23/11/2024
En mayo de 2021, Ediciones Herramienta tradujo del francés y publicó Elisabeth Dmitrieff – Comunera, aristócrata e incendiaria, escrito por Sylvie Braibant con un prefacio de Gilles Perrault. Si no nos equivocamos, fue la primera vez en que se publicó un libro dedicado a Elisabeth, a su intervención en el levantamiento de la Comuna de París y a la importancia de la actuación de las mujeres revolucionarias en esas jornadas en lengua castellana.
Un mes antes, había sido publicado en inglés el presente artículo de Carolyn J. Eichner sobre la misma persona, con más detalles que ayudan a conocer mejor a Elisabeth y su actuación en esas jornadas revolucionarias. Pensamos que valía la pena traducirla también al castellano e incluirla en nuestro portal.
Francisco T. Sobrino
Elisabeth Dmitrieff llegó a París el décimo día de existencia de la Comuna de París. Esta feminista y socialista rusa de 20 años se puso en contacto con miembros del gobierno de la Comuna. Luego se reunió con líderes sindicales. Enviada desde Londres como emisaria de Marx y del Consejo General de la Asociación Internacional de Trabajadores, Dmitrieff evaluó la situación revolucionaria. Pero aparte de informar a Londres, decidió llevar a la práctica sus estudios teóricos y su experiencia organizativa.
Dos semanas después, el 11 de abril de 1871, escribió y publicó un Appel aux citoyennes de Paris. Convocaba a las mujeres a sumarse a la batalla, anunciando que “París está bloqueada, París está bombardeada, mujeres ciudadanas… ¡a las armas! ¡La nación está en peligro!”
Esa misma noche, su nueva asociación, la Union des femmes pour la défense de Paris et les soins au blésées (Unión de mujeres por la defensa de París y la ayuda a los heridos) celebró su primera reunión en el Grand Café de la Nation, propuso “establecer comités en cada distrito, y organizar el movimiento de mujeres para defender a París”. Además de la defensa urbana y el apoyo en el campo de batalla, la Union des femmes se organizó para mejorar la vida y el estatus de las mujeres, liberándolas de las condiciones propias de la explotación del trabajo asalariado.
La Union des femmes abordó las necesidades inmediatas, tanto del conflicto militar como del empleo de las mujeres durante la guerra. Simultáneamente, trazó un cambio socioeconómico con una perspectiva de género a más largo plazo. Con la participación final de más de mil mujeres, bajo el liderazgo de Dmitrieff, la Union des femmes surgió como una de las organizaciones más grandes y efectivas mientras duró el levantamiento de la Comuna.
¿Cómo logró esto una joven rusa de 20 años que llegó a Francia en medio de una guerra civil revolucionaria, consiguió los recursos y puso en funciones esa organización? Estudiosa del pensamiento del populismo ruso y el de Marx, y al mismo tiempo organizadora de las obreras y de la sección de emigrados rusos de la Internacional en Ginebra, Dmitrieff combinó sus teorías y su práctica.
Había sido la hija extramatrimonial de un aristócrata ruso y una enfermera alemana. A los 16 años viajó desde la Rusia rural a la ciudad de Ginebra para poder estudiar y allí se incorporó a la militancia socialista y al activismo feminista. Dmitrieff terminó así llegando a París, ya intelectualmente preparada y con experiencia sobre las actividades políticas y sociales, desde las periferias hasta los centros políticos internacionales. A pesar de la marginación por su género y por su origen “bastardo”, gracias a su experiencia rural, su juventud y su peculiar carácter, Dmitrieff comprendió claramente ese momento revolucionario.
Una escuela más allá de los muros de la universidad
Nacida el primero de noviembre de 1850 y bautizada como Elisavieta Loukinitchna Koucheleva en el pueblo de Volok, en la provincia noroccidental de Pskov, Dmitrieff había crecido en un mundo dispar y contradictorio. Criada con una gran comodidad material en la finca de su aristocrático padre, que incluía una biblioteca importante, vivía rodeada de campesinos todavía sometidos a la servidumbre. A pesar de sus privilegios de clase, las múltiples marginaciones de Dmitrieff la situaron como una forastera, lo que le permitió tener perspectivas críticas tanto internas como externas sobre las instituciones y estructuras vigentes en la Rusia de esos años.
