23/12/2024
Por Monal Isabel , Labica Georges , Herrera Rémy
Mesa redonda con los intelectuales marxistas Samir Amin, Yves Benot, Isabel Monal y Georges Labica, coordinada por Rémy Herrera.
Introducción de Rémy Herrera
Como no podía ser de otra manera, vamos a abrir esta mesa redonda consagrada a los atentados del 11 de septiembre agradeciendo calurosamente a los participantes que han aceptado intervenir de urgencia. Nos ha parecido importante y oportuno convocar una sesión para discutir sobre los atentados en el marco de nuestro Congrès Marx International III.
El carácter académico y científico de este congreso no es de ninguna manera incompatible con la necesidad de un compromiso intelectual y práctico de nuestra parte sobre los acontecimientos de la actualidad.
Es indispensable profundizar los términos del debate para deslindarse de la influencia extraordinaria que tienen los medios sobre la población, incluso sobre los sectores más progresistas, a tal punto de lograr que muchos acepten cada vez más (después del Iraq y Yugoslavia, es decir, de los ensayos de regulación del sistema mundial capitalista mediante la guerra) la perspectiva de una masacre de inocentes en el Afganistán como solución punitiva, a modo de un sacrificio de otros inocentes, masacres condenables en sí mismas universalmente.
Se han puesto en cuestión temas que conciernen al devenir mismo de la humanidad y del capitalismo. No fue solamente el carácter violento del atentado, sino también el hecho de que el territorio de los Estados Unidos haya sido sacudido por primera vez en el corazón financiero y militar del poder hegemónico del sistema, cuestión puesta más directamente que "el bien" o "la libertad", que son temas autoconstituidos y encarnados por el presidente Bush y el ejército estadounidense.
¿Cuáles son estas cuestiones? En principio, hay por lo menos tres grandes series.
1) Están en primer lugar aquellas relativas a las raíces, a las causas profundas de esta violencia, que hay que buscar a la vez en el nivel económico, social, político y cultural;
- las desigualdades que oponen al Norte -una quinta parte de la humanidad- al Sur -las otras cuatro quintas partes- en el seno de cada formación social misma, cuya desigualdad crece en forma constante;
- la hegemonía unilateral y multiforme, especialmente militar, o sea a través de la violencia pura, de los Estados Unidos sobre el orden económico mundial y el conjunto de las organizaciones internacionales;
- los desastres sociales del proyecto social neoliberal impuesto por los propietarios del capital, es decir, por lo que comúnmente se llama el mundo financiero;
- la no resolución de los problemas cruciales, como los de Palestina o de los regímenes no democráticos aliados a los Estados Unidos (no únicamente en el mundo árabe-musulmán);
- la ignorancia persistente y la cerrazón opresiva de Occidente en relación con las otras culturas, no únicamente con el Islam; y
- también el encarnizamiento en condenar, es decir, criminalizar todos los proyectos de sociedad alternativos al capitalismo, que desde hace todavía poco tiempo vienen siendo enarbolados por los movimientos populares progresistas del centro y la periferia.
2) Surgen en segundo término las cuestiones relacionadas a los riesgos inducidos por estos atentados, a saber:
- riesgos militares: la escalada de violencia y terrorismo (comprendido el terrorismo de Estado), de desestabilización de los equilibrios geopolíticos entre las regiones que se extienden desde el Mediterráneo oriental hasta las fronteras de la India y China;
- riesgos políticos: de fascistización de la opinión pública en los Estados Unidos, de recrudecimiento del racismo en Europa...; y
- riesgos económicos: ligados a la gran crisis sistémica actual (que no se limitan a la esfera financiera) o, por lo menos a los efectos en la economía mundial de la agudización de la desaceleración del crecimiento económico en los Estados Unidos, etcétera.
3) Finalmente, están las cuestiones relativas al impacto propiamente político de estos acontecimientos para las fuerzas de izquierda del mundo entero que luchan en el Norte o en el Sur:
- el impacto sobre todos los movimientos sociales, llamados de "anti-mundialización", después de Seattle, Goteborg y Génova;
- el impacto también sobre los movimientos progresistas del Tercer Mundo, que han manifestado su determinación contra el racismo y a favor de una nueva solidaridad con el África y Asia, más Cuba; en particular en América Latina (que es una zona de influencia privilegiada de los Estados Unidos), en Puerto Alegre a comienzos de este año, y más recientemente en la conferencia de Durban;
- ¿deberemos esperar una ola de "seguridad", es decir, de represión, en nombre de la "lucha contra el terrorismo" y dirigida contra las fuerzas progresistas de resistencia a lo largo y ancho del mundo?;
- ¿qué respuestas teóricas y prácticas de las fuerzas de la (izquierda de la) izquierda pueden formularse en el caos -y la guerra- que se anuncian y en la que se enfrentarán dos enemigos mortales de estas fuerzas progresistas y democráticas, de los mismos trabajadores y de los pueblos del mundo, dos enemigos mortales como son el capitalismo neoliberal financiero actual, de un lado, y el islamismo político reaccionario, por el otro?
Sin pretender ser exhaustivos ni buscar análisis acabados, hace falta hablar de los atentados del 11 de septiembre y hacerlo desde un punto de vista marxista e internacionalista.
