23/12/2024

El fascismo en Venezuela

Por , , Denis Roland

I. Desactivar el fascismo

Si cabe una síntesis, el fascismo como movimiento reaccionario y contrarrevolucionario extremo, en el caso de Venezuela, no es, en esencia, más que una burbuja social que se expande, desinfla y vuelve a renacer, de acuerdo a la misma desesperación de los sectores tradicionales dominantes nacionales y transnacionales por controlar la totalidad de la renta energética y garantizar el ordenamiento tremendamente desigual de la sociedad que pueden sentir en peligro. Hoy se vuelve a activar, aprovechando el deterioro profundo que sufre este lento proceso revolucionario, tanto a nivel de gobierno como en sus bases populares. Su reaparición y entrelazamiento con la “sociedad civil democrática” es una advertencia clarísima al movimiento popular de que o convertimos este momento en una crisis creadora y reactivadora de la voluntad revolucionaria colectiva, o mejor empecemos a despedirnos de esta linda y traumática historia que hemos construido en los últimos 25 años.
Antes de abordar la situación veamos algunos elementos para entender el sujeto social proclive al violentismo-fascismo en la actualidad.
 
El sujeto fascista
 
- Su agitación se centra en las capas medias y las clases trabajadoras estables, jugando a un discurso democrático y una acción que expande su propia necesidad de violencia, sustentada en odios simples nacidos del miedo a la igualdad y la pérdida de privilegios.
- El hecho violento es absolutamente necesario para estas franjas de la sociedad que viven de hecho en un ambiente interno por lo general pleno de prejuicios sociales y culturales: violencias familiares, encierro domiciliario y laboral, relaciones personales que tienden a centrarse en el interés material y la salvación personal; sublimada por la religión y valores tradicionales como identidad de grupo.
- Su “ideal de vida” lo absorbe el consumo alienado, buscando el espacio ordenado de la casa, el centro comercial, el hotel turístico, el placer mediático; siempre preestablecido y acatando el ordenamiento que se ofrece como salida, en función de hacer equivalentes las necesidades de placer social prometidas por la sociedad de consumo y la ganancia capitalista.
- Un mundo tremendamente violento por lo reprimido que vive y la ausencia de todo goce colectivo realmente libre y abierto, donde el individuo se haga social en su descubrimiento del mundo y no lo “hagan social” a la manera de modus vivendi jerarquizado y encerrado de la sociedad de consumo y división social del trabajo.
- El “fascio”, desde su nacimiento en la sociedad europea convulsionada por las rebeliones obreras del principio del siglo veinte, supo entender, primero, que tenía que ser masivo y “popular”, ajeno aparentemente a las élites tradicionales. Y luego, que la respuesta no-aristocrática, es decir, la respuesta a una pulsión revolucionaria que haga puente con importantes franjas sociales, necesitaba situarse en sus propios miedos y odios y no sólo en el narcisismo de las élites y la orden de obediencia, que por lo general impulsaban los movimientos reaccionarios comandados por las noblezas o la alta burguesía.
- El “fascio”, en ese sentido, es un auténtico movimiento social, un “movimiento de ciudadanos” dirían ahora, siempre inorgánico y hasta espontáneo en apariencia, pero terriblemente jerarquizado en su juego interno, promovido por cabecillas y jefes inapelables.
-Por ello, el fascismo no es sólo una expresión política de la violencia de las clases dominantes frente a un movimiento de transformación promovido por las clases subalternas. Eso siempre ha existido con la desigualdad social. Es un movimiento que se sitúa en la necesidad de orden y esperanza individualizada de una franja de la sociedad que ya ha sido totalmente amansada por el orden y los valores dominantes.
- Un movimiento donde el esclavo “sienta liberarse” del miedo que le produce la insurgencia “del otro” inferior que puede voltearle el mundo y poner en peligro sus estúpidos privilegios.
- Por ello, aunque parezca totalmente paradójico, el fascismo hoy reproduce exactamente la misma realidad del consumo. Es una maravilla placentera, un movimiento “de todos”,  pacífico, humano y democrático. Es su cara comercial. Pero necesita a su vez ser terriblemente violento en su realidad interna, al igual que un centro comercial importante: lindo en sus fachadas, terriblemente represivo por dentro. La violencia reaccionaria dirigida contra la persona o el símbolo odiado (el médico cubano por ejemplo), y no contra el enemigo esclavizante como es el caso de la violencia revolucionaria, es el momento fundamental de éxtasis que necesita para desplegarse y sentirse fuerte.
- Así, el antecedente de toda movilización de orden fascista, apelando al odio y la imposición de un orden, es la violencia socio-política como acontecimiento inicial. Exactamente como viene ocurriendo estos días en su primera fase de calle, magnificada de una manera magistral por la manipulación mediática.
- Pero el movimiento social fascista (racista y excluyente) por sí solo es incapaz de lograr sus propósitos.  Necesita de dos cosas primordiales:
Primero, de la acción de una fuerza superior (interna y externa), donde se desvele el verdadero contenido de clase y aristocrático de su revuelta. Es allí donde ha de actuar la fuerza bruta del golpe, de la invasión, de la promoción de verdaderos ejércitos paramilitares, de la guerra civil como estrategia. Combinando todos estos elementos, esto también está en camino. En caso de concretarse será la fuerza brutal e incuestionable que termine de arrastrar, bajo una pasividad de aceptación, el resto de los sectores conservadores de la sociedad no fascistas (no violentistas y sembrados en el odio social) ganando una aparente mayoría atemorizada por la violencia.
Y segundo, se apoya en una realidad material de gran inconformidad generalizada que le permita no sólo arrastrar sectores conservadores, sino de las propias clases trabajadoras o marginadas que en su desesperación acepten el orden de la brutalidad bajo la promesa de resolverles sus problemas inmediatos, estando ellos mismos atados a los elementos básicos de identidad y aspiración social promovidos por las clases dominantes. Esta es una clave muy importante para entender lo que hoy pasa.
 
