23/11/2024

Entrevista a Noam Chomsky, Radio B92, Belgrado

Por Chomsky Noam , ,

22 de septiembre de 2001

Radio B92, Belgrado - Znet

¿Por qué piensa que tuvieron lugar estos ataques?

Para responder a esta pregunta primero debemos identificar a los que perpetraron los crímenes. Por lo general se supone, verosímilmente, que su origen está en Oriente Medio, y que los ataques probablemente estén ligados a la red de Osama Bin Laden, una organización extensa y compleja, sin duda inspirada por Bin Laden, pero no necesariamente actuando bajo su control.

Supongamos que esto sea verdad. A continuación, para contestar a su pregunta, cualquier persona mínimamente sensata intentaría indagar los puntos de vista de Bin Laden, y los sentimientos del gran número de seguidores que tiene en todo Oriente. Acerca de esto, tenemos abundante información. Bin Laden ha sido entrevistado en los últimos años en numerosas ocasiones por reputados especialistas en Oriente Medio, notablemente por el más eminente de los corresponsales en la región, Robert Fisk de The Independent (Londres), que tiene un conocimiento íntimo de toda la región y una experiencia directa de décadas. Bin Laden, un multimillonario saudita, se convirtió en un líder islámico militante durante la guerra llevada a cabo para expulsar a los rusos de Afganistán. Fue uno de los muchos fundamentalistas y extremistas religiosos reclutados, armados y financiados por la CIA y sus aliados del servicio de inteligencia pakistaní, para causar el mayor daño posible a los rusos –muy probablemente para retrasar su retirada, según muchos analistas sospechan– aunque no está claro si tuvo o no contacto directo con la CIA, y tampoco es importante. No resulta sorprendente que la CIA prefiriera movilizar a los luchadores más crueles y fanáticos que encontrara. El resultado final fue "destrozar un régimen moderado y crear otro fanático, a partir de grupos imprudentemente financiados por los americanos" (Simon Jenkins, corresponsal del London Times y también un especialista en la región). Estos elementos, conocidos como "afganos" (muchos de los cuales, como Bin Laden, no eran de Afganistán) llevaron a cabo operaciones de terror atravesando la frontera rusa, ataques que finalizaron cuando los rusos se retiraron. Su guerra no era contra Rusia, a la cual desprecian, sino contra la ocupación rusa y contra los crímenes rusos perpetrados sobre musulmanes.

Los "afganos", sin embargo, no dieron por terminadas sus actividades. Se unieron a las fuerzas musulmanas bosnias en la guerra de los Balcanes; los Estados Unidos no se opusieron a ello, al igual que toleraron el apoyo que les prestaba Irán, por razones complejas que no vienen al caso, aparte de mencionar que no les preocupó mucho la triste suerte que corrieron los bosnios. Los "afganos" también luchan contra los rusos en Chechenia, y posiblemente están también involucrados en actos terroristas en Moscú y en otras partes del territorio ruso. Bin Laden y sus "afganos" se volvieron en contra de los Estados Unidos en 1990 cuando éstos establecieron bases permanentes en Arabia Saudita –desde su punto de vista, un acontecimiento similar a la ocupación rusa de Afganistán, pero mucho más significativo por el estatus especial de Arabia Saudita como guardián de los lugares santos del Islam–.

Bin Laden también se opone con rencor a los regímenes corruptos y represivos de la región, a los cuales considera "no-islámicos", incluyendo entre éstos al régimen de Arabia Saudita, el régimen islámico más extremista y fundamentalista del mundo, si exceptuamos a los talibanes, y un estrecho aliado de los Estados Unidos desde su nacimiento. Bin Laden desprecia a los Estados Unidos por su apoyo a estos regímenes. Al igual que otros en la región, también se siente ultrajado por el prolongado apoyo estadounidense a la brutal ocupación militar israelí, que ha cumplido ya 35 años; por la decisiva intervención diplomática, militar y económica de Washington en apoyo de los asesinatos y del cruel y destructivo cerco de muchos años y de la humillación diaria a la que están sometidos los palestinos; por la continua expansión de las colonias israelitas destinadas a fragmentar los territorios ocupados en cantones tipo Bantustán y a controlar sus recursos; por la flagrante violación de las Convenciones de Ginebra y por otras acciones que son calificadas como crímenes en la mayor parte del mundo, no así en los Estados Unidos, sobre quien recae la principal responsabilidad. Y al igual que otros, Bin Laden contrasta el apoyo prestado por Washington a estos crímenes con el asalto británico-estadounidense contra la población civil de Irak que dura ya más de una década y que ha devastado su sociedad y ha causado cientos de miles de muertos al tiempo que ha reforzado a Saddam Hussein –quien fuera uno de los amigos y aliados favoritos de Washington y Gran Bretaña cuando cometía sus peores atrocidades, como por ejemplo la gasificación de kurdos, como recuerda muy bien la gente de esta región, aunque los occidentales prefieran olvidar los hechos–. Estos sentimientos son ampliamente compartidos. El 14 de septiembre, el Wall Street Journal publicó una encuesta realizada entre musulmanes ricos y privilegiados de la región del Golfo (banqueros, profesionales, hombres de negocios muy cercanos a los Estados Unidos). Básicamente, expresaron los mismos puntos de vista: resentimiento hacia las políticas de los Estados Unidos en apoyo de los crímenes de Israel, bloqueando durante muchos años el consenso internacional para una solución diplomática, mientras devastaban la sociedad civil iraquí, apoyando regímenes anti-democráticos crueles y represivos en toda la región e imponiendo barreras al desarrollo económico "sustentando regímenes opresores". Entre la gran mayoría de gente que sufre una pobreza extrema y todo tipo de opresiones, estos sentimientos son similares y mucho más amargos, y son la fuente de la furia y la desesperación que les ha conducido a los bombardeos suicidas, como es ampliamente entendido por aquellos que se interesan por los hechos.