Intervención de Isabel Monal
Creo que estamos de acuerdo en expresar una condena clara, neta y fuerte de estos atentados. Esto lo afirmo con mucha fuerza ya que mi país, Cuba, fue el blanco del terrorismo de Estado de los Estados Unidos durante más de 40 años. Me pregunto: ¿dónde están hoy los terroristas del mundo? ¿Es que están todos de un mismo lado o están en muchos lados? Hay un lado fuerte y ese lado fuerte, hegemónico, considera que tiene el derecho de recurrir al terrorismo de Estado, que tiene el derecho de ejercer diferentes formas de hegemonía e intervencionismo y que todos los otros son condenables, o que todos son condenables o ninguno es condenable. ¿Cuántos otros países fueron el blanco y sufrieron este terrorismo de Estado de los Estados Unidos, es decir, del imperialismo norteamericano? Es muy claro para todos nosotros que este propósito no afecta al pueblo norteamericano. También es claro y neto que nada justifica ni puede justificar los atentados mortíferos e irracionales.
Hay que pensar las causas que han producido estos atentados terroristas. Rémy Herrera acaba de mencionar tres tipos de causas que no podemos olvidar y que pueden provocar actos también terribles. Estos golpes deben conducirnos a reconocer que hay una falta de reflexión de los grandes poderes, en particular en los Estados Unidos, pero también en muchos países de Europa, a propósito de las causas de lo que sucedido ahora y en el curso de los últimos años. No hay verdaderas reflexiones comprometidas sobre las causas profundas de este tipo de terrorismo irracional. El terrorismo es siempre condenable, pero cierto tipo de terrorismo es más irracional que otros. Tenemos que enfrentar esta forma extrema de irracionalidad. Entre las causas hay que subrayar las grandes desigualdades económicas y políticas de todo tipo, las humillaciones sin fin, la miseria generalizada, la violencia en muchas regiones del mundo. No es posible habituarse a vivir en un mundo de violencia.
Tengo mi pensamiento puesto particularmente en Medio Oriente. No se puede aceptar la indiferencia frente a la masacre de los palestinos. No podemos considerar como una cosa normal que algunos, como Sharon, en acuerdo con Bush, sean indiferentes frente a lo que pasa en Palestina, ni que el esfuerzo de diálogo (pese a todas sus limitaciones para encontrar una solución a este conflicto) se detenga de un día para otro. Todas las críticas se han concentrado sobre los palestinos. Avalar a Sharon con su violencia ciega es una forma de estimular la violencia, de pretender que el mundo se habitúe a ella, porque esta última no toca a los Estados Unidos, no toca al Grupo de los 7, no toca al gran poder. Vivimos en un mundo donde muchos se han habituado a esta violencia también a causa de la arrogancia de los Estados Unidos y de la humillación cotidiana.
Vengo de un país que ha sufrido siempre, hasta la revolución, esta arrogancia y esta humillación, y sé cuánto esfuerzo de reflexión y de racionalización hay que hacer para no caer en la irracionalidad. Cuando se empuja a la gente a la desesperación se puede esperar cualquier cosa. Vivimos en un mundo de enormes injusticias, donde, no obstante, se desarrolla en el discurso de los teóricos y de los hombres políticos una tendencia a afirmar que hay que habituarse a las injusticias. El neoliberalismo, esta forma extrema de imperialismo, sostiene ese discurso que está destinado a convencer a las mayorías de que habría que aceptar esta situación: que los sufrimientos continuos recaigan sobre una gran parte de la población mundial.
Me pregunto igualmente si la situación creada alrededor del desmoronamiento del socialismo no ha engendrado la idea, luego generalizada, de que no habría ninguna opción distinta al capitalismo, que la única alternativa sería la sumisión al imperialismo. Vivimos en una injusticia extrema con desigualdades enormes, y al mismo tiempo, expandiéndose por el mundo, la idea según la cual no habría ninguna alternativa. Conviene reflexionar ante esta pérdida de opciones para preguntarse si esta idea no desempeña un papel, en combinación con los otros elementos ya señalados, en empujar a esta desesperación, a este irracionalismo. Frente a esta situación y a la falta de alternativa en la mente de la gente, ya antes de los atentados del 11 de septiembre, yo me temía rebeliones irracionales y desesperadas, pero debo decir que no esperaba este punto extremo de irracionalismo. Creo que entramos en una etapa histórica donde hay que esperar, de ahora en más, formas de rebelión irracionales en diversas partes del mundo. Hay que prepararse para esto y, por supuesto, luchar contra esto.
Siento también una gran preocupación con relación a la desorientación de la opinión pública en los grandes centros de poder, en particular de los Estados Unidos. No queremos subestimar este peligro, porque hoy en día existe un temor comprensible que tiende a embrutecer el entendimiento de lo que acaba de suceder y, en general, de lo que acontece en el mundo entero. Esta opinión pública está presta a ser manipulada. Es un blanco fácil para la manipulación. Hay poca gente que exprese, como lo he escuchado decir en la CNN: "Éste es el resultado de nuestra política exterior". Tal reacción es excepcional, no es la opinión general. Esta opinión pública podría justificar en gran medida las acciones más agresivas, las reacciones más extremistas.