Su padre reconoció a Elisabeth y a sus hermanos como herederos, pero nunca tomó medidas para cambiar su condición legal de “ilegítimos”. Aunque su hermano asistía a una escuela de varones de élite, la escuela para niñas similar a la de él, les prohibía ingresar a ella y a su hermana, lo que indica la injusticia de género y de la “ilegitimidad” hacia las mujeres en aquella época.
Dmitrieff pasaba los inviernos en San Petersburgo con su familia y allí comenzó a participar de la vida urbana, de la refinada cultura y de los movimientos reformistas y radicales que emergían en la Rusia de la década de 1860. Cada vez más politizada, participó en el movimiento juvenil activista, conoció las ideas de Marx en la revista Rousskoïe Slovo (La palabra rusa) y leyó la muy influyente novela escrita en 1863 por Nicholas Chernishevsky, ¿Qué hacer? En esta obra, Chernishevsky retrataba a la comuna campesina rusa como una formación social intrínsecamente socialista, y también la recreaba como un mundo con una relativa igualdad de género en el que las mujeres vivían vidas libres e independientes. Para Dmitrieff, la obra de ese escritor y las de otros pensadores se combinó con su experiencia de vida, dando forma a su emergente política de género y de clase.
Cuando las mujeres rusas comenzaron a asistir a las conferencias universitarias durante la década de 1860, el estado prohibió asistir a las estudiantes. En 1867, Dmitrieff decidió ir a estudiar a Ginebra, Suiza. Para ello, contrajo un “matrimonio blanco” con un amigo, un hombre mayor, como lo había hecho uno de los personajes femeninos de la novela de Chernishevsky, lo que le dio la “legitimidad” para viajar como una mujer casada.
Dmitrieff se sumergió en la vida política de Ginebra. Junto a la importante comunidad rusa de la ciudad, varios de los cuales más tarde se convirtieron en comuneros, Dmitrieff fundó la sección de emigrados rusos de Ginebra de la Asociación Internacional de Trabajadores. Su riqueza le permitió financiar el periódico de la organización, Narodnoe Delo (La causa del pueblo). Aliada con Marx y moldeada por el ¿Qué hacer? de Chernishevsky, la sección de emigrados incluía a muchas mujeres y carecía de la misoginia proudhoniana de la sección de París de la Internacional.
Ginebra sirvió como una escuela para Dmitrieff, más allá de los muros de la universidad. Desarrolló una política basada en el populismo feminista ruso, combinado con la defensa por Marx de los movimientos políticos centralizados como agentes emancipadores. Al imaginar las cooperativas federadas unidas por un poder centralizado, Dmitrieff desarrolló su propia forma de asociacionismo marxista. Este planteo sustentaría la base de la Union des femmes durante la Comuna. Ella ya había comenzado a convertir su teoría en su praxis en Ginebra.
Utilizando los análisis sobre la comuna campesina para aplicarlos a los trabajadores urbanos, Dmitrieff también organizó cooperativas laborales. Y participó en una asociación laboral de mujeres. En 1870, lo que indicaba la confianza en su capacidad, la sección de emigrados rusos de la Internacional eligió a Dmitrieff para representarlos en el Consejo General de la organización.
Intermezzo en Londres
Llegó a la capital de Inglaterra en diciembre de 1870, con una carta a Marx de la sección de Ginebra en la que se presentaba a “Mme. Elisa Tomanovskaia” (su apellido de casada). Durante los tres meses previos al estallido de la Comuna, Dmitrieff asistió a las reuniones de la Internacional, estudió al movimiento sindical británico, discutió y debatió con Marx y sus colegas y se hizo amiga de sus hijas.
