29/03/2024

El reflejo en el pensamiento tardío de Lukács

Introducción

La vigencia de la obra de György Lukács a 50 años de su muerte no sólo se vincula a la relevancia de sus contribuciones sobre distintas cuestiones de su época o de los debates entablados a lo largo de su prolífera vida intelectual, sino también a la posibilidad de recurrir a la misma para problematizar los debates contemporáneos. De este modo, es posible afirmar que la elucidación de cuestiones fundamentales de la reproducción social por parte del pensador húngaro, continuando en tal sentido el legado de Marx, se constituyen en la actualidad como referencias ineludibles para pensar las lógicas y formas que asume dicha reproducción, como así también interpelar críticamente posiciones intelectuales que reactualizan misticismos irracionales propios de la decadencia ideológica.

Recurrir a Lukács, en consecuencia, se constituye en una fuente inagotable de lecturas y relecturas, donde muchas de las preocupaciones actuales pueden ser repensadas a partir de puntos de vistas que reniegan de dicotomías artificiales y, por lo tanto, avanzan en comprensiones que permiten recuperar los aspectos sustanciales de la realidad. Dentro de este marco de posibilidades, el presente artículo recurre a la obra del pensador húngaro para identificar y sistematizar algunas posiciones sustanciales para problematizar algunas posturas epistemológicas actuales en torno a las formas que asume el conocimiento de la realidad y a la indiferenciación de distintas modalidades del mismo.

Así, frente a la emergencia y reactualización de posiciones intelectuales que, sobrevalorando la intuición y el conocimiento inmediato de la realidad, reniegan de distinciones como sujeto/objeto y esencia/fenómeno, como así también, de la totalidad como categoría explicativa de los procesos sociales, las páginas que aquí se socializan procuran sintetizar los principales aportes lukácsianos en torno al reflejo, principalmente aquellos desarrollados en su obra tardía, lo cual remite a considerar sus fundamentos ontológicos y sus modalidades peculiares (cotidiano, científico y artístico).

Vale decir, para finalizar esta introducción, que el presente texto es elaborado con la finalidad de constituirse en una invitación a la lectura de la obra del pensador marxista, razón por la cual no nos proponemos dar cuenta de los debates anteriormente apenas aludidos, sino visibilizar cómo las posiciones lukácsianas permiten superar aparentes callejones sin salida que instituye el pensamiento dominante, como así también aquellas posturas que, en apariencia alternativas, asumen como propias posiciones funcionales a las formas hegemónicas de aprehender la realidad.

 

Fundamentos ontológicos del reflejo

Indagar en torno a las particularidades que asume el reflejo en la propuesta analítica de Lukács nos orienta a avanzar en la búsqueda de sus fundamentos ontológicos, los cuales están estrechamente vinculados a las implicancias de la categoría trabajo. Para ello, el recorrido por la obra del autor húngaro inevitablemente nos remite a sus contribuciones de la Ontología del ser social, las cuales aquí solo abordaremos en sus trazos generales.

En tanto las reflexiones lukácsianas son herederas de las posiciones marxianas, vale recordar que en el intelectual alemán el proceso de trabajo remite a la relación entre hombre y naturaleza, donde el primero busca transformar a la segunda bajo una forma útil para su reproducción, es decir, para satisfacer sus necesidades. A diferencia de la interacción adaptativa de los animales con la naturaleza, en el proceso de trabajo la conciencia adquiere centralidad, en tanto posee la capacidad de definir idealmente el resultado al que se quiere arribar mediante el desarrollo de tal proceso. Así, el proceso de trabajo remite a la actividad orientada a un fin determinado, previamente definido en la conciencia, donde se busca la apropiación de la naturaleza para producir valores de uso indispensables para atender las necesidades humanas.

En la Ontología, Lukács (2004), al igual que Marx, aclara que sólo el trabajo posee un carácter transicional en la interrelación entre el hombre y la naturaleza, sea orgánica o inorgánica, en tanto que el primero ha puesto en movimiento una serie causal que produjo el pasaje desde lo animal a lo humano, es decir, produjo la transformación de su animalidad en una nueva esencia, la humanidad (Infranca, 2005). Se trata del salto ontológico fundante del ser social, pues mediante el trabajo se extrae la existencia humana de las determinaciones meramente biológicas, donde no sólo se garantizan los medios de producción y de subsistencia sino también se transforma la propia naturaleza humana (Marx, 2009; Lessa, 2007).