Más allá del crimen podemos prever algunas consecuencias negativas para todos nosotros, es decir, para los movimientos contestatarios, para las masas progresistas y revolucionarias, para los movimientos antiimperialistas. En principio y como primera consecuencia, el triunfo de las fuerzas más agresivas de los Estados Unidos, que ya estaban en posición de poder, pero que hoy día tienen la dirección, es un hecho, con su rechazo de toda reflexión y de toda rectificación. Como segunda consecuencia, existen legislaciones y una tendencia a limitar las libertades cívicas al interior de los Estados Unidos y en todas partes del mundo. Ellos van a utilizar las legislaciones para limitar los movimientos contestatarios del tipo de Seattle. Está el riesgo de que se utilicen legislaciones que autoricen los atentados contra civiles y hombres políticos en el extranjero, de la misma manera que organizaron los atentados contra Fidel Castro en el pasado. Estas proposiciones ya están presentadas en el senado y en la cámara de representantes estadounidenses. Se puede prever que el desencadenamiento general de estas reacciones muy agresivas podrá afectar, lo sabemos muy bien, a inocentes. Leía recientemente en el periódico Le Monde que ellos quieren esperar un poco más, con el objetivo de que el régimen talibán caiga. Se abre, entonces, una tercera consecuencia: la posibilidad de un caos y de una ingobernabilidad generalizada. Habrá obstáculos enormes para los movimientos progresistas y de liberación. Creemos que eso va a suceder. El objetivo de luchar contra el terrorismo va a ocupar los espacios de preocupación pública y eso relegará a un segundo plano todas las otras formas de protesta, comprendidos también los debates sobre el medio ambiente, tan importantes en Europa. Va a captar considerablemente la atención. Estos atentados hacen mucho mal a nuestros movimientos partidarios de un cambio progresista del mundo. Los grandes poderes van a tratar de amalgamar el terrorismo con los movimientos antiimperialistas. Quieren aprovecharse del temor que estos atentados engendran contra todas las formas de oposición al sistema imperialista.
Entonces, me pregunto: ¿no estamos frente a una especie de "guerra santa"? Cuando Bush dice: "Dios está de nuestro lado", ¿no es un nuevo fundamentalismo? ¿No es una jihad de un cierto tipo de cristianismo? ¿No es una forma de irracionalidad? ¿Dónde está la racionalidad en ese discurso? También aquí se trata de una suerte de cruzada y de una nueva forma de fundamentalismo que intenta ocupar su lugar.
Existe, de igual manera, la intención de colocar en un segundo plano la política para introducir una ética susceptible de justificar todo, tanto el bien como el mal. Así nos dicen: "o con nosotros o contra nosotros; o ustedes están con los terroristas o están con nosotros". Pero, ¿qué quiere decir "estar con nosotros"? Significa aceptar el imperialismo, aceptar la injusticia, negar la legitimidad de todo movimiento de protesta. ¿Cuál es nuestra tarea en estas condiciones? Nuestra tarea es la de continuar la batalla, continuar la lucha antiimperialista. No debemos detenernos. Hay que hacerle frente con continuidad, consecuentemente y sin desfallecimientos.
Intervención de Samir Amin
Seré relativamente breve, en principio porque adhiero de tal manera a lo que Isabel Monal acaba de decir que no deseo repetirlo. Diría, para comenzar, que "no soy americano". En consecuencia, me coloco en un punto de vista antiamericano, en el sentido de que soy antiimperialista. Después de los atentados que han tocado el Pentágono y el centro financiero de Nueva York, calificados como los símbolos de la civilización por el presidente Bush, las preguntas fundamentales que nos debemos hacer creo que son: ¿Cuál es la estrategia del enemigo, del imperialismo, del establishment? ¿Cuáles deberían ser entre nosotros las líneas estratégicas generales, o sea la estrategia de las fuerzas democráticas y populares en el mundo?
La estrategia del enemigo está claramente enunciada: constituir un frente único contra el terrorismo. ¿Pero cuáles son los detalles? No están desarrollados por el momento, pero la línea establecida por el establishment norteamericano es ésta: construir un frente mundial, un frente único contra el terrorismo. Creo que no habría que subestimar el eco que tal llamado pudiera tener en la opinión pública americana (tan a menudo manipulada) y también en la europea, aunque sea ésta un poco menos ingenua, incluyendo a la opinión de izquierda y también a las clases dirigentes del mundo entero. Esto se hace utilizando toda el volumen de argumentos que ustedes conocen y, por supuesto, pasando al olvido y al silencio -y es lo que nosotros debemos mostrar- al terrorismo de Estado de los Estados Unidos y de Israel, que es considerablemente más peligroso y continuo, y que, si se considera la cantidad de víctimas, no resiste ninguna comparación con la que el terrorismo de este género ha producido o puede producir (hecho éste que no lo excusa de ninguna manera). De manera que uno se puede preguntar: ¿a quién beneficia el atentado y quién puede haber estado involucrado en él? Creo que no debemos excluir a priori y de manera integral a organismos como la Mossad y la CIA. Éstas pueden haber tenido participación, ya sea en la preparación, organización y puesta en movimiento del proyecto en su conjunto o, por lo menos, en haber dejado hacer para luego poder sacar provecho: aun si, hasta un cierto punto, pudieron cometer algún error de estimación sobre la amplitud del desastre y de su lado negativo. Esto no debe ser excluido.
Me encontraba en Sudáfrica cuando tuvieron lugar los acontecimientos y los periodistas locales lo dijeron públicamente en la radio. Otros recordaron que la Mossad no había reconocido sino 20 años más tarde que habían sido ellos mismos quienes habían puesto bombas en tal o cual sinagoga. Hay un elemento divertido, si se pudiera decir así, relacionado con esto. Barak, el anterior primer ministro de Israel, entrevistado por la BBC inmediatamente después de los acontecimientos, se lanzó violentamente a afirmar: "¡Sé quién hizo esto! ¡Fue Hamas, fueron los dirigentes palestinos!". El periodista británico, con una buena dosis de sangre fría y de humor, le preguntó entonces: "Ah, entonces usted estaba al corriente...". Barak respondió con embarazo: "No. Si hubiéramos estado al corriente, hubiéramos prevenido a nuestros amigos americanos...". A continuación, el periodista le hace otra pregunta: "Pero entonces, si no estaban al corriente, ¿cómo lo sabe?...". Creo que no debemos descartar una reflexión y, en la medida posible, una investigación sobre estas cuestiones.