Habiendo enfermado de bronquitis en enero, Dmitrieff escribió una carta a Marx, continuando su conversación sobre la organización agraria rusa. Al hablar del futuro de la comuna campesina, le dijo que “su transformación en pequeñas propiedades individuales es, desgraciadamente, más que probable”; y lamentaba el apoyo del gobierno ruso a la propiedad privada al “suprimir la responsabilidad colectiva”. Dmitrieff describió cómo “una ley aprobada el año pasado abolió [a la propiedad colectiva] en comunas con menos de cuarenta almas (almas de hombres, porque las mujeres, desgraciadamente, no tienen alma)”.
Como Chernishevsky, Dmitrieff defendía la comuna campesina como una forma socialista modelo, presentándola como un freno a la propiedad privada. Cuestionando la teoría del progreso histórico de Marx, afirmaba que Rusia era una excepción, mientras criticaba sutilmente al patriarcado ruso.
Dos meses después, la mujer de veinte años adaptaría sus ideas a la floreciente revolución de París. Dmitrieff, que probablemente convivió con las hijas de Marx en Londres, terminó su nota con una cálida familiaridad. “Obviamente, no quiero quitarle su tiempo, pero si tiene varias horas libres el domingo por la noche, estoy segura de que sus hijas serían tan felices como yo si las pasara con nosotros”.
Un llamamiento a las mujeres de París
El 18 de marzo de 1871 en París, un grupo de mujeres de la clase trabajadora se interpuso entre los soldados franceses y los cañones que habían sido enviados para tomar las colinas de Montmartre. La artillería dominaba desde arriba a la ciudad, y fueron abandonados allí luego de la reciente rendición de Francia en la guerra franco-prusiana. Los soldados se negaron a disparar contra las mujeres parisinas que protestaban. Al final del día, dos generales yacían muertos. El gobierno nacional francés retiró entonces las tropas de la ciudad y la sitió, y los revolucionarios socialistas ocuparon el Hôtel de Ville. Así comenzó la guerra civil revolucionaria de 72 días conocida como la Comuna de París.
Al prepararse para salir de Londres hacia el París insurgente, Dmitrieff abandonó su nombre legal Tomanovskaïa y asumió el seudónimo “Dmitrieff”, en honor a su abuela paterna Dmitrieva, un nombre común en Rusia. Desafiando las normas del género, Elisabeth rechazó el sufijo femenino “a” y adoptó la forma masculina: Dmitrieff. Condenada en ausencia después de la derrota de la Comuna, Dmitrieff se convirtió una vez más en la desconocida Tomanovskaïa, eludiendo a la policía francesa que buscó en vano durante años a una mujer llamada “Dmitrieff” o “Dmitrieva”.
Al llegar a París con un pasaporte falso proporcionado por la sección de Londres de la Internacional, Dmitrieff se puso en contacto con dos miembros de la rama de París de la organización, ambos ahora elegidos para el gobierno de la Comuna, Benoît Malon y Leo Frankel. Había conocido a Malon, un activista de 27 años, en Ginebra cuando vivía allí en el exilio político como muchos otros socialistas. Frankel, un judío húngaro de 28 años, se desempeñó como jefe de la Comisión de Trabajo e Intercambio de la Comuna. Como Dmitrieff, Frankel tenía una relación personal con Marx; ambos estaban entre los pocos comuneros influenciados por Marx, pues la mayoría de sus escritos aún no se había traducido al francés. Dmitrieff y Frankel también eran el ejemplo del internacionalismo de la Comuna.
Frankel y la Comisión de Trabajo e Intercambio brindarían apoyo a Dmitrieff y a la Union des femmes. Malon y Frankel, a diferencia de muchos de los socialistas varones en esa época, influenciados por Proudhon, abogaban activamente por la emancipación de las mujeres. Además de relacionarse con el gobierno revolucionario, Dmitrieff buscó activistas en el movimiento laboral femenino. Tras esos encuentros, incluyendo a la modista Blanche Lefebvre, la costurera Marie Leloup y la zapatera Thérèse Lemaigre Collin, Dmitrieff escribió el Appel aux citoyennes de Paris, que fue el llamado a crear la Union des femmes.
