en Rusia, en Alemania, en Italia o en los Estados Unidos. Por evidente que pueda parecer esta afirmación, en ella está implícita una cuestión de método muy importante y con implicaciones políticas bastantes serias. Evaluar el origen social e histórico, la experiencia pretérita de lucha y cultura popular es importante en el proceso de constitución de la clase obrera en si misma, de su capacidad de elevarse culturalmente y proponer una nueva hegemonía, superando la subalternidad.

Pareciera que Gramsci percibió en la cárcel que la clase obrera de Europa, con toda su diversidad, había sido derrotada en 1921 y que la "época de la revolución pasiva" que entonces se iniciara, entre otras cosas, tendía a remodelar el perfil de la clase obrera, como "iniciativa de los grupos dominantes". Era el caso ejemplar del americanismo-fordismo con su potencial universalizante en el contexto del capitalismo. La clase obrera había sufrido una grave derrota histórica y comenzaba a ser recompuesta bajo el padrón fordista-taylorista de producción capitalista y la misma URSS se encontraba en una etapa "económico-corporativa", o sea, en una etapa muy primaria de transición socialista.

¿No sería entonces oportuno ampliar y profundizar el campo de visión analítica, tanto de la clase obrera como del campesinado y de la intelectualidad, todos ellos grupos sociales en mutación y viviendo tiempos históricos diferentes, y pasar a utilizar un concepto más amplio, más abarcativo, como el de clases subalternas o de grupos sociales subalternos? El problema teórico-práctico continuaba siendo el mismo, pero consciente ahora del grado inmenso de complejidad: cómo forjar un frente único de las clases subalternas teniendo en vista su emancipación de la explotación y opresión del capital, partiendo de su diversidad y fluidez y de la producción de siempre nuevas formas de folklore, que pasó a ser conocida como cultura de masas. Categorías fijas e inmutables poco o nada contribuirían para la construcción del devenir histórico.

Creo que el método de Gramsci, su historicismo radical, creó condiciones no sólo para que su obra fuese mal entendida o incluso manipulada, sino para que algunas de las categorías utilizadas encontraran otros usos que nada tenían que ver con los objetivos del autor sardo. Pero, por otro lado, la fluidez de los grupos subalternos percibida por Gramsci en el momento que escribía, tiene semejanzas significativas con el mundo de hoy, cuando mucho se habla de la crisis del movimiento obrero, de la sociedad del trabajo, del fordismo, cuando se pone en discusión la misma existencia de una clase obrera. La fluidez de la lucha social, la existencia de movimientos de grupos subalternos de lo más variados, localizados o globalizados, permiten que Gramsci viva en el siglo XXI y nos coloque el desafío de develar lo novíssimo, que podría (o no) conducir a la formación del frente único de las clases subalternas del capitalismo mundializado como Imperio. Pero condición para que esto ocurra es que la misma filosofía de la praxis no sea tomada como una especie de folklore.[41]

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MONAL, Isabel. Gramsci, a sociedade civil e os grupos subalternos. In: VVAA. Ler Gramsci, entender a realidade. (organização de Carlos Nelson Coutinho e Andréa de Paula Teixeira). Rio de Janeiro: Civilização Brasileira, 2003, p. 189-200.


* Artículo enviado por el autor, traducido al castellano para Herramienta por Raúl Perea y revisión de Aldo Casas.

** Profesor de Ciencias Políticas de la UNESP-EFC, Presidente del Instituto Atrojildo Pereira, integra el consejo de redacción de la revista Novos Rumos y el consejo asesor de Herramienta.

[1] Bobbio, Norberto. Gramsci e la concezione della societá civile. In: AAVV. Gramsci e la cultura contemporánea. Roma: Riuniti, v.1, 1969, p.75-100.

[2] Angeli, Pietro. Gramsci, De Martino e la crise della scienza del folklore. In: AAVV. Antonio Gramsci el il "progresso intellettuale di massa". (acura de Giorgio Baratta e Andrea Catone). Milan. Unicopli, 1995, p 53-78

[3] Buttigieg, Joseph A. I "subalterni" nel pensiero di Gramsci. In: AAVV. Gramsci e la rivoluzione in Occidente. (a cura di Alberto Burgio e Antonio Santucci). Roma: Riuniti, 1999,p.193-204

[4] Curti, Lidia. Percorsi di sualternitá: Gramsci, Said, Spivak, In: AAVV. Esercizi di potere: Gramci, Said el il postcoloniale. (a cura di Iain Chambers). Roma:Maltemi, 2006, p. 17-26

[5] Del Roio, Marcos. Os Prismas de Gramsci: a fórmula política da frente única (1919-1926). San Pablo:Xama, 2005, cap.1

[6] Lenin, Vladimir. La enfermedad infantil del "izquierdismo" en el comunismo. In: Obras escogidas en doce tomos. Moscú:Progreso, Tomo XI, 1976, p.01 - 100.