La cuestión de fondo es que este frente único contra el terrorismo, que es la estrategia elegida por el establishment dirigente, no solamente norteamericano, sino de sus amigos, sus aliados y servidores del conjunto de países de la OTAN y algunos otros, tiene por objetivo romper el frente único contra la injusticia social internacional, que es una fuerza ascendente, no solamente desde Seattle, sino desde el comienzo de los noventa. El proyecto neoliberal mundializado y el hegemonismo norteamericano están perdiendo fuerza. Su credibilidad frente a los pueblos está debilitándose, y frente a ello hay un movimiento bajo formas muy diferentes, que aumenta en todo el planeta. El objetivo de la estrategia militar y de la OTAN en general es romper este movimiento y sustituirlo por un frente único contra el terrorismo. Es evidente que esta estrategia no puede tener más que un resultado: producir más terrorismo, porque éste es el producto de un desarraigo, de una posición de debilidad. En la medida en que las fuerzas democráticas y progresistas se amplíen y crezca la confianza en ellas, emprendiendo batallas y ganando algunas, los riesgos serán marginales o minimizados. Por el contrario, éstos serán mayores en la medida en que las luchas contra el sistema de injusticia social e internacional no se abran camino. Se podría hacer la comparación, en cierta medida y en un contexto diferente, con los momentos en que frente a una cierta debilidad del movimiento obrero los movimientos anarquistas, con actos anarquistas, y no únicamente con la filosofía anarquista, se imponen en diversos ámbitos. Esto no es nuevo.
El objetivo es demonizar toda oposición a la estrategia de las fuerzas dominantes de los Estados Unidos, de Europa y demás, por supuesto con Israel en primer lugar; y demonizarla de una manera continua, permanente. Esto es muy importante. Los Estados Unidos son una sociedad sujeta a olas de "macartismo", no del macartismo que conocimos en los cincuenta y que actuaba contra el demonio comunista. De ahora en adelante será -mejor dicho lo es- el demonio musulmán o incluso el del Tercer Mundo en su conjunto. Porque, por supuesto, habrá otras consecuencias más allá de los árabes y musulmanes (a pesar de que la situación de Palestina sea uno de los principales motivos de cólera, cólera impotente, con sus consecuencias y formas de lucha. Creo intuitivamente que, en la actualidad una buena parte del establishment americano, probablemente la parte dominante, ha elegido este "macartismo". Se trata de saber si (ya que estamos en Europa) las fuerzas políticas europeas -no solamente las de izquierda-, que tienen una historia diferente, con pueblos diferentes, con opiniones públicas diferentes -pero como en todas partes manipulables, aunque probablemente menos que en los Estados Unidos-, van a marchar en contra de esta operación, o si se puede construir un frente común contra este macartismo operante en los Estados Unidos y a escala mundial.
Quisiera precisar que yo personalmente (y no soy el único), aun proviniendo del mundo musulmán, siempre consideré y hasta he escrito libros contra el islamismo político, sosteniendo que es un enemigo, específicamente un enemigo de los pueblos árabes y musulmanes en forma directa. Porque es un conjunto de proposiciones reaccionarias o ultra reaccionarias (el aspecto más visible es con relación a las mujeres, pero se da igual en todos los dominios, por ejemplo, en la ausencia del concepto de democracia). Estoy obligado a constatar que cada vez que nosotros, adversarios del islamismo político en los países afectados, hemos salido a la palestra, hemos encontrado a las diplomacias occidentales en nuestra contra. Sabemos entonces que estas diplomacias, especialmente la de los Estados Unidos y las de los países europeos, han sostenido al islamismo político, y que continúan hoy en día sosteniéndolo. La primera palabra de Bush en relación con los atentados fue decir que los talibán son gente de bien, porque son buenos creyentes como él, y que solamente Osama Bin Laden es el adversario. Estas declaraciones no han vuelto a ser escuchadas porque probablemente algún consejero le haya sugerido que esa expresión no era muy feliz. Estoy persuadido de que el sistema, tal como está, continuará sosteniendo al islamismo político, y lo hará a pesar de que probablemente en estos momentos esté un poco contrariado...
Lo más "gracioso" -trágicamente gracioso-, es que aquellos que han sido cotidianamente señalados como los peores terroristas son justamente aquellos que no lo son. Se señala cotidianamente como a los más grandes terroristas del islamismo político al Hamas y al Hezbollah. Ambas son organizaciones ideológicas del islamismo político -y en este sentido soy tan crítico con ellos como con los otros-. Sostienen concepciones reaccionarias en todos los planos, pero jamás cometieron atentados fuera del cuadro de la lucha contra el ocupante israelita. Por el contrario, los grupos islámicos en Argelia, entrenados por los Estados Unidos (no solamente con dólares a través de Arabia Saudita y Pakistán, y en los campos del Afganistán -tan bien conocidos por los americanos-, sino también adiestrados para asesinar por expertos americanos), han masacrado entre 50.000 y 100.000 personas y aún más en ese país. Hasta el presente nadie dentro del establishment en cuestión ha encontrado nada que decir. Incluso, los gobiernos árabes, ya sea a través de Hariri o Mubarak, han dicho en estos últimos días: "Nosotros os habíamos advertido que estabais fabricando terroristas peligrosos". Cuando hace algunos años las primeras bombas fueron colocadas en Nueva York, justamente en las Twin Towers, produciendo muchos muertos, los culpables se encontraban entre los árabes: eran egipcios, poseedores de "tarjetas verdes" (permisos de trabajo) de los Estados Unidos, que les habían sido acordadas en 48 horas y que habían vuelto a El Cairo pensando poder escapar de esta manera. Fueron detenidos en el aeropuerto de destino y reenviados a los Estados Unidos, con una carta de la policía egipcia publicada inmediatamente en los periódicos, que decía más o menos así: "Les mandamos de retorno a vuestros agentes: nosotros sabíamos que eran terroristas. Ustedes los deben juzgar, no nosotros".
