23/11/2024
Por Chomsky Noam , ,
El terrorismo sí funciona: es el arma de los fuertes. Es un error analítico muy grave decir, como se hace habitualmente, que el terrorismo es el "arma de los débiles". Al igual que cualquier otro tipo de violencia, el terrorismo es fundamentalmente el arma de los fuertes. De hecho, lo es de un modo arrollador. Simplemente se dice que es el arma de los débiles porque el fuerte ejerce también el control sobre los sistemas de adoctrinamiento y porque su terror (el del fuerte) no cuenta como tal.
Empecemos por la idea comúnmente aceptada de que lo ocurrido el 11 de setiembre es un acontecimiento histórico, algo que cambiará el curso de la historia. La pregunta es, ¿por qué? La siguiente pregunta tiene que ver con la "guerra contra el terrorismo". ¿De qué va exactamente? Otra pregunta relacionada con la anterior sería, ¿qué es terrorismo?
La pregunta más importante que debemos hacernos tras el 11 de septiembre es: ¿qué está ocurriendo en la actualidad? Implícita queda la pregunta de qué podemos hacer al respecto.
Según el New York Times, hay entre siete y ocho millones de personas a punto de morir de hambre en el Afganistán. De hecho, esto ya era cierto antes incluso del 11 de septiembre. Esta gente dependía de la ayuda internacional para sobrevivir. El 16 de septiembre, The Times aseguraba que "Estados Unidos ha exigido al Pakistán la suspensión del tránsito de convoyes que transportan alimentos y suministros a la población civil afgana". Que yo sepa, dentro de los Estados Unidos no se ha producido ninguna reacción ante la exigencia de imponer a millones de personas la muerte por inanición. La amenaza de los ataques militares después del 11 de septiembre hizo que muchos trabajadores de organizaciones de ayuda internacional fueran retirados de los programas. "El país (Afganistán) estaba en coma; nosotros simplemente hemos desenchufado la máquina". Así hablaba un trabajador de ayuda humanitaria, según The New York Times Magazine.
La Agencia de las Naciones Unidas, Programa Mundial de Alimentos -que con diferencia era el programa más grande funcionando en el país- ha podido reanudar la distribución de alimentos a principios de octubre, pero a un ritmo considerablemente menor. Dentro del Afganistán no hay trabajadores de organizaciones humanitarias, así que el sistema de distribución de alimentos se encuentra con muchos obstáculos. Todo el trabajo fue interrumpido tan pronto como comenzaron los bombardeos. Poco después se reanudó el programa de alimentos de las Naciones Unidas -aunque muy lentamente-, mientras las agencias de ayuda humanitaria lanzaban mordaces críticas ante la iniciativa norteamericana de lanzar paquetes de comida, denunciándola como "un arma propagandística que hace más mal que bien", según comentaba el Financial Times de Londres.
Tras la primera semana de bombardeos, The New York Times informaba, en una de sus páginas interiores y dentro de una columna dedicada a otras cuestiones, que según las cuentas de las Naciones Unidas, pronto habría más de siete millones y medio de afganos que necesitarían un trozo de pan, y que tan sólo quedaban unas cuantas semanas antes de que el duro invierno imposibilitara la llegada de suministros a muchas zonas del país. Según el artículo, mientras caen las bombas la distribución de la ayuda no llega ni siquiera a la mitad de lo que se necesita. Un comentario casual, que nos dice que la civilización occidental anticipa ya el exterminio de entre tres y cuatro millones de personas.
Mientras tanto, el líder de la civilización occidental rechazó despreciativamente, una vez más, las ofertas de negociación que podrían conducir a la entrega del supuesto objetivo, Osama Ben Laden, así como una petición de pruebas que justificaran la exigencia norteamericana de rendición total. El mismo día en que esta oferta era categóricamente rechazada, el enviado especial de la ONU, responsable de la distribución de alimentos, rogaba a los norteamericanos que detuvieran los bombardeos para intentar salvar a millones de víctimas. Que yo sepa, la petición ni siquiera quedó reflejada en los medios de comunicación. Pocos días después, otras agencias de ayuda humanitaria como Oxfam y Ayuda Cristiana (Christian Help) se unieron a la petición de la ONU. Esto último también pasó desapercibido.