En la superación de la interacción adaptativa con la naturaleza, la conciencia adquiere centralidad, pues, como se señaló anteriormente, actúa mediando esa relación, básicamente porque el hombre elabora en ella aquello que después procurará transformar en la naturaleza (Lukács, 2004). En esencia, aclara el pensador húngaro, la teleología es una causalidad puesta, pues supone posición de un fin y, necesariamente, una conciencia que actúa en tal sentido. Así, a la conciencia se le atribuye la capacidad de establecer previamente las finalidades a las que se pretende alcanzar, pues

solo en el trabajo, en la posición del fin y de sus medios, consigue la conciencia, a través de un acto conducido por ella misma, mediante la posición teleológica, ir más allá de la mera adaptación al ambiente –en la que se incluyen también aquellas actividades de los animales que transforman la naturaleza objetivamente, de manera involuntaria–, y consumar en la propia naturaleza cambios que para ella resultaban imposibles e incluso impensables (Lukács, 2004: 80).

 

La teleología, entonces, por su exclusividad ontológica al proceso de trabajo, sólo está presente en la praxis del ser social, gracias a la cual, agrega Lukács, “se eleva lo social por encima del nivel en que se basa su existencia –el de la vida orgánica– y se convierte en un nuevo modo de ser independiente” (Lukács, 2004: 67–68). Lejos de ser una cuestión a–histórica, la teleología remite a la presencia de determinaciones que le otorgan un significado social e histórico, pues ésta no puede ser pensada desvinculada de la necesidad material, en tanto “motor del proceso de reproducción individual y social” (Lukács, 2004b: 39), que pone en movimiento el proceso de trabajo. Al decir de Lessa (2000) ninguna previa ideación surge de la nada, sino que debe ser aprehendida como una respuesta a una necesidad concreta, es decir, siempre se encuentra determinada por la historia humana.

Es en la previa ideación, momento en que los hombres confrontan el pasado, presente y futuro y establecen la teleológica, que empezamos a encontrar los fundamentos ontológicos sobre el reflejo desarrollados por Lukács, pues en la determinación de esa finalidad puesta, el proceso de conocimiento de la realidad debe permitir visualizar aquellas objetividades y procesos cuya puesta en marcha está en condiciones de realizarse. Es decir, el reflejo es aprehendido como momento constitutivo del proceso de trabajo, por lo cual su esencia se encuentra vinculada a la posición teleológica, donde la conciencia articula dialécticamente el conocimiento de la realidad y la definición de la causalidad puesta. Así, el reflejo, ocupa un lugar decisivo para la posición de series causales, ya que el proceso de objetivación remite a la elección entre distintas alternativas según el reconocimiento de la adecuación, o no, de las propiedades de la realidad que se pretende transformar. Por la relación dialéctica entre reflejo y posición teleológica al interior del proceso de trabajo, el pensador húngaro establece que en este proceso la investigación tiene una doble función:

por un lado, releva lo que se halla presente en sí en los objetos en cuestión, independientemente de toda conciencia; por otro, descubre en los objetos las nuevas combinaciones, nuevas posibilidades de función, a través de cuya puesta en movimiento puede únicamente ser realizado el fin teleológicamente puesto (Lukács, 2004: 70).

 

Así, mediante el proceso de investigación, el reflejo no sólo posibilita conocer la realidad lo mejor posible, sino que también debe permitir identificar las posibles combinaciones para orientar la intervención del hombre en la naturaleza, y así trastocar la causalidad natural mediante la imposición de una causalidad teleológicamente puesta. En este punto, aparece el fundamento ontológico del reflejo, el cual se encuentra vinculado a su función de revelar lo que se encuentra en–sí en la realidad. Es decir, a partir de la distinción entre sujeto y objeto, entre hombre y realidad, el primero tiene la capacidad de reproducir al segundo en su ser en sí. Claramente Lukács afirma que

 

en el reflejo de la realidad, como condición para el fin y los medios del trabajo, se consuma una separación, una disociación del hombre respecto de su entorno, un distanciamiento que se manifiesta claramente en la contraposición entre sujeto y objeto. En el reflejo de la realidad, la reproducción se separa de la realidad reproducida, se cristaliza en una “realidad” propia dentro de la conciencia. Hemos puesto entre comillas la palabra realidad, ya que en la conciencia la realidad es meramente reproducida; surge una nueva forma de objetividad, pero no una realidad; y –precisamente en términos ontológicos– lo reproducido no puede ser semejante, y aún menos idéntico a lo que reproduce (Lukács, 2004: 83–84).