Existe entonces una complicidad reaccionaria, ultra reaccionaria, en la que hay que poner el acento, entre el imperialismo y este pensamiento reaccionario que representa el islamismo político. Si este último rechaza la democracia, si bien es el más retrógrado, el más opresor en relación con las mujeres, al mismo tiempo acepta la mundialización económica. Su discurso es que la lucha debe ser llevada en el plano cultural, exclusivamente cultural. Para él la mundialización económica está muy bien. Es la mundialización cultural contra la que se levanta. Es el discurso del "comunitarismo" que nos es repetido todos los días. Se trata de la ideología, por otro lado muy norteamericana, del "respeto de la diversidad". Pero ese discurso puede ser visto de otra manera. Por ejemplo, Berlusconi dice que los cristianos son superiores a los musulmanes y los musulmanes del islamismo político dicen lo contrario, pero es la misma lógica: la lógica cómplice del islamismo político.
En los momentos de auge de los movimientos de liberación nacional en los países árabes de la región, con todos sus límites -los del nazerismo, del baathismo, de Boumedien-, el islamismo político no existía. No existía, no porque estuviera reprimido, sino porque había una salida para la gente a través de proyectos nacionales y populistas. Había ciertamente un Islam conservador o reaccionario en la sociedad, por supuesto, pero no ocupaba la escena política. Los "Hermanos Musulmanes" fueron reprimidos en nombre de la democracia, como los comunistas, como los liberal-burgueses, y otros sectores, pero no en forma especial. Por el contrario, los Hermanos Musulmanes han estado mucho más próximos al régimen que los otros opositores, tanto burgueses como comunistas. El ascenso del islamismo político es el producto del vacío creado por la destrucción llevada a cabo por el proyecto nacional-populista (nazerismo, baathismo y otros) de los dos polos del conflicto ideológico, cultural y político, con sus raíces sociales, liberal-burgués de un lado, y comunista del otro. En este vacío, efectivamente, el islamismo político ha podido encontrar una audiencia que no tenía anteriormente y desde ese momento ha sido respaldado sistemáticamente. Sadam ha sido presentado como un héroe para Occidente, pero, ¿qué ha hecho Sadam? Ha sostenido abiertamente al islamismo político, aun bajo su forma terrorista e, incluso y para comenzar, en su propio país. En ese momento las diplomacias occidentales ignoraron totalmente que ese hombre no respondía a los criterios de la democracia. Creo que son cosas que se deben agregar al debate.
Estoy de acuerdo: estamos frente a un doble enemigo, pero ese doble enemigo es uno solo. Se trata de las dos caras de un único y mismo enemigo.
Intervención de Georges Labica
Creo que lo esencial ya ha sido dicho. Aquí en la tribuna y en la sala todos tenemos las mismas informaciones. Sabemos lo mismo. Por lo tanto, no hay gente que pueda decir: he aquí la verdad. Nosotros intercambiaremos opiniones. Lo que sale de las dos intervenciones precedentes es que, piénsese lo que se piense de los acontecimientos, estamos frente a consecuencias extremadamente graves tocantes al Tercer Mundo, naturalmente, y al mundo árabe de una manera particular, pero que también conciernen a las metrópolis. No olvidemos que en Francia estamos bajo los efectos del golpe "Vigipirate", que se manifiesta en la caza selectiva de "gente sospechosa" por su forma de vestir o su rostro en la red de transporte público subterráneo, incluyendo el control y apertura de bolsos y carteras, etcétera. ¿Y quién va a pagar las consecuencias de todo eso? Serán los militantes antimundialización. Vamos a ver ahora medidas de control y de seguridad que están, naturalmente, bien pensadas para este período pre-electoral en Francia, cuando hay un aumento de la desocupación y de la recesión económica.
El punto que me interesa aquí y sobre el que quisiera decir algunas palabras es la manera cómo los políticos de Francia, tanto de derecha como de izquierda, y los medios de comunicación han condicionado a la opinión pública. La han condicionado para crear una verdadera psicosis y para que a través de ella, todo sea permitido. Entonces, les propongo estar atentos a las palabras utilizadas por la prensa y los políticos y que son recibidas por la opinión pública de manera, podríamos decir, neutra, porque son palabras fáciles, con las cuales se cree comprender todo enseguida.
Tomo la idea de "civiles inocentes", que han sido alcanzados por los aviones kamikazes. "Civiles"... de acuerdo. Pero quiero hacer notar que la insistencia en la palabra "civiles" cuando se habla de las torres de Manhattan hace a menos del hecho de que en los conflictos, sean éstos actos terroristas o acciones militares o de guerra son siempre civiles los que mueren. Si las guerras no concernieran más que a los militares, estaríamos en una situación extraordinaria. Sabemos, sobre todo desde Yugoslavia, que la guerra concierne a los civiles, y a los civiles solamente, ya que la táctica empleada es la de "cero muertos". En Yugoslavia nadie se preocupó por saber si se atacaban hospitales, escuelas, fábricas o, si se privaba de empleo a los yugoslavos... "inocentes"... Todo el mundo es inocente. Aun el pobre soldado que va a la guerra es inocente. Están estas viejas canciones nuestras que dicen así: "fue arrancado a su mamá, a su familia, lleva un fusil, pero es inocente...". Considero que, por ser totalmente inocentes, también merecerían plegarias y una actitud piadosa como en los Estados Unidos, con minutos de silencio... los centenares de miles de inocentes muertos de Hiroshima y Nagasaki, de Rwanda, del Iraq... No quiero dejar pasar esto por alto: los atentados contra las torres gemelas y el Pentágono se produjeron el 11; el 13 de septiembre los aviones americanos y británicos bombardearon Bagdad conjuntamente. Me pregunto: ¿A quiénes bombardearon allí? ¡No a Sadam Hussein! Bombardearon a civiles inocentes.