Parece que lo que está ocurriendo es una especie de genocidio silencioso. Lo que está pasando nos ofrece también una idea bastante acertada de lo que es la cultura de las élites, una cultura de la que somos parte. Todo lo ocurrido es indicativo de que, pase lo que pase -que no lo sabemos-, se están trazando planes y poniendo en práctica programas que podrán conducir a la muerte a varios millones de personas en las próximas semanas. Todo muy casual, sin comentarios, sin darle muchas vueltas en la cabeza al tema. Es casi normal, aquí y en buena parte de Europa. Pero no en el resto del mundo. De hecho, ni siquiera lo es en otra buena parte de Europa.
Pero vayamos ahora a una cuestión algo más abstracta, olvidando por el momento que aparentemente estamos a punto de intentar asesinar a tres o cuatro millones de personas. No a los talibanes, por supuesto, sino a sus víctimas.
Un acontecimiento histórico
Volvamos ahora a la pregunta sobre el acontecimiento histórico del 11 de septiembre. Creo que fue un acontecimiento histórico; desafortunadamente, no a causa de sus dimensiones. A pesar de lo desagradable de pensar en ello, no es algo tan inusual, a pesar de que probablemente es el número de víctimas más elevado de este tipo de crímenes.
Por desgracia, hay crímenes terroristas con efectos que son incluso más extremos. Sin embargo, el 11 de septiembre fue un acontecimiento histórico porque se produjo un cambio. El cambio consistió en la dirección hacia la que apuntaban las pistolas. Eso es nuevo. Radicalmente nuevo.
La última vez que el territorio norteamericano fue atacado o si acaso amenazado fue durante el ataque británico contra Washington en el incendio de 1814. Tras los ataques, la prensa hablaba de Pearl Harbor, pero no es una buena analogía. Sea cual sea nuestra idea sobre Pearl Harbor, los japoneses bombardearon bases militares en dos colonias norteamericanas, no el territorio nacional -que por cierto nunca estuvo amenazado-. Estas colonias habían sido arrebatadas a sus habitantes de un modo nada agradable. Los Estados Unidos preferían hablar de Hawai y la Filipinas como "territorios", aunque en realidad se tratase de colonias.
En esta ocasión es el territorio nacional el que ha sufrido un ataque a gran escala. Podemos encontrar unos pocos ejemplos al margen, pero este es único.
Durante estos 200 años, nosotros, los Estados Unidos, hemos expulsado y prácticamente exterminado a la población indígena del país. Eso son varios millones de personas. Hemos conquistado la mitad de México, depredado aquí y allá, en el Caribe y en la América Central, y algunas veces más allá. Conquistamos Hawai y las Filipinas, asesinando de paso a cientos de miles de filipinos. Desde la Segunda Guerra Mundial, los Estados Unidos han extendido su influencia por todo el globo con métodos que no necesito describir aquí. Pero siempre se estaba asesinando a otros, la lucha se desarrollaba siempre en otro lugar: eran otros los que eran masacrados.
En el caso de Europa, el cambio es si cabe más dramático porque su historia es aún más horrorosa que la de los Estados Unidos. Básicamente, los Estados Unidos son un vástago de Europa. Durante cientos de años, Europa ha ido asesinando a gente por todo el mundo. Así conquistaron el mundo, no repartiendo caramelos. En todo este tiempo, Europa ha sufrido guerras asesinas, pero eran los europeos matándose unos a otros. El deporte preferido de los europeos durante cientos de años fue el asesinato mutuo. La única razón por la que se puso fin a todo esto en 1945 no tiene nada que ver con la democracia, ni con no enfrentarse unos con otros, o ideas similares. Tuvo que ver con el hecho de que todos comprendieron que la próxima partida significaría el fin del mundo. Porque los europeos, y también los norteamericanos, habían desarrollado tales armas de destrucción masiva que les obligaban a poner punto final al juego.
Durante todo este periodo asesino y sangriento, los europeos se masacraban los unos a los otros, pero también masacraban a otras gentes. Hay pequeñas excepciones, pero tan pequeñas que son ciertamente invisibles en la escala de lo que Europa y los Estados Unidos han hecho por todo el globo. Este ha sido el primer cambio. La primera vez en que las pistolas apuntaban en la dirección contraria.
El mundo se ve de manera diferente dependiendo de si uno tiene el látigo en la mano, o si ha tenido que sufrir los latigazos durante cientos de años. Muy diferente. Creo que la sorpresa y el shock, por lo tanto, son comprensibles. Esta es la razón por la cual el resto del mundo mira lo ocurrido de un modo bastante diferente. No falta la compasión hacia las víctimas de la atrocidad ocurrida, ni el sentimiento de horror ante dichas atrocidades; el sentimiento es generalizado. Pero se ve desde otra perspectiva diferente. Eso es algo que quizás deberíamos tratar de comprender.
