Se harán mil discursos, ensayos, artículos, libros, apologías y criticas, ríos de palabras. Pero para nosotros, la generación de los 70, parafraseando a E. Hobsbawm, el largo siglo XX parece haber terminado el viernes 25 de noviembre en un lugar de La Habana. Para quiénes vivimos como militantes ese período, la Revolución cubana formó, de manera excepcional, nuestro imaginario, fue un sueño vuelto realidad, el socialismo en el continente ya no era un hipótesis a demostrar, una posibilidad basada en el determinismo histórico de manual, era un maravilloso camino ya iniciado.
En esa isla tropical, la mayor de las Antillas, la de haciendas y casinos, de guajiros hambrientos , del son y el ron, de la pachanga y la jarana, la de la zafra de azúcar amarga, la que primero fue española y luego yanqui, como escribió Guillen, subvirtiendo las leyes de la física política, se rompió la cadena.
Como no conmoverse, siendo adolescente, ante los relat os de esos tozudos barbudos que arribando en un barquito imposible, por fin, habían logrado dar vuelta la tortilla en estas tierras mancilladas por tantas humillaciones, despojos y ultrajes. No en cualquier sitio remoto, lo hicieron allí en las narices del imperio, a solo 90 millas, en esa isla 80 veces mas pequeña que su inmenso, voraz e insaciable país, plantaron bandera y le pagaron una paliza memorable al águila rapaz y a sus mercenarios.
Porque hasta 1959 solo hubo ensayos, pero un primero de enero, en eso llego Fidel, y se acabo la diversión, pero empezó la alegría, la alegría de saber que era cierto. Con ellos se terminaron los apellidos, para todos eran solo Fidel, Camilo, el Che, Raúl, nuestros compañeros de lucha. Camilo primero, luego el Che, ambos caídos prematuramente, en un accidente y en una odisea boliviana sin destino, dejaron al Caballo, al Comandante, sin sus compadres de la Sierra Maestra. Tuvo que conducir frente a un férreo cerco económico y diplomático apoyado por los gobiernos lacayos, pero el odio de la burguesía continental los hizo mas queribles, nos acerco aun más. Esa revolución ilógica, en un sito impensado, despertó amores y pasiones, pero también desconfianza entre quienes no lograban encasillarla, dentro del patrón teorico.
Cuantas imágenes de este hombre impar pasan hoy por mi cabeza, como estudiante lo encontró el Bogotazo, asalto el cuartel Moncada en el Santiago que lo vio nacer, paso mil noches en la sierra organizando y luchando con el Ejercito Rebelde que creo desde un puñado de locos, entro triunfal en La Habana corriendo al sanguinario Batista. Estuvo en el frente, junto a sus milicianos, en la batalla de Playa Girón, lo veo en esa foto, ágil y vigoroso, saltando de un tanque, en plena batalla. Lo escucho hablando en su plaza, la de la Revolución, en la ONU cautivando la atención hasta de sus enemigos, en los foros del Movimiento No alineados, en cientos de abrazos fraternos con quienes tomaron partido por los pueblos del mundo.
Lo vi de cerca por primera vez en 1978, en el Festival Mundial de la Juventud y los estudiantes, llegamos a La Habana pasando por Panamá, donde su amigo el Gral. Torrijos, poco tiempo después victima de un atentado, nos recibió en el complejo Patria, el mismo escenario donde unos meses antes se había firmado el acuerdo que le devolvía al país del istmo la soberanía sobre el Canal. En la inauguración del Festival lo escuchamos desplegando ese magnetismo gesticulante que seducía sin excepción, nuestros cuerpos empapados por un chubasco tropical eran toda emoción. Nos unía el anti-imperiasmo y la fe, en la victoria, fe, que como tal excedía a la razón. Recuerdo su convocatoria a los jóvenes a ser protagonistas de la hermosa misión de cambiar el mundo. Nosotros veníamos del Cono Sur, región sometida a las dictaduras del terrorismo de Estado, Fidel, que conoció personalmente a Salvador Allende y a otros muchos militantes victimas de la represión en nuestros países, supo sumar a su compromiso solidario, una mirada optimista, nos señaló la importancia del triunfo de Viet Nam, de la independencia de las colonias africanas, la lucha del Frente Sandinsta que estaba a poco de derrotar la dictadura Somocista, las manifestaciones de millones de jóvenes por la paz y un mundo sin armas nucleares.
Asombró siempre su capacidad de pasar del detalle a la cosmovisión, de la particularidad a lo universal, su preocupación permanente, ante cualquier interlocutor, por conocer y opinar sobre los principales acontecimientos que atravesaban el mundo. Fue un fiscal implacable del imperialismo y la barbarie del capital, ejerció el internacionalismo, no solo verbal, miles de cubanos fueron protagonistas decisivos junto a los angoleños, en la batalla de Cabinda, donde el ejército Sudafricano sufrió una tremenda y definitiva derrota, que abrió las puertas a la independencia de Namibia y al fin del apartheid. Los médicos cubanos han salvado miles de vidas en distintos rincones de América y África sin reclamar nada a cambio, solo humanismo socialista.
Muchos pensaron que el derrumbe de la URSS sería el final de la experiencia cubana, sus enemigos le ponían fecha cierta y adelantaban el festejo, subestimaron nuevamente la potencialidad de esa gesta. Años durisimos, bloqueo y casi sin ayuda exterior, la vida cotidiana se volvió un tormento, comer, viajar, tener electricidad o insumos básicos, se transformaron en desafíos al ingenio y también en frustración, realmente estuvieron en el horno, nuevamente pasaron la prueba, pero a un costo enorme, sobre todo para una juventud que solo vivió esa experiencia agobiante. Cuantos pueblos podrían soportar semejante esfuerzo sin quebrarse. Fidel se sostuvo allí, porque el socialismo valía la pena y no solo para los cubanos.
Fidel, el increíble sobreviviente a cientos de intentos de la CIA para eliminarlo, en su ultima aparición pública en el Congreso de PCC, poco después de cumplir 90, y en un inusualmente breve discurso, agitando como siempre su largo dedo, insistió en el tema que más le preocupaba: “si no logramos terminar con el capitalismo el capitalismo terminara con la humanidad y la vida en el planeta”. Sabiendo que le quedaba poco tiempo, porque como reconoció serenamente, nos llega a todos, cerró por primera vez sus palabras, con una que seria premonitoria: FIN.
Podríamos preguntarnos. ¿Habría Revolución sin Fidel?,¿ Como seria Cuba sin Revolución? ¿Cuantos cubanos tendrían hoy educación y salud ?.¿ Que hubiese pasado si los yanquis la derrotaban ?. ¿Debía haber sido critico con la URSS?¿ Como seria el siglo XX sin Fidel y sin Cuba revolucionaria?¿ Existía un camino distinto para el socialismo a la cubana? Algunas respuestas podremos imaginar, otras serán solo ucronias. Pero la certeza es que allí estuvo y aun está, también para aprender de sus errores.
Como todo experimento social, original y sometido a prueba sistemáticamente, admite la necesaria critica, fraterna pero sin eufemismos. No pretendo soslayar los análisis reflexivos, sobre las distintas posiciones y actitudes tomadas en más de medio siglo, de sus innegables logros, de la dignidad y el valor de su lucha, de sus fracasos, de sus rectificaciones, de sus contradicciones, opacidades, excesos y frustraciones, del personalismo y hasta de caprichos inexplicables, pero en el balance de una vida, de una época, su historia, la de Fidel y la Revolución, seguirán iluminando caminos en este tiempo oscuro, como alumbró la esperanza de nuestra generación.