Los movimientos fascistas del 2002 y de hoy
 
Situándonos en el año 2002, vemos cómo el movimiento golpista se monta sobre una subjetividad fascista (odio a la igualdad y al otro socialmente inferior) que se va acrecentando rápidamente y que nace de la enorme violencia social y mediática que se despliega desde finales del 2001 hasta arropar una inmensa mayoría de las clases medias y los restos del movimiento obrero sindical que aún manejaban los adecos. Es un movimiento en bloque desde su primer momento, que congrega a toda la burguesía y los sectores dominantes políticos, religiosos, militares, propios del orden de la cuarta república, con el apoyo evidente de los Estados Unidos.
El movimiento es muy fuerte, arrastra todo un orden y una subjetividad social aún viva extensamente a pesar de la victoria de la rebelión popular simbolizada en la figura de Chávez y su victoria electoral del ’98. La violencia burguesa de los paros empresariales se une a una violencia de calle soportada en los sectores medios. Esto hace que el movimiento “ciudadano” necesario, dispuesto a aceptar cualquier brutalidad que proteja sus miedos y odios logre, en sólo algunos meses, acumular la suficiente fuerza para permitir que se quiten las caretas los factores militares que hacían falta, acompañada por una doctoral manipulación mediática el día del golpe sustentada en la sangre derramada por ellos mismos. Así tumbaron a Chávez el 11 de abril.
Pero Chávez regresa el 13 porque hay un punto de la agenda que no tienen en su poder. El movimiento popular no sólo está lleno de fuerza y capacidad de auto-organización, para entonces producto de la fuerza acumulada de más de diez años de revuelta y victoria. Igualmente hay una situación de esperanza que convoca a las clases subalternas que no aceptan de ninguna manera cualquier orden de terror. La situación económica por el contrario tiende a mejorar, aunque nada todavía ha cambiado en lo sustancial. Más rápida es esta esperanza libertaria, material y justiciera que la imposición del terror golpista que se queda festejando. Es en este cuadro que vuelve Chávez.
De todas formas, como sabemos, el golpe continúa, esta vez tratando de unir la actividad golpista con la desesperación material que aún, con toda su agitación continuada, no la logran generar por el ciclo económico natural; por el contrario, sigue el buen ambiente económico. Por ello lanzan el paro petrolero como medida extrema para generar tal desesperación, y efectivamente lo logran. Pero se impone, por un lado, la capacidad de respuesta que sigue acrecentándose dentro del movimiento popular, ya más exigente y con capacidad de organizar a una buena parte del pueblo esperanzado; y por otro, no aparece la fuerza militar complementaria como factor determinante en última instancia. Esto, aunado a la enorme capacidad de liderazgo de Chávez, hace fracasar todo el golpismo de entonces y sus restos en los años posteriores.
Hoy en día el violentismo fascista y el potencial golpismo que le sucede aparece en una situación muy distinta. Esa subjetividad fascista sembrada desde el 2002 siempre se mantuvo disminuida pero consolidada. De hecho, López y Capriles, como personajes más representativos de este movimiento “ciudadano”, nunca se desligaron de ella, desde psicologías y patologías histéricas distintas, y divididos en su partido original Primero Justicia. Pero hoy aparecen como los líderes de la oposición compitiendo entre ambos por el liderazgo único.
Lo cierto es que la reaparición del elemento del “fascio” violentista y odioso, desde el año pasado, se da fundamentalmente como continuidad de una subjetividad social construida desde temprano en las clases medias, y que sólo en Venezuela, en el caso de Nuestramérica, la han podido expandir en forma clara arropando al conjunto de la oposición, aunque una parte trate de desligarse del violentismo. No es el caso de ningún otro país, ni siquiera Colombia, donde la oligarquía actúa de manera descarada y dando la cara directamente como factor de chantaje asesino (estatal o paraestatal) frente a quien intente cuestionar el orden socio-económico que manejan a plenitud. No hace falta ningún “movimiento ciudadano”. Mientras en otros casos la derecha se maneja aún dentro de cánones pacíficos y representativos de las democracias burguesas, o meramente golpistas y tradicionales, como lo hemos visto últimamente en Honduras y Paraguay. Todo esto tiene que ver con la importancia particular de las capas medias y su cultura en una sociedad rentista como la nuestra.