Pegado en las paredes de toda la ciudad y publicado en varios periódicos de la Comuna, el Appel aux citoyennes preguntaba: “¿Es el extranjero el que ha venido a invadir Francia? […] ¡No, estos enemigos, estos asesinos del pueblo y de la libertad son franceses! [...] Nuestros enemigos son los privilegiados del orden social actual, todos los que siempre han vivido de nuestro sudor, que han engordado a costa de nuestra pobreza”. Reflexionando sobre su internacionalismo y sobre la Comuna, Dmitrieff subrayó que más que un conflicto internacional, el ataque a la Comuna fue una guerra de clases.
El Appel aux citoyennes señaló los elementos comunes y las solidaridades transnacionales. Comenzando con las hostilidades de clase que ocurrieron en Rusia, su hogar, luego mencionó las de Irlanda, Alemania, Polonia, España, Italia, Inglaterra y Austria. Al plantear la Comuna como el producto de estas opresiones y disputas en curso, Dmitrieff preguntó retóricamente si “el árbol de la libertad, fertilizado por los torrentes de sangre derramados a lo largo de los siglos, finalmente ha dado sus frutos”. Invocando la herencia revolucionaria de las mujeres parisinas, el Appel llamó a las mujeres de las demás ciudades, además de París, “descendientes de las mujeres de la Gran Revolución”, a unirse, a “prepararnos para defender y vengar a nuestros hermanos”.
La unión y la comuna
Dmitrieff desarrolló una organización altamente centralizada con representantes electas que ejercían una clara autoridad. Estableció un Comité Central Provisional, integrado por ella y siete trabajadoras más. Luego se elegiría un comité permanente con delegadas de cada una de las secciones del distrito de la asociación; ellas “asumirían la dirección general” de la organización. Dmitrieff permaneció en el Comité Central permanente como la única participante no electa. También se convirtió en Secretaria General de la Comisión Ejecutiva de la Union des Femmes, un organismo de siete participantes extraído del Comité Central electo.
Dmitrieff fundó y dirigió la Union des femmes durante su corta existencia. Exigió una lealtad singular al grupo, por ejemplo, reprendiendo públicamente a la feminista socialista André Léo por incluir su nombre en un cartel del Comité de Vigilancia de Mujeres de Montmartre. Esta intransigencia podría explicar la ausencia de la Union des femmes de otras mujeres comunistas de alto perfil, como Louise Michel y Paule Mink; lo mismo podría suceder con la juventud de Dmitrieff, su relativa inexperiencia y su desconocimiento del contexto parisino. El internacionalismo de Mink y especialmente de Michel hace que la inexperiencia y falta de conocimiento de Dmitrieff fueran factores poco favorables.
Nathalie Lemel, una encuadernadora socialista y feminista educada y organizadora laboral, surgió como una excepción a las reglas de Dmitrieff. Hija de pequeños burgueses que eran propietarios de cafés, se había unido a la Internacional en 1866, cofundó, con el delegado del gobierno de la Comuna Eugène Varlin, la cooperativa de productores de alimentos La Marmite y participó en clubes políticos durante el asedio prusiano y la Comuna.
Elegida representante de la sección del sexto distrito de la Union des femmes, Lemel fue luego votada en el Comité Central y seleccionado para el Comité Ejecutivo. A los 45 años, Lemel aportó a la organización la edad y la experiencia vivida de una artesana y madre soltera activista. Ella desempeñó un papel directivo importante en la organización, pero contrariamente a las afirmaciones de muchos académicos y escritores, Lemel no cofundó ni codirigió la Union des femmes.
En la segunda reunión de la Union des femmes el 13 de abril, Dmitrieff y el Comité Central Provisional redactaron un Adresse des citoyennes aux la Commission Executive de la Commune de Paris" (Llamado de las ciudadanas a la Comisión Executiva de la Comuna de París). Este documento diseñaba su análisis feminista y socialista de la relación y las obligaciones del gobierno de la Comuna para con el pueblo de París. Luego de afirmar la importancia de que toda la población se uniera en la resistencia colectiva contra el enemigo, declaraba: “La Comuna, representante del gran principio que proclama la eliminación de todo privilegio, de toda desigualdad, debe comprometerse simultáneamente a tomar en cuenta las demandas justas de toda la población, sin distinción de sexo”.
