28/03/2024

El Antropoceno como Fetichismo

Por Revista Herramienta

 El Antropoceno como Fetichismo*

Daniel Cunha**
 
El Antropoceno es definido como la “época geológica dominada por el humano”, y es un concepto de moda en las ciencias naturales y sociales. La crisis ecológica global y la posibilidad de resultados catastróficos exigen un análisis crítico del concepto, especialmente su discurso sobre el “control”. De hecho, el Antropoceno es el resultado de un metabolismo social con la naturaleza caracterizado por la falta de consciencia y control. Aquí se argumenta que el concepto marxiano de “fetichismo” es la clave para una comprensión crítica del Antropoceno.
 
“Una sociedad cada vez más enferma pero cada vez más poderosa ha recreado en todas partes el mundo concretamente como entorno y decorado de su enfermedad, como planeta enfermo”
Guy Debord
 
 
El “Antropoceno” se ha convertido en un concepto de moda en las ciencias naturales y sociales. Es definido como la “época geológica dominada por el humano”, porque en este período de la historia natural es el Hombre quien tiene el control de los ciclos biogeoquímicos del planeta.[i] Sin embargo el resultado es catastrófico: la alteración del ciclo de carbono, por ejemplo, conduce a un calentamiento global que se acerca a puntos críticos que pueden ser irreversibles.[ii] El crecimiento exponencial de nuestra libertad y poder, es decir, de nuestra habilidad para transformar la naturaleza, ahora se traduce en una limitación de nuestra libertad, incluyendo la desestabilización de la misma estructura de la vida. Alcanza su grado máximo con el calentamiento global.[iii] En este contexto, se hace claro que el Antropoceno es un concepto contradictorio. Si la “época geológica dominada por el humano” está llevando a una situación en la que la existencia de los humanos pueda estar en juego, hay algo muy problemático con este tipo de dominación de la Naturaleza que la reduce a un “substrato de dominio” [iv], que debería ser investigado. Su premisa más básica, de que es dominada-por-el-humano debe cuestionarse –después de todo, tendría que haber algo inhumano u objetivado en un tipo de dominación cuyo resultado puede ser la extinción humana.
 
Lo que se plantea aquí es que, exactamente como en el caso de la libertad, el Antropoceno es una promesa no cumplida. De la misma manera que la libertad en el capitalismo es constreñida por el fetichismo y las relaciones de clase –las dinámicas capitalistas están atadas a leyes, y se encuentran más allá del control de los individuos; los trabajadores son “libres” en el sentido de que no son “poseídos” como esclavos, pero además en el sentido de que están “libres” de los medios de producción, están privados de sus condiciones de existencia; los capitalistas son “libres” mientras que sigan las reglas objetivadas de la acumulación de capital, o sino caen en bancarrota- así lo está el metabolismo social con la Naturaleza. Además, planteo que el Antropoceno es la forma fetichizada de intercambio entre el Hombre y la Naturaleza, históricamente específica al capitalismo, del mismo modo que la “mano invisible” es la forma fetichizada de “libertad” de intercambio entre los hombres.
 
Desde la acumulación primitiva, el capital provocó un giro metabólico entre el Hombre y la Naturaleza. Fue empíricamente observable al menos desde el empobrecimiento de los suelos causado por la separación entre la ciudad y el campo en Gran Bretaña durante el siglo XIX.[v] En el siglo veintiuno, sin embargo, este giro se globalizó, incluyendo alteraciones críticas del ciclo de carbono (calentamiento global), el ciclo de nitrógeno, y la tasa de pérdida de la biodiversidad que implica que la humanidad ya se encuentra fuera de un “espacio de operación seguro” de las condiciones ambientales mundiales.[vi] El Antropoceno aparece entonces como la alteración de los ciclos naturales globales –y, más importante aún, no como una (por la razón que sea) alteración planificada, intencional y controlada, sino como un efecto no deseado de un metabolismo social con la Naturaleza que parece estar progresivamente fuera de control. Puede ser fácilmente ejemplificado. En el caso del ciclo de carbono, la quema de combustibles fósiles se realiza como una fuente de energía para los sistemas industriales y de transporte. La extracción masiva de carbón empezó en Inglaterra durante la Revolución Industrial para que, con esta nueva fuente móvil de energía, las industrias pudieran moverse desde los diques cercanos hacia las ciudades donde estaba la mano de obra barata.[vii] 
 
No había intención de manipular el ciclo de carbono, o de provocar el calentamiento global, o alguna consciencia de ello. El resultado, pese a esto, es que en el siglo veintiuno las concentraciones de dióxido de carbono en la atmósfera ya se encuentran más allá del límite seguro de 350 ppm para el desarrollo humano a largo plazo. También respecto al ciclo de nitrógeno, que fue alterado por la industrialización de la agricultura y la producción de fertilizantes, incluyendo la fijación del nitrógeno atmosférico con el proceso Haber-Bosch. Nuevamente, no hubo intención o un plan para controlar el ciclo de nitrógeno, para generar la eutrificación de lagos, o de inducir el colapso de ecosistemas. Una vez más, el límite de sesenta y dos millones de toneladas de nitrógeno removido desde la atmósfera por año ya se superó por mucho, con 150 millones de toneladas el 2014. Una historia similar se podría contar sobre la tasa de pérdida de biodiversidad, y el ciclo de fósforo y la acidificación oceánica están siguiendo el mismo patrón. En este aspecto, la época geológica “dominada por el humano”,  parece ser mucho más un producto de la suerte y la inconsciencia que de un control de los ciclos materiales globales, a pesar de la referencia de Crutzen al “mundo de pensamiento” (noósfera) de Vernadsky y Chardin. “Ellos no lo saben, pero lo hacen” – esto es lo que Marx dijo sobre la actividad social fetichiza da mediada por mercancías, y esta es la clave para un entendimiento crítico del Antropoceno.[viii]
 
