23/11/2024
Al cumplirse 47 años del inicio de la famosa Revolución de los Claveles en Portugal, entrevistamos a Aldo Casas, histórico dirigente socialista, escritor e intelectual, y actual integrante del Consejo Editorial de la revista Herramienta, que en aquél entonces asumió el compromiso militante de viajar a conocer de primera mano el proceso mientras buscaba contribuir a la construcción de una organización revolucionaria.
-¿En qué momento de 1974 y en qué carácter viajaste a Portugal?
-Yo me fui a Portugal en julio de 1974, es decir, poco después del inicio de la llamada Revolución de los Claveles, que había comenzado el 25 de abril de ese mismo año. Viajé poco después del fallecimiento de Perón, como periodista de Avanzada Socialista, el periódico que sacaba el Partido Socialista de los Trabajadores (PST), un muy lindo semanario, para cubrir la revolución portuguesa. Y, más allá de eso, para conocer de cerca ese proceso que considerábamos el punto más alto de la lucha de clases en Europa en ese momento. De hecho, coincidió la decisión de viajar a Portugal con haber recibido una comunicación de un grupo muy pequeño y muy joven de compañeros que habían estado conversando con Hugo Blanco, que había estado exiliado en Suecia y había pasado por Portugal para dar algunas conferencias. Después de verlo le pidieron material para conocer los debates que se estaban dando en el movimiento trotskista, ante lo que Hugo los invita a que se comunicaran con nosotros e hicieron eso.
Yo viajé en cuanto establecí comunicación con estos compañeros del Grupo Marxista Revolucionario (GMR) y me instalé en Lisboa para ayudarlos a impulsar la agrupación juvenil Alianza de la Juventud Socialista, que tuvo una relativa importancia. Después empezamos a sacar el semanario Combate Socialista, que no fue malo, pero éramos una organización muy pequeña cuyo mérito fue, como pensé en ese momento y sigo pensando hoy, participar en el movimiento, decididos a aprender y a ver a dónde iba eso.
Ahora, ¿por qué fuimos? Porque considerábamos que la combinación de ser el país con la dictadura de tipo fascista más antigua de Europa, ya con 30 o 40 años de fascismo, ya había caído la dictadura de los griegos, era un régimen desgastado, profundamente odiado por la población del país más pobre de Europa, además metido hace varios años en una guerra colonial que estaba manifiestamente perdiendo, en una Europa que venía del impacto de Mayo del 68, del Otoño Caliente en Italia y otros proceso, es decir, profundamente inestable.
Desde el PST opinábamos que Portugal se había convertido en el eslabón más débil de esa Europa y en el punto más alto de la lucha de clases. Y efectivamente fue así. El 25 de abril detonó un proceso revolucionario, que fue el último y más grande proceso revolucionario popular de Europa Occidental.
-¿Qué impresiones tuviste al llegar? ¿Cómo te impactó el contraste con la realidad argentina de entonces?
-Yo era un cuadro medio del partido acá. Y viajé a Portugal con mi compañera Lidia Daleffe (que en realidad era un cuadro más importante que yo y allá jugó un rol decisivo) y nuestro hijo de 5 años. Salíamos de un país sobre el que empezaba a caer, aunque todavía no lo supiéramos, la sombra de la dictadura. Aunque el PST todavía no había sufrido los golpes más fuertes de la represión, a la noche teníamos que custodiar los locales para que no les pusieran bombas. ¿Y con qué país me encontré al llegar a Portugal? Con el país más libre del mundo. Era una inmensa asamblea cotidiana. Manifestaciones, actos, periódicos volantes, pintadas, en fin, un estallido de movilización, de inquietudes y discusiones apasionadas. Una de las cosas que más me impresionó, uno de los movimientos más significativos que me llamó la atención, era lo que se llamaba “Comisiones de saneamiento”. Como el régimen previo había sido tan represivo, con una policía política (que se llamaba PIDE, Polícia Internacional e de Defesa do Estado) que tenía agentes, soplones o colaboradores en todas las agencias públicas y privadas, una de las principales reivindicaciones y ejes de movilización en todo el país fue el saneamiento, es decir, identificar y echar a esos agentes. Y para eso se entraba a las oficinas de la dirección de las empresas, se buscaban los libros y registros de las reuniones de directorio para identificar a los denunciantes.