Es necesario interrogarse cuando se dice: "atentado ciego". Cuando los "atentados" son terroristas, son siempre "ciegos". Pero he aquí que éstos no eran absolutamente ciegos, ya que golpearon los dos símbolos más altos del poder: el financiero y el militar. Eso no es ceguera.
Tomemos la palabra "pueblo". Se nos ha dicho: "solidaridad con el pueblo norteamericano". No voy a decir que no tiene que haber solidaridad. Por cierto que aprobamos toda la compasión y la solidaridad para con los civiles inocentes que son asesinados y entonces también para con los americanos. He sido informado, en particular a través de amigos que llegaron hace algunos días de los Estados Unidos y que estaban en Nueva York cuando se produjeron los atentados, que 300 de los empleados de servicios muertos en las dos torres eran aquellos con quienes Ken Loach hizo su película "Pan y rosas" (Bread and Roses). Allí había 300 personas de ese sindicato. No eran militares. Eran verdaderamente civiles e inocentes... y eran básicamente chicanos y negros. Son siempre los pueblos los que sufren los golpes. El pueblo americano tampoco gozó de ese privilegio particular.
Agregaría que, desgraciadamente, cualquiera sea el grado de compasión que se sienta, lo que el pueblo americano ha descubierto a través de los atentados es algo que no conocía. Ha descubierto que estaba en guerra. Es la primera vez en la historia que lo nota. Nosotros en la vieja Europa sabemos esto de memoria, sabemos que son los pueblos los que pagan el precio de las guerras, que son ellos también los considerados en estado de guerra. Yo, que era muy pequeño a finales de la Segunda Guerra Mundial, he visto las ciudades de Europa arrasadas. Era mucho más apocalíptico -aun si en el horror no se puede medir en grados-, que las torres de Manhattan. Entonces, ese pueblo se percató de que estaba en guerra. Pero no se lo habíamos dicho. Hace 50 años que los Estados Unidos están en guerra, en guerra contra el mundo entero: en América Latina, Asia, África, Cercano Oriente, es decir, en todas partes. Se trata aquí, por fuera de las guerras abiertas y del terrorismo de Estado, de la actitud de los Estados Unidos en tanto que es una potencia sin competidor, como lo testimonia Brezenski, que es un "especialista". Después del derrumbe del muro de Berlín no hay más que una sola potencia. Todos los demás son satélites. Aun los otros imperialismos son vasallos del imperialismo principal. ¿Y qué hace el imperialismo principal? Estrangula al mundo. Y lo estrangula con las grandes instituciones, como la Organización Mundial del Comercio, el Banco Mundial, etcétera. Más aún, en discusiones internacionales esta gran democracia americana rehúsa ratificar los tratados internacionales, por ejemplo, los que conciernen al recalentamiento del planeta. Los Estados Unidos nos aturden hoy día con el peligro de las armas bacteriológicas, pero no quisieron firmar el tratado relativo a su prohibición. De igual manera, han rehusado discutir el plan de destrucción antimisilístico. Y hasta entonces, pese a los debates que tuvieron lugar en las instancias internacionales, los Estados Unidos rechazaron estar presentes en la conferencia... ¿sobre qué? ¡Sobre terrorismo! Y he aquí que el pueblo de los Estados Unidos descubre que está en guerra pero, como sucede también con muchos otros pueblos como el caso de Europa, está abroquelado detrás de sus dirigentes y, en consecuencia, admite que en la aventura en la que se lo arroja se comprometerá como un "Estado unido", como lo ha escrito hace poco Fukuyama en Le Monde.
"Americanos", "el pueblo americano", o la otra cosa que se nos ha dicho: "Somos todos americanos". ¡La palabra "americano" es un insulto! ¡Se trata de una palabra del imperialismo! Se trata de los Estados Unidos, no de los "americanos". Porque cuando digo: "Somos todos americanos", eso quiere decir que me considero de los Estados Unidos y al mismo tiempo canadiense, guatemalteco, chileno, mexicano, brasileño, cubano... Pero no es posible. No se puede ser todo eso a la vez. Entonces ¿qué quiere decir "americano"? Vale la pena preguntárselo.
Podría decir algunas cosas sobre el término "solidaridad". La "solidaridad" reafirmada por los europeos, por ejemplo, es un discurso casi hipócrita. Ninguno de los dirigentes de Europa o casi -como lo muestran en sus declaraciones-, tiene la intención de servir de infantería a los avances de los Estados Unidos. Cada uno dice: "Somos solidarios", pero también dice: "Nos hacen falta pruebas para intervenir". No están completamente locos.
Quiero pasar rápido sobre la palabra "terrorismo". Sería fácil decir que el "terrorismo", esa palabra infamante, se aplica sólo a gente que está acorralada por la desesperanza y la miseria. Es cierto que los jóvenes palestinos que desfallecen de hambre, de miseria, de desgracias, están listos para hacerse saltar por los aires en las cafeterías de Israel. Es así. Es cierto. ¿Pero quién los ha conducido a eso?