Al pedir al gobierno de la Comuna que reconozca y aborde todas las desigualdades que enfrentan todos los parisinos, El Adresse subrayaba la naturaleza de género de las jerarquías de poder, aclarando que los sexos enfrentaban diferentes opresiones, incluso las de la misma clase. El documento argumentaba abiertamente que la “distinción de sexo” había sido “creada y mantenida por la necesidad de un antagonismo sobre el que descansaban los privilegios de las clases gobernantes”. Al afirmar que las clases dominantes necesitaban provocar conflictos entre los géneros para mantener su privilegio, Dmitrieff y el Comité Central Provisional afirmaban que el capitalismo y el patriarcado estaban interrelacionados.
Al reunir lo teórico y lo práctico, el Adresse culminaba pidiendo al gobierno de la Comuna que apoyara a la Union des femmes proporcionando espacios para reuniones en todos los distritos y cubriendo sus gastos de impresión. Afirmaba que “una organización revolucionaria seria […] capaz de ayudar eficaz y vigorosamente a la Comuna, solo podrá tener éxito con la ayuda y la cooperación del gobierno de la Comuna”.
El gobierno de la Comuna aceptó la propuesta de Dmitrieff de mantener una relación de apoyo mutuo, subvencionando a la Union des femmes. Si bien la administración revolucionaria tenía una relación un tanto polémica con las bases, y con los clubes políticos de mujeres radicalmente democráticos, trabajaba cómodamente con la jerárquica y organizada Union des femmes.
Cambiar fundamentalmente el trabajo y las vidas de las mujeres
Con la ayuda material y un vínculo formal con el gobierno revolucionario asegurado, Dmitrieff se centró en su objetivo principal: mejorar la situación socioeconómica de las mujeres al poner fin al trabajo asalariado mediante el reordenamiento y la revalorización del trabajo femenino. Presentó formalmente un Adresse du Comité Central de l'Union des femmes à la Commission de travail et d'échange (Llamado del Comité Central de la Union des femmes a la Comisión del Trabajo y del Intercambio) en nombre de la Comisión Ejecutiva de la Union des femmes, solicitando ser encargada de “la reorganización y redistribución del trabajo de las mujeres en París”.
Dmitrieff afirmaba que “asegurar el producto al productor solo puede tener éxito a través de las asociaciones libres de productores”. Las federaciones de cooperativas de propiedad de los trabajadores abordarían inmediatamente la crisis del desempleo de las mujeres y simultáneamente establecerían los medios para “finalmente permitir que los trabajadores controlen sus propios asuntos”. Aquí Dmitrieff aportó su propia versión feminista urbanizada de la comuna cooperativa campesina rusa, de acuerdo con la defensa socialista francesa de las asociaciones de trabajadores y las cooperativas de productores. Esta propuesta se hizo eco de las ideas que proponían los socialistas revolucionarios y los reformistas, incluidos, de diferentes maneras, Louis Blanc, Pierre-Joseph Proudhon y Louis-Auguste Blanqui, y fue apoyada por la facción socialista asociacionista “minoritaria” del gobierno de la Comuna, incluidos Malon y Frankel.
La propuesta a la Comisión de Trabajo e Intercambio enumeraba seis cambios vitales para el cambio fundamental en el trabajo y en la vida de las mujeres: primero, acabar con el trabajo repetitivo, tan “fatal para el cuerpo y el cerebro”; segundo, reducir la jornada laboral para evitar el agotamiento físico que “conduce inevitablemente a la extinción de las facultades morales”; tercero, “eliminar toda competencia entre trabajadores de ambos sexos, pues sus intereses son absolutamente idénticos y su solidaridad es vital”; cuarto, salario igual por trabajo igual, independientemente del género (algo que aún no se ha logrado en el siglo XXI); quinto, exigir que todos los participantes se unan a la Internacional; y sexto, que el gobierno de la Comuna preste a la Union des femmes los fondos necesarios para establecer las asociaciones de trabajadoras.