 Sin embargo, el desate del violentismo fascista hoy en día se da sobre un panorama que lo debilita por un lado y al mismo tiempo lo favorece enormemente hacia el futuro inmediato. El sujeto social de su acción se ha centrado particularmente en la juventud, cosa que no aparecía en el 2002; eso lo favorece por su capacidad de activismo permanente, sobre todo de estudiantes que no trabajan y sin ninguna responsabilidad social. Pero a su vez su componente de clase se ha debilitado. Aparentemente, por lo menos hasta el momento, pareciera existir un desacuerdo importante entre las burguesías monopólicas y bancarias con la línea imperialista venida de los Estados Unidos. Estos sectores de la gran burguesía nacional han vivido en los últimos años un paraíso de ganancias bajo el modelo corporativo-burocrático y de capitalismo de Estado promovido por el esquema económico de gobierno.  El rentismo corrupto y de redistribución clientelar de la renta que han aplicado, los ha llenado como nunca de divisas y capitales, a ellos y sus pares de gobierno. Por esta razón no se desbocan a juntar de inmediato toda su fuerza (paros empresariales, saboteo abierto a la economía, golpe interno, etc.) para asaltar el poder. Le interesa la estabilidad y una transición que no ponga en juego su actual paraíso de ganancias. Mientras que los Estados Unidos, más interesados en la base estratégica de apoyo que Venezuela pueda darle a nivel político, militar, y de base energética para su economía, promueven y financian la transición rápida bajo un esquema que se trasluce claramente: violentismo fascista “ciudadano”, actos golpistas y sangrientos que caoticen por completo la situación, negociación final y caída del chavismo por acuerdo de fuerzas.
 Esta doble estrategia divide actualmente a la oposición, y es donde López aparece como la pieza más clara de los intereses norteamericanos-Uribe y capital global, aunado a la desesperación de las capas medias; mientras que Capriles le juega al “nacionalismo” de la burguesía local, con una mano en la conspiración, pero cautelosa. El fascismo en este caso está obligado a forzar por dentro de ellos los acontecimientos y obligar al resto del bloque burgués a juntarse; por ello su activismo, al contrario del 2002, tiene el componente de la violencia de calle, permitir que se desborde la situación, jugar al enloquecimiento odioso de la subjetividad social fabricada, ahora centrada en la juventud y sus aliados inmediatos, respaldados en su retaguardia por una presencia paramilitar importante no presente en el 2002 y que ya ha penetrado los organismos de seguridad de Estado y militares. Sincretismo que se probó en acción con los hechos del 12 de febrero y su saldo de sangre.
 Existe una situación que pareciera favorecer esta posibilidad, antes que se desgaste el juego caótico y violentista actual. Primero, al contrario del 2002, la esperanza ha mermado de manera tremenda y el participacionismo socio-político de antes ahora tiende a disolverse, agarrando a un movimiento popular en gran parte fatigado, burocratizado, administrado desde las oficinas de Estado y clientelizado.  En fin, un movimiento popular castigado a más no poder (con sangre o retaliaciones) en todos sus impulsos rebeldes y resistentes más importantes por este esquema corporativo-burocrático, que ha forzado la desactivación de la lucha de clases y la tarea emancipatoria permanente. Por ello, el “pacifismo” del gobierno se recoge abajo sin mayores contradicciones, aunque con muchas dudas e incomprensiones de la realidad que vivimos. Es una “paz” que no produce, que no activa un movimiento de renovación interna y radicalización del proceso, que no crea nuevos retos y nuevos niveles de movilización, simplemente apoya a la figura victimizada de Nicolás y su gobierno, dando claros signos de debilidad y ausencia del sentido épico que ha de tener toda revolución. Es, finalmente, un lenguaje tan pequeño-burgués como los carajitos que se la pasan quemando basura y destrozando el metro de Altamira.