Cuando observamos la manipulación actual de las conciencias, otro elemento me golpea: asistimos a la construcción de un enemigo. Actualmente, nadie tiene pruebas de que este atentado haya sido comandado por Bin Laden o algún otro árabe. Nadie tiene pruebas. Aun si hay convergencias y estas convergencias son sospechosas. Recordemos la primera "prueba": se trataba de un pasaporte y de un manual de piloto, que fueron encontrados entre las ruinas humeantes de las torres de Manhattan, y no se habían calcinado por milagro: ¡parece obra de la voluntad divina!. Hoy se ve en la televisión francesa desfilar permanentemente las imágenes del señor Atta y de los argelinos, que desde París, habrían preparado tal o cual cosa... Es sorprendente la capacidad de los servicios secretos para encontrar culpables a partir del 11 de septiembre. ¿Qué hicieron antes? ¿Qué han hecho en particular los grandes servicios secretos del mundo, la CIA y el Mossad? Hay que preguntárselos. Como también es necesario indagar por qué es el primer atentado en la historia reciente que no ha sido reivindicado. Imagínense ustedes al fanático, al loco, o a quien quiera que lo haya organizado. No los reivindica y se priva de una gloria semejante, a pesar de que el 85% del planeta lo va a aplaudir diciendo: "¡Es verdaderamente un líder! ¡Ha logrado golpear al imperialismo en su centro!"
Entonces, hay que inventar un enemigo. ¿Cómo? ¿Cuál es esa construcción? Vulgarizando un poco -pero es difícil vulgarizar, cuando se escuchan las declaraciones de Bush, que justamente tiene una ausencia total de sutileza- es decir, vulgarizando un poco, podría argumentarse que esto consiste simplemente en lo siguiente: "El cow-boy tiene necesidad de un indio", y si no encuentra al indio, lo inventa. Naturalmente, ustedes lo saben por haber visto películas western: "Un buen indio es un indio muerto". Por eso se moviliza al planeta entero para buscar a Bin Laden. Pero se trata de un fantasma, de la construcción del enemigo. ¿Dónde está? ¿Dónde enviar los aviones? Hay que agregar entonces algo pintoresco, que no se encuentra en los western y que no concierne a los indios. El enemigo en cuestión, a quien se busca -demonizando a los árabes y a los musulmanes del mundo entero- es un boomerang, una bomba fabricada por el imperialismo que se les vuelve encima. Nosotros, cuando publicamos textos contra la guerra de Kosovo, habíamos ya señalado que Bin Laden estaba allí, atrás, que era un ex agente de la CIA, utilizado en la lucha contra el comunismo, demonio principal de entonces. Hoy día Bin Laden -ese "luchador por la libertad" (freedom fighter), como dijo Samir Amin- vuelve como un boomerang. He aquí un extraño enemigo: el hijo pródigo que vuelve al hogar materno.
Para terminar, quisiera remarcar que en la lucha que debemos conducir contra las consecuencias peligrosas de estos acontecimientos, hay algo que no debemos subestimar en los países europeos. Es el dispositivo de psicosis, de inculcación y de manipulación en marcha que trata de habituarnos a la demonización de un enemigo ficticio. Este dispositivo tiene un objetivo esencial: es la despolitización. No se quiere hablar más de política. Es el mismo rechazo de hablar de política cuando se interpreta el conflicto de Irlanda o el palestino en términos religiosos. No se trata de religión, del Islam o de fanatismos... se trata de política. Pero no se quiere que la gente hable de política. En consecuencia, creo que nuestra tarea, para responder a los votos expresados por Rémy Herrera en su introducción, es volver siempre sobre esta cuestión: los problemas son políticos y deben ser tratados políticamente.
Intervención de Yves Benot
Va de suyo que estoy de acuerdo con muchas de las cosas que ya se han dicho y sobre las cuales no voy a volver. Estoy de acuerdo en el análisis de las causas y de la situación de conjunto que ha hecho Isabel Monal. Igualmente, sobre las consecuencias que habrá para nosotros, de las cuales tendremos que sacar conclusiones prácticas, para decirlo como Rémy Herrera, que hablaba al principio del compromiso intelectual y práctico por nuestra parte. Hay que erigir un muro de contención contra las empresas de guerra americanas, con toda la fuerza posible. Esto es lo más urgente. Una cosa que se impone a todo el mundo y que ya ha sido mencionada es que una fuerza exterior no dará una solución razonable a Palestina y, en consecuencia, en particular con Sharon en el poder las amenazas de reacciones irracionales continuarán estando presentes y se multiplicarán. Aunque se han expresado grandilocuencias del tipo: "Nada será como antes", etcétera, me parece que nos haría falta, por el contrario, rechazar todo énfasis en esta materia, rechazar las grandes palabras y las grandes fórmulas.
Si se utiliza la palabra "terrorista", es desde ya inquietante. ¿Qué es el "terrorismo"? En una conferencia sobre este tema, Chirac dijo palabras fuertes y definitivas, que no retuve textualmente, pero que sin duda alguna, eran temibles. Porque históricamente los terroristas fueron los partidarios de Robespierre, en una determinada época, y para los nazis fueron los miembros de la Resistencia. No habría que olvidar esto. Si se trata de acciones militares por fuera de una guerra declarada, como el asesinato de Lumumba o el de Salvador Allende (del que el 11 de septiembre se cumplió un aniversario), coincido en que, efectivamente, son actos terroristas.