 

A diferencia de perspectivas idealistas, la propuesta lukácsiana sostiene que en el reflejo de la realidad se produce una separación del hombre respecto de su entorno, donde la ‘realidad´ reproducida dentro de la conciencia se distancia del ser–en–sí reflejado, nunca alcanzando, en términos ontológicos, a ser ni semejante ni idéntico a lo que reproduce (Lukács, 2004). Por ello, el reflejo de la realidad presenta una estructura relacional (Bonilla Bonilla, 2014), donde a partir de la existencia independiente entre sujeto y objeto el primero tiene la posibilidad de reflejar al segundo con una aproximación más o menos adecuada, a partir de las modalidades subjetivas del proceso de conocimiento (Infranca, 2005). Al respecto el pensador marxista afirma que

 

si emprendemos nuestro análisis con el reflejo, se revela de inmediato una precisa separación entre objetos que existen independientemente del sujeto, y sujetos que pueden reflejar aquellos, por medio de actos de la conciencia, con una aproximación más o menos adecuada, y que pueden convertirlos en una posesión intelectual propia (Lukács, 2004: 82).

 

Como parte del proceso de trabajo, a partir de la reconstrucción intelectual del objeto, el ser social puede avanzar hacia la constitución de una nueva objetividad, pues el reflejo que se logra producir sobre la realidad establece contradictoriamente los límites y las potencialidades de las posibles alternativas a desarrollar. Por ello, el proceso de trabajo requiere que la tensión entre el ser y la teleología esté mediada por el correcto reflejo del primero, pues éste determinara la posibilidad de que dicha anticipación ideal se pueda concretar a través del proceso de objetivación. En el proceso de trabajo, plantea Lukács, el éxito o fracaso de la objetivación de la posición teleológica previamente prefigurada se vincula a los niveles de conocimiento sobre la realidad alcanzados, es decir a la capacidad de identificar las posibles acciones para transformar la causalidad dada, natural, por la causalidad puesta.

Llegado a este punto, vale aclarar que el proceso de reconstrucción de la realidad asociado a los postulados sobre el reflejo en Lukács, no remite a una concepción lineal y determinista del conocimiento que refleja esa realidad, sino todo lo contrario. La relación que se produce en el proceso de conocimiento entre el reflejo y la realidad es compleja, inacabada, en permanente construcción, pues se trata de la compleja interrelación entre sujeto–objeto, donde el primero procura conocer al segundo en su ser–en–sí, aunque éste se manifiesta infinito e inasequible en toda su totalidad y procesualidad.

En síntesis, el reflejo es aprehendido como momento necesario y fundamental en el proceso de trabajo, en tanto permite el reconocimiento y reconstrucción de la realidad en–si, y, en estrecha relación, la definición de la teleología y causalidad puesta por el ser social.

 

Modalidades de reflejo en las esferas de la reproducción social: arte, ciencia y cotidianidad

El análisis del trabajo en tanto ontología del ser social permite su identificación como fundamento de toda praxis social, es decir como protoforma de la actividad humana y como modelo de toda práctica social. En la Ontología, el pensador húngaro identifica las complejas mediaciones entre el proceso de trabajo, relación radicalmente nueva entre el ser social y la naturaleza, con las distintas y complejas formas de la praxis social; formas que ineludiblemente presuponen dicho metabolismo con la naturaleza y entre las cuales median relaciones de identidad y no identidad.

En igual sentido, en tanto el reflejo es constitutivo del proceso de trabajo, es posible identificarlo como fundamento de las formas peculiares y específicas que asume en la reproducción social. De este modo, es posible iniciar un camino analítico asumiendo dos premisas fundamentales: En primer lugar, reconocer que la especificidad de cada tipo de reflejo se encuentra en la relación que existe entre la identidad general y la diferencia relativa que cada reflejo presenta (Bonilla Bonilla, 2014). En segundo lugar, evitar un abordaje eminentemente gnoseológico sobre el reflejo y sus distintas modalidades, pues en lugar de analizar los problemas del conocimiento en cuanto problemas internos del mismo (Tonet, 2015), se trata de aprehender sus mediaciones con la reproducción social.

En este marco, se recurre a los aportes abordados centralmente por el pensador húngaro en la Estética, a fin de sintetizar sus posiciones en torno a las peculiaridades que asumen las distintas formas del reflejo, particularmente aquel propio de la vida cotidiana, de la ciencia y del arte, dando cuenta de las interrelaciones existentes entre si y entre cada uno de éstos y la realidad reflejada. Vale decir que, fiel a la postura ontológica del autor, la consideración de los tres tipos de reflejos no supone un abordaje diferenciado o fragmentado de cada uno, sino todo lo contrario: por un lado, se reconoce que las distintas modalidades de reflejo siempre refiguran la misma realidad; por el otro, se plantea la existencia de una interrelación dialéctica entre el pensamiento de la vida cotidiana y los reflejos científico y estético, en tanto que éstos nacen de las necesidades que la vida cotidiana impone a la reproducción, a la cual retornan para hacerla más diferenciada y rica (Lukács, 1966).