 Esta debilidad interna dentro de las vanguardias colectivas del pueblo y el gobierno que han elegido, juega evidentemente muy a favor de esta maldición fascista. Pero hay algo que lo favorece aún más: se trata del modelo de un capitalismo de Estado rentista y parásito, que bajo sus políticas de control, concentración de poder y sustitución del control social por el funcionariato tecnócrata o burocrático no sólo ha hecho a los ricos más ricos, a pesar de sus dádivas y políticas de justicia social, sino que ha aplastado a las fuerzas productivas y creadoras de una sociedad obrera y de pequeños productores privados y cooperativos. Ese es un modelo que a estas alturas está en quiebra, como ha quebrado la moneda y monetarizado todos los reflejos económicos de una vasta población que sólo en el “tracaleo” de divisas o contrabando ve futuro. Un modelo que en el corto plazo si no se cuestiona totalmente y se toman las medidas radicales de fondo, nos lleva a un desabastecimiento e inflación continuados, donde ningún control va a servir para nada, así estaticen toda la economía si les da la gana, y hagan todas las leyes y decretos que quieran.
 Ese modelo sí que es el granero perfecto del fascismo. Desespera a las clases medias productoras, vuelve loca toda la demanda de consumo cada vez más insatisfecha, evidencia su incapacidad de responder por vía de la economía de Estado (sea de importación o de producción, las empresas de Estado están siendo quebradas por esta mentalidad inútil dedicada a destrozar la productividad social). Reactiva la curva de empobrecimiento por la inflación, y pronto de desempleo, por la improductividad económica, mermando día a día el valor del trabajo, cualquiera que sea el salario nominal.
 El fascismo, a pesar de su irracionalidad absoluta, mantiene una perversidad lúcida. En este caso se trata no sólo de forzar el acompañamiento explícito de imperios, burguesías y todo el bloque dominante, esta vez también mira hacia abajo, tratando de lograr su gran objetivo: que la desesperación por el quiebre total del ciclo productivo les permita venderse como salida ante una mayoría popular, convirtiéndose él mismo en un gran “movimiento popular”, de unión de “amos y esclavos”.  Fenómeno que le permitiría ganar adeptos dentro de un oficialismo de gobierno corrompido y cada vez más tensionado por esta situación de deterioro político y económico, adelantando la salida del “golpe o autogolpe” (no teniendo una fuerza militar significativa en estos momentos, al menos a esos niveles) con suficiente impacto como para crear el caos total que se busca en la estrategia yanqui, hasta lograr la negociación de derrota.
 Eso aún está todavía lejos de darse. La sociedad, el pueblo mayoritario, se mueve como puede, alejado por completo de la fachada de éxtasis violentista del fascismo que sigue reducido a sectores medios y el anticomunismo militante de los jóvenes. Pero esto puede no ser así en poco tiempo. Están abiertas las puertas de la desesperación material, con un movimiento popular pasivo y una vanguardia de izquierda rentista, a la que no se le ocurre otra cosa que pedir más controles estatales, sin acordarse que el abc de toda revolución social está en el sujeto productivo, hoy aplastado o empleado en un trabajo explotado pero ligado a cadenas económicas cada vez más improductivas y de mero servicio.
 La revolución se sitúa en la subjetividad proletaria, jamás en la subjetividad que sólo se remite a la supuesta justicia que ofrece el derecho al consumo y a la tarjeta de crédito, administrado además por una burocracia corrompida e inútil. El consumidor, y mucho más clientelizado, no sirve jamás para transformar absolutamente nada. Su revuelta es la  más individualista de todas, totalmente contraria a la revuelta del “nosotros”, los obreros, verdaderos productores de este mundo. En un cuadro así, la tendencia se mueve hacia la posibilidad de un puente en el corto plazo entre el fascismo y el pueblo desesperanzado, individualizado y desesperado, absorbiendo en sus planes una gran franja delincuente que aprovechará la oportunidad caótica, acentuando el terror colectivo. El peligro fascista de hoy tiene allí su principal futuro.
 