De hecho, Crutzen ubica el inicio del Antropoceno en el diseño del motor de vapor durante la Revolución Industrial. Sin embargo, en vez de verlo como una mera observación empírica, los determinantes de la época geológica “dominada por el humano” deberían ser investigados conceptualmente en la forma capitalista de las relaciones sociales. Con su análisis del fetichismo, Marx mostró que el capitalismo es una formación social en la que hay una prevalencia de “relaciones materiales entre personas y relaciones sociales entre cosas”, en la que “la circulación de dinero como capital es un fin en sí mismo”.[ix] El capital es la inversión donde el valor de cambio dirige el uso, el trabajo abstracto dirige el trabajo concreto: “una formación social en la que el proceso de producción tiene dominio sobre el hombre, en vez de lo contrario”, y su circulación como dinero y mercancías por el bien de la acumulación constituye el “sujeto automático”, el “valor que se valoriza a sí mismo”.[x] Ubicar el Antropoceno en el capitalismo, entonces, implica una investigación en la relación entre el Antropoceno y la alienación, o, como desarrolló después el Marx tardío, el fetichismo.[xi] Este es el núcleo de las contradicciones de la época geológica “dominada por el humano”. Según Marx, la forma de relación social mediada por el trabajo en el capitalismo adquiere vida propia, independiente de los individuos que participan en esa constitución, desarrollándose en una suerte de sistema objetivo sobre y contra los individuos, y determinando de forma creciente los fines y medios de la actividad humana. El trabajo alienado constituye una estructura social de dominación abstracta que aliena los vínculos sociales, en la que “el valor de cambio es el condotiero del valor de uso que termina haciendo la guerra por su propia cuenta”.[xii] Esta estructura, sin embargo, no parece estar socialmente constituída, sino que aparece, más bien, naturalizada (cf. Postone, 2006). El valor, cuya forma fenoménica de aparición es el dinero, se vuelve en sí mismo una forma de organización social, una comunidad pervertida. Esto es lo opuesto de lo que podría llamarse “control social” (cf. Jappe, 2003). Un sistema que se vuelve casi-automático, más allá del control consciente de aquellos involucrados, y que es impulsado por la compulsión de la acumulación ilimitada como un fin en sí mismo, necesariamente tiene como consecuencia la alteración de los ciclos materiales de la tierra. Llamar a esto “Antropoceno” es claramente impreciso, por un lado porque es el resultado de una forma históricamente específica de metabolismo con la Naturaleza, y no de un ser ontológico (antropo), y, por otro lado, porque el capitalismo constituye una “dominación sin sujeto”, es decir, en la que el sujeto no es el Hombre (ni siquiera una clase dominante), sino que es el capital.[xiii]
 
Es importante indicar que el fetichismo no es una mera ilusión que deba ser descifrada para que la “verdadera” explotación ambiental y de clase pueda ser comprendida. Como el mismo Marx señaló, “a los productores… las relaciones sociales entre sus trabajos privados aparecen como lo que son, es decir, como relaciones materiales entre personas y relaciones sociales entre cosas”; “el fetichismo de la mercancía… no se ubica en nuestras mentes, en el modo en que percibimos(erróneamente) la realidad, sino que en nuestra realidad social misma”.[xiv] Esta es la razón por la cual incluso toda la evidencia científica de la alteración ecológica, siempre reunida post festum, es incapaz de detener la dinámica destructiva del capital, mostrando a un grado caricaturesco la inutilidad del conocimiento sin uso. El hecho de que ahora “ellos saben muy bien lo que están haciendo, y lo hacen de todos modos”[xv]  no refuta, sino que confirma que la forma de relación social está más allá del control social, y simplemente cambiando el nombre del “Antropoceno” (a “Capitaloceno” o cual sea) no se resolverán las contradicciones sociales y materiales subyacentes. La producción social dirigida por el valor, esto es, la producción determinada por la minimización del tiempo de trabajo socialmente necesario, resulta en un modo objetivado de producción material y vida social que puede ser descrito por leyes “objetivas”. Tiempo, espacio y tecnología están objetivados por la ley del valor. Por supuesto, los agentes de la “valorización del valor” son seres humanos, pero ellos desarrollan su actividad social como “personajes [máscaras]”, “personificaciones de relaciones económicas”: el capitalista es capital personificado y el obrero es trabajo personificado.[xvi] La fetichista, autorreferencial valorización del valor a través de la explotación del trabajo (D-M-D’) con sus características de expansión ilimitada y abstracción del contenido material implica el carácter ecológicamente disruptivo del capitalismo, es decir, que en el capitalismo “el desarrollo de fuerzas productivas es simultáneamente el desarrollo de fuerzas destructivas”.[xvii] El valor auto-expansivo crea un “sistema de bola de nieve” que no es controlado conscientemente, “una fuerza independiente de cualquier voluntad humana”.[xviii] En este contexto, no es una sorpresa que la alteración de los ciclos ecológicos globales sea presentada como el “Antropoceno”, esto es, como un concepto alusivo a un proceso natural. Que el Hombre sea presentado como una fuerza geológica ciega, tal como las erupciones volcánicas o las variaciones de la radiación solar, es una expresión de la forma naturalizada o fetichizada de relación social que prevalece en el capitalismo.
 
