La discreción de la que ha dado pruebas el movimiento islámico tunecino se explica en gran parte por la dureza de la represión que sufrió bajo Ben Ali, que ha dificultado la capacidad de acción del partido islámico Ennahda. Los Hermanos Musulmanes en Egipto también se han mostrado discretos, pero por razones inversas, puesto que su partido era tolerado por el régimen militar (incluso si no estaba legalizado).
Cuando Anwar Sadat llegó al poder tras la muerte de Gamal Abdel Nasser en 1970, era favorable a la vuelta a la escena política de los Hermanos y estaba dispuesto a dar realce a su posición para hacer de contrapeso a la izquierda naserista o radical. Los Hermanos suscribieron por entero la liberalización económica (infitah) de Sadat cuando se lanzó al desmantelamiento de la herencia de Nasser. Esto dio una influencia mayor a los miembros de la nueva burguesía egipcia en el seno de los Hermanos. Estos últimos continuaron sin embargo proclamando su piedad contra la corrupción endémica, y esto fue un argumento clave para los pequeñoburgueses que constituían el electorado favorito de los Hermanos.
Los Hermanos Musulmanes se constituyeron en un movimiento religioso reaccionario, cuya principal preocupación era –y sigue siendo aún actualmente- la islamización de las instituciones políticas y culturales de Egipto y la promoción de la charia como base para la legislación. El principal eslogan de este movimiento, “El islam es la solución”, resume bien este programa. Al mismo tiempo, los Hermanos han servido de antídoto político a grupos fundamentalistas extremistas y violentos.
Sadat continuó jugando la carta religiosa para legitimar ideológicamente su poder frente a la oposición social y nacionalista. En 1980 intentó contrarrestar el impacto del impopular tratado de paz que había firmado con Israel en marzo de 1979 (menos de seis semanas después de la revolución iraní) introduciendo una modificación constitucional que hacía de la charia “la principal fuente de toda legislación”, y esto a pesar de que Egipto tiene una importante minoría cristiana. Esta concesión no bastó para ganar el apoyo de los Hermanos para el tratado de paz. Sadat decidió entonces darles un golpe. En 1980, a penas unos meses antes de su asesinato por fundamentalistas islamistas extremistas, lanzó una importante oleada de arrestos contra los Hermanos.
Cuando Hosni Mubarak sucedió a Sadat como presidente, liberó rápidamente a los Hermanos detenidos. Al comienzo, cambió el estilo brillante de Sadat optando por una aparente moderación. A su vez, intentó pactar con los Hermanos con el objetivo de ganar un apoyo popular, a la vez que perpetuaba la libertad controlada introducida por Sadat para controlar su desarrollo.
En 1991, cuando Egipto se unió a la coalición dirigida por los Estados Unidos contra Irak en la primera guerra del Golfo, las relaciones de los Hermanos con el régimen se tensaron. Hubo en ese momento un giro en las relaciones entre, de una parte, los Estados Unidos y su aliado saudita y, de otra, el campo regional del fundamentalismo islámico sunita moderado del que formaban parte los partidos islamistas populares argelino, egipcio y tunecino. Para gran descontento de la monarquía saudita, que había cultivado lazos con esos partidos, estos últimos se unieron a las protestas antiguerra. Su ruptura con Arabia saudita aceleró la represión que les ha golpeado en grados diversos en los años 1990, con el consentimiento de los Estados Unidos y de Europa.
Esfuerzos por agradar
Desde el cambio de siglo, los Hermanos han estado divididos entre el conservadurismo tímido de los líderes de más edad y la presión de la parte de sus miembros más jóvenes que reivindican una actividad a favor de las libertades políticas. Se han cuidado por tanto de no despertar la hostilidad del régimen a la vez que participaban en el movimiento de protesta democrática y nacionalista. Sus miembros han participado en la coalición de protestatarios de Kefaya (¡basta ya!). Esta coalición se inició en solidaridad con la segunda Intifada palestina, se desarrolló en oposición a la guerra de 2003 contra Irak para convertirse finalmente en un movimiento de lucha contra el gobierno dictatorial de Egipto y una probable sucesión dinástica.