En el análisis de las peculiaridades del reflejo de la vida cotidiana, se destaca su estrecha ligazón con el trabajo, en tanto posición teleológica. Como en el trabajo, el reflejo cotidiano se encuentra vinculado a las necesidades inmediatas de la reproducción social, lo cual demanda reconstrucciones subjetivas de la realidad que permitan responder de manera adecuada y oportuna a las mismas. En consecuencia, por la necesidad de dar respuestas a las exigencias de la reproducción, el pensamiento cotidiano se caracteriza por una relación inmediata entre teoría y práctica, donde las decisiones asumidas articulan instantaneidad con fundamentos rígidos, tales como tradiciones y costumbres. El hombre de la vida cotidiana reacciona, afirma Lukács, “siempre a los objetos de su entorno de un modo espontáneamente materialista” (1966: 46); espontaneidad que torna posible que este tipo de pensamiento puede coexistir, sin contradicción, con representaciones idealistas y/o religiosas.

De este modo, el entorno de la vida cotidiana es aprehendido a partir de su funcionamiento práctico, ocultando, en consecuencia, el complejo sistema de mediaciones que lo produce. Así, la inmediatez se configura como un elemento inherente al pensamiento cotidiano, donde la analogía adquiere significado y funcionalidad en la interrelación con los aspectos objetivos y subjetivos que se sintetizan en el cotidiano. Particularmente expresa el pensador húngaro que el reflejo inmediato de la realidad

suministra una serie de rasgos, notas características, etc., de los objetos que, a falta de investigación exacta, presentan llamativos parecidos. Lo inmediato es entonces unir estrechamente con el pensamiento esos rasgos – adensándolos con la fuerza de la generalización verbal – y obtener de ellos consecuencias inmediatas (Lukács, 1966: 55).

 

El pensamiento típico del hombre en la cotidianidad, entonces, se configura como la síntesis compleja entre inmediatez, espontaneidad y analogía, siendo los fundamentos de un reflejo que se encuentra ontológicamente vinculado a la necesidad de garantizar la reproducción cotidiana que impone la reproducción.

En interrelación dialéctica con el reflejo de la vida cotidiana, el pensador húngaro avanza en la identificación de las peculiaridades del pensamiento científico y estético, los cuales, si bien tienen como rasgo común “el alejamiento respecto de la práctica inmediata de la vida cotidiana” (Lukács, 1966: 42), presentan diferencias sustanciales que deben reseñarse.

En torno al reflejo propio de la ciencia, el pensador húngaro recupera su compleja relación con el proceso de trabajo y ubica su génesis en la investigación de la realidad necesaria para la definición de las posiciones teleológicas (Lukács, 2004), como así también en la posibilidad abstracta de trazar un camino alternativo en el acto laborativo a partir de revisar las tradiciones y costumbres cuando estas no responden a las necesidades inmediatas (Lukács, 1966).

Recuperando la distinción entre sujeto y objeto, el reflejo científico se caracteriza por tener un mayor grado de abstracción vinculado al alejamiento respecto de la práctica inmediata de la vida cotidiana, lo cual le permite asumir la tarea de aprehender el ser–en–sí, es decir conocerlo con independencia de la conciencia. Así, superando la inmediatez del pensamiento cotidiano, el reflejo científico aspira a realizar una refiguración adecuada de la realidad mediante la captación del complejo sistema de mediaciones que aparece fenoménicamente vedado.

Resultado de la preeminencia ontológica del objeto, el reflejo científico tiene como propiedad peculiar e inherente la búsqueda de un conocimiento desantropomorfizado, es decir, liberado de las intuiciones y representaciones antropomorfizadoras deformantes del objeto y reflejar la realidad objetiva tal como es y, como consecuencia, llevar a cabo una ruptura radical de toda personificación de la realidad.

Por su esencia, el comportamiento científico requiere una relación subjetiva peculiar, donde se orienten todas las facultades humanas a la finalidad desantropomorfizadora. Superando cualitativamente el horizonte y las formas peculiares que asume el pensamiento cotidiano, el reflejo científico se caracteriza por trascender los aspectos inmediatos y fenoménicos de la realidad y, por lo tanto, avanzar hacia la identificación de sus elementos esenciales. Asimismo, reconociendo la complejidad inherente a la reproducción social, niega la inferencia analógica como lógica posible y persigue capar las particularidades de distintos aspectos de la realidad en relación con las lógicas que asume la totalidad concreta.