Por lo tanto, las estructuras técnicas con las que el Hombre realiza su metabolismo con la Naturaleza son lógicamente marcadas por el fetichismo. Como señaló Marx, “la tecnología revela la relación activa del hombre con la naturaleza, el proceso directo de la producción de su vida, y por eso pone al descubierto el proceso la producción de las relaciones sociales de su vida, y de las concepciones mentales que fluyen desde esas relaciones”.[xix] En el capitalismo, los procesos de producción no están diseñados según los deseos y necesidades y los productores, consideraciones sociales o ecológicas, sino que de acuerdo a la ley del valor. Tomando como ejemplo los sistemas de energía mundiales, se ha demostrado que no hay restricciones técnicas para una transición solar completa en dos o tres décadas si consideramos el valor de uso de las energías fósiles y renovables (su retorno de energía y requisitos materiales), es decir, es técnicamente viable usar energía fósil para construir una infraestructura solar para proveer energía a nivel mundial en la cantidad y calidad suficiente para el desarrollo humano.[xx] Esta transición solar, que desde el punto de vista del valor de uso o la riqueza material es deseable, necesaria y urgente (debido al calentamiento global), sin embargo, no se está llevando a cabo, porque la energía fósil aún es más propensa a la acumulación de capital, a la valorización del valor: el capital se fue a China para explotar el trabajo y el carbón baratos, provocando una fuerte alza en las emisiones de carbono al inicio de una emergencia climática, en un claro despliegue de irracionalidad fetichista.[xxi] Más en general, el ecologista americano Barry Commoner mostró que en el siglo veinte se desarrollaron muchos productos sintéticos (como plásticos y fertilizantes) que ocuparon el lugar de productos naturales y biodegradables. Sin embargo, los nuevos productos no eran mejores que los antiguos; la transición solo se realizó porque era más lucrativo producirlos, aunque eran mucho más contaminantes y ambientalmente dañinos –de hecho, está demostrado que estas nuevas tecnologías fueron el factor principal para el aumento de la contaminación en los Estados Unidos, más que el aumento de la población o del consumo.[xxii]
 
Por supuesto que la ley del valor no solo determina los productos finales, sino que tambien los procesos de producción que deben ser intensificados constantemente, tanto en términos de ritmo y eficiencia material, si no en términos de la extensión de la jornada laboral. Ya en sus días, Marx subrayó el “fanatismo que el capitalista muestra por economizar en medios de producción”, mientras buscan el “rechazo de la producción” para reutilizar y reciclar.[xxiii] Sin embargo, bajo la forma capitalista de producción social, las mejoras en la productividad resultan en una cantidad menor de valor creado por unidad material, lo que impulsa un mayor consumo material (cf. Ortlieb, 2008).[xxiv] Esta tendencia general es empíricamente observable en la llamada Paradoja de Jevons, cuando las ganancias en eficiencia eventualmente terminan en una producción material aumentada como efecto rebote (cf. John Bellamy-Foster, Brett Clark, y Richard York, 2010).[xxv] Fue mostrada por primera vez por William Stanley Jevons, quien presentó información que demostraba que la economía del carbón en los motores de vapor durante la Revolución Industrial resultó en un mayor consumo de carbón.[xxvi] Lo que en una producción social consciente podría ser ecológicamente beneficioso (mayor eficiencia en el uso de recursos), en el capitalismo aumenta la plusvalía, y luego refuerza la destructiva e ilimitada acumulación de capital y un sistema tecnológico que es inapropiado en primer lugar. Es sorprendente que muchos ambientalistas sigan predicando la eficiencia como un activo ecológico, sin notar que la forma social capitalista de riqueza (valor) convierte la productividad en una fuerza destructiva.
 
Incluso el modo en que el capitalismo enfrenta el problema de la contaminación está configurado por la alienación: todo puede ser discutido, excepto el modo de producción basado en la mercantilización y la maximización de ganancias. Como la producción se realiza en unidades privadas, aisladas y en competencia, el control socio-técnico está limitado al control externo, a través de regulaciones estatales que refuerzan tecnologías de fin de ciclo[xxvii] [end-of-pipe-technologies] y mecanismos de mercado. El Protocolo de Kyoto es el mejor ejemplo de mecanismo de mercado. Representa la mercantilización del ciclo de carbono, estableciendo el principio de equivalencia, la misma forma del fetichismo de la mercancía, en una suerte de mercado de divisas de carbono. Por tanto, implica un proceso completo de abstracción de las cualidades ecológicas, sociales y materiales, para hacer posible la equivalencia de las emisiones, compensaciones y reducciones de carbono, ubicados en contextos ecológicos y sociales muy diferentes. El proceso de abstracción incluye la igualación de las reducciones de emisiones en distintos contextos sociales y ecológicos, de reducción de emisiones realizadas con distintas tecnologías, de orígen fósil, de carbono y orígen biótico, la igualación de distintas moléculas a través del concepto de “equivalente de carbono”, y una definición de “bosque” que no incluye requisitos de biodiversidad.[xxviii]
 
