22/12/2024

Ernst Bloch: Tendencias y latencias de un pensamiento. Presentación

Por , Vedda Miguel

Defendido, cuestionado o menoscabado, Ernst Bloch se encuentra entre los pensadores más originales y provocadores de la tradición marxista occidental. Sus propuestas en los campos de la estética, la epistemología, la historia de la filosofía o la teología constituyen genuinos aportes al marxismo; ante todo, si pensamos en la inocultable relevancia que para este poseen –por ejemplo– las consideraciones blochianas sobre la génesis del fascismo, las teorías acerca de la asincronía y la sobrecompensación, las críticas a la metapsicología freudiana o la íntegra reflexión en torno a la dimensión de lo todavía no consciente y lo todavía no devenido. Agudo intérprete de Aristóteles y Giordano Bruno, de Jakob Böhme y de Hegel, Bloch ha logrado también construir una fundamentación teórica del expresionismo, una filosofía de la música que ejerció una fructífera influencia sobre Adorno, y un concepto de realismo abierto que se contrapone con las visiones reduccionistas y dogmáticas sostenidas por los impulsores del “realismo socialista”. Al mismo tiempo, Bloch ha creado un estilo inconfundible, minucioso e intrincado, que ha hecho de él uno de los grandes prosistas alemanes del siglo XX. Refiriéndose a su lectura juvenil de Espíritu de la utopía –la opera prima blochiana–, ha escrito Adorno:

Tuve –con la nebulosidad con que percibe un joven de diecisiete años tales fenómenos– el sentimiento de que aquí la filosofía se había sustraído a la maldición de lo oficial. También intuí dónde se había refugiado: en una interioridad que no persiste en sí misma y se postula como intimidad idílica, sino través de la cual la mano pensante conduce hacia una plenitud de contenido que no proporcionan ni la vida externa –que, de acuerdo con la teoría de Bloch, es siempre menos de lo que podría ser–, ni la filosofía tradicional, que, como intentio obliqua, retrocede precisamente ante el contenido que el adepto espera para sí. Era una filosofía que no tenía por qué avergonzarse de la literatura avanzada; que no se amoldaba a la abominable resignación del método.[i]

A partir de esta reluctancia a amoldarse a lo fijo y –para retomar la expresión adorniana– a la maldición de lo oficial se explica, en buena medida, el interés que despertó la filosofía de Bloch sobre autores tan variados como György Lukács y Walter Benjamin, Theodor Adorno y Siegfried Kracauer; también el ascendiente que ejerció sobre Rudi Dutschke, Martin Walser, Hans Mayer o Fredric Jameson.

Compuestos por investigadores europeos y latinoamericanos, los artículos incluidos en este volumen abarcan múltiples aspectos del pensamiento blochiano; el de Michael Löwy destaca las afinidades que Espíritu de la utopía, Thomas Münzer o El principio esperanza presentan, tanto con ciertas expresiones heréticas del mesianismo judío, cuanto con la tradición romántica alemana; dentro de esta última, se detiene a indagar la presencia, en Bloch, de una concepción cualitativa de la naturaleza, consonante con la sostenida, entre otros, por Goethe y Schelling, por Baader y Molitor. Hans Heinz Holz subraya la peculiaridad y originalidad de la filosofía de Bloch, pero refutando, al mismo tiempo, a quienes afirman la esencial incompatibilidad entre dicha filosofía y el materialismo histórico; correspondiente a un período de transición –a un “umbral de época”–, Bloch ha desarrollado aportes sustantivos de los que no puede –ni debe– ya desprenderse el marxismo. Siguiendo líneas, en parte, coincidentes con las de Löwy, Oskar Negt rastrea en Bloch fundamentos para un pensamiento ecologista que postule la necesidad de una alianza con la naturaleza, y que renuncie a asumir, frente a esta, la “perspectiva del domador”; la consolidación de una ética de la responsabilidad debe, a la vez, sustentarse en la salvaguardia de la dignidad humana y en el empeño en subvertir –como decía Marx y repetía Bloch– todas las circunstancias en que el hombre es un ser humillado, esclavizado, abandonado, despreciable. Carlos Eduardo Jordão Machado despliega, a partir de un análisis de Erbschaft dieser Zeit [Herencia de esta época], pero también de remisiones a la influencia de Siegfried Kracauer sobre Bloch, a la importancia que en este posee la teoría de la “no contemporaneidad”, ante todo en las tesis acerca de la génesis y expansión del fascismo, en las tentativas para edificar una “sociología de los empleados”, y en la fundamentación de las vanguardias estéticas.