¿Qué es "la guerra contra el terrorismo"?
Pasemos a la pregunta sobre el terrorismo. ¿Qué es eso de "la guerra contra el terrorismo"? En las altas esferas, la guerra contra el terrorismo ha sido descrita como la lucha contra una plaga, un cáncer extendido por bárbaros, por "adversarios depravados de la civilización". Es un sentimiento que comparto. Las palabras que he citado fueron pronunciadas, sin embargo, hace 20 años. He citado al presidente Reagan y a su secretario de Estado. La Administración Reagan comenzó su periodo de gobierno hace 20 años afirmando que la guerra contra el terrorismo internacional se convertiría en la pieza central de la política exterior norteamericana, describiéndola en los términos que he citado.
Y así fue. La Administración Reagan respondió a esta "plaga extendida por los oponentes depravados de la civilización", creando una red de terrorismo internacional extraordinaria, sin precedente alguno en cuanto a sus dimensiones, una red que ejecutó atrocidades en masa por todo el mundo. No voy a repasar toda la gama de atrocidades, pero sí mencionaré un solo caso absolutamente incontrovertible: la guerra los Estados Unidos y Reagan contra Nicaragua. Es incontrovertible porque hay una serie de dictámenes de las autoridades internacionales más importantes: el Tribunal Internacional de Justicia, el Tribunal Mundial, y el Consejo de Seguridad de la ONU. Este es un caso que no admite controversia, al menos entre quienes tienen un mínimo de consideración hacia la legalidad internacional, los derechos humanos, la justicia, y todas esas cosas.
El caso de Nicaragua es especialmente relevante, no solo por su carácter incontrovertible, sino porque nos ofrece un precedente sobre cómo un Estado que respeta la ley respondería (de hecho, sobre cómo respondió) ante un caso de terrorismo internacional que no admite discusión. Un caso de terrorismo que, por cierto, fue más extremo que los acontecimientos del 11 de septiembre. La guerra de los Estados Unidos y Reagan contra Nicaragua terminó con decenas de miles de asesinados y el país completamente arruinado, quizás para siempre.
Nicaragua respondió. Pero los nicaragüenses no respondieron bombardeando Washington. Respondieron llevando a los Estados Unidos ante el Tribunal Mundial con una querella en la que no tuvieron ningún problema a la hora de reunir pruebas. El Tribunal Mundial dictaminó a favor de Nicaragua, condenando lo que se denominó el "ejercicio ilegal de la fuerza", sinónimo de terrorismo internacional. El tribunal exigió a los Estados Unidos poner fin a los crímenes y pagar reparaciones masivas a Nicaragua. Los norteamericanos, por supuesto, rechazaron el dictamen del tribunal con el más absoluto desprecio y anunciaron que no aceptarían la jurisdicción de dicho tribunal en adelante. Nicaragua acudió entonces al Consejo de Seguridad de la ONU, donde se discutió una resolución en la que se pidiese a todos los Estados respetar la legalidad internacional. No se mencionaron nombres, pero todo el mundo lo entendía. Los Estados Unidos vetaron la resolución. En la actualidad, los Estados Unidos son el único país del mundo que ha sido condenado por el Tribunal Mundial por actos de terrorismo internacional y que ha vetado una resolución del Consejo de Seguridad pidiendo a los Estados miembros el cumplimiento de la legalidad internacional.
Nicaragua acudió entonces a la Asamblea General de la ONU, lugar donde técnicamente el veto no existe pero donde un voto negativo de los Estados Unidos equivale al veto. La Asamblea General aprobó una resolución similar: únicamente votaron en contra los Estados Unidos, Israel, y El Salvador. Al año siguiente, Nicaragua volvió a presentar el caso ante la Asamblea General de la ONU. En esta ocasión, los Estados Unidos solamente pudieron contar con el apoyo de Israel, así que dos votos se enfrentaron al cumplimiento de la legalidad internacional. En aquel punto, Nicaragua había agotado ya todos los recursos legales a su alcance, y había llegado a la conclusión de que esos recursos no funcionan en un mundo dominado por la fuerza.
Artículo aparecido en Al-Ahram Weekly, el 9 de noviembre de 2001. Traducción: CSCAweb.