Los Estados Unidos y buena parte de Occidente prefieren una historia más reconfortante. Citemos, por ejemplo, uno de los principales artículos aparecidos en el New York Times el 16 de septiembre: los perpetradores actuaron movidos por el "odio a los valores más preciados en Occidente tales como la libertad, la tolerancia, la prosperidad, el pluralismo religioso y el sufragio universal". Las acciones de los Estados Unidos son irrelevantes, y por tanto ni siquiera hace falta mencionarlas (Serge Schememann). Esta es una imagen conveniente, y su tono general no es extraño en la historia intelectual; de hecho es casi la norma. No tiene nada que ver con lo que sabemos, pero tiene el mérito de la auto-adulación y el apoyo sin fisuras al poder.

También es ampliamente conocido el hecho de que Bin Laden y otros como él están rezando para que ocurra "un gran asalto a los estados musulmanes", el cual hará que infinidad de "fanáticos se unan a su causa" (Jenkins y muchos otros). Esto es también muy familiar. La escalada de violencia es típicamente bienvenida por los elementos más duros y brutales de ambos lados, un hecho suficientemente evidente en la historia más reciente de los Balcanes, para citar sólo uno de los múltiples casos.

¿Qué consecuencias tendrá sobre la política interior y sobre la autopercepción de los americanos?

La política oficial de los Estados Unidos ya ha sido anunciada. Se ofrece al mundo una "severa elección": "uníos a nosotros o enfrentaos a un panorama cierto de muerte y destrucción". El Congreso ha autorizado la utilización de la fuerza contra cualquier individuo o país que el presidente determine que estuvo involucrado en los ataques, una doctrina que cualquier partidario de la misma considera ultra-criminal. Y esto se demuestra fácilmente. Simplemente preguntando cómo habría reaccionado esta misma gente si Nicaragua hubiera adoptado esta doctrina después de que los Estados Unidos rechazaran las órdenes de la Corte Mundial de que "finalizara su uso ilegal de la fuerza" contra Nicaragua y vetara una resolución del Consejo de Seguridad de Naciones Unidas haciendo un llamamiento a todos los estados para que respetaran la legislación internacional. Y este ataque terrorista contra Nicaragua fue mucho más severo y destructivo incluso que la atrocidad de los días pasados.

En cuanto a cómo estos temas se perciben aquí, es un asunto mucho más complejo. Debe tenerse en cuenta que los medios de comunicación y las elites intelectuales generalmente tienen sus propias agendas. Además, la respuesta a esta pregunta es, en gran medida, una cuestión de decisión: al igual que en muchos otros casos, con suficiente dedicación y energía, es posible combatir y anular los esfuerzos de los que estimulan el fanatismo, el odio ciego y la sumisión a la autoridad. Es una cuestión que todos conocemos bien.

¿Espera que los Estados Unidos cambien profundamente su política hacia el resto del mundo?

La respuesta inicial ha sido hacer un llamamiento para intensificar las políticas que condujeron a la furia y al resentimiento que constituyen la base sobre la que se apoyan los ataques terroristas, y para proseguir, aún con mayor intensidad, la agenda de los elementos más extremistas del equipo dirigente: aumentar la militarización, regimentar la vida interna, atacar los programas sociales. Todo esto era de esperar. De nuevo, los ataques terroristas, y la escalada de violencia que a menudo engendran, tienden a reforzar la autoridad y el prestigio de los elementos más represivos de la sociedad. Pero no hay nada que haga que nos veamos inevitablemente sometidos a este curso de los acontecimientos.