[7] Gramsci, Antonio. Operai e contadini. L’Ordine Nuevo, anno I, nº 12, 02 agosto, 1919. In Disgregaziones sociale e rivoluzione: scritti sul Mezzogiorno. (a cura di Francesco Biscione). Napoli:Liguori, 1995, p.93

[8] Gramsci, Antonio. Che fare?. In Per la veritá: Scritti (1913 - 1926) (a cura de R. Martinelli) Roma: Riuniti, 1964, p. 268-269

[9] Gramsci, Antonio. Alcuni temi della cuestione medidionale. Lo Stato Operario, anno IV, nº 01, 1930. In Disgregazione sociale e rivoluzione: scirtti sul Mezzogiorno (a cura de Francesco Biscione). Nápoles: Liguori, 1995.

[10] Idem, ibídem, p. 174.

[11] Gramsci, Antonio. Lettera a Tánia, 19 diciembre 1926. In:---Lettere del cárcere (1926-1930. A cura di Antonio Santucci) Palermo: Sallerio, 1996, p.19

[12] Gramsci, Antonio. Lettera a Tánia, 7 gennaio 1927. In: Ibidem, p. 32

[13] Gramsci, Antonio. Lettera a Tánia. 11 aprile 1927. In: Ibidem, p. 70.

[14] Gramsci, Antonio. Lettera a tánia, 19 marzo 1927. In:Ibidem, p. 56

[15] Este pasaje en particular, como también el conjunto del texto se debe al estimulante diálogo con Giorgio Baratta, cuyo punto de partida puede ser visto en Baratta, Giorgio. Le rose e i quaderni: il pensiero dialógico de Antonio Gramsci. Roma:Carocci, 2003, p. 32-35

[16] Gramsci, Antonio. Quaderni del cárcere (a cura di Valentino Gerranata). Torino:Einaudi, Seconda edizione, 1977, Q. 3 & 14, p. 299-300 (en la edición en castellano de ERA/Universidad de Puebla: vol. 2, pag. 27).

[17] Idem, ibídem.

[18] Gramsci, Antonio. Q 13, & 24, p. 1613. (ERA/UP: vol. 5 pag. 60).

[19] Lo mismo puede ser dicho de la categoría de "revolución pasiva", que está fuera de los objetivos del presente escrito.

[20] Gramsci, Antonio. Q. 13, & 1, p. 1537 (ERA/UP: vol. 5 pag. 15).

[21] Ibidem. Q. 13, & 1, p. 1558 (ERA/UP: vol. 5 pag. 15).

[22] Q. 12, & 1, p. 1513 - 1514 (ERA/UP: vol. 4 pag. 354).

[23] Ibidem, Q. 13 & 18, p. 1590. (ERA/UP: vol. 5 pag. 41).

[24] Ibidem, Q. 13 & 18, p. 1595 - 1596. (ERA/UP: vol. 5 pag. 46)

[25] Ibidem, Q. 12 & 1, p. 1514. )ERA/UP: vol. 4 pag. 354).

[26] Ibidem, Q. 22 & 1, p. 2139. (ERAUP: vol. 6 pag. 61).

[27] Ibidem. Q.22, & 2, p. 2146.(ERA/UP: vol. 6 pags. 66/7)

[28] Ibidem, Q.22, & 2, p. 2146.

[29] Ibidem, Q. 25. & 2, p. 2283 - 2284. (ERA/UP: vol. 6 pag. 178/9).

[30] Es bueno recordar que una referencia aislada muy poco puede garantizar, pero si observamos otras líneas de los Cuadernos en los cuales Gramsci sugiere que la URSS está en un nivel "económico-corporativo", se advierte que considera que la subalternidad no había sido efectivamente vencida en aquellos países.

[31] Gramsci, Antonio. Q. 25, & 5, p. 2288. (ERA/UP: vol 6. pag. 182).

[32] Ibidem, Q. 25, & 5, p. 2288-89. (ERA/UP: vol. 5 pag. 183).

[33] Ibidem, Q.25, & 1, p. 2279. (ERA/UP: vol. 5 pag. 175).

[34] Ibidem, Q. 25 & 1, p. 2280.

[35] Ibidem, ibídem, p. 2280 (bis) (ERA/UP: vol. 5 pag. 176).

[36] Ibidem, Q. 25, & 4, 2287 (ERA/UP: vol. 5 pags. 181/2).

[37] Ibidem, Q. 27, & 1, p. 2311-2312 (ERA/UP: vol. 5 págs. 203/4).

[38] Ibidem, Q. 27, & 1, p. 2312 (ERA/UP: vol. 5 pág. 204).

[39] Ibidem. Q. 27, & 1. P.2313 (ERA/UP: vol. 6 pag.204/5)

[40] Ibidem, Q. 27, & 1, p. 2314 (ERA/UP: vol. 6 pags. 205/6).

[41] MONAL. Isabel. Gramsci, a sociedade civil e os grupos subalternos. In: VVAA. Ler Gramsci, entender a realidade. (organizado por Carlos Nelson Coutinho e Andréa de Paula Teixeira). Rio de Janeiro: Civilização Brasileira, 2003, p. 189-200.

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