Además, se comenzaba a organizar el movimiento sindical que estaba si, no totalmente prohibido, al menos férreamente controlado. El primer gobierno provisional surgido el 25 de abril le había asignado al Partido Comunista el Ministerio de Trabajo y en los primeros meses (eso después cambió) la posición del PC era desmovilizar, no presionar, no plantear exigencias, porque eso podía facilitar la vuelta del fascismo, como decían. Entonces, en los sindicatos que se empezaban a organizar el control del PC era fuerte, porque si bien no era un partido de masas (se hizo de masas en esos meses) era el único partido de izquierda con una larga tradición como partido símbolo de la lucha contra el fascismo, con algunos miles de cuadros fogueados. Pero la movilización era tan grande que se les escapó del control un organismo nuevo que surgió y se multiplicó como un reguero por todo el país, las Comisiones de Trabajadores, elegidas por votación directa en las fábricas y con delegados renovables, que jugó un rol de primer orden.
Ese fue el país que encontré en julio. A fines de ese año hay un primer intento golpista de la derecha asustada por la radicalización del proceso con el general Antonio de Spínola y, aunque el gobierno queda medio paralizado, la movilización popular en la calle impidió el golpe. Los obreros salieron a la calle, hicieron barricadas, bloquean el acceso de los manifestantes de derecha que querían llegar a la ciudad y el golpe fracasa.
A partir de ahí cae el primer Gobierno provisional y el proceso se radicaliza. Ahí yo ya estaba. Es impresionante la radicalización, incluso en las Fuerzas Armadas. El Movimiento de las Fuerzas Armadas (MFA) era un movimiento asambleario de los oficiales medios del Ejército, que en realidad eran una pequeña minoría en el conjunto de las Fuerzas Armadas, pero eran los únicos que tenían alguna sintonía con la irrupción del pueblo en las calles. Entonces de alguna manera eran los que codirigían desde el Gobierno el proceso.
En marzo del 75 hay un segundo intento de golpe militar, más serio, y movilizaciones de la extrema derecha clerical que también es frenado. Y ahí sí el proceso adquiere un carácter explícitamente revolucionario. Incluso el MFA por primera vez se declara partidario del socialismo y pone entre los objetivos del proceso la nacionalización de la banca y de las principales empresas industriales. El proceso adquiere un carácter que ellos llamaban PREC: Proceso Revolucionario En Curso. Esta radicalización duró, a través de distintas confrontaciones, hasta lo que se llamó el Verano Caliente del 75, cuando al final una mezcla de provocación y movilización concertada por el Partido Socialista socialdemócrata de Mario Soares, la extrema derecha clerical, la embajada norteamericana (en la que había un nuevo embajador muy bien conocido por los latinoamericanos, Frank Carlucci, que había sido uno de los artífices del golpe de Estado en Chile) y la socialdemocracia alemana. Ese equipo planifica la forma de asfixiar la revolución. Y es Carlucci el que se da cuenta de las diferencias con Chile, planteando que intentar un golpe en Portugal hubiera implicado una guerra civil declarada, por lo que se pronuncia por una variante que va a ser un anticipo de lo que después vimos en muchos casos en América latina, que es la contrarrevolución democrática, es decir, asfixiar la revolución recurriendo a ropajes democráticos, enfrentando a la movilización y la acción directa de las masas que hasta ese momento eran dueñas de la calle.
-A 47 años de distancia, ¿por qué te parece interesante volver a pensar en la revolución portuguesa? ¿Qué enseñanzas creés que dejó el proceso?
