23/12/2024
Por Dragunsky Silvio
Luego de un mes de una agitación social muy intensa, la más profunda en décadas, en los que la población sobre todo de la sierra y el sur, se han levantado ya no contra Dina sino contra el Estado en su conjunto, el gobierno de Dina Boluarte, muy débil por no tener partido ni grupo parlamentario propio que la respalde, apoyada por las bancadas de la derecha, ha decidido enfrentar a la población con la represión. A esta altura de los acontecimientos ya hay más de 50 fallecidos por impacto de bala, en Apurimac, Andahuaylas, Huancavelica, Ayacucho, Arequipa, Cuzco y Puno principalmente.
El violento ingreso de la policía a la Universidad de San Marcos y la detención de las personas que se encontraban en el interior, solo puede explicarse como una demostración de fuerza en Lima. Una matanza en la Capital agravaría la crisis hasta plantear la caída del gobierno.
La crisis
Originalmente, la chispa que incendió la pradera, fue la protesta de los campesinos por lo que ellos consideraron la destitución de “su” presidente, sin embargo, la agitación se profundizó
Según el reconocido sociólogo Sinesio López, “El actual movimiento democratizador surge, luego de la caída de Castillo, como protesta por el desprecio, el maltrato y el desconocimiento de un presidente con el que tenían una fuerte identidad social. Estalló una rabia contenida de siglos contra las élites limeñas excluyentes, racistas y discriminadoras.” (Subrayado en el original)
Ahora, la reivindicación no es el retorno de Castillo, es que se vayan todos, resumido en la consigna “Elecciones ya”.
Los movilizados
Es una movilización realmente popular. Incluye a toda la población, especialmente de las zonas rurales, sobre todo, pero no únicamente, del sur del país.
Su forma de lucha dominante ha sido el corte de rutas. El Estado ha informado que hay más de 100 cortes a lo largo de todo el país, desde hace ya unas tres semanas.
Otro, ha sido el intento de ocupar los Aeropuertos. Aquí es donde se han producido los enfrentamientos más cruentos con el ejército.
Ahora, sobre todo en el sur de Puno, ya el odio popular se manifiesta incendiando toda oficina estatal, comenzando por las comisarias. Ya hay más de 12 quemadas, 14 oficinas del Poder Judicial, varias del Ministerio Público y también de Migraciones en la frontera con Bolivia.
Una característica saltante es su falta de organicidad. Son espontaneas y no tienen dirección alguna. Sin dudas que los militantes de distintas organizaciones políticas participan en ellas, pero son uno más en el conjunto.
En las distintas marchas, no se enarbolan banderas de ninguna tendencia ni organización. Solo con leyendas de sus reivindicaciones y en las de Lima, la de sus lugares de procedencia.
En eso, se asemejan a las últimas grandes movilizaciones populares como la de los chalecos amarillos de París, o las marchas multitudinarias de Chile de pocos años atrás, en que primó la horizontalidad, son todos iguales.
En casi un mes de movilización no aparece un solo nombre, grupo o movimiento que pueda decir que dirige.
El gobierno
Después unos pocos días en que la Presidenta llamó a la paz y la conciliación, el discurso oficial se endureció y tildó de terroristas y subversivos a todos aquellos que reclaman.
El Poder, aterrorizado por un levantamiento popular que no puede concebir que sea espontáneo, (los sirvientes jamás se pueden alzar contra los patrones), solo lo harán si son empujados por otros, por los “malos”. Entonces, deben intervenir fuerzas extrañas. Así es como la culpa de todo se le fue atribuyendo, sin que implique un orden determinado a: Al embajador cubano, al presidente Maduro, a López Obrador, al Foro de San Pablo, a Evo Morales, a Sendero Luminoso, al MRTA, al Movadef (movimiento al que se le atribuye ser la continuación de SL), a los comunistas, a los extremistas, a los mineros ilegales, a los traficantes de drogas y algún que otro más.
Parten de la suposición que el plan subversivo consiste en lograr la renuncia de Boluarte, para que igual a lo que sucedió en Chile, después se instale una Asamblea Constituyente y un gobierno de izquierda.
Por lo tanto, ahora, a la derecha, le es imperioso sostener a una presidenta, que hasta hace pocas semanas detestaban por ser de una clase distinta, ser mujer y alguna vez haber sido de izquierda, pero ahora la necesitan imprescindiblemente. Si ella renuncia, el presidente del congreso tiene la obligación de llamar a elecciones generales, presidenciales y legislativas en pocos meses, sin que sea posible prever, en este momento, quienes podrían ser elegidos
El gobierno se apoya en la extrema derecha y elige la represión
Ante la proliferación de cortes de rutas e intentos de ocupar aeropuertos, con la policía desbordada, el PE envió al Ejército a reprimir. Ya hay más de 50 muertos y centenares de heridos por impacto de bala, en cerca de 10 localidades distintas. Por supuesto, esa matanza ha funcionado como querer apagar un incendio con combustible. Solo ha servido para extender y profundizar el conflicto.
Las salidas desde el establishment, la oficial
En un contexto de política ultra pauperizada, en la que se escuchan voces tan destempladas como la del presidente de la comisión de RREE del Congreso que propone que las FFAA invadan inmediatamente Bolivia para obligarla a cesar su apoyo al levantamiento en el Perú, el gobierno espera que la represión dura, el apresamiento de los cabecillas y el corte del supuesto financiamiento externo, lleve al desgaste y agotamiento de la movilización.
En esta alternativa, ya no sería tan necesario el adelantamiento de las elecciones y eventualmente las cosas podrían seguir como están hasta el 2026, fecha en que culmina el mandato presidencial y legislativo.
Este plan tropieza con algunos inconvenientes en su ejecución. Hasta ahora, más de un mes, no han encontrado un solo dirigente o cabecilla ni siquiera una fuente de financiamiento que no fueran colectas populares y, sobre todo, si bien no han logrado demasiada masividad en Lima, en provincias, la agitación no solo mantiene su vigor sino se extiende y acrecienta.
El centro político
Varias figuras del centro político que aún quedan, están profundamente preocupados porque entienden que esta movilización ha desbordado todos los límites y que tiene razones estructurales. Por lo tanto, su propuesta es que el gobierno debe buscar interlocutores entre los movilizados y encontrar la manera de tender puentes que permitan iniciar un proceso de entendimiento y comienzo de solución a los reclamos.
Esta propuesta tiene dos dificultades, una, no existen dirigentes con los que se pueda negociar, otra, el desprecio por las instituciones entre los alzados es tan grande, que no se encuentran mediadores que puedan ser aceptados, ni siquiera la Iglesia.
Según esta corriente, la primera medida que se debe tomar es anticipar las elecciones para fines del 2023 y ya no abril del 2024, como forma de amortiguar las protestas e iniciar un proceso de reconciliación social.
El futuro, hoy día, es incierto
Si la población se cansa y cede, tendremos en el Perú una extrema derecha fortalecida que probablemente gobierne varios años.
Si Dina Boluarte renuncia presionada por la agitación, iremos a elecciones antes de fin de año casi sin partidos, con la oportunidad abierta que triunfe algún outsider que agite banderas reformistas (¿Antauro Humala?).
Ahora es imposible prever el resultado, que como siempre dependerá del impulso que pueda brindar la población en la calle.
Publicado originalmente en el blog: https://silviodragunsky.blogspot.com/