La desactivación del fascismo
 
Desde que este proceso comenzó hemos visto la salida al fascismo desde el punto de vista del “plan de contingencia” y la movilización de apoyo. Si esto es aún una necesidad permanente, se trata de un reflejo aprendido cada vez menos efectivo y real como mecanismo de desactivación de todo el potencial contrarrevolucionario que vuelve a insurgir.  La denuncia de planes imperialistas, que los hay, la información interna y la movilización, los puntos de unidad cívico-militar, ya no resuelven en absoluto la tamaña crisis a la cual nos enfrentamos como pueblo en lucha y como país.
 La respuesta tiene que ser de fondo, porque todo esto se debe a un proceso que pierde día a día su vitalidad original y capacidad de transformación. La voluntad transformadora y de verdadera rebelión en favor de la reactivación de la capacidad productiva y socializada que potencialmente tenemos y abunda, es la única salida.  Es la lucha de clases pura y dura contra todos los elementos de opresión capitalista y burocrática que viven del festín de la renta que ahora se pelean a muerte. Lo demás es dejar correr la arruga, jugar al desgaste y la división del enemigo, a la movilización controlada, pero guardando un cáncer final que está a punto de acabar, no con un gobierno que sería lo de menos, sino con la esperanza revolucionaria en sí, e instalarnos un gobierno de cualquier cosa y cualquier gentes, donde hasta la presencia yanqui puede aparecer de un momento a otro.
 Hay medidas de gobierno a proponer. La ingenuidad y la ilusión todavía nos llevan a adelantar algunas:
 - Renovar por completo los cuadros dirigentes y llevar a juicio la cantidad de bandidos hoy en altos cargos, desde ministros para abajo, incluidos los poderes judiciales, legislativos y militares.
 - Renovar todo el gabinete, empezando por el económico, pero bajo el consenso de una gran asamblea bolivariana que proponga nombres.
 - Reactivar la comisión de transformación del Estado abandonada desde el 2003, ampliada a nivel nacional y regional.
 - Acordar en el plazo de un mes la formación de un sistema de planificación de abajo a arriba por localidades y regiones, que ponga todo el énfasis en la reactivación productiva y en la medida de lo posible socializada del país.
 - Descentralizar todo el sistema de abastecimiento del Estado poniéndolo en manos de organismos de base y sobre todo de productores directos que venderían directamente sus productos allí.
 - Sustituir el actual sistema de control de precios por precios consensuados entre productores distribuidores y consumidores, establecidos a través de los consejos populares de precios.
 -Acabar de inmediato con ese desastroso, corrupto y monopólico control de cambio actual y sustituirlo por un sistema de bandas flexibles, generando una ganancia cambiaria que tiene que devolverse a un sistema bancario comunal, que debe crearse lo más pronto, y se ajuste a las decisiones de planificación de abajo a arriba.
 - Promover de inmediato una nueva ley de impuesto sobre la renta que ponga a pagar a los ricos.
 - Formar un centro de crédito para la obtención inmediata de divisas necesarias para la activación de la producción comunal y socializada.
 - Poner bajo control social y de agentes de producción todos los organismos que en estos momentos condensan el crédito, las semillas, los fertilizantes, etcétera.
 - Comenzar la subida progresiva del precio de la gasolina hasta racionalizar su precio a niveles de costo.
 - Devolver a la clase trabajadora el control sobre las empresas tomadas y nacionalizadas, pero asumiendo el compromiso de su productividad y rentabilidad en un plan de acuerdo a los casos.
 - Hacer un inventario de todas las empresas, maquinarias, galpones, en manos públicas o privadas, que han sido abandonadas y devolverle su control a unidades sociales productivas convocadas desde ya a su constitución.
 - Declarar el país en emergencia productiva, convocando a todas las redes de pequeños y medianos productores industriales y agrarios a reactivar la producción bajo compromiso social y de mercado justo, obligando a la banca privada a ajustarse a las medidas de este decreto.
 - Articular todo el sistema educativo medio y universitario a colaborar directamente con este plan general bajo la participación concreta de estudiantes, investigadores, docentes y empleados.
Medidas como estas, aunque sean medias u otras mejores, lo más probable es que no se tomen y ojalá estemos totalmente equivocados, eso se sabrá muy pronto. Por ello pensemos desde la perspectiva de “otra política” de lo que hoy se puede hacer bajo esta situación: fuera del Estado y la representatividad del Estado burgués. Es imposible estar dando líneas en ese sentido. Lo cierto es que el fascismo o la movilización contrarrevolucionaria se monta sobre la disminución progresiva del poder revolucionario del pueblo organizado, subsumido por la burocracia institucional y corporativa a ser un mero sujeto administrado en favor de sus intereses. En ese sentido, ante una situación así, no queda otra salida que el diálogo y la asamblea por la iniciativa revolucionaria que acuerde acciones de defensa, comunicación, tomas institucionales y medios de producción, que sin duda nos llevaría a una confrontación superior, donde es la exigencia sin condiciones y no la negociación, mucho menos la sumisión, lo que se imponga frente al gobierno, sea cual sea y quien sea ese gobierno. Eso muy probablemente haga que la enorme masa potencial que pueda unirse hoy a las clases medias lideradas por la subjetividad fascista, se unan más bien a la insurgencia revolucionaria, incluidos sectores conscientes y progresistas de la clase media.
¿Podrá ser posible? Me guardo mi escepticismo personal y pongo toda mi credibilidad en el espíritu original del 27F y del 13 de Abril. Lo cierto es que “llegamos al llegadero”, como tantas veces repetimos. Todo proceso necesita de un desenlace donde se confronten en una batalla inevitable. Toda esta situación nos toma en una gran debilidad aparente, pero es precisamente sobre ella que se prueban históricamente los pueblos victoriosos.
 
