Ilustración Joaquin Zelaya.
El sistema político institucional de Venezuela se ordenó y organizó alrededor de la figura de Hugo Chávez Frías. Con su muerte se abre una nueva etapa en el país caribeño.
Con la desgraciada expiración de Hugo Chávez desaparece, también, un sistema político en Venezuela.
La trascendencia de su obra política, como en pocos casos en la historia política contemporánea, trascendió las fronteras nacionales y se proyectó y arraigó en mecanismos y subjetividades en medio planeta, aunque sea en escalas desiguales.
Esa dimensión también se modificará, pero en mucho menor grado, porque dependía de estructuras interestatales o de relaciones con organismos que le daban una sustentabilidad en el tiempo, superior a la que tiene/tuvo, el sistema político armado en Venezuela entre 1999 y 2013.
Ese sistema político institucional o régimen de instituciones se ordenó y organizó alrededor de su figura y bajo el mando personal de su Despacho.
En una primera fase, ese sistema tuvo un rol progresivo al permitir dinamizar las acciones públicas y los pactos necesarios para llegar al poder en Miraflores y desplegar movimientos.
Su cualidad se invirtió desde, aproximadamente, 2002, y en vez de progresivo pasó a ser regresivo para el conjunto del proceso, el gobierno y las relaciones políticas con los movimientos que lo sostienen con el voto y lo demás.
Hugo Chávez no fue el responsable individual o causante absoluto de ese sistema político autoconcentrado y excesivamente personal. Aunque es cierto que se acostumbró. No tuvo la sensibilidad política para comprender la necesidad de colectivizar el mando nacional y darle base más orgánica a su gobierno.
Para comprender con rigurosidad, sin sentimentalismos ni dislocaciones ideológicas, la formación de ese sistema político excesivamente personalizado, debemos recordar cómo nació y por qué nació como nació.
El origen. En los dos años posteriores a la insurrección social del Caracazo, la sociedad trabajadora y pobre de Venezuela manifestó la mayor cantidad de rebelión y rabia, sólo comparable a la de 40 años antes, durante los sucesos revolucionarios de 1958 que sirvieron para derribar la feroz dictadura del general Marcos Pérez Jiménez, el último dictador que conoció Venezuela.
Margarita López Maya, una investigadora académica de la Universidad Central de Venezuela, se tomó el trabajo de registrar esas luchas y clasificarlas por fases, lugares, clases sociales y métodos de lucha. El resultado fue sorprendente. Más de 3.000 acciones de protesta, la mayoría (64%) acudiendo a métodos violentos, variados. Las más moderadas fueron las marchas callejeras con enfrentamientos a la policía. Los otros incluyeron saqueos de negocios comerciales grandes, quemas de transportes de empresa multinacionales, alcanzando en algunas zonas industriales a las ocupaciones con control de fábrica, captura temporal de funcionarios muy odiados y en dos casos conocidos, también el colgamiento de patrones excesivamente explotadores. En 1989 me correspondió protagonizar uno de esas ocupaciones y secuestro por la que fui procesado.
Ese magma social de tensiones era comprensible, luego de una insurrección espontánea que había quebrado a las instituciones básicas del régimen democrático de entonces. El parlamento, el Gabinete, la Corte Suprema, los dos partidos que sostuvieron el sistema venezolano desde 1945, la cadena de mando y la moral de las Fuerzas Armadas y el estado de conciencia de los sectores pobres, se modificaron a escalas tectónicas y todas quedaron fisuradas en distintas medidas.
Las dos instituciones más afectadas fueron los dos partidos del capitalismo nacional y las Fuerzas Armadas. Ambas señales fueron suficientes para comprender que algo se estaba moviendo desde las profundidades en toda la sociedad venezolana.
En el centro de la crisis militar, estaba la acción conspirativa, dislocadora, de por lo menos cuatro logias militares, tres de ellas con conductas muy extrañas, si las medimos por lo que decían sus documentos y las relaciones que mantenían con una parte de la izquierda marxista posguerrillera. Una de esas logias era el MBR200 fundada y dirigida por el teniente Hugo Chávez.