Después del impacto inicial, llegó el temor hacia cuál iba a ser la respuesta estadounidense. ¿Está Ud. también asustado?

Cualquier persona en su sano juicio debe temer la reacción que parece más probable –la que ya ha sido anunciada, la que probablemente da satisfacción a las plegarias de Bin Laden–. Es muy probable que haya una escalada de violencia, en la forma que es ya familiar, pero en este caso a gran escala.

Los Estados Unidos ya han exigido a Pakistán que cierre el suministro de alimentos y otras mercancías que hasta ahora habían evitado la muerte de una parte importante de la hambrienta y sufrida población de Afganistán. Si se accede a esta petición, un número indeterminado de personas, quizás millones, que no tienen ni la más remota conexión con el terrorismo morirán de hambre. Déjeme que le repita: los Estados Unidos han pedido a Pakistán que mate a millones de personas que son a su vez víctimas de los talibanes. A esto ni siquiera se le puede llamar venganza. Está a un nivel moral muy por debajo. Lo significativo es que este hecho se menciona de pasada, sin comentarios, y probablemente pase totalmente desapercibido. Podemos aprender mucho sobre el nivel moral de la cultura intelectual reinante en Occidente observando las reacciones que provoca esta petición. Creo que podemos razonablemente confiar en que si la población americana tuviera la más mínima idea de lo que se está haciendo en su nombre, quedaría totalmente consternada. Sería instructivo buscar precedentes históricos a una acción de este tipo.

Si Pakistán no accede a ésta y a las demás demandas de los Estados Unidos, corre el riesgo de ser también objeto del ataque –de consecuencias desconocidas–. Si Pakistán se somete a las demandas de los Estados Unidos, pudiera ser que el actual gobierno fuera derrocado por fuerzas muy parecidas a los talibanes –quienes en este caso tendrían armas nucleares–. Esto tendría un efecto inmediato en toda la región, incluso en los estados productores de petróleo. Llegados a este punto, estaríamos considerando la posibilidad de una guerra que podría destrozar gran parte de la sociedad humana.

Incluso sin llegar a estos extremos, lo más probable es que un ataque sobre Afganistán tenga el efecto que muchos analistas predicen: engrosar las filas de los que apoyan a Bin Laden, como él espera. Incluso si le matan, habrá poca diferencia. Su voz se oirá en los casetes que se distribuyen por todo el mundo islámico, y es probable que sea considerado un mártir que inspire a otros. Resulta oportuno recordar que hace 20 años, un bombardeo suicida –un camión lanzado contra una base militar de los Estados Unidos– hizo que la mayor potencia militar del mundo se retirara del Líbano. Existen un sinfín de oportunidades para realizar ataques de este tipo. Y los ataques suicidas son muy difíciles de prevenir.

Hay quien dice que "el mundo no será el mismo después del 11/9/01". ¿Lo cree Ud. así?

Los horrendos actos terroristas del martes pasado son algo bastante novedoso en la escena mundial, no por su dimensión y carácter, sino por su objetivo. Para los Estados Unidos es la primera vez desde la guerra de 1812 que su territorio nacional ha sido atacado. Ni siquiera había sido amenazado. Sus colonias fueron atacadas, pero no su territorio nacional. Durante todos estos años, los Estados Unidos prácticamente exterminaron a la población indígena, conquistaron la mitad de México, intervinieron violentamente en la región que los rodea, conquistaron Hawai y las Filipinas (matando a cientos de miles de filipinos) y, especialmente en el último medio siglo, han extendido su recurso a la fuerza por todo el mundo. El número de víctimas ha sido colosal. Por primera vez los cañones han apuntado en la otra dirección. Lo mismo puede decirse, por cierto, de Europa. Europa ha sufrido una mortal destrucción, pero debida a guerras internas, mientras tanto iba conquistando la mayor parte del mundo con una brutalidad extrema. No ha sido atacada por sus víctimas externas, con raras excepciones (el IRA en Inglaterra, por ejemplo). Es por lo tanto natural que la OTAN salga en apoyo de los Estados Unidos; cientos de años de violencia imperial tienen un enorme impacto sobre la cultura intelectual y moral.

Es correcto calificar este desgraciado hecho como un novedoso acontecimiento en la historia de la humanidad, no por la dimensión de la atrocidad sino por el destinatario de la misma. La forma en que Occidente decida responder es un asunto de suprema importancia. Si los ricos y poderosos optan por mantener su tradición centenaria recurriendo a la violencia extrema, contribuirán a una escalada circular de la violencia, en una dinámica ya conocida, con tremendas consecuencias a largo plazo. Por supuesto, esto no es inevitable. Un público consciente de los hechos en las sociedades más libres y democráticas puede desviar esta política hacia cauces mucho más humanos y honorables.


Traducido por Marcel Coderch

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