Sin embargo, como con cualquier mercancía en el capitalismo, el valor de uso (la reducción de las emisiones de carbono) es gobernada por el valor de cambio. La inversión fetichista del valor de uso y el valor de cambio que caracteriza al capitalismo, implica que la meta objetiva de todo el proceso de intercambio de emisiones viene a ser el dinero, no la reducción de emisiones. Los ejemplos empíricos abundan. El esquema de intercambio no presenta ningún incentivo para la transición tecnológica de largo plazo, sino que solo para las ganancias financieras a corto plazo (el tiempo es dinero). En la práctica, las compensaciones permiten a los contaminantes posponer una transición ecológica mientras que el correspondiente proyecto de Mecanismo de Desarrollo Limpio (CDM) probablemente genera un efecto de rebote que impulsará el despliegue de combustibles fósiles en los países en desarrollo.[xxix] Las reducciones tecnológicas fáciles, como quemar metano en vertederos, permiten la continuación de las emisiones de carbono de las grandes corporaciones. Algunas industrias hicieron más ganancias mitigando las emisiones de HFC-23 que con las mercancías que producían, mientras generaban inmensas cantidades de compensaciones que nuevamente permiten a los contaminantes seguir aumentando sus emisiones. Y la comparación de proyectos basados en escenarios “posibles” permite incluso trágicamente el aumento directo de emisiones, por ejemplo, al financiar minas de carbón que mitigan emisiones de metano. Y se pueden citar más ejemplos. El hecho de que el calentamiento global está determinado por emisiones acumulativas en cualquier escala temporal humana significativa revela los perversos efectos de este esquema dirigido por el valor de cambio: los retrasos en la reducción de emisiones hoy limitan las posibilidades del futuro.[xxx] De nuevo, como se puede entender de antemano con una simple crítica teórica marxiana, el valor de cambio se vuelve dominante sobre el valor de uso, tal como el reparto de las emisiones de carbono está determinada no por criterios socio-ecológicos, sino de acuerdo a los requerimientos de la valorización o por la “asignación optimizada de recursos” –cuando el mercado global de carbono batió el récord de valor de mercado de 176 billones de dólares el 2011, el Banco Mundial dijo que “una porción considerable de los intercambios está motivada en primer lugar por estrategias de cobertura, ajustes de portafolio, ingresos de ganancia y arbitraje”, jerga típica de los especuladores financieros.[xxxi] Kyoto, con su enfoque cuantitativo, no enfrenta y obstaculiza la transición cualitativa que es necesaria para evitar un cambio climático catastrófico, es decir, la transición solar. Incluso aunque se movilicen cantidades sustanciales de capital dentro de los esquemas de intercambio, las emisiones globales de carbono seguirán aumentando.
En este escenario, es cada vez más probable que la aplicación de una tecnología de fin de ciclo pueda ser necesaria. Con el auge del Estado de Bienestar y la regulación ecológica, un gran número de tales tecnologías fueron usadas para mitigar las emisiones industriales al agua, el aire y el suelo –filtros de aire, plantas de tratamiento de aguas servidas, etc. El problema es que estas tecnologías solo pueden ser aplicadas en unidades corporativas particulares si es que es viable en el contexto de la producción dictada por el valor, o sea, solo si no compromete la rentabilidad de las corporaciones. Ocurre, sin embargo, que la captura y almacenamiento de carbono (CCS) aún es muy cara para ser usada en unidades de producción o sistemas de transporte. Por lo tanto, lo que se empieza a destacar es la geoingeniería, la tecnología de fin de ciclo definitiva, la mitigación tecnológica de los efectos de las emisiones de carbono a escala planetaria, la manipulación directa del clima mundial mismo –con el uso de procesos tales como la emisión de aerosoles a la estratósfera para reflejar la radiación solar, o la fertilización de los océanos con hierro para provocar el crecimiento de algas capturadoras de carbono.[xxxii] Sus orígenes pueden rastrearse hasta la Guerra de Vietnam y los proyectos estalinistas, y uno de sus primeros defensores fue Edward Teller, el padre de la bomba atómica.[xxxiii] Hay grandes riesgos involucrados en este enfoque, considerando que el sistema climático y sus subsistemas no son completamente comprendidos y están sujetos a comportamientos no-lineales, puntos de inflexión, transiciones repentinas y caos. Además, la inercia del sistema climático implica que el calentamiento global es irreversible en la escala temporal de un milenio, por lo que tales técnicas de geoingeniería tendrán que ser aplicadas por una cantidad igual de tiempo, lo que será una carga para docenas de generaciones futuras.[xxxiv] En caso de fallas tecnológicas en la aplicación de la geoingeniería, los resultados serán catastróficos, con un repentino cambio climático.[xxxv]
 
Pese a ello, considerando su costo relativamente bajo, es probable que el capitalismo asuma el riesgo de bussiness as usual [seguir como siempre] a fin de preservar su búsqueda fetichista de ganancias, manteniendo a la geoingeniería como una suerte de bala de plata del calentamiento global.[xxxvi] Por supuesto que existe la aterradora posibilidad de combinar geoingeniería y estrategias comerciales, para que los proyectos de geoingeniería puedan generar créditos de carbono en un mercado competitivo. Esa fue la idea de Planktos Inc. en un polémico experimento de fertilización oceánica, que alude a un futuro distópico en el que el clima mundial es manipulado según los intereses de las ganancias corporativas.[xxxvii] Está claro que el control capitalista de la contaminación, ya sea a través de mecanismos de mercado o regulaciones estatales, recuerda al Búho de Minerva hegeliano: solo (re)acciona después del proceso alienado de producción y el proceso general de alienación social. Sin embargo, si el núcleo de la destructividad es el proceso fetichista mismo que es reproducido por los esquemas comerciales, y las tecnologías de fin de ciclo están sujetas a fallas y complejas dinámicas que no son racionalmente accesibles a las escalas temporales de las instituciones humanas al menos en sus formas actuales, ambos, el mercado y los mecanismos estatales podrían fracasar en evitar un cambio climático catastrófico.
 
Las proyecciones futuras de economistas neoclásicos sobre el calentamiento global revelan el núcleo alienado del Antropoceno en su esencia. En módelos integrados climático-económicos como los desarrollados por William Nordhaus y Nicholas Stern, la tasa de interés determina finalmente lo que es aceptable en términos de concentración catastrófica de gases de efecto invernadero y sus impactos asociados (inundacióones costeras, pérdida de biodiversidad, alteración agrícola, brotes epidémicos, etc.), como “análisis de costo-beneficio”, descartan los impactos futuros y capitalizan las ganancias presentes.[xxxviii] Pero como mostró Marx, el interés es la parte de la ganancia que los capitalistas industriales pagan a los capitalistas financieros que les prestaron el capital-dinero en primer lugar, luego del exitoso proceso de valorización.[xxxix] El capital-portador de interés es valor que posee el valor de uso de crear plusvalor o ganancia. Por lo tanto, “en el capital-portador de interés la relación de capital alcanza su forma más superficial y fetichizada”, “dinero que produce dinero”, “valor auto-valorizante”.[xl] El capital-portador de interés es la representación fetichista perfecta del capital, como la progresión automática perfecta de la producción de plus-valor un “autómata puro”.[xli] Correspondientemente, la determinación del futuro metabolismo social con la Naturaleza por la tasa de interés es la máxima expresión del carácter fetichista de esta forma histórica de metabolismo social con la Naturaleza, o sea, del núcleo fetichista del llamado Antropoceno, sin importar la magnitud de la tasa de interés. En el capitalismo, la tasa de interés es determinante de las inversiones y la asignación de recursos, y superar esto no es cuestión de usar moralistamente (e irrealistamente) una menor magnitud para la tasa de interés como hace Stern, sino de superar el modo de producción capitalista.[xlii]
 