Se habla igualmente de "masacres de inocentes". Voy a volver sobre esto, porque cuando hay una masacre uno se pregunta si los que han sido asesinados son o no son "inocentes". Puede haber entre ellos gente que haya robado, que haya asesinado, puede ser, pero de una manera general, todos los criminales tienen derecho a un juicio justo. Una masacre es una masacre y no hay necesidad de preguntarse acerca del grado de inocencia de los muertos.
Dejando de lado los problemas inmediatos sobre los que ya hemos hablado suficientemente, hay una cantidad de cuestiones mayores, de estrategias y de urgencias que habría que abordar y me parece que habría que hacerlo desde un ángulo diferente, que debería ser el moral. Habría que hacerlo precisamente porque ya no existe más una Internacional y porque no hay más en el mundo una potencia que, aun de manera imperfecta, sirva de contrapeso y por lo tanto nos dé un poco de esperanza, como era el caso antes de 1989. Estuve tentado de traer una revista inglesa de junio de 1946 -que no era una revista marxista sino literaria y se llamaba Horizon-, en la que encontré una editorial que formulaba 10 condiciones a ser observadas por una comunidad que quisiese ser calificada de "civilizada". Estas 10 condiciones comprendían: ausencia de discriminación, supresión de la pena de muerte, humanización de las prisiones y servicios indispensables para la vida, como la calefacción, la luz, en mayor medida la alimentación y la vestimenta y que estos servicios fueran gratuitos o que fueran objeto de pagos simbólicos. Debería haberla traído porque este texto es de actualidad. Es importante no permanecer en las palabras terminadas en "ismo" y ver, por el contrario, lo que se puede y se debe hacer. Lo que se puede hacer y lo que se debe hacer contra las desigualdades, las desigualdades entre las grandes zonas del mundo, Norte y Sur, o lo que no es aún el Norte, pero tampoco es el Sur, las desigualdades en el interior de los países desarrollados. Las unas y las otras se fueron presentando y profundizando desde los años sesenta, durante los que hubo una cierta tendencia a su reducción. ¿Cómo luchar contra esto? Diría que tenemos que afirmar los imperativos morales. Es inadmisible que después de los atentados y, como se ha dicho, la muerte de civiles inocentes, los Estados Unidos quieran bombardear donde sea, atacar, hacer actos de guerra. Esto es inadmisible. No solamente por razones políticas y por el efecto boomerang, que se ha planteado en esta mesa, sino también porque nuestra moral y lo que nosotros buscamos en la voz del socialismo no se acomoda a esos métodos de la ley del talión, consistente en hacer a los otros lo que uno no querría que nos hagan a nosotros. Isabel Monal ha recordado anteriormente que, pese a que Cuba fue objeto del terrorismo de Estado por los Estados Unidos desde hace largo tiempo, su país ha condenado igualmente los atentados.
Eso me hace volver a los imperativos morales: hay gente que por sí misma, desde el punto de vista de un pensamiento coherente, se acomoda muy bien a las desigualdades y desea aun profundizarlas. Hay teóricos del neoliberalismo que son lo suficientemente cínicos para hacerlo. Si nos oponemos a las desigualdades, si buscamos reducirlas -aunque esto no pueda ser hecho de inmediato-, es por razones de exigencia que no están fundadas pura y simplemente en un razonamiento, sino por razones fundadas sobre imperativos morales. Estamos en un Congreso Marxista... se podrá cuestionar si introduzco arbitrariamente nociones kantianas, más que marxistas... pero precisamente a través de los dramas y de los fracasos que hemos tenido, la evolución de los acontecimientos podría llevarnos a los aspectos morales del marxismo.
Para finalizar, me parece que deberíamos subrayar que hoy en día en cierta manera el mundo es uno, el planeta es uno, no de una manera violenta, con divisiones internas, pero con deseos y necesidades que se expanden en el mundo entero y que son los mismos. Esto aparece de manera caricaturesca cuando se comparan las grandes ciudades del mundo -donde hay gente también-, o con la televisión: aun si hay centenares de millones que no pueden verla en sus casas, igualmente la conocen. Uno aprecia que se expande una cierta uniformidad de necesidades en el mundo. Ese mundo es uno aunque atravesado por una profunda ruptura, de la misma manera en que si existen jóvenes que en las periferias de las grandes ciudades queman autos, eso no quiere decir que ellos los detesten, sino, por el contrario, que tienen el deseo de tener hermosos automóviles. Esto nos lleva a preguntarnos si no deberíamos comenzar a reflexionar acerca de otro modo de vida y de consumo.
Esta cuestión fue ya formulada hace mucho tiempo por Sismondi, uno de los primeros que hacia 1820, comenzaba a sublevarse contra el sistema, en el que "los pobres son cada vez más pobres y los ricos cada vez más ricos". Se preguntaba si no era necesario demorar un poco la carrera hacia la innovación, si no era tiempo de buscar otra solución. Marx, desgraciadamente, calificó un poco ligeramente a Sismondi de "socialista feudal" en el Manifiesto. Pienso que allí hay cuestiones de modo de vida, de lo que se desea y se puede producir, de lo que se desea y se puede consumir, y que son formuladas a través de todo este debate, desde que hemos tomado en cuenta una perspectiva para el porvenir.
Esta mesa redonda fue organizada por el Congrès Marx International III, que se realizó del 26 al 29 septiembre del 2001 en la Universidad de Paris X (Nanterre, Francia). La trascripción de las intervenciones, que fueron publicadas en la Revista da Sociedade Brasileira de Economia Política, del Brasil, nos llegó gracias a la gentil intervención de Paulo Nakatani. La traducción del francés estuvo a cargo de Marita López y la revisión es de Carlos Cuéllar.