-Lo más interesante es que esa revolución comenzó y se desarrolló a pesar de que no había partidos revolucionarios. La primera pregunta es cómo pudo haber una revolución de ese calibre cuando nadie la esperaba y cuándo nadie estaba preparado para dirigirla. Y sin embargo ocurrió. El Partido Comunista se hizo de masas en ese proceso, el Partido Socialista prácticamente no existía, era un grupo de abogados en el exilio que volvió el 1 de mayo del 74 cuando se hizo un acto de masas, descomunal, que confirmó que en Portugal se había abierto una revolución. Entonces la primera lección que saco es que el movimiento de masas es capaz de una creatividad y una movilización descomunal y que las organizaciones políticas de izquierda o extrema izquierda son muy importantes para ayudar a que ese proceso no se disipe, no se desorganice, no se extravíe en la maraña que le plantean los enfrentamientos y las distintas estrategias que usa la contrarrevolución para aplastarla.
El problema es que no hubo la suficiente maduración para que esa izquierda o extrema izquierda fuese capaz de coordinar sus esfuerzos y colocarse a la altura de lo que el proceso exigía. Hubo múltiples elementos de poder popular, de poder de tipo soviético, consejista. No sólo hubo Comisiones de Trabajadores, sino que en el campo, en el sur del país, se dio un proceso muy radical de reformas agrarias y de formación de cooperativas. El proceso de radicalización de las Fuerzas Armadas fue descomunal, porque comenzó por el proceso del MFA pero en un determinado momento comenzó a pesar en el proceso la organización de los soldados, que habían formado Soldados Unidos Vencerán (SUV) que organizó una movilización de masas con carros blindados a los que se subían los activistas con banderas rojas, reclamando la liberación de algunos presos políticos que había hecho el Gobierno provisional. Los suboficiales después comenzaron a organizarse y a exigir tener representación en el MFA, mostrando que se estaba trastocando total y absolutamente la jerarquía. Y ahí la reacción decidió que era el momento de no dejar que eso avanzara más allá.
Entonces, obviamente, sí, un proceso revolucionario requiere también de una dirección, pero esa dirección se tiene que formar en el curso del proceso y aprendiendo las características específicas, porque las revoluciones nunca son iguales. El Partido Comunista no quería hacer una revolución, claramente. Era el partido de izquierda más fuerte y muchas de sus bases aspiraban a ello, pero la posición oficial del PC era que no había condiciones para una revolución socialista en Portugal. Eso está absolutamente claro y la leyenda de que el PC quiso tomar el poder es un disparate completo y hoy está documentado que no fue así de ninguna manera.
Pero la extrema izquierda tampoco estaba en condiciones de hacerlo y no maduró con la rapidez que el proceso exigía. De hecho, la mayor parte de la extrema izquierda estaba compuesta por varios grupos maoístas, el más fuerte de los cuales era el Movimiento Reorganizativo del Partido del Proletariado (MRPP), que cuando el proceso se radicaliza pega un viraje mortal y se pasa al campo de la reacción con el argumento de que el enemigo principal era el social-fascismo del Partido Comunista. Tremendo. Otra organización de izquierda relativamente importante fue el Movimiento de Izquierda Socialista (MES), que desaparece en el proceso. Otro grupo maoísta, la UDP, juega un rol más progresivo. En cuanto al trotskismo, estaba la Liga Comunista Internacionalista, el grupo más grande y más conocido, el pequeño grupo con el que colaborabamos nosotros que era el GMR, que después se transformó en PRT, que sacaba un períodico muy bueno pero que era una organización muy pequeña de jóvenes. De hecho, sólo tuvo trabajo sindical importante después de que el proceso comenzó a entrar en reflujo.
Así que mi conclusión más importante es que para mí, Portugal confirma que la actualidad de la revolución no está dada por el hecho de que sea visible, que uno vea que está a la vuelta de la esquina, sino que su actualidad pasa por la acumulación de las experiencias y la combinación de distintos tipos de lucha que hace que la revolución que hasta ese momento parecía imposible, se vuelva inevitable. Así comenzó y así se desarrolló. Y la derrota enseñó que para la victoria el movimiento de masas no tiene porqué renunciar a contar con una dirección. Por el contrario, necesita construirla, pero no puede ser construida con sustituismo ni imponiendo recetas prefabricadas en otros momentos y en otras circunstancias.
Personalmente fue la experiencia política más apasionante que me tocó vivir, de las varias en las que pude participar, porque ya soy viejo. Pero aquél proceso es imborrable.
. (Entrevista publicada originalmente en la web de Democracia Socialista)