Los escenarios futuros determinados en último término por la tasa de interés niegan la historia, dado que solo en el capitalismo la tasa de interés es socialmente determinante, ya que es capital en su forma más pura. Mientras que en el capitalismo el capital-portador de interés se vuelve totalmente adaptado a las condiciones de producción capitalistas, y las fomenta con el desarrollo del sistema de crédito, en las formaciones sociales pre-capitalistas, la “usura empobrece el modo de producción, paraliza las fuerzas productivas”.[xliii] Esto es así, porque en el capitalismo el crédito es entregado con la expectativa de que funcionará como capital, de que el capital prestado sea utilizado para valorizar el valor, para apropiarse de trabajo impago, “libre”, mientras que en la Edad Media el usurero explotaba pequeños productores y campesinos que trabajaban para sí mismos.[xliv] La determinación de la futura relación social metabólica con la Naturaleza por la tasa de interés, es así una extrapolación del modo capitalista de producción y de todas sus categorías (valor, plus-valor, trabajo abstracto, etc.) hacia el futuro, la fetichización de la historia -de nuevo, esto está en consonancia con el término Antropoceno, que hace referencia a un Hombre ahistórico.
 
Además, el tipo de análisis costo-beneficio que desarrollan Nordhaus y Stern tiende a negar no solo la historia, sino la materia misma, porque el trade-off de la degradación de recursos naturales con el crecimiento abstracto implica la intercambiabilidad absoluta entre distintos recursos materiales, y por lo tanto entre riqueza abstracta (capital) y riqueza material, lo que en la práctica es una suposición falsa. Por ejemplo, el más básico proceso sintético natural necesario para la vida en la Tierra como la conocemos, la fotosíntesis, no es sustituible tecnológicamente; es decir; ninguna cantidad de valor de cambio la podría reemplazar.[xlv] Por otra parte, sintetizar las complejas interacciones y flujos materiales y energéticos que constituyen ecosistemas de distintas características y escalas, con sus historias naturales dependientes de trayectorias específicas, no es para nada una tarea trivial -las interacciones materiales y la especificidad son exactamente lo que es abstraído por el valor de cambio. Lo que este tipo de análisis da por sentado es la forma-mercancía misma, con su sustancia común (valor) que permite el intercambio entre diferentes recursos materiales en cantidades definidas, desligados de sus contextos materiales y ecológicos. Pero esta es la misma separación o abstracción que lleva a la destructividad. “El sueño sugerido por la forma capital es de una total carencia de límites, una fantasía de libertad como completa liberación de la materia, de la naturaleza. Este “sueño del capital” se está convirtiendo en la pesadilla para aquello de lo que lucha por liberarse: el planeta y sus habitantes”[xlvi]
Por último pero no menos importante, el capital también está tratando de aumentar sus ganancias explotando la misma ansiedad causada por la perspectiva de la catástrofe ecológica, como una extensión de la producción de subjetividad por la industria cultural. Por ejemplo, Starbucks ofrece a sus clientes un café que es un poco más caro, pero que señala que parte del dinero va al bosque del Congo, a niños pobres en Guatemala, etc. De este modo, la consciencia política es despolitizada en lo que es llamado el “efecto Starbucks”.[xlvii] También se puede ver en los avisos publicitarios. En uno de ellos, luego de escenas representando algún tipo de catástrofe natural indefinida, intercaladas con escenas de un carpintero construyendo una estructura de madera indefinida y una mujer en lo que parece ser un programa de moda, el verdadero contexto es revelado: los modelos van a ir a una suerte de Arca de Noé construida por el carpintero, para que así puedan sobrevivir a la catástrofe ecológica. El propósito del comercial finalmente es revelado: vender desodorante -”la fragancia final”. El eslogan -¡Feliz fin del mundo!- se aprovecha explícitamente del colapso ecológico para vender mercancías.[xlviii] La oposición y la voluntad política mismas son seducidas para calzar en la forma mercancía, que incluso impregna a la ciencia climática misma. Algunos científicos parecen notar esta persuasiva presión del fetichismo económico sobre la ciencia cuando declaran: “liberar a la ciencia de la economía, las finanzas y la astrología, apoyarse en las conclusiones aunque sean incómodas”, o “la geoingeniería es como un heroinómano que encontró un nuevo modo de robar el dinero para el sustento de sus hijos”.[xlix] La descarbonización siempre ha sido desafiada a ser “económicamente” factible. Pese a ello, lo que se necesita es que una crítica más radical se sitúe en el debate público, una postura explícitamente anticapitalista que rechace las exigencias de la acumulación de capital en la definición de las políticas socio-ambientales -porque parece que ya es imposible reconciliar la limitación del calentamiento global a dos grados Celsius y al mismo tiempo mantener el crecimiento económico”.[l]
 