Finalmente, también como forma de objetivación superior al pensamiento de la vida cotidiana, el pensador húngaro desarrolla las implicancias del pensamiento estético, el cual, a diferencia de la ciencia, tienen en el antropomorfismo un elemento inherente. Este tipo de reflejo, con diferencias cualitativas con respecto al reflejo de la vida cotidiana, tiene en la síntesis entre objetividad y subjetividad su aspecto peculiar, pues la obra de arte no puede existir sin el sujeto creador.

La génesis de lo estético se vincula al desprendimiento de la autoconsciencia de la práctica cotidiana, aunque ello no significa la supresión del reflejo antropormofizador, pues los impulsos y aspiraciones se sintetizan en el objeto creado. Con la peculiaridad de suspender temporariamente las finalidades prácticas, el reflejo estético se libera de la individualidad particular, pero, agrega Lukács (1966), sin perder el carácter vivencial individual.

Por su particularidad, el reflejo antropomorfizador estético si bien no pierde el contacto sensible con el mundo renuncia a ser realidad, pues al trascender las necesidades de la reproducción cotidiana, conforma “un mundo propio, autónomo y divergente del empírico” (Vedda, 2013: 275), el cual no busca configurarse como verdad (Frederico, 1997). En consecuencia, el legado lukácsiano permite apreciar que el reflejo estético, por la relación particular sujeto–objeto, supone, de manera simultánea e inseparable, reproducción y toma de partido, sea positiva o negativa respecto del objeto reflejado (Vedda, 2006).

 

Para evitar equívocos

La potencialidad de las contribuciones de Lukács se evidencia en la posibilidad de recurrir a las mismas para interpelar posiciones intelectuales que reactualizan muchas de las disputas por el pensador húngaro llevadas a cabo. Así, frente al avance de posiciones epistemológicas que sustentan sus argumentos de manera gnoseológica (Tonet, 2010 y 2015), e instalan la necesidad de abandonar premisas fundamentales de la razón dialéctica, recuperar los fundamentos ontológicos del reflejo y las particularidades que asume el pensamiento cotidiano, científico y estético, permite resituar el debate a partir de aprehender la función social que cada uno asume en la reproducción.

En consecuencia, esta propuesta analítica permite visibilizar el carácter problemático de las posiciones intelectuales que sostienen la necesaria rearticulación de los distintos tipos de conocimiento a partir de otorgarles el mismo estatuto epistemológico y asociar el criterio de verdad de cada uno a su impacto práctico en la reproducción social; lógica propia de la matriz de pensamiento pragmática.

En Lukács, la consideración de cada tipo de reflejo está asociada a su finalidad en el marco de la reproducción y, a partir de la ubicación concreta de la peculiaridad de cada uno, se torna posible identificar las interrelaciones realmente existentes entre éstos; interrelación que nunca puede invalidar los aspectos específicos e inherentes de cada reflejo. Así, lejos de instalar escalas valorativas que le atribuyen mayor relevancia a uno y otro, cada modalidad de conocimiento es aprehendida en el marco de su finalidad concreta, más allá de especulaciones gnoseológicas.

 

Bibliografía

 

Bonilla Bonilla, Manuel, La Teoría del Reflejo Estético en Lukács y su Aplicación a la Teoría General de la Estética. Tesis para optar por el grado de Doctor en Filosofía: UNLP, 2014.

Frederico, Celso, Lukács. Um clássico do século XX. San Pablo: Moderna, 1997.

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Lessa, Sergio, “Lukács: El método y su fundamento ontológico”. En: Borgianni, Elisabete y Carlos Montaño, Metodología en servicio social. Hoy en debate. Trad. de Carlos Montaño. San Pablo: Cortez, 2000, pags. 199–228.

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Marx, Karl, El capital. Trad. de Pedro Scaron. Buenos Aires: Siglo XXI, 2009.

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Vedda, Miguel, La sugestión de lo concreto. Estudios sobre teoría literaria marxista. Buenos Aires: Gorla, 2006.

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Artículo enviado especialmente por el autor para su publicación en este número de Herramienta web 34.

Manuel Mallardi es Lic. y Mag. en Trabajo Social y Dr. en Ciencias Sociales. Docente investigador en la Universidad Nacional del Centro de la Pcia. de Bs. As., con sede en Tandil, y en la Universidad Nacional de Mar del Plata. Investigador CONICET en el Centro Interdisciplinario para el Estudio de Políticas Públicas (Ciepp).

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