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II. Las bisagras del fascismo[1]
 
1. Cinco bisagras amarradas
 
El fascio no es, como observamos en otro artículo, ni un movimiento aristocrático llevado por el comando inmediato de las clases dominantes, ni es un fenómeno que se desata en forma evidente desde un primer momento.[2] Se trata de una realidad política extrema que se construye en la misma medida en que determinados hechos bien manejados en el inconsciente colectivo van generando los odios sociales necesarios como para que un grupo muy reducido políticamente pueda, primero absorber a un liderazgo socio-político más vasto ligado a las tendencias democráticas de la derecha política, y luego extenderse hacia zonas sociales mucho más complejas, apegadas al individualismo y el consumo en nuestro caso, pero con demandas legítimas incumplidas, hasta llegar a las propias clases trabajadoras.
Efectivamente, desde el 12 de febrero una fracción fascista dentro del movimiento estudiantil ligado a la oposición y en particular al partido Voluntad Popular, logra tomar el liderazgo con las acciones previas desatadas en Táchira y Mérida, hasta reventar en Caracas con los hechos de sangre sucedidos ese día. Los disparos provienen de agentes del Servicio Bolivariano de Inteligencia Nacional (Sebin) –hasta donde se sabe–, oscureciendo aún más la situación y dejando en el limbo quién fue el que armó directamente esa matanza. Lo cierto es que se desata una violencia generalizada que es rechazada en un primer momento por la mayoría de la oposición, pero como típico movimiento fascista insiste en ella hasta lograr el saldo de suficiente de tensión y confrontación como para amarrar su primera bisagra: la mayoría del conjunto de la oposición.
Este paso dado fundamentalmente por Henrique Capriles y María Corina Machado, pareciera recomponer una unidad que pudo haberse resquebrajado desde el momento en que por lo visto Leopoldo López se “tragó el semáforo” y tiró un plan conspirativo adelante tratando de robar el liderazgo al resto opositor, algo que estaría pensado para momentos económicamente más críticos, previsibles entre mayo y junio. El extremismo reaccionario y anticomunista de grupos incubados en las clases medias altas, su violencia guarimbera, sus asesinatos propios, y la efectiva provocación a una Guardia Nacional acostumbrada a ser el órgano represivo de Estado por excelencia, crea un saldo suficiente en sangre como para que ella empiece a extenderse socialmente y obligue a la oposición a adelantar su plan conjunto. Solo Henry Falcón, con aspiraciones presidenciales posteriores, titubea jugando al centrismo y aceptando el plan de paz de Maduro de manera condicionada.
Con ello logran amarrar la segunda bisagra: la identificación de vastos sectores de clases medias con las acciones que empiezan a ser interpretadas como de “protesta nacional” contra este “régimen” culpable de muchos de sus males: inseguridad, desabastecimiento, inflación, etcétera.
La espiral que avanza desde el 12 de febrero logra dos cometidos fundamentales, que son acompañados por otras tres de fundamental importancia. Primero logran, en el caso del Táchira, una verdadera rebelión de masas bajo un liderazgo totalmente fascista –o uribista, que es lo mismo–, como es el caso de Daniel Ceballos alcalde de San Cristóbal. Esta rebelión les permite ir amarrando una tercera bisagra imprescindible: presentarse como una protesta con capacidad de control territorial.
Punto básico para garantizar a los agentes encubiertos fuera y dentro del Estado, militares y civiles, que puedan estar previamente comprometidos con la conspiración o atraídos por ella en la medida en que se van dando los hechos, empiecen a sentir que ha llegado el momento y puedan ir armando las condiciones necesarias para acercarse a una de las metas primordiales exigidas por los gringos: mediante un golpe acompañado por la acción paramilitar, desatar la guerra civil o una confrontación mucho más amplia y violenta que permita crear las condiciones para una negociación de derrota al gobierno de Maduro. Los tiempos y condiciones de esta cuarta bisagra no deben estar todavía definidos por el “forze” de los acontecimientos, pero las palabras de Capriles al definir este gobierno como “moribundo” transparentan perfectamente que el propósito va en vías de acuerdo y de sumar actores.