Dmitrieff enfatizó la urgencia de su programa porque “el trabajo de las mujeres era el más explotado de todos” y sostuvo que existía un peligro real de que las mujeres “temporalmente revolucionarias” podrían volver a ser reaccionarias, como el “orden social del pasado” las formó. Como tal, Dmitrieff pidió a la Comuna que le diera a la Union des femmes contratos para la producción de ropa militar, y que la Comisión de Trabajo e Intercambio cubriera los costos de la apropiación de las “fábricas y talleres abandonados por la burguesía”. Respondiendo a la extrema necesidad de empleo de las mujeres, Dmitrieff abordó simultáneamente la explotación a largo plazo de las mujeres trabajadoras, adaptando las teorías económicas y sociales para mejorar la vida de las mujeres trabajadoras.
Al final, más de mil communardes se unieron a la Union des femmes. Dmitrieff examinó las habilidades y oficios de las trabajadoras parisinas y creó planes para emplearlas. Estableció subcomités para investigar y desarrollar la federación de cooperativas de productores que fueran propiedad de mujeres en toda la ciudad, incluidas las comisiones de compras, selección de estilo, cajeros y contadores e investigación de locales abandonados.
En los últimos días de la Comuna, la Comisión Ejecutiva de la Union des femmes pidió la formación de una Cámara Federada de Mujeres Trabajadoras, una asociación de toda la ciudad con representantes de todos los oficios de mujeres, cooperando y apoyándose mutuamente. Teniendo en cuenta las habilidades disponibles de las trabajadoras, los recursos necesarios para emplearlas y las demandas existentes del mercado, en solo unas pocas semanas Dmitrieff creó un plan excepcionalmente detallado, claramente articulado y pragmático para establecer asociaciones de talleres controlados por mujeres trabajadoras.
La comuna como el nacimiento de un nuevo mundo
Cuando las tropas de Versalles finalmente bombardearon, invadieron y reprimieron cruelmente a los comuneros de París durante lo que se conoció como la Semana Sangrienta, Dmitrieff lanzó su mensaje final a la Union des femmes: “Reúnan a todas las mujeres y a los miembros del comité y vayan inmediatamente a las barricadas”. Herida junto a Frankel mientras ambos luchaban juntos en una barricada, Dmitrieff había salvado a su camarada, que estaba más gravemente herido que ella. Después de recuperarse en “casas seguras” de París, los dos comuneros, multilingües y educados se escabulleron de la ciudad, haciéndose pasar por una pareja burguesa prusiana de habla alemana que viajaba en tren a Suiza. Pocos meses después, Dmitrieff, de 20 años, regresó a Rusia y abandonó su nom de guerre. Elisabeth Dmitrieff desapareció.
Regresó a Rusia como Elisabeth Tomanovskaia. Recientemente enviudada, se volvió a casar, esta vez por amor, y luego siguió a su esposo al exilio en Siberia. Treinta y cinco años después, reapareció en el lugar de origen, trabajando como periodista en San Petersburgo. Los detalles de su historia durante el lapso intermedio siguen sin ser claros.
Durante la Comuna de París, a los 20 años, Dmitrieff había desarrollado y comenzó a implementar un plan complejo y muy claro para reordenar el trabajo de las mujeres parisinas, esforzándose por mejorar las opresiones del capitalismo y el patriarcado. Entrelazando las corrientes del populismo ruso, el feminismo, el marxismo y el socialismo francés, Dmitrieff creó de alguna manera una teoría, la adaptó a un contexto revolucionario y estableció una práctica funcional y efectiva en un tiempo extremadamente corto y en condiciones extraordinarias.
A Dmitrieff no le interesaba el sufragio de las mujeres; al igual que otras mujeres comunistas, ella veía la Comuna como el nacimiento de un nuevo mundo igualitario, que fuera más radicalmente democrático que los atendidos por los métodos tradicionales de representación y participación. Sin embargo, ella comprendía que sin una participación teórica y práctica feminista fundamental, ese nuevo mundo podría erradicar ciertas opresiones de clase, pero no las que están integralmente entrelazadas con el género.
Traducción y presentación de Francisco T. Sobrino
Publicado originalmente en en ROAR.