Se debe destacar que la fetichización aquí descrita y su destructividad ecológica son un desarrollo histórico, específicos al capitalismo, y que esta es la razón por la que pueden ser superados: el metabolismo social con la naturaleza no necesariamente es destructivo. El fetichismo de la mercancía y el trabajo como la categoría social mediadora (trabajo abstracto) son históricamente específicos al capitalismo, y empezaron con la acumulación primitiva.[li] El Antropoceno como la alteración globalizada de la Naturaleza es la externalización del trabajo alienado, su lógica conclusión material. Superarlo requiere la reapropiación de lo que se ha constituído de forma alienada, es decir, la desmercantilización de la actividad social humana o la superación del capitalismo. La tecnología así reconfigurada y socializada ya no estará más determinada por la rentabilidad, sino que será la traducción técnica de nuevos valores, y tendería a convertirse en arte.[lii] En vez de estar determinada por la unidimensional valorización del valor, la producción social será el resultado de una multiplicidad de criterios discutidos en común, que van desde consideraciones sociales, ecológicas, estéticas, éticas, y más -en otras palabras, la riqueza material debiera liberarse de la forma-valor. Tecnologías como la energía solar, la microelectrónica y la agroecología, por ejemplo, podrían ser usadas para dar forma a un mundo de abundante riqueza material y un metabolismo social consciente con la Naturaleza -un mundo con abundante energía renovable limpia, abundante tiempo social libre debido a las fuerzas productivas altamente automatizadas, y abundante alimento producido ecológicamente, bajo control social.[liii]
 
Entonces y sólo entonces la humanidad podría tener un control consciente de los ciclos materiales planetarios, y podría usar este control para fines humanos (incluso si decidiera dejarlos en su estado “natural”). De hecho, esto significa tomar la promesa del Antropoceno muy en serio, es decir, que el Hombre debería tomar el control consciente de los ciclos materiales y planetarios, extender el terreno de la izquierda política a las mecánicas ciegas de la naturaleza, y en el capitalismo, al fetichismo de la mercancía.[liv] Y esto no sólo porque las fuerzas productivas desarrolladas por el capitalismo lo permitan -aunque hasta ahora lo hagamos sin un control social consciente- sino también porque puede que sea necesario. La civilización está adaptada a las condiciones Holocénicas que prevalecieron los últimos diez mil años, y deberíamos estar preparados para actuar a fin de preservar las condiciones que permitan el desarrollo humano, o mitigar los cambios drásticos, porque podrían ser desafiados no sólo por la actividad humana (fetichizada), sino que también por causas naturales, lo que ha sucedido muchas veces en la historia natural (como en el caso de los ciclos glaciales-interglaciales) provocados por perturbaciones en la órbita de la Tierra, o la catastrófica extinción de los dinosaurios debido al impacto de meteoritos).[lv] La (fetichizada) “mano invisible” y el (fetichizado) “Antropoceno” son dos caras de la misma moneda, de la misma socialización inconsciente, y ambas deberían ser superadas con la comunalización de la actividad social, es decir, el control real de los ciclos materiales planetarios depende el control social consciente de la producción mundial.
 
Debería enfatizarse que lo que aquí se critica como “fetichismo” no es solamente la designación imprecisa del nombre “Antropoceno”, sino más bien la forma de intercambio material mismo. Y entonces lo que emerge aquí es una verdadera perspectiva utópica, la promesa de la realización del Antropoceno, no como una constante antropológica o una fuerza “natural”, sino como un ser-especie plenamente histórico que conscientemente controla y da forma a las condiciones materiales del planeta. Si, como dijo el joven Marx, el trabajo alienado aliena al hombre de su ser-especie, la reorganización liberadora del intercambio social-material podría destrabar el potencial de la especie que está imbricado, aunque socialmente negado, en el “Antropoceno”.[lvi] La geoingeniería y la tecnología avanzada en general, liberadas de la forma-valor y la razón instrumental podrían usarse no solo para resolver el problema climático, sino que además, como escribió Adorno, para “ayudar a la naturaleza a abrir los ojos”, ayudar a la pobre tierra a lo que tal vez le gustaría ser”.[lvii] Las fuerzas de producción avanzadas implican que la poética visión utópica de Fourier recordada por Walter Benjamin podría materializarse:
“el trabajo social bien ordenado debiera ser que cuatro lunas iluminaran la noche de la tierra, los hielos se retiraran de los polos, el agua de mar dejara de ser salada, y los animales  salvajes se pusieran al servicio del ser humano. Todo esto ilustra un trabajo que, lejos de explotar la naturaleza, está en condiciones de extraer de ella las creaciones virtuales que dormitan en su seno”.[lviii]
 
Incluso la eliminación de la brutalidad en la naturaleza (predación) y la abolición de los mataderos a través de la producción de carne sintética, hoy parecen teóricamente alcanzables con la “reprogramación genética y la tecnología de células madre. Eso va más allá de las más radicales utopías marcuseanas.[lix] Obviamente, esto requiere una lucha social que subvierta la producción determinada por la valorización del valor y libere, en primer lugar, el potencial humano. Por otro lado, con el business as usual probablemente tendremos nuestro futuro material en la Tierra determinado por la tasa de interés, la geoingeniería de emergencia y la suerte.
 
Traducido por Daniel Ruilova.
 