Quienes de los Hermanos Musulmanes estaban a favor de una mayor audacia política se vieron alentados en 2002 por al ascenso en Turquía en el plano electoral del Partido de la Justicia y del desarrollo (AKP), un partido conservador musulmán. El éxito del AKP en el gobierno parecía confirmar la posibilidad de un modelo que hasta entonces había sido considerado como irrealizable. El final brutal del proceso electoral en enero de 1992 en Argelia y la dimisión forzada de Necmettin Erbakan en 1997 en Turquía (que fue hecho dimitir por el ejército a penas un año después de su nominación como jefe de gobierno) sugirieron que la vía parlamentaria estaba bloqueada a los movimientos de inspiración islámica en los países en que el poder militar estaba detrás del poder político.
La nueva experiencia del AKP ha marcado un cambio puesto que tanto los Estados Unidos como la Unión Europea le han dado su bendición. Tras el hundimiento de su pretexto de las “armas de destrucción masiva” dado para invadir Irak, la administración Bush optó por la “promoción de la democracia” como objetivo visible de la política en Medio Oriente. En Washington, animados por los acontecimientos en Turquía, se elevaron voces a favor de una actitud más abierta hacia los Hermanos musulmanes en Egipto. Bajo presión de los Estados Unidos, Mubarak introdujo un pluralismo más amplio en las elecciones de 2005, y concedió más escaños a la oposición, principalmente a los Hermanos (88 “electos”). Esperaba así demostrar que unas elecciones libres en Egipto favorecerían más a los Hermanos musulmanes que a las demás formaciones. Algunos meses más tarde, en enero de 2006, la victoria electoral de Hamas en Palestina convenció finalmente a la administración Bush de renunciar a la democracia en la región, en particular en Egipto.
El acceso de Barack Obama a la presidencia de los Estados Unidos y en particular su discurso de El Cairo, el 4 de junio de 2009, a favor de la democratización de la región (y su desaire a Mubarak) galvanizaron a la oposición egipcia. Tras algunas dudas, los Hermanos se unieron a la Asociación Nacional por el Cambio, la coalición mayoritariamente progresista creada en febrero de 2010 y de la que Mohammed El Baradei (antiguo director de la AIEA) era el mascarón de proa.
Pero algunos meses más tarde, sin tener en cuenta los llamamientos de la oposición progresista al boicot de las elecciones parlamentarias, los Hermanos participaron en la primera vuelta de estas elecciones, con la esperanza en particular de obtener un buen resultado a la representación parlamentaria. El resultado les indicó que debían boicotear la segunda vuelta. Es así como los Hermanos se quedaron con un solo miembro en el Parlamento (miembro que fue, por otra parte, expulsado de los Hermanos por no haber respetado el boicot), contra los 88 miembros de que disponían en el Parlamento saliente.
Esas elecciones han exasperado a Egipto, donde el 44% de la población vive con menos de 2 dólares al día, cuando una burguesía codiciosa e interesada hace alarde de un estilo de vida lujoso, no superado más que por las monarquías del Golfo, a la búsqueda de una experiencia de las “mil y una noches” en el Nilo. Egipto era un polvorín. Túnez ha proporcionado la chispa. Redes y coaliciones de jóvenes de la oposición llamaron a manifestaciones el 25 de enero de 2011. Los Hermanos decidieron no asociarse a ellas, por temor al régimen, y no fue sino al tercer día cuando se sumaron al movimiento. Sus dirigentes tomaron cuidado de elogiar al ejército, sabiendo se que iba a recurrir a ese núcleo duro del régimen para resolver la situación.
Cuando Mubarak nombró vicepresidente al jefe de la Dirección General de Información, Omar Suleiman y este último llamó a su vez a los Hermanos al “diálogo”, su dirección aceptó reunirse con él. Esta concesión, viniendo después de su rechazo a sumarse a la primera fase de las protestas, ha contribuido a desacreditarles a los ojos de la dirección de los jóvenes (el chabab). Cuando Mubarak dimitió finalmente, los Hermanos elogiaron a la junta militar, y anunciaron un plan para establecer un partido político legal.