Karol Sauerland indaga la imagen de Rusia y de la “idea rusa” presente en las obras del joven Lukács y del joven Bloch; destaca en qué medida la imagen de terrorista permea las reflexiones tempranas de ambos filósofos, y avanza algunas tesis respecto de la ulterior evolución blochiana. De la producción juvenil de estos dos autores se ocupa también Miguel Vedda, en un trabajo que se concentra en dos aspectos principales: las teorías del dramas desarrollada en Metafísica de la tragedia de Lukács y en Espíritu de la utopía de Bloch, y las reflexiones de este en torno a Historia y conciencia de clase. Antonino Infranca analiza el Thomas Münzer poniendo el énfasis en la vinculación presente entre las estrategias estéticas empleadas en el tratado y una lectura de la historia que hunde sus raíces en la teoría marxiana; la consideración del libro juvenil de Bloch abre, a la vez, una perspectiva para el análisis del contexto contemporáneo. Werner Jung realiza un estudio minucioso de las divergencias, pero también –y ante todo– las afinidades existentes entre las ontologías del viejo Lukács y el viejo Bloch; la comparación de la Ontología del ser social y Experimentum Mundi permite entrever una posible complementación entre ambas obras. Arno Münster establece un novedoso contrapunto entre las figuras de Bloch y Günter Anders: si el pesimismo radical del segundo se entiende sobre el trasfondo de un mundo signado por la amenaza de la aniquilación del planeta merced al empleo de armas atómicas, el utopismo del primero propone un optimismo que, sin embargo, no excluye la posibilidad de la desesperación; en contra de interpretaciones banales, la docta spes blochiana es algo muy diferente de un mero wishful thinking. Martín Salinas extrae de la “estética de la pre-apariencia” blochiana las bases para la cimentación de un concepto abierto de realismo, que rompa con la reproducción mecánica de lo real, que se oriente hacia la exploración e incluya, en su seno, el horizonte de lo posible. El ensayo de Silvia Labado, estableciendo relaciones con el Diario del joven Lukács, pero también con diversas obras literarias, ofrece un lúcido comentario acerca del Recordatorio de Else Bloch-von Strizki, en un estilo que hace plena justicia a los méritos de la escritura blochiana.

El editor querría expresar su agradecimiento a Michael Löwy, Hans Heinz Holz, Oskar Negt, Carlos Eduardo J. Machado, Karol Sauerland, Antonino Infranca, Werner Jung y Arno Münster, por haber concedido gentilmente la autorización para que sus contribuciones fueran traducidas al castellano y editadas en este volumen.

Miguel Vedda


El presente volumen ha sido en parte financiado gracias al subsidio concedido por la Secretaría de Ciencia y Técnica de la Universidad de Buenos Aires al proyecto de investigación Ubacyt “Ernst Bloch, György Lukács y la literatura alemana moderna” (Programación Científica: 2004-2007; director: Miguel Vedda).

[i] “Henkel, Krug und frühe Erfahrung”, Noten zur Literatur. Gesammelte Schriften, Hrsg. von Rolf Tiedemann unter Mitwirkung von Gretel Adorno, Susan Buck-Morss und Klaus Schultz. Darm­stadt: Wissenschaftliche Buchgesellschaft, 1998, Bd. 11, pp. 556-566; aquí, p. *; mi traducción.

Ernst Bloch nació el 8 de julio de 1885 en Ludwigshafen (Alemania). Estudió filosofía, física, germanística y música en Múnich y Würzbug. En Berlín asistió a los cursos de Georg Simmel, donde conoció a György Lukács, con quien mantuvo durante varios años una intensa amistad, ante todo durante el período de Heidelberg (1911-1915). Entre 1917 y 1919 residió en Suiza; durante la década de 1920, se instaló nuevamente en Berlín, donde vivió ante todo como escritor independiente. Entre sus amistades de esta época se encuentran S. Kracauer, W. Benjamin, Th. W. Adorno y B. Brecht. En 1933 abandonó Alemania, a raíz del ascenso del nazismo; emigró a Suiza, luego a Austria, Francia y Checoslovaquia. En 1938, se trasladó a los EE.UU., donde permaneció once años. En 1949 se instaló en la RDA; desde entonces, y hasta 1957, fue catedrático de Filosofía en la Universidad de Leipzig. Cuando en 1961, comenzó a construirse el muro de Berlín, Bloch, que estaba dando un ciclo de conferencias en la RFA, decidió quedarse en este país. Fue designado Profesor de Filosofía en la Universidad de Tubinga. En 1967 recibió el Premio de la Paz de la Sociedad Alemana de Editores. Murió en Tubinga el 4 de agosto de 1977.

Bloch se encuentra entre los más importantes exponentes del llamado “marxismo occidental”. Entre sus obras más relevantes se encuentran Espíritu de la utopía (1918; 2ª versión: 1923), Thomas Münzer, teólogo de la revolución (1921), Rastros (1930), Herencia de esta época (1935), El principio esperanza (1954-1959), Derecho natural y dignidad humana (1963), Introducción a la filosofía de Tubinga (1963), El ateísmo en el cristianismo (1968), El problema del materialismo, su historia y sustancia (1972) y Experimentum Mundi (1978).

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