* Artículo publicado originalmente en inglés en la revista Mediations – Journal of the Marxist Literary Group, Chicago, v. 28, n.2, primavera 2015, p. 65-77. El autor agradece a Cláudio R. Duarte, Raphael F. Alvarenga, Salvatore Engel-Di Mauro, y a los revisores anónimos por las valiosas sugerencias.
** Doctorando en Sociología en la Universidad Estadual de Nueva York en Binghamton/EEUU, donde desarrolla su tesis titulada "El auge de los autómatos voraces: Revolución Industrial y fronteras de mercancías". Con formación en ciencia ambiental e ingeniería química, experiencia en el sector público (protección ambiental) y en la industria. Es co-fundador y co-editor de la revista brasileña Sinal de Menos (www.sinaldemenos.org)
[i] Paul Crutzen, “Geology of Mankind,” Nature 415 (2002) 23.
[ii] David Archer, The Global Carbon Cycle (Princeton: Princeton UP, 2010), and James Hansen, Storms of My Grandchildren: The Truth about the Coming Climate Catastrophe and Our Last Chance to Save Humanity (New York: Bloomsbury, 2009).
[iii] Slavoj Žižek, Viviendo en el final de los tiempos (Madrid: Akal, 2012) 342.
[iv] Max Horkheimer y Theodor Adorno, Dialéctica de la ilustración. Fragmentos filosóficos. (Madrid: Trotta, 1998) 65.
[v] Karl Marx, Capital: A Critique of Political Economy, III, trad. David Fernbach (Londres: Penguin, 1991 [1894]) 949, y John Bellamy-Foster, Marx’s Ecology: Materialism and Nature (New York: Monthly Review, 2000).
[vi] Johan Rockström et al., “A Safe Operating Space for Humanity,” Nature 461 (2009): 472-75, y Will Steffen et al. (2015), “Planetary Boundaries: Guiding Human Development on a Changing Planet,” Science 347: 6223 (13 de febrero del 2015). 
[vii] Andreas Malm, “The Origins of Fossil Capital: From Water to Steam in the British Cotton Industry,” Historical Materialism 21:1 (2013): 15-68.
[viii] Karl Marx, Capital: A Critique of Political Economy, para la primera edición alemana, trad. de Albert Dragstedt (n. d. [1867]). http://www.marxists.org/archive/marx/works/1867-c1/commodity.htm
[ix] Karl Marx, Capital: A Critique of Political Economy, I. trad. de Ben Fowkes. (London: Penguin, 1990 [1867]) 166, 253.
[x] Marx, Capital, I, 175, 255.
[xi] Para una discusión de la continuidad entre los conceptos marxianos de alienación y fetichismo, ver la introducción de Lucio Colletti los escritos de juventud de Karl Marx, Marx’s Early Writings, trad. Rodney Livingstone and Gregor Benton (London: Penguin, 1992 [1844]).
[xii] Guy Debord, La sociedad del espectáculo. Trad. de José Luis Pardo, 12. http://www.observacionesfilosoficas.net/download/sociedadDebord.pdf Ver además Moishe Postone, Tiempo, trabajo y dominación social: Una reinterpretación de la teoría crítica  de Marx (Madrid: Marcial Pons, 2006), and Anselm Jappe, Les aventures de la marchandise: Pour une nouvelle critique de la valeur (Paris: Denoël, 2003): 25-86.
[xiii] Robert Kurz, Subjektlose Herrschaft: zur Aufhebung einer verkürzten Gesellschaftskritik, EXIT! (1993). http://www.exit-online.org/textanz1.php?tabelle=autoren&index=22&posnr=135&backtext1=text1.php
[xiv] Capital, tomo I, 166 (énfasis añadido), y Žižek, End Times 190.
[xv] Slavoj Žižek, Ideología: Un mapa de la cuestión (Buenos Aires: FCE, 2003) 15.  
[xvi] Capital, I, 179, 989.
[xvii] Paul Burkett, Marx and Nature: A Red and Green Perspective (New York: St. Martin’s, 1999) 79-98, y Robert Kurz, Schwarzbuch Kapitalismus (Frankfurt am Main: Eichborn, 2009 [1999]) 10.
[xviii] Kurz, Schwarzbuch 218, y John Holloway, Crack Capitalism (New York: Pluto, 2010) 146. Trad. en español: Agrietar el capitalismo (Buenos Aires, Herramienta, 2011)
Capital, tomo I, 493.
[xix] Capital, I, 428.
[xx] Peter D. Schwartzman y David W. Schwartzman, A Solar Transition Is Possible (London: IPRD, 2011), y Mark Jacobson y Mark Delucchi, “A Path to Sustainable Energy by 2030,” Scientific American (Nov. 2009): 58-65
[xxi] Andreas Malm, “China as Chimney of the World: The Fossil Capital Hypothesis,” Organization and Environment 25:2 (2012): 146-77, y Daniel Cunha, “A todo vapor rumo à catástrofe?” Sinal de Menos 9 (2013): 109-33.
[xxii] Barry Commoner, “cap. 8: Population and Affluence”  y “cap. 9: The Technological Flaw,” The Closing Circle: Nature, Man, and Technology (New York: Knopf, 1971).
[xxiii] Capital, III, 176.  
[xxiv] Claus Peter Ortlieb, “A Contradiction between Matter and Form,” Marxism and the Critique of Value, ed. Neil Larsen, Mathias Nilges, Josh Robinson y Nicholas Brown (Chicago: MCM', 2014 [2008]) 77-121.
[xxv] John Bellamy-Foster, Brett Clark, y Richard York, The Ecological Rift: Capitalism’s War on the Earth (New York: Monthly Review, 2010): 169-182.
[xxvi] William Stanley Jevons, The Coal Question: An Inquiry Concerning the Progress of the Nation, and the Probable Exhaustion of Our Coal Mines (n. d. [1865]) http://www.econlib.org/library/YPDBooks/Jevons/jvnCQ.html