No un papel dominante
Los Hermanos se han mostrado dispuestos a contribuir a la “transición pacífica” preconizada por los Estados Unidos al comienzo del levantamiento egipcio. Han declarado que no aspiraban a participar en el poder, y que no querían mas que los derechos democráticos. Essam el-Errian, uno de sus dirigentes, explicó en el New York Times del 9 de febrero de 2011: “No tenemos la intención de tomar un papel dominante en la próxima transición política. No presentamos candidato a las elecciones presidenciales previstas en septiembre”. Los Hermanos “contemplan el establecimiento de un estado civil democrático” pero se oponen “a la democracia laica como la de los Estados Unidos y Europa, con su firme rechazo de la religión en la vida pública” /1.
El mismo día, en el curso de una conferencia de prensa en El Cairo, el-Errian insiste en el hecho de que los Hermanos “se oponen a un estado religioso”, dicho de otra forma, a un estado dirigido por dirigentes religiosos como en Irán, pero sostienen “un estado civil con una referencia religiosa” /2. El término árabe utilizado –marja´iyya- puede hacer referencia a la instancia jurídico-teológica responsable de verificar la compatibilidad de las leyes votadas por el Parlamento con el islam, y que dispone de un derecho de veto legislativo. Es lo que prevé el proyecto de programa hecho público en 2007, pero que no ha sido formalmente adoptado. Este programa había sido criticado en particular porque declaraba que las mujeres y los no musulmanes tendrían prohibido convertirse en presidentes en Egipto.
Para obtener el apoyo de los Hermanos, los militares nombraron a uno de sus miembros importantes –el abogado y exmiembro de Parlamento (y autor de un libro contra el laicismo), Sobhi Saleh –para formar parte del comité de reforma constitucional. Para dirigir ese comité, los militares han elegido a Tariq al-Bishri, un juez que ha pasado de un nacionalismo de inspiración naseriana a una orientación que subraya la identidad islámica de Egipto y la necesidad de fundar sus leyes en la charia. En el sermón que pronunció en El Cairo durante las enormes manifestaciones del 18 de febrero, el dirigente espiritual de los Hermanos, Sheikh Yusuff al-Qaradawi, exortó a los trabajadores en huelga a detener su movimiento y a dar tiempo al ejército, a la vez que llamaba también a un cambio de gobierno.
La “transición pacífica” tal como era contemplada por los militares con el apoyo estadounidense está tomando forma: está abierto el camino para una transición hacia una democracia electoral bajo el control del ejército, como la que ha tenido lugar en Turquía entre 1980 y 1983. Otra faceta del “modelo turco” aparece en el horizonte. La posibilidad de que un partido político de inspiración islámica podría llegar al poder y dirigiría Egipto en colaboración con los militares. Este escenario tendría más posibilidades en Egipto, pues su ejército no apoya el laicismo como el ejército turco pretende hacerlo. Pero un tal arreglo seguirá siendo problemático si los Hermanos no efectúan el tipo de mutación emprendida por el AKP turco, y mientras inspiren desconfianza de los Estados Unidos y de Israel por su actitud hacia Palestina.
Si el potencial revolucionario del 25 de enero dura y se radicaliza (una ola de luchas sociales ha seguido a la dimisión de Mubarak), Egipto podría ver el crecimiento de una oposición de masas de izquierdas. Entonces los Hermanos musulmanes aparecerían como el menor mal, tanto para los Estados Unidos como para sus clientes militares egipcios.
1/ Essam el-Errian, “What the Muslim Brothers Want”, The New York Times, 9.2.2011.
2/ “Al-Ikhwan al-Muslimun: Narfud al-Dawla al-Diniyya li annaha dud al-Islam”, Ikhwan online, 9.2.2011.