Este proceso en avance en los últimos días logra hacer de Venezuela un punto de atracción mundial con lo cual, como ha quedado en evidencia, agencias de noticias internacionales de gran poder como CNN o France Press, empiezan a jugar su parte central dentro de los hechos, manipulando, tergiversando, utilizando la buena o la mala fe de actores dentro del conflicto. Su poder no solo vale para el radio de influencia que manejan, sino que se alimenta y a su vez nutre todo un universo mediático que tiende hacia la multiplicación indetenible de verdades, mentiras y manipulaciones, pero siempre en la línea de la “protesta nacional” protagonizada por las redes sociales mediáticas. Momento en que entran en juego los agentes vendidos del espectáculo, liderados por Rubén Blades y todo un universo de “artistas” que expresan su solidaridad por el “pueblo venezolano”. Es la quinta bisagra mediática y espectacular que hasta los momentos si no ha convencido del todo, ha alarmado al mundo entero, empezando a ubicar a Venezuela al lado de Ucrania, cuyos desenlaces de caída de gobierno y llamado a elecciones en un clima totalmente favorable a los intereses imperiales gringos y europeos, sería uno de los escenarios preferibles a repetir en Venezuela.
Armando las piezas necesarias como para cerrar este conjunto de bisagras, el fascismo, es decir, el odio activo y politizado hacia todo lo que intente cambiar el orden estructural y de valores en que se soporta una sociedad, podemos decir que el fascio comienza a abonar el terreno para ir cerrando al menos tres de las últimas jugadas que les falta en este momento: el pronunciamiento a favor de la alta burguesía –indecisa en estos momentos por las fabulosas ganancias que ha tenido en los últimos años a nivel bancario– y los monopolios de importación. El apoyo mundial explícito de los centros imperiales que acompañan a los EE.UU., particularmente de la Comunidad Europea. Y finalmente, el más importante de todos, el acompañamiento de sectores más pobres de las clases subalternas castigados por la crisis económica, hecho que ya se ha presentado en algunas ciudades como San Cristóbal y Maracaibo, en combinación con bandas de delincuencia, narcotráfico y contrabando.
Mientras tanto toda esta situación constituye una burbuja en aumento que en cualquier momento puede desatar situaciones no previstas en las agendas de nadie y acelerar los acontecimientos. Lo cierto es que  esto ocurre entre tanto con el concurso de una clase media miedosa, como siempre, pero que se siente cada vez más identificada con la “protesta”, fascio propiamente, las agrupaciones de la ultraderecha fascista aprovechan para tomar terreno en su violencia local y terriblemente agresiva contra todo lo que simboliza una comunidad que se libera y autoorganiza y que en nuestro caso siempre o casi siempre se hace llamar “chavista”. Las agresiones en el centro y occidente de Venezuela contra las empresas sociales comuneras, los centros de acopio, de salud, las casas populares de cultura, la unidades de transporte del Estado, que ni siquiera los medios de Estado reportan por la línea de trabajo meramente propagandística en que se estructuraron al son del poder burocrático en aumento, son hechos que pueden desatar niveles de confrontación superiores en una guerra de “pobres contra ricos” y de “pueblo en lucha contra vanguardias fascistas”.
La situación puede forzar una confrontación entre el “nosotros” y los “hijos de puta”, en palabras de Pancho Villa. No se ha llegado aún a este punto, al menos está lejos de generalizarse, pero en la medida en que cierran sus bisagras crean las condiciones para hacerlo.
 