[xxvii] Nota del traductor: “Métodos que se emplean para eliminar los contaminantes, ya formados, de una corriente de aire, agua, residuos, productos o similares. Estas técnicas se denominan de 'fin de ciclo' porque se implementan normalmente como última fase de un proceso antes de que la corriente sea finalmente depositada o repartida”. Fuente: US EPA Terms of Environment glossary,  http://www.greenfacts.org/es/glosario/def/fin-de-ciclo.htm
[xxviii] Larry Lohmann, “The Endless Algebra of Climate Markets,” Capitalism Nature Socialism 22:4 (2011): 93-116, y Maria Gutiérrez, “Making Markets Out of Thin Air: A Case of Capital Involution,” Antipode 43:3 (2011): 639-61.
[xxix] Kevin Anderson, “The Inconvenient Truth of Carbon Offsets,” Nature 484 (2012) 7.
[xxx] Damon Matthews, Nathan Gillet, Peter Stott, y Kirsten Zickfeld, “The Proportionality of Global Warming to Cumulative Carbon Emissions,” Nature 459 (2009): 829-33.
[xxxi] Jeff Coelho, “Global Carbon Market Value Hits Record $176 Billion,” Reuters (30 de mayo del 2012). http://www.reuters.com/article/2012/05/30/ozatp-world-bank-carbon-idAFJOE84T04R20120530
[xxxii] ETC Group, Geopiracy: The Case Against Geoengineering (Manila: Grupo ETC, 2010). http://www.etcgroup.org/content/geopiracy-case-against-geoengineering
[xxxiii] Eli Kintisch, Hack the Planet: Science’s Best Hope—or Worst Nightmare—for Averting Climate Catastrophe (Hoboken: John Wiley & Sons, 2010): 77-102.
[xxxiv] Susan Solomon, Gian-Kasper Plattner, Reto Knutti, y Pierre Friedglinstein, “Irreversible Climate Change Due to Carbon Dioxide Emissions,” PNAS 106:6 (2009): 1704-9.
[xxxv] Victor Brovkin, Vladimir Petoukhov, Martin Claussen, Eva Bauer, David Archer, y Carlo Jaeger, “Geoengineering Climate by Stratospheric Sulfur Injections: Earth System Vulnerability to Technological Failure,” Climatic Change 92 (2009): 243-59.
[xxxvi] Scott Barrett, “The Incredible Economics of Geoengineering,” Environmental and Resource Economics 39:1 (2007): 45-54.
[xxxvii] Martin Lukacs, “World’s Biggest Geoengineering Experiment ‘Violates’ UN Rules,” The Guardian (15 de octubre del 2012). http://www.guardian.co.uk/environment/2012/oct/15/pacific-iron-fertilisation-geoengineering
[xxxviii] William Nordhaus, A Question of Balance: Weighing the Options on Global Warming Policies (New Haven: Yale UP, 2008), y Nicholas Stern, The Economics of Climate Change: The Stern Review (London: HM Treasury, 2007). http://www.hm-treasury.gov.uk/sternreview_index.htm
[xxxix] Capital, III, 459-524.
[xl] Capital, III, 515.
[xli] Capital, III, 523.
[xlii] Stern, Economics.
[xliii] Capital, III 731-32.
[xliv] Capital, III 736.
[xlv] Robert Ayres, “On the Practical Limits to Substitution,” Ecological Economics 61 (2007): 115-28.
[xlvi] Postone, Tiempo, 320.
[xlvii] Slavoj Žižek, Catastrophic But Not Serious. Conferencia (2011). http://fora.tv/2011/04/04/Slavoj_Zizek_Catastrophic_But_Not_Serious
[xlviii] Axe, "Happy End of the World!". Aviso publicitario (2012). http://www.youtube.com/watch?v=n_hnZgEjJD4
[xlix] Kevin Anderson y Alice Bows, “A New Paradigm for Climate Change: How Climate Change Science Is Conducted, Communicated and Translated into Policy Must Be Radically Transformed If ‘Dangerous’ Climate Change Is to Be Averted,” Nature Climate Change 2 (sept. 2012): 639-40, y Kintisch, Hack 57.
[l] Kevin Anderson y Alice Bows, “Beyond ‘Dangerous’ Climate Change: Emission Scenarios for a New World,” Philosophical Transactions of the Royal Society 369 (2011): 20-44.
[li] Postone, Tiempo; Holloway, Agrietar el capitalismo; Krisis Group, Manifiesto contra el trabajo  http://www.krisis.org/1999/manifiesto-contra-el-trabajo (1999).
[lii] Commoner, Closing Circle; Herbert Marcuse, One-Dimensional Man: Studies in the Ideology of Advanced Industrial Society (Boston: Beacon, 1964); Herbert Marcuse, An Essay on Liberation (Boston: Beacon, 1969).
[liii] Robert Kurz, Antiökonomie und Antipolitik. Zur Reformulierung der sozialen Emanzipation nach dem Ende des “Marxismus” http://www.opentheory.org/keimformen/text.phtml (1997); Schwartzman and Schartzman, Solar Transition; Miguel Altieri, Agroecology: The Science of Sustainable Agriculture (Boulder: Westview, 1995).
[liv] Eric Swyngedouw, “Apocalypse now! Fear and Doomsday Pleasures,” Capitalism Nature Socialism 24:1 (2013): 9-17.
[lv] Hansen, Storms, y Rockström et al., “Safe Operating Space.”
[lvi] Marx, Marx’s Early Writings.
[lvii] Citado en Herbert Marcuse, Contrarrevolución y revuelta (México: Joaquín Mortiz, 1972) 78.
[lviii] Walter Benjamin, “Tesis sobre el concepto de historia” en Michael Löwy, Walter Benjamin: Aviso de incendio. (Buenos Aires: FCE, 2003) 116.
[lix] Ver David Pierce, Reprogramming Predators (2009) (http://www.hedweb.com/abolitionist-project/reprogramming-predators.html%3Ccite), y BBC, World’s First Lab-Grown Burger Is Eaten in London (Se comen la primera hamburguesa creada en un laboratorio  en Londres) (http://www.bbc.com/news/science-environment-23576143) 5 de agosto del 2013). El escepticismo de Marcuse sobre la “pacificación de la naturaleza” se puede leer en Contrarrevolución y revuelta, 79-80.

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