Uno de los sucesos más motivantes de la crisis militar fue el asesinato a mansalva de más de 1.050 civiles pobres en los sucesos del Caracazo. No deja de ser una completa paradoja que más de 1.400 oficiales, capitanes, sargentos y soldados de las Fuerzas Armadas, usadas para matar manifestantes, se hayan convencido de rebelarse con las armas contra el gobierno, por la masacre. No era la primera que tamaño golpe en la conciencia humana vestida de verde ocurría en la historia, pero sí la fue la primera vez en que esa corriente militar dio origen al mayor movimiento social y político latinoamericano de las últimas décadas, potenciando el proceso revolucionario conocido como “revolución bolivariana”.
En 1992, el pueblo venezolano había luchado tanto y de tantas maneras, que ese sacrificio gigantesco no encontraba salida, resolución política, conclusión superadora de lo existente.
Entre diciembre de 1991 y febrero de 1992, con incremento y violencia de las luchas y la represión gubernamental, la acción social comenzaba a agotarse y en la conciencia social se había formado un estado de angustia. Era el síntoma de una rebelión social que no encontraba su destino.
Allí apareció la rebelión militar, con método putchista, acaudillado por Hugo Chávez Frías y otros 7 comandantes. En ese punto exacto de la historia venezolana, la angustia masiva se cruzó con el personaje aparecido, al que vieron más como una aparición providencial, un ser redentor, que como un golpista más de un continente sembrado de golpes. Las masas le cambiaron el carácter a la rebelión militar y su método golpista quedó absolutamente subordinado a la identificación social con la acción rebelde de los cuartelarios.
El símbolo más sorprendente de esa jornada de inusitado registro en la historia social, fue la oración escrita por un anónimo caraqueño del Barrio 23 de enero, el bolsón de pobres más combativo del país desde 1958. Sus primeros versos dicen esto:
Chávez nuestro que estás en la cárcel, / santificado sea tu golpe, / venga a nosotros, tu pueblo / hágase tu voluntad, / la de Venezuela la de tu ejército / danos hoy la confianza ya perdida, / y no perdones a los traidores, / así como tampoco perdonaremos a los que te aprehendieron. / Sálvanos de tanta corrupción / y líbranos de Carlos Andrés Pérez. AMÉN.
La próxima prueba. Estas breves palabras son suficientes para comprender dos cosas. El estado de angustia social y la ausencia de tradiciones revolucionarias en el país. Lo primero era un combustible positivo, lo segundo era una rémora y un límite político-cultural.
Sobre ese fondo social se formó el sistema político del que fue centro y víctima el líder bolivariano.
Eso sirve, especialmente, para explicar que la organización política y la comprensión ideológica del tránsito en Venezuela, haya sido reemplazado, parcialmente, con cadenas de oración en plazas, barrios, hoteles estatales, algunas fábricas y oficinas, por buena parte de la misma masa chapista que demolió ideologías reaccionarias.
El sistema político chavista tuvo su origen en 1992 y concluyó este 5 de marzo con la desaparición de su figura totémica, fulgurante y sobredeterminada.
En Venezuela ha comenzado la construcción de un nuevo tipo de sistema político. Una combinación de buenas razones (13 años de victorias y una politización masiva de los trabajadores pobres) dan base social a la construcción de uno nuevo que dé continuidad al centrado en Hugo Chávez y a la vez, lo supere positivamente, en términos hegelianos.
La unidad cívico militar impulsada por Chávez y construida en casi 20 años, facilitan la transición más dolorosa de los últimos 60 años en Venezuela. Como toda transición, esta contiene riesgos, uno de ellos, es que desde las Fuerzas Armadas o de la propia boliburguesía surjan proyectos autónomos. Pero eso habrá que verlo.
Cuando la gente canta masivamente en las calles, frente al féretro del líder muerto, “Con Chávez y Maduro, el pueblo está seguro”, revela en términos de drama, ese origen y ese final del chavismo como sistema político.
Pero abre al mismo tiempo una fase creativa de repotenciación del chavismo como movimiento y como gobierno.