2. El gobierno, el pueblo
 
El gobierno ha llamado al diálogo y la paz. Tiene razón en principio. Pero sus reflejos como estructura de gobierno que en su inmensa mayoría ya perdió el sentido de pueblo, para más bien utilizarlo, movilizarlo a su favor, clientelizarlo, y hace lectura del diálogo hacia arriba. Con una oposición y una burguesía cada vez más cerca de decidirse por entero en favor de la conspiración total. El gobierno lo interpreta como una vuelta al 2002 y va sumergiéndose en la misma trampa en que cayera Chávez a lo largo del 2002. Tuvo que venir un 13 de abril y salir victoriosa la resistencia al saboteo petrolero, para que los hechos y las palabras de gobierno cambien hacia una puesta en claro de la diatriba política y civilizatoria en que nos encontramos en este país. No se da cuenta, encerrado en su vida mediática y burocrática, dejando en la impunidad total tanta corrupción y delito de cualquier orden, empezando por la cantidad –centenares– de dirigentes populares asesinados, que estamos en una situación muy distinta al 2002 a nivel social.
Si bien reaparecen los agentes políticos de la derecha, esta vez el “escualidismo” social no es solo una masa aterrorizada por la manipulación mediática de que un loco comunista que llegó al poder te quitará el apartamento, el carro y los hijos. Esta vez también hay una masa harta de sectores medios y trabajadores que en cualquier momento hace puente con sectores más bajos, harta en general del atropello del modelo corporativo-burocrático que reventó cantidad de alternativas productivas en favor de los monopolios privados y de Estado y nos hunde en un rentismo monopólico que ya no tiene con qué financiar una sociedad que demanda derechos al consumo y servicios públicos como nunca antes. Es con esa base potencial y cada vez más real y no psicótica de la “protesta” que tiene sentido “el diálogo”. Lo otro es sencillamente una negociación política de paz donde obviamente si hay negociación que no sea una payasada para la propaganda de ambos lados, es para que la derecha empiece a retomar el poder de manera cabal, con poderes de Estado en sus manos que exigirán hasta terminar de acabar con todo sentido progresista de gobierno.
El diálogo con la clase obrera, campesinos, comuneros,  el traspaso inmediato de poder productivo y distributivo al tejido organizado del pueblo en lucha, el plan de emergencia productiva que incorpore a sectores privados pequeños y medios, el fortalecimiento de su capacidad de la autodefensa, no es el plan en este momento de gobierno cuyo discurso se centra en la victimización de sí mismo y el desarme del movimiento popular. Y mientras tanto sigue debilitándose y las demandas racionales medias tienden a unificarse con el movimiento conjunto hegemonizado por los sectores fascistas. En tal sentido, considero que está muy claro el plano que se viene dibujando: una situación donde la única y verdadera salida es que lo elementos de contenido, progresivos, incluso revolucionarios, que están regados entre los laberintos de esta “protesta” y mucho más allá de ella, sean absorbidos lo más pronto por una vanguardia colectiva y revolucionaria que defienda la democracia, la participación protagónica, la revolución social, como única salida a la violencia fascista ya hegemónica. No hay demasiado tiempo y aun cuando baje la intensidad del alzamiento fascista, este retomará su curso con violencias superiores y el fortalecimiento de sus bisagras al menos que el gobierno le negocie el alma, cosa de que mucho vagabundo metido entre sus oficinas y direcciones estaría fascinado; victoria para la “paz” de sus bolsillos. Es allí donde la defensa y la protesta del pueblo en lucha tienen que manifestarse con toda su fuerza, las razones sobran.
 
 

 
Publicado en Herramienta con autorización del autor. El artículo pareció originalmente en www.aporrea.org, el 19 de febrero de 2014.
 
[1] Publicado en Herramienta por autorización del autor. El artículo, que continúa el anterior, apareció originalmente en www.aporrea.org, el 26 de febrero de 2014.
[2] R. Denis, “Desactivar el fascismo”, accesible en http://www.aporrea.org/